Corazón de diamante(+18)

Autor: kelianight
Género: Sobrenatural
Fecha Creación: 18/08/2010
Fecha Actualización: 21/11/2010
Finalizado: SI
Votos: 9
Comentarios: 42
Visitas: 40135
Capítulos: 26

 

Bella se convierte en vampiro por amor y una profecía olvidada se vera cumplida… ¿Podrá Edward, convivir con la culpa que siente al ver que Bella perdió su alma por el? Solo el tiempo lo dirá o no…

Los personajes les pertenecen a Stephenie Meyer y el fic es de Crisabella Cullen, que me dio permiso para publicarlo aqui.

 Su beta es Darla gilmoe

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Capítulo 23:

Se dice que todo tiene un precio. Las buenas acciones son recompensadas. Las malas son castigadas. No importa si piensas que haces lo correcto a no, en el juicio final serás juzgado igualmente. ¿Pero para eso había que morir, no? Por mi parte lo habría hecho encantada, pero otros no lo vieron así. La decisión fue tomada siglos atrás. Y nadie podía ir en contra de eso.

"Nadie"

La batalla final era tan palpable que todo mi cuerpo estaba en alerta. Aferrada a la espalda de Edward, sobrevolamos los cielos en dirección a la isla de Hadara. Byron llevaba a Rosalie y a Benjamín. Los cincos elementos tenían que estar juntos.

Una tormenta vibrante nos acompañaba desde que dejamos atrás a Volterra. Las nubes violáceas descargaban unos relámpagos que desgarraban el cielo. Volamos toda la noche velozmente.

— Ya falta poco — indicó Byron.

Lo miré de soslayo. No parecía que llevar a dos personas sobre su espalda le molestara mucho.

— Mejor. Cuando todo esto termine, podremos tener una vida más normal — indicó Rosalie guiñándome un ojo.

— Que gran aventura, me alegro haber compartido esto con ustedes

Benjamín, vampiro egipcio. Poseedor del poder de la tierra. Tenía una apariencia muy juvenil, probablemente era más joven que yo. Pero fue convertido hacia años ya.

— No lo sé, Rosalie — respondió Edward a su hermana.

— ¿Qué pregunta es la que nos hemos perdido?

— Pensaba en Eliam. No apareció en ningún momento. ¿No les parece raro?

Byron siseó, giró un poco el rostro hacia nosotros.

— Estoy seguro que nos estará esperando en la isla. Tengan cuidado con él. No se rendirá tan fácilmente.

— Hay que atraparlo, debemos obligarlo a devolver los recuerdos que robó — afirmó Rosalie.

— No sé cómo — intervino Edward de repente —. Por lo que veo en tu mente, Byron, su don actúa por el tacto.

— Así es. Un ligero toque de él, y quedas sin recuerdos al instante.

Reflexioné sobre eso unos minutos. ¿Cómo lo haríamos? Bajé la vista a mi pecho en donde sostenía el corazón de Hadara. Se desprendía una cálida luz centellante de él. No podía notar el alma de Evan sin Edward tocándolo, pero sabía que estaba ahí.

¿Qué pasaría cuando este fuera liberado? ¿Al fin podrían estar juntos Hadara y Evan para siempre? Dos almas en paz y juntas para la eternidad. Que romántico.

— Agárrense, vamos a descender — dijo Byron.

Me incliné sobre la espalda de Edward, atrapando el corazón entre él y yo. Descendimos en un revoloteo de alas, las nubes se quedaron atrás y apareció ante nosotros la isla. Tenía el mismo aspecto melancólico, pero no por mucho tiempo más ya.

Edward se posó en la arena con suavidad seguido de Byron. Bajé de su espalda, Edward se volteó hacía con rapidez y tomó mi rostro entre sus manos. Nuestras miradas se encontraron y quedé aprisionada de su mirada color del oro líquido. Di un pequeño suspiro viéndolo tan hermoso.

Él me sonrió, luego me besó con suavidad. Escuché las risas ahogadas de nuestros acompañantes.

— Si, mi hermano siempre tiene ese efecto sobre ella. La deslumbra desde el primer día — dijo Rosalie.

Edward le gruñó cariñosamente, pero seguía sonriéndome. Entrelazó su mano a la mía y avanzamos en dirección a la colina. El templo no tardó en desdibujarse entre una bruma espesa grisácea. Todos estábamos sobre alertas, todo estaba demasiado en calma. Edward se detuvo a dos pasos de la abertura que bajaba a la cueva.

— Oigo sus pensamientos — murmuró.

