It was you, Isabella.

Autor: Love_Carlisle
Género: Drama
Fecha Creación: 16/12/2011
Fecha Actualización: 23/02/2012
Finalizado: NO
Votos: 10
Comentarios: 36
Visitas: 12279
Capítulos: 11

Querido diario,

Hoy me he sentido muy extraña. Cuando me levanté por la mañana, todo estaba bien e incluso estaba feliz… mi madre se ha casado y es feliz. Estoy contenta por ella, pero a la vez me embarga una sensación de amargura cada vez que Phill le dice que se tiene que marchar. Ella se ve forzada a quedarse conmigo y no sé qué hacer. Últimamente he estado pensando que sería buena idea ir con mi padre, hace mucho tiempo que no le veo. A fin de cuentas, siempre he estado con Reneé y sé que probablemente le moleste la decisión que estoy pensando en tomar. Pero le quiero demasiado como para obligarla a estar conmigo, cuando sé que desea estar con él… también sé que me ama, es mi madre… pero el amor de una hija no se puede comparar con el que da un hombre, supongo. Y estos mareos tan repentinos. He preferido no decirle nada acerca de ellos… seguro se pasa.” -Bella.

 

"— ¿Y qué fue lo que te sucedió el otro día?

No podía dejar nuestra conversación así, a medias, sin lograr saber completamente lo que pasaba con ella. Miró al frente, con aparente tristeza y volvió a escribir.

—Falta de vitaminas —respondió.

Rechacé conformarme con eso.

—No creo que por simple falta de vitaminas te hagan tantos exámenes —dejé caer, reprendiéndome luego por ser tan imprudente. Quizá sí era cierto que ella no sabía nada, y sus padres debían tener un motivo lo suficientemente fuerte como para negarle el saberlo.

Clavó sus ojos chocolate en mí, crispada." -Edward.

 

"— ¿Una guerra? —exclamó Alice, levantándose de golpe. Intentó ver más allá de las palabras, pero no lo logró. Su poder no tenía tal alcance. Deseó que sí.

—He dudado si debía o no ponerme en contacto con los Vulturi, pedir una audiencia, ya sabéis… —dudó en su decir lo siguiente, temía que la tomasen por cobarde, pero tenía sus razones para no querer proceder, y eran respetables. —Vosotros sabéis nuestra postura para con los Vulturi. En principio no tenemos buena relación, y si tentamos a la suerte, puede que se decidan a terminar con nosotros al igual que lo hicieron con nuestra madre.

—Pero vosotros sois inocentes, no pueden hacer nada —Rosalie parecía frustrada. Tanya le simpatizaba, odiaba que tuviera que ser juzgada por un pasado que ella no había condicionado.

—Seré yo quien hable con Aro —dijo Carlisle, según lo previsto. Él tenía una buena relación con ellos, de modo que el único que podría intervenir a favor de Tanya era él." -Edward.

 

It was you, Isabella. Una lucha entre el amor, los principios y la lealtad. Una historia triste y conmovedora, que relata la lucha de una familia, por preservar su integridad, y dos jóvenes, que luchan por su amor... y por la vida eterna.

 

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Capítulo 3: Capitulo III. Ese algo que se apodera de mí, algo nuevo, algo mágico. ¿Qué será?

Capitulo III

Ese algo que se apodera de mí, algo nuevo, algo mágico. ¿Qué será?

Cada día que pasaba, acrecentaba más en mí el sentimiento de culpabilidad. Sabía que lo correcto era ir, hablar con ella y pedirle disculpas, pero ¿cómo hacerlo si al intentar volver a entablar una conversación, resultaría tan ofensivo como en la anterior? Tal vez lo mejor era dejar transcurrir los días y con ellos la aparente necesidad de obtener su perdón. 

Pero su indiferencia dolía casi tanto como mi garganta cada vez que ella estaba cerca. Sin mirarme, sin dirigirme la palabra y yo sin poder hacer algo para saber qué pensaba ella sobre mí. ¿Realmente me odiaba o sencillamente se limitaba a hacer como si no existía por propio instinto? Sí, seguramente se trataba de eso.

