Seguimos caminando por el sendero, yo no tenía ni idea de hacia dónde nos dirigíamos, pero parecía que Edward sí. Se conocía cada piedra de aquel bosque como si fuese el salón de su casa. Avanzaba muy seguro de sí mismo como si tuviera muy claro hacía donde nos dirigíamos. Al cabo de veinte minutos de caminata una gota de sudor resbalaba por mi nuca. Noté como uno de sus dedos la atrapaban de mi piel, y el contacto con piel fría me hizo estremecer. - Ya casi hemos llegado – me dijo él muy seguro de si mismo. Lo miré con los ojos entrecerrados, no me había equivocado, él sabía perfectamente hacía donde nos dirigíamos. De pronto empezó a verse un fulgor en el fondo del bosque hacía donde nos dirigíamos. Conforme íbamos avanzando cada vez había más luz, hasta que finalmente llegamos a una zona del bosque en la que los arboles se abrían para dejar paso a un hermoso prado. El lugar era como un sueño, lleno de flores lilas y blancas. Había mariposas revoloteando por el lugar, y se oía un riachuelo desde algún lugar cercano. Edward me miraba con una sonrisa en los labios esperando mi reacción. - Oh! es precioso Edward! Como lo encontraste? – pregunté emocionada. - Hace un par de semanas, por casualidad, mientras iba de caza. Caminó hasta mi altura y me tomó de la mano y nos adentramos en el prado. Había mucha hierba mullida, y daban ganas de tumbarse allí a descansar. No pude resistirme y lo hice, me tumbe en la hierba y cerré los ojos para disfrutar el momento. Edward se tumbo a mi lado y acariciaba mi pelo. Abrí los ojos y me puse de costado para verlo. El sol incidía sobre su piel haciendo que de nuevo reluciera como las facetas de los diamantes. - Eres tan bello…- susurré, mientras le acariciaba la mejilla con mi mano. - No tanto como tu – contestó él tocándome también mi mejilla. Nos fuimos acercando el uno al otro hasta besarnos de nuevo. Edward me cogió por la cintura y me hizo rodar hasta dejarme sobre él. Reía como nunca lo había visto reír, y yo también lo hacía. Estábamos bien el uno con el otro. Pasar el tiempo en compañía de Edward era maravilloso. Nos besamos de nuevo y él volvió a colocarme sobre la hierba con cuidado. Estaba claro que aquel vampiro tenía más autocontrol que mis locas hormonas de adolescente, y no iba a rebasar ciertos limitos. Así era como lo habían educado. Charlamos animadamente durante mucho rato. Hablamos de la universidad, de los planes para el próximo otoño, de mis exámenes finales que eran en dos semanas, y de muchas cosas más. Cuando el sol empezó a caer Edward se sentó. Miré mi reloj, era el momento de regresar. Se nos había hecho algo tarde y aún nos quedaba un rato de caminada. - No te preocupes volveremos más rápido de lo que hemos llegado – me dijo divertido. Sabía a lo que se refería, alguna vez ya había experimentado la velocidad vampírica con mi padre, sobre todo cuando me tenía que llevar en brazos al hospital para que me dieran puntos o me escayolaran alguna parte de mi cuerpo que me había roto o dañado. Cosa que pasaba más a menudo de lo necesario. Esperaba que no durara eternamente y que cuando pasara a ser un vampiro esa parte de mi personalidad mejoraría, no quería ser el único vampiro patoso de la historia. Edward se levantó y me ayudó a mí a levantarme, y al hacerlo me cogió de la cintura acercándome a él para besarme en los labios de nuevo. Desvió su boca hasta mi oreja para susurrarme al oído. - Estas lista? – preguntó divertido. - Lista! - Bien súbete a mi espalda – a su espalda? Vio mi cara de sorpresa y sonrió. - Es mucho más cómodo que te lleve en la espalda que no en brazos, ya no eres una niña pequeña, o si? Puse cara de enfurruñada y me subí a su espalda. Enlacé mis piernas alrededor de su cintura y mis brazos alrededor de su pecho y cuello. Me acerqué a su oído para susurrarle. - Te amos – y besé su cuello. - Gracias – me respondió él feliz. Escondí la cabeza en su omoplato, no quería marearme y caerme, así que todo el camino lo hizo con los ojos cerrados y la cabeza escondida, aspirando el aroma de su piel. En unos segundos se detuvo y toco mi cabeza. - Bella hemos llegado. Me ayudo a bajar de su espalda, estábamos en el linde del bosque. Ya se veía el jardín de la cada de tía Katheryn, estaba vacío. Ya no quedaba ni rastro de la barbacoa. Entramos en casa. Los Cullen ya se habían marchado, sólo quedaba Jasper con Alice en el sofá viendo la televisión, y mis tíos y mis padres en la cocina charlando. - Hola chicos, que tal el paseo? – preguntó mi padre. - Bien señor Swan – contestó Edward educadamente a su futuro suegro. - Llamamé Charlie, todos lo hacen- le dijo mi padre cortésmente. Me gustaba que mi padre y Charlie se llevaran bien, ambos eran personas muy importantes en mi vida. Edward me acompañó a la habitación de Alice para ayudarme a bajar mi maleta y mis cosas, era hora de volver a Seatle. Bajamos de nuevo al hall y mis padres ya habían cargado sus bolsas en el coche, ya se estaban despidiendo de mis tíos. Miré a Edward. Las lágrimas amenazaban con desbordarse de mis ojos y empezar a correr por mis mejillas. Me dolía separarme de él, pero pensaba que sólo iba a ser una semana. El próximo fin de semana volvería a casa de tía Katheryn a pasar el fin de semana en Forks y poder ver a Edward. - Te voy a echar de menos amor, ahora tu eres mi vida – me susurró Edward. Cuando me hablaba de ese modo y me decía esas cosas, me quedaba sin palabras. Sólo pude acariciar su mejilla y acercarme a sus labios. - Te amo – le dije antes de besarlo. Subimos al coche y nos marchamos rumbo a Seatle de nuevo.
|