Ella lo observaba. Como si no fuese suficiente cabalgar el día entero hasta perder las fuerzas, Isabella habría constantemente los dos ojos marrones mirándole y perturbándole los pensamientos.
A pesar de sus músculos adoloridos y de su desanimo moral, ella intento aliviar la situación tomando alguna decisión respecto al futuro. No había tenido mucho éxito . La vida preparaba sorpresas y lo máximo que se podía hacer era superarlas.
Eso era la clave que otras veces la había ayudado a sobrevivir. Había pasado por cosas mucho peores que un casamiento indeseado. Conocía mujeres que estarían felicísimas por estar casadas con un joven caballero, atractivo y rico, a pesar de su mal humor. Pero eso no le pasaba a ella. Reconocía al demonio disimulado en una apariencia bonita.
Que hacer entonces? El instinto le dictaba fugarse. Pero el momento no era propicio. No con todos aquellos hombres de la conitiva a su alrededor . Seria mas fácil cuando llegaran al destino.
La idea no le agradaba del todo. Edward Cullen la había desafiado y ella seria cobarde si no lo enfrentase. Toda la vida había intentado sacar el mejor partido de cada situación. No era optimista ni visionaria, pero bien realista. Se Mantenía determinada a no entregarse a la depresión .
Con un suspiro, bella se dio cuenta de que tendría que esperar hasta llegar al castillo para tomar una resolución. Mucho dependía de su marido. Hasta que punto el la odiaba ¿la trataría mal? Tal vez los roces fuesen provocados por la proximidad y cuando estuviesen entre los habitantes del castillo, empezarían a desaparecer. Sentados junto al fuego, ella esperaba estar en lo cierto.
Durante el día, Edward no había estado tan amedrentador. No pasaba ser un señor malvado atrayente, que exigía el máximo de todos y se valía de animosidad contra ella como un escudo. Su rabia por el crecía durante el viaje, puesto que no hacia nada por provocarle tanto rencor.
A la luz del día, le devolvía las miradas sombrías.
También tenia la temeridad de responder sus ordenes con comentarios ríspidos. Pero al anochecer, bella perdía su autoconfianza. Sentía sus nervios tensos y había dificultad para respirar.
Durante el día, Edward era un hombre pero, en la noche, se transformaba en su marido y como tal, debía ser temido por lo que podría hacerle. La mirada sombría se tornaba siniestra y su rostro bonito la repelía y la atraía al mismo tiempo.
Estremecida, bella se coloco en la boca un pedazo de carne que había estado en el fuego un largo rato, estaba muy caliente, Bebió mucha agua de una vez como para refrescar su garganta
- Por todos los diablos, sus modales para comer dejan mucho que desear – comentó Edward horrorizado.- Comes como para dos. Acaso ¿estas preñada?
Bella casi se ahoga al oír el comentario. Su marido era un loco.
- Aprendí a alimentarme bien en el convento - respondió.
- Bien, ya oí unas historias sobre esas mujeres santas que acostumbran visitar a los huéspedes masculinos del convento durante la noche. Vos alguna vez lo hiciste? - preguntó el con aire de superioridad.
Entonces, su marido abia notado que ella se había hecho pasar por la madre superiora. Que se fuera al infierno!.
- No intentes mentir o engañarme niñita, pues no lo conseguirás e igualmente sufrirás las consecuencias - le aconsejo el.
La voz profunda y suave provoco un escalofrío que le recorrió la espina dorsal a bella. ¿Niñita? Ninguno había usado ese diminutivo para referirse a ella desde su infancia.
- ¿Por que me odias? -Bella preguntó y percibió que el se sorprendía con su indagación. Con todo, Edward pudo recuperarse de la pregunta rápidamente
- Su sangre, mujer. Vos estas manchada.
A pesar de que ella esperaba una respuesta franca, lo que oyó la resintió.
- Que tipo de hombre era mi tío para forzarlo a perseguir a su heredera, aun después de su muerte?
- Era cobarde, ladrón, un vil traicionero y un asesino. Las palabras pronunciadas con una convicción tan fría cortaron la respiración de Bella. Horrorizada, vio los ojos cenizas brillando con hostilidad. De nada serviría atacar su argumento, mas, ella lo intento:
- Yo no tengo culpa alguna. No conocía a mi tío.
– El te mando dinero para que pudieras vivir en el convento.
- Cierto, pero fue para librarse de mi, porque no me quería Nunca me quiso . En realidad nunca nadie me quiso.
Demasiado Tarde, Bella noto cuanto había revelado de si misma y, si pudiese, retirar las palabras. Este hombre, sentado a su lado, podía tener la forma de un ángel pero era el mismo demonio y la despreciaba. Cualquier conocimiento acerca de ella seria usado para destruirla.