Busqué con la mirada Eliam. Estreché los ojos al encontrarlo. Estaba sobre el primer escalón que daba al templo. Nos miraba inexpresivamente.

Rosalie, Byron y Benjamín flanquearon a Edward. Le entregué el corazón de Hadara. Debía mantenerlo a salvo. Di un paso hacia Eliam. Él no se movió, su mirada estaba fija en lo que sostenía Edward. La rabia me invadió, el ansia de matarlo era inmensa.

— Todo ha terminado, Eliam. Vamos a devolverlo a su sitio y tú no podrás impedirlo — afirmé.

Eliam me miró decidido.

— Lo sé. Pero no puedo dejarles hacerlo. Me toca a mí colocarlo en el pecho de mi reina. 

— Eso ni lo sueñes Eliam — espetó Byron.

Rosalie gruñó en advertencia al vampiro cara de cebolla. El aire se llenó de un aroma que no conocía. No solo uno, sino varios. Más de una veintena de vampiros salidos de la nada nos rodearon. Sus miradas carmesís me revolvieron las tripas. Reconocí a Zafrina, su expresión era irreconocible.

— ¡Maldito manipulador egocéntrico! — exclamó Rosalie asqueada.

El panorama no era bueno. Pero no perdí el tiempo, el fuego salió de mí en oleadas.

— ¡Fuego! ¡Forma un círculo en nuestro entorno! — ordené.

Junté las manos y la esfera se formó rápidamente, luego las extendí hacia adelante y la empujé. Voló hasta el suelo y la guié en un perfecto círculo a nuestro alrededor. Lo avivé, haciéndolo subir lo más alto que pude, para así impedir que saltaran por encima.

— ¡Edward baja y colócalo. Ya! — grité.

— Benjamín, cierra detrás de mí… Bella, ten cuidado, por favor — me rogó.

Asentí. Oí como la tierra se cerraba detrás de él por voluntad del vampiro egipcio. Quedó sellada.

— ¡Hay que destruirlos a todos! — indicó Rosalie.

— Iré por el aire.

Byron salió volando en un parpadeo.

— Bella, cuando quieras estamos listos.

Rosalie parecía tan ansiosa como yo misma. Le di una mirada de confianza a mi cuñada. Éramos cuatro contra veinte, sin dudar no iba a ser tarea fácil. Pero tenía que mantenerlos alejados de la cueva de Hadara. Oíamos los gruñidos en el otro extremo del fuego, parecían nerviosos e irritados. Reduje la intensidad del fuego hasta que quedara una línea rojiza en el suelo.

— ¡Ahora!

El grito de guerra de Rosalie me sorprendió, pero me hizo reaccionar al segundo, brinqué hacia adelante. Salté por encima de tres vampiros que cargaban de frente. Aterricé frente a Eliam. Le sonreí con malicia. Se movió con rapidez esquivándome. Era rápido, pero yo lo era más, todavía era neófita, y eso me daba más fuerzas.

Atisbé por la visión periférica un vampiro que salía volando por los aires y era atrapado por Byron. Le arrancó la cabeza sin esfuerzo. Lo tiró al suelo.

— ¡Bella! ¡Envíame una bola de fuego! — gritó Rosalie.

Mis manos seguían encendidas. Formé la bola sin perder de vista a Eliam. La elevé en el aire y fue agarrado por el brazo de aire de Rosalie. Escuché más ruidos de cuerpos desmenuzados. El chirriante sonido era único.

— Rosalie, a tu izquierda… ¡Bien hecho!

Benjamín parecía pasárselo en grande. Poco a poco Eliam fue retrocediendo hacia el mar. Sabía lo que pretendía hacer. Le lancé una bola de fuego que esquivó por suerte. Me miró, intranquilo.

— ¿Te creías que iba a permitirte entrar por ahí? Nada de eso.

Me gruñó y yo retiré los labios haciendo lo mismo. Las esferas salían disparadas de mis manos, y él las esquivaba todas. Era astuto el viejo tonto. Detuve el ataque de fuego.

— ¿Ya te cansaste? — preguntó, elevando una ceja.

Una sonrisa burlona apareció en sus labios.

— No. No me cansé. Lucha conmigo.

— ¿Perdona?

— Que luches cuerpo a cuerpo. Tu toque no me hace nada. Mi mente está protegida. ¿Acaso me tienes miedo, Eliam? No voy a usar el fuego.

— Miedo… ¿De ti? — se carcajeó —. Por supuesto que no.

— Me alegra saberlo.

