Ajenos al destino (+18) ©

Autor: vickoteamEC
Género: General
Fecha Creación: 12/09/2011
Fecha Actualización: 14/02/2012
Finalizado: SI
Votos: 12
Comentarios: 164
Visitas: 72702
Capítulos: 20

 

¡FINALIZADO!

Isabella Swan, una exitosa empresaria decide dar un giro a su vida mudándose al pequeño pueblo en el que vivió cuando era niña.

Tras un gran agotamiento físico y mental; decide dejar a cargo de sus negocios a Ángela, su mejor amiga y socia. Y retirarse del ajetreo, las prisas y la adicción al trabajo que le ocasiona su vida en la gran manzana. Deja atrás computadoras, teléfonos celulares de última tecnología y coches modernos; para ahora enfrentarse a biberones y pañales. Entrega solicitud en una importante agencia de niñeras en Port Angeles, en la que es aceptada de inmediato.

Tras el inesperado cambio, toma la decisión de vivir de nuevo con su padre en el pequeño pueblo de Forks y retomar su antigua vida entre las montañas y los bosques.

El destino le tiene preparadas muchas sorpresas, entre ellas una pequeña que deberá cuidar como parte de su trabajo y que la hará retomar el curso de lo que, según ella, estaba en el pasado y jamás volvería a ocurrir.

 

*******************

Los personajes (y todos sus derechos) son propiedad de Stephenie Meyer. Sólo la trama es de mi creación.

 

PROTEGIDO POR REGISTRO DE DERECHOS DE AUTOR  SAFE CREATIVE

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 3: ANTOLOGÍA DE TU LEJANO AMOR EN UN POEMA.

 

HOLAAAAA!!! Me da muhco gusto tenerlas de nuevo por acá!!!!

Bueno, en esta ocasión tenemos muchas canciones!!!

- Antología - Shakira

-De mi enamorate - Daniela Romo

-Amarte es un placer - Luis Miguel

Familia!!!! Amigas!!! Madre mía!! aquí les dejo éste cap.

Les aviso que pude subir rápido éste capi porque ya lo tenía escrito casi todo

antes de publicarlo y el siguiente fragmento que tengo es como del capi numero 6!!!

Así que mientras llegan mis ideas frescas les dejo éste nuevo, en el que se explican muchas cosas!!

¿Quién ganó la apuesta? jajajaja XD

Espero sus comentarios!

Les mando una lluvia de besos de bombón!!!!!!!!!!!

Las quiero!!!!! las adorooooooo!!!!

**********************

 

 

 

Para ser su primer día había obtenido mucho más de lo que esperaba, el recibimiento que tuvo no fue para nada lo que había pensado, Allie era una maravilla y se sentía sumamente cómoda deslizándose por esa casa tan hogareña y familiar a la vez. María le indicó que pronto llegarían todos para la hora de la cena; Bella sintió nervios de estar frente a Rose de nuevo, pero lo que la tenía con el estómago hecho un nudo era el hecho de tener que encarar a Edward. ¿Qué le diría? ¿Cómo reaccionaría? ¿Pediría que la sustituyeran? Esas y muchas preguntas más pasaban por su mente.

No podía dejar de recordar que en algún momento de su pasado había preferido su profesión antes que a él. Edward no dijo nada, sólo la apoyó para que se fuera y con dolor en la mirada se despidieron. Y ahora, después de tantos años volverían a encontrarse. Tampoco es que fueran tan viejos, ella cumpliría 25 y él tenía 26. Aún así, pasaron por una gran etapa de su vida alejados y dejaron pendiente un amor joven, un amor que se olía en el aire como flor en primavera. Pero, ¿habrían logrado olvidar?

Estaba dándole el biberón a Allie cuando pasos en la escalera alertaron a Bella de que alguien estaba cerca. Se vio interrumpida por unos suaves golpecitos en la habitación.

-Adelante- murmuró claramente. Su saludo de bienvenida se quedó en nada cuando vio a la persona que irrumpía en la habitación.

-¿Qué haces aquí?- demandó la poseedora de la hermosa cabellera dorada.

-A…e…yo…fui enviada por la agencia- dijo Bella apenas viéndola y concentrándose en alimentar a la niña.

-Ah- se limitó a murmurar Rose. Luego un enorme torbellino entró y se puso a un lado de ella.

-¿Cómo está la princesa de ésta casa?- dijo la estruendosa voz que Bella reconoció como la de Emmett, el hermano mayor de Edward. La pequeña sonrió en cuanto lo escuchó y se apresuró a terminar su biberón, cuando la botella estuvo vacía Rose le pidió a Bella que se la diera. Levantó el rostro y estiró los brazos para entregar a la niña. Se puso de pie y sonrió a Emmett, que la reconoció de inmediato.

-¿¡Bells!? ¿¡Belly-Bells!? ¿¡En serio eres tú!?- Bella se limitó a asentir y darle una tímida sonrisa mientras se sonrojaba –Ja ja ja- la risa de Emmett se escuchó por toda la habitación y tal vez más allá. En un movimiento inesperado se lanzó sobre Bella y la elevó en el aire en un apretado abrazo.

-¿La conoces?- preguntó Rose sorprendida.

-Rosalie, ella es mi cuñadita, o bueno, era… antes de que Edward conociera a la mamá de Allie- explicó. Entonces un interruptor hizo clic en la cabeza de Bella y ella se puso alerta.

-¿En serio? ¿Fuiste novia de mi cuñado?- le preguntó. Ahí Bella no supo que era peor, si que Rose no fuera en realidad la esposa de Edward o tener que conocer a la madre de Allie.

-Sí, pero eso fue hace años. Ahora estoy aquí por asuntos de trabajo.

-¡Bah! Que trabajo ni que nada, tú eres parte de la familia. Además, Edward no te ha olvidado- dijo Emmett alzando las cejas, ese comentario tan “oportuno” la tomó por sorpresa, no supo qué hacer y se limitó a verlo sorprendida.

Rose les pidió bajar a la sala, un poco reticente se mostró más amable con Bella y luego se dio cuenta de que en verdad le simpatizaba. Se sentaron en los cómodos y bonitos sillones mientras Rose paseaba a Allie y Bella y Emmett platicaban animadamente sobre lo que habían hecho durante el tiempo que no se habían visto. Uno a uno fueron llegando, había seis personas a parte de ella en la sala, la pareja más importante para Bella aún no aparecía. Bella se enteró de que Rose y Emmett eran pareja y estaban recién casados, ella era Agente de modelos y él entrenador de fútbol; Alice, la hermana menor de Edward, tenía un noviazgo con Jasper, el primo de Rose (pero era casi su hermano), estudiaba uno de los últimos grados de universidad en la carrera de diseño y por ahora hacía prácticas en un establecimiento de ropa de diseñador en Port Angeles; su novio era un Psicólogo recién egresado y trabajaba con un viejo amigo; Carlisle, su ex suegro había sido ascendido en su trabajo como médico y viajaba constantemente; Esme había ampliado su pequeño negocio de eventos; y Edward era el jefe de cocina en un reconocido restaurante de Seattle.

 -¿No te dio mucha lata?- preguntó Esme mientras le quitaba la niña a Alice.

-No. Es un ángel, se porta muy bien- contestó Bella sonriente.

-Sí. Es un caramelito- dijo Esme haciéndole mimos a la bebé –Qué daría yo por tener una nuera cómo tú- dijo haciendo que todos la voltearan a ver. Bella enrojeció furiosamente y bajó la mirada, disimulando una sonrisita.

-¿Y qué cuentas de Nueva York?- preguntó Carlisle interesado.

-Muchas prisas, mucho trabajo… mucho estrés- dije haciendo una mueca.

-Pero ya estás con nosotros y te dejarás ayudar por todos- dijo Alice abrazándola.

-Gracias, Alice.

-¡Alice! ¿¡Alice!?- chilló a Bella y ella sólo asintió -¿Ya no soy tu duende?- dijo teatralmente haciendo un tierno puchero. Bella había olvidado lo irresistible que podía llegar a ser.

-No, duende, aún lo eres- dijo guiñándole un ojo. La última vez que se habían visto Alice era apenas una adolescente, y su mejor amiga.

Bella se sentó en uno de los sillones y se puso a platicar animadamente con cada uno de ellos, para su gran sorpresa Rosalie y Jasper, quienes al principio pensó que no la tomarían en cuenta, ahora hablaban muy amenamente con ella. Estaba de lo más entretenida cuando…

-Buenas noches- irrumpió en la sala una muy conocida voz.

-Buenas noches- contestaron todos al unísono, bueno, casi todos. Bella se había quedado atornillada a su asiento.

Poco a poco se giró, revelándole su rostro a Edward. Él se quedó anonadado y vio sorprendido a su nueva niñera, ¿podía ser posible? Su corazón hizo latir aquella parte que se había detenido el día que Bella decidió ir tras sus sueños, el día que él no se derrumbó porque con todo el dolor de su alma decidió hacerla feliz, el día que ella se llevó su corazón a Nueva York.

-B…Be… ¿Bella?- tartamudeó.

Su familia observaba la escena expectante y sonriente.

-Hola- contestó ella ruborizada y sintiéndose rara por el repentino revoloteo de su corazón, consecuencia de escuchar aquella voz decir su nombre –Buenas noches, Señor Cullen- dijo recobrando la compostura. Él chasqueo la lengua.

-Vamos, Bella, sólo dime Edward- le dijo mientras en su mente pasaban los apodos que ella le decía en su juventud y se mordió la lengua para no decirle que también lo podía llamar así. Bella sólo asintió y sonrió tímida.

-¡Qué aferrada estás con las formalidades, Belly-Bells!- bromeó Emmett.

Bella se puso de pie para saludar a Edward. Le tendió la mano, pero en vez de simplemente estrechársela, él la jaló y la envolvió en un abrazo eufórico que la dejó sin palabras. Allie comenzó a removerse entre los brazos de Esme y rompió en llanto, rompiendo el repentino silencio y el abrazo de Edward y Bella; la pequeña demandaba su atención.

-Es hora de su biberón- informó Bella acercándose a la niña –Vamos, Allie, es hora de comer- le dijo a la niña amorosamente, que automáticamente se tranquilizó al escuchar su voz.

Todos miraron sorprendidos cómo Bella calmaba a la niña tan sólo con el sonido de su voz; una persona tenía ese efecto en Allie: su padre. Bella subió a la habitación de la niña mientras le hablaba y le hacía mimos, le parecía totalmente irresistible. Se sentó en la mecedora que daba hacia un ventanal, regalándoles una increíble vista del bosque, le dio el biberón mientras se mecía suavemente y tarareaba sin sentido. Sin que se diera cuenta, Edward subió tras Bella, fue a ponerse cómodo y luego entró sigilosamente a la habitación de Allie; observó por largo rato la hermosa escena que estaba frente a él y añoró que Bella fuera la madre de su hija. Los ojitos verdes se clavaban en ella, de un momento a otro Bella fijó su vista en esa inocente mirada y la pequeña le sonrió.

-Princesa- murmuró complacida.

-Sí que lo es, es mi princesa- dijo la aterciopelada voz, haciéndola respingar –Lo siento, no quería asustarte- dijo colocándose detrás del hombro derecho de Bella para observar a su pequeña amada.

Cuando la niña terminó, Edward la tomó entre sus brazos y rió cuando la pudo hacer sacar los gases. Bella lo veía con detenimiento y se maldijo por desear que aquella bella familia fuera suya. Se sintió desdichada.

-Edward.

-Dime- dijo él sonriente, encarándola después de deja a Allie en su cunita.

-¿Cuándo conoceré a su mamá? Supongo que tendrá muchas instrucciones para mí y…

-Bella- interrumpió. Ella lo vio fijamente –Es que… yo… Bueno, digamos que… soy un papá soltero.

-Oh, lo siento yo no… lo sabía.

-No, no es lo que crees. Ella no está muerta- Bella lo miró con duda –Nos dejó cuando Allie tenía apenas una semana. Gracias a Dios pocos días después descubrí que nuestro matrimonio era nulo. Se casó conmigo sin haberse divorciado de su anterior pareja, creo que nos dejó por él. Pero también creo que somos más felices sin ella- contó mientras arropaba y veía a su hija.

En ese momento surgió un mar de dudas, pero Bella consideró que no era momento para hacerlas y, aunque se detestara por eso, creía que eran mucho de su incumbencia. Vio la mirada triste que Edward le dedicó a su hija y se sintió conmovida. En un impulso se dejó llevar por la emoción y lo abrazó con ternura. Él le correspondió y enterró su cara en los cabellos de Bella. Entre la intensidad de su abrazo Bella se permitió estrecharlo más y más fuerte; se habían extrañado con locura. Tenía un sentimiento de necesidad, de pertenencia y sólo deseaba gritando a todos los santos que se prolongara ese momento y que él deseara no dejarla ir jamás, porque ella nunca lo dejaría… aunque tuviera que ocultarle su amor para estar cerca, el mismo amor que la sorprendió como un fuerte golpe en cuanto escuchó su voz.

-Gracias- susurró él en un suave y delicado murmullo que acarició con ternura las enrojecidas mejillas de Bella.

Ella sonrió y se ganó la más espectacular de las sonrisas de Edward. Sentía que nada más importaba, sólo ellos tres, entonces se recordó que tenía que respirar y desvió la mirada. Suspiró.

-Vamos a cenar- invitó Edward emocionado mientras jalaba a Bella de la mano.

El contacto fue electrizante, ambos sintieron un hormigueo en el estómago propio de un adolescente enamorado. Bajaron las escaleras casi corriendo, entre risas y cuando llegaron al comedor hicieron que todos voltearan a verlos. Bella notó las miradas y soltó de golpe la mano de Edward, Alice los miró alternadamente con una sonrisa pícara mientras Emmett bromeaba sonriendo burlón y alzando las cejas.

-Con permiso- se disculpó pensando en ocupar su lugar en la cocina, al lado de los otros empleados.

-No, espera- dijo Edward tomándola de la mano –No te vayas, quédate con nosotros.

-¡Sí!- chilló Alice –Puedes sentarte en el lugar que está al lado de mi hermanito- insinuó señalando los dos únicos lugares vacíos en la mesa.

-Además nos debes muchas horas de plática- reprendió Esme.

Bella sólo puso asentir y ponerse roja cómo tomate. ¿Quién lo diría?, la exitosa empresaria que lograba convencer a cuanto cliente se le presentara,  estaba insegura y sentía incertidumbre de cada paso que daba frente a las personas con las que había pasado tanto tiempo y a las que tanto quería. Todo seguía siendo cómo ella recordaba, Esme y Carlisle aún corrían detrás de sus hijos para evitar que derrumbaran la casa; cómo siempre Emmett y Alice eran los torbellinos y Edward el que ayudaba a sus padres en las carreras. Ahora también contaban con Rose y Jazz que los lograban aplacar increíblemente rápido.

Esa noche Bella se fue tarde de casa de los Cullen; Jasper, Emmett y Rosalie ya se habían marchado y a ella la dejaron ir con la promesa de que al día siguiente estaría de regreso a primera hora para cumplir con el trabajo que, a partir de ese momento, se convirtió en un placer para ella. Cuando llegó a casa de su padre él ya se había dormido y Sue terminaba de acomodar la alacena. Bella le ayudó y platicó con ella un buen rato para después irse a dormir.

Tal y como lo prometió, Bella estaba frente a la casa Cullen muy temprano; no se detuvo a desayunar con Charlie, cruzó unas cuantas palabras con él y salió disparada a su trabajo. Ese día Esme la esperaba con una copia de la llave y una tarjeta de crédito dispuesta por Edward para cualquier cosa que le pudiera faltar a ella o a la niña.

Sus días de niñera cada vez eran mejores. Casi a la semana tuvo que regresar en medio de la noche a la casa de los Cullen porque ni Alice, Esme, Carlisle o Edward podían calmar a la pequeña Allie que no dejaba de llorar; Bella la arrulló y la hizo dormir instantáneamente; se fue a casa y una hora después le hablaron de nuevo, esa vez Carlisle la esperaba afuera de su casa para que no tuviera que manejar sola y adormilada, desde entonces dormía con los Cullen. Había veces en las que visitaba a Charlie y Sue y tenía que llevar a Allie con ella, Bella estaba más que encantada con la niña y Charlie comenzó a encariñarse con la pequeña y presionó a Bella para que le diera nietos, se sentía celoso de que los Cullen tuvieran nieta y él  no.

Bella no veía su trabajo como tal, prefería tomarlo como un favor que gustosa le hacía a Edward a diario. Cada vez pasaba más tiempo con él y Allie; Alice comenzaba a sentirse celosa. Se entendían exactamente igual que antes y no se reprochaban nada. Pasaba tardes eternas en los hermosos jardines de Esme con Edward y Allie, noches de chicas encerrada en la habitación de Alice, cenas familiares con las visitas diarias de Rose, Em y Jazz y buenos amaneceres con Edward tocando su puerta como despertador. ¿Sentimientos?, por supuesto que los había y muchos; lo que les faltaba era valor. Valor a decirse las cosas a la cara, valor para perder el miedo al fracaso, para no alejarse de nuevo y valor para enfrentar un futuro juntos. Allie los apoyaba.

Poco a poco las horas de sueño de Allie se fueron regulando y Bella logró increíblemente rápido que la niña durmiera toda la noche completa, la despertaban para alimentarla y se dormía de nuevo. A quince días de la llegada de Bella a la casa, estaban ella y Edward en la habitación de Allie viéndola dormir.

-Bella… tengo algo que proponerte- dijo él no muy seguro de lo que ella respondería.

-Dime.

-Sé que te gusta pasar tiempo con Allie…

-Me encanta- interrumpió y él sonrió.

-…y he notado que ella está fascinada contigo. Así que… ¿qué te parece si renuncias a la agencia y te dedicas sólo a ella?, de manera exclusiva y sin el temor de que te manden con otra familia- Bella se quedó muda por un momento, parpadeó varias veces y luego suspiró.

-Si no quieres está bien. Digo, no es una obligación si tu no…

-¡Edward! Sí.

-¿Qué?

-Sí, está bien. Acepto.

Edward sonrió y la envolvió en un abrazo eufórico, ella rió. Luego los dos recordaron a Allie y chitaron al unísono mientras se acercaban a la cuna y reprimían sus risitas. Observaron al angelito que dormía placenteramente en su sueño profundo.

*

*

Allie cumplía un mes y Alice organizó una linda comida para festejar. Edward, Bella y Allie salieron al parque y pasaron por casa de Charlie mientras la duende se encargaba del festejo junto con Esme y Rose.

-Es en serio, Charlie. Puedes venir- dijo Edward tratando de convencerlo de que los acompañara.

-No sé- dijo con duda.

-Papá, ya escúpelo… tienes que ir a pescar ¿verdad?

-Quedé con Harry y Sue me esperará en casa de mi suegro así que…

-Oh, ya entiendo- dijo Edward sonriéndole –Será para la próxima.

-Sí y me avisan antes para no hacer planes- dijo Charlie. Allie se estiró y comenzó a hacer pucheros entre los brazos de Bella –Dámela a mí- pidió Charlie. Bella le dio a la niña y fue a prepararle el biberón.

-Felicidades, Edward, tienes una nena muy hermosa- dijo Charlie para luego hacer sonidos graciosos para la niña.

-Gracias. No sabes lo que yo daría por que tuviera una madre cómo Bella- dijo en un suspiro.

Él no supo que Bella lo escuchó, justo en ese momento iba entrando en la sala, se quedó congelada un momento y luego logró dar el par de pasos para quedar frente a su papá. Charlie no la dejó que la alimentara, prefirió hacerlo él mismo. En ese momento Bella no se atrevió a voltear a ver a Edward, dejó la vista fija en la maravillosa escena de su papá alimentando amorosamente a un pequeño pedazo de cielo. Bella añoró el maravilloso pasado que pudo tener al lado de Edward, su amor de verano, y deseó con todas sus fuerzas aquella familia ajena. Se sentía como la mejor amiga de los Cullen… pero nada más, aunque en verdad deseara en silencio que ese “más” ocurriera.

Se fueron temprano para el festejo de Allie. Todo el show de Alice pasó sin mayores complicaciones. La sala estaba adornada en tonos rosados, había flores y cintas por todas partes, había una mesa al centro con unos cuantos regalitos y un precioso pastel. Alice y Rose se encargaron de vestir a Allie cómo muñequita y de tomar muchas fotos. Fue una tarde realmente encantadora.

-Bella, ¿por qué no sales? Es fin de semana y Alice de seguro conoce algún lugar- propuso Esme.

-No sé…

-Vamos, hija. Por lo que me has dicho ya hasta olvidaste lo que es bailar, tu trabajo no te daba tiempo para diversiones y por eso te alejaste de eso.

-Pero… ¿Allie?

-¿Qué pasa con ella? Las dos sabemos que se dormirá temprano, hoy fue un día muy ajetreado para ella. Te arreglas mientras me hago cargo de ella, la duermes y sales con Alice- Bella lo pensó por un momento, la propuesta era en verdad tentadora –Si te niegas me sentiré muy enojada contigo, eh.

-Está bien. Iré a hablar con Alice- dijo sonriente.

Bella estaba decidida a divertirse y pasarla bien esa noche. Llegó al cuarto de Alice y se decepcionó cuando le dijo que tenía una cita con Jasper; la invitó pero no quiso importunar y se negó, luego su amiga le recomendó un lugar nuevo en el que preparaban muy buenos cocteles y ponían música moderna. Dudó un momento en ir o no ir, pero luego se dijo a sí misma que se lo tenía bien merecido y que esa noche saldría a bailar.

Se arregló muy coqueta y sexy, nada que ver con su vestimenta de trabajo o la ropa casual que usaba a diario en casa de los Cullen. Se maquilló cómo hacía tiempo que no lo hacía. Después de dormir a Allie llamó a un taxi y se puso a esperarlo en la sala. Esme y Carlisle estaban en su habitación, Alice ya se había ido y a Edward no lo había visto. Cuando su transporte llegó se montó en él y partió rumbo al lugar.

Esa noche se dispuso a bailar cómo hacía tanto tiempo que no lo hacía, disfrutó de cada paso y bebió un par de cocteles. Cada vez sentía más calor, más sed y tomaba otro coctel y otro. Llegó un punto en el que se hallaba en éxtasis total, brincaba y bailaba cómo un torbellino; giraba en la pista y disfrutaba de cada roce que sus pies daban en el piso. Se adentró al centro de la gente que bailaba y se abrió paso. De repente sintió unas manos grandes apretarse en torno a su cintura y jalarla hacia atrás para pegarla de golpe al pecho de una persona.

-¿Bailamos?- espetó una desagradable voz en su oído.

-¡No!- dijo ella intentando zafarse.

-Anda sólo ésta canción- dijo el tipo apretándola con más fuerza y moviéndose al compás de la música.

-¡NO!- chilló Bella manoteando e intentando inútilmente que la soltara.

-¡¿Qué no escuchas?! ¡Que la sueltes!- dijo una voz furiosa a sus espaldas haciendo que Bella se tranquilizara.

-¿A ti que te importa?- gritó el tipo sin soltar a Bella. Ella aún no había podido girarse para ver a su defensor.

-Suéltala- ordenó.

-Y si no… ¿qué?

En un movimiento desesperado la quitó de sus brazos y lo empujó. Los dos se pusieron en guardia y el tipo le lanzó un golpe que esquivó ágilmente; luego él le devolvió la jugada y estampó su puño de lleno en la boca del tipo. Salió disparado hacia atrás y se quedó tumbado en el suelo. Los demás veían entre murmullos la escena, ya nadie bailaba a su alrededor, sólo miraban y cuchicheaban.

-¡Eso! ¡Pégale! ¡Dale duro!- animaba Bella desde su lugar de espectadora.

-Vámonos- le dijo él tomándola por la cintura.

-¡No te vuelvas a meter conmigo, idiota!

-Bella, camina- él la jaló y caminaron hacia afuera.

La llevó a su coche y la sentó en el copiloto. Luego rodeó el auto y se subió a su lugar.

-Mi héroe- dijo ella abrazándolo por el cuello y dándole un beso en la mejilla.

-¿Me dejarás conducir?- dijo un poco molesto intentado zafarse del abrazo de Bella.

-¿Estás enojado conmigo?- preguntó ella con un puchero. Él la miró y luego ella hipó –Lo siento- se disculpó.

-No, contigo no.

-Pues parece que estás enojado conmigo- dijo con voz pastosa, hipó de nuevo y luego le frunció el ceño.

-No estoy enojado contigo- dijo viéndola directamente a los ojos, mostrándole que era verdad, a pesar de su mueca de coraje.

-Edward… ¿me estabas siguiendo?

-No.

-¿Cómo supiste que yo estaba ahí?

-Está bien, te seguí. Te vi salir vestida así de la casa y me dije a mí mismo que era demasiado arriesgado provocar al destino- volteó a verla y la recorrió rápidamente con la mirada –Estás bellísima- Bella se sonrojó -Te juro que estaba guardando distancia, pero cuando vi que ese imbécil se te acercó yo…

-Edward.

-¿Qué?

-Gracias- dijo ella sonriéndole. Él se tranquilizó y entrelazó su mano con la de ella.

-¿Por qué viniste a un lugar tan alejado?

-Alice- dijo ella dejando caer la cabeza sobre el respaldo del auto.

-¿Sabes lo que vamos a tener qué hacer?- ella negó con la cabeza –Tendremos que quedarnos en la cabaña- Bella abrió los ojos de golpe y lo vio sorprendida. Él sólo le sonrió, ella correspondió la sonrisa y se acomodó en el asiento.

Aquel bello lugar, tan pequeño y rústico lleno de recuerdos. Hacia allá iban.

Edward estacionó el auto y ayudó a Bella a caminar. Dieron varios pasos en la obscuridad de la noche, Bella trastabilló unas cuantas veces.

-Bella, no me estás ayudando- reprendió Edward.

Ella sólo reía y trataba de enderezarse para dar un paso decente. Edward metió la mano al bolsillo del pantalón y sacó la llave. Entraron a la cabaña y encendió la luz. Bella pegó un chiflido al posar su mirada en el lugar.

-¡Guau! Pero si éste lugar a crecido- gritó emocionada. Era notorio que ya no era la pequeña cabañita que ella recordaba.

-Sólo un poco- aseguró Edward arrastrándola hacia la sala.

Bella se quedó de pie admirando todo y Edward se encaminó hacia la cocina para traer agua. Ella dio una vuelta rápida para poder apreciar todo mejor, entonces sus pies se hicieron nudo y trastabilló hasta que quedó hincada en medio de la alfombra.

-¡Ops!- dijo Bella. Edward corrió a su lado y la ayudó a levantarse –Lo siento- dijo hipando.

Él sólo la observó por un rato y luego sonrió por lo ocurrente e infantil que le pareció Bella.

-Siéntate aquí y no te vayas- le dijo sentándola en un sofá, luego regresó a su camino hacia la cocina.

Por un momento se puso cómoda apreció las paredes de ladrillo, el aroma de la madera, los muebles relucientes, los detalles que le daban un toque único. Al entrar todo era casi igual a cómo lo recordaba, las mismas puertas, la misma orientación de los pasillos; sabía que era mucho más grande, pero conservaba el mismo ambiente. Luego recordó la habitación en la que habían pasado su primera noche juntos, en dónde los dos tuvieron su primera vez y al mismo tiempo su adiós. La curiosidad fue más grande, se paró y entró en la habitación a pasos torpes. 

Admiró todo lo que sus ojos pudieron ver, todo le parecía hermoso, se fijó en la cama y después de analizarla un rato se dio cuenta de que era la misma en la que juntos habían descubierto el lujurioso sendero del amor. Se sonrojó violentamente al recordar aquella noche, se dirigió a lo que creyó que era el baño, se metió al closet y después de varias vueltas dio con la puerta correcta. Se sentó sobre la tapa de la taza del baño y respiró profundamente varias veces; se lavó la cara, se echó agua en la nuca y los brazos; se sentó de nuevo y comenzó a despejar un poco la cabeza. Edward entró corriendo al baño, asustado por haberla perdido de vista. Suspiró aliviado y se acercó a ella.

-Vamos, tienes que descansar- dijo ayudándola a pararse. Fueron a la habitación, Bella sabía que no era necesario que Edward sostuviera su peso, se había despejado lo suficiente como para dar un paso sin trastabillar.

Se sentó en el borde de la cama mirándolo profundamente. Él se dio cuenta de su insistente mirada y también la observó.

-¿Qué pasa?- preguntó él, Bella negó sonriendo y le indicó que se acercara con un dedo.

Edward se inclinó para escuchar lo que ella tenía que decir, pero no hubo palabras. Bella enredó las manos en el cabello de Edward y lo sorprendió con un beso fuerte y apasionado. Al principio él se tensó por la efusividad de ella, deseaba con locura que eso pasara pero su parte consciente le indicaba que no era correcto, las circunstancias no eran las mejores. Con una destreza inimaginable Bella se las arregló para arrastrarlo junto con ella al centro de la cama, el ambiente era denso y sus pretenciosas caricias se volvieron más intensas al igual que sus besos. Él salió de la burbuja de pasión que estaba a punto de consumirlo y se detuvo de repente. Se alejó y dio vuelta hasta que quedó de costado viendo a Bella.

-¿Qué?- dijo ella en un susurro.

-No- contestó Edward con firmeza –Estás ebria. De seguro mañana te arrepientes de…

-¡No! No me voy a arrepentir de nada, yo quiero- dijo con su respiración errática.

-Hasta mañana, Bella- dijo él poniéndose de pie. Le dio un casto beso en los labios y salió rápidamente de la recámara.

Bella se sentó en la cama y lo vio cerrar la puerta. Esperó a que su respiración se acompasara un poco mientras le daba vueltas al asunto. Él no la quería. Entonces comenzó a llorar descontroladamente entre sollozos suaves y tortuosos. Se dejó caer sobre una almohada y se dedicó a empaparla en llanto, ahogando sus gritos con ella. Después de un rato, antes de que se sintiera más cansada, se puso de pie y caminó a pasos decididos envuelta en llanto. Pasó de largo por la sala y al dar vuelta para ir hacia afuera; casi cuando estaba a punto de salir trastabilló ocasionando ruido e hizo que Edward levantara la vista sobre el sillón.

-¿A dónde vas?- preguntó poniéndose de pie.

-¡Me largo!

-No, no cariño. Es muy tarde, ¿cómo piensas llegar a casa?

-¡Me voy con Charlie!- gritó entre sollozos.

-No… ven acá- salvó la distancia entre ellos y la abrazó con fuerza. Bella se desahogó en su pecho, sintiéndose cada vez más triste.  

-P…pe…pero…tú… me…

-Ni se te ocurra decirlo. Porque no es verdad- se separó de ella, la tomó del rostro y la vio profundamente –Créeme que si quiero. Te deseo con locura- dijo él dándole una mirada torturada.

-¿Entonces, por qué…?- dijo ella sorbiendo la nariz.

-Shhh- dijo él pegando sus frentes –Bella, no quiero que mañana despiertes y te arrepientas. Estás borracha.

-Sé lo que hago- ella lo vio con convicción y rozó suavemente sus labios. No apartó la vista de él, que la tenía hipnotizada.

-Bella…

-Por favor- susurró sobre sus labios.

Edward suspiró y cerró los ojos. Bella sonrió internamente, sabía que ésta vez había ganado. El beso se fue intensificando y haciendo más necesitado. Sus manos parecían desdibujarse por la velocidad en la que recorrían el cuerpo del otro. En un movimiento inesperado Edward la levantó y la hizo enredar sus piernas alrededor de su cintura y la cargó de nuevo hasta la habitación.

Caricias pretensiosas, besos cargados de lujuria, suspiros y gemidos incontrolables; fueron acompañando al montón de tela que se esparció por toda la habitación cada que una prenda salía disparada en una dirección diferente a la anterior. Por un breve instante se separaron un poco para poder verse a los ojos con respiraciones erráticas se sonrieron y en medio de un dulce beso se fusionaron en uno solo. Era como si una corriente eléctrica atravesara sus cuerpos, luego aparecía otra y luego otra. Se entregaron de manera frenética sin darle tiempo a un suspiro. La desesperación del olvido y la separación infundada hacían del encuentro una unión mágica y sublime. Después de extasiarse el uno con el otro hasta un punto casi insoportable, una explosión intensa, como nunca antes la habían sentido, los hizo gritar y querer desfallecer justo en ese instante en los brazos del otro. Se quedaron unidos por algo más que la mirada por un largo rato, luego se acomodaron en un fuerte abrazo y dejaron que el cansancio acumulado de todo el día los dominara y los hiciera caer en un sueño profundo y reconfortante, sabiendo que al despertar estarían uno al lado del otro.     

Edward despertó al otro día sintiéndose el hombre más feliz sobre la tierra. Admiró a Bella por largo rato y cuando la vio estirarse contuvo la respiración. No sabía cómo reaccionaría al verlo ahí, a su lado; sólo pudo sonreír y esperar lo mejor posible. Bella se dio vuelta y abrió lentamente los ojos. Lo vio por un momento y luego le sonrió encantadoramente.

-Buenos días- dijo sonriente y sonrojada.

-Buenos días- contestó Edward con cautela -¿estás molesta?

-¿Por qué?- preguntó ella poniéndose de lado, recargándose en el codo y descansando la cabeza en la palma de la mano.

-Por lo de anoche…

-¿Crees que tendría ésta sonrisa si estuviera molesta? ¿Qué me hubiera quedado tan cómodamente platicando contigo en lugar de salir huyendo?

-No- dijo él sonriendo. Luego se acercó y la abrazó intensamente. Después de descubrir la cara de Bella entre la maraña de cabello la besó intensamente y la acercó más, si es que era posible.

Prepararon el desayuno juntos y comieron como los dos enamorados que eran; entre risas y bromas tontas que los hacían carcajear. Salieron relativamente temprano hacia la casa Cullen, con la misma ropa de la noche anterior y con una sonrisa que deslumbraba a kilómetros.

-¿Y ahora qué?- preguntó Bella mientras veía su mano entrelazada con la de Edward.

-¿Qué quieres que pase?- preguntó él.

-No sé- susurró sonriente –Te propongo algo…

-Te escucho.

-Vamos a… tener algo más que una amistad pero…

-Pero…

-Sin que sea tan serio como algo formal, ¿me explico?

-¿Quieres que seamos “amigos con derechos”?- preguntó él divertido -¿Por qué?

-No estoy segura de querer una relación “así” en éste momento. Más después de estar tanto tiempo alejada de ti…

-Te entiendo.

Ambos sentían cierto temor, ella por el tiempo y la inexperiencia; y él por su más reciente fracaso. Se sintieron cómodos bajo esa situación: “amigos con derechos”. Ya se las arreglarían para ver su futuro. Lo importante era el ahora y el con quién. Tal vez más adelante se atrevieran a declararse descaradamente sus sentimientos y aferrarse a una vida juntos con un porvenir exitoso.     

 


 

Capítulo 2: LA HISTORIA Capítulo 4: MUERO POR LUCHAR POR MOMENTOS DE AMOR CONTIGO.

 
14640709 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10860 usuarios