Corazón de diamante(+18)

Autor: kelianight
Género: Sobrenatural
Fecha Creación: 18/08/2010
Fecha Actualización: 21/11/2010
Finalizado: SI
Votos: 9
Comentarios: 42
Visitas: 40137
Capítulos: 26

 

Bella se convierte en vampiro por amor y una profecía olvidada se vera cumplida… ¿Podrá Edward, convivir con la culpa que siente al ver que Bella perdió su alma por el? Solo el tiempo lo dirá o no…

Los personajes les pertenecen a Stephenie Meyer y el fic es de Crisabella Cullen, que me dio permiso para publicarlo aqui.

 Su beta es Darla gilmoe

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Capítulo 21:

 

"

Por favor. No te vayas, no me alejes de ti. Te quiero."

Lo que Bella me suplicó que no hiciera, me tenía trastornado desde que la dejé cinco días atrás.

¿Cómo podría amar al monstruo que la creó? Los recuerdos de aquel momento me torturaban. Era superior a mis fuerzas.

Verla sufrir la transformación tan dolorosa… tan inaguantable. ¡Tan horrible!

Su alma se perdió para siempre. Y fui el único culpable.

Al menos había matado a Victoria. La única cosa clara que tuve en mente durante la pelea eran los pensamientos sádicos de la pelirroja. Ella quería venganza por lo de James y no podía dejarla viva.

Todo seguía tan extraño. ¿Cómo llegué a Egipto? En la mente de mi familia no hallé respuestas a eso. No lo recordaba tampoco… ¿Por qué? ¿Qué pasó para que llegáramos a eso?

Carlisle me mostró los recuerdos que guardaba su mente. El tiempo había pasado, meses en realidad, pero a mí no me constaba nada de lo que me mostró.

Bella estaba en los pensamientos de todos. Vi como ella sufrió, lloró lágrimas de sangre. ¡Sangre! ¿Qué le había hecho? ¿Y lo de estar atrapada en una piscina congelada?... y luego en lo que se convirtió… un demonio con alas.

Un hermoso demonio

, pensé melancólicamente. ¿Por qué tuve que volver a acercarme a ella? Si la hubiera dejado tranquila, seguiría viva y humana.

Los recuerdos me atormentaban, mis decisiones, mi egoísmo le había hecho pagar a ella un precio demasiado alto.

¿Qué fue lo que pasó en el desierto? ¿Por qué había un ejército de neófitos? ¿Y qué era aquello que hacían?

Revivía en mi mente la extraña escena. Todos ellos sentados juntos. Bella, Rosalie, un vampiro que no conocía y esa cosa con alas. El mundo parecía que iba a explotar, ellos manejaban todo…

¿Hasta dónde llegaría esto? ¿A Voltera? Sí. Seguramente, sí. Los Vulturis terminarían sabiendo, tarde o temprano e irían a por ella.

Bella sería aceptada en la guardia o quizá se convertiría en la mano derecha de Aro, con unos poderes así eclipsaría a los demás. Sería la favorita. O sería destruida.

La idea de ese final irreversible era mucho más intensa que el dolor que ya sentía. Mi cuerpo temblaba sólo de pensarlo. Un escalofrío me recorrió la espalda. Si eso ocurriera encontraría la manera de terminar con esta absurda existencia.

No podría vivir en un mundo donde ella no estuviera.

¡Maldita sea! Lo había prometido. Me había prometido que no volvería a atormentar su vida de nuevo, trayendo mis oscuros demonios a su vida. No iba a volver a su mundo. ¿Por qué lo hice? Por mi estúpido egoísmo…

Miré fijamente las diminutas motitas de polvo que bailaban libremente bajo el techo del motel. Un lugar mohoso con un olor inconfundible. La viga en la cual estaba recostado crujió ligeramente al moverme.

Me obligué a salir de mi escondite. La sed retorcía mis entrañas. No quería arriesgar la vida de los pobres humanos que estaban cerca. Caminé por las calles de… ¿Dónde me encontraba? Miré de solapa a una pareja, sus ropajes estaban llenos de colores. Tal vez Turquía. Me daba igual, seguí avanzando en busca de un lugar abierto. La noche oscura y lloviosa era perfecta para enmascararse entre las sombras e ir más deprisa.

Casé por necesidad. Pero el ánimo no estaba.

