Corazón de diamante(+18)

Autor: kelianight
Género: Sobrenatural
Fecha Creación: 18/08/2010
Fecha Actualización: 21/11/2010
Finalizado: SI
Votos: 9
Comentarios: 42
Visitas: 40137
Capítulos: 26

 

Bella se convierte en vampiro por amor y una profecía olvidada se vera cumplida… ¿Podrá Edward, convivir con la culpa que siente al ver que Bella perdió su alma por el? Solo el tiempo lo dirá o no…

Los personajes les pertenecen a Stephenie Meyer y el fic es de Crisabella Cullen, que me dio permiso para publicarlo aqui.

 Su beta es Darla gilmoe

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Capítulo 25:

El amanecer había nacido tímidamente tras una cortina de nubes oscuras. La humedad se olía en el aire. No tardaría en ponerse a llover. Llevaba un rato observando el prado, intentando procesar lo que había ocurrido instantes antes. Todo parecía igual a excepción de una cosa.

"Edward"

Ya no estaba a mi lado. Me sostuvo entre sus brazos fuertemente y en un segundo desapareció literalmente. Había algo que no encajaba, me puse de pie. Olfateé el aire en busca de su aroma y no encontré nada. Lo más extraño de todo es que recordaba absolutamente todo. Desde el encuentro con James hasta el último beso de Edward. Seguía siendo vampiro, mi corazón no daba señales de vida.

Avancé hasta el centro del prado, esperando poder captar algo, un aroma, un ruido… se puso a llover suavemente. Eso borraría cualquier rastro para mi mala suerte.

¿Podría ser que mi escudo me hubiera protegido de lo que hizo Shamuel? ¿Entonces eso significaba que era la única en conocer la verdad de todo lo ocurrido este año? Y ¿Dónde estaba Edward ahora? ¿Con su familia? ¿En su casa? ¿En cuál? Y ¿a qué fecha estábamos? Eran muchas preguntas, y no tenía manera de responderlas quedándome aquí como una tonta.

Me alejé del prado y me adentré en el bosque. Cuando más avanzaba más se me hizo conocido. Me puse a correr lo más rápido que pude, siempre vigilando los alrededores por si oía u olía algo familiar. Escuché a lo lejos el ruido de un coche, me dirigí hacia el sonido. Aminoré la carrera hasta llegar a la orilla del bosque y salir de allí caminando. No llevaba zapatos, y el bonito vestido se esfumó cuando llamé al fuego en Volterra. Solo vestía el traje que resistía las altas temperaturas, regalo de mi cuñada. ¿Alice habría visto esto en el futuro? Seguramente sí.

Me detuve en seco al ver donde había llegado. Fue aquí. Todo empezó en este lugar. Busqué en mi memoria los recuerdos imperfectos que guardaba de humana.

Lo recordé con claridad, a Edward. Ese día, cerca del jeep de Emmett, se detuvo vacilante para probarse a sí mismo y ver si era seguro, para cerciorarse de que aún mantenía bajo control su necesidad. Entonces sus fríos labios de mármol presionaron muy suavemente los míos. Y luego aparecieron ellos… ¡oh!

Pestañeé y me abracé a mí misma. Estaba en Forks, y el prado era nuestro prado. Mi mirada observó el lugar como si esperaba verle aparecer en cualquier momento. No fue así.

Tenía que encontrar la casa de los Cullen, pero no sabía donde Vivian. Había estado allí durante mi transformación, y no fui consciente de nada. Bien. Necesitaba una guía telefónica.

— Papá… — dije en voz baja.

Moría de ganas de verlo aunque fuera de lejos, solo para seccionarme que él estaba bien. Lo echaba terriblemente de menos. Alice seguramente habría visto mi decisión de ir a buscarlos, pero antes quería ver a mi padre. Podían esperar un rato más. Decidí ir por el bosque, era más prudente. Seguí mi instinto para ir a casa, conocía este bosque. Era mi hogar.