Siempre la observaba mientras hablaba con otros, brindándoles toda su atención, sin condiciones, encontrando una respuesta adecuada. Nunca respondía sin antes pensar en lo que iba a decir, detenidamente; no supe si por ser una persona especialmente calculadora o porque ella era así, consecuente con sus palabras. Como si algo de lo que dijese, si no lo decía de según qué forma, pudiera herir los sentimientos de alguien. Deseché cualquier especulación sobre su carácter, pues puede que me estuviera formando una opinión equívoca de su persona. Ni siquiera podía entrar en su mente y saber… eso facilitaría las cosas. S

Si hubiera sabido en lo que ella pensaba cada vez que enredaba los dedos entre su cabello, en cada gesto de aparente exasperación, en cada una de las veces que parecía tan sumamente cansada y bostezaba de sueño. 
Me llevó un tremendo susto cuando un día, mientras estábamos en la clase de trigonometría ella casi se cae dormida con un bolígrafo en su boca. Habíamos hecho un ejercicio de preparación para los exámenes y el profesor había hecho especial hincapié en separar nuestros asientos lo máximo posible. No quería que nadie copiase, pues así sabría al revisar los ejercicios quién estaba verdaderamente preparado para examinarse y quién no. Bella fue la primera de la clase, aparte de mí, en acabar los ejercicios. 
No dejaba de bostezar y empecé a verla más decaída a medida que avanzaba la media hora que nos quedaba, fue entonces cuando su mano flaqueó y dejó caer su cabeza, que estaba a punto de colisionar contra su pupitre. Hubiera sido gracioso de no ser por el bolígrafo en su boca. 

Eso fue lo que realmente me molestó de todo. Su imprudencia.

Miró a todas partes, detenidamente, con las mejillas en carne viva. A lo lejos sentía cómo su corazón bombeaba más sangre de la habitual. El monstruo en mí se revolvió del deseo, pero le ignoré, realmente fastidiado por su negligencia. ¿Es que no se daba cuenta de lo insensato de su acción? Me pareció un gesto infantil, desatinado para alguien de su edad. Deseé poder ir hasta ella y reclamarle, pero me limité a reprenderla en mi cabeza, observando su sonrojo y el suspiro de alivio que dejó escapar entre sus dientes una vez se dio cuenta de que nadie se había enterado de lo sucedido. 

El resto del tiempo que pasé observándola tanto con mis propios ojos, como a través de los ojos de los demás no dejó de traerme buenas nuevas de ella. Llegué a la conclusión de que era una persona especialmente patosa. Siempre encontrando un obstáculo con el que tropezar, dejando caer sus libros, llamando la atención sin quererlo. Mordiéndose los labios para no dejar que nadie viera cuándo realmente se había hecho daño; eso también llamó mi atención. Bella, como me había acostumbrado a llamarla a través de tantos días observándola en la mente de los demás, era de ese tipo de personas que prefería sufrir en silencio, por tal de no llamar la atención. 
Quizá ella sufría al estar en este sitio, tan alejada de su madre, pero no lo dejaba ver porque era así. Incluso cabía la posibilidad de que ella conociera el verdadero motivo de sus repentinos desvanecimientos, y aun así prefería no decírselo a nadie. Porque no quería la compasión de nadie, porque ella era de ese tipo de personas… 

Deseé ser alguien de confianza, ese a quien ella pudiera confiarle todo, para así tener el completo acceso a su mente. No quise poder leer lo que había en ella, si no que fuera Isabella quien me diera el permiso. Entrada directa y exclusiva… pero todo lo que tenía de ella era su rechazo. 

Decidí, con una determinación nunca antes tomada por mí, que debía pedirle disculpas por mi comportamiento tan descortés. No es propio de un caballero inmiscuirse en los asuntos privados de una dama, mucho menos si no se la conoce lo suficiente como para asumir la confianza que comporta una confesión de esa magnitud. Decía pedirle perdón y lo intenté; formulé miles de frases y formas de decirle cuánto sentía haber sido tan imprudente con un tema tan delicado. Tendría que haber pensado mejor en ese momento el qué preguntarle; ella no me conocía, por lo cual no tenía un motivo para decirme lo que yo quisiera saber. 
Me acerqué, cada día, pero siempre encontraba una excusa para no llegar a su lado. De todas formas, solía estar rodeada de amigos con los que hablar, compañeros mejores que yo con los que compartir sus secretos, en los que confiar.

