Noche sin tregua

Autor: neni_bella
Género: + 18
Fecha Creación: 21/07/2011
Fecha Actualización: 21/07/2011
Finalizado: SI
Votos: 4
Comentarios: 5
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Capítulos: 14

-si, soy una puta. -cada uno trabaja en lo que el gusta. -no me gusta mi trabajo. esa noche pretendía ser como otra cualquiera pero un incidente hará que su vida cambie para siempre.

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Capítulo 3: Conociendo a Edward Cullen

Noche sin tregua

Esa noche Bella se encontraba en la esquina de la quinta Avenida. Estaba charlando con Ángela a la espera de que apareciese algún cliente. En una situación normal no dejaría que ninguna de su mismo oficio trabajase en la misma zona que ella, las tenían asignadas y esa esquina era suya, pero con ella era distinto porque eran amigas y se complementaban bien.

En ese momento, un lujoso coche aparcó cerca de ellas y bajó la ventanilla. Un hombre se asomó por ella y señaló a Bella con la mano para que se acercase. Ella anduvo moviéndose sensualmente hasta llegar allí y luego se apoyó en la ventanilla de forma que dejase ver perfectamente su perfecto escote. El hombre, rubio y de ojos azules, no se cortó ni un pelo al mirarla babeando.

-hola, cariño-saludó coqueta-¿quieres un poco de diversión?

-eso es justamente lo que quiero-contestó el hombre rubio.

En ese mismo momento llegó una limusina, muy lujosa también, y aparcó detrás de ese coche. El chofer bajó del vehículo y se dirigió hacia Ángela que se irguió sonriendo a la espera de que lo que ella creía cliente la alcanzase. Cuando lo hizo, ella habló.

-¿buscas compañía, guapo?-le ofreció con voz seductora.

-¿es usted la señorita llamada Delice?-preguntó educadamente.

Ángela frunció el ceño y señaló a su compañera que estaba charlando con su cliente a punto de cerrar el trato. El uniformado se apresuró a llegar hasta ella, después de haberse despedido cordialmente de la otra, antes de que entrase al coche.

-señorita Delice-llamó haciendo que Bella se girase.

-soy yo-contestó confusa.

-mi señor me ha pedido que la lleve con él-comunicó él.

-lo siento pero estoy ocupada-se disculpó-dígale a su señor que mañana estaré a la misma hora en el mismo sitio.

-¿Cuánto le ha ofrecido este señor por sus…servicios?-preguntó el chofer.

-no creo que sea de su incumbencia-se escuchó que hablaba el rubio.

-mi señor dobla la oferta-anunció seguro.

-me ha ofrecido 1000 pavos-le dijo para que se diese cuenta del dinero que iba a gastarse por echar un simple polvo.

-le ofrece 2000-aseguró.

-yo estaba aquí primero-gruñó el de dentro del coche pero sin contradecir la oferta ya que le parecía mucho dinero para pagar a una puta.

-¿Qué dice, señorita?-preguntó el chofer ignorando completamente al hombre.

Bella no tuvo que pensarlo mucho; no trabajaba por gusto así que no pensaba rechazar una oferta tan suculenta. Se giró y llamó a su compañera que en pocos instantes estuvo a su lado.

-señor Newton-le dijo al hombre del coche-esa es una oferta que no puedo rechazar. Mi compañera, Angie, estará encantada de ofrecerle sus servicios al precio que nosotros dos acordamos. No se arrepentirá-se giró hacia el uniformado-¿Dónde tengo que ir?

-acompáñeme, por favor-dijo el chico haciéndola ir hasta la limusina que estaba detrás dejando al señor Newton con la palabra en la boca.

Bella se quedó maravillada con el coche; no sabía mucho acerca de ellos pero nunca había visto una limusina tan lujosa y menos que le ofreciera llevarla. Era larga, lógicamente, y negra. Con cristales tintados y pinta de ser muy cara. No salió de su ensimismamiento hasta que el chofer le abrió la puerta trasera y la hizo pasar.

Cuando entró se quedó con la boca abierta; si por fuera era impresionante, por dentro era increíble. Tenía asientos de cuero acolchados, uno mirando hacia delante y otro en la dirección contraria. Había un minibar y varios armarios más y parecía una casita pequeña. Se sentó mirando hacia todas partes absorta en sus pensamientos hasta que una aterciopelada voz la devolvió a la realidad.

-¿es usted la señorita Delice?

Bella se giró y se encontró delante de ella a un hombre muy bien vestido con un traje que solo la corbata seguramente costaría más que todo lo que ella llevaba puesto junto. Tragó saliva antes de que babease y es que además de rico el hombre era completamente apuesto. Su pelo cobrizo daba ganas de tocarlo y sus ojos esmeralda, que en ese momento estaban penetrándola con la mirada haciéndole un escáner inquisidor, eran como dos gemas que podría quedarse toda la vida mirando. Tendría unos 25 años y Bella tuvo la certeza de que no existía en el universo criatura más atractiva que él; era completamente irresistible.

-si, lo soy-contestó cuando consiguió que la voz le volviese la voz.

-perfecto-dijo él-mi nombre es Edward Cullen.

