Edward POV
Me encontraba en la habitación que mi padre le había asignado a Bella. Aún no lograba entender lo que había ocurrido realmente, no deseaba hacerlo… ¿qué la había orillado a tomar una decisión tan precipitada?
Y de eso iban dos semanas…
Las navidades habían pasado sin novedad. No me había movido fuera del hospital innecesariamente en las últimas dos semanas, dos semanas en las que Bella no había abierto los ojos, dos semanas que no pude ver su sonrisa o escucharla reír, dos semanas sin oír su voz. Estaba a punto de enloquecer.
-¿Cuándo vas a despertar, Bella?- mis dedos acariciaban su mejilla. –Necesito que vuelvas en ti, te necesito…- mi voz se quebró y comencé a sollozar. Necesitaba ver a Bella recuperada de nuevo, la quería de vuelta…
Mi padre entró en ese momento en el cuarto, cargaba entre sus manos dos osos de peluche, ambos con moños azules en sus cuellos de felpa. Los pequeños ojos negros de los animales me contemplaban. Eran bonitos, estaba seguro que a ella le gustarían. Los colocó en una pequeña mesa, ambos sentados correctamente, perfectos.
A los segundos entraron dos personas más, cargando costosos arreglos de rosas con moños azules. ¿Serían de las divinas? Y una pregunta mejor, ¿se atreverían a mandarle algo o a visitarla?
-Son de sus padres.- comentó Carlisle, como si supiera lo que estaba pensando. –Creen que a ella le gustará cuando despierte. Adora las rosas y los osos, o eso dijo su madre.- me sorprendí ante el detalle.
A pesar de que Renée y Charlie Swan habían tratado de modo tan rudo a su hija, y se habían atrevido a golpearla e insultarla, al menos conocían algunos de sus gustos y se encontraban preocupados.
-Si, creo que le gustarán.- suspiré. Mi padre abrió las cortinas del cuarto privado, dejando que el crepúsculo apareciera ante mis ojos.
-Debes tener fe, Edward.- murmuró mi padre desde su lugar junto a la ventana. –Ella despertará pronto.-asentí, no dudaba de ello. -¿Cuánto significa para ti?- preguntó curioso.
-Lo es todo.- dije convencido. –No puedo vivir sin ella.- me encogí de hombros.
-¿La amas o es solo un capricho de adolescentes?- cuestionó con diversión.
-Realmente le amo, aunque no sé que siente por mí.- no pude evitar mirar el rostro de Bella, pálido y sin vida.
Dos toquidos en la puerta nos alertaron de la llegada de alguien más. Ésta se abrió, dando paso a dos figuras que yo muy bien conocía.
-¿Usted es el doctor Cullen?- preguntó Charlie Swan, dirigiéndole una mirada interrogativa a mi padre.
-Si, soy Carlisle Cullen, el médico de su hija.- él asintió. -¿Puedo ayudarlos en algo?-
-Quisiera hablar con usted en privado.- Carlisle lo siguió y juntos salieron del cuarto. Renée Swan permaneció inmóvil a unos cuantos metros de nosotros, su rostro no mostraba nada.
-¿Tu eres Edward?- me preguntó pasados unos minutos. Mientras hablaba comenzó a caminar hasta donde descansaban los peluches y tomó uno entre sus manos.
-Si, soy Edward Cullen, compañero de Bella.- ¿por qué aquella imponente mujer sabía mi nombre?
-Lo sé. Bella me habló de ti la última vez que fue a casa.- la miré con sorpresa y ella pareció notarlo. –No te sorprendas, Bella es muy espontánea y a veces habla de más. Aunque es alguien maduro para su edad.- sonrió. Al parecer era tan observadora como su hija. –Gracias por cuidarla.- su voz sonó amable, su tono no era falso.
-No hay nada que agradecer.- no sabía que decir. ¿Por qué se mostraba como una madre normal ahora? –Realmente quiero estar con ella.- los ojos de Renée me miraron con sorpresa y confusión. Pero pronto su expresión se suavizó.
-No sé cómo permití que las cosas llegaran tan lejos.- murmuró. –Fui tonta, lo sé.- comenzó a sollozar suavemente. –Siempre he intentado que Bella sea lo mismo que fui, que siga la tradición.- las lágrimas corrían por sus mejillas. –Fue un error.- Carlisle y Charlie entraron en ese instante. El Sr. Swan se acercó a su esposa y la abrazó, al parecer el muro había caído. Mi padre puso la mano en mi hombro antes de irse.