Arremetió contra mí, y yo salté por encima de él aterrizando a sus espaldas. Podría haberle arrancado la cabeza en ese momento pero no lo hice. Dejé que jugara conmigo, emprendimos un extraño baile de movimientos esquivos y rápidos.

— Solo quiero una cosa de ti Eliam — canturreé.

Su mirada no se separa de mis ojos. Intenté hacerle ver que no tenía más opciones.

— No te mataré — prometí sonriéndole en símbolo de mi buena fe, como toda respuesta rugió intentando huir.

Dio un paso a su izquierda y sin comprimir mi fuerza, lo agarré y lo tiré al suelo. Me instalé sobre su pecho atrapando sus manos. Se las retorcí, chilló. Y finalmente estaba a mi merced.

— ¡Acaba conmigo! — escupió furiosamente.

Parecía desconcertado de ver que había podido con él.

— No. Prometí no hacerlo.

Exorbitó los ojos y se quedó quieto.

— ¿Por qué? No valgo nada. Soy egoísta, siempre miré por mí. He ansiado una sola cosa toda mi existencia.

Olí el aroma de Rosalie y Byron. Se acercaban.

— Devuélvele los recuerdos a Edward y te dejaré marchar.

— ¡No puedes dejarlo marchar! — inquirió Byron.

Alcé la mirada hacia él.

— ¿Osas cuestionar mis deseos? — debatí secamente.

Byron pareció confuso al mirarme. Esperaba con toda mi alma que viera que me echaba un farol. Rosalie no abrió la boca, me miraba fijamente. Byron posó una rodilla al suelo e inclinó la cabeza.

— No, mi reina — respondió.

— ¡Hadara… mi señora!

Bajé la vista hacia Eliam. Solté sus manos lentamente y me levanté. Esperé a que se irguiera ante mí. Visualicé como Edward emergía del mar. Se aproximó mirándome con cautela.

— Eliam, hijo de pescador, has lo que ordené — exigí.

Dejé que se levantara y acercara a Edward, levantó una mano y tocó la frente de mi novio escasos segundos. Mantener esta fachada no era fácil, no dejar transparentar ninguna emoción era horrible. Edward pestañeó varias veces, se puso rígido y luego se relajó.

— Ya está hecho, mi señora — afirmó Eliam volviendo a posicionarse frente a mi.

Se inclinó en una majestuosa reverencia extendiendo los brazos hacia adelante. Edward y Byron intercambiaron una mirada rápida y asintieron ante una idea común. Cada uno se posicionó a ambos lados de Eliam, agarrándole un brazo. La boca de Edward se cerró entorno a la muñeca mordiendo sin vacilación. Byron apoyó una pierna en su flanco y tiro del brazo hasta arrancarlo de cuajo.

— ¡Aaah! — bramó Eliam retorciéndose de dolor.

Edward escupió la mano y la echó lejos. Con un impulso lancé una bola de fuego hacia la mano, y esta ardió en un crepito sinuoso. El brazo siguió el mismo camino.

— ¿Por qué? Dijiste… prometiste… — siseó Eliam mirándome con odio.

— Bella te lo prometió. Yo no — replicó Edward.

Un temblor bajo mis pies me sobresalto. Busqué a Benjamín con la mirada. Todos lo notamos.

— Edward. ¿Qué paso cuando devolviste el corazón a su sitio? — cuestionó Byron con un deje de inquietud.

— Nada.

Lo miré extrañada. Otro temblor sacudió la tierra, el mar se agitó enviando ondas a la orilla.

— ¡Ey! — nos llamó Benjamín corriendo hacia nosotros, se detuvo mirando al suelo fijamente —. No sé qué es, pero yo no hago esto.

Cayó de rodillas y enterró las manos en la arena.

— Si tú no lo haces, ¿entonces quién es? — preguntó Rosalie.

Un ruido de burbujeo empezó, observé como gruesas burbujas rompían la superficie agitada del mar. Como si estuviera hirviendo, un fino vapor empezó a elevarse del océano.

— ¿Pero qué es lo que pasa? El agua no puede sobrecalentarse así…

Byron, se acercó al agua, dubitativo. Tras unos segundos metió la mano en ella e intentó calmarla sin resultado.

— Es extraño. No me obedece, esto es ajeno a mí — explicó, nervioso.

Un viento repentino nos azotó, Rosalie intento amaestrar su elemento, y se vio en la misma posición.

— Se intensifica hacia la colina — indicó Benjamín sintiendo los temblores de la tierra entre sus manos.

