Una vez en Washington tome un taxi, el cual me llevo a la estación de trenes, en el camino seguí pensando en las palabras de aquella mujer... ten cuidado... ¿A qué se habrá referido con eso? Supongo que tarde o temprano me enteraré...


 Luego de unos 15 minutos, cuando ya todo estuvo listo, subí al tren, en las 6 horas de viaje estuve dormida o leyendo un libro. Cuando por fin llegué y estuve parada en una calle angosta, sentí... pánico, miles de preguntas me invadían, pero ese no era un buen momento para arrepentirme de nada. Agarré mi bolso, y llamé desde mi celular al número de la empresa de taxis que tenía anotada en un pequeño papel precavidamente, según averigüé  esa era la única.
 Me habían dicho que -En diez minutos llegaban- pero estuve veinticinco sentada en la vereda hasta que por fin pude divisar al taxi. Me subí, deje mi bolso a un lado, y después de indicarle la dirección sólo hubo silencio. En el camino pude observar a algunas personas, no eran nada distintas, salvo que hablaban inglés.
 El viaje duró tan poco que me puse a pensar si no hubiese sido mejor haber ido a pie. Pagué e inmediatamente salí del coche, para ver como era mi nuevo hogar.
 Una pintoresca casita blanca de dos plantas, tal como en la foto. Busque las llaves y entré; el living era de un color marrón rustico, con muebles a conbinación, la cocina era pequeña, con las mesadas de madera oscura, parecida al roble. Subí las escaleras a dejar mi bolso, la planta alta tenía una habitación (la mía), un baño y una especie de biblioteca, donde había un escritorio, un caballete con pinturas nuevas, para cumplir con mi hobby favorito; y las paredes a su costado eran estantes con muchos libros, de los cuales no tenía idea como habían llegado ahí... hasta que como una luz me vino a la mente -Magia-.
 Acomode mi ropa en la cómoda del cuarto, seleccione unas prendas y me metí en la ducha, no había nada que me hiciera sentir mejor después de un viaje más que un baño.
 Me até el cabello en una coleta un poco desprolija y baje las escaleras. Cuando abrí la heladera lo primero que pensé fue: -A mamá se le olvido la comida-.


 Así que con un plano de la ciudad en una mano y mi cartera en la otra salí en busca de un mercado. Según eso a cuatro cuadras había uno, me encaminé hacia allí, hasta que al avanzar un poco hacia la izquierda de mi casa note algo que, tontamente, no había notado antes. Muros. Enormes muros se alzaban como protegiendo a algo o alguien de suma importancia, ¿quienes vivirán allí? ¿vivirá alguien allí? y si así lo fuese, quien sería de tanta importancia...
Cuando termine de razonar ya me hallaba a una cuadra y  media de distancia, algo que me preocupo un poco, si mientras tengo mis trances también camino.... estoy en malas condiciones.
  El lugar estaba casi vacío, solo habían tres personas comprando, y dos cajas registradoras, pero al parecer los cajeros, los otros empleados y las tres personas se conocían entre si, -genial- sería el bicho raro y nuevo, excelente. 
Terminadas las compras, volví al hogar, no veía la hora de llegar, las bolsas eran demasiadas, -y pesaban demasiado-. Cuando estaba a diez metros se me cayó una de las tantas bolsas, y soltando una maldición entre dientes me dispuse a levantarla, pero una chica menuda de corto cabello castaño se me adelanto. 
-Gracias- dije por lo bajo.
-De nada. Umm... creo que eres la nueva, ¿No?- pregunto amistosa.
-Si, veo que ya me volví famosa- me burle. Ella soltó una risa baja y corta.
-Si...creo que si...- hubo un silencio de medio segundo hasta que habló -¿Te ayudo? Después de todo, ¿Para qué están los buenos vecinos?- preguntó, retórica. Asentí sonriendo al tiempo que le entregaba la mitad de las bolsas, tal como me había pedido.


-Y bien... ¿Que te trae a Forks Bella?- Pregunto la chica, cuyo nombre era Angela.
-Emoción- me miró extrañada, supuse que pensó que aquí no había nada de emoción, y me reí -Quiero decir, algo nuevo... Y ni bien leí lo de "estudiantes de intercambio" ,pensé, eso es.- me miró comprensiva.
-Aha... y, preferiste esto- dijo enfatizando la última palabra- Que a una gran ciudad, ¿No me equivoco?- Sonreí, hablar con Angela no sería difícil.
-Así es...-
-Bien, pero si yo tuviera que elegir, me iría sin pensarlo a Washington- dijo más para sí misma.
-Eso lo dices porque para ti esto es normal, pero para mi, es total y completamente nuevo- dije intentando explicarle. Y pareció haber funcionado.
-Entiendo... Pero insisto, lo más interesante por aquí son los Cullen, imagínate- dijo burlona. Me quede pensando.
-¿Los Cullen? ¿Quienes son esos?- pregunté interesada. Me miró como si esa pregunta fuera de alguien ignorante, pero lo reconsideró y dijo:
-Son los vecinos de al lado- Así que la familia muros, digo, Cullen, eran mis vecinos...
-¿Y...?- dije para que siguiera su explicación.
-Es que son RAROS, quiero decir, no van a fiestas, casi no salen, prácticamente no tienen vida social...-
-¿Y...?- agregué esta vez de mofa a tal superficialidad.
-No sólo es eso... ellos son... son raros... Su piel es blanca como la nieve, son perfectamente hermosos, son como... de otro mundo- rió -Alice y Jasper son novios, pero Jasper vive con ella en casa de sus padres, Carlisle y Esme, y también junto a su hermano, Edward... ESO, es RARO...- bufó.
-¿Por qué vive con ellos?- pregunté realmente interesada en la historia de la escandalosa familia perfecta.
-Jasper es hijo de unos amigos de la familia, pero fallecieron, y el doctor, empresario y multimillonario Sr. Cullen lo llevo a vivir con ellos; es como su hijo, y hermano, excepto para Alice, obviamente- rió y está vez la acompañé. Ok, vecinos raros, perfectos, compasivos, bellos y multimillonarios... Claro, no había nada interesante en Forks.