Divina Tentación +18

Autor: Annalice
Género: Romance
Fecha Creación: 23/12/2011
Fecha Actualización: 23/12/2011
Finalizado: NO
Votos: 1
Comentarios: 2
Visitas: 5015
Capítulos: 4

La llegada inesperada de los hermanos Hale, Jasper, Rosalie y Isabella, supone un revuelo en la pequeña población de Forks. Son extremadamente bellos, inteligentes y misteriosos. ¿De dónde vienen? ¿Dónde están sus padres y por qué sobresalen sea la que sea la actividad que emprenden?

Los tres son en realidad ángeles del Señor con la misión de ser los ángeles guardianes de la familia Cullen. Tienen instrucciones claras: no deben establecer vínculos demasiado fuertes con ningún humano y deben esforzarse por ocultar sus cualidades sobrehumanas. Pero Bella, la más inexperta, rompe una de las reglas sagradas: se enamora del menor de la familia a los que debe proteger, Edward Cullen.

Desafiar al Cielo no resulta buena idea cuando te enamoras de tu protegido.


Denme una oportunidad, en otras páginas ha tenido un éxito aplastanteSmile

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Capítulo 3: No estables lazos fuertes

3

No entables lazos fuertes

La escuela Thomas Jefferson fue fácil de localizar pese a no haber estado antes. El edificio se hallaba, como casi todo lo demás en el pueblo, junto a la carretera. No resultaba obvio que fuera una escuela, sólo nos detuvimos gracias al cartel que indicaba que se trataba del instituto de Forks. Se parecía a un conjunto de esas casas de intercambio en época de vacaciones construidas con ladrillos de color granate. Había tantos árboles y arbustos que a primera vista no podía verlo en su totalidad.

A pesar de su aire arcaico, Thomas Jefferson tenía fama de ser un colegio adaptado a los nuevos tiempos. Era conocido por su atención a los problemas sociales y frecuentando por familias progresistas que no deseaban someter a sus hijos a ningún tipo de despotismo. Para la mayoría de los alumnos, el colegio formaba parte de una larga tradición familiar, pues sus padres, abuelos e incluso bisabuelos habían asistido a sus clases; además de por ser un pueblo tan pequeño todo el mundo se conocía desde niños y habían sido compañeros de toda la vida.

Jasper, Rosalie y yo nos quedamos frente a la verja del aparcamiento observando cómo llegaba poco a poco la gente. Me concentré para tratar de apaciguar a las mariposas que me bailaban en el estómago. Era una sensación incómoda y, a la vez, extrañamente emocionante. Aún me estaba acostumbrando a los efectos que las emociones tenían en el cuerpo humano. Curiosamente, el hecho de ser ángel no me ayudaba ni poco ni mucho a superar los nervios del primer día cuando empezaba cualquier cosa. Aunque no fuera humana, sabía que las primeras impresiones podían ser decisivas a la hora de ser aceptada o quedar marginada. Había oído más de una vez las oraciones de las adolescentes y la mayoría se centraban en dos únicos deseos: ser admitidas en el grupo más popular y encontrar un novio que jugase en el equipo de cualquier deporte reconocido. Por mi parte, me conformaba con hacer alguna amistad y… no me despejaba de la cabeza el tener que acercarme a mi protegido. Era algo más fuerte, imposible de controlar, ya que su doloroso pero hermoso rostro se me aparecía cada vez con más frecuencia. Lo primero que tendría que hacer, ordenes de Jasper y Rosalie, es encontrarlo y ser su amiga; ellos ya se encargarían de saber cuales eran sus asignaturas y de conseguir ponerme en la mayoría para poder vigilarlo.

