Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer
y el fic de Crisabella
Volterra, cuatro días antes.
— ¡Guardia! ¡Guardia! — llamó la profetiza.
Se levantó de la cama y alisó su vestido. Esperó a que la pesada puerta fuera abierta con paciencia. Se escuchó como rodaban la llave e inmediatamente se abrió. Un guardia entró con expresión molesta. A Ilisondra poco le importó su mala actitud.
— Vayan a buscar a sus amos y tráiganlos. Ahora— exigió ella con impaciencia.
El guardia asintió y partió siseando bajito. No pasó mucho rato cuando este volvió con sus amos. Entraron los tres majestuosamente.
La profetiza observó, como una vez más, ellos esperaban de ella una reverencia. Pero no la hizo. A sus ojos ellos eran simples usurpadores.
— Aro, Marco, Cayo. La profecía se cumplió— anunció la mujer.
Los hermanos perdieron momentáneamente la compostura. Sabían que su fin estaba cerca.
De repente la risa sarcástica de Aro Vulturi retumbó entre las espesas cuatro paredes.
— Mi querida profetiza. ¿Me permite su mano? — le preguntó Aro con amabilidad.
Ella asintió y le tendió su mano.
— Por favor. Véalo por usted mismo— le respondió con convicción.
Aro tomó la mano de la profetiza con rapidez y vio a través de ella la verdad. Jadeó de espanto y se soltó del aguare como si se hubiera quemado. Marco y Cayo se sobresaltaron alarmados de repente, observaron a su hermano con pavor.
Ilisondra sonrío con suficiencia, satisfecha por primera vez de verlos con miedo.
Rápidamente Aro retomó sus aires de superioridad, pero no con tanta confianza.
— Es verdad… tu don, Ilisondra, es una vez más… muy real. ¿Dónde esta esa criatura? — le preguntó Aro con exigencia.
— No sé más de lo usted vio… mi señor.
— Está bien. Bueno, enviaré a alguien a buscarla y le ofreceré que gobierne nuestro reino con nosotros— replicó él con un brillo extraño en sus pupilas rojas.
Se dio media vuelta, sus hermanos se pegaron a él como las moscas a la miel.
— Mi señor, ¿debo recordarle su promesa? — inquirió Ilisondra con calma.
Aro, se paró en la puerta y soltó con una maliciosa sonrisa en el rostro.
— No se me olvidó querida. Eres libre. Dimitri vendrá a buscarte en unos instantes para acompañarte.
Se fueron dejándola a solas. Ilisondra quiso gritar de alegría. La euforia que sintió era tan gran que aun no se creyó que estaría libre en pocos minutos… ¡Libre!
Esperó pacientemente a Dimitri, cuando un sentimiento extraño la invadió. Ahogó un grito.
Rápidamente buscó una pluma y un papel, escribió las palabras con rapidez, y se concentró en la mujer que vio junto a la verdadera inmortal. Fue lo único que pudo esconder a los hermanos con gran esfuerzo… por suerte, con los años aprendió el engaño de la mente. Gritó en su mente el nombre de la mujer y la súplica tan fuerte como pudo. Varias veces. Luego, tomó el papel y se le metió en la boca, para tragárselo sin pensarlo y así no dejar ningún rastro.
Se escuchó como los pasos de Dimitri se acercaban por el tenebroso pasillo.
Entonces tuvo la certeza de que iba a morir. Esa fue su última profecía. Su propia muerte.
…..
Denali, Alaska. En la actualidad.
Bella pov:
— Sal de ahí, Bella— me pidió Alice por enésima vez.
— ¡Ni hablar! — respondí negando con la cabeza.
El movimiento de mi cabeza fuera del agua, creo unas pequeñas olas expandidas que fueron a morir a la orilla del pequeño estanque. Alice estaba de pie sobre un tronco seco en un lado del mismo, algunas ramas se extendían en un intento de llegar al agua. Ella iba y venía de punta a punta con pasos felinos.