-encantada, señor Cullen-susurró ella tímidamente.

¿Pero que el pasaba? Ella nunca había sido tímida y menos en su trabajo. Los hombres que la contrataban buscaban a una mujer de armas de tomar con la que poder divertirse no una chiquilla cohibida con pinta de virgen. Entonces… ¿Por qué se sentía tan terriblemente insegura delante de aquel hombre? Estuvo segura de que era por él. Y es que no era habitual que alguien tan hermoso como él, que estaba segura de que podría tener a cualquier mujer que quisiera gratuitamente, contratase los servicios de una prostituta.

-entonces…-habló cogiendo un poco más de valor.- ¿Qué desea que le haga?

Su voz sonaba un poco más segura pero no de cerca se acercaba a su habitual deje de seducción. Pensó que él querría hacerlo ahí mismo; al fin y al cabo esos asientos eran mucho más cómodos que más de la mitad de los sitios a los que sus clientes habituales la habían llevado.

-mi chofer nos llevará a un lugar más cómodo para que podamos charlar tranquilamente largo y tendido-comentó él.

Bella se sonrojó al entender las segundas intenciones de la palabra charlar en esa frase.

Desde que había entrado en el coche Edward se había sentido extraño. Nada más meter una pierna dentro de la limusina, el aroma de Bella le había inundado las fosas nasales y se le había enterrado en la mente. Solo con olerla, su miembro había vibrado intensamente y eso era algo que no era normal para nada. Desde hacia años que una mujer no le había atraído; se había topado con muchas, de las cuales muchas eran por completo unas bellezas, pero ninguna de ellas había conseguido remover ni un solo nervio. Y esa mujer con solo su presencia le había movido todos.

No podía dejar de mirarla. Estaba claro que ese pelo era falso; se notaba que era una peluca. Pero ella era hermosa; tenía unos ojos chocolate de lo más expresivos que en ese momento brillaban de timidez. Frunció el ceño confuso; no sabía que las mujeres de la calle fuesen tímidas, aunque la verdad es que no tenía experiencia ninguna en ese campo.

Su mirada viajó a sus pechos, los cuales se veía a través de la camiseta escotada blanca que llevaba enseñando ligeramente un trozo de encaje azul de su sujetador; de lo más provocador sutilmente. Bajó hasta quedarse en sus piernas descubiertas por una falda de color negro muy corta. Casi se le hizo la boca agua al mirar sus blancas piernas enfundadas en un par de botas altas hasta las rodillas blancas. Edward meneó la cabeza para quitarse esos pensamientos de la cabeza. Él había ido allí con un solo propósito y pensaba cumplirlo dejando fuera toda clase de ideas de lo más descabelladas que se le ocurriesen a su cerebro. Aunque debía aceptar que tener a esa mujer delante no le ayudaba para nada a concentrarse.

La limusina anduvo hasta que por fin se paró en frente de un hotel muy lujoso. Bella abrió los ojos sorprendida; ¿ese hombre pensaba llevar allí para mantener relaciones sexuales? ¡Era increíble! Aunque no sabía porque se sorprendía teniendo en cuenta el dinero que había pagado por ella y el lujoso coche en el que viajaba.

-McCarty-llamó a su chofer-entraré a poner todo en orden. Lleva a la señorita a mi suite.

Dicho eso salió del coche y este arrancó entrando por un túnel subterráneo. Bella estaba estática. ¿Suite propia? ¿Cuánto dinero tenía ese hombre? Cada vez se sorprendía más.

El chofer la condujo por unas escaleras de servicio hasta la planta más alta del hotel. Una vez allí, abrió una puerta y se despidió de ella. Bella ya no se sorprendido de la habitación. Era enorme, con una salita, una pequeña cocina en un lado, dos baños con una jacuzzi en cada uno y un amplio balcón con unas hermosas vistas de Manhattan. La habitación estaba al fondo y tenía una gigantesca cama de matrimonio en medio. Se preguntó curiosa si Edward tendría esposa.

Entonces su mente comenzó a trabajar y tomó una decisión. Rápidamente se deshizo de su ropa y se colocó en el centro de la cama en una pose sexy. Sacó del pequeño bolsillo de la falda un condón y lo colocó en la mesilla de noche. Ya estaba bien de ser tímida; por algo era una puta.

Edward entró en la Suite después de arreglar todos los asuntos en recepción y mandar que nadie lo molestase en su habitación. Suspiró al cerrar la puerta; ahora venía la parte más difícil pero él no se iba a dejar amedrentar por una prostituta.

Miró alrededor pero no la vio. ¿Estaría en el baño? Podía ser. Se decidió por ir a su dormitorio primero a dejar la chaqueta y la corbata; esa mujer no se merecía tantas molestias. Claro que lo que encontró allí no era justo lo que esperaba.

Abrió la boca desmesuradamente al encontrarse a la chica en su cama, solo con un conjunto de ropa interior de encaje azul que contrastaba con su piel y las altas botas. Sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas pero en su boca danzaba una sonrisa seductora. La boca se le hizo agua y su miembro se puso duro como una piedra. ¡Joder! ¡Así no había quien se concentrase!