"

¿Creías que no podría con un simple puma, Edward?"

Me sobresalté al oír en mi mente la voz de Bella. Fue tan repentino como extraño. Y desapareció en una fracción de segundos.

¿Era un recuerdo? ¿Bella cazando un puma? Eso era poco probable. Me quedé muy quieto intentando recuperar su voz. Cerré mis ojos y la busqué en mi memoria. Nada. No encontré nada.

Apreté los puños. Frustrado. Quería oír su voz nuevamente. La oscuridad que estaba en mi mente era casi palpable, gruesa, empalagosa. Como un muro de acero.

Me dispuse a enterar el cadáver del arce. Luego levante la vista hacia el cielo. Era negro. Una noche sin luna. Una manta de estrellas brillantes se extendía poco a poco entre las nubes, parecían muy solas sin su astro. Miré sin mirar, sin ver lo hermoso que era. Nada tenía sentido.

Caminé con lentitud de regreso a mi escondite. No tenía prisa alguna. En vez de saltar sobre el río serpenteante, lo rodeé. En algún momento abría un puente natural y lo cruzaría. Mis piernas parecían pesar toneladas. Sentía como si tuviera el cuerpo de un anciano. Viejo sin serlo. Malditamente joven por siempre.

No tenía sentido sentirme así, pero así era. Suspiré pesadamente. La cara de mi Bella me tenía a mi muerto corazón en vilo. ¿Qué quiso demostrarme cuando me abrazo así? Siéntelo… rogó ella. ¿El qué? ¿Cómo ardía?

Cerré los parpados al recordar como su cuerpo se calentó y el calor me llenó, me estremecí a su contacto. Luego fue aumentado a una rapidez inimaginable. Todos mis sentidos me habían gritado alejarme de ella cuanto antes, pero no lo hice. Esperé mi muerte con ansias hasta que nos separaron.

¡Oh, sí! Hubiera muerto a manos de ella gustoso. Me lo tenía merecido por lo que le hice. ¿Por qué no me dejaron morir? Gemí del malestar que sentía. Guardé mis manos en los bolsillos de mi pantalón con frustración cuando de repente noté algo. Palpe la forma redonda con curiosidad y lo saqué.

Miré desconcertado el anillo. ¿Qué hacía eso ahí? Lo acerqué a mis ojos y miré el dibujo grabado. Se me hacía conocido. Pero al mismo tiempo estaba seguro de no haberlo visto nunca. Entre la negrura de mi mente lo veía caer de una mano pequeña… hasta la mía. ¡Caer no! Me lo entregaban. Como un presente. ¿Quién?

El recuerdo impreciso desapareció en un segundo y siseé. Estaba empezando a pensar que me estaba volviendo loco. Lo apreté en mi palma. Algo se agitó en mi pecho y llevé mi otra mano hasta mi muerto corazón. Me oprimía un dolor inmenso. Jadeé y me sentí débil. Mis piernas cedieron y caí de rodillas en el barro.

Los vampiros no lloraban. Pero el escozor de mis ojos era similar. Lloré sin lágrimas. Abatido y sin ganas de seguir… existiendo. El dolor en mi pecho se acentuó, me puse a ó a llover. Las gotas de agua se deslizaron por mi rostro, y me dio el efecto que necesitaba sentir. El de las lágrimas.

Abrí la palma de mi mano y tomé el anillo. Lo único que me quedaba de ella. De mi Bella. Estaba seguro de que ella me lo obsequió. Lo único que conservaría. Lo deslicé por mi anular con lentitud… una calidez me invadió, me estremeció desde adentro. Sentí mi cuerpo extraño, débil y fuerte al mismo tiempo. Me retorcí al sentir como se me sacudía cada extremidad sin poder evitarlo. ¿Qué me ocurría? ¿Qué era eso? Resoplé y aguardé a que se calmara. Debía ir con Carlisle lo antes posible. Nunca se había dado caso de alguna enfermedad en los vampiros… pero esto era… ¡Real!

Grité al sentir como la piel de mi espalda crujía cuando algo intentaba salir hacia afuera. Notaba como mis huesos crecían y empujaban haciéndose un camino. ¿Me estaba…? ¿Qué? ¿Qué era esto? Cerré los ojos con fuerza cuando finalmente la marmórea piel cedió, el ruido chirriante reverberó en mi entorno. Hundí las manos en el barro, alcancé una raíz de árbol y me agarré a ella. Esperaba que esta resistiera.

