—No puedo creer que vayas a salir esta noche con un caballero y sin carabina.Papá te esperará en el vestíbulo con una pistola de duelo...
—No,no lo hará—replicó Bella,interrumpiendo aAlice al tiempo que estudiaba,con mirada crítica,su propio reflejo en el espejo móvil de cuerpo entero.Llevaba un vestido blanco de escote modesto cuya falda seguía la línea de sus piernas,plisada por detrás y de cola corta.El ribete de satén rosa le añadía un poco de color.
Era el tercero que se probaba.Jessica había empezado a perder la paciencia con ella,por eso Bella le había dado permiso para marcharse,pero ahora se preguntaba si el escote era demasiado pronunciado o no.No tenía botones por delante,afortunadamente.Al menos así Edward no se fijaría en ellos y podría concentrarse en lo que tenía previsto enseñarle.Y por otra parte,su propia mente no divagaría sobre lo que podría suceder si él hiciera algo más que desabrocharle los botones y desatarle el corsé o soltarle el lazo de la blusa.Ojalá no le hubiera recordado que tenían un asunto pendiente.
—Tal vez mamá...
—No lo hará—volvió a interrumpirla Bella,irritada.De pronto,le pareció que el corsé le apretaba mucho.¿Por qué demonios hacía tanto calor aquel verano?
—¿Te estás ruborizando?
—No,sólo tengo calor.Además,ya he hablado con mamá y papá,de modo que no habrá ningún malentendido en relación con esta noche.
Les había pedido que se esfumaran,porque no quería que Edward empezara la noche sintiéndose incómodo.En casi todas las casas recibirían encantados a un lord,pero Bella sabía que su madre tenía ciertos prejuicios contra él,prejuicios que dudaba que un ramo de flores pudiera borrar.
—¿Seguro que no quieres que te acompañe?—insistió Alice con la boca fruncida.
—Seguro.
—Es una conducta escandalosa,Bella.
—Voy con Edward,Alice y estaremos en casa de Leah.
—Pues por eso.Sé que tú confías en él,pero es un hombre y las señoritas de menos de treinta no viajan solas en compañía de un hombre que no sea su padre ni su hermano.Sencillamente,no se hace.
—Parece que me estés citando un manual de etiqueta.
—Me hicieron memorizar el maldito libro.Algún uso tendré que darle,aunque sólo sea recitarlo.En cualquier caso,digo en serio lo de ir contigo,por el bien del decoro.
—Si no nos hubiéramos ido de Tejas,habríamos crecido sin carabinas.¿Sabes que no es inusual,sobre todo en las zonas donde vive muy poca gente,que una mujer viaje todo el día y toda la noche con un hombre que no es su marido ni su hermano para poder asistir a un baile?Y a nadie le parece mal.Aquí todo el mundo es tan condenadamente desconfiado...
—Has dicho una palabra mal sonante.
—Efectivamente.—¿Había dicho una sola palabra mal sonante en voz alta desde su llegada a Inglaterra?Edward podía corromperla sin aparente dificultad y contagiarle sus malos hábitos con sólo estar un rato a su lado.
Se volvió hacia Alice,que estaba tumbada boca abajo en la cama de Bella,con las manos cruzadas bajo la barbilla y una mirada resuelta en sus ojos dorados.
—Por lo visto aquí creen que nadie es capaz de resistirse a una conducta indecorosa y consideran imprescindible protegerse bien de ella con carabinas y normas—prosiguió Bella.—En Tejas,los hombres respetan tanto a las mujeres y las tienen en tanta estima,que no se necesitan carabinas ni se precisan normas.Prevalece el sentido común.Los hombres no se aprovechan de las mujeres.Así que esta noche voy a imaginarme que estoy en Tejas.
—Tu razonamiento cojea un poco.Aunque Edward haya vivido en Tejas,es de sangre inglesa y a lady Jane le ha contado lady Carmen que lady Charlotte le ha dicho que la tarde en que vino por primera vez a esta casa,te estrechó en sus brazos de forma tan indecorosa que lady Tanya casi se desmaya.
Bella la miró perpleja.Los chismorreos de aquella ciudad eran increíbles.