¿Acaso de verdad me creía lo suficientemente bueno como para merecer que ella me confiase algo? Ni siquiera yo podía confiar plenamente en mí cuando estaba cerca de ella. Temía que en un segundo el monstruo se apoderara de mi cordura, haciendo que acabase con ese deseo que me quemaba la garganta. Por eso, tantas veces como me acerqué, deseché la idea por miedo a que mi autocontrol no fuera suficiente para mantenerla con vida; a cambio, pasaría el resto de mis días a su lado observando desde lejos cómo los demás hacían algo por ganársela. 

Incluso Jesicca con sus triviales conversaciones parecía llamar su atención más que yo. Isabella parecía tan buena amiga que era capaz de aconsejarla sobre situaciones en las que, a legua, se veía que no tenía la más mínima experiencia; pero ella hablaba a través de lo que había vivido su madre. Lo decía, y era penoso darse cuenta de cómo yo me llegaba a enterar de todo, pero ella lo decía. Siempre que hacían hincapié en su increíble facultad de consejera, decía que era su madre quien le había enseñado todas esas cosas.

Un día Mike Newton se acercó a ella antes de iniciar la clase de biología, como de costumbre. Mike siempre iba acompañado de pensamientos insoportables sobre ella. Me molestaba su cercanía, pero sólo porque él pensaba que Bella caería en sus juegos como las demás chicas. Por mi experiencia espiando cada uno de sus movimientos, podía afirmar sin dudas que ella no tenía ni punto de comparación. Era como su aroma, tenía su propia esencia. 

—Bella —dijo, dubitativo; no sabía cómo abordar el tema de forma que no quedase como un ególatra, pues era lo suficientemente observador como para darse cuenta de que esas cosas no iban con ella, pero no tanto como para enterarse de que, las atenciones que ella tenía con él, se debían a que era una persona demasiado amable como para ignorar sin contemplaciones los estúpidos temas que abordaba—, tengo que contarte algo —empezó con su mentira. — ¿Puedo confiar en ti?

Ella fijó sus ojos chocolate en él, dándole toda la atención que a mí se negaba a dirigirme. Me revolví en mi asiento, furibundo. De modo que él sí podía dirigirse a ella, con mentiras, ¿y yo no? Mis intenciones eran completamente distintas a las de ese chico, a pesar de que yo fuera un monstruo que la asediaba, deseoso de su sangre.

— ¿Por qué no? —dijo ella, brindándole una cálida sonrisa, dándole pie, dándole su confianza. 
—Tienes razón… Es que no sabía a quién contárselo —Mike un horrible actor, incluso yo, que no estaba frente a él como ella me daba cuenta. Esperaba que fuera lo suficientemente lista como para saber que le estaba mintiendo. —Verás, es que hace un tiempo que conozco a una chica y me gusta mucho y bueno… me gustaría invitarla a salir algún día…
—Pues adelante Mike —volvió a regalarle otra de sus sonrisas. Parecía alegre; me pregunté lo estaba porque el que Mike hubiera encontrado alguien en quien centrar su atención, significaba un gran alivio para ella… o simplemente porque tenía conocimiento de ser ella a la que el muchacho pretendía. Eso me molestó.
— ¿Enserio? —él parecía emocionado; había considerado mi segunda opción. — ¿Crees que debería invitarla a salir? 
—Pues claro, estoy segura de que ella te va a corresponder —me di cuenta de que parecía demasiado tranquila como para asumir que era ella a quien él se refería. 

Mi, ya lejana, experiencia al entablar una conversación con ella me había hecho llegar a la conclusión de que era una persona que llevaba sus emociones escritas en la frente. Entonces, no correspondía a sus sentimientos. Me burlé de los pensamientos victoriosos de Mike.