Mi cuerpo seguía temblando violentamente, se sacudía, crecía más, centímetro a centímetro. No se podía comparar al dolor de la transformación. No tenía nada que ver. Era como si cobrara vida. Una fluida energía me llenó, me envolvió como un manto celestial.

Y la realidad me golpeó. Me estaba transformando. El dolor cesó ante ese hecho que sabía a ciencia cierta, pero no sabía cómo estaba tan seguro. Dejé de retorcerme. Solo podía oír mi respiración entrecortada. Cuando estuve seguro de querer verme, me levanté. No noté nada raro. Pero si sentí un peso extra en mi espalda. Ladeé la cabeza y las vi. Con la mirada exorbitada fija en las alas di un sobresalto. ¿Alas?

Se abrieron y extendieron fuertes, poderosas. El color negro brillante les daba un aire de peligrosidad. Las meneé levemente, inseguro. Respondieron agitándose en un ligero movimiento. Miré mi cuerpo, estaba cambiado, era más alto, más ancho. Los músculos muy marcados. No era el cuerpo de un adolecente de diecisiete años.

Esto tan insólito como extraordinario.

— Bella — susurré su nombre como buscando a entender — ¿Qué me hiciste?

— No fue ella.

Abrí los ojos en busca de la voz que me respondió. Ni siquiera lo olí acercarse. Rebusqué con la mirada alrededor de mí.

— Aquí arriba me encontrarás — se burló la misma voz.

Levanté la vista y a poco más de cinco metros me sobrevolaba un… una cosa similar a mí. Observé cómo sus alas batían el aire con lentitud, poco a poco fue bajando hasta posarse en el suelo. Las alas se replegaron y se quedó mirándome. Intenté entrar en su mente y me topé con un muro. Fruncí el ceño. Lo había visto en el desierto junto a mi familia y mi…Bella. Sus ojos eran dorados con una matización azul.

— No podrás leerme la mente hasta que no te lo permita, muchacho — indicó.

¿Él sabía de mi don? Tenía que ser cauteloso. No sabía quién era y para lo que me quería. Igual era enviado por los Vulturis en busca de… de… no lo sabía pero si estaba seguro de tener cuidado con lo que decía.

— Edward, no tienes que cuidarte de mí. Soy un amigo, aunque nos conocemos desde hace poco.

— Permíteme dudar de tus palabras — respondí.

Seguía intentando leerle la mente sin conseguirlo.

— Bien, veo que tendré que demostrarte que te digo la verdad — replicó.

Asentí de un leve movimiento sin perderlo de vista. Entrecerró los ojos, tomó una respiración y una serie de imágenes se filtraron de su mente. La primera que vi a mi Bella y yo mismo entrelazados de la mano. Caminábamos por un campo de naranjos. Me quedé sin aliento al ver la expresión de mi rostro… parecía tan… feliz. Las imágenes cambiaron, el vampiro estaba frente a nosotros, luego volando a mi lado con Rosalie en su espalda. La conversación era como casi de viejos amigos, oía a Bella hablar a mi espalda agarrada a mí. Se efectuó un retroceso desde su mente, Bella estaba entre mis brazos y me miraba deslumbrada. Y yo a ella también. Casi podía sentir el amor que pululaba en nuestro entorno. Fue demasiado.

— No puede ser cierto… ¡Para! — grité, jadeando.

Sus pensamientos cesaron de repente.

— Ya has visto que no miento.

— ¿Cuál es tu nombre? ¿Qué eres? ¿Qué soy ahora? — cuestioné.

El vampiro sonrió.

— Byron. Soy un vampiro, igual que tú.

Se quitó el anillo similar al mío que llevaba y en un parpadeo, las alas desaparecieron. Me indicó con la mirada que hiciera lo mismo. Y efectivamente comprobé que mi cuerpo volvía a ser el mismo de siempre pero sin el dolor que sentí antes.

— Antes sentí dolor.

Byron suspiró.

—No debería haberte dolido, aunque creo que Hadara hizo de las suyas... La verdad no sé muy bien por qué.

— ¿Quién es Hadara?

Una sonrisa triste apareció en su rostro y se quedó casi un minuto entero callado. Me limité a esperar a que continuara.