Cuando estuve a menos de un kilometro me trepé a un árbol hasta casi llegar a la cima y continué avanzando así. Saltando de uno a otro sin hacer ruido. Cuando divisé el techo y finalmente la casa, me atravesó un sentimiento de felicidad. Observé cada ventana con recelo a ver si percibía a mi padre.

El coche patrulla estaba estacionado delante. Aun no se había ido a trabajar. Brinqué a otro árbol que daba al lateral. Y esperé.

El sonido de unos pasos dentro de la casa me estremeció. Estaba arriba. Ahora bajaba por las escaleras. Escuché las costumbres de Charlie con avidez. El tintineo de las llaves que colgaban de su cinturón me indicó que estaba a punto de marcharse. El chirrido de la puerta cuando se abría y lo tuve al alcance de la vista.

Retuve la respiración. Seguía igual que siempre. Llevaba puesto el parka de sheriff y su gorra. Lo miré entrar en el coche y ponerlo en marcha. Luego puso la primera y aceleró suavemente. Antes de verlo desparecer por la vía el ruido de un crujido de rama me hizo girar la cabeza hacia atrás. En ese momento vi una gran figura negra salir de entre los árboles, silenciosa como una sombra. Me quedé congelaba en mi lugar, sin poder creer lo que veía.

Un lobo. Era enorme, tenía la altura de un caballo, pero era más corpulento y mucho más musculoso. El gran hocico olfateó y luego contrajo la mandíbula con una mueca que reveló una hilera de incisivos afilados como cuchillas.

¿Cómo era esto posible aquí en Forks?

Me pregunté asustada. Observé a la bestia que tenía la mirada fija en la casa de mi padre. Me atemoricé. Daba gracias a Dios que Charlie se acabara de marchar.

Aunque pensándolo bien… si existían los vampiros porque no los lobos. Pero estaba muy cerca del pueblo. ¿Estaría hambriento? ¡Oh, no!

No podía dejar que se acercara más. Tenía que impedir que se aproximara. Con un impulso brinqué de la rama y aterricé a tres metros de la criatura. Dos enormes pupilas negras me fijaron de inmediato. La bestia hecho las orejas hacia atrás. Profirió entre dientes un gruñido espeluznante que retumbó entre los árboles.

Por unos segundos me entró pánico, jamás hubiera imaginado que un lobo podía ser tan grande. Mis labios se estiraron hacia atrás y solté un gruñido de advertencia feroz. Me agazapé lista para hacerlo retroceder a la fuerza si fuera necesario. No tenía intención de usar el fuego, no quería herirlo. Solo ahuyentarlo.

El pelo me caía desordenado y mojado por la cara. El lobo no se movió de su lugar, seguía muy quieto como si esperaba algo. De repente, el enorme lobo cargo contra mí. Salté de lado evitándolo y lo volví a enfrentar. No parecía complacido de no haberme cogido.

Levantó una pata y rascó el suelo varias veces. Lo miré… me estaba declarando la guerra. Bien, juguemos un rato. Levanté una mano y con un dedo le indiqué que se acercara. Las aletas de su nariz se dilataron y resopló furiosamente. Tenía que alejarlo de aquí como sea.

— ¡Ey, tu! Atrápame si te atreves… — lo reté.

El lobo aúllo y la carrera empezó. La tierra crujía a cada paso que daba la bestia a mis espaldas. Era rápido, más de lo que pensé. Aceleré el paso, corriendo entre la espesa maleza. Cada vez nos adentrábamos más en el bosque y nos alejábamos de la civilización. Bien.

Pronto llegué a un gran espacio abierto. Tan grande como un campo de futbol. El lobo dio un salto para atraparme y me aplasté al suelo. Lo vi aterrizar como a seis metros de mí. Se dio la vuelta y me encaró. Le devolví la mirada, fiera y tranquila. No iba a permitir que se comiera a nadie mientras yo estuviera aquí.