Los alumnos iban llegando en grupitos de tres o cuatro: no era difícil distinguir a los grupos característicos que ya había observado en el Reino. En la pandilla de los aficionados a la música se veían chicos con el pelo hasta los hombros y greñas que casi les tapaban los ojos. Llevaban a cuestas estuches de instrumentos y lucían acordes musicales garabateados en los brazos. Caminaban arrastrando los pies y se dejaban la camisa por fuera de los pantalones. Había una pequeña minoría de góticos que se distinguían por sus ropas negras, el maquillaje exagerado alrededor de los ojos y por sus peinados en punta. Me pregunté cómo se las arreglarían para salirse con la suya, porque seguro que todo aquello contravenía las normas de vestimenta de la escuela, aún siendo tolerantes con la forma de vestir. Los que se consideraban artísticos habían completado su personalidad con boinas, gorras y bufandas de colores. Algunas de las chicas se movían en manada, como un grupito de rubias platino que cruzaban la calle tomadas del brazo. Los tipos más estudiosos eran fáciles de identificar: iban la ropa bien colocada, con la mochila oficial del colegio a la espalda y leyendo algún buen libro en un rincón. Un grupito de chicos, todos con la camisa por fuera, los pantalones bajados hasta verse los calzoncillos y las zapatillas de deporte, entretenían bajo la sombra de unos árboles, echando tragos a sus latas de refrescos y a sus cervezas. No parecían tener ninguna prisa por cruzar la puerta; se daban puñetazos, se abalanzaban unos sobre otros e incluso rodaban por el suelo entre risotadas y gemidos. Vi cómo uno de ellos le tiraba a su amigo una lata vacía a la cabeza. Le rebotó en la frente y cayó tímidamente por la acera. El chico pareció aturdido por un momento y enseguida estalló en carcajadas.

Seguimos observando, cada vez más consternados y sin decidirnos a entrar. Un chico pasó tranquilamente por nuestro lado y se volvió a mirarnos con curiosidad. Llevaba una gorra de béisbol con la visera hacia atrás

-He de reconocer que me cuesta aceptar estas modas modernas- dijo Jasper, frunciendo los labios

-A mi me resultan interesantes, e incluso divertidas- no hicieron caso a mi comentario, ni tan siquiera me miraron

-Estamos en el siglo XXI. Procura no parecer tan crítico.

-¿No es eso lo que hacen los profesores?

-Supongo. Pero entonces no esperes ser demasiado popular

Elevé la vista curiosa, tras ignorar la conversación que surgió entre mis hermanos, para mirar si por la suerte del Señor llegaba a ver un atisbo de vida de Edward. Fue ayer cuando tan solo lo vi pero ya deseaba estar de nuevo a su lado. Suspiré decepcionada, ya que quedaban pocas personas en los alrededores del instituto. Rosalie se volvió hacia la entrada y se irguió un poco más, aunque ya tenia una postura impecable. Le dio a Jasper un apretón en el hombro y me entregó una carpeta de papel manila que contenía mis horarios, o mejor dicho mis horarios exactos a los de Edward, un plano del colegio y otros documentos que había reunido unos días antes

-¿Lista?

-Más que nunca- respondí, tratando de dominar mis nervios. Me sentía como su estuviera a punto de lanzarme a la batalla- Vamos allá

-Todo irá bien, Isabella- me aseguró Jasper- Recuerda de donde venimos y, por si nos necesitas, ya sabes en donde nos encontramos

Ya habíamos previsto que nuestra llegada produciría cierta impresión, pero no esperábamos que la gente se detuviera con todo descaro a mirarnos boquiabierta, ni que se hicieran a un laso para abrirnos paso como si recibieran a una visita de la realeza. Evité cruzar la mirada con nadie y seguí a Jasper y Rosalie a la oficina de administración. En el interior había más luz y se estaba más caliente de lo que esperaba. La oficina era pequeña: una salita de espera con sillas plegables acolchadas, una basta alfombra con motas anaranjadas, noticias y premios pegados sin orden ni concierto en las paredes y un gran reloj que hacía tictac de forma ostensible. Las plantas crecían por doquier en sus macetas de plástico, por si no hubiera suficiente vegetación fuera.

