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No entiendo a qué rapidez habré estado corriendo, pero fue a una muy veloz de lo que llegue a imaginar. El camino de regreso era tan largo. A pesar de que fuéramos a una velocidad apresurada, ¿habría llegado a la frontera de México y USA? O a punto de hacerlo. Iba a tal velocidad que mi sentido de orientación no estaba a su 100%, ya que mi mente había estado siendo abarcada en su totalidad por...sentimientos. Me acuerdo que, hasta los 2 años, creía que los sentimientos venían del corazón, después de haber leído un libro que había encontrado -mientras curioseaba en la cómoda de Carlisle- que explicaba la verdad, los sentimientos vienen del cerebro. En esos momentos ya no se me había hecho tan románticas las películas ya que me acordaba de lo leído; “El lugar que sirve como la estación emocional para toda la información que llega desde los distintos circuitos dedicados a las emociones se encuentra al final de todos esos caminos neuronales en dos conjuntos celulares conocidos como ínsulas”. Si... Fue un tanto decepcionante. No fue agradable quitarle la escena romántica a las películas con ese pensamiento rondando en mi cabeza. Di una risita para mis adentros, sin ganas, ya que iba amarrada de las manos de regreso a la gran casa con Alec tomando el otro extremo de lo que me ataba. Notaba desde que él me había encontrado como me miraba, a tal grado que me incomodaba. - ¿Por qué me ves tanto? ¿Tengo sangre en la cara o qué? -rompí el silencio con mis preguntas sin interpretación en la voz. - ¿Verte? -quiso tratar de sonar incrédulo, pero sonó un tanto nervioso-. No sé de que hablas, salvo si te refieres a que el sonido de tu corazón se me hace agua a la boca -entornó sus ojos rojos-. Que lamentable que Aro nos haya ordenado no poderte...hacer nada -vaya, si que sabia esquivar toda clase de preguntas. Vamos a jugar también. - ¿Y por qué tienes que hacerle del todo caso al señor Aro? ¿no puedes tomar tus propias decisiones? -lo reté - Le soy leal a nuestros señores, como cualquier otro de la guardia - de nuevo esquivando de verdad mis preguntas, ¿así quieres jugar? Está bien-. Ya vamos a llegar, así que mantente callada y no hagas ninguna escena tan "humana" cuando los vayas a ver, ¿entendiste? -me quede en silencio-. ¡Te estoy hablando! -seguí sin contestar y él se paro bruscamente. Se dio vuelta, y me miro atentamente. Sus ojos rojos como la sangre me observaban detenidamente, por un momento me sumergí en ellos. Había odio, pero a la vez una lucha interna muy dentro de él. Apretó mi muñeca, pero no sentí nada. Notaba como no dejaba de ver mi cuello. - No me hagas enojar, niña mimada. Conmigo no serás una nenita hueca y caprichuda como con todos los de tu familia que se creen "vegetarianos", ¿entendiste? -tomó mi mentón, y lo apretó para que no pudiera desviar su mirada. Se volteo y pego mi espalda contra un árbol. Tampoco sentí el dolor que se suponía que tenía que sentir, porque él había tapado mis 5 sentidos, estaban dormidos. Pero, eso no podía no hacerme sentir la sangre hervir. Una cosa que no podía soportar era que me hiciera sentir una idiota, una "carita". Oh, claro que no. Era un insulto después de todo lo que podía demostrar, a pesar de que fuera un fenómeno, nadie tenía derecho ni razón para llamarme de tal modo. Eso era un golpe bajo, todo mi conocimiento no era una mentira. Sentía como mi ego se iba haciendo presente más y más. - Yo no soy ninguna niñita caprichuda y hueca-dije entre dientes, parándome de puntas para quedar a la misma altura de su rostro, impulsándome con mi espalda en el árbol-. Te recomiendo que te quites esa idea mía de tu cabeza, y abras tus ojos para notar que no soy nada...absolutamente nada en comparación a una tonta mimada -lo tenía tan cerca de mi rostro, que estoy segura que podía sentir mi aliento en su rostro-. Soy mucho peor -susurré y di una sonrisa traviesa. Me aleje de él, y seguí caminando hacia la casa de cristal. Lo había dejado un tanto impactado. Se quedo en el árbol, pero rápidamente se incorporo a mi lado en silencio. ¡Vaya! Esto seria mucho más fácil de lo que imaginé.
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