Bella sonrió internamente al ver al hombre en ese estado; había conseguido su propósito que era seducirle y ese hombre estaba que parecía a punto de saltarle encima y hacerla suya. Por una vez, a Bella no le disgustó ese pensamiento.

Edward se apresuró a pensar en cosas no eróticas para poder concentrarse en hablar con ella. La miró a los ojos para no vagar su mirada por todas esas curvas que lo estaban enloqueciendo y aunque brillaban abrasadoramente la ayudó a no saltarle encima.

-por favor, vístete-ordenó olvidándose de usar el usted.

-¿quieres desnudarme tú?-preguntó con voz sensual.

Edward estuvo a punto de llevarse las manos a mi entrepierna cuando está amenazó con hacer más que evidente su problemilla.

-te he dicho que quería que hablásemos-le dijo.

-todos entendemos lo que quieres decir con la palabra hablar-contestó ella divertida.

-yo lo entiendo como la que viene en el diccionario-respondió él frío y seco-así que vamos a hablar.

-¿Qué quieres de mí?-preguntó Bella dándose cuanta de lo raro de la situación.

-tengo un trato que proponerte-dijo acercándose un poco a la cama y quedándose a los pies pero sin sentarse.

-¿Qué clase de trato?-inquirió ella suspicaz.

-te pagaré el doble de lo que te he dicho que iba a pagarte-comentó.

-y… ¿Qué tengo que hacer a cambio?-cuestionó.

-a cambio solo te pido una cosa-comenzó-deja en paz a Jacob.

Bella se quedó muda. ¿Ese hombre conocía a Jacob? Maldito Jake… ¡iba a matarle! ¡Había contado su estado! Pero de todos modos era su mejor amigo y no quería separarse de él. Ese tiempo que había pasado con él había llegado a confiar plenamente en él y lo quería muchísimo. No, no podía separarse de él; la hacia reír como nunca.

-lo que yo tenga que ver con Jacob no es asunto tuyo-murmuró.

-si que lo es, él es mi amigo-negó Edward.

-también el mío-sumó ella.

-¡ja! Ahora lo decís así…-murmuró él sarcástico.

-es la verdad-peleó ella algo ofendida.

-¿Cómo te llamas?-preguntó de repente.

-ya lo sabes, Delice-respondió.

-quiero tu nombre verdadero, y no me digas que no tienes porque ningún padre sería capaz de llamar a su hija con ese nombre de puta que te has puesto-debatió hiriente.

-no te interesa mi nombre.

-si que me interesa-rebatió Edward-te he pagado 2000 euros así que quiero tu nombre.

Bella se lo pensó; en eso tenía razón. Lo miró evaluándolo; dudaba mucho que un hombre de su estatus le hiciese ningún mal sabiendo su nombre ya que esa clase de personas nunca querían ser vistas ni relacionadas públicamente con el tipo de ella.

-Bella-respondió solamente.

-¿Bella?-preguntó pensando que el nombre le venía perfecto.

-Isabella pero odio mi nombre así que Bella-explicó.

-muy bien, Bella, quiero que te alejes de Jacob Black desde hoy mismo-volvió a decir dejando un fajo de billetes encima de la mesita de noche.

-¡es mi amigo!-gritó ella.

-pues si tan buena amiga te crees deberías pensar en él y el mal que puede hacerle que sea visto con alguien de tu calaña-dijo hiriente.

A Bella eso le sentó como una patada en la boca del estómago pero no quiso dejar que se le notase. Respiró hondo reteniendo las lágrimas que amenazaban por salir de sus ojos. Miró al hombre que estaba muy serio. No sabía que hacer pero lo que si sabía era que ese tío había pagado 2000 euros por un trabajo y ella tenía que cumplirlo. Así que se puso de rodillas y se acercó gateando hasta el borde. Edward se tensó al verla cada vez más cerca pero su cuerpo se paralizó y no pudo moverse.

Bella se puso delante de él y agarró el cuello de su camisa tirando de él hacia ella.

-pareces tenso, cariño-dijo volviendo su voz sensual-deberías relajarte…

Edward se tensó más aún cuando Bella pegó su pecho al suyo y lo sintió en todo su esplendor contra él. Sintió como su miembro latía fuertemente en su pantalón provocándole una tirantez que ya hasta le dolía. Su respiración se hizo desacompasada cuando Bella empezó a restregarse contra él y tuvo que cerrar los ojos fuertemente.

Ella sintió que hacía bien su trabajo cuando sintió como el miembro del hombre golpeaba contra su muslo. Eso no solo la hizo sonreír sino que se mojó completamente y eso era algo que no solía pasarle sino que tenía que utilizar lubricante para ello.

-creo…que podría ayudarte a soltar un poco el estrés-murmuró y acto seguido enterró su cara en su cuello.

Edward no pudo reprimir un gemido gutural que escapó de su garganta. Los labios de Bella en su piel le hacían sentir como nunca se había sentido; le gustaba. Echó la cabeza hacia atrás en un movimiento involuntario mientras ella recorría toda su mandíbula con húmedos besos. El calor empezó a concentrarse en su cuerpo calentándolo como nunca antes había estado.