Después del incidente extraño con mi cuerpo, horas antes, me refugié a toda prisa en lo primero que me pareció seguro, el agua. Me alejé de los Cullen a la carrera, cuando comprendí que sin querer podría quemarles vivos. Mi perfecto recuerdo de aquella luz roja que emanaba de mi cuerpo era, por no decirlo de otra manera, espeluznante.
— Soy un vampiro defectuoso— me quejé en voz alta.
— No es verdad.
— ¡Alice…! cuando era humana, mi cabeza no andaba bien ¿recuerdas? Edward no podía leerme la mente. Ahora quemo todo lo que toco y por si fuera poco también parezco un semáforo andante— afirmé con desconsuelo.
Alice río.
— Mira que eres tonta, Bella. Que cosas dices. Mira tu reflejo en el agua, ¿Qué vez?
Bajé la cabeza, miré aquella extraña cara con unos ojos rojos mirarme fijamente. Era aterrador.
— A mi, creo.
Alice carraspeo.
— No pareces un semáforo. Tu piel ya no centellea en rojo.
Mire más detenidamente mi extraño reflejo. Alice decía la verdad. Mi piel era tan blanca como la suya. Suspire de alivio.
— ¿Lo vez? ya no hay peligro. Es más, he visto que no lo habrá, mientras intentes mantener tus emociones. Piensa en cosas agradables.
La miré con desconfianza. No quería herir a nadie.
— Confía en mí, todo saldrá bien— me dio una gran sonrisa.
— ¿Dónde están todos? — pregunté.
— Los mandé a casa. Cuando tuve la visión de ti antes y te vi terminar aquí, supe que preferirías estar sola, pero que no había peligro que me acercara. Ah, te traje ropa de recambio, está en la bolsa.
Ella indicó un punto cerca de la orilla.
— ¿Ropa?
Me miró con una mueca divertida.
— Por lo visto no te diste cuenta de que tu magnifico vestido de seda rojo ardió cuando te cabreaste. Era un regalo mío— se quejó—. Nadie te vio correr a través del bosque desnuda y brillando rojo, así que no te alteres.
Me tranquilizaron sus palabras.
— Pues no lo vi. Perdón.
Me guardé para mí que ni siquiera me di cuenta de lo que llevaba puesto cuando desperté de la transformación.
— Da igual, te regalaré otro, ¿y sabes qué? te va a encantar— afirmó, dando pequeños saltos en la rama, esta apenas temblaba.
Observé lo ágil que era.
Por fin me decidí a salir del agua. Me vestí con lo que me trajo Alice. Un pantalón de tubo negro, una blusa blanca y un jersey de cuello de pico negro. El todo acompañado de tacones altos. No tuve más remedio que ponérmelos, pero me prometí tener una pequeña charla sobre lo que me gustaba llevar con Alice.
Mientras corríamos de regreso a la casa, recordé algo.
— ¿Alice, en dónde nos encontramos? y ¿de quién es la casa?
— Estamos en Denali, Alaska. Nuestros amigos Carmen y Eleazar nos prestaron su casa. Ellos no están, se encuentran de viaje por Europa. Tienen tres hijas, Tania, Irina y Kate. No les has visto porque les pedí que se alejaran de la casa hasta ponerte al corriente de todo.
— ¿Ellos son vegetarianos?
— Si. Ahora conocerás a Kate, acabo de ver que regresó sola. Seguro que te va a caer muy bien, ya verás.
— ¿Cómo me trajiste hasta aquí? ni me di cuenta. Y ¿Cómo se han arreglado para que no me viera nadie?
— Vi que durante tu transformación estarías absolutamente en calma, así que aprovechamos eso. Teníamos que salir de Forks lo antes posible, ya sabes, por las batidas y eso. Tomamos un jet privado rumbo a Alaska, luego alquilamos una furgoneta… te pusimos en una camilla.
Dejé de correr. Alice en un parpadeo estuvo a mi lado observándome.
— ¿Una batida?
Ella desvío la mirada incomoda.
— ¡Bella, yo no sé cómo explicarte esto!— exclamó con la voz pequeña.
— Yo lo haré, Alice.
