EL ARISTOCRATA

Autor: kristy_87
Género: Romance
Fecha Creación: 07/02/2011
Fecha Actualización: 31/05/2011
Finalizado: SI
Votos: 9
Comentarios: 41
Visitas: 54660
Capítulos: 23

 

En busca del amor Él tenía oscuras sospechas acerca de Bella y de sus padres. Era celoso, irritable y exigente; enigmático, encantador y todo un aristócrata. ¿Por qué, entonces, Isabella Swan, se había enamorado locamente de su primo conde Edward de Massen?

 

Este fic no es mío es de GUISSY HALE CULLEN.

 

 

TERMINADO

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Capítulo 4: La historia de Renne y Charlie y ¿un rafael?


-Gracias. -asintió mientras miraba fijamente los ojos azules de la anciana-. Por ambas cosas.

La cena concluyó y la conversación volvió a temas generales. Y si bien el interludio tenía todo el aspecto de ser una especie de tregua, Bella aún no alcanzaba a comprender las causar de esa guerra. Se dirigieron nuevamente al salón principal y, mientras Edward se dejaba caer con indolencia en un sillón para beber una copa de coñac, Bella y la condesa saboreaban el café en delicadas tazas de porcelana china.

-Jean Paul le Goff, el novio de Renee, conoció a Charlie Swan en París. -La condesa comenzó a hablar sin ningún tipo de preámbulos y Bella detuvo la taza a medio camino de sus labios, mientras sus ojos observaban el rostro de la anciana-. Jean Paul estaba verdaderamente impresionado por el talento de tu padre y le encargó que pintase el retrato de Renee como regalo de boda.

-¿Mi madre estuvo comprometida con otro hombre, antes de casarse con mi padre? –preguntó Bella, depositando la taza con infinito cuidado.

-Oui. El compromiso había sido arreglado por ambas familias hacía varios años y Renee estaba satisfecha con ese arreglo. Jean Paul era un buen hombre y provenía de una rancia fami lia.

-Hubiese sido un matrimonio arreglado, ¿verdad? La condesa ignoró el disgusto de Bella con un ademán de su bien cuidada mano.

-Se trata de una antigua costumbre y, como ya he dicho, Renee estaba conforme. La llegada de Charlie Swan al castillo lo cambió todo. Si yo hubiese estado más alerta habría podido advertir el peligro, las miradas furtivas que ambos se prodigaban, el rubor que teñía las mejillas de Renee cuando alguien mencionaba el nombre de Charlie. Perla de Massen suspiró profundamente y alzó los ojos hacia el retrato de su hija, -Nunca imaginé que Renee quebrantaría las palabras mancillando así el honor de la familia. Siempre había sido una criatura dulce y obediente, pero tu padre la apartó de sus deberes -Los ojos azules se apartaron del retrato par concentrarse en la imagen viviente-. Yo ignoraba lo que había ocurrido entre ellos. Ella no confiaba en mí ni seguía mis consejos como había hecho siempre. El día en que el retrato estuvo terminado, Renee se desmayó en el jardín. Cuando insistí en que debíamos llamar a un médico, ella me dijo que no había necesidad de hacerlo. Renee no estaba enferma, sino que esperaba un hijo. La condesa dejó de hablar y el silencio se extendió por el salón como un espeso manto.

-Madame –dijo Bella, rompiendo el silencio con voz clara y decidida- si lo que intenta es herir mi sensibilidad diciéndome que fui conce bida antes de que mis padres se casaran, me temo que la decepcionaré. Lo encuentro absolutamente irrelevante. Los días en que se lapidaba a la gente o se la estigmatizaba con un hierro ardiente ya han pasado a la historia, al menos en mi país. Mis padres se amaban y que ellos expresaran su amor antes o después de sus votos matrimoniales, es algo que a mí me trae sin cuidado.

La condesa se acomodó en su sillón, entrelazó dedos y miró a Bella fijamente.

-¿Eres una joven que no tiene pelos en la lengua, ¿verdad?

-Exacto. –Bella miró a la condesa de igual a igual-. Sin embargo, trato de que mi sinceridad no sea ofensiva.

-Touché -intervino Edward y la condesa arqueó ligeramente sus blancas cejas antes de volver su atención a Bella.

-Tu madre se había casado un mes antes de concebirte. -La declaración fue hecha sin que su expresión cambiase en absoluto-. Ella y tu padre se casaron en secreto en la pequeña capilla de otro pueblo, y pretendían que nadie se enterase hasta que tu padre pudiese llevarse a Renee a los Estados Unidos con él.