—Me sorprende que,según los rumores que circulan por ahí,yo aún llevara la ropa puesta cuando Edward salió del salón con papá.
Alice hizo una mueca.
—De hecho,le he oído decir a alguien que no la llevabas.
—¿Me desnudó con todo un público de señoritas mirando?—se mofó Bella.
—Suena ridículo,pero hace la historia más interesante.—Alice se incorporó.—Entonces,¿es cierto que te estrechó en sus brazos?
—No.Se limitó a saludarme.—Y a recordarle la deuda que tenían pendiente.
—Te quiere,¿lo sabes?
—¿Papá?
—Sí,papá también,claro,pero yo hablaba de Edward.
—Deberías llamarlo Forks.
—No tiene aspecto de Forks,tiene aspecto de Edward.
Bella se acercó a su tocador,cogió un frasquito de cristal y se puso unas gotitas de un carísimo perfume francés detrás de las orejas y esperando que su hermana no la viera,entre los pechos.El vestido no tenía un escote lo bastante pronunciado como para dejar ver más que una insinuación de su busto,pero era lo suficientemente ajustado como para que no cupiera duda de que ya no era plana como una tabla.La curiosidad le pudo y preguntó:
—¿Por qué dices que me quiere?
—Por la forma en que te mira.Ayer,en la biblioteca,no te quitaba ojo.Además,te observaba con tanta intensidad como si quisiera memorizar hasta el último detalle de tu persona,como si temiera que fueses a desaparecer de repente.
Porque era lo que iba a hacer.Al final de la Temporada social.Suponía que debía decírselo a sus hermanas,para que pudieran hacerse a la idea de su inminente partida.
La puerta se abrió de pronto y apareció Rosalie con la respiración entrecortada.
—Acaba de llegar.Cielo santo,Bella,¿seguro que estarás a salvo con él?
—Claro que sí.¿Por qué no iba a estarlo?
—Bueno,porque se ha arreglado muchísimo.Creo que hasta mamá parece impresionada.
El pánico se apoderó de Bella.
—¿Mamá está abajo?
Se suponía que ella y su padrastro debían quedarse en sus habitaciones o en la biblioteca.No iban a salir a saludar a Edward.
—Ella y papá—respondió Rosalie.
—Cielo santo,pensaba que habían entendido que no los quería por ahí—exclamó Bella al tiempo que salía a toda prisa de la habitación y bajaba la escalera precipitadamente.
—Bueno,es su casa—señaló Alice,siguiéndola.
—Lo sé y empieza a resultar muy inconveniente.
—Sólo porque piensas que nuestra vida anterior era más interesante que ésta.
—Lo era.
Bella siguió bajando la escalera a toda velocidad.
—Pero...
—Olvídalo,por favor.No quiero tener otra vez la misma discusión de siempre.Tengo asuntos más urgentes que...
Casi se cayó rodando al ver a Edward.O a quien suponía que era Edward.Seguramente lo era.Sí,sin la menor duda lo era.Aquellos ojos siempre lo delatarían y la forma en que se encontraban con los de ella y la miraban,como si pudiera verle hasta el alma,el corazón,todo su ser.
¿Era ésa la mirada a la que se refería su hermana?La había mirado así desde que se habían conocido,en la parte trasera de la tienda de ultramarinos.
—Madre mía,sí que se ha arreglado—murmuró Alice.
—Cállate—le ordenó Bella.
Ella nunca había visto nada malo en su aspecto anterior.Vestido de vaquero estaba guapo,irresistible.Pero aquella noche...
No quedaba rastro del vaquero.Edward llevaba un frac cruzado de color gris con pantalones a juego y chaleco recto color burdeos.Una pajarita de seda adornaba su camisa plisada de color gris pálida.En lugar de las botas,llevaba zapatos negros,tan limpios y lustrosos que seguramente podría verse reflejado en ellos y en la mano izquierda,enguantada,sostenía un sombrero de copa negro.
Se había peinado hacia atrás el pelo y sus ojos oscuros brillaron cuando le dedicó una de sus sonrisas lentas y sensuales.Lo único de él que seguía recordándole al descarado vaquero,
Bella bajó el resto de peldaños sin apenas darse cuenta;supo que había llegado al final de la escalera cuando sus pies aterrizaron por fin en el suelo de mármol del vestíbulo.
