Her (Robert pattinson)
-Ya estás en casa, amor tranquila. Respira hondo.
Un ángel susurraba palabras enternecedoras pero yo las escuchaba de lejos. Sentía un zumbido en los oídos dificultándome oír.
-¿Qué hacemos?-era otra voz, alta y clara.
Unos brazos fríos y fuertes me alzaron, apoyé mi rostro cerca de su cuello. Cerré los ojos preocupándome en no gritar de dolor.
-Está casi inconciente…
-No te me vayas amor, por favor, no te duermas-decía la primera voz en tono agudizado.
Intenté hablar, pero solo salió un gruñido de mis labios. Mi boca estaba seca, pastosa.
-Hazlo-indicó una tercera voz.
No me podía mover, pues unos brazos como trabas me sujetaban a una cama. Necesitaba beber algo.
-Déjenme solo con ella-volvió a decir el ángel.
La sala estaba llena de tensión, pero seguido del murmullo de unos pasos acompasados, todo quedó en calma.
Abrí los ojos, y vi un ángel.
-Ya terminará todo, amor.
Colocó uno de sus dedos glaciales sobre mis labios, pidiendo que no hablara, sus ojos mostraban confusión y miedo. Remordimiento. Pobre angelito!.
Me acariciaba con dulzura, y mi mente se perdía en su mirada ocre.
-Lo sé-musitó antes de que pronuncie palabra alguna.-no digas nada, enseguida regreso.
No le dejé ir, apreté mi mano con la de él, no quiero estar sola, menos sin Edward.
-Dos segundos, sígueme con la mirada.
Obedecí, fue a cerrar la puerta de la habitación con llave.
-No creo que sirva de mucho, cualquiera que quiera ingresar puede hacerlo tumbando de una patada la puerta o tan sólo forcejeando con fuerza.-intentó calmarme-no te asustes, ya sabes como es esto. Sigue tu instinto, amor.
El modo en como decía amor… me llevaba a otro lugar, su voz embriagaba.
Su cuello estuvo a pocos centímetros de mi boca, me abrazó sin miedo, inclinándose para hacerme todo más fácil.
¿Qué debía hacer? El dolor me impedía pensar con claridad, pero apenas olí su aroma dulce y puro… instinto.
-Anda, no tenemos tiempo, amor, soy tuyo.
Vacilé, pero antes de hacer otra cosa, mis labios, entreabiertos clavaron mis dientes en su piel diamantina.
No podía parar, necesitaba eso. Me sentí mejor, bueno mas fuerte, para ser exactos.
-Bella, listo, con eso basta amor. En serio. Ya traen refuerzos.
Avergonzada retrocedí un poco dándole lugar. Se sentó junto a mí, sin apartar sus ojos de los míos. Tomó un espejo de la mesita de luz, chiquito, y lo llevó cerca de su rostro dejando ver su cuello de fondo.
-Nada mal, al parecer, lo llevas en la sangre que corre por tus venas. Mi sangre…-bromeó.
Rebusqué y encontré dos puntitos rojos apenas visibles cerca de su nuca.
-Edward!
-Era necesario-contestó a Carlisle.
-Lo siento-logré decir, pero no se me entendió nada.
-Es hora-sentenció el médico-Anda Edward. ¿estás seguro? Puedo hacerlo yo…
-Yo soy quien debe hacerlo.
No distinguía nada, todo era blanco, paredes blancas, suelo blanco, un punto infinito que me llevaba al abismo. Caminaba y caminaba pero era imposible saber si avanzaba o giraba perdida en esa ignorancia color nieve.
Alcé las manos intentando palpar algo, un punto ciego en la realidad, pero nada. Atrapaba el aire y ausencia, abrazándome a la soledad.
Me senté en lo que mas que piso parecía ser un colchón de nubes pomposas, esperando a ver si las horas corrían.