Bella soltó uno a uno los botones de la camisa que él llevaba puesta acariciando la piel que iba siendo expuesta. Estaba maravillada; ese hombre tenía un pecho que daba ganas de comérselo a bocados. ¡Por Dios! ¡Era la tentación en persona! ¡Todo un Dios griego!

Además se sentía genial. Ese hombre tan seco y serio estaba reaccionando a sus caricias como ningún hombre había hecho y aunque se le notaba que trataba de resistirse, veía que a cada roce sus barreras iban cayendo una a una, poco a poco, sin prisa pero sin pausa. Lo sintió tragar duro y siguió el recorrido de la saliva de él por la garganta con la lengua humedeciendo toda la piel a su paso. Luego le dio un leve mordico. Edward no pudo soportarlo más.

Con un movimiento casi brusco, la rodeó con sus brazos y la elevó sujetándola por el trasero haciendo que tuviese que enredar sus piernas alrededor de su cintura y los brazos en su cuello. Ella gritó mientras volaba por el aire para luego sentir la mullida cama bajo su espalda. Tenía a Edward encima de ella sujetándose con sus brazos para no apoyar todo su peso sobre ella. Sus ojos estaban oscurecidos, eclipsando casi por completo sus hermosos orbes esmeraldas. Se quedó hipnotizada mientras él la traspasaba con la mirada y empezó a faltarle el aire.

Llegado a ese momento Edward se dio cuenta de que ya no podría parar; había intentando soportar todas esas insinuaciones lo mejor que pudo desde que ella había aparecido y se había propuesto seducirlo, incluso cuando ni siquiera lo intentaba, pero al final había sucumbido al deseo, al fin y al cabo solo era un hombre. Así que decidió no hacerse más de rogar; total, si iba ir al infierno, ¿Qué más daba que fuera ahora?

Sin volver a pensarlo agachó la cabeza con intención de besarla pero justo cuando sus labios iban a rozar los de ella, sintió que algo obstruía el paso. Gruñó viendo la mano de la mujer como barrera entre él y esa boca que se moría por probar.

-no puedes besarme en los labios-explicó antes de darle tiempo a preguntar.

Edward se puso de rodillas en la cama y tiró de ella para sentarla encima de sus muslos. Entonces fue él el que enterró la cara en el cuello de ella y empezó a besárselo. Bella ladeó la cabeza inconscientemente para darle mayor acceso. Se mordió el labio reprimiendo un gemido.

-me estás restringiendo muchas cosas para lo que he pagado por ti-murmuró Edward contra su piel.

-te sabes mi nombre-jadeó ella.

-quítate la peluca-pidió.

Se lo dijo mirándola a los ojos y ella fue incapaz de negárselo estando bajo esa abrasadora mirada. Edward subió la mano, desenganchó los ganchos de entre la rubia peluca y luego se la quitó. La larga melena caoba de Bella le cayó por la espalda rizándose en las puntas a la altura de sus omoplatos. Edward enterró su mano en la cabellera y se la llevó a la nariz para aspirar profundamente; y ahí estaba otra vez, ese aroma que lo aturdía y lo encendía al mismo tiempo.

Ella no sabía lo que le pasaba; era como si fuera un títere en sus manos. Con otros hombres se había dejado pero en ese caso era completamente distinto ya que ella no podría hacer nada aunque quisiera ya que su cuerpo no respondía más que positivamente a sus caricias; Edward podría hacer lo que quisiera con ella y Bella no se quejaría. Incluso su imaginación hizo acto de presencia y llegó a pensar que podía estar tratándola así para luego deshacerse de ella para que Jake no tuviera problemas pero le daba igual; si moría en sus manos así moriría feliz.

Edward la rodeó con los brazos y se dedicó a lamer, besar y morder toda la extensión de su cuello y hombros mientras Bella suspiraba completamente derretida. Sus manos se posicionaron una en su espalda y otra en sus omoplatos y la pegó a él. Las llevó al enganche del sujetador y se lo desabrochó sin muchos problemas. Entonces, lentamente, fue bajándole un tirante mientras iba besando el hombro que este iba dejando atrás. Cuando se lo hubo quitado, repitió la misma operación con el otro. Con las sujeciones fuera de juego, lo único que mantenía el sujetador en el cuerpo de Bella era el pecho de Edward pegado al suyo y él pareció entenderlo rápidamente porque se separó de ella haciendo que cayese a su regazo y lo lanzó lejos.

Edward se quedó contemplándola de hito a hito; era absolutamente preciosa. Nunca había conocido ninguna mujer que lo atrajese de la manera en la que Bella lo hacía pero sinceramente, le encantaba. Puede que en estado normal ignorase y negase esas sensaciones, e incluso huyese de ellas, pero definitivamente el estado en el que estaban no era normal y definitivamente lo prefería.

Se aventuró a tocar suavemente la cúspide rosada que coronaba ese montículo níveo y gimió al mismo tiempo que ella cuando su mano hizo contacto con esa piel. Hacia mucho tiempo que no hacía eso pero claramente eso era mucho mejor de lo que recordaba.