Un mostrador alargado dividía la habitación en dos, con cestas metálicas llenas de papeles sobre la encimera y anuncios de colores chillones pegados en el frontal. Detrás del mostrador había tres escritorios. Una pelirroja regordeta con gafas se sentaba en uno de ellos. Llevaba una camiseta de color púrpura que, de inmediato, me hizo sentir que yo iba demasiado elegante.

La mujer pelirroja alzó la vista.

-¿Os puedo ayudar en algo?

-Somos los Hale: Mis hermanas Rosalie e Isabella, y yo Jasper- le informó educadamente Jasper, y de inmediato advertí en su mirada un atisbo de nerviosismo. Ya mi hermano físicamente había atraído a esa mujer de avanzada edad, hasta tal punto de hacerla bajar la mirada sonrojada

-Por supuesto -dijo en un hilo de voz

Rebuscó entre los documentos precariamente apilados hasta encontrar los que buscaba.

-Precisamente aquí tengo el horario de las clases de Isabella, ya que vuestro lugar de trabajo sabréis donde se encuentra. Usted señor Hale debe de ser nuestro nuevo profesor de historia, y usted señorita Hale la nueva enfermera

Trajo varias cuartillas al mostrador para enseñármelas. Repasó todas mis clases y marcó el camino más idóneo para cada una en el plano; luego, me entregó el comprobante de asistencia para que lo firmara cada profesor y se lo devolviera al finalizar las clases. Me dedicó una sonrisa y, al igual que a mis hermanos, nos dijo que esperaba que nos gustara Forks. Le devolví la sonrisa más convincente posible.

Salimos de la oficina y, los pasillos del ala principal estaban enmoquetados de color Begoña y las puertas- de roble macizo con paneles de cristal- mostraban aulas de aspecto anticuado. Los techos eran altos y todavía quedaban algunas lámparas recargadas de otra época que ofrecían un brusco contraste con las taquillas cubiertas de grafitis alineadas a lo largo del pasillo. Rosalie se despidió de nosotros, dirigiéndose a la enfermería, y Jasper me miró fijamente

-¿Te las arreglarás?

-Claro, con estos planos y la ayuda del Señor, ¿qué me puede ocurrir?

-Ten cuidado Isabella. Recuerda que debes estar pendiente de tu protegido- con estas palabras se alejó, dejándome junto a mis dudas

¿Qué podría salir mal?

Eché un vistazo a mis horarios y me encontré con la temible verdad. No sabía ni por asomo dónde se encontraban cada una de mis clases. Y si ya no estuviera lo suficientemente desesperada e hiperventilando, justo entones sonó una campana cuyos ecos se propagaron por todo el edificio, marcando el inicio de la primera clase. Ante el tan alto sonido de la campana, instintivamente llevé mis manos a mis orejas para frenar el odioso ruido sin percatarme que por mi acto se me cayeron todas las cosas.

Maldiciéndome mentalmente por mi descuido, me agaché lentamente y empecé a recoger mis cosas. Cuando ya tan solo me faltaba la carpeta que me había dado Rosalie, unas manos femeninas se me adelantaron. Elevé la vista y me sorprendió ver a una chica muy pequeña, varios centímetros por debajo de mi uno sesenta, pero casi alcanzaba mi estatura gracias a su oscura melena de rizos morenos alborotados.

-Toma- me tendió mi carpeta una vez nos hubimos levantado

-Gracias- dije en un murmullo. Ella era la primera chica que había conocido en toda mi existencia humana y, que por la poca experiencia que tenía, no sabría como hablarle correctamente

-De nada. Oye, ¿necesitas ayudas?- la miré extrañada- Yo ya estoy llegando tarde y se supone que una vez se ha tocado la campana se debe estar en clase, y creo que eres nueva. ¿Me equivoco?

-No- la sonreí divertida.