Edward tomó mi mano y empezamos a correr rumbo al templo. Su rostro era una máscara, no sabía qué leyó en la mente del vampiro egipcio. Pero de algo estaba segura, no era bueno. Pasamos cerca de una fogata que echaba humo violeta. El olor era inconfundible, era la pira de aquellos que Eliam manipulo. Zafrina, me pregunte si ella también habría sucumbido, pero en la última curva la vi. Parecía confusa, como si no supiera que había pasado ahí. Nos observo con cautela, y viendo que no íbamos a ir tras ella, se marcho en dirección al mar.

Llegamos al templo y lo que vimos nos dejó a todos boquiabiertos. Una grieta de casi un metro dividía el templo en dos partes. Trozos de techo se desprendían, los muros temblaban. Cada vez la tierra se sacudía más bajo nuestros pies, el sismo iba intensificándose, destruyendo a su paso el templo.

Algo dentro de mí se estremeció, el fuego estaba en ebullición. Salió de mi a tal velocidad que no pude evitarlo. Las esferas llameantes me abrazaron. Me ciñeron en un apretón sofocador. Jamás lo había notado tan ardiente. Luego formó uno solo y se desprendió de mí… jadeé al notar lo vacía que me quedaba. Es como si la bola se estuviera llevando todo el fuego, todo mi don y me hubiera dejado seca.

— Oh, no… ¿Qué está pasándome? — chilló Rosalie.

Una mirada a mi cuñada me bastó para comprender que estaba experimentando lo mismo. La bola azulada de aire se desprendía de ella dejándola vacía y temblorosa. Byron y Benjamín observaban impotentes el triste espectáculo.

— Bella… — me llamó Edward.

Me volví hacia él, era lo mismo. La perfecta bola blanca centellante estaba flotando delante de mi novio.

— Edward, ¿Qué podemos hacer? — le pregunté con un hilo de voz.

Negó débilmente con la cabeza.

— No hay nada que hacer. Hadara reclama sus poderes. Oh, Dios mío… ¿Qué hicimos? — inquirió con la voz sufrida.

Las cinco bolas se alejaron en perfecta sincronía y descendieron por el agujero del suelo hacia la sepultura de los amantes. Tomé a Edward por el rostro y lo obligué a mirarme a los ojos.

— ¿Qué Edward? ¿Qué hicimos?

Noté como Rosalie, Byron y Benjamín nos rodearon y esperaban ansiosos la explicación de mi novio.

— Al devolverle el corazón a Hadara, no solo liberamos a Evan, sino a ella también.

— ¿Y eso es malo? Al menos están juntos — dijo Rosalie.

Edward gimió.

— Juntos y listos para vengarse.

— ¿¡Qué! — chillé incrédula.

— ¡Oh, no! ¿Pero por qué?

Byron había agarrado el brazo de Edward.

— Por los milenios que llevan separados, por todo la codicia de los Vulturis. Van a ir por ellos, destruyendo todo a su paso.

— ¿Cómo que todo? — urgió Rosalie.

— Todo ser vivo. Humanos. Ciudades, rutas, bosques, y mares. Y no se detendrán hasta hallarlos.

Probablemente si mi corazón hubiera latido, se habría detenido en ese momento del espanto. La tierra rugió bajo nuestros pies desequilibrándonos a todos. Edward me enlazó la cintura y me apretó contra él.

— Bella, lo…

— Si vas a decir que lo sientes te muerdo — lo corté.

Ancló sus ojos dorados en mí. Leí la gran desesperación en ellos.

— Te quiero Edward, nunca lo olvides, pase lo que pase.

— Yo también te quiero, mi amado ángel — respondió acercando sus labios a los míos.

No hacía falta decirlo en voz alta. Fue un beso de despedida. Nos abrazamos y nos besamos con desespero unos segundos. Esto no podía terminar bien. Era el fin. Algo dentro de mi ser se negó a que terminara. Habíamos gozado de tan pocos meses juntos, que era injusto. Me obligué a no llorar, no quería que nos separamos así.

Rosalie y los demás nos dieron un rápido abrazo. La tristeza y la verdad los tenía mudos. Y como si de una aparición se trataba, emergieron de la cueva Hadara y Evan.

Los observé reteniendo el aliento. Hermosos era una palabra muy débil para explicar lo divinos que se veían. Hadara era exactamente igual que la había visto a través de las visiones de Zafrina. Era muy alta, esbelta, con el cabello increíblemente largo y brillante. Su mirada era de un azul intenso.