— Hadara es la que nos creó, es por ella que existimos — explicó sin un ápice de vacilación en la voz.

Todo mi cuerpo se tensó en respuesta. ¿Todas las respuestas que desde que Carlisle me creó al alcance de mi mano? ¿Así de sencillo? No. Eso era absurdo.

— Nadie sabe de dónde procedemos en realidad. Mi padre tiene su propia teoría, yo creo que somos un mal experimento frustrado del mismo diablo — indiqué con un bufido.

— ¡Ay! Eso duele muchacho… ¿Del mismo Lucifer? ¡Uuhh! por todos mis hermanos, gracias al cielo ¡no! — replicó y su cuerpo se estremeció como si le dio asco solo de pensarlo.

Enarqué una ceja a la espera de saber más. Se sacudió y fue a sentarse a la orilla del río, zambulló los pies en el agua. Lo miré intrigado. Se inclinó hacia la superficie y con una mano pareció acariciarla, acunarla. Ahí le oí susurrar palabras en una lengua desconocida para mí. Fue hipnotizador. Como si tuviera algún propósito relajante sobre ella. El agua fluyó con un murmullo menos denso, pareció conmoverse ante la mano que la cortejaba despacito.

— ¿Qué idioma es ese? Jamás lo había oído antes.

Ni en ningún libro que había leído en todos mis ciento ocho años.

— Es normal. No se habla en la tierra. Es el lenguaje de los ángeles. Y por si te interesa saberlo, le estoy dando las gracias al agua.

La curiosidad venció mi última duda acerca de él y me acerque. Me senté en el otro lado de la orilla frente a él.

— Tienes toda mi atención. Te escucho — dije con rendición.

Una gran parte de mi deseaba estar de vuelta en mi escondite, llorar por lo que le hice a Bella. Pero la parte de mi mente que estuvo todos estos años queriendo descubrir nuestro origen me obligaba a quedarme. Como si mi existencia dependiera de sus palabras.

Byron siguió meciendo el agua lentamente, luego la retiró y levantó la vista hacia el cielo.

— De donde provengo, donde fui creado, no existe otro lugar como el en ninguna parte del mundo. Ahí no hay odio, ni rencor, ni celos, ni todos esos sentimientos tan humanos que a menudo provoca guerras. Solo un inmenso amor y plenitud. Una paz tan abrumadora que solo puedes sentirte feliz todo el tiempo, por la eternidad.

Conforme estaba relatándome la historia, a través de su mente él empezó a filtrar imágenes. Podía ver el lugar con una luz cálida, oler las flores silvestres, los niños pequeños corriendo y riendo como angelitos. Otros más mayores y todos tan hermosos que daban ganas de llorar. Fue como si su mente me absorbiera y no tuve otra que ser espectador de su existencia en silencio.

— Hacia poco más de doscientos años, según vuestro calendario terrenal, había conseguido mis alas por mérito propio en aquel entonces. Cada ángel recién creado era puesto a prueba, tenían diferentes misiones que cumplir antes de que se les otorgara el anillo. Daba igual la misión, el amor era el principal objetivo. Lo mío fue ser extremadamente misericordioso con una mujer anciana a punto de morir. Elegí aparecer ante ella momentos antes de que la muerte le llegara, ella se negaba a partir. Y quise saber por qué. Me vio como tú me vez ahora solo que humanizado, claro. Le pregunté por qué se aferraba tanto y no se dejaba ir; sentiría paz, le aseguré. Pero se negó. Me dijo que solo quería ver a su hijo una última vez antes de morir. Me conmovió ver en su mirada el profundo amor que le profesaba a su hijo muerto años antes, dijo que se perdió en el océano. La tomé en brazos y la llevé cerca del océano. Recé a mi padre, recé al mar y pedí que regresara el hijo perdido por unos breves instantes. Cuando la anciana lo vio, su rostro de iluminó y en un pequeño suspiro de felicidad, se apagó. Jamás olvidaré la expresión de su rostro. Y por eso se me concedió las alas. Mi hermano, mi maestro, el Arcángel Shamuel, me entregó este anillo. Y se me concedió las alas.

— ¿Y Hadara cómo entra en todo eso? — pregunté, estaba maravillado por los recuerdos de Byron pero no debía olvidarme de mi principal objetivo. Saber lo que somos. Y como fuimos creados.