A fin de desviar la atención, bella tiro una piedrita al fuego. Las llamas se elevaron iluminando el rostro atrayente de Edward. Ella pensó que su marido podría haberse casado con otra mujer, mas la Eligio a ella, una extraña que le recordaría siempre conflictos pasados. No era sorprendente que el viviese de mal humor.
- En cuanto a su padre ¿Lo amabas? - el quiso saber. Sophie dudo sobre mentir o decir la verdad. Resolvió ser honesta.
- No y si lo quería como a nadie en la vida después de mama pero el era un irresponsable gastador. Perdía todo el dinero que le caía en sus manos sin importarle el bienestar de su familia. Como ves, yo no tengo nada en común con el o con mi tío, que no sea su apellido, su sangre o uno que otro parecido ¿Por que castigarme por sus pecados?
– Vos sos la heredera de James, es todo lo que resta decir. Las palabras dichas con tanta naturalidad y la expresión de Edward asustaron a Bella y le provocaron un gran desanimo. La venganza era el objetivo de su marido.
- ¿Que hará conmigo? - preguntó con el corazón galopándole en el pecho.
Sabia que el podría encerrarla en una celda, dejara pasar hambre, o golpearla. Nadie interferiría. El convento, con todo su tedio e trabajo, parecía mejor a medida que su marido se le revelaba como mas y mas terrible con el pasar de los minutos.
- No se preocupe en descubrir su futuro, niñita, pues tengo muchos años por delante - dijo el con una sonrisa maliciosa.
Las palabras y su tono de voz dejaron a Sophie helada. ¿Como tener esperanza de que se iba a conformar con el casamiento? De repente, sentíos la necesidad de escapar de la presencia de edward.
- Estoy muy cansada. Me das permiso para ir a dormir?
Bella esperaba que el se rehusara, mas el concordó haciéndole un gesto con la cabeza y lanzándole una mirada triunfante. Si no fuese por el miedo a las represalias, ella lo enfrentaría. Conocedora de la profundidad del odio de su marido, esperaba todo tipo de violencia por parte de el.
Ya había oído hablar de violación y había visto sus consecuencias, por lo tanto, no podía hacer otra cosa que esperar.
Entonces cuando oyó la voz suave del sirio, informándola de que su marido dormía, ella se adormeció. Pero tuvo un sueño agitado y atormentado por las pesadillas con el rostro de Nicholas de Laci iluminado por las llamas de la hoguera.
Por primera vez, Edward resintió la recepción de los moradores de Volterra. A pesar que no le importaba mucho su castillo o su gente, el deseaba que Isabella reconociese su poder y su riqueza.
Ese comportamiento distante y desconfiado nunca le había perturbado. Tan diferente al recibimiento que recibía Jasper, el extrovertido marido de su hermana.
Idiotas! Ellos no tenían razón para quejarse, pues su señor era un hombre justo y sensato. Simplemente no le gustaba hablar mucho, ni visitar a los arrendatarios sin motivo o permitir conmemoraciones festivas con cualquier excusa. Nada de eso. El mantenía el castillo en buen estado, protegía sus habitantes y había un excelente administrador. Sin duda, era lo suficiente. A si mismo, al entrar al salón, Edward noto el profundo silencio cosa que no ocurría cuando Jasper estaba presente, Ignorando todo, atravesó el aposento acompañado de Jacob.
- Quiero un baño - declaro sin mirar a las cara de los presentes.
- Yo también. ¿Su esposa cumplirá con su obligación? Vos nos forzases a una cabalgata larga y cansadora y yo también tengo en mente un baño revigorizarte dado por ella – dijo su compañero.
Las palabras de Darius llevaron Edward a lanzarle una mirada feroz.
- ¿No es costumbre de su pueblo que la señora del castillo bañe a sus huéspedes? - indago el sirio con expresión imperturbable.
- No esta mujercita. Ella no está acostumbrada a tales tareas. Además, va estar ocupada conmigo- respondió Edward, sintiendo su estómago quemar al imaginar el cuerpo rojizo de Jacob siendo lavado por bella.
- Aro! - llamo de manera un tanto brusca a un criado que se aproximaba corriendo. - Lleve a mi esposa para mi cuarto y provéale agua caliente. – Giró hacia donde estaba Isabella - Toma un baño rápidamente porque yo también quiero uno y preciso de tu ayuda. – El shock en su rostro bonito le produjo satisfacción.– Líbrate de este hábito negro. Aro mande a traer las ropas viejas de Alice a mi cuarto. Quiero que mi mujer este vestida de manera apropiada.