Bella había vuelto a echar hacia atrás la cabeza cuando Edward la había tocado; se sentía tan bien…podía haber mantenido decenas de relaciones sexuales con decenas de hombres distintos pero nunca lo había disfrutado ya que lo hacía solamente por dinero. Pero ese hombre…le hacía vibrar con solo rozarla. Mantenía los ojos cerrados por las sensaciones que la asaltaban pero no consiguió abrirlos cuando decidió hacerlo ya que segundos antes sintió las húmedas caricias de la lengua de Edward en el mismo sitio donde instantes antes estaban sus manos.

-¡OH, Dios mío!-gimió sin poder contenerse.

Él gruñó y sin apartar su boca de ese manjar que estaba saboreando, sujetó a Bella por los muslos y la puso en la cama poniéndose sobre ella. La chica no pudo reprimir un sonoro gemido y se aferró a su cuello como si fuese la última coca cola del planeta.

Mientras tanto, las manos de Edward bajaron hasta encontrarse con el borde de las pequeñas bragas de encaje que Bella llevaba puestas y sin mucho miramiento tiró de ellas para deslizarlas por sus largas piernas y quitárselas. Bella se dio cuenta que en algún momento Edward se había quitado los pantalones y que estaba simplemente con unos boxers negros puestos.

Edward se puso a cuatro patas con una pierna a cada lado del cuerpo de ella mirándola fijamente. Ella lo contempló sin vergüenza alguna y se mordió el labio inferior con ganas de gemir solo por la vista; su pecho, como antes había comprobado, parecía esculpido en dura piedra y debajo de la única tela que portaba se le veía más que excitado.

Estaba a punto de devolverle el placer que le había otorgado cuando Edward acarició su intimidad con un dedo. Soltó un jadeo abrupto y todas las ideas se le fueron de la cabeza. Ella sabía que tenía que reaccionar y darle placer, al fin y al cabo él había pagado por ello, pero su cuerpo no le respondía y era incapaz de hilar ningún pensamiento lógico. La estaba derritiendo.

Edward en cambio no quería que las cosas fuesen de otro modo del que estaba yendo. Desde el momento en el que ella había empezado todo esto su cuerpo había reaccionado y la reclamaba como suya. Quería tocar todo ese cuerpo y recorrer cada centímetro de esa fuente de lujuria y sensualidad. Quería probarla entera…quería hacerla suya… Decidido, empezó a bajar los besos por su cuello pasando por sus pechos y su estómago camino a su meta.

Bella estaba extasiada; como si estuviera drogada. Sentía las caricias de Edward cien veces más intensas que lo que nunca había sentido. No había nada que pudiese convencerla de estar en otro lugar en ese momento; ese era su lugar feliz. No escuchaba nada, solo el sonido de los besos de Edward bajar por su ombligo. Se dio cuenta en ese momento que se estaba alejando demasiado de sus pechos y frunciendo el ceño lo miró confusa. Edward la miró por debajo de sus espesas pestañas mientras seguía el recorrido con la boca.

-¿Qué estás haci…?-la pregunta murió en su boca vencida por el gemido más alto de toda la noche que había escapado de la boca de la mujer.

Y es que Edward se hallaba en ese momento saboreando los jugos de su intimidad avariciosamente. No dejaba rincón alguno sin atención y Bella se sintió desfallecer. Se agarró fuertemente a las sábanas que tenía debajo ya que estaba segura de que si no lo hacía sus manos volarían al cabello de Edward para tirar de él hacia ella queriéndolo sentir más contra ella. Los gemidos ya no los retenía; se veía incapaz. Nunca nadie le había hecho eso, los clientes eran específicos y lo más educado que el habían dicho era "chúpamela, por favor", así que eso era nuevo para ella. que la tratasen bien era toda una novedad. Pero desde luego era lo mejor que había sentido nunca y se pasaría la vida así, aunque no estaba de que fuese lo mismo con otro hombre haciéndoselo.

Edward la veía desde abajo, mientras ella gemía y trataba de lograr que llegase aire a sus pulmones. Le encantaba poder crear esas reacciones en ella. Le parecía increíble que fuese una mujer de la calle ya que con él se estaba comportando como si fuese una primeriza. Solo al principio, al empezar a seducirle, había sido desinhibida. Aún así le daba igual. Esa mujer lo encandilaba y la verdad es que sabía a gloria. Podría pasarse horas, e incluso días, saboreándola.

Bella sintió una burbuja formarse debajo de su estomago que con cada lametón de Edward crecía sin parar. Cada vez sentía más calor en su cuerpo y le costaba más pasar aire a sus pulmones. La burbuja siguió creciendo hasta que sintió que estaba a punto de explotar. Entonces agarró más fuerte las sábanas de forma que creyó que iba a traspasarlas con las uñas. El aire dejo de entrarle al cuerpo y la burbuja explotó. Chilló, no como esas veces que había fingido los orgasmos para no herir el ego de sus clientes, sino de forma totalmente natural, creyendo que después quedaría ronca. Empezó a temblar ligeramente mientras su voz resonaba por toda la habitación y su cuerpo se arqueó sin pedir permiso. Sintió las manos de Edward sujetando sus caderas mientras terminaba de llegar al clímax; parecía no querer dejar de saborearla. Fue su primer orgasmo verdadero y fue sublime; largo e intenso. Cuando terminó, se quedó tirada en el colchón; lánguida y agotada, incapaz de moverse. Echó la cabeza hacia un lado e intentó recuperar el aire perdido.