De repente, el colosal lobo recibió compañía. Le flanqueaban otros dos gigantescos compañeros que penetraron silenciosamente en el claro. Uno tenía un pelaje gris oscuro y el otro castaño, pero ninguno alcanzaba la altura del primero. El lobo gris salió de los árboles y fue a tomar una posición parecida.

Dos lobos más le siguieron adoptando una formación en uve. El monstruo de pelambrera color rojizo que salió del sotobosque en último lugar era el que más cerca tenía.

Ahora eran en total seis monstruosos lobos. Proferí un involuntario grito ahogado y salté hacia atrás, que era la mayor estupidez que podía cometer. Sentí miedo. Pero seguí firme en mi propósito. Extendí las manos a mis costados, preparándome para llamar al fuego. No tenía otra alternativa.

— ¡No voy a permitirles que se coman a nadie! ¡Y les advierto que no se vuelvan a acercar a la casa de mi padre o se arrepentirán gravemente! — grité.

El lobo más cercano, el de pelaje rojizo, bajó levemente la cabeza como para verme mejor. Los ojos del lobo eran oscuros, casi negros, vi sus pupilas dilatarse. La criatura me miró durante una fracción de segundo. Aquellos profundos ojos parecían demasiado inteligentes para ser los de un animal salvaje, pensé.

El lobo emitió un sonido bajo, casi parecía estar gimoteando. El lobo negro, el más grande, gruñó en respuesta. Y sin avisar saltó hacia mi posición. Extendí las manos frente a mí.

— ¡Fuego, ven a mí! — ordené.

Pero algo raro ocurrió. No vino. No sentí ese familiar cosquilleo en los pies y el recorrer por mi cuerpo cuando el fuego subía por él. No pude entenderlo, no cuando tenía a un enorme lobo cayéndome encima con la mandíbula abierta y unos afilados dientes relucientes, ahí.

Con un movimiento veloz me deslicé por su flanco y subí hasta atrapar su cuello. Rodó por el suelo. El intentaba que lo soltara y yo intentaba que no fuera al pueblo. Oí los aullidos de los otros lobos muy cerca. Demasiado cerca. Cuando encontré apoyo con mi pie, solté una mano y la apoyé en la espalda del enorme lobo negro, todo su pelaje se erizó. Lo sentí resoplar fuertemente. Luego solté la otra y le empuje lejos de mí.

Cuando iba a arremeter contra el próximo, un cuerpo se interpuso entre los lobos y yo.

— ¡No! ¡Deténganse! — gritó una voz masculina.

Me quedé petrificada al reconocerlo. Jacob Black. Los lobos lo flanquearon a ambos lados, el que supuse era el jefe de la manada se posicionó a su lado. Ya no intentaron atacarme, pero si gruñían y gemían por lo bajo.

Mis ojos volvieron a Jake. Estaba atónita.

Era él, pero estaba muy cambiado. Había dado un tremendo estirón, y había triplicado en anchura. Su pelo era corto, y su mirada fría como el hielo al contemplarme. Estudió mi rostro durante un buen rato y estuvo haciendo conjeturas. El enfado no abandonó sus ojos en ningún momento. Todo su cuerpo temblaba y tenía los puños apretados.

Sin hacer movimientos bruscos me enderecé hasta estar totalmente recta. Comprendí que la leyenda que me contó era tan cierta como que él mismo también era un lobo. Una rápida ojeada me confirmó que faltaba uno de entre la manada. El del pelaje rojizo.

— Jacob — lo saludé con un hilo de voz.

Su mandíbula se tensó.

— No puedo creer que seas uno de esos… ¡mugrientos chupasangres! — replicó entre dientes.

Me quedé boquiabierta al oír la ira que infundió sus palabras.

— Jacob, no…

Me cortó con rapidez como si no hubiera hablado.

— Pensé que habías muerto en aquel accidente, hace meses. Todos lo pensamos. ¡Tus padres estaban destrozados!

— Puedo imaginarlo y lo siento mucho por ellos — gemí.