El criado se movió de prisa y Nicholas se sentíos aliviado. Sophie no cuidaría de ninguno que no fuera ‘el. Observándola abandonar el salón notó el leve ondular de sus caderas debajo del hábito. Su sangre se agito. Tan absorbido estaba en mirar a su mujer que no percibió aproximarse a su administrador que venia a felicitarlo por su casamiento.
Edward no vio la necesidad de explicar el acontecimiento a nadie. Por eso, acepto las felicitaciones en silencio y impidió preguntas con una mirada severa.
La idea de Isabella lavándole su cuerpo le creo una ansiedad repentina. Naturalmente, la ejecución de dicha tarea seria costosa para ella y eso explicaba su propia impaciencia.
Cuando calculo que había pasado el tiempo suficiente, se dirigió a las escaleras. la Subió de dos en dos los escalones y llego corriendo a su habitación . Abrió la puerta sin golpear previamente.
Alarmada por el barullo, bella se dio vuelta. Estaba Terminando su aseo trenzando sus cabellos. Edward la observo. Sus dedos eran largos y hábiles con el cabello. Por Dios! Mas aun mojado su cabello , le recordaban chocolate vivo. Su pelo Era abundante y largo, alcanzando la altura de su cintura.
Bella usaba un vestido de Alice, azul escuro, que le realzaba el color de su piel pálida como un fantasma. Pero ese era el único detalle favorable, percibido por Edward. Hecho para un cuerpo pequeño como el de su hermana, era demasiado corto y apretado para su esposa. La silueta de Isabella era mucho mejor dotada, cosa que había estado escondida por el hábito. Generosamente dotada, certifico el al mirar el escote del vestido, donde sus senos se apretaban amenazando con romper las costuras. Erguidos, sus pezones formaban dos puntos visibles debajo del tejido. Súbitamente, Edward desvío la mirada
.
– Tendrás que hacerte ropa que te vayan mejor – comentó el con voz ronca.
Viendo el agua del baño aun humeante, el se descalzo las botas.
– Ven a ayudarme a tirar la cota de malla antes de que el agua enfríe - ordeno.
bella lo atendió en el mismo instante. En seguida, el se libro de las medías y las calzas y entro a la bañera.
- Ahora, ven aquí a cumplir con tu deber - dijo en tono irritado.
Ella se aproximó y empezó restregarlo con el jabón. Satisfecho con esa victoria, Nicholas se inclino bella comenzó a fregarle la piel con una fuerza suficiente como para exfoliarla.
El giró y le agarro la muñeca .
- Cuidado, mujer, mas suave!
Por un largo momento, los ojos marrones lo encararon con expresión de desafío pero finalmente bajaron en señal de sumisión. Con un gesto brusco, Sophie reinicio la tarea.
Esta vez, Edward no se sentíos disconforme. En verdad, comienzos a disfrutar el baño inmensamente.
Descontando los meses de recuperación en Tierra Santa, hacia años que nadie le daba un baño. El no veía la necesidad de exponerse a la curiosidad de las mujeres cuando se bañaba. Isabella era diferente, pues no flirteaba ni sonreía de manera afectada. Sin duda, Isabella era una criada deficiente, pues no escondía su desagrado por el servicio. Edward le sonrío al ver su expresión contrariada. Aunque estuviese admirado su piel sedosa y clara, veía ahora con claridad un poco de rojo arrebatado en sus cabellos.
Edward dejo que su mirada recorrería sus facciones. Las pestañas eran oscuras y densas, sus mejillas, rosadas y pequeñas mostraban el enrojecimiento de su rostro. Increíble como Isabella se revelaba tan adorable.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por un tiron del brazo. Ella lo estiraba con el fin de enjabonarlo, pero sin duda había la intención de lastimarlo. Ridículo tal esfuerzo.
Bella rodeo la bañera a fin de lavar el otro brazo de Edward El sentía su perfume. Era puro y embriagante como el de las flores silvestres. Mezclado con el vapor del agua, ella no paraba de provocarle los sentidos robándole de su tranquilidad. El ambiente cambio y, cuando ella se curvo mas, la sensación de triunfo lo abandono. Nervioso, el sintió la tentación de estirar la mano y tocar la trenza gruesa de cabellos marrones rojizo.
Edward bajo la mirada, mas fue peor. Isabella, ahora, le fregaba el pecho, sus dedos entrelazándose con su vello. Respiro profundamente y la a vio llevar su mano hacia la cintura, masajeándole los músculos pero cuidadosamente, con pero suavidad.