-Bella se puso muy mal después que se fueron.- susurré también. –Nunca la había visto tan mal…- el recuerdo me abrumaba. – Ella estaba molesta, pero pronto se le pasó…- me cortaron.
-Debía estarlo, hemos sido unos idiotas.- Charlie pronunció cada palabra molesto, pero consigo mismo. –Jacob Black nos contó la verdad, y las niñas lo confirmaron. Debimos creerle…-
-Sí, debieron hacerlo.- ¿qué pretendían con esa nueva faceta de padres protectores? –Y ella debería odiarlos, pero no lo hace. Su corazón es demasiado puro para eso.- Charlie sonrió un poco, pero la alegría no llegó a sus ojos.
-¿Sabes, Edward?- murmuró Charlie después de unos instantes en silencio. –Bella siempre ha sido una chiquilla dulce, pero eso no servía en Inglaterra.- negó con la cabeza. –Mi familia siempre la rechazó, pero ella no quiere verlo. Mi hermana Carolina y mi madre nunca la quisieron, nadie lo hizo. La hija de una mujer sin apellido no era aceptada por los Swan.- no sabía que decir.
-Sin embargo, ambas la acogieron con fingido aprecio para forjarla, no lo lograron.- habló Renée. –Bella tiene un espíritu muy libre y rebelde, es imposible domarla.- rió un poco, pero tampoco llegaba la alegría a sus ojos. –Al mudarnos a Forks su humor decayó considerablemente, tenía amigos de buenas familias, pero el clima la abrumaba.- siguió la madre de Bella. Lo que me contaba era muy distinto a lo que Bella había dicho… -Así que decidí mandarla a Phoenix, y Twilight era la mejor opción.-
-Las divinas forjarían su carácter lo suficiente para dejarla ser digna de llevar el apellido Swan.- continuó Charlie. –Pero Bella logró dejarlas atrás al llegar ustedes al internado. Estoy seguro que ella se mantuvo con Jacob para no tener que comportarse como el resto, pero al llegar ustedes, especialmente tú, ella supo que no seguiría aparentando.- me quedé en shock ante esa declaración. –Kassandra Mallory lo dijo después de la fiesta de Bella, el modo en que le había hablado y el hecho de atreverse a abofetearla era una clara revelación ante su naturaleza.- rió con mayor entusiasmo.
-También abofeteó a Lauren, y se enfrentó a sus amigas dos veces de forma grave.- me encogí de hombros ante el rostro desconcertado de Renée. –Si sirve de algo, yo creo que su carácter esta más que forjado.- se rieron, y sonó tan musical como la risa de Bella.
-¿Sientes algo por ella?- preguntó Renée con suspicacia. Asentí con las mejillas rojas, no era igual hablar con mi padre que con los suyos.
-Estoy enamorado de ella desde hace meses.- Charlie sonrió receloso. –Pero ella…-
-Ella te quiere también…- suspiró su madre con resignación. –Sino, hubieras sido cambiado de dormitorio desde que llegaste.- sonrío divertida. –Según me contó Lauren hace semanas, había una apuesta de seducción y creo que tú eras el elegido, ¿no?- mi cara se puso roja y ambos se rieron. –Supongo que Bella no pudo contigo, es demasiado lista para hacer algo como eso…aunque sé que con Jacob no lo fue tanto.- ambos fruncieron el ceño al escuchar su nombre.
-Lo de la apuesta fue un problema varias veces, en especial la noche que decidió que la realizaría, pero tienen razón. Es demasiado lista para caer en esos juegos…-
-Eres perfecto para ella.- suspiró Charlie. –Estoy seguro que estará bien contigo.- no sé por qué, pero desde ese momento ya no pude quitar la sonrisa de mi rostro.
Hablamos durante horas, y tuve la oportunidad de conocer a los padres que Bella no sabía que tenía. Estaba ansioso por contarle todo, decirle lo que ellos no se atrevían a contarle. Deseaba verla sonreír al escuchar las historias. Necesitaba verla feliz de nuevo…
Pero Bella aún no despertaba, y eso comenzaba a desesperarme. Otra semana pasó, y no hubo respuesta por su parte, ya era 30 de diciembre –a eso de las once de la noche-, esperaba que regresara a nuestra realidad muy pronto. Me paré junto a la ventana, contemplando el cielo desde ahí.
-¿Edward?- me sobresalté al escuchar mi nombre. Lentamente me di la vuelta, con el rostro denotando la sorpresa…
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