Me concentré en recuerdos, la voz de Edward, su nana, sus besos, él en si mismo, pero no funcionaba porque eso me hacía desearlo cerca y no estaba y corría en dirección a la desesperante agonía.
Encontré mi razón de vivir, y la duda que me hacía pasar rápido el tiempo cuando era humana, mi bebé.
Mi memoria vagaba en saber si mi bebé era nena o nene, justo cuando Edward me confesó que podía comunicarse con él, una noche, me acostó y él apoyando su cabeza en mi abdomen, con sus manos tocaba mi piel , haber si de ese modo obtenía alguna respuesta.
El bebé era listo, no se dejaba ver, lo intentamos con un estudio moderno utilizado para otra cosa que no tenía nada que ver con el tema de obstetricia, pero no se veía. Lo mas próximo que llegamos fue, que Edward consiga que el bebé se mueva. Pensamos que así el podría leer su mente, y saber su sexo, pero no. El muy inteligente, mi querubín de rosas y sol, se volteó, girando dándonos así la espalda, su carita quedaba para mis adentros, sin capacidad para dejarse ver.
Y bueno, la mente, Edward le hablaba y lo sorprendí adivinando las intenciones de nuestro hijo.
Cuando Edward le cantaba o hablaba, el bebé se mostraba atento, hasta podría jurar que sentía su manita chocar con las nuestras solo separadas por la barrera que suponía mi piel débil y fuerte a su vez. Pero cada vez que mi esposo le insistía con palabras como… “Déjate ver cariño, bebé hermoso” “queremos saber qué eres”, Edward quedaba nulo.
Reí ante el recuerdo, le había dicho que tal vez, el bebé podía decidir cuándo bloquearse, siendo así una rara mezcla de ambos, podría comunicarse con su papá cuando él quisiese, y si prefería mantener su mundo para si mismo, de alguna manera, le impedía leer sus pensamientos, cosa que era muy probable que suceda, ya que yo era una muda mental y Edward el mejor lector de mentes de todos.
Eso me entretuvo.
Un leve roce contra mi piel, me llenaba de escalofríos, era cálido y suave. Mi pecho se movía descompasadamente, pacífico y muy muy suave.
Espié entre mis pestañas, con miedo de que sea un sueño. Automáticamente quise sentarme en la cama. No pude.
-Amor, ¿puedes oírme?
Abrí los ojos sin dudar. Mis brazos se hubieses trabado junto a él pero algo lo impedía.
Todo brillaba, la luz me molestaba en cierto modo pero también ayudaba a despejarme.
-¿Bella?
Bajó la vista a mi pecho.
Oh
Una pequeña criaturita descansaba durmiendo sobre mi, con sus manitas pegadas a mi blusa rosa, sus labios se movían como hablando en sueños.
-Lo sé-susurró Edward.
Lo levanté con todo el cuidado del mundo, él me ayudó, y conseguí sentarme.
-Renesmee… mi Renesmee
En respuesta la bebita mas hermosa que pudo existir jamás movió sus manitos, acurrucándose en el hueco de mi cuello.
-¿Qué tal te sientes?-preguntó en otro susurro-Es hermosa… no puedo dejar de verlas, es un calco tuyo, amor.
Sonreí con lágrimas en los ojos, bajé la vista para contemplar a esa personita que era nuestra.
Se le notaba que estaba llena de vida y de buena salud, su piel era tibia, ni caliente ni fría, temperatura normal podría decirse. Sus mejillas parecían pintadas por rosas, sonreí ante el recuerdo de nuestro lecho de rosas pero no comenté nada, sobre su cabecita cubría una débil capa de finos cabellos chocolate cobrizo, el color de tez era peculiar, pálida si, pero no desentonaba. Brillaba, pero no el brillo vampírico, sino un destello de luz.
-¿es nuestra?-pregunté casi sin voz.
Edward asintió solemne, la dicha se pintaba en su rostro.
-Renesmee Carlie Cullen…-suspiró.