Edward degustó hasta el último rastro de la esencia que Bella había emanado. Le maravillaba esa mujer; sabía maravillosamente y escucharla gritar así había sido el mejor sonido que había escuchado nunca. Fue subiendo hacia arriba, besando toda la piel que podía por el camino, hasta llegar al cuello de Bella donde dejó un beso para apoyarse en sus brazos y contemplarla. Estaba exhausta; parecía no tener fuerza alguna. Le pareció más bella aún. No había ni rastro de la mujer que había hablado con él de forma altanera ni de esa que había tratado, con éxito, seducirlo; en ese momento parecía terriblemente vulnerable.

-¿nunca te habían hecho eso?-le preguntó habiendo visto el asombro de ella cuando bajaba hacia abajo.

Ella giró la cabeza y clavó sus ojos en los suyos. Acto seguido negó con la cabeza. Seguía tratando de recuperar el aliento perdido y Edward no pudo evitar rozar su mejilla con la mano. Bella tuvo que luchar para no cerrar los ojos y apoyar la cara completamente en su mano; eso la haría ver mucho más vulnerable de lo que ya parecía. Estuvieron así un rato; Bella respirando superficialmente y Edward simplemente observándola. Nadie habló durante un rato hasta que él rompió el silencio.

-¿estás mejor?-preguntó Edward-¿has recuperado el aliento ya?

-creo que si-respondió ella.

-muy bien-sonrió y a Bella se le aceleró el corazón; tenía una sonrisa arrebatadora-ahora tengo que hacer algo con el problemilla que tengo en los boxers.

No era habitual en Edward hablar de esa forma tan informal pero en ese momento le salía solo. Esa mujer le hacía reaccionar y ser completamente distinto al Edward que era normalmente. Era como si el hombre que a sus 25 años estaba metido en el trabajo, que vivía para ello, y era un serio empresario se esfumase dejando ver a un hombre, que era joven todavía y quería aprovechar la vida.

Bella por su parte llevaba toda la noche esperando eso. Había sido demasiado bonito hasta ese momento y sabía que tarde o temprano el hombre sacaría el macho Neanderthal que llevaba dentro y querría que ella, como puta, le hiciese como ellos vulgar y habitualmente decían una buena mamada. No es que le diese asco, al fin y al cabo ella había hecho cosas mucho peores por pedidos especiales; le parecía otro juego sexual como cualquier otro, pero era desagradable hacer eso con clientes que la trataban despectivamente solo por su condición de mujer de la calle. Siempre había odiado hacerles sexo oral a sus clientes ya que todos, sin excepción alguna, la tiraban del pelo, que menos esa vez era una peluca, y la insultaban mientras lo hacía. A nadie le gustaba hacer ese tipo de cosas mientras un gilipollas le gritaba al oído "¡chupa más fuerte, puta!" y cosas de ese estilo; era degradante, incómodo e irrespetuoso. Si no fuese porque necesitaba realmente el dinero hubiese dejado eunuco a más de uno.

Pero para variar, Edward volvió a sorprenderla. Se acomodó encima de ella poniendo solo parte de su pero sobre ella. Bella tuvo que cerrar los ojos y reprimir un gemido al sentir la erección que tenía en el vientre. De repente, sintió un suave beso en la nariz y los abrió sorprendida. Edward estaba agachado a la altura de su cara sonriendo levemente. Se acercó otra vez y esa vez besó su frente. Bella volvió a cerrar los ojos y entonces sintió sus labios en cada párpado. Edward estaba siendo extremadamente tierno y ninguno de los dos sabía porque. Ella estaba alucinando y él se sorprendía a sí mismo queriendo hacer eso con Bella tranquilamente y sin prisas.

Su boca se movió hasta su mejilla y empezó a darle pequeños y seguidos piquitos; Bella soltó una risita divertida. Estaba siendo tan dulce que deseó con todas sus fuerzas que la besase en ese momento. Seguido, se pateó mentalmente; no podía desear eso, un beso era algo demasiado íntimo como para dárselo a cualquier hombre que se le cruzase y menos si pagaba por estar con ella.

Él se agachó lentamente rozando todo su cuerpo con sus manos y fue hasta sus pies. Suavemente, desabrochó una de sus altas botas y se la quitó. Cogió su pie en sus manos como si fuese de cristal y se lo besó. Repitió el proceso con la otra bota y luego ascendió. Atacó el lóbulo de su oreja mordisqueándolo y ella gimió suavemente gustosa. Desde luego estaba claro que ese era uno de los puntos más sensibles de toda la anatomía de la chica. De repente, él se susurró al oído algo que la dejó helada.

-déjame hacerte el amor.