—Sí ¿por qué no? —exclamó él, emocionado. 
—Adelante Mike, estoy segura de que Jessica estará muy contenta de que la invites a salir —finalizó ella, acariciando con sincera alegría, tirando sus esperanzas por el suelo.
— ¿Jessica? — "¿por qué piensa que es Jessica?" 
—Sí, claro… —dudó. —Porque es ella la chica de la que me hablas ¿no? 

Intenté leer el significado de la expresión de la chica. Sí, era vergüenza. Había metido la pata al descubrir que a Mike le gustaba Jessica.

—Bueno… —Mike no supo qué sería mejor. Jessica no le desagradaba, por lo cual ¿para qué ponerse en ridículo, si ella le había dado una salida de aquél aprieto? 
—Mike lo siento… cielos, acabo de meter en un lío tremendo a Jessica —se llevó la mano a la frente, ciertamente molesta consigo mismo. Empezó a darse golpes. 
—No —intentó arreglar Mike —, si tienes razón… ¿entonces le gusto a Jessica?

Ella le miró, confundida por su repentino cambio de actitud. Pasó de la preocupación al desconcierto. 

—Bueno, en realidad debería ser ella quien te lo dijera. No soy quién para decirte algo sobre sus sentimientos, de modo que si quieres saberlo tendrás que preguntárselo por tus propios medios. 

Él asintió, no sabiendo si sentirse aliviado por haberlo arreglado, o decepcionado por sus sentimientos no correspondidos. 

—Tienes razón…
—Sé atento con ella —dijo entonces. —Necesita un poco de confianza en sí misma, así que no le vendría mal que la halagues. Estoy segura de que será más que suficiente. 

Bella, sin tener ni la más mínima idea, había emparejado a su amiga con el peor de los canallas que podían existir. Quise levantarme y partirle la cara por haberle mentido, también porque estaba seguro de que iba a romper el corazón de otra chica inocente, pero lo que realmente me había molestado era el que hubiera traicionado la confianza que ella tenía en él. La chica había cerrado los ojos y le había brindado la mano sin pensarlo y él se no dudaba ni un ápice al mentirle. 

El resto de la mañana transcurrió con la parodia de Mike Newton como centro de atención. En el comedor, me dirigí en conjunto con mis hermanos al mismo sitio de siempre. Nadie se atrevía a quitarle el puesto a los Cullen, era como una zona reservada. Me senté allí, esperando a que llegara el objeto de mi atención. No tardó en acudir a mi llamada. 

“— ¡Edward, decídete ya, me tienes mareada! “—exclamó Alice, entablando una conversación privada.
“—No tengo nada que decidir” —mentí. Pero aún consideraba el acercarme a ella.
“—Entonces ¿por qué no dejo de verte corriendo detrás de ella, como un perrito faldero, para que despeje todas tus curiosidades? Es su vida Edward, déjala… No puedes pretender tenerlo todo, incluso lo que no está a tu alcance. Si no puedes leer su mente, es porque ella no te incumbe.” 

Era demasiado duro pensar así, aunque fuera cierto. Ignoré las reprensiones de Alice por mi propia salud mental, y busqué a Jessica para verla. Dentro de ella no encontré indicio de emoción, sólo envidia y recelo con Bella. Al parecer Lauren, una compañera y amiga, le había contado que Mike y Bella habían estado hablando sobre algo de salir juntos. Obviamente, había manipulado toda la información por falta de ella. 

—Bueno y ¿qué vais a hacer este fin de semana? —preguntó, buscando así que Bella le confirmara sus equívocas sospechas.
—Pues yo estudiar —respondió Angela Weber, una chica bastante tímida y con un mente tan clara y serena, como un mar en calma. Era la chica más sincera que conocía, aparte de aquella cuyo completo conocimiento se me escapaba. Aún tenía mis dudas acerca de eso.
—Yo creo que haré lo mismo —secundó Bella—, aún estoy muy retrasada con algunos apuntes y quiero tenerlo todo listo para cuando llegue la tanda de exámenes.

Jessica dudó si soltarlo, pero volvió a pensar en que Bella le resultaba la tipa más falsa del mundo y reunió las fuerzas suficientes.

— ¡Qué raro! —ironizó, con malicia. —Yo creí que ibas a salir con Mike.

Bella le miró fijamente. Hallé ofensa y sorpresa en su expresión.

— ¿Quién te ha dicho semejante disparate! —supuse que rió por no llorar. Su cara cambió en distintas tonalidades del rosa al rojo.
—No sé, todo el mundo lo comenta —mintió. —Dicen que estáis juntos, que lo habéis hablado hoy todo…

Escuché a Bella soltar una poco sonora carcajada. 

—Jessica eso es completamente falso —aun reía—. Mike y yo hemos hablado, eso es cierto, pero creo que todas las personas hablan entre sí… 

Hizo una pausa, pensé que iba a confesarle lo que Mike le había dicho para defenderse, pero para mi sorpresa no lo hizo. Descubrí, fascinado, que ella prefería cargar con la culpa de algo totalmente falso, por no delatar a su amigo. 

—Es más, él y yo sólo somos amigos, al igual que lo es tuyo y lo es de Angela… no le encuentro lógica, enserio… —añadió, trabándose a veces por ser ese el discurso más largo que había dado en varios días. —Yo sé que él te gusta, no hace falta que me lo digas, lo sé por cómo le miras y reaccionas cuando está él. Entonces ¿cómo iba yo a salir con él sabiendo eso? Es más, Mike no me gusta, no porque tenga nada en contra de él, es mi amigo y yo no quiero tener ningún tipo de relación con nadie.

Se levantó de su sitio, avergonzada y lo que vi en su cara también parecía decepción. Angela la siguió, no sin antes disculparse con Jessica y decirle lo injusta que había sido. Ella se limitó a pensar en lo melodramática que le había resultado la situación. 
Me vi yendo hasta ella, para devolverle con dolor todo el daño que le había hecho a Isabella, pero me lo impidieron la decena de jóvenes que estaban en la sala, y ese nuevo sentimiento que había aparecido tan repentinamente en mí.

Quería ir hasta Bella, y aliviar su dolor. Prohibirle que se acercara a Jessica, llevarla lejos, a un lugar donde nadie pudiera hacerle daño. Pero me dolió darme cuenta de que ni aun así podría salvarla; no mientras yo fuera una de sus condenas.

Aquella tarde, nada más llegar a casa, huí de los pensamientos de toda mi familia. 

Alice pensaba en lo egoísta de mis reiteradas decisiones, a pesar de que nunca las llevaba a cabo, mientras que Emmett me repetía una y otra vez que dejase de intentar acercarme a la chica, pues Rose estaba empezando a enfadarse de verdad. 
Me alejé lo más que pude de aquel lugar, en donde nadie parecía entenderme, internándome en el bosque para perderme en su tranquilidad, en la brisa que me arropaba con su manto, disolviendo todo indicio de vida cercana a mí.

Corrí, sin saber a dónde me dirigía, sin fijarme un destino. Me gustaba hacerlo, sentía que de esa forma podía ser libre, que sólo así podía ser quien era, sin repudiarme por ello. Me detuve cuando llegué allí, cerca del sitio al que menos debía ir y mis músculos se tensaron por completo. No debía estar allí, por ello volví, recogiendo mis pasos y sintiendo la lejanía hacer mella en mí. Destruía toda la fuerza de voluntad… pero logré escapar de la curiosidad que me embargaba cada vez que estaba cerca de ella. 

No sólo se trataba del suplicio que suponía para mí estar cerca de ella sin lanzarme sobre su cuello, para beber del caudaloso torrente que me llamaba… también se trataba de esas ganas de saber lo que le sucedía y lo frustrante que era no poder leer su mente y saber si todas mis conjeturas eran ciertas. Sería mucho más fácil mantenerse alejado de alguien si sus pensamientos pudieran confirmarte que, realmente, no es alguien digno de tu atención. Y de serlo, podría acallar mis ganas de saber tan sólo con escucharla desde lejos, sin cambiar las posibilidades de su destino en cada cercanía. Me adentré por la ventana abierta de mi habitación con toda intención de no ser visto por mi familia.