-Anda, déjame ver tu plano de clases y te enseño tu aula- se lo tendí como me indicó y la miré curiosa. Juntó las cejas a modo de concentración y luego una sonrisa se le calcó en el rostro

-No hace falta que te molestes, en serio yo-

-¡Genial!- estalló de júbilo- Te toca Trigonometría y en otra clase Español, igual que a mi- suspiré aliviada- Anda ven que yo te enseñaré esto. ¿Quieres saltarte la primera clase?- la miré asombrada

El primer día de clase, la primera hora, y ya quería saltarse clases. Y por mi instinto sabía que eso no estaba nada bien. Después de todo no debe de ser tan buena persona…

-Preferiría ir a clase, deben firmarme esta h-no me dejó terminar, como ya se estaba volviendo una costumbre

-¡Es verdad! Perdona mujer, es que llevo aquí tanto tiempo que ni me acordaba ya. Pues vamos a clase y en el siguiente suspiro te enseño un poco esto. Luego ya en Español nos volveremos a sentar juntas

-Perdona, ¿un qué?- pregunté, perpleja

-¿Suspiro?, una hora libre- Me lanzó una mirada divertida- ¿Cómo las llamabais en tu escuela?- Su expresión se transformó, mientras consideraba la posibilidad más inquietante- ¿O es que no teníais?

-No- respondí con una risita nerviosa, sin saber que responder- No teníamos ninguna

-Vaya rollo. ¡Ah, casi se me olvida! Me llamo Jessica

-Yo, Isabella- le dije sonriente- Encantada de conocerte

Con esto último me miró algo raro, como si mi frase de "encantada de conocerte" estuviera mal vista o no pegara con la conversación.

Jessica me condujo por unos cuantos pasillos, que aun intentando memorizarlos y aprenderme el camino, fracasé. Ella abrió la puerta del aula y entramos. Por supuesto, llegábamos tarde.

El señor Varner era un hombre bajito y calvo con la frente muy brillante. Llevaba un suéter con un estampado geométrico que parecía medio desteñido de tanto lavarlo. Seguro que con él Jasper si tendría que quejarse con su manera de vestir. Cuando entramos, estaba tratando de explicar una fórmula escrita en la pizarra a un montón de alumnos que lo miraban con aire ausente. Obviamente, habrían deseado estar en cualquier parte menos allí.

-Me alegro de verla entre nosotros, señorita Stanley- le dijo a Jessica, que se deslizó rápidamente a la única mesa con dos asientos libres, al principio de la clase.

Luego el señor Varner me miró a mí. Había pasado lista y sabía quien era yo

-Llega tarde en su primer día en este instituto, señorita Hale- dijo, chasqueando la lengua de igual manera que había echo Rosalie, solo que más peligrosa a la vista- Un principio no muy bueno, que digamos. Vamos, siéntese

De repente cayó en la cuenta de que había olvidado presentarme. Dejó de escribir en la pizarra el tiempo justo para hacerme una somera presentación

-Atención, todos ustedes. Ésta es Isabella Hale. Acaba de entrar en el Thomas Jefferson, así que les ruego que hagan todo lo posible para que se sienta bien acogida en el colegio.

Si ya no odiara al señor Varner por la materia que impartía, ahora tenía motivos de sobra. Sentí todos los ojos clavados en mí mientras me apresuraba a ocupar el asiento disponible al lado de Jessica. Pero antes de sentarme, paseé la mirada por la clase en busca de una melena cobriza con unos ojos verdes pero no la encontré. Resignada, me dejé caer en la silla pensando en lo lógico de la situación. Mis hermanos me habían asegurado que estaría en todas las clases de Edward, pero una vez hubieran podido descubrir a cuales iba para mi desgracia. Ahora sabía que en Trigonometría no tendría suerte.