Era Edward. Olisqué el aire discretamente, eso me indicó donde estaba. Detrás de mí. Era extraño la forma en que reaccionaba mi cuerpo, antes de que pensara nada ya lo había hecho.
— Está bien. Me voy con Jasper.
Le dio una extraña mirada a su hermano, comprendí que le estaba hablando mentalmente. Luego se giró y desapareció entre los árboles.
Me concentré en pensar cosas frías, agua fría, hielo. Mantuve en mi mente eso. Al instante empezó a caer una fina lluvia.
Esperaba que esto mantuviera el fuego a raya. Luego inhalé el aroma delicioso de Edward.
Me di media vuelta despacio, igual que lo hubiera hecho siendo humana.
Ahí estaba él, con las manos en los bolsillos. Su postura era despreocupada. Escuché como cantaba para él muy bajito. Me recordó en lo que me dijo en el prado. Me maravillé de oírle canturrear y sin más, sonreí.
Levantó la cabeza, y me miró directamente a los ojos. Un cosquilleo invadió mi estomago, con pasos seguros se acercó. Dejó de canturrear cuando se paró ante mí.
— Bella, siento lo que pasó antes. No debí nombrar a tu padre así.
Me congelé ante sus palabras, pero también me obligué a mi misma a estar tranquila.
— Edward, no te voy a negar que no lo echaré de menos y a mi madre también, pero te amo más que a todo. Quiero estar contigo— afirmé.
Me miró con sorpresa.
— ¿Cómo puedes sentir eso?
No supe muy bien a qué se refería. Levanté una ceja.
Se acercó más a mí, puso sus manos en mi rostro, y sus ojos estaban estupefactos.
—Que no daría yo por ser capaz de ver en tu mente sólo por este momento.
Deslicé mis dedos en su rostro; deteniéndome en sus labios.
— ¿Pensaste que no sentiría esto que siento por ti? — mi incertidumbre hizo de las palabras una pregunta—. Yo te amo y es lo único real para mi.
Parpadeó en shock.
— No. No es eso. Es por tu forma de actuar, tan normal, tan natural. Cualquiera que no te conociera, pensaría que eres un vampiro adulto. Tu dominio sobre tu sed de sangre es… fascinante. Y más que logres saber lo que sientes.
Dijo las palabras como si fuera algo inusual. Me le quedé mirando. ¿Acaso estarían más contentos si me volviera loca y tuviera un ataque de "darme más sangre o no respondo de mi"?
Cambie de tema.
— Edward, cuéntame, qué fue lo que pasó en Forks, con James y Victoria y el otro— le pedí y continúe con la voz contenida—. … y lo de la batida.
Su rostro se tenso.
— Mi familia llegó y al verse rodeados, Victoria y Laurent, huyeron. Me tuvieron acorralado entre los tres… iba jugando al gato y al ratón con ellos para distraerles hasta que llegaran mi familia. Victoria es muy hábil y yo solo pensaba en ti y no la vi venir. Te había perdido de vista y di por hecho que estarías a salvo cuando me di cuenta de que James ya no estaba por ningún lado.
Bajó sus manos de mi rostro y crispó el suyo, pude ver su sufrimiento. Aguanté la respiración.
— Él me dijo que estabas muerto— confesé—. Lo único que tuve claro es que no quise seguir viviendo sin ti, le pedí que me matara.
Edward hizo una mueca de espanto.
— ¡Bella…! era un juego para él. ¡Eso fue estúpido! — indicó, agarrando fuertemente mis hombros.
— ¿El qué…? ¿Te crees que podría vivir si tú no estás conmigo? Nunca.
Lo miré conteniendo el enfado, contemplando cómo sus ojos adquirían un tono oscuro.
— Bella, yo no merezco el sacrificio que haz hecho por mí —replicó secamente.
— No es ningún sacrificio si voy a estar contigo para siempre— lo contradije.
Suspiró y entrelazó su mano a la mía.
—Cuando te mordí para succionar la ponzoña, era imposible contenerse —susurró—. Imposible. Pero lo hice cuando leí la mente de Alice— indicó.
— ¿Qué vio Alice?
Pareció pensarse las palabras un segundo y contestó.
— Tu…
muerte.
— ¿¡Qué! — chillé por efecto de la sorpresa.
—Al parecer, cuando quemaste a James en el cuello, eso provocó una series de trastorno en tu cuerpo, a la larga te hubiera consumido. Carlisle piensa que es por el don que tienes y que despertó dado a las ansias que tenías por hacerle daño de alguna manera a James. Por venganza; sí, esas fueron sus palabras. Tu cuerpo humano no habría podido lidiar con tan asombroso y ardiente don.
— Oh. Pues si, menos mal entonces que paraste— murmuré más contenta.
— Bella, si Alice hubiera visto que en tu futuro hubieras vivido… yo no habría dudado ni un segundo en quitarte la ponzoña— afirmó.
Fruncí el ceño.
— Pero, ¿Por qué es tan importante para ti que siguiera siendo humana?
— Bella… esto no es vida. Es una atrocidad. No tenemos alma… somos antinatural. Algo que no debería existir.
— El alma no me importa en absoluto; perderla, quiero decir, gracias a eso, te conseguí a ti. Así que le doy las gracias a quien sea que haya creado a los vampiros, eso me trajo a ti.
— Eres tan testaruda— soltó entre dientes.
Yo sin embargo estaba feliz de haber dado toda la explicación sin dejar traspasar mis emociones.
— Hay algo más que quiero saber.
Él comprendió a qué me refería y con una inmensa tristeza en la mirada me contó lo de la batida.
— Jasper y Emmett, idearon el plan de emergencia para que nadie sospechara.
— ¿Que hicieron?
— Bueno, para que quedara creíble y con la ayuda de Alice y sus visiones, arrojaron tu coche desde el acantilado que está cerca de la frontera Quileute. Hubo testigos que vieron caer tu coche. Pasó por un trágico accidente, aun ahora, tres días después, buscan tu cuerpo. De ahí las batidas. Lo siento— susurró con tormento.
— ¡Oh! — dejé escapar un gemido.
Podía imaginarme a Charlie cuando le dieron la noticia, desconsolado, histérico, abatido. Veía hasta los titulares de los periódicos:
Un trágico accidente se cobra la vida de la hija de 17 años del Sheriff de Forks…
Empecé a temblar. No literalmente, era más como algo interior. Apreté los dientes. Los ojos me picaron y los cerré. Edward me rodeó con sus brazos y me apoyé en él. No dijo nada, agradecí eso en silencio.
— No tuve la suficiente voluntad para alejarme de ti… fui demasiado egoísta. Lo siento tanto mi Bella. Sufres por mi culpa— susurró en mi oído.
— No, Edward. Egoísta no. Me alegro que no te alejaras.
Levanté el rostro hacia él y besé su mandíbula. Se estremeció levemente, bajó el rostro hacia mí.
— Debe de ser que te quiero, por eso no pude.
Le di una amplia sonrisa.
— Yo también te quiero.
Luego nos pusimos en marcha de nuevo hacia la casa. Pero me paré alertada cuando una brisa me llevó el aroma dulzón de un vampiro desconocido. Mis ojos recorrieron el lugar para no encontrar nada. Miré a Edward. Vi que seguía tranquilo.
— Es Kate. No te preocupes, es como de la familia.
Sus ojos me indicaban que era seguro, y confié en él. Esperaba que mi ardiente don no traicionaría lo insegura que estaba en realidad.
— ¿Vamos? — preguntó él.
Me estiró suavemente de la mano y caminamos en dirección a la casa.
¿Cómo sería ella? seguramente tan hermosa como Alice o Rosalie o Esmé…
¿Me vería a mí también como de la familia?
Miles de preguntas atacaron mi mente, pero eso no me agobió, era increíblemente rápida pensando. Mi mente trabajaba a una velocidad increíble. Nada de dolor de cabeza, nada de pesadez, nada de estrés.
¡Esto era genial!
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