¿Hacia cuanto tiempo que nadie lo tocaba de esa forma? Edward nunca se sentía cómodo con los contactos íntimos. Sus experiencias con las mujeres eran rápidas y tomas. A pesar de eso, no sentía la acostumbrada repulsa en este momento. Pero aun, una onda de calor se esparcía por su cuerpo, provocándole una sensación.
Cuando la muñeca de Isabella le rozo su miembro erguido el baño relajante se transformo en algo muy diferente. Una reacción repentina e inesperada lo domino. la sangre le latia en las venas de su sexo enrojecido. Por un momento, el deseo los dedos largos lo acariciasen y le proporcionasen alivio.
– Sal de aquí! - grito.
No queriendo que Isabella viese reacción a su roce, Edward se sentó en la bañera, chorreando agua a los costados.
– ¿Por que? - ella preguntó.
La expresión de desagrado había sido substituida por otra de ofuscación. Su piel estaba colorada, aun sus labios entreabiertos, y los ojos le brillaban. Sus pechos crecían con la respiración y los pezones se marcaban en blusa apretada. Isabella le recordaba una campesina voluptuosa, pronta para ser amada.
– Sal de aquí! - grito nuevamente.
Esta vez, la orden fue entendida. Ella tiro el trapo y el jabón y salio corriendo. Solo después que la puerta se cerró con un estruendo, Edward soltó la respiración contenida e intento controlar su cuerpo.
Cuando se calmo, se dio cuenta de que su esposa corría por el castillo vestida de manera vergonzosa y descalza. Si un caballero se cruzase con ella, podría considérala una presa fácil. A pesar de su falta de intención de llevarla a la cama, Edward no quería que ninguno pusiese sus manos en su propiedad. La simple idea lo dejaba poseso.
Chorreando, salio de la bañera y enrollo una toalla de lino en su cintura.
Su precaución habitual lo abandono al dejar su habitación y alcanzar el corredor. Nada importaba mas que encontrarla antes de que alguien la viese. Otro hombre podría sentirse intentado por su bello rostro, su pelo y su cuerpo de formas sensuales. En cuanto a su propia reacción, Edward culpaba al cansancio y las circunstancias fuera de lo común del baño.
Se Negaba a admitir la razón de sentirse atraído por su mujer.
Bella entro en el primer cuarto que encontró abierto. Aun siendo mas chico que el de Edward, pero era tan lujoso como el de el. Sin embargo ella no se detuvo a admirar los muebles y los tapices, fue directamente hacia la ventana donde había un asiento forrado con unos almohadones coloridos. Se Sentó y hundió su rostro en sus manos, entregándose a las lágrimas.
Bella no había llorado en los años pasados en el convento, pues no gozaba de privacidad. Pero ahora el llanto la dominaba. Hubiese continuado por mucho tiempo pero si no hubiese oído una voz extraña. Levantó la cabeza y se encontró con una mujer de mediana edad, baja y gordita que intentaba consolarla.
- No llores. Las cosas no pueden estar tan mal . Cuéntale a Esme y acabaras sintiéndote mejor.
La pena de Bella se disolvió con la expresión cariñosa de esos ojos castaños de la extraña. Desde la muerte de su madre, nadie la había consolado en sus momentos de tristeza. Instintivamente, se acurruco en el pecho de Esme y murmuro entre sollozos:
- Soy demasiado grande, deformada y fea. El me odia!
- Nada de eso, mi niña. Eres alta, pero no eres gorda ni fea. Deja de llorar por tu propio bien.
Intentando retener las lágrimas, bella se levantó y espero que la mujer la examinase, haciéndola girar para un lado y para el otro.
- Bien, eres muy diferente de mi Alice, pero eso no quiere decir que no seas adorable. Mira, tus ojos parecen un líquido y hechizante chocolate. Las pestañas tan largas y abundantes! Apuesto que solo con el color de sus cabellos fulgurantes como una llama achocolatado será suficiente para provocar la pasión de un hombre.
Desacostumbrada a cualquier tipo de elogio, bella enrojeció. Si bien las palabras de Esme habían el propósito de consolarla, se vio desde una perspectiva diferente. De hecho no era demasiado grande y el a color de sus cabellos no dejaba de ser algo raro y tal vez algo especial.
- ¿Pero quien fue el gran tonto que te hizo sentir fea? - Esme preguntó.
Antes de que bella pudiera responder, la puerta se abrió y Edward apareció.
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Hola!! ya estoy de vuelta se q me ausente un poco pero prometo no tardame tanto espero q le guste el capi y no me envie a italia x dejarlas en supenso se le queire y graci x los vostos y comentarios bye :p
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