Acomodé a Nessie en mis brazos, para que pudiera dormir cómodamente, su cuerpito se amoldaba al mío como si siempre debió ser así. Éramos padres…
-Te amo-la voz de Edward era suave y rompía en deseos contra mi garganta.
Respondí con un beso, diferente… Nuevo.
-¿Ya soy como tu?-le acusé
-Mmmm…-vaciló dejando un beso en la frente de nuestra hija-así parece amor.
-Mi voz suena rara-dije sin convicción, no dejaba de mirar a mi bebé, ni a mi amor- ¿te gusta?
-Todo en ti me gusta, y siempre ha sido así.
Nessie se removió, dejando escapar un bostezo muy tierno, ambos explotábamos de dicha y orgullo, ese pedacito de cielo era nuestro, y no me cabían dudas de que tendría los ojos ambarinos de Edward.
-Felicidades papás!-triunfó Alice después de luchar con gracia contra la puerta para que puedan entrar una cantidad de globos rosas amarrados en un lazo.-Bella! Por Dios, que bella estas!
-Me alegro que no hayas perdido eso, amor-dijo Edward contra mi piel.
-Oigan…esta la niña, esperen a la noche, Dios santo!
Comencé a reír, y mi voz cantarina llenó la habitación.
-Sigo viva, para ver lo mejor que tengo, mi esposo y mi hija.-volví a besarlo a costas de las risas de Emmett.-lo conseguiste, es una niña.
-Podemos seguir buscando el hermanito-aseguró.
La sala se llenó de gente, Esme y Carlisle comenzaron a contar historias de cuando sus “recién nacidos” entraron en la vida de los no muertos.
Recibí llamadas de todos, desde Andrea, y todos los que nos apoyaron, me enteré de que nació hace unas semanas, Paula, seguro que nuestras hijas serían grandes amigas.
-¿Qué me perdí?
Intercambiaron miradas. Salvo la de mi esposo que se perdió en la mía.
-Estuviste muy poco tiempo sedada. Así que no te perdiste casi nada amor. Y ya eres como yo.
Festejé alzando a mi hija, que ni cuenta se dio, estaba fundida en un largo sueño.
-Será mejor que descanses-aconsejó mas como para despedir cordialmente al resto que como sugerencia.
Me conocía tan bien.
-Tenías razón amor, en todo!-canturreó Edward dejando a la niña en la cunita junto a mi cama-Nessie decide cuando quiere que lea su mente y cuando bloquearse. Eres una genio.
-No digas mentiras, embustero.-susurré para no despertarla-tú dijiste que sería una niña y ahí la tienes.
-Ya sabes lo que te propuse.
Mis ojos quedaron en blanco.
-¿Y ella es humana? ¿Cuándo nació? ¿Qué día es hoy? -Es humana apenas, en proceso de transformación como lo eras tú hace unos días. Ya arreglaremos eso, nació el 1 de septiembre y hoy estamos a 4 del mes.
-¿Qué no me perdí nada dices? ¿estuve 3 días en coma sangrienta?-chillé-Edwad!
-Debía hacerlo, la morfina toma su tiempo. Es todo.
-¿Y como fue el parto?
-Mejor no hablemos de eso.
-Yo quiero saber-insistí tercamente.-cuenta.
-Mejor de lo que esperaba, solo que casi me dejas seco de sangre Bella.-dijo tiernamente-de veras, es que Carlisle intentaba alimentarte con la de animales, pero tu organismo no respondía, entonces cuando ellos iban de caza… “misteriosamente” te reponías. Claro que nadie sabía del detalle de que era mí ADN.
-Te amo.-respondí asombrada-Pero… Alice podía adivinar eso, ¿Cómo…
-Shh… me lo debe.-sentenció.-Oups… Hora de la cena-rió-Nessie despertará en 3, 2…
No llegó al 1 y ella abrió sus hermosos ojos ambarinos café que a la luz del sol parecían ser verdes, verdes como los que tuve alguna vez mi Edward.
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