Una vez el señor Varner hubo terminado con su discursillo y nos dijo que estudiáramos la siguiente serie de problemas, aproveché para observar a Jessica más de cerca. Me fijé en que llevaba los botones la camisa desabrochamos hasta el comienzo de sus pechos y también unos aros enormes de plata en las orejas. Había sacado del bolsillo una lima y se estaba haciendo las uñas por debajo del pupitre, pasando con descaro de las instrucciones del profesor

-No te preocupes por Varner- me susurró al ver mi expresión de sorpresa- Es un estirado, un tipo amargado y retorcido. Sobre todo desde que su mujer presentó los papeles del divorcio. Lo único que le da vidilla es su nueva camioneta medio oxidada, aunque por aquí es lo más corriente que se ve

Sonrió ampliamente. Tenía los dientes muy blancos y llevaba un montón de maquillaje, pero la palidez de su piel era natural. Por lo menos mi palidez debida al lugar de donde provenía no resaltaría en este pueblo sin sol.

-Isabella es un nombre muy anticuado- la miré sin saber que hacer. Ella debió de tomar mi cara por una ofendida ya que en seguida lo intentó rectificar- Pero muy mono, claro. Yo tengo que conformarme con el de Jessica

-¿Qué tiene de malo tu nombre?- que yo supiera, cuando oía rezar a las adolescentes, muchas se llamaban Jessica

-Que está ya muy visto. Si te fijas aquí el 20% de las chicas se llamaran así, o Anne.

Le dirigí una torpe sonrisa. No sabía muy bien cómo responderle a una persona tan directa y segura de sí misma

-Supongo que todos tenemos que conformarnos con el nombre que nos pusieron nuestro padres- dije, consciente de que era un comentario más bien pobre para seguir la conversación. Pensé que en realidad ni siquiera debería hablar, dado que estábamos en clase y que el señor Varner necesitaba toda la ayuda posible para imponer un poco de orden. Además, aquella frase me hacía sentir como una impostora, porque los ángeles no tiene padres.

-Putos padres- levanté una ceja al no conocer esa palabra. ¿Putos?- Bueno, ¿y tú de dónde eres?- me preguntó, soplándose las uñas de una mano y agitando con la otra un frasco de esmalte verde fosforescente

-Nosotros hemos vivido en el extranjero- le dije, mientras me preguntaba qué cara habría puesto si le hubiera dicho que era del Reino de los Cielos

-¿De veras?- Jessica parecía sorprendida y durante unos segundos estuvo absorbida en sus pensamientos, como si intentara rememorar algo- Que envidia. Ya van dos familias extranjeras…

-¿Quién más?- me miró pícaramente

-¿De verdad quieres saber?- asentí sin saber lo que me esperaba-De acuerdo, te diré quienes son si me dices de donde eres

Suspiré aliviada, pensaba que sería mucho peor

-He vivido en diferentes sitios- intenté recordar la historia que nos habíamos inventando. Sería mucho más fácil decir que nos habíamos mudado muchas veces en diversas ocasiones por si a alguien le daba por cotillear- Pero nacimos en Inglaterra

-¿En serio? Entonces el tiempo no debe de incomodarte mucho

-Si bueno, soy inglesa pero no viví allí mucho tiempo

-¿Dónde sino?- levanté la vista y suspiré aliviada al ver que el señor Varner se había resignado y estaba leyendo un libro de Álgebra

-En muchos sitios pero la última vez en Phoenix

-¡Puta!- la miré algo mal. Si mal no recordaba había usado la misma palabra tanto con sus padres como para mi- No pongas esa cara, te insulto pero amistosamente. Yo nunca he salido del Estado de Washington. Ya puedes prepararte para un cambio radical de vida en Forks. Esto suele estar muy tranquilo

Antes de que yo pudiera decir nada, el señor Varner carraspeó y lanzó una mirada fulminante en nuestra dirección

-Señorita Stanley, entiendo que está explicándole a nuestra nueva alumna el concepto de enlace covalente

-Hmm, pues no exactamente, señor Varner- contestó Jessica- No quiero matarla de aburrimiento el primer día, eso ya lo conseguirá usted mañana

Al señor Varner se le hinchó una vena en la frente y a mí me pareció que debía intervenir. Canalicé una corriente de energía sedante hacía él y vi con satisfacción que se le empezaba a pasar el berrinche. Sus hombros se relajaron y su rostro perdió aquel matiz lívido de ira para recuperar su palidez normal. Pero antes de que pudiera responderla, la odiosa pero ahora nuestra heroína sonó. Cogí mis cosas a prisas y salí, maldiciendo al ver que igualmente el señor Varner retuvo a Jessica obligándome de nuevo a buscarme la vida

Antes de que pudiera girarme, un chico flacucho, con acné y pelo grasiento, se ladeó desde la entrada de la clase para hablar conmigo.

