Disclaimer: Los personajes de la saga Crepúsculo son propiedad de Stephenie Meyer y su casa editorial.
Historia original, queda prohibida su adaptación, distribución y copia parcial o total.
No pienses… sólo siente
Sólo hazlo
Mientras más hacemos el amor
Más cercana a ti quiero estar
No puedo tener suficiente
Amo la forma en que me enloqueces
Cualquier momento es el adecuado
Para compartir el amor conmigo
Y nene, mientras tanto
Estaré esperando ansiosamente
Te necesito más y más cada día
Nos vestimos y salimos del salón tomados de la mano, le pedí que me mostrara la casa e iniciamos con el recorrido por la enorme cocina que estaba a un lado del salón, después seguía el comedor, la sala, bajamos unas escaleras y llegamos a la piscina que era iluminada por la luz de la luna llena que brillaba en lo alto del cielo.
– ¿Qué te parecería nadar un poco? – sugirió abrazándome.
– Suena bien, pero tendríamos que subir a ponernos el traje de baño.
– ¿Y quién dijo que forzosamente se necesita traje de baño para nadar? – exclamó sonriéndome con esa típica osadía en su rostro.
– No, no, no, eso no lo haré.
– Anda, será divertido.
– Edward, además de tu familia, hay quien sabe cuántas personas trabajando.
– Pero no tienen porque venir aquí, además supongo que ya se irán a dormir.
– Eso es lo que tú y yo deberíamos de hacer también.
– Pero, después de nadar, anda corazón, sólo un ratito, te aseguro que nadie se enterará, seguro que todos deben estar haciendo lo mismo que tú y yo.
– ¡Edward!, ¿no tienes respeto por tu familia?
– Claro que lo tengo, pero eso no me impide ver la realidad, Bella, ¿de dónde crees que salimos mis hermanos y yo?, ¿por qué crees que Rosalie está embarazada?
– No pongas esas imágenes en mi cabeza, por favor.
– No te asustes corazón, desde niño me enseñaron a ver el sexo de lo más natural, tal cual es, una función del cuerpo y no tiene nada de malo hacerlo, al contrario, así que vamos a la piscina.
– Pero, ¿cómo vamos a atravesar la casa todos mojados para llegar a la habitación?
– No te preocupes por eso, ¿ves este mueble? – dijo y se paró frente a uno pequeño que no había visto – aquí se guardan las toallas – explicó en tanto abría la puertita y sacaba dos – ¿lo ves?, asunto arreglado.
– Que loco estás – exclamé sonriendo y moviendo la cabeza.
– Ya sabes bien la razón de mi locura – respondió y se quitó toda la ropa – ¿te ayudo?
– No, gracias, yo puedo sola – dije y me despojé también de toda mi ropa.
Edward se aventó un clavado casi perfecto mientras que yo caminé a la escalera para bajar, sintiendo como el viento acariciaba mi cuerpo y erizaba mi piel. Cuando entré a la piscina Edward me recibió, el agua estaba un poco fría y me sugirió que diéramos algunas vueltas para acostumbrarnos a la temperatura. Acepté, pero le dije que no era muy buena nadadora y me respondió que no era una competencia, así que nos sumergimos y nadamos hasta el otro extremo y de regreso. Edward llegó primero y me esperó, me echó agua al llegar y yo le devolví la maniobra, estuvimos jugando un rato hasta que me di por vencida y volvimos a nadar al otro lado y otra vez de regreso.
En esta ocasión, Edward me tendió sus brazos, le tomé las manos y me acerqué a él, puso mis manos alrededor de su cuello y bajó las de él a mi espalda, nos fundimos en un apasionado beso por varios minutos hasta que Edward lo rompió para deslizar sus labios a mi cuello en tanto acariciaba uno de mis senos por debajo del agua, lo cual producía una reacción más excitante así que deslicé mi mano por su torso hasta llegar a su sexo que empecé a acariciar y sentí como respondía en mi mano.
Volvimos a besarnos y después él me recargó en la esquina de la piscina, con una mano me sostuve del barandal de la escalera y lo rodeé con mis piernas por su cintura y él entro en mí al igual que un poco de agua que hizo más placentera la sensación. Puso una de sus manos también en el barandal y comenzó a moverse exquisitamente mientras me miraba con esa sonrisa retorcida que adoraba.
Yo trataba de gemir lo más bajo que se pudiera, pero a veces no podía reprimirme por lo intensa que era la sensación de su cuerpo y el agua chocando contra el mío. No dejábamos de mirarnos, nos lamíamos los labios y exhalábamos en nuestras bocas, sentí que perdí el control de mi cuerpo cuando ambos llegamos al clímax y Edward me mordió el labio inferior.
– Te amo Bella – dijo mirándome fijamente todavía en mi interior.
– Yo también te amo Edward, con todo mi corazón.
Volvimos a besarnos y después nos abrazamos y salió de mí. Nos quedamos abrazados hasta que nuestras respiraciones volvieron a su curso normal y después salimos de la piscina, temblando de frío. Edward me cubrió de inmediato con la toalla y después él se puso una también, nos secamos, tomamos nuestra ropa y entramos a la casa. Subimos las escaleras y al llegar arriba nos encontramos a Emmett que venía caminando por el pasillo y quise que la tierra me tragara.
– Ah que muchachitos – exclamó Emmett con una amplia sonrisa.
– ¿Y tú adónde vas a esta hora? – preguntó Edward para desviar el tema mientras yo me ponía detrás de él para tratar de cubrirme.
– Rosalie tiene antojo de limones así que voy a la cocina por unos… aunque me doy cuenta que no es la única con antojos en esta casa – dijo de lo más divertido.
– Buenas noches, Emmett – respondió Edward ignorando el comentario.
– Buenas noches jóvenes, no se desvelen mucho que mañana desayunamos temprano y no quiero que se estén durmiendo en la boda.
– Espero que a ti te deje dormir Rosalie o serás tú el que se esté durmiendo.
– De ningún modo, yo soy fuerte, descansan, ¿eh?, recuerden que mi habitación está pegada a la suya y me daré cuenta si están dormidos o no.
Edward movió la cabeza negativamente y seguimos caminando, yo ni siquiera quise voltear cuando pasé al lado de Emmett que bajó las escaleras.
– Que vergüenza.
– No te preocupes corazón, ignóralo como yo.
– No podré mirarlo a los ojos mañana.
– Bella, no quiero que vuelvas a decir eso, no tienes nada de que avergonzarte, eres mi novia y ya te dije que no estábamos haciendo nada malo.
– No, pero, es tu casa y siento que le hemos faltado al respeto.
– Tranquila corazón, créeme que Emmett y Rosalie también tienen su historia y no nada más en esta casa, una vez los pillé en la biblioteca en la de Seattle.
– No quiero detalles, por favor.
– Ok, sólo te lo digo para que no te alarmes.
– ¿Así que eso de exponerse a que los descubran viene de familia?
– Creo que sí, al menos del lado masculino, nunca he pillado a Alice y más le valía.
– Ay, tu lado machista tenía que aflorar – dije moviendo la cabeza negativamente.
– No es eso, es obvio que ya lo ha hecho con Jasper, pero, de aceptarlo a verlo – se sacudió como si le hubieran dado escalofríos – es mi hermanita.
– Típico – exclamé mirando hacia el techo y él me abrazó y me besó la mejilla.
Abrí los ojos con dificultad cuando sentí los tibios rayos del sol tocar mi espalda desnuda y me encontré con la imagen más hermosa frente a mí que me hizo despertar por completo, Edward con su cabello revuelto estaba acostado de lado mirándome y, al darse cuenta de que ya estaba despierta, me sonrió y acarició mi mejilla.
– Buenos días, corazón – dijo y me dio un tierno beso en los labios.
– Buenos días, mi amor – respondí en sus labios sonriéndole.
– Me encanta como suena eso.
– ¿Hace mucho que despertaste? – pregunté mientras le acariciaba su mejilla.
– Como diez minutos, te ves tan hermosa dormida, tan pacífica.
– Tú me das esa paz – aseguré acariciando ahora sus labios – ¿qué hora es?
– 8:15 – respondió y luego besó mis dedos.
– Hora de levantarse.
– Sí, ¿quieres bañarte primero?
– Estaba pensando que… podríamos bañarnos los dos.
– Esa idea me fascina.
Nos levantamos y entramos al baño, nos lavamos los dientes. Después dejamos correr el agua de la regadera y mientras salía caliente nos besamos, luego nos colocamos debajo de ésta y nos enjabonamos el cabello mutuamente, él a mí y yo a él, nos enjuagamos y luego él tomó la esponja y comenzó a restregarme la espalda, bajó a mis piernas, me giré y me lavó los senos, el abdomen y los brazos, posteriormente yo hice lo mismo con él. Una vez que terminamos nos abrazamos y nos besamos bajo el chorro de agua tibia, la sensación era maravillosa, excitante, pero sabía que nos esperaban y no intenté nada más ni él tampoco. Cerré la llave, él tomó una toalla, me secó, y luego yo a él también.
Salimos y nos vestimos, yo me puse una polera ligera y un pants, él también una polera y un short. Me cepilló el cabello y yo a él, sin decirnos nada, era un momento mágico en el cual las palabras salían sobrando. Cuando terminamos bajamos con las manos entrelazadas. En el comedor estaba toda la familia y me enterneció tanto ver que Emmett le estaba dando fruta a Rosalie en la boca, quien estaba encantada de que su marido la consintiera.
– Buenos días – dijimos Edward y yo al mismo tiempo.
– Buenos días, hijos – respondió Esme con una tierna sonrisa.
– Vaya, pensé que no se levantarían a tiempo, par de… tórtolos – exclamó Emmett.
– Amor, es muy temprano para que empieces a molestar – dijo seria Rosalie.
– Cierto, mi hijo no debe enterarse de las travesuras de sus tíos – señaló mientras le acariciaba el abdomen – aunque quizá pronto podrías tener con quien jugar – añadió.
Rosalie tomó un trozo de piña con el tenedor y se lo puso en la boca a Emmett mientras todos nos reímos. Edward y yo nos sentamos en una orilla de la mesa, frente a Alice y Jasper que se veían nerviosos.
– ¿Listos para el gran momento? – les pregunté.
– Sí, más que lista – respondió Alice entusiasmada.
– Yo también, aunque la verdad, tengo un poco de nervios – exclamó Jasper.
– Es comprensible, pero estoy segura que les va a ir muy bien, se ve que se adoran.
– Eso sí, esta hermosa niña me conquistó desde la primera vez que la vi.
– Y tú a mí, osito, nunca imaginé pasar mi vida con alguien más.
– Sha la la la la la – empezó a tararear Emmett la canción Historia de amor.
– No nos critiques – dijo Alice y le sacó la lengua – o te grabo dándole de comer a tu esposa y lo subo al Youtube para que te vean tus seguidores – agregó riéndose.
– Pequeña malévola, no serías capaz.
– Sabes muy bien que sí, no me retes.
– Tranquilos chicos, discúlpalos Bella, creo que les dimos demasiada libertad de niños y por eso ahora se comportan así – aclaró Carlisle.
– No te preocupes, yo soy hija única y me hubiera encantado tener hermanos, supongo que nos llevaríamos así.
– Pues ya nos tienes a nosotros – aseguró Alice guiñándome un ojo.
– Gracias, la verdad estoy muy sorprendida, pensé que eran la típica familia millonaria que no se prestaba atención y que cada quien andaba por su lado.
– No Bella, a nosotros nos interesa mucho la integración familiar y desde pequeños se la inculcamos a nuestros hijos, sé que se molestan entre ellos porque es su forma de demostrarse cuanto se quieren – dijo Esme.
– Eso es lindo.
– Corazón, no sabes lo que acabas de decir, le estás dando armas al enemigo.
– ¿Me estás llamando enemigo Edward Cullen?, no le hagas caso Bella, no lo soy, al contrario, te admiro porque lograste conquistar al soltero más codiciado del mundo hotelero… aunque tengo una ligera sospecha de cómo fue que eso sucedió – exclamó en tono pícaro levantando las cejas.
– Amor, deja de darle ese ejemplo a nuestro hijo – intervino Rosalie dándole un ligero golpe en la cabeza y todos nos reímos de la expresión de Emmett.
Seguimos desayunando entre bromas y anécdotas, me sentía tan a gusto rodeada de todos ellos, era una verdadera familia y deseé con toda el alma pertenecer a ella. Edward me miraba y me sonreía, creo que estaba feliz por la aceptación que yo había tenido y por lo rápido que me había integrado a ellos. Alice nos pidió a las mujeres que a mediodía fuéramos a su recámara para que nos arreglara el estilista que había contratado. Mientras tanto Edward terminó por mostrarme el resto de la casa.
Como cinco minutos antes de las doce entré a la habitación de Alice que estaba sola y, me puse a curiosear las fotos que tenía en su mueble, me llamó la atención una donde Edward se veía muy sonriente abrazando a una linda chica, ambos lucían muy jóvenes, debían estar en la adolescencia.
– ¿Quién es ella? – pregunté y Alice se acercó a mí.
– Tanya, su primera novia, ahí tenían quince años.
– Es muy bonita.
– Sí… lo era y una gran chica también.
– ¿Lo era? – pregunté asombrada.
– Fue una trágica historia, ¿no te la ha contado Edward?
– No, no hemos tocado ese tema.
– Espero que no me mate por decírtela, siéntate.
Me arrimó una silla y ella se sentó en la cama.
– Tanya era una pariente lejana, su familia pasaba con nosotros todas las navidades y desde niños ella y Edward fueron muy unidos, hasta que él le pidió que fuera su novia cuando ambos tenían catorce años, se adoraban, pero ella una vez me confesó que Edward jamás se lo había dicho, que era súper tierno y amoroso, sin embargo, no había pronunciado te amo, yo se lo sugerí a él y cuando cumplieron un año de novios finalmente él le dijo las dos palabras, esa foto es de ese día – hizo una pausa y suspiró con tristeza – a la mañana siguiente, que ella iba a la escuela, la atropellaron y murió instantáneamente porque se golpeó la cabeza en el filo de la banqueta.
– Que terrible – exclamé acongojada.
– Jamás he visto llorar a mi hermano como esa vez, quedó totalmente destrozado, incluso cayó en un estado catatónico, dejó de comer, de hablar y de dormir muchos días, diario iba al panteón y era el único momento en el que hablaba, le decía una y otra vez que la amaba, mis papás estaban muy asustados, temían lo peor, Edward se estaba dejando morir de a poco y no aceptaba la ayuda de nadie.
– ¿Y entonces qué fue lo que lo ayudo a superarlo?
– Jennifer, ella era nuestra vecina y desde niños jugaban, incluso ella se quedaba a dormir en nuestra casa y él en la de ella, hasta llegaron a salir juntos, con sus respectivas parejas, cuando pasó la tragedia, Jennifer estaba en Canadá y al regresar se encontró con un zombie y se propuso sacarlo adelante, lo consolaba cuando lloraba, le compró libros de tanatología y se los leía, lo obligaba a comer, a hablar, a salir, hasta a dormir y afortunadamente Edward se dejó ayudar por ella y poco a poco lo fue superando y volvió a ser él aunque no igual, cuando entró a la preparatoria empezó a salir con una y otra chica, pero sin engancharse de ninguna, supongo que le daba miedo volver a tener una pérdida, así que jamás volvió a tener novia, hasta ahora que anda contigo.
– Dios, cuanto debió sufrir, pobrecito – miré hacia el techo afligida – ahora comprendo porque es tan unido a Jennifer.
– Sin ella Edward no estaría aquí, yo hasta llegué a pensar que se casarían algún día.
– Bueno, nadie sabe lo que pasara en el futuro, aún son jóvenes ambos.
– Bella, me extraña muchísimo que digas eso, Edward te adora, se nota a simple vista por la forma en que te mira, no había tenido una novia en doce años y ahora estás tú aquí, con su familia, nunca llevó a la casa ni siquiera a amigas y aunque yo te haya invitado, en ese momento él no tenía ninguna razón para traerte, además la canción que cantaron ayer, a pesar que nos la dedicó a Jasper y a mí, estoy segura que la hizo pensando en su amor, no en el mío, le agradezco el detalle, sin embargo, esa canción era para ti, no sé como lo lograste, pero con la única mujer que Edward quiere estar es contigo, a Jennifer la quiere mucho, pero como hermana, he visto como se tratan y a ella jamás la mirado como a ti, así que no seas tontita, él sólo se casará contigo.
– Pero… ¿Edward y Jennifer alguna vez tuvieron algo que ver?
– Creo que sería mejor que yo te respondiera esa pregunta – exclamó Jennifer desde la puerta.
Alice y yo volteamos sorprendidas porque no escuchamos cuando la abrió.
Fragmento de la canción: The longer we make love.
Intérpretes: Lisa Stansfield & Barry White.
Traducción: Anne Hilldweller.
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