Evan lucía como un dios griego. El pelo ondulado azabache, unas fracciones de infarto. Y un cuerpo que parecía esculpido. Sus ojos eran negros como la noche.

— ¿Cómo es posible que estén vivos? — dije en voz alta.

La mirada azul y fría de Hadara se posó en mi con desdén. Elevó una mano hacia mí, la miré sin comprender.

— Si estas esperando a que te bese la mano, olvídalo — repliqué.

— Pagarás por tu insolencia — siseó una melodiosa voz.

 

 

Vi que había sido Evan quien había hablado. Le gruñí en respuesta. Y me decidí a aproximarme a ellos. Edward me acompañó ciñendo mi mano en la suya. Me detuve frente a ellos, divisé el corazón de Hadara en su pecho. Brillaba de todos los colores de los elementos.

— Ya están reunidos, ¿no? Vivir vuestro amor en paz, la venganza no trae nada bueno — afirmé.

— Gracias, hija. Debo decir que casi pierdo la paciencia contigo. Pero conseguiste devolverme lo que era mío, y liberarnos a los dos.

Mientras hablaba la observé. No lucía como un vampiro, ni como una humana tampoco. Se podía notar como un frio mortal se desprendía de ella, como una advertencia muda de su peligrosidad. Mi instinto me pedía a gritos que me alejara de ella en la mayor brevedad posible. Me obligué a no hacerlo.

— ¡No lo hagan, por favor! Hadara, Evan, lo destruirán todo a se paso… — les suplicó Edward.

Evan lo miró, todo el poder que manó de él envolvió a Edward.

— ¿Qué haces? ¡Para! — chillé al ver caer de rodillas a mi novio.

Su rostro era una máscara de sufrimiento. Me lancé sobre Evan con toda mi fuerza y lo agarré del rostro para atraer su atención, y que dejara de hacerle daño a Edward.

— ¡Evan, mírame! — rogué, sus orbes negros me fijaron, sentí que me rodeaba la cintura con sus manos —. Házmelo a mí, Evan. Muéstrame porque están tan enojados y quieren venganza.

— Si así lo deseas… — alegó.

Fui atrapada por toda su mirada, como obligada a mirarle a los ojos sin quererlo. Noté como su cuerpo tomaba impulso y con un leve movimiento nos elevábamos en el aire. De la nada aparecieron unas magníficas alas blancas en su espalda. Voló alto, dejando atrás tierra firme. Batió las alas sin perderme de vista, su hermosura era tan irreal que daban ganas de tocarle a ver si iba a desaparecer. Cuando sobrepasamos el banco de nubes se detuvo flotando despacito en la ligera briza.

— ¿Estas preparada para sentirlo, mi querida señora? — canturreó seductoramente.

Le mire sin comprender. Su tono había cambiado tan abruptamente que me pregunte porque. Como si anhelara hacerlo, paso la puntas de los dedos por mi rostro.

— Si, lo estoy. Enséñame — respondí.

— Primero debes extender tu escudo y envolverme con él — me pidió Evan.

Comprendí que mi escudo no podría dejarle mostrarme nada. Aunque no supe por qué, sentí que podía confiar en él. Me concentré y empujé el escudo hacia fuera, como una goma elástica salió y lo envolvió.

— Ya está — le dije.

Las comisuras de sus labios se elevaron hacia arriba un poco y asintió. Las alas se estremecieron y se cerraron en torno a nosotros, envolviéndonos en un manto blanco aterciopelado. Quedamos como flotando en el aire. Poco a poco acercó sus labios a los míos… no iría a… ¿besarme verdad? Di un respingo e intenté huir de su abrazo, pero me retuvo firmemente. Sus labios atraparon los míos en un beso voraz y glacial.

Lo agarré del cabello y tiré con fuerza para que me soltara. No surtió efecto, si no que me ciñó más a él, a su cuerpo semidesnudo. Me apretó tanto que pensé que me iba a romper. No respondí a su beso, me quedé completamente quieta.

No quería esto, no estaba bien… Quise morderlo para que dejara de besarme, de hecho eso quería con ansia. Entre abrí los labios para hacerlo cuando su lengua encontró la mía muy deprisa. Estaba perdida. No supe en que momento empecé a responderle, no tenía voluntad de hacerlo. Como si nada me perteneciera ya. Mi cuerpo vibro, se calentó, y le deseo para mi gran desespero. ¡No! ¡No! ¡No!

—"¡Siente lo peligroso que soy!"— murmuro contra mis labios.