-Comprendo -Bella se acomodó con una ligera sonrisa-. Mi existencia desveló el secreto antes de lo previsto. ¿Y qué hizo usted, madame, cuando descubrió que su hija se había casado con un oscuro artista y estaba esperando un hijo de él?.

-La repudié, naturalmente, y les dije a ambos que se marcharan de mi casa. Desde aquel día, ella dejó de ser mi hija. La condesa habló precipitadamente como si deseara desprenderse de un peso que ya se le hacía intolerable. Un gemido de angustia escapó de los labios de Bella y sus ojos volaron hacia Edward sólo para encontrarse con un muro inexpresivo.Se puso de pie lentamente, sintiendo que un agudo dolor la atravesaba de lado a lado, y, volviendo la espalda a su abuela, miró la suave sonrisa en los labios de su madre.

-No me sorprende que la apartaran de sus vidas y también de la mía. -Se volvió para enfrentarse a la condesa y la palidez de sus mejillas era la única evidencia de su estado emocional-. Lo siento por usted, madame. Se ha privado usted de una enorme felicidad. Es usted la que ha permanecido sola y aislada durante todos estos años. Mis padres compartieron un amor profundo y total, y usted se enclaustró con su orgullo y su honor mancillados. Ella la hubiese perdonado, si usted la hubiera conocido. Mi padre también la hubiese perdonado, por mi madre, por que él era incapaz de negarle nada.

-¿Perdonarme? -El color rojo reemplazó la palidez de su rostro y la ira hizo temblar su educada voz-. ¿Qué necesidad tenía yo de que me perdonasen un vulgar ladrón y una hija que traicionó a su familia? Los ojos Marrones se encendieron como si fuesen llamas doradas en las enrojecidas mejillas y Bella envolvió su furia en un manto gélido.

-¿Un ladrón? Madame, ¿está usted tratando de decirme que mi padre le robó?

-Oui, él me robó. -La respuesta fue dura y e hizo juego con sus ojos-. Él no se contentó con robarme a mi niña, una hija a la que amaba más que a mi propia vida. Él añadió a su pile una Madonna de Rafael que había pertenecido a mi familia durante generaciones. Ambas invaluables, ambas insustituibles, ambas perdidas por culpa de un hombre al que recibí en mi casa y en quien confiaba.

-¿Un Rafael? –Repitió Bella, alzando una mano hacia su sien en un ademán de absoluta estupefacción-. ¿Está usted sugiriendo que mi Madre le robó un Rafael? Usted debe de estar loca.


-No estoy sugiriendo nada -corrigió la condesa, alzando la cabeza como si fuese una reina a punto de dictar una sentencia-. Estoy afirmando que Charlie Swan me robó a Renee y la Madonna de Rafael. Él era un hombre muy listo. Sabía perfectamente que yo pensaba donar la pintura al Louvre y se ofreció para ponerla en condiciones. Yo confié en él. -El rostro angulosoera nuevamente una tétrica máscara de tranquilidad-. Tu padre supo explotar mi confianza, hizo que mi hija olvidara cuáles eran sus obligaciones, y abandonó el castillo llevándose consigo mis dos tesoros.

-¡Es mentira! –Estalló Bella, sintiendo que la furia crecía dentro de ella con la fuerza de un maremoto-. Mi padre jamás robó nada... ¡jamás! Si usted perdió a su hija fue exclusivamente por su propio orgullo, ¡por su propia ceguera!

-¿Y qué me dices del Rafael? La pregunta salió con suavidad de labios de la condesa, pero su eco reverberó en las antiguas paredes de piedra.

-No tengo la menor idea de lo que pudo ocurrir con su bendito Rafael. -Miró a la condesa y luego desvió la mirada hacia el hombre impasible que estaba apoyado en la chimenea, y se sintió muy sola-. Mi padre no cogió esa pintura; él no era un ladrón. Jamás en su vida hizo nada deshonesto. -Comenzó a pasearse por el salón, conteniendo el deseo de gritar y hacer pedazos la compostura de su abuela y de Edward-. Si estaba tan segura de que mi padre tenía su preciosa pintura, ¿por qué no hizo que le arrestaran? ¿Por qué no lo demostró?

-Como ya he dicho, tu padre era un hombre muy listo -replicó la condesa-. Él sabía que yo jamás implicaría a Renee en semejante escándalo, por más daño que me hubiera hecho al traicionarme. Con o sin mi consentimiento, él era su esposo, el padre del hijo que estaba esperando. El podía sentirse seguro. Bella dejó de pasearse por el salón y se volvió con la incredulidad pintada en el rostro.