—Tú eres Isabella Hale, ¿verdad?

Parecía demasiado amable, el típico miembro de un club de ajedrez. Aunque me extrañó que supiera mi nombre

—Bella —le corregí

— ¿Dónde tienes la siguiente clase? —preguntó. Tuve que comprobarlo con el programa que tenía en la mochila.

—Eh... Calculo, con- mirase donde mirase, había ojos curiosos por doquier, y de nuevo me interrumpieron

—Voy al edificio cuatro, podría mostrarte el camino —demasiado amable, sin duda—. Me llamo Eric —añadió.

Sonreí con timidez.

—Gracias.

Recogimos nuestros abrigos y nos adentramos en la lluvia, que caía con más fuerza que esta mañana. Hubiera jurado que varias personas nos seguían lo bastante cerca para escuchar a hurtadillas. Esperaba no estar volviéndome paranoica esto de ser humana.

—Bueno, es muy distinto de Phoenix, ¿eh? —preguntó.

-¿Cómo…?

-Os oí hablar a Jessica y a ti- parecía avergonzado

—Ah… Si, la verdad mucho.

—Allí no llueve a menudo, ¿verdad?

—Tres o cuatro veces al año.

—Vaya, no me lo puedo ni imaginar.

—Hace mucho sol —le expliqué.

—No se te ve muy bronceada.

—Es la sangre albina de mi madre- volví a mentir. Espero que el Señor no me lo tome en cuenta

Me miró con aprensión. Suspiré. Pasamos junto a la cafetería de camino hacia los edificios de la zona sur, cerca del gimnasio. Eric me acompañó hasta la puerta, aunque la podía identificar perfectamente.

—En fin, suerte —dijo cuando rocé el picaporte—. Tal vez coincidamos en alguna otra

clase.

Parecía esperanzado. Le dediqué una sonrisa y entré

El resto de la mañana transcurrió de forma similar. Después de dos clases, empecé a reconocer varias caras en cada asignatura. Siempre había alguien con más coraje que los demás que se presentaba y me preguntaba si me gustaba Forks. Procuré actuar con diplomacia, pero por lo general mentí mucho. Al menos, no necesité el plano.

Uno de los chicos con el que había coincidido en la primera y tercera clase, Mike Newton, me acompañó hasta la clase de Historia de Hale… Parecía orgulloso de hablar conmigo y no cesaba de hablar y hablar, pero yo no le prestaba del todo atención. Estaba más concentrada en memorizar las rutas y, lo más importante, en fijarme ya por millonésima vez en un día donde estaba Edward, el chico de los ojos verdes soñadores.

Hasta un punto de la conversación sin cesar de Mike no le preste atención, hasta que empezó a hablar de algo más familiar para mi.

-¿Conoces al nuevo maestro de Historia?- le miré levantando una ceja. Iba a decirle que era mi hermano pero…- ¡Que idiota soy! Claro que no, si eres nueva. Estoy deseando, junto a todo el mundo, conocerle. Ya sabrás que los profesores primerizos son muy fáciles de dominar- ¡Ja!. ¿Jasper fácil de dominar?

-Ya bueno, yo- esto de ser interrumpida empezaba a ponerme los pelos de punta

-Isabella- la voz de mi hermano me sobresaltó. Mike lo miró extrañado pero al ver su vestimenta de maestro, y comprender que ya debería estar en el aula, salió disparado a clase dejándome sola con mi hermano- Veo que haces amistades deprisa. Recuerda-

-Ya sé, no establecer lazos fuertes. ¿Cuántas veces me lo habéis dicho ya?

-Solo te lo recordaba. Y ahora entra en clase y toma asiento

Le obedecí tal y como ya estaba acostumbrada, y sin fijarme de quien tenía de compañero cogí asiento. Jasper entró en el aula, mirando severamente a todos alumnos levantados, haciendo que por abstinencia se sentaran de inmediato. Se dirigió a su mesa y se sentó. Sin prisas sacó sus cosas y, tras colocarlo todo ordenado en su mesa, se levantó y escribió con una excelente caligrafía Señor Hale en la pizarra. Pude sentir la mirada clavada de Mike en mi espalda

-Buenos días. Como ya deben de haberse corrido los rumores, soy el nuevo profesor de Historia de su grado. Espero que por la simple razón de empezar este año se me trate con respeto. Ahora, por ser el primer día les dejaré la hora libre pero les aviso, mañana no tendrán tanta suerte- el suspiro de alivio en el aula se hizo palpable.

Una vez que Jasper se sentó, dirigí mi mirada por toda el aula y nada, no era mi día de suerte en la búsqueda del muchacho de ojos verdes

-Hola- una voz a mi lado me sobresaltó. Me giré y me encontré y me encontré con una chica de aspecto de duendecillo de facciones finas, un fideo. Su pelo corto era rebelde, con cada punta señalando en una dirección, y de un negro intenso. Era blanca como todos los de este pueblo. Tenía los ojos de un verde muy curioso, el cual me recordaba estrepitosamente al de Edward- me llamo Alice Cullen

Me quedé petrificada. Una Cullen, eso significaba que era compañera de Historia en la clase de mi hermano de su protegida, la cual era hermana de mi protegido

-Yo… Yo Isabella Hale, pero llámame Bella- dije nerviosa. Podía sentir a Jasper observarnos mientras sonreía de esa manera tan peculiar suya

-¿Hale? ¿Eres hermana del profesor de Historia?- preguntó maravillada

-Aja- fui incapaz de murmurar nada más

-Que suerte- le echó una mirada disimulada muy graciosa- Es muy guapo y parece simpático. Sabes, creo que seremos muy buenas amigas- Jasper si que iba a comerse sus palabras. "No seas amiga de mi protegida" Ahora veras. La sonreí

-¿Tú crees?

-¡Claro!. Y dime, ¿también la nueva enfermera es tu hermana?

-También- de repente me abrazó, y yo sintiéndome acogida se la devolví

-Siento si te asusté pero es que. No se como pero sé que seremos las mejores amigas. Te tengo que presentar a mis hermanos. Uno es uno grandote, el profesor de Educación Física, y él otro está en enfermería

De repente la preocupación me invadió y no dude en preguntarle sobre su estado

-¿Por qué?

-No es nada. Es que es muy patoso y hoy yendo hacía la puerta de entrada se ha caído con sus propios pies. Es increíble que luego sea tan ágil en el agua, o en cualquier otro deporte

-¿Es nadador?- asintió con una sonrisa- ¿Y ya ha salido de enfermería?

-No. Ahora le hubiera tocado Historia con nosotras- sonó tan bien que me incluyera- así que seguro que coge la escusa para saltarse las clases hasta el almuerzo

-Pero se perderá clases- la risa que intentó ocultar Alice me sobresaltó

-¡Ay Bella! ¿No sabes qué el primer día de clases es completa vagueza?- así que por eso no lo había visto en el aparcamiento

-Pero con el señor Varner…

-¿Te ha tocado Trigonometría? Normal que andes preocupada, pero no lo estés. El señor Varner es el más duro y siempre quiere meter miedo el primer día, aunque no lo consiga

-Ya- otra vez la campana sonó

Genial, la hora del almuerzo, sin duda mi preferida

Capítulo 2: Café Capítulo 4: Tres hermanos en el mismo instituto

 


 


 
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