Gemí cuando sentí que me apretaba aun más, parecía querer fundir su cuerpo con el mío. Y lo sentí por todas partes, su deseo era el mío, su sufrimiento, su pasado, su historia. Lo vi todo. Me mostró lo potente que era su don, manejaba al igual que Edward el poder del alma, pero había algo más que eso. La luz entró en mí, como un manantial de brillantez. Lo respiré, lo probé y lo ansié todo. Sentí un deseo tal, que pensé que iba a estallar en miles de pedazos. Esto no era normal, ansiar poseer así a un ser.

Algo en mi mente se fragmentó. Como un clic. Y lo comprendí. Era parte de él, esta cosa que sentía, él lo creaba. Como una rareza, hacía que lo desearan con desespero, hasta tal punto, que uno podía perder la cabeza. Tenía un segundo don al igual que yo. Y era demasiado peligroso.

— Por favor, debes detener a Hadara… — me rogó soltando mis labios.

Lo miré a los ojos completamente confundida. Pero intuí que por mucho que la amara, sabía de lo que era capaz Hadara, y él no deseaba eso. Me dio lástima de alguna manera.

— ¿Cómo? — pregunté.

Su mirada oscura se intensificó.

— De la única manera posible, arrancándole el corazón — revelo con tristeza.

— Gracias, Evan. Tienes un alma bondadosa.

— No. Solo quiero hacer las cosas bien — vocalizó muy bajito, continuó en el mismo tono —: devuélvele a tu amado su don por mí. Ella no debe saberlo.

Asentí, aunque no supe muy bien cómo hacer eso, cuando enmarcó mi rostro y aproximó sus labios en los míos otra vez. No llegó a rozarme.

— Ábrete para mí, mi señora, recíbelo.

Ante su petición, mis labios se separaron. Él insufló su aliento en mi boca, sabía a azahar, y a algo prohibido. Noté como algo entró en mí bajando por mi garganta y alojándose en el centro de mi pecho. Me estremecí de tal manera que temblé de pies a cabeza.

Pestañeé varias veces, intenté calmar los temblores que me recorrían hasta que lo conseguí. Evan esperó observándome con una gran tristeza en su mirada. Supe que si conseguía lo que me dijo él moriría con ella. Con un impulso, movida por la pena quise darle algo. Algo puro, sin pensamientos ocultos. Una manera de agradecer su sacrificio. Las palabras no podían expresar lo que sentía por dentro.

Rocé sus labios pacíficamente con los míos. Se quedó tan sorprendido que no se movió. Su mirada enrojeció, unas gruesas lágrimas de sangre se desbordaron, mojándole el rostro.

Descendimos lentamente, acunados por el aire. Sus alas se abrieron y fuimos bajando. Cuando bajé la mirada todo era llamas y destrucción. La isla era un caos. Una Hadara envuelta de llamaradas lanzaba bolas rojizas hacia lo que quedaba del templo con furia.

Busqué con la mirada ansiosa a Edward y el resto. Los encontré a unos quinientos metros de la playa, dentro del océano.

— ¡Bella! — me llamó Edward al verme.

Evan me depositó cerca de él y partió al encuentro de Hadara. Nadé hasta el, me recibió entre sus brazos y me apretó nerviosamente.

— ¿Qué pasó con Evan? — preguntó Rosalie.

Edward besaba mi rostro por varios sitios. Noté su ansiedad, su temor al no volver a verme.

— Estoy bien. Estoy bien. Tranquilo, Edward.

— Oh, mi Bella… pensé que no iba a volver a verte. Quería despedirme de ti antes de que esto terminara — confesó con voz trémula.

— Nada de eso, no habrá que despedirse, aún hay esperanza de detenerla.

Edward buscó mi mirada, intrigado. Les expliqué lo que me dijo Evan, sin omitir como me lo hizo saber. Edward crispó el rostro, pero no dijo nada. Menos ahora quería esconderle nada. No quería secretos.

Luego me acerqué a él, y le devolví su don, como Evan me lo transfirió a mí. Apretó sus labios contra los míos para besarme, y le respondí. Pude sentir como si quisiera proclamar a quien se acercara a mí que yo era suya… ¡y joder que sí lo era! Empujada por el instinto tuve necesidad de hacer lo mismo. Descendí hasta su cuello y le mordí con firmeza por encima de la clavícula, se estremeció y gimió enviando oleadas de placer hacia mi centro. Lamí las marcas para que se cerraran. El hizo lo mismo conmigo y sentí un gozoso placer. Nos miramos a los ojos, esto definitivamente era lo más morboso que había hecho nunca.