Abrió los ojos sorprendida mientras él seguía con su trabajo. ¿En serio había preguntado eso? ¿Le estaba pidiendo permiso? No…tenía que haber escuchado mal. Ningún hombre tenía la decencia de preguntarle haber si le importaba que le hiciese el amor cuando ella solo era una prostituta y habían pagado por ella. Soltó un gemido poco audible cuando Edward se dedicó a lamer el otro lóbulo pero sus pensamientos seguían ahí. Tenía que estar soñando eso…los hombres que contrataban putas no las tenían respeto. ¡Eso solo pasaba en Pretty woman! Y desde luego ella no era Julia Roberts.

-por favor.-pidió él en un susurro bajando a mordisquearle la garganta y el mentón suavemente.

¡No podía más! Ya no era que no le importase… ¡es que quería que le hiciese el amor! Quería sentirlo dentro de ella y lo quería en ese mismo instante. Sin moverse apenas levantó el brazo y lo alargó a la mesita de noche. Tanteó a ciegas hasta dar con lo que quería. Una vez logrado, lo puso delante de Edward.

Él ya estaba desesperado. No era solo el hecho de tener esa dolorosa erección en su entrepierna sino que quería hacerlo con ella; con Bella. Quería entrar dentro de ella y que ambos gimiesen al unísono. Quería hacerla gozar y que alcanzase otra vez el orgasmo con él dentro de ella. Quería que gritase su nombre mientras alcazaba el clímax. Pero sobretodo, quería que ella también lo quisiese y por eso mismo se lo había pedido; para que ella no tuviera que hacerlo por obligación. Para entonces estaba tan metido sintiendo a la mujer que se había olvidado de que era una puta y de que había pagado un pastón por tenerla ahí aunque esas no fuesen sus primeras intenciones.

Edward entendió que había aceptado cuando le puso un condón en frente de la cara. A decir verdad él ni siquiera se había acordado de tomar precauciones; solo la quería a ella. La sonrió al mirarla a la cara. Sus ojos estaban nublados por una fina capa de deseo que pasaba sobre ellos; él no era el único que quería eso. Así que cogió lo que Bella le estaba dando y lo abrió para colocárselo con cuidado.

Cuando por fin entró en ella, jadearon abruptamente. Eran perfectos el uno para el otro. Nunca habían encajado mejor con nadie. Él dejó caer un poco más de su peso sobre ella para que lo sintiera y ella se sintió estremecer. Empezó con un movimiento lento y acompasado que les arrancaba a ambos suaves gemidos.

Bella pasó las manos por los hombros de él para enredar sus dedos en el sedoso cobrizo de él. Era tan suave como se lo había imaginado y tenerlo dentro, más increíble de lo que había pensado. Sentía que esa vez no era como las otras. Si era verdad que al fin y al cabo era un cliente más pero ella no lo sentía así. Era como si Edward sacase lo mejor de ella. Se sentía querida y deseada de la manera más amorosa, cariñosa y romántica posible. Y eso no era algo que le pasase todos los días.

Edward tenía todos sus sentidos puestos en sentir una y cada una de las partes de su cuerpo que se rozaban con el de ella y en las sensaciones que sentía él mismo. Se sentía realmente completo. Era como si llevase toda su vida a la espera y busca de algo y ese algo era ella. Sentía que la estaba marcando como suya. Es más, la quería para él; quería que solo él pudiese tocarla.

La burbuja empezó a formarse otra vez debajo del estómago de Bella y también del de Edward. Los movimientos empezaron a ser un poco más rápidos pero nunca bruscos. Él quería que fuese sin prisas y disfrutando de todo el proceso y desde luego a ella le estaba gustando.

Bella se retorcía debajo de Edward incontroladamente; estaba sintiendo un placer casi desconocido para ella y no podía controlarlo. Pero lejos de disgustarle, a Edward ese movimiento le dio un placer extra al restregarse contra los puntos clave sin que siquiera lo supiera. Todo eso se concentró y supo que estaba a punto de explotar. Pero no quería hacerlo solo.

-Bella-susurró su nombre haciendo que a la chica le diesen escalofríos-no voy a aguantar mucho más.

-da igual-no era el primero que por lo menos tenía la decencia de avisárselo.

Ella estaba acostumbrada a que ellos llegasen a la cumbre sin darle tiempo siquiera a acercarse al suyo. Aunque Edward no había estado tan lejos porque sentía que si siguiera un poco más llegaría también. De todos modos no podía quejarse; minutos antes había tenido el mejor orgasmo de su vida gracias a su maravillosa lengua.

-no da igual-contestó él con voz ronca-quiero que te vengas conmigo.

Bella abrió los ojos realmente sorprendida porque el hombre se preocupase por ella en un momento así. Pero veía a Edward a punto de llegar y a ella le quedaba bastante por lo que veía eso imposible. Subió las piernas para rodear su cintura en busca de más contacto.

Pero él tenía otros planes; quería que se corrieran juntos y eso harían. Así que se levantó un poco de ella mientras seguía con su movimiento y metió una mano entre sus cuerpos en busca de la zona más sensible de ella. Cuando encontró esa perla, Bella dio un gritito sorprendida al sentir más calor de golpe en su cuerpo mientras echaba la cabeza hacia atrás.

-¡oh, Dios!-gimió.

-vente conmigo, Bella-pidió él.