-¿Cree acaso que él se casó por su propia seguridad? Usted no puede imaginarse lo que ambos tuvieron. Él la amaba más que a su vida, más que a un centenar de pinturas de Rafael.

-Cuando descubrí que faltaba la Madonna –continuó la condesa, como si Bella no hubiera abierto la boca-, fui a ver a tu padre y le exigí una explicación. Ya estaban preparados para marcharse. Cuando le acusé de haberme robado el Rafael vi la mirada que intercambiaron... aquel hombre en el que yo había confiado y mi propia hija. Supe que él había robado la pintura y Renee también sabía que él era un ladrón, pero, aun así, permanecería a su lado contra de mí. Ella se traicionó a sí misma y también a su familia y a su país. El largo parlamento concluyó con un suspiro de cansancio y un breve espasmo de dolor en el rostro tenso y controlado.

-Creo que esta noche ya se ha hablado suficiente de este tema -dijo Edward y se puso de pie para servir un poco más de coñac de un botellón, y luego le tendió la copa a la condesa murmurando algo en bretón.

-Estoy completamente segura de que ellos no robaron la pintura -dijo Bella. Cuando dio un paso hacia la condesa, Edward la detuvo cogiéndola de un brazo.

-Esta noche no hablaremos más de este asunto. Apartándose de él bruscamente, Bella desahogó toda su furia en su arrogante primo.

-¡Usted no me dirá cuándo debo hablar! ¡No toleraré que se acuse a mi padre de ser un ladrón! Dígame, señor conde, si él hubiese robado esa pintura, ¿dónde está? ¿Qué hizo con ella? Edward alzó una ceja y su mirada fue su ficientemente significativa.

Bella sintió que el color abandonaba sus mejillas para volver a afluir a ellas violentamente y abrió la boca con impotencia, antes de tragar dificultosamente.

-Si yo fuese un hombre, le haría pagar muy caro el haber insultado a mis padres -dijo con voz calma.

-Alors, mademoiselle -dijo él con un leve asentimiento de cabeza-, debo considerarme afortunado por el hecho de que no lo sea. Bella hizo caso omiso del tono burlón que había empleado Edward y se dirigió a la condesa, que observaba en silencio el duro intercambio de palabras.

-Madame, si me ha invitado a venir a Bretaña porque creía que yo podía conocer el paradero de su Rafael, se sentirá muy decepcionada. Yo no sé absolutamente nada. A mi vez, yo tengo mi propia decepción porque vine a Bretaña pensando encontrar un lazo familiar, otro vínculo con mi madre. Creo que las dos debemos aprender a vivir con nuestras decepciones.


Acto seguido se marchó del salón sin otro gesto que una ligera mirada a Edward Y a la condesa. Cuando entró en su habitación dio un sonoro portazo y sacó las maletas del enorme ropero arrojándolas encima de la cama. Con un remolino de furia girando en su cabeza, comenzó a sacar las ordenadas ropas de su santuario y las arrojó en las bocas de las maletas abiertas, en una total y absoluta confusión de telas y colores.

-¡Váyase! -gritó con violencia cuando alguien llamó a la puerta. Cuando se volvió descubrió que se trataba de Edward, quien había ignorado su orden, y le lanzó una mirada helada. Antes de cerrar la puerta, el arrogante conde observó divertido su peculiar técnica para preparar el equipaje.

-De modo que se marcha, mademoiselle. -

Una deducción perfecta -dijo ella. Bella arrojó una blusa color rosa sobre la montaña que se había formado encima de su eterna y le ignoró por completo.

-Una sabia decisión -exclamó él cuando ella le dio la espalda-. Hubiese sido mucho mejor que no hubiera venido.

-¿Mejor? -repitió ella, volviéndose hacia él y sintiendo que su ira amenazaba con desbordarse-. ¿Mejor para quién?

-Para la condesa. Bella se acercó lentamente hacia él, entor nando los ojos como si se preparase para librar una batalla y maldiciendo mentalmente la excesiva altura de Edward.

-La condesa me invitó a venir a Bretaña. Me emplazó —se corrigió, con voz imperiosa-. Me emplazó es más correcto. ¿Cómo se atreve a que darse ahí y a hablarme como si yo hubiese in vadido un terreno sagrado? Yo ni siquiera sabía que esa señora existía hasta que llegó su carta, y me sentía tan enormemente feliz en mi ignorancia.

-Hubiese sido más prudente que la condesa no borrara esa felicidad.