— ¿Que lo sientes? ¿Y qué hacías en casa de Charlie? Ibas a chuparle la sangre ¿quizás? — lanzó sarcásticamente, apartando al lobo y viniendo hacia mí a zancadas.

Jacob parecía que echaba chispas. Se plantó delante de mí y temblaba de ira.

Su olor me llegó de golpe, haciéndome retroceder de asco. ¡Apestaba! ¿Cómo podía ser eso posible? Parecía un repelente natural de vampiros…

— ¡No iba a hacerle daño! — repliqué —. Quería protegerlo de esas cosas — indiqué con el dedo a los lobos.

Estos ladraron varias veces visiblemente molestos.

— Nosotros no atacamos a los humanos. Los protegernos de cosas como… .

Lo dijo como si fuera lo más obvio del mundo.

— ¡Y yo que sabía! Vampiros, ángeles y ahora también hombres lobos que protegen a los humanos. ¿Qué más me falta por ver ahora? ¿Godzila en tutu? — exclamé.

Me cogió una risa nerviosa. No pude evitarlo. Los lobos me miraban como si estuviera loca. Bien, tal vez lo estaba. El rostro de Jacob se endureció de repente.

— ¿Fueron los Cullen quienes te hicieron esto? — preguntó conteniendo la voz.

Todos mis sentidos se pusieron en alerta y dejé de reír. Lo miré intentando que no percibiera la verdad.

— No.

El lobo negro se acercó, sus ojos negros me miraron con fijeza. Le dio un pequeño empujón a Jacob que no se movió ni de un centímetro. Decidí mentir para protegerlos.

— Me fui de excursión al bosque. Estaba aburrida ese día y me dio por ir a dar un paseo. Me perdí y no podía encontrar el coche cuando me topé con ellos. Eran tres. Victoria, James y Laurent. Desperté tres días después pareciéndome a ellos… me convirtieron en vampiro. Fue idea de James lo de echar mi coche al precipicio para simular el accidente. No pude impedir lo que ocurrió, y preferí irme con ellos. Pensé que era lo mejor — mentí.

Di un largo suspiro. Me puse a sollozar sin lágrimas. Me salió naturalmente, la verdad es que estaba aterrada que les hicieran daño a los Cullen. Pero eso me le guardé para mí.

— Tienes que irte, Bella. Solo tenemos un trato con los Cullen, cualquier otro chupasangre que se acerque por aquí, lo matamos — afirmó.

Alcé el rostro hacia Jake. Era consciente de que me estaban dando una oportunidad de vivir. Era eso o la muerte. Pero no estuve muy segura si eso se aplicaba a mi o no. Se suponía que era la verdadera inmortal, pero si el fuego me falló, ya no sabía si podía morir….

Suspiré.

— Comprendo. Solo quería asegurarme que mi padre estaba bien — confesé.

Jake pareció dudar. Su mirada me indicaba que quería decirme muchas más cosas pero se mantuvo callado. Supuse que era por culpa de todos esos lobos ahí observando inquietos.

Me di media vuelta y empecé a caminar dirigiéndome en sentido contrario a Forks. Antes de adentrarme entre los árboles, ladeé la cabeza a ver a mi antiguo amigo. Él me estaba mirando.

— Jake. Cuida de mi padre, por favor — le pedí.

Asintió levemente. Eché a correr con toda la frustración del mundo encima de mí. Nunca hubiera imaginado esto. Jacob y sus amigos. Hombres lobos en Forks. Era simplemente espeluznante. Estuve segura que a una distancia prudente los lobos me seguían. Era fácil comprender que se estaban asegurando de mi partida. Cerca de Port Ángeles ya no les noté. Me quedé a las afueras de la cuidad. Esperaría a que cayera la noche para merodear por ahí. Tenía que hacer muchas cosas. Primero que todo encontrar algo decente que ponerme. Segundo averiguar donde se encontraban los Cullen, y tercero intentar comprender por qué ya no podía sentir el fuego en mi.

