La Amante (+18)

Autor: lien
Género: Romance
Fecha Creación: 09/12/2011
Fecha Actualización: 21/02/2012
Finalizado: NO
Votos: 5
Comentarios: 6
Visitas: 17572
Capítulos: 11

Cuando Bella Swan descubre que su querida tía es víctima de un chantaje, traza un plan temerario: hacerse pasar por la amante del Conde de Cullen, un famoso noble supuestamente muerto. Pero Edward Masen, el célebre Conde, no solamente está vivo, sino que además es un caballero terriblemente seductor. Un tipo que, en su afán por conquistar el mayor número de mujeres, puede llegar a comportarse de forma imprudente y sin respetar las mínimas reglas del decoro. Precisamente, una circunstancia fortuita hará que la recién transformada Bella Swan y el sensual Conde se encuentren frente a frente en una elegante fiesta. La intrépida simuladora tendrá que enfrentarse a la inesperada amenaza de su corazón... porque el Conde, fiel a sus principios, intentará poseerla en cuerpo y alma.

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Capítulo 3:

Capítulo 3

 

 

-Supongo que tendrá algunas preguntas que hacerme, mi lord.

-Ya que usted lo menciona... -Edward se acomodó en su asiento. Observó cómo Bella estaba sentada con su espalda muy erguida, cómo se alisaba la pluma blanca que le adornaba el cabello y cómo agitaba inquieta la falda de su vestido.

-Es lo que estaba esperando y las contestaré complacida -dijo ella-. Pero primero deseo darle las gracias por no haber descubierto el juego hace unos momentos. Tengo plena conciencia de que usted debe de haber encontrado toda esta actuación un tanto extraña.

-Todo lo contrario, señora Swan. Se lo aseguro, la encontré ciertamente fascinante.

Bella sonrió y Edward se sintió por un momento transfigurado. De pronto se dio cuenta de cómo había cautivado ella a la mayoría de sus conocidos.

-Sabía que usted querría descubrir de qué se trataba todo esto. -Los vívidos ojos verdes de Bella mostraban una expresión de satisfacción-. Estaba segura de que usted se comportaría de una manera inteligente, perceptiva, coherente y astuta sin hacer nada precipitado hasta que no hubiera investigado la cuestión a fondo.

-Aprecio la confianza que me tiene. Le aseguro, sin embargo, que también poseo suficiente inteligencia como para que sus encantadoras palabras no me distraigan completamente del asunto que estamos tratando.

Bella se sintió sorprendida.

-Pero yo no lo estoy adulando, señor. Creo cada una de las palabras que le he dicho. He hecho un profundo estudio de su naturaleza y he llegado a la conclusión de que usted posee una gran inteligencia.

Edward la miró, por un momento, sin saber qué decir.

-¿Admira usted mi inteligencia?

-Desde luego que sí -dijo ella con genuino entusiasmo-. He leído todos sus escritos de El depositario técnico y científico, y me sentí de lo más conmovida. El que trata sobre el potencial de la máquina de vapor me pareció particularmente muy inspirador. Sin dejar de lado su propuesta sobre la trilladora mecánica, que también resulta sumamente interesante.

-Maldición.

Bella se sonrojó.

-Le confieso que no tengo mucho conocimiento sobre temas técnicos y mecánicos. Personalmente, soy una estudiosa de las antigüedades clásicas. La mayor parte de mi tiempo la dedico a ese campo de estudio.

-Ya veo.

-Pero me complazco en decir que pude llegar a entender la mayoría de los principios mecánicos sobre los que usted habla en sus escritos. Usted escribe muy claro, mi lord.

-Gracias. -Se había precipitado cuando dijo que poseía suficiente inteligencia como para no caer víctima de la adulación, pensó Edward con ironía. Por un momento se sintió extasiado. Jamás ninguna mujer había mostrado admiración por sus escritos sobre ciencia y técnica, y menos aún por su inteligencia.

-Escribió además una obra bastante instructiva sobre técnicas de construcción que me despertó especial interés -continuó Bella. Dicho esto se lanzó a recitarle los puntos más significativos del artículo.

 

Edward la escuchaba maravillado. Se acomodó contra el respaldo de la esquina de su asiento de terciopelo negro, cruzó los brazos y estudió el rostro de Bella a la pálida luz de la lámpara del carruaje.  Quien quiera que fuera la mujer que había esperado encontrar en el salón de los Stanley, reflexionaba Cullen ahora, no era desde luego Bella Swan.  Charles Trescott se había equivocado cuando quiso dar a entender que esta viuda aventurera representaba una parodia de castidad y pureza con su inclinación a vestirse con virginales atuendos blancos.

Bella Swan, de alguna manera, se las arreglaba para dar la impresión de que su virtud intachable e inmaculada era real. Todo en ella resultaba claramente desconcertante. El efecto que producía no sólo lo lograba con aquel atuendo de vestido, guantes y zapatos de angelical blancura, sino que sus virtudes parecían emanar de la profundidad misma de su ser.

 

Había algo en su mirada clara, inteligente, directa, en su cautivadora nariz y en aquella boca suave y gentil que hablaban de virtud. Tenía el cabello del color de la miel oscura. Aunque no poseía una gran belleza, se trataba para Edward de la mujer más interesante que jamás había conocido.  Tenía además un tentador aire de sensualidad muy femenina, a pesar de que no había decidido enfatizarlo con su manera de vestir. El corte de su vestido era sorprendentemente sencillo. Otro toque inteligente, tuvo que aceptar Edward en su interior. La imaginación de un hombre era una herramienta poderosa e Bella sabía cómo hacer uso de ella.  Las curvas de los pechos de Bella, pequeños, altos y redondeados, no desbordaban el corpiño de su vestido. Estaban cubiertos con discreción por volantes de seda blanca. Esos pechos no estaban hechos para ser acariciados con crudeza, pensó Edward, sino que habían sido creados para un conocedor de objetos finos, para un amante con las manos delicadas y sensibles de un artista.

Distraídamente flexionó sus propias manos toscas y curtidas. El hecho que poseyera esas manos no significaba que no le gustara tocar objetos finos y delicados.

 

Bella era pequeña y delgada. Las faldas de su vestido de talle alto caían en cascada sobre su cintura claramente menuda. La vaporosa seda casi no disimulaba la embriagante forma femenina de sus caderas y sus muslos redondeados. No era de extrañar que hubiera capturado la fantasía de tantos hombres, pensó Edward. Estaba claro que ahora ella atraía toda su atención. Se sentía intrigado por la misteriosa señora Swan, más de lo que se había sentido hacia otras mujeres, por más que tratara de recordar alguna de ellas.  Además, de pronto, se dio cuenta, de que se sentía algo excitado por la presencia de aquella mujer. Sentía en su masculinidad el sordo dolor que su deseo despertaba. Quizás esto no era de sorprender. Hacía ya cuatro meses que no tenía una relación íntima con una mujer, e Bella había estado en su mente durante los dos últimos días. Durante todo el tiempo que duró su viaje de regreso a Londres no había pensado en otra cosa que no fuera en su amante desconocida.  Se le ocurría ahora a Edward que si se hubiera propuesto encontrar una nueva amante que despertara todo su interés, no podía haber encontrado nadie mejor que Bella Swan.

 

-Perdón, mi lord -dijo Bella, obviamente turbada por el largo comentario que había hecho sobre su artículo-. Espero no estar aburriéndole. Hablo como si usted no estuviera perfectamente familiarizado con sus propias teorías referentes al uso de pilotes de madera en las bases de una construcción.

-Tal vez deberíamos volver al tema principal que nos preocupa -dijo Edward ocultando su emoción-. Pero primero debe darme su dirección, para que pueda instruir a mi cochero.  Bella se aclaró la voz.

 

-¿Mi dirección?

-Sería útil, teniendo en cuenta el hecho de que es mi intención en este momento acompañarla a su casa.

-¿De veras que lo hará?

-Dado el papel que usted ha hecho creer a todo el mundo que yo juego en su vida -dijo Edward- me parece que lo más natural es que la lleve a su casa después del baile.

-Pero...

-Es eso lo que se espera -enfatizó Edward.

-¿Usted está muy seguro de que eso es lo normal en este caso?

-Totalmente seguro.

-Oh. -Bella se mordió el labio inferior, mientras consideraba por un instante el asunto. Por fin, tomó la decisión-. Muy bien. Vivo en una casa de la ciudad, en Morning Rose Square, número cinco.

Edward se mostró ligeramente interesado al saber ese detalle.

 

-Morning Rose Square hace poco que terminó de construirse, ¿no es así? El arquitecto hizo un trabajo soberbio al combinar elementos clásicos con un diseño cómodo y adaptado al clima inglés. Las casas están bien construidas y se vendieron rápidamente, si mal no recuerdo.

 

Bella se mostró sorprendida.

 

-Parece que sabe mucho del tema.

-El proyecto despertó mi curiosidad, ya que generó dinero. -Edward se levantó y golpeó la trampilla del carruaje-. No se hacen grandes inversiones de ese tipo. He conocido a personas que se embarcaron en ese tipo de aventuras financieras y que terminaron en la bancarrota.

La trampilla se abrió.

-¿Sí, señor? -preguntó el cochero.

-Morning Rose Square, Seth, número cinco.

-Muy bien, señor. -Seth dejó que la trampilla volviera nuevamente a su sitio.

Edward volvió a sentarse en su asiento.

-Tal vez deberíamos concentramos ahora en sus explicaciones, señora Swan.

-Sí, por supuesto. -Bella enderezó los hombros-. ¿Por dónde empezamos? Primero, permítame decirle lo terriblemente aliviada que me siento al descubrir que usted está vivo, mi lord.

Edward la estudió por un momento con los ojos entrecerrados.

-Usted mencionó algo por el estilo en el salón de los Stanley. ¿Tenía alguna duda al respecto?

-Oh, sí. Una terrible duda. Supusimos que lo habían asesinado.

«¿Asesinado?», se preguntó a sí mismo si no se había topado con una loca.

-Exactamente, asesinado. Ésa fue la razón por la que yo decidí tomar la desesperada medida de hacerme pasar por su amante.

-Y dígame, ¿quién cree usted que es el responsable de mi muerte? -preguntó con frialdad Edward-. ¿ Alguno de sus amigos íntimos?

Ella lo miró impresionada.

-Por supuesto que no, mi lord. ¡Oh, Dios mío, esto es tan complicado! Le aseguro que yo no tengo la clase de amigos que serían capaces de cometer un crimen.

-Me siento aliviado al oír eso.

-Mi tía Esme es un poco exagerada por naturaleza y mi prima Alice es un poco depresiva, pero puedo asegurar que ninguna de ellas jamás asesinaría a nadie.

-Tomo su palabra, señora Swan.

Bella suspiró.

-Me doy cuenta de que todo esto debe ser extremJasperente confuso para usted.

-Haré todo lo que pueda para comprenderlo. Tal vez mi excelente inteligencia me sea de alguna ayuda.

Ella le dedicó una brillante sonrisa de aprobación.

 

-Dadas las circunstancias, usted lo está haciendo muy bien, mi lord.

-Yo había llegado a idéntica conclusión.

Bella se sobresaltó por el sarcasmo de aquella contestación.

-Ah, sí. Sí, desde luego. Bueno, entonces, digámoslo de una vez. Nosotros creímos que el chantajista lo había matado.

-¿Chantajista? Esto parece más absurdo todavía. ¿Qué chantajista?

Aquello le dio a Bella la oportunidad de hacer una pausa.

-¿Usted me quiere decir, señor, que no está siendo presionado por un chantajista?

Esa pregunta le irritó.

-¿Le parece que soy la clase de hombre que cedería ante un chantajista, señora Swan?

-No, por supuesto que no, mi lord. Y es por ello que creí que lo habían asesinado, porque usted rehusó pagar.

-Continúe, señora Swan -le ordenó Edward sin emoción-. Tiene bastante todavía que explicar para que esto quede aclarado.

-Mi tía recibió una nota de ese villano que nos informaba que lo había matado a usted para que sirviera de lección a otros que se negaran a pagar. La nota daba a entender que era sólo una cuestión de tiempo que la sociedad se diera cuenta de que usted no se encontraba pasando un mes en una de sus propiedades, sino que, en realidad, había desaparecido para siempre.

-¡Dios mío!

-Bueno, debe admitir que justo usted desapareció de la vista en el momento culminante de la temporada social, señor. Lo que no deja de ser inusual.

-Me encontraba en la propiedad que poseo en Yorkshire -respondió Edward-. No en la fosa oscura de una tumba sin nombre. Señora, esto es ridículo. Ya he tenido bastante de este juego. Quiero saber la verdad y deseo saberla antes de que lleguemos a Morning Rose Square.

Bella frunció el ceño.

-Lo que intento es relatarle la verdad, señor, no hay necesidad de ser grosero por su parte. Ahora, le pido que tenga la amabilidad de no interrumpirme. Tal como le he dicho, mi tía tenía todas las razones para creer que usted había sido asesinado, y que si no cumplía con las demandas del chantajista, ella sería la siguiente víctima.

-¿Ha pagado algo al chantajista? -le preguntó exigente Edward.

-Naturalmente. Estaba bastante asustada. Yo me enteré de todo el asunto un día después de que realizara el pago. Acababa de llegar a Londres después de un viaje de un año por el continente. Mi prima Alice vino conmigo. Visitamos a la tía Esme y descubrimos la tragedia que estaba viviendo. De inmediato, inventé un plan para encontrar al chantajista.

Edward ahora se sentía más que asombrado.

-¿Esperaba usted encontrarlo haciéndose pasar por mi amante?

-Exacto. -Bella le ofreció otra brillante sonrisa de aprobación-. Llegué a creer que no sólo estaba detrás de un chantajista, sino de un gran villano que era capaz incluso de asesinar. Puede imaginarse mi preocupación.

-No estoy muerto, señora Swan.

-Es evidente -dijo ella con tono paciente-. Eso confunde el tema, ¿no le parece?

-Espero que no lo haga excesivamente.

-A los ojos del mundo me he transformado en su amante para poder mezclarme con sus conocidos. Mi plan era hacer algunas discretas averiguaciones sobre ellos para decidir quién podría haberle asesinado.

-Muy inteligente por su parte tratar de perseguir al villano que me había asesinado.

-Debo admitir que no iba a quedar decepcionado por no vengarlo, mi lord.

-Me siento conmovido.

Los ojos de Bella se abrieron por la consternación.

-No quise parecer cruel y sin sentimientos, señor, pero debo recordarle que cuando me enteré de ese supuesto crimen yo no sólo no lo conocía, sino que ni tan siquiera había tenido la oportunidad de estudiar su naturaleza.

-Eso, supongo, explicaría su falta de sentimientos.

-Pero a mí no me faltan sentimientos, señor -repuso rápidamente ella-. Por el contrario. Le aseguro que me sentí terriblemente apenada de que usted hubiera tenido un final tan horrendo.- Bella dudó y después agregó en un arranque de honestidad-: Creo que a grandes rasgos puede usted apreciar lo que quiero decir.

Con esfuerzo, Edward reprimió una sonrisa.

-Le estoy agradecido por su compasión. Hay muchos que no hubieran sentido ni la más mínima pena al enterarse de mi muerte.

-Tonterías. Estoy segura de que cuando la gente se hubiera enterado de que a usted lo habían asesinado, todos se habrían sentido sumamente conmovidos por el hecho.

-Le aconsejaría no hacer grandes apuestas sobre el particular. ¿Qué demonios creía que averiguaría haciéndose pasar por mi amante?

Bella se inclinó hacia delante. Ahora se mostraba llena de entusiasmo.

-Pensé que el chantajista debía de ser alguien cercano a usted, mi lord. Alguien que conociera un secreto tan terrible como para esperar que usted pagara antes que permitir que éste se hiciera público.

Edward arqueó una ceja.

-Y esa misma persona también estaría en conocimiento de algo grave que le hubiera pasado a su tía. ¿Es eso lo que pensó?

 

-¡Qué intuitivo es usted, mi lord. Ésa fue precisamente mi conclusión. Pero yo avancé un paso más y me di cuenta de que quien conociera esos secretos tan íntimos sobre su pasado y sobre el de mi tía, también debía de conocer sus planes para ausentarse de la ciudad este mes. -Bella hizo una pausa significativa-. La última nota llegó el mismo día en que usted desapareció de la ciudad.

 

Edward sintió el viejo y conocido acicate de la curiosidad. Por un instante le nubló el sentido común de una forma tal como jamás había permitido que ninguna pasión física lo hiciera.

 

-Usted pensó que no podría haber demasiadas personas que tuvieran vínculos tanto conmigo como con su tía, ¿no es así?

-Precisamente. -Bella lo miró sin tratar de ocultar su admiración-. Usted es, desde luego, muy, pero muy rápido, mi lord, justo como pensaba.

Esta vez Edward rechazó de plano ser seducido por aquel admirable respeto hacia su intelecto. Se mantuvo firme con el tema que estaban tratando.

-De modo que usted se hizo pasar por mi amante a fin de lograr la entrada en mi círculo de amistades.

-Dadas las circunstancias, me pareció lo único que podía hacer, aunque admito que de alguna manera me sentí demasiado abrumada por la tarea que me impuse a mí misma.

-Encuentro eso difícil de creer, señora Swan -dijo Edward secamente-. No puedo concebir que usted se sienta abrumada por nada ni por nadie.

-En la mayoría de los casos -consintió ella-. Pero en este caso, sabía que no podría esperar mantenerme a la altura de las expectativas que la gente tendría respecto a mí.

-¿Expectativas?

-Usted sabe muy bien a qué me refiero, señor. Por lo que pude averiguar, sus últimas amantes fueron viudas adorables que poseían un cierto, digamos, ¿estilo? -Una expresión melancólica apareció en los ojos de Bella-. Todo el mundo decía que eran mujeres deslumbrantes.

-¿Todo el mundo?

-Mi tía Esme está al tanto de los últimos comentarios. No fue difícil descubrir un número considerable de detalles relativos a sus anteriores amoríos.

-Ésa es la clase de noticia que podría quitarle a un hombre el sueño de noche.

Bella lo miró avergonzada.

-Yo no estaba segura de poder competir.

Edward estudió el inmaculado vestido blanco. No había necesidad de informarle de que las habladurías siempre fueron exageradas tanto respecto al número de amoríos como al de las cualidades exóticas de sus amantes.

-De modo que usted se dispuso a crear una ilusión que tomaría por sorpresa a la gente y que dio pie a nuevas especulaciones.

-Yo deseaba crear una imagen que fuera tan atrevida que hiciera que sus amigos y conocidos utilizaran su imaginación para convertirme en una criatura mucho más misteriosa y deslumbrante de lo que en realidad soy.

-Mis felicitaciones, señora Swan, parece que lo ha conseguido.

-Hasta aquí mi pequeño engaño ha funcionado bastante bien -Bella admitió con obvio orgullo.

Si ella estaba haciendo algún esfuerzo por mostrarse modesta, no lo había logrado en lo más mínimo, apreció Edward.

-Me siento impresionado, más bien deslumbrado.

Bella debió de descubrir la fría diversión en su tono de voz. El breve instante de orgullo que había sentido hacía un momento se disolvió de repente y dio paso a una mirada de descontento.

-Me doy cuenta de que ante sus ojos soy un completo fracaso en mi papel de amante.

-Yo no diría eso.

Ella bajó la mirada, clavó los ojos en su discreto vestido blanco y se sonrojó.

-Sé que no soy la clase de mujer con la que usted suele tener relaciones.

-Mi querida señora Swan, tal como cualquiera le diría, yo jamás favorecí lo común, prefiero lo que no lo es.

-¿Está seguro de que debería llevarme a mi casa? -preguntó Bella mirando la noche con ojos intranquilos.

-Usted sabe muy bien qué es lo que debe hacer un caballero. Acompañar a su pareja después de haber pasado una noche en sociedad. Se consideraría extraño si no lo hiciera.

-Supongo que sí.

-Si usted fuera una joven señora sin marido en busca y captura de otro, la situación, por supuesto que sería otra. -La observó detenidamente-. Pero usted es viuda y sin compromisos, ¿estoy en lo cierto?

-No sea ridículo, mi lord. -Bella se concentró en mirar las oscuras calles que recorrían-. ¿Qué otra cosa podría ser yo?

-Exacto. -Ninguna inocente o respetable solterona que intentara proteger su reputación se atrevería a llevar adelante una farsa tan sorprendente como ésta, pensó Edward-. Aun cuando usted no pretendiera ser mi amante, no habría nada que me impidiera acompañarla a su casa esta noche.

-No, pero...

-Las viudas de los adinerados son las damas con mayores privilegios, ¿no le parece? Económicamente independientes, libres del estorbo de un marido celoso, pueden establecer cualquier tipo de relaciones que deseen tener, siempre y cuando sean razonablemente discretas.

-Soy consciente de que una viuda posee mucha mayor libertad que una mujer soltera, mi lord. Desde luego que yo no discuto ese punto. Pero se trata de...

-¿Sí? ¿De qué se trata?

Ella lo miró una vez más con una expresión resuelta.

-Se trata de que yo he puesto mucho esfuerzo en crear una imagen y forma parte de ella presentar un cierto aire evasivo.

-Así me han contado.

-Mi lord, hasta esta noche jamás he permitido que ningún caballero me acompañe a mi casa.

-Ah. -Se preguntó para sí por qué se sentía tan complacido de conocer ese detalle.

-He mantenido esa costumbre durante todo el tiempo que pretendí ser su amante.

-Lady Estelar.

Bella se mostró molesta.

-¿Perdón, qué ha dicho?

-Me dijeron que la llaman la intocable e inalcanzable lady Estelar. Usted parece una reluciente estrella en la noche que tienta y atrae, pero se mantiene fuera del alcance de todos, en tanto busca un nuevo amante.

Bella abrió la boca, la volvió a cerrar, para después volver a abrirla. Su voz, cuando finalmente pudo pronunciar una palabra, se oyó agitada, sin aliento, como si hubiera estado corriendo una gran distancia.

-Usted sabe cómo es la gente de sociedad a la hora de poner etiquetas a las personas, señor. Llamarme lady Estelar es exagerado, se lo aseguro. Sin embargo...

-Sin embargo, en este caso el apelativo me parece bastante apropiado.

Ella se mostró desconcertada por un breve instante.

-¿Usted cree?

Edward se dio cuenta de que se estaba divirtiendo. Estaban jugando al ratón y al gato y él debía ser el gato.

-Definitivamente, sí. A propósito del tema, hace poco hice un estudio de las estrellas evasivas e intocables. Hay formas de capturar su luz: si un hombre es inteligente, puede tenerlas en la palma de la mano.

-No comprendo, señor.

-No, supongo que aún es pronto. Mientras tanto, señora Swan, debe permitirme retener algo de ese aire de misterio por el cual se me conoce.

Ella lo miró con ojos interrogantes.

-Va a resultar usted difícil, ¿me equivoco?

-Ya veremos.

-Me lo temía. ¿Le importaría decirme si de verdad está muy enojado por mi interpretación, mi lord?

-¿No puede decidirlo usted misma?

-No, realmente, no puedo. Se dice que usted es un ser con un profundo carácter. Estoy empezando a comprender lo que todos quieren decir con eso. Después de mi costoso estudio sobre su naturaleza, aún creo que es mucho lo que ignoro sobre usted.

-Supongo que debería sentirme agradecido por ese pequeño cumplido -murmuró.

-No es necesario el sarcasmo -dijo ella con aire herido. A la luz dorada de las lámparas del carruaje, Edward pudo ver que, aunque ella intentaba disimularlo, en realidad estaba bastante ansiosa.


Capítulo 2: Capítulo 4:

 


 


 
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