Cuando llegué, los lobos ya estaban almorzando.
-¿Dónde estabas, Bella? ¿Y Jacob? ¿No se supone que tenía que cuidarte?-habló Embry.
-Se supone.-no quería ni mentarle por lo imbécil que había estado últimamente.- Por cierto, Embry; esta tarde voy a ir a la biblioteca para leer un rato, díselo a Sam si pregunta por mí ¿vale?
-Emm… vale.
-Gracias.
¡Genial! Mi excusa barata de la biblioteca era perfecta para que se olvidaran de mí durante el tiempo que estaría con Alice. Ellos normalmente evitaban las bibliotecas, estudios y todo lo relacionado con los libros ya que lo suyo era luchar y proteger a los humanos.
Subí a la habitación, me di una ducha rápida y me cambié de ropa para ir a ver mi nueva amiga. Aligeré el paso para no llegar tarde y allí estaba, con un vestido de última temporada y su bolso de marca.
-¡Bella!-gritó a abrazarme, y al hacerlo, pude notar que su cuerpo estaba helado.
-¿Nos vamos?
-¡Espera! Antes quiero presentarte a mi familia.
Se dio la vuelta y en la puerta de la casa me esperaban dos encantadoras parejas y un chico solo.
-Bella, ellos son mis padres: Esmee y Carliesle.-señaló a un hombre que parecía sacado de una revista de Hollywood, y a una mujer muy dulce y maternal que me recordó a mi madre.-Mis hermanos: Rosalie y Emmet.-la chica era una auténtica belleza que hizo que mi ego descendiera hasta mis tobillos, y él, era el fornido que cargaba ayer ese sofá tan pesado. ¡Guau, no me extraña! ¡Estaba cuadrado!.-Y mi novio: Jasper.-me señaló a un chico rubio muy apuesto pero que se le veía bastante tenso, como si estuviera contiendo la respiración.
Todos me respondieron con un: “Encantados de conocerte”.
-¡Ya podemos irnos!-canturreaba la muy loca.
Me llevó en un fantástico BMW negro con asientos de cuero que decía ser suyo, y yo encantada de la vida de no ser porque conducía a 200 por hora y a veces me imaginaba que nos la íbamos a pegar. En cuanto llegamos, paró la música marchosa que había llevado durante el viaje y me preguntó ansiosa:
-¿Complementos o ropa?
-Lo que quieras tú.-me encogí de hombros.
-Empecemos por la ropa.
Me tuvo a su merced como a una maniquí, literalmente. Que si “Bella mira esto”, que si “Bella pruébate aquello”… Aunque por otro lado me lo estaba pasando en grande, no había ido de compras desde mi 8º cumpleaños en el que mi madre se empeñó en comprarme un vestido. Recuerdo que estuvo toda la tarde buscando uno que me gustara.
“¡Ay!... estaba claro que a los ocho años una no se da cuenta de los sacrificios que hace una madre para complacer a su hija.”
Estaba a punto de ponerme a llorar en mitad de la cola de la caja para pagar, pero me absorbí la nariz para disimular.
-¿Estás bien? ¿En qué piensas?-me preguntó Alice.
-En nada… ¿oye, seguro que te puedes permitir regalarme todo esto? Te recuerdo que la prenda más barata cuesta 70 dólares.
-Que sí.-dijo cansina.
-De acuerdo, pero apúntame para que te los devuelva algún día.
-Bella los regalos no se pagan. Además, creo que más que todo el dinero que puedas darme me merezco una medalla por conseguir que por fin vistas como una chica.
-No me gusta ser presumida.-le confesé mientras le entregaba a la dependienta la ropa para que me la guardara en una bolsa.
-Ya, pero eso no tiene nada que ver para te cuides un poco. ¡Por el amor de Dios! Tienes 16 años y tu ego lo tienes prácticamente como una mujer de 40. ¡Hasta algunas mujeres de 40 son más coquetas que tú!
-Gracias, Alice, de verdad.-dije irónica.-Tus comentarios me dan la fuerza para, no sé, comerme el mundo.
-Anda, cállate, ¿tienes hambre?-dijo cambiando de tema.
-Un poco.
-Venga, que te invito a cenar.
Me pedí una lasaña de verduras en cuanto llegamos al restaurante más cercano de Port Ángeles, y para mi “sorpresa” Alice también lo pagó. “Me estás malcriando” le advertí, pero ella no me hizo ni caso. Nos sentamos en una de las mesas del fondo y comenzamos a charlar.
-¿De verdad que no vas a comer?-interrogué.
-No, sigo una dieta especial.-sonrió.
Sacudí la cabeza. Definitivamente Alice tenía una obsesión por la imagen.
Estuvimos hablando de diferentes cosas como nuestros gustos de música, películas… Cuando le comenté que vivía en la reserva de La Push, noté que se puso tensa y cambio de tema radicalmente a uno que no me pareció del todo cómodo: chicos.
-Dime, ¿tienes novio?
-No.-contesté seca.
-¿Has estado alguna vez con alguien?
-No.
-Pero al menos ¿alguien te gustará?
-Te he dicho que no.-respondí nerviosa. Ya me estaba empezando a enfadar, “¡acaso no se daba cuenta de que no quería hablar de eso!” Es verdad, lo confieso: nunca había tenido novio, a pesar de haber estado rodeada de hombres durante la mayor parte de mi infancia. Siempre había notado que Jacob sentía debilidad por mí, pero no la misma que Paul, Quil, Seth, Jared o Embry. Sin embargo, yo le quiero únicamente como a un hermano mayor. En cuanto a Sam, me cuida como si fuera la hija que nunca tuvo. Tampoco me había parado a pensar si sentía algún tipo de atracción por algún chico, supongo que mi ajetreada vida no me permitía tener las preocupaciones que suele tener una adolescente normal.
-Vale, lo siento. Pero es que me resulta muy difícil creerlo ya que actualmente muchas chicas de tu edad tenéis mucho éxito a la hora de ligar.
-No me incluyas en esa mayoría, por favor.
Me daban ganas de vomitar al recordar cómo Jessica se insinuaba a Mike. Si a eso se le llama ligar, prefiero quedarme soltera. Las mujeres habíamos nacido para ser cortejadas, no para abrirnos de piernas al primero que nos lo pida.
-Veo que no te sientes muy cómoda hablando de esto-“¡por fin se daba cuenta!”-Puedo preguntar ¿por qué?-“¡maldita Alice!”
-Por nada en concreto solo…-no sabía que responder.
-No será porque como fue un hombre el que mató a tus padres, ¿ahora lo pagas con todos los demás?
Me quedé callada. Nunca me había detenido a pensarlo… ¡Bah! No tenía mucho sentido; vivo rodeada de hombres y a ninguno de ellos lo odio. Aunque ahora que lo pienso, siempre me han repudiado los hombres con el pelo claro y alborotado…
Miré por última vez los ojos dorados de Alice antes de regresar a “su casa”, que extrañamente eran muy semejantes a los de ÉL, y cuando llegamos, tuve que idear un plan para ocultar todas las bolsas de ropa para que los lobos no sospechasen nada. Aunque, creo que me regañarían igual después de oler a “Eau de vampiro” en mi ropa.
|