Un aroma desagradable me llegó y arrugue la nariz. Jacob se aproximaba rápidamente y la brisa me llevó su olor. Se detuvo a pocos pasos. Venía solo. Su rostro había cambiado de semblante, ahora parecía triste.

— Si estabas aburrida aquel día… ¿Por qué no viniste a la Push, Bella, en vez de irte sola al bosque? — me reprochó.

Lo miré.

— Yo no sé, Jake. Fue cosa del destino, supongo — mentí.

No podía decirle que ese día en cuestión había quedado con Edward. Jacob de repente se fijo en mis ojos.

— ¿No te alimentas de humanos?

Esperaba tenerlos dorados oscuros y que no se notara el rojo.

— No. Nunca lo he hecho—. Respondí sinceramente.

Jacob soltó un pequeño suspiro de alivio.

— Me alegra saber eso.

Pasó un largo minuto antes de que me decidiera a hablar de nuevo.

— Jacob, yo lo siento mucho, de verdad — le dije.

Me sonrió con tristeza.

— No más que yo. Eso te lo aseguro — murmuró —, tenía previsto hacer tantas cosas contigo…

Lo miré con cautela. Vacilé al comprender sus palabras. Nunca hubiera imaginado que Jacob albergaba ese tipo de esperanzas hacia mí.

Quería intentar preguntar por los Cullen sin parecer que fuera obvio que los conocía… tomé aliento despreocupadamente.

— Esos… Cullen que mencionaste antes, son como ¿yo?

Torció el gesto e hizo una mueca.

— Desafortunadamente sí. Y no los podemos tocar porque mi tatarabuelo hizo un pacto con ellos — explicó.

Existía la posibilidad por la manera que se expresó Jake que ellos estuvieran aquí. Quise gritar de alegría, me contuve.

Recordé que había oído a Carlisle hablar sobre eso. El tratado, entre vampiros y los lobos, pero no lo tomé en serio. Si por lo que fuera los Quilleutes descubrieran la verdad, este se rompería. Tenía que ser cautelosa con eso.

— Tú… ustedes son muchos. Una manada muy grande.

La verdad es que sentía curiosidad.

— Al principio, no. Solo estaba Sam. Luego cuando el clan Cullen creció y regresaron hace unos pocos años, cambiaron Paul, Quil y Embry — me contó Jake, no parecía muy contento. Prosiguió con un dejo de tristeza —: Cuando los Cullen se marcharon en la primavera, todos nos pusimos contentos. Pero unas semanas después apareció una hembra pelirroja por aquí. Y cambié.

Algo dentro de mí se agitó. No sé por qué pensé en Victoria. ¿Hubiera sido capaz de venir aquí para matar a mi padre? Tenía presente en la mente lo que me dijo en nuestro último encuentro… que ya encontraría la manera de hacerme pagar por la muerte de James.

— Debió ser muy duro. El cambio.

— Lo fue. Pero no tuve otra opción. Esa hembra nos trajo de cabeza, parecía jugar con nosotros. Era muy asusta. Una noche, Sam casi la alcanza, pero la muy maldita se hecho de cabeza al mar. Siguió así por un tiempo, luego ya no regresó. Supongo que la espantamos.

Lo miré y asentí no muy convencida si fuera eso y si fue porque tenía otras ideas en mente.

— Bueno, será mejor que me vaya. Quiero ir de caza antes de adentrarme en la ciudad — le dije a modo de despedida.

Jacob se adelantó un paso, sus músculos se crisparon. Podía ver el esfuerzo que hacía por acercarse a mí.

— Bella, no vuelvas nunca — me advirtió.

— No tengo intención de hacerlo — prometí —, solo quise ver a mi padre de lejos. Lo extraño mucho.

Jacob esperó, cerrando y abriendo las manos de forma compulsiva mientras intentaba controlar los temblores que corrían por sus brazos.

— Casi… pareces tú — dijo.

— Sigo siendo la misma, Jacob, solo que mi alimentación a cambiado un poco —contesté, sonriendo.