-Eso, señor conde, es un ejemplo admirable de modestia. Me alegra que comprenda que yo pude abrirme paso en la vida sin conocer la existencia de mis parientes bretones. Bella se dio la vuelta en un claro gesto de despedida y descargó toda su ira sobre las inocentes prendas que había encima de la cama.

-Espero que comprenda que nada le impedirá seguir abriéndose paso en la vida, ya que su estancia aquí será muy breve.

-Usted quiere que me marche, ¿verdad? -preguntó ella, volviéndose con celeridad y sintiendo que la última fibra de dignidad se rompía-. Y cuanto antes, mejor. Permítame decirle algo, señor conde de Massen: yo preferiría acampar junto a un camino antes de aceptar su graciosa hospitalidad.-Acto seguido arrojó una blusa floreada en dirección a Edward-. ¿Por qué no me ayuda a preparar mi equipaje? Él se inclinó, recogió la blusa y la puso sobre una silla bellamente tapizada. Su comportamiento indiferente y estirado no hizo más que aumentar la furia de Bella.

-Le enviaré a Alice -dijo Edward y la severa cortesía de su voz impulsó a Bella a buscar algo más sólido que arrojarle a la cabeza-. Yo diría que necesita que alguien la ayude.

-¡No se atreva a enviarme a nadie! -gritó ella cuando Edward se volvió hacia la puerta. Su arrogante primo inclinó la cabeza ante la arden de Bella.

-Como usted desee, mademoiselle. El estado de sus vestidos es asunto suyo. Bella sintió la urgente necesidad de provocarle porque su inmaculada formalidad le producía náuseas.

-Yo misma me encargaré de mi equipaje cuando decida marcharme del castillo, querido primo. -Con evidente deliberación cogió un vestido de la pila de ropa-. Tal vez cambie de Idea y decida quedarme un par de días. He oído decir que la campiña bretona es verdaderamen te deliciosa.

-Quedarse en el castillo es su privilegio, mademoiselle -contestó él y Bella advirtió un ligero disgusto en su voz. Esta circunstancia hizo que sonriera por la victoria obtenida-. Yo, no obstante, no se lo aconsejaría dadas las presentes circunstancias.

-¿Conque no, eh? -Bella encogió sus delicados hombros y alzó el rostro en actitud provocativa-. Esa es otra buena razón para quedarme. Los ojos de Edward se oscurecieron de ira y Bella comprobó que tanto sus palabras como sus gestos habían alcanzado una fibra sumamente sensible. La expresión del conde, sin embargo, conservó la calma y la compostura, y ella se preguntó cómo se manifestaría su carácter cuando se encolerizaba, si es que alguna vez se lo permitía su augusto comportamiento.

-Puede usted hacer lo que más le apetezca, mademoiselle inmediatamente –Bella la sorprendió aproximándose a ella y cogiéndola por la nuca con dedos firmes. Ante su contacto, Bella comprendió que su genio no estaba tan alejado de la superficie como ella había imaginado-. No obstante, es probable que no encuentre su visita tan desagradable como le hubiese gustado a usted.

-Soy perfectamente capaz de resolver situaciones difíciles. Cuando intentó apartarse de él, sintió que la mano de Edward la inmovilizaba con un mínimo esfuerzo.

-Tal vez, pero una persona inteligente trata de evitar las situaciones difíciles. -La cortesía de la sonrisa de Edward era más arrogante que despectiva, y Bella se puso rígida y trató de librarse de sus dedos-. Yo hubiera dicho que poseía usted inteligencia, mademoiselle, cuando no cordura. Decidida a no someterse al creciente temor que experimentaba, Bella le miró a los ojos y le habló con tranquilidad.

-Mi decisión de marcharme o de quedarme en el castillo es algo que no tengo por qué discutir con usted. Lo consultaré con la almohada y mañana tomaré las medidas convenientes. Aunque, naturalmente, usted siempre puede encadenarme a un muro en las mazmorras.

-Una alternativa interesante. -Su sonrisa se tornó burlona y divertida mientras los dedos la acariciaban ligeramente antes de apartarse de su nuca-. Lo consultaré con la almohada -añadió dirigiéndose hacia la puerta y haciendo una pequeña reverencia antes de abrirla-. Y tomaré las medidas más convenientes por la mañana.

Bella se sintió frustrada por haber permitido que él la derrotase y arrojó un zapato que fue a estrellarse contra la puerta que Edward acababa de cerrar.

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Espero k le guste aqui os dejo otro capitulo intentare subir mas. Por favor voten y comenten

GRACIAS A nelda x tu interes

Capítulo 3: la condesa Capítulo 5:

 
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