Tenía la ropa completamente empapada por la lluvia, y me deshice de ella para darme una ducha de agua caliente. Quería sentir algo, aparte de esa incertidumbre que me hacía querer ir donde ella y quedarme allí, mirándola fijamente hasta que mis poderes surgieran algún efecto. Maldita humana, que cambiaba todos mis días de letargo, por un infierno más tortuoso. 
Salí de la ducha más relajado, pensando en mil y una soluciones y todas me llevaban al mismo puerto. Tenía el deber para con mi familia de irme. Era consciente de que Esme, siempre tan cariñosa y dispuesta a mantener a su familia unida, jamás me daría un sí por respuesta, pero más valía yo que el resto de sus hijos lejos.

—Carlisle ¿puedo hablar contigo? —dije, sorprendiendo tanto a mi madre como a Carlisle con mi repentina irrupción en su despacho. 
¿Dónde habrá estado? Menos mal que no se ha decidido irse. Edward, no te vayas por favor —me rogó Esme, entendiendo mis intenciones. En ese momento necesitaba hablar con Carlisle, un punto de vista más imparcial de toda la situación. Él siempre sabía qué decir y, hasta ese momento, había decidido tomar decisiones por mi cuenta, quizá, por miedo a represalias debidas a mi comportamiento.
—Toma asiento hijo —se apresuró en decir él. Me interné en su mente, rompiendo mis propias reglas que rezaban que el respeto a mi familia era fundamental, para así poder saber qué era lo que pensaba. Tenía la mente completamente en blanco. —Dime, ¿cuál es el problema?
—Yo… —quería encontrar las palabras adecuadas—, primero de todo, me gustaría pedirte disculpas por mis evasivas.
—No hay problema con eso. Sabes que siempre he respetado tanto tu intimidad como la del resto de tus hermanos —estaba siendo completamente sincero. Espera a que yo fuera quien le buscara por real necesidad. No le agradaba ser indiscreto. —Claro que si tienes algo que decirme, cuando lo desees estoy dispuesto a escucharte.

Su hubiera habido sangre en mi sistema circulatorio congelado, muy probablemente mi rostro estaría rojo de la vergüenza. Sólo sentí incomodidad y lo propio: vergüenza. 

—La chica, Isabella Swan —empecé—, como ya sabes, me está causando muchos problemas y no quería precipitarme a tomar una decisión… —me interrumpí, para mirarle y buscar respuestas en su mente y semblante.
—Comprendo —continuó él, quitándome la carga que suponía para mí seguir tratando un tema tan desagradable y bochornoso—, en ese caso sea cual sea la misma deberías seguir adelante con ella. 
—No entiendo —añadí, sorprendido por su respuesta tan escueta—. Quieres decir que
¿estás de acuerdo con que decida irme y huir? —quizá lo que buscaba era que él me dijera que tenía la fortaleza suficiente para seguir con esto… tal vez sólo deseaba que él me confirmara con sus palabras tan sabias que mi deseo de quedarme era tan respetable, como el tomar la decisión de irme…
—Edward, no se trata de huir, hijo —cada vez me sorprendía más la claridad y transparencia de sus palabras—. Se trata de que si prefieres no tener que enfrentarte a un problema de tal magnitud, es completamente respetable y hasta honesto que te marches —muy a pesar del disgusto que se vaya a llevar tu madre…”.
—Entonces consideras que debía haberlo hecho desde el principio…
—Lo que considero que es que has sido muy valiente y considerado al no dar rienda suelta a tus instintos —se levantó de su sillón y caminó hacia el que había contiguo a mí, para sentarse. Me puse de pie antes de que llegase. —Verás, Edward… ya es de por sí difícil tener que acarrear con el suplicio de vivir de otra manera, muy a pesar de lo que está acoplado a ser quienes somos. Pero decidimos vivir así por respetar vidas que son casi similares a nosotros. Si no fuera por esta vil casualidad… nosotros podríamos estar llevando vidas humanas, pero el habernos cruzado con esto… no nos da ningún derecho a arrebatarle la oportunidad de seguir a alguien más. Digamos que lo que te ha ocurrido a ti es que necesitas su sangre más que cualquier otra cosa, y eso se añade a nuestra condición de vida. Has sido fuerte y decidido hasta el día de hoy, por lo tanto no soy quién para reprocharte nada. Me has demostrado lealtad y, sobretodo, que eres lo suficientemente fuerte como para enfrentarte a una situación de cualquier magnitud. —Puso su mano en mi hombro, en un gesto que me reconfortó, pero sólo en cierto modo. —Emmett vino a mí para decirme que era algo completamente imposible de evitar, pero sólo confirmó lo que yo ya sabía. Y a pesar de todo esto que te he dicho, creo que ya sabrás que me gustaría decirte que te quedes, que confío en que vas a ser lo suficientemente fuerte, pero a partir de aquí eres tú el que decide si serlo o no.

Le miré, intentando encontrar las palabras para decirle que había algo más en todo aquello. Pero tenía miedo, nuevamente, de decepcionarle por mi nueva condición de merodeador. No sólo deseaba la sangre de la chica, sino que también quería saber de ella.

—El caso es que hay algo que me inquieta y es lo que ha impedido que me vaya —logré decir, por fin. —No puedo leer su mente.

Carlisle me miró, extrañado. Se llevó la mano a la barbilla, pensativo, y comenzó a caminar por la habitación, meditabundo.

—Curioso —articuló, en un murmullo casi inaudible. —Además de llamarte con su sangre, despierta tu curiosidad… 
—Digamos que he ido en un par de ocasiones a su casa —no estaba muy convencido de decirlo, pero finalmente, debía contárselo todo si quería su ayuda—, he intentado internarme en su mente y es como si no hubiera nada en ella. 
— ¿Nunca antes te había pasado? —quiso saber.
—Jamás —respondí.
— ¿Hay algo raro en ella? —inquirió—. ¿Algo destacable, que te llame la atención aparte de todo eso?
—Aparte del complot que parece haber contra su integridad moral y física, no —me reí, recordando la de veces que había tropezado, para después mirar a su alrededor, comprobando que nadie la había visto hacer el ridículo.
— ¿A qué te refieres con eso? 
—Ella siempre tropieza, además, tiene una capacidad para despertar mis deseos por su sangre que a veces llega hasta límites insospechados. Es como si cada vez que le sucede algo lo llevase escrito en la cara, en forma de sonrojo o cualquier gesto que provoca mi interés alimenticio…
—Pareces interesado en muchas cosas más —añadió Carlisle, en apariencia, sorprendido por todas las cosas que yo sabía de ella.
—Creo que está enferma —añadí, para quitarle hierro al asunto. —En una de las ocasiones que fui a su casa escuché que el jefe Swan hablaba con la madre de la chica sobre algo que tenía que ver con ella. Además, siempre la están examinando.
—Nunca he visto al jefe Swan por el hospital. Seguramente vayan hasta el hospital de Port Angeles, pero no le veo la lógica, podrían ir a este —Carlisle seguía pensando. —En todo caso Edward, si decides irte, ya sabes que tienes mi apoyo y ayuda para convencer a tu madre de que es lo correcto aquello que tú decidas. En lo de la chica, me temo que no puedo solventar tus dudas si no tengo acceso a su historial médico, además de que ella tiene total derecho a intimidad, y eso no se lo puedes negar.
—De todas formas, ya tiene mucha más de la que nadie más puede gozar en mi cercanía —dije, con amargura. 

Carlisle se acercó nuevamente a mí.

—Hijo, si hay algo que te caracteriza, eso es tu sensatez. Haz lo que creas conveniente, pero recuerda que esa chica tiene derecho a vivir. Nuestra principal regla es respetar a la vida. No tengo más que añadir.

Capítulo 2: Capitulo II. Alejarme de ella, esa es la mejor opción. Capítulo 4: Capítulo IV. El incidente.

 
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