Lo vi tan desdichado que me entró pena. Di un paso hacia él. Quería pasar mis brazos por su cintura y borrar esa expresión de sufrimiento de su rostro. Pero eso no era una buena idea. Dio dos zancadas hacia atrás. Un destello de ira llameó en sus ojos. Su pecho pareció ondularse cuando se estremeció.

— ¡No te acerques a mí! — rugió Jacob, retrocedí varios pasos y lo miré desolada — ¡Vete! — gritó.

Estaba vez lo hice. Sin mirar atrás, con el pecho oprimido de tristeza. Las cosas seguían siendo injustas para muchos.

La lluvia se intensificó, el cielo encapotado se oscureció aun más. Me refugié en las montañas, y me puse a cubierta en una de las tantas cuevas que abundan por el lugar.

No tenía frio, pero si sentía algo similar. Quise sentir calor, los brazos de Edward al rodearme. Sus labios contra los míos. Su aroma tan embriagador. Quería ver su mirada posada en mí como siempre lo hacía. ¿Cómo contactar con ellos si no podía acercarme a Forks? No tenía nada. Ni teléfono, ni dinero, ni zapatos…

— Alice. ¿Es que no vez mi intención de querer ir a su encuentro? — balbuceé con desaliento.

No sé cuánto tiempo pasó. Me quedé ahí esperando. Vigilando a ver cuándo llegarían. Me alimenté de alces. Los días pasaron, unos tras otros y nada. Ninguna señal.

En un momento de desespero quise encender un pequeño fuego para sentir su calor. Pero cuando intenté de nuevo llamar al fuego, este no respondió. No hubo cosquilleo bajo mi marmórea piel, nada de sentir el fuego agitarse en mis pies.

Sospeché que posiblemente Shamuel me había quitado el don del fuego. Al fin y al cabo ya no me servía de nada. Ahora era en definitiva como cualquier otro vampiro.

Una idea atravesó mi mente. ¡Claro! ¿Cómo no lo pensé antes? Me reí por mi estupidez.

Denali

.

Debía ir allí y pedirle a Eleazar ayuda.

Esa idea me confortó y partí sin esperar. No tenía otro medio que ir corriendo. Tardaría en llegar, pero valía la pena intentarlo. Tarde exactamente veinte horas en llegar a Alaska. Tuve que esconderme cuando el sol salía, atravesar el océano a nado y evitar que me viera nadie.

Tenía que tener una pinta espantosa. Cuando olí en el aire el aroma conocido, dejé escapar un gritó.

— ¡Eleazar! ¡Carmen! — los saludé contenta de verlos aparecer frente a mí.

Me detuve. Me dirigí a Carmen.

—Necesito se ayuda… por favor — supliqué.

Carmen me abrió sus brazos y dejé que me abrazara cariñosamente. Fui incapaz de explicar nada, estaba nerviosa.

— Ya pequeña, ya — me susurró Carmen —. Eleazar, vamos a llevarla dentro.

— Si, será lo mejor.

Me dejé guiar hacia dentro de la casa. Esperaron pacientemente a que me calmara. Cuando estuve segura de poder pronunciar algo, entonces hablé.

— Por favor, ayúdenme. Necesito ponerme en contacto con los Cullen.

Carmen y Eleazar intercambiaron una mirada, y fue él quien me respondió.

— Perdona, pero primero que todo deberías presentarte. Segundo, dinos como sabes nuestros nombres y donde vivimos.

— Me llamo Bella Swan — me excuse, no me reconocían. Normal. Continué —: oí hablar de su estilo de vida diferente. Yo también soy vegetariana como ustedes.

Eleazar asintió, su rostro se relajó. Parecía contento.

— ¿Y quiénes son los Cullen? — preguntó Carmen de repente.

Se me cayó el alma a los pies. La miré boquiabierta. No podía ser cierto…

— Ellos son… como nosotros también. ¿No los conocen? — interrogué preocupada.

— Pues no. Nunca habíamos oído hablar de ellos antes.

Miré a Eleazar. ¿Estaría diciéndome la verdad? ¿O sería mentira para proteger a sus amigos?

— No les quiero ningún mal — afirmé, la voz se me quebró al final.

Sollocé sin poder evitarlo de nuevo. Carmen pasó una mano por mi cabello para reconfortarme.

— Carmen, ¿tu habías oído hablar alguna vez sobre otro aquelarre de vampiros vegetarianos? — le preguntó Eleazar a su compañera.

— No. Siempre pensé que éramos los únicos. Bella, ¿Quién te creó?

— No lo recuerdo — mentí —. Desperté sola.

— ¡Oh, qué horror! Es un milagro que no enloquecieras. ¿Cuánto hace de eso? — preguntó Carmen emocionada por mi mentira.

— Hace menos 1 año, creo.

— Pero, alguien te ayudó después ¿no?

Miré a Eleazar.

— Si. Me encontró un vampiro muy viejo. Me ayudó a cazar animales para saciar mi sed, luego se quedó conmigo hasta hace poco.

— ¿Por qué no te quedaste con él?

La mentira se estaba pasando de exagerado.

— Porque lo mataron — volví a mentir.

Esperaba que no me preguntaran como murió ese vampiro inventado… por qué no tenía idea de que responder.

En ese momento, Tanya, Kate e Irina entraron en la casa. Se me quedaron mirando. Eleazar y Carmen les pidieron que los acompañaran en la sala de al lado. Los escuché murmurar en voz baja.

Oí la conversación, hablaban de qué hacer conmigo. Me lamenté. Estaba demasiado preocupada en pensar cómo contactar con los Cullen. Todo esto parecía una pesadilla. Olfateé el aire de la casa con esperanza que quizá hubiera un pequeñísimo rastro de una visita de ellos. No hubo nada.

Los Denali se unieron a mí poco después. Me levanté para hacerles frente. Fue Tanya quien tomó la palabra.

— Hola, Bella. Soy Tanya. Si lo deseas puedes quedarte el tiempo que quieras con nosotros.

La miré agradecida de su oferta.

— No sé qué decir. Gracias, pero no quiero importunarlos.

— ¡Tonterías! — intervino Carmen, sonriéndome —. Eres más que bienvenida aquí.

— G-r-a-c-i-a-s — tartamudeé.

— No sé porque me da la sensación que has pasado por algo muy doloroso — opinó Eleazar minutos después —. No te preocupes, con nosotros estarás bien. Te cuidaremos.

Eleazar no sabía cuánta razón hubo en sus palabras. Pero supongo que algo se refletaba en mi mirada. La inmensa tristeza que sentía por dentro, el dolor de estar separada de Edward de esa manera. Y el no saber cuándo lo volvería a ver me angustiaba.

Me acogieron en su aquelarre como una más. Conté mi historia, bueno una falsa claro, de cómo fui creada para ser abandonada antes de abrir los ojos como una de ellos. Al poco, el vampiro que irónicamente llamé Edward me encontró y me enseñó otra manera de vivir. Me escucharon atentamente, hicieron algunas preguntas que respondí con la máxima verdad posible.

Me ayudaron a buscar la dirección de los Cullen en Forks. También obtuve el número del hospital y llamé. Una secretaria respondió que el Doctor Cullen y su familia se habían mudado hacia muy pocos días. No pude obtener más información ya que la mujer empezó a preguntar quién se interesaba por ellos. Colgué abatida.

Se habían ido…

Me rehusé a bajar los brazos. Tenía que ser fuerte y no perder la esperanza de encontrarlos. Le había hecho una promesa a Edward y pensaba cumplirla costara lo que costara. Aunque tardara todo la eternidad en el intento…

— Te lo prometo, Edward. Te buscaré hasta el mismísimo cielo si es necesario.

Cerré los párpados para ver su rostro perfecto en mi memoria. Con el corazón y el alma llena de confianza empecé a organizar mi búsqueda de los Cullen… y mi amado Edward.

Continuará…

Capítulo 24: Capítulo 26:

 
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