Su movimiento acrecentó la velocidad y Bella se sintió tan cerca del orgasmo que pensó que se iría antes que él. Edward estimulaba el clítoris de ella para hacerla llegar a la cumbre con él mientras seguía moviéndose. Salía del todo de ella y luego la embestía de un solo golpe.

-por favor-rogó de nuevo-vente conmigo.

-Dios…estoy…cerca-susurró con voz entrecortada.

-grita mi nombre, Bella-suplicó Edward.

-yo... ¡ah!-gemía ella incapaz de pronunciar nada.

-¡grita mi nombre!-suplicó él alzando la voz.- ¡OH, joder, Bella!

-¡Edward!-ella se sujetó a su ancha espalda y se empezó a convulsionar-¡Edward!

Los dos empezaron a temblar y las burbujas se explotaron. Llegaron juntos al orgasmo gritando el nombre del otro y después, Edward cayó agotado encima de ella sin que Bella soltase sus piernas. Estuvieron varios minutos ahí tumbados recuperando el aliento. Entonces Edward levantó la cabeza.

-esto…Bella…-llamó su atención.

-¡OH, si! Lo siento…-susurró avergonzada mientras le soltaba la cintura.

Bella sintió que su cara se volvía de color rojo intenso y se maldijo por ser tan susceptible con él; apartó la mirada. Edward sonrió antes la reacción de la chica y le acarició la mejilla antes de salir de ella y quitarse el preservativo. Lo tiró a la papelera y luego volvió a la cama para tumbarse al lado de Bella.

Ella entendió a la primera; su trabajo había terminado y se tenía que ir. Los hombres solían ser sutiles para eso o mejor dicho lo había aprendido viendo como después de acto se quedaban dormidos y esperaban no tener a una puta a su lado al día siguiente. Así que se sentó en la cama y se dispuso a salir de ella. Pero él fue más rápido y la sujetó de la muñeca para que no se levantase.

-¿Qué haces?-le preguntó.

-yo…me voy.-contestó ella.

-quédate-pidió-por favor.

Bella lo miró a los ojos y vio que de verdad quería que se quedase con él. Sintió un calor que inundaba su cuerpo y miles de mariposas aleteando en su estómago. Se mordió el labio indecisa. ¿Sería eso involucrarse demasiado con el cliente? ¿Podría luego hacer como que no había pasado nada? La respuesta estaba clara; no. Aunque no se quedase.

-yo…-balbuceó.

-quédate-volvió a suplicar.

Tiró de su brazo haciendo que Bella quedase recostada en su pecho. Sus caras estaban a escasos centímetros y sus alientos se mezclaban. Edward no lo resistió y la agarró de la nuca para atraerla a si y besarla.

Bella se quedó congelada. ¿Qué estaba haciendo? ¡Ella le había dicho claramente que nada de besos en la boca! Y estaba haciendo justo eso. Pero la verdad es que lo hacía de miedo…no era la primera vez que la besaban; siempre había el típico cliente rebelde que lo intentaba. Peor ninguno llegaba a hacer nada más que rozarlo los labios porque entonces si que lo dejaba eunuco. Pero… ¿a quien quería engañar? Llevaba toda la noche deseando ese beso y era incapaz de pegar a ese hombre. Antes de llegar a esa conclusión, ya estaba correspondiendo al beso.

Edward estaba en el cielo. El sabor de la boca de Bella era mil veces mejor de lo que se había imaginado y que ella le estuviese correspondiendo le emocionó al tiempo que le dieron escalofrío. ¿Qué era esa cálida sensación que sentía en el pecho? Era desconocido para él…

Sus lenguas se movieron juntas y acompasadas durante un rato hasta que se quedaron sin aire. Edward degustó el sabor de Bella en su paladar y aunque ella era algo principiante en ese campo ese había sido el mejor beso de su vida.

Entonces se asustó de lo que estaba sintiendo y rompió la magia del lugar.

-te he pagado el doble de lo que te había ofrecido así que quería un trabajo completo.-dijo cortante queriendo esconder sus sentimientos.

Dicho eso se recostó en la cama pero reacio a separarse de ella, tiró de su brazo y la recostó en su pecho. Luego cogió la sábana y tapó sus cuerpos con ella.

Bella quería llorar. Todo había sido tan bonito…la había respetado y hecho sentir deseada…querida…mujer. Y de repente todo se aclaraba demasiado de golpe y él sacaba el tema del dinero y de su trabajo. ¡Ni siquiera lo había recordado en el tiempo que estaban haciendo el amor! Fue como si un cubo de agua helada le cayese encima; ellos no habían hecho el amor, había tenido sexo. Tragó pesado y retuvo con más fuerza las lágrimas en sus ojos. Esperó paciente hasta que la respiración de él se acompasó y supo que se había dormido.

Entonces se levantó con cuidado de no despertarlo y se vistió todo lo rápido que pudo. Cuando cogió su peluca de la mesilla vio los billetes que había encima; echando cuentas ahí estaban los 4000. Se mordió el labio inferior indecisa pero no pudo hacerlo.

-lo siento, Alice-susurró para si misma sintiéndose culpable por no coger el dinero que le pertenecía.

Pero no podía aceