—¿Milord?
Edward se volvió hacia el mayordomo,al que no había oído entrar en el comedor.Todavía lo desconcertaba que el servicio se moviera por la casa con tanta discreción y sigilo,como fantasmas.Eso volvía cardíaco a cualquiera.Era una de las razones por las que había dejado de llevar el arma encima ya antes de las palabras de Bella.Su asistente lo había asustado la mañana anterior,Edward había sacado el arma,lo había apuntado con ella y el pobre hombre se había desplomado inconsciente.
Miró al mayordomo y la bandeja de plata que le tendía.En ella descansaba una tarjeta de impresión elegante.Edward leyó el nombre.Por lo visto,se había corrido la voz de que estaba en la ciudad.
—Hazlos pasar.
—Como desee,señor—dijo el mayordomo con una pequeña reverencia.
Edward se limpió la boca y las manos con la servilleta,la tiró a la mesa y se levantó.No llevaba chaqueta,algo indecoroso para recibir visitas,pero suponía que aquellas personas serían condescendientes.
La mujer,más elegante de lo que la recordaba,con una sonrisa que podría rivalizar en luminosidad con el sol,entró airosa en el comedor,seguida de un caballero de pelo oscuro vestido como Edward sabía que él debía vestir.
—Edward Cullen,mírate—dijo Leah,cogiéndole las manos con las suyas enguantadas y apretándoselas.—¿Cómo no nos has avisado de que estabas en la ciudad?
Notó que el reproche lo acaloraba.
—Hace sólo un par de días que llegué.Aún no domino la práctica de las visitas.
Lo sorprendió lo mucho que a ella pareció complacerle su respuesta.
—Quiero presentarte a mi marido—dijo Leah,retrocediendo un poco,con un amor y un orgullo inmensos reflejados en su mirada.—Jacob,duque de Seattle.Edward,conde de Forks.
Le gustó lo que vio en Seattle.Sus ojos,de un gris plateado,revelaban una franqueza que Edward compartía y respetaba.Era uno de esos hombres en los que se podía confiar;de los que sabía que cumplirían su palabra sin otro compromiso que un apretón de manos.
—Forks—dijo Jacob,con voz grave y refinada.
—Seattle—replicó Edward estrechándole la mano.—Debo confesar que encuentro extraña esta costumbre de no llamarse por el nombre de pila.
—Créeme,no tardarás en habituarte a usar los títulos.¿Sabe mi padrastro de tu buena fortuna?—inquirió Leah.
Su padrastro era otro de los ingleses que habían llegado a Tejas después de la Guerra.Edward había ido a visitarlo cuando volvió de su visita a Inglaterra,con su familia,hacía un año,por eso sabía que el marido de Leah era su hermanastro,heredero legítimo del ducado y que Rhodes era el hijo bastardo del duque.A veces,las conexiones familiares eran tan complejas,que Edward creía que necesitaría un gráfico para aclararlas.Y ahora,ahí estaba él, para sumarse a todas aquellas complicaciones.
Negó con la cabeza.
—No avisé a nadie antes de marcharme de Tejas.No me pareció necesario.Seguía creyendo que,cuando llegara aquí,descubriría que todo era un error.
—Es increíble.
—Totalmente de acuerdo.
—¿No tenías ni idea?
—Ni la más remota...—Edward miró la mesa,luego a ellos,no sabía si era correcto,pero se lo ofreció de todas formas.—Estaba desayunando,si os apetece acompañarme...
—Me encantaría—dijo Jacob.—En cuanto Leah ha caído en la cuenta de que te conocía,no ha parado hasta que hemos venido a verte.Mi estómago protesta desde entonces.
—Sírvete lo que quieras—le ofreció Edward.
Cuando todos los platos estuvieron llenos y todo el mundo sentado a la mesa,Leah le preguntó con una mirada penetrante:
—Entonces,¿qué vas a hacer con Bella?
Edward estuvo a punto de ahogarse con la endemoniada salchicha.Tragó el bocado,se limpió la boca,miró a Leah y respondió sinceramente:
—Aún no lo he decidido.
Pero no era del todo cierto.La tendría a su lado durante la Temporada social, luego...bueno,se preocuparía de eso cuando llegara el momento.
—¿Ha sido ella quien os ha dicho que estaba aquí?—preguntó.
Leah asintió con la cabeza.
—¿Sabíais que tenía previsto volver a Tejas?
Leah titubeó,como si no estuviera del todo segura de cuánto podía revelar.
—En los primeros años—contestó al fin—,después de llegar aquí,me escribía a menudo.Sus cartas siempre estaban manchadas de lágrimas.Le costó mucho adaptarse,pero parecía haberse asentado,ya no se quejaba...La verdad es que,hasta hace poco,no me he percatado de que sigue soñando con volver a Tejas.
Edward meneó la cabeza afirmativamente.
—Lo que sí sé es que te va a ayudar con la Temporada social —prosiguió la joven. —En ese tiempo, podrías convencerla de que se quede —sugirió.
Sin dejar de mirarla,Edward le dijo lo que pensaba.
—No sé si quiero hacerlo.
No sólo porque parecía cruel retenerla si ella no quería estar allí,sino porque ya no estaba seguro de sus sentimientos.Diez años.Los dos habían cambiado.No sabía si lo que había habido entre ellos podía prosperar en Inglaterra,pero tenía claro que no prosperaría si Bella no estaba donde quería estar.
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