— Aunque llega en un momento inadecuado, felicidades chicos — nos felicitó Byron alegremente.

— ¿Por qué, que significa lo que han hecho? — cuestionó Rosalie.

— Se han…unido. Han intercambiado ponzoña, se han marcado como perteneciente únicamente el uno del otro.

— Vaya momento para eso — se mofó Benjamín.

Rosalie rió a carcajada de repente.

— De verdad, Edward. ¿Es que nunca harás las cosas como Dios manda? Casarte por la iglesia y todo eso…

— Por lo visto, no. Siempre fui un vampiro anómalo.

— El mío, únicamente mío — afirmé con amor.

— Tuyo para siempre — coincidió.

— Se están alejando, hay que actuar ahora.

Byron se puso nervioso. Me entregó su anillo, Edward y yo íbamos a atacar por el aire. Benjamín, Rosalie y él desde el mar. Deslicé el anillo rápidamente por mi dedo, y mi cuerpo cambió en una fracción de segundos. Me impulsé fuera del agua y volé en dirección a la cuesta. Edward se posicionó cerca de mí.

— Bella, si tuviera tiempo, te daría una noche de bodas como manda la tradición — prometió.

Enarqué una ceja mirándole.

— ¿Una noche? ¿Nada más?

Rió. Su mirada era una promesa de eso, y mucho más. Una explosión nos hizo mirar al frente. Miami estaba siendo atacada por enormes bolas de fuego. Hadara la sobrevolaba y enviaba bola, tras bola sin piedad. Me hirvió la sangre.

Quise devolverle lo mismo, pero estaba sin mi don. Ella lo tenía y hacía un uso vergonzoso de él. Edward y yo nos separamos para atacarla por los flancos y pillarla desprevenida. Estaba tan ensimismada en lo suyo que no nos vio venir.

Evan me percibió y tapó con su cuerpo la visión periférica de ella. Dios, ese hombre era grandioso. Un ruido a mis espaldas me hizo mirar atrás, una enorme ola se estaba formando, se elevaba hacia arriba a más de doce metros de altura. Aceleré el vuelo, la ola me siguió y se elevó por encima de mí. El aire me acompañó, Rosalie me lo mandaba para ayudarme a volar más deprisa. Literalmente fui empujada por él.

Hadara se alteró cuando percibió la ola que estaba a punto de envolverla, dejo de mandar esferas y se giró hacia la ola. Levantó una mano y la ola se detuvo a medio metro de ella. Levantó los brazos por encima de su cabeza y ahí aproveché que tenía el pecho al descubierto. Hundí mi mano en su torso marmóreo hasta alcanzar a agarrar el corazón. Lo apreté con fuerza.

Ella gritó despavorida al comprender lo que pretendía y aferró sus dos manos a mi muñeca para quitármela de mi presa, pero Edward se lo impidió. Agarró sus manos y me las quitó de encima, nos sentí caer. Batallé para conseguir lo que quería, no era fácil, estaba tan dura como el acero. Tiré de él con todas mis fuerzas, no cedía. ¿Cómo hizo Aro Vulturi para conseguirlo?

— ¡Edward, no sale! — chillé.

— ¡Tienes que poder! ¡Tira fuerte!

Lo volví a hacer y no pude ni moverlo. Unas manos se apoyaron en mis hombros.

— ¡Reclama lo que es tuyo, llama al fuego! — exclamó Evan cerca de mi oído.

Hadara lo estaba mirando con los ojos desorbitados. El azul chispeaba de furia.

— ¿Por qué nos haces esto? — le escupió ella.

— Porque te quiero, Hadara.

El intercambio entre ellos me dio oportunidad de llamar a mi don.

"Fuego, ven a mí. Regresa a tu lugar. ¡Te lo ordeno!"

Lo sentí responder a mi llamada, vi cómo se deslizaba por el cuerpo de Hadara, ondeante. En cuanto lo noté en la puntas de mis dedos, todo el calor me arrulló felizmente. Era una hermosa bienvenida. Fijé mis ojos en los de Hadara. Mi piel fue iluminándose conforme el fuego regresaba por completo a su lugar de origen.

El corazón vibró en mi mano, como gritando la agonía que sentía su ama. No me importó hacerle daño. ¿Qué era una vida a cambio de miles? No había más opciones. Bolas de energía, de fuego, de agua, de viento se desprendía de ella y volaban en todas direcciones destruyendo todo a su paso.