— Ella era muy joven, muy inocente. Carecía de experiencia en el terreno y creo que fue enviada en una misión que no lo correspondía, aunque eso no será reconocido nunca. Vino a mi completamente destrozada y quebrada. No podía entender que le había llenado de sentimientos así, temía que los ángeles caídos, la oscuridad que manaba de ellos hubieran captado su inocencia e intentaron atraerla al lado tenebroso. Pero no fue eso, me contó cómo se enamoró de un humano. Evan. Su misión consistía en ayudarle a encontrar su alma gemela… Mira por donde, era ella misma sin saberlo. Uriel le prohibió que se le acercara cuando supo el tipo de amor que le profesaba. Recuerdo aun como el cielo se enrojeció aquel día. La cólera de Uriel fue tremenda. No admitía que Hadara, su pupila, amara a un simple mortal más que a nuestro padre.

— ¿Y qué hiciste entonces?

— Me conmovió tanto que por primera vez sentí un sentimiento ajeno al amor que le profesaba a nuestro padre. Sentí dolor por Hadara. Sentí ganas de llorar. Y supe con toda seguridad que debía ayudarle.

— ¿Cómo? — inquirí.

Estaba cada vez más ansioso por saber más. Lo estaba viendo en su mente, Hadara afligida por la prohibición de su mentor. Era un sentimiento fuerte, doloroso hasta tal punto que sentí la necesidad también de ayudarle. Byron exhaló un largo suspiro y continúo.

— Debes saber que Dios en toda su sabiduría le dio al hombre algo llamado libre albedrío. Y eso se aplica también a los ángeles. Solo que algunos mayores se guardaron esta última información. Se oía rumores sobre algunos ángeles que eligieron vivir en la tierra como mortales. Lo que no sabíamos es como lo consiguieron y de qué manera. Hadara estaba desesperada por adquirir la suya cuanto antes, y vino a mí con el santo grial escondido entre… ¡sus alas! — susurró las últimas palabras tan bajito que pensé que les había soñado.

— ¿Lo robó? — pregunté con miedo.

Evan negó con la cabeza.

— No. Lo tomó prestado. Me pidió que lo devolviera a su lugar cuando terminara de convertirse en humana. Que sabía cómo conseguirlo. La seguí sintiendo curiosidad extrema. No sabía a qué atenerme, pero pronto descubrí que ella fue influenciada por nada más y nada menos que Lilith, la madre de los demonios. Lo que más me temí desde el principio se hizo realidad.

— He leído sobre eso. Pero hay muy poco que lo relata — indiqué.

— Ella fue una abominación. Pero este punto no nos interesa. Centrémonos en Hadara. Le dijo que si vertía en la copa sagrada su esencia mezclada a la suya propia y se lo bebiera se convertiría en mortal.

— Esencia de Ángel y Demonio… Dios mío.

— Estaba tan desesperada que no me escuchó cuando le advertí sobre los embusteros y mentiroso que eran aquellos seres. Se lo bebió sin esperar. Sus alas desaparecieron, y parecía que era mortal salvo que había algo raro en ella. No era como los humanos. No supe bien qué era, pero le ayudé a llegar a la isla de Evan. Su mirada que normalmente era de un azul celeste y brillante, lucia tan negro como el mismo infierno… algo me advertía que me alejara de ella, pero no pude abandonarla a su suerte.

Sentía en mi interior su miedo hacia Hadara pero también la necesidad tan grande de ayudarle. Iba más allá de toda lógica, más allá de lo que siempre conoció y reconocí el sentimiento. Incertidumbre.

— Hadara… se veía tan feliz de ser mortal. Estaba radiante. Enamorada. Su reencuentro con Evan fue emotivo, y al mismo tiempo triste.

Podía ver claramente como Hadara deslizaba sus labios por la piel del humano. Atraída por el pulsante corazón que expedía la sangre caliente y dulce por todo el cuerpo de su amado. Ella había sentido la poderosa llamada de la sangre. Y fue directa a su yugular.

— Estaba… sedienta — alegué.

— Sí.

— Lo mordió. Sabes lo duro que es luchar contra eso. Y más cuando uno no sabe lo que está sintiendo. Evan fue el primer y único vampiro que creó sin saber cómo. El elixir que Hadara bebió, su esencia y la de Lilith fue una mezcla explosiva. Y creó una nueva raza de inmortales, mitad demonios, mitad ángeles.