—Hola,querida—dijo y su voz resonó entre las paredes.
—Estás...—empezó a decir con una risita tonta—muy decente.
—A pesar de los rumores,no soy un completo bárbaro.
—Hablando de rumores—intervino su madre—,si insistes en salir sin carabina...
—Mamá—la interrumpió Bella—,ya hemos hablado de ese tema.Las únicas personas que sabrán que he salido esta noche y más aún que he salido sin carabina, son las de esta casa y las de casa de Leah.Si empieza a correr algún rumor,sabré dónde mirar y no me complacerá en absoluto.
Su madre le lanzó a Edward una mirada furiosa.
—Si te aprovechas de...
—Yo mismo le daré la fusta—replicó él.
La mujer echó un poco la cabeza hacia atrás y parpadeó,como si en aquel momento estuviera viendo en Edward algo que nunca antes había visto.Luego bajó un poco la barbilla y relajó los labios fruncidos.
—En realidad,he venido a darte las gracias por las flores.Ha sido un detalle muy bonito.
—Un placer,queri...señora.
Bella contuvo la sonrisa y le pareció que su madre hacía lo misma
—No me esperéis levantados—anunció mientras se dirigía a la puerta.
El mayordomo abrió y Bella pasó y esperó a que Edward se uniera a ella.
—Podría haber sido peor,supongo—comentó.Miró a Edward y sonrió.—Había pensado pedirle a Seattle que te ayudara con el vestuario,pero veo que te las has arreglado muy bien.
—Lady Forks ya me había llevado a un sastre.Lo que ocurre es que al hombre le ha costado un poco tener lista mi ropa.¿Te parece que ha hecho un buen trabajo?
No estaba segura de si buscaba un cumplido o la tranquilidad de saber que no desentonaría en aquella velada.
—Ha hecho un trabajo espléndido.Estás guapísimo.
—Quería ser merecedor de la mujer más hermosa de Londres.
—Vas por mal camino,Edward.Como sigas así,no voy a poder resistirme y quizá me arrepienta de no haber traído carabina.
Habían llegado al carruaje.Él le cogió la mano para ayudarla a subir los estribos,pero algo en la ligera presión de los dedos de él sobre los suyos la hizo detenerse y mirarlo.
—¿Tan malo sería que no pudieras resistirte?—le preguntó en voz baja.
—Podría estropear nuestro acuerdo—contestó ella.
—Repito:¿tan malo sería?
Bella bajó la mirada de sus ojos a sus labios y notó que se le secaba la boca.
—Nuestro acuerdo era que yo te enseñaría,no que me dejaría seducir por ti.—Volvió a mirarlo a los ojos y se dio cuenta de que,lamentablemente,sus palabras sólo habían servido para instigar aún más su deseo.A Edward siempre le habían gustado los retos.—Debes aprender a no ser tan franco a la hora de revelar...tus pensamientos.
—¿Sabes en qué estoy pensando?
Ella asintió enérgicamente con la cabeza.
—Creo que sí,lo sé.
—¿Y te incomoda el rumbo de mis pensamientos?
—Me halaga—admitió.—Pero también me inquieta.Un caballero no debe incomodar a una mujer y estamos en plena lección sobre lo que es decoroso y lo que no.
Le pareció que la decepción invadía el hermoso rostro de Edward antes de que la ayudara a subir al coche.Al ocupar su asiento,la sorprendió ver en el asiento de enfrente un enorme ramo de rosas color rosa cuyo aroma inundaba el interior del vehículo.
—¿Para quién son?—preguntó Bella,mientras Edward se sentaba delante de ella.
—Para nuestra anfitriona.
—Un buen gesto—comentó.
—Me ha parecido lo mínimo que podía hacer.
Deseó no haberle aconsejado que ocultara sus emociones.Edward dominaba la técnica a la perfección.Allí sentada,se dio cuenta,incómoda,de que no tenía ni idea de en qué estaba pensando.Miró por la ventana y empezó a lamentar el trato al que habían llegado:convertirlo en un tipo de hombre que ella jamás podría amar.
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