La obligamos a caer al océano para refrenarla, descendimos en las profundidades, tiré del corazón y lo sentí moverse entre mis dedos. Concentre ahí todo el fuego. La inundé de mi rencor hacia ella, me había usado a su antojo con mentiras.

"¡Es que no podías limitarte a vivir feliz con tu hombre y listo! ¡Eres una maldita manipuladora, prepotente y egoísta!" 

Ese pensamiento lo pensé tan fuerte que no me cupo duda que me oyó. Cuando noté el diamantino corazón titilar, di un tirón seco separándole de su cuerpo. Su mirada azul estalló mirándome con horror. Luego salieron de ella todas las esferas con los elementos y regresaron hacia sus dueños originales.

Una fuerte corriente me llevó cuando supuse que Byron recuperó el suyo.

Todo estaba oscuro, nada veía. Nadé hacia el fondo del océano aferrando bien el corazón. Vi una forma acercarse a mí, Byron dando brazadas veloces venía hacia mi posición. Me indicó que lo siguiera. Me llevó más lejos, tanto que tuve seguridad que nadie podría llegar a esas profundidades. Ni siquiera el hombre.

Todo parecía como sacado de una película de terror. Oscuro. Silencioso. Los peces salían despavoridos al percibirnos. Que gracioso.

Nos encontramos con Benjamín, hice que mi cuerpo resplandeciera más para iluminarnos. Abrió una raja gruesa en el suelo, montículos de diminutas cosas fluorescentes se agitaron en el agua. Deposité el corazón adentro y me alejé. Benjamín cerró la tierra, Byron separó el agua lo justo para permitirme sellar la abertura con fuego.

Con un remolino de agua, fuimos propulsados hacia la superficie en un tiempo récord. Lo primero que vi fue a Rosalie.

— Bella, sígueme.

Nadé junto a ella, Byron nos siguió. Comprendí que la habían sacado del agua. ¿Estaría muerta ya? Tras un rato largo llegamos, fui con Edward rápidamente. Fue un alivio verlo bien. En la arena yacía Evan, con Hadara entre sus brazos. La acunaba como si fuera un tesoro delicado. Lucía tan pálida como cuando la vi en el sepulcro. Inmóvil, incorrupta, hermosa y muerta.Como siempre tuvo que ser.

Evan la lloraba con una profunda tristeza. Lo sentí mucho por él. La historia de alguna manera se repetía. Pero el fin era diferente.

— Hadara, mi dulce amor. Perdóname… — clamaba Evan una y otra vez.

Byron emitió un siseo bajo. Le mire para ver qué es lo que pasaba. Tenía la vista clavada en el cielo. Un enorme torbellino se estaba formando entre las nubes violáceas.

— ¿Y ahora, que? ¿Acaso el cielo nos va a caer encima o qué? — dije irónicamente.

— No, el cielo, no. "Uriel" ¡Y está furioso! Viene a… oh Dios, ¡no! viene a destruirnos. Puedo notarlo — aseguró Byron.

Rayos desgarraron el aire cargando de electricidad el ambiente. Byron se precipito en el agua y mando olas para intentar detener al arcángel. Se toparon con una fuerza invisible que desintegro el agua transformándola en vapor.

— ¡Vamos! ¡Hay que detenerle o será el fin! — gritó Byron, encolerizado— ¡No tienes derecho a hacerlo! ¿Me oyes Uriel? ¡Ningún derecho!

Edward me lanzó una mirada que no pude comprender, luego se dio la vuelta y salió volando. Lo seguí y juntos lanzamos el ataque para defendernos. No lo veíamos, pero si lo percibíamos. Era como una potente fuerza eléctrica y atronadora.

Una lucha celestial comenzó. Vampiros contra un arcángel. El propósito era simple, detenerlo a toda costa. Nos unimos y juntamos nuestros dóndes para mandarle una esfera intensa, voló hasta el gigantesco tubo de agua que no parecía tener fin y fue tragado por él. Se esfumó ante nuestras miradas atónitas. Nada pudo contra lo que se nos venía encima. Era demasiado poderoso, fuimos aplastados como insectos contra el suelo e inmovilizados.

Alcancé a oír decir a Byron en un murmullo agónico:

—"¡Cierren los ojos, o se quedaran ciegos, no lo miren!"

Tras mis parpados nerviosamente cerrados, percibí la intensa luminosidad. Oí como algo muy pesado se posaba en el suelo, los pasos se acercaban a nosotros y tuve la certeza que esta vez, si había llegado el fin.

Capítulo 22: Capítulo 24:

 
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