— Vampiros.

— Sí. Y eh ahí cuando mis hermanos aparecieron pocas semanas después. Evan mordía a todos los humanos que venían a rezar y rendir culto a su diosa. Hadara se había recluido en el templo, no podía acercarse a Evan ya que su corazón latía, y en sus venas corría sangre. No era completamente una humana, ni un ángel tampoco. Uriel… llevó el caso hasta lo más alto en nuestro mundo. Fue tratado y estudiado con seriedad. La decisión final no agradó a Uriel, el dictado fue claro. No se destruiría a la nueva raza. Pero si tomó represalia contra Hadara.

Jadeé al ver la escena tras el juicio.

— Le dio la mortalidad. ¿Por qué? Si hubiera esperado un poco, Evan se habría sosegado. Abría aprendido a controlar su sed.

— Sí. Aunque en aquel entonces eso a él no le importó en absoluto. El castigo me llegó a mí también por ayudar a Hadara.

— Humanos…

La propia experiencia me recordaba la mía. Había sentido esa sed, el ansia de su sangre tan dulce. No me fue difícil imaginarme el resto.

— Evan decidió irse antes que convertirla en lo que era.

— Sí. Y eso la mató.

El centro de mi pecho se sacudió febrilmente.

— Me fui con él ya que accidentalmente me convirtió… cuando estuve lo bastante seguro de tener controlada mi sed volví a buscar a Hadara. No había dejado mis pensamientos y seguía temiendo por ella.

Veía a través sus recuerdos cómo la buscaba, el templo que se elevaba en lo alto de la colina. El olor a muerte que se extendida y tan inconfundible…

— Murió de pena — balbuceó Byron.

Su voz estaba cargada de tristeza. Levanté los ojos a verle el rostro. El dolor se reflejaba en el suyo. Estaba perdido en sus recuerdos. Y yo con él. Hadara yacía inmóvil y hermosa, dormida para siempre sobre un sepulcro de flores de azar.

Me estremecí. La pena me embargó. Todo mi ser lloro la perdida de Hadara.

— Evan regresó a la isla cuando se enteró por los hermanos que su amada murió.

— ¡Los Vulturis! — repliqué viendo a los tres hermanos en su mente.

— Sí. Evan se derrumbó a su lado, lloró por su amada muerta. Lo presencié todo… — dijo con Byron con desconsuelo infinito.

Ver a Evan ahí tumbado, como tomaba la mano de su amada entre las suyas con delicadez, con precaución por miedo a romperla. Vi como se la llevaba a los labios pétreos y depositaba un último beso… la perspectiva cambió en la mente de Byron y me di cuenta de lo inconcebible. Evan lloraba lágrimas de sangre.

— Es… es tan… — no sabía cómo exprimir lo que sentía.

— ¿Increíble? Lo es. Evan se dejó morir a su lado. Se aplicó a él mismo su propio don. Se convirtió en… estatua.

Observé con la respiración contenida como Evan se llevaba una mano a su pecho y con un simple toque se cuerpo se convirtió en piedra. Luego de eso la escena cambió, vi aparecer a los Vulturis acompañado de un vampiro desconocido para mí. Bajó mi mirada horrorizada le arrancaron el corazón a Hadara…

Brinqué hacia adelante para detenerlos.

— ¡No! ¡Malditos! ¡No! ¡Déjenla en paz!— grité tras gruñir ferozmente.

— ¡Edward! ¡Calma! — replicó una voz cerca de mí.

Pestañeé varias veces. El recuerdo tan vivaz se esfumó y frente a mi estaba Byron. Me había agachado como un animal listo para atacar, todo mi cuerpo estaba tenso. Lo miré.

— ¿Por qué hicieron eso? ¡Respóndeme! — inquirí furioso.

— Por avaricia. Poder. El corazón de Hadara encierra un secreto que solo Hadara conoce. Algo que ellos ansían descubrir, pero no lo hicieron. Y nunca lo harán. Eliam tampoco.

— Eliam…

Ese nombre me era familiar. Lo había escuchado antes, estaba seguro.

— Eliam también quiere el corazón de Hadara, Edward. Posee un don poco común. Maneja a su antojo los recuerdos de los vampiros.

Bajé la vista al suelo. En la batalla, por un segundo alguien comentó algo "tus recuerdos son míos" y después nada. El caos en mi mente. El sufrimiento absoluto. Como un flash oía la sádica risa.

— Se metió en mi mente.

— Sí.

— ¿Por qué?

— Por frenarlos a ti y a Bella. Los dos juntos experimentaron algo… ni siquiera sé describirlo. Eran invencibles. Él vio el peligro, sabía que tú habías cambiado y por eso te arrebató tus recuerdos. Lo conozco desde el día de su creación… es una rata inmunda que no tiene límite. Su hermana Ilisondra era mi pareja.

— ¿Era?

— Le quitó los recuerdos a ella por recelo. Poseía el don de ver el futuro, anunció que un día muy lejano nacería un vampiro indestructible. Un verdadero inmortal. Que ni siquiera el fuego podría destruirla.

— Bella.

Asintió y se giró de lado, levantó una mano para presionarse el corazón como si le doliera.

— Le borró la memoria a Ilisondra para que me olvidara con afán únicamente egoísta. Los Vulturis le despacharon y solo gracias a su don permaneció con vida, pero Ilisondra fue capturada y encerrada por lo que profetizaba. Nunca la volví a ver.

— Profecías peligrosas. Una verdad que ellos temían.

— Sí.

Se volvió hacia mí y se acercó. Posó una mano en mi hombro.

— Edward. Mañana al crepúsculo, tu familia, Bella y yo mismo vamos a ir a Volterra. Tu presencia es requerida, debes estar al lado de ella. Te va a necesitar.

— No es verdad. No me necesita para nada, tiene un don único.

— Oh, ya lo creo que sí. Te necesita más que nunca. Porque Hadara estará con ella, en su mente y tú eres el único que la mantendrá a raya de cometer lo irreparable. Hadara esta segada por el ansia de venganza, tiene un lado bueno como ángel pero también un lado demoniaco. Podría destruir todo a su paso si no obtiene lo que anhela desde hace miles de años.

— ¡Yo no tengo nada que ver con Hadara! ¿Cómo voy a poder hacer eso? Es absurdo — repliqué.

Cada vez me daba más asco a mí mismo. Byron me sacudió y fijé mi atención en él. Su mirada era triste.

— Edward, hay algo que no comprendes en todo esto, es que Hadara los manipulo a los dos.

— ¿¡Que! — le grité.

Lo agarré del hombro y apreté con fuerza.

— ¿Que me estas contando? ¿Qué tratas de decirme? ¡Habla! — exigí temblando de rabia.

— Mejor compruébalo por ti mismo — indicó.

Aferró mi rostro entre sus manos. Sus recuerdos se desbordaron de su mente y me invadieron. No pude luchar. Los recuerdos de mi vida humana, junto a mi familia. El rostro de mi madre cuando le pidió a Carlisle que me salvara de la gripe Española, como Hadara fue influyendo en ella. Luego años más tarde y desde el nacimiento de Bella, su vida con sus padres. La separación de la familia, la huida de Reneé con él bebé de pocos meses en sus brazos. El dolor de Charlie, de ambos se reflejaba en sus rostros. Hadara los manipulaba, les susurraba palabras para romper su amor, hasta que lo consiguió... Quise gritar de horror al ver cómo fue acercándose a Bella. Al no poder separar a la madre y a la hija adolecente, sus lazos eran fuertes, busco otra vía. Bella sintió que Reneé por no fallar a su deber de madre, dejaba de lado a su anhelante marido. Decidió darles a su madre y su nuevo marido la libertad que necesitaban. Y partió hacia Forks, donde residía una familia de vampiros. Nosotros. Reviví la primera vez que la olí… como mi demonio interior ideó miles de manera de matarla ahí mismo en plena clase de biología. Un demonio furioso que no era otro que Hadara.

— Fue ella… fue por ella… no… no… — clamé.

Los recuerdos no cesaron y siguieron hasta el mismo momento en que nos encontremos con el aquelarre de James. Hadara los empujó en nuestra dirección al ver que me resistía, me refrenaba a morder a Bella y aceleró las cosas.

No pude reprimirme más y rugí dejando salir todo mi dolor, mi sufrimiento al ver la verdad de nuestras vidas. Manipulados a conciencia desde la misma concepción.

— ¿Ahora comprendes hasta donde es capaz de llegar Hadara? — inquirió Byron.

No pude responder nada. Mi garganta estaba apretada. Byron me soltó y retrocedió dos pasos. Me sentía engañado, traicionado. Un vil objeto de usar y tirar a los antojos de Hadara la reina de los condenados.

— Debí imaginarme que fui arrastrado hacia ella… que no era normal sentir lo que sentí cuando olí la sangre de Bella. ¡No era normal! — me recriminé con odio.

Todo se desmoronaba. Nada fue lo que parecía. Nunca lo fue.

— Nadie podía notarla, al menos no del todo y yo fui su único confidente. Cuando comprendí lo que pretendía era demasiado tarde. Bella es manejada por Hadara, y cuando más le deja entrar en su mente más se hará fuerte. Llegará un momento en que Bella ya no podrá recuperar el control de su cuerpo. Sera expulsada… y su alma vagará por la eternidad.

— ¡Alma! Los vampiros no tenemos almas… — afirmé.

Byron enarcó una ceja.

— ¿Quién dice que no? ¿Acaso tienes alguna prueba de lo que afirmas, muchacho? — cuestionó.

— Somos una especie creada con esencia de demonio…

—… y de ángel también, no lo olvides — me cortó Byron, continúo pensativo cuando añadió: —. La pregunta que debes hacerte Edward es, ¿Por qué no fuimos destruidos en su momento?

— ¿Por qué? — pregunté intentando leerle la mente, me topé con un muro.

— Creo que la respuesta ya la sabes. Búscala aquí — señaló mi corazón con un dedo.

— No tiene sentido. No puede ser eso verdad.

— ¿Ah, no? — Se echó a reír de una risa amarga —. Los Vulturis se han encargado muy bien de encubrir la verdad. Exterminaron a todos aquellos que sabían, excepto a Eliam, Ilisondra y yo. Me oculté en el agua, como aquel día del templo. No me olieron ni me vieron en ningún momento. El instinto de supervivencia me salvo.

Byron volvió a ponerse el anillo, y miró la tenue luminosidad del amanecer.

— Debo marcharme ya… ¿Vienes?

Negué con la cabeza. Byron frunció el ceño.

— No.

— Allá tu, muchacho. Un consejo, deja de torturarte por algo que no fue tu culpa. Busca la verdad en tu corazón, no en tu mente, y hallarás el camino correcto.

Y con un pequeño impulso se elevó en el aire. Lo envolvió una manta de niebla espesa y literalmente desapareció ante mi vista. Los sentimientos contradictorios de mi mente se echaron contra mí con todo su peso.

Sentí repulsión hacia lo que era. Como fui manipulado. Bella. ¡Oh, Dios! Sabía que era cierto lo que dijo Byron… ¿Qué hacer? No podría mirarla a los ojos cuando fui el único culpable de todo. No, no tenía fuerzas de afrontar lo que le hice.

Ella era fuerte con un don único. Podría con eso. Claro que sí. No debía inmiscuirme en… en…

Me congelé en el acto. Agudicé el oído. ¿Qué era eso? Fue tan inmensamente bajo que casi pensaba estar soñando. Susurros. Palabras que decían que no debían ir, y cuando más escuchaba con mi corazón y no con la mente la voz se hacía más clara. Hadara. Cerré los ojos. Y la percibí, tan empalagosa y traicionera. Como una presencia apegada a mí ser… a mi alma.

Algo se quebró dentro de mí y sentí una plenitud asombrosa.

Abrí los ojos de golpe. Supe entonces con toda certeza lo que debía hacer. Me puse el anillo y salí volando hacia los cielos. Si bien pudo antes manipularme, ahora no se lo iba a permitir más. Con el corazón ligero batí las alas con fuerza y rapidez. Todo lo que hasta ahora había pensado o hecho, se veía manchado por la huella de Hadara.

Y yo no era culpable de nada en absoluto. No le había quitada el alma a Bella. Pero si existía la posibilidad de que la perdiera. Y eso era algo impensable. Me concentre en volar y dejé mis pensamientos de lado. Tenía que llegar antes de que entraran en Volterra e impedir que Hadara tomara el control de Bella. No sabía cómo, pero lo haría.

Capítulo 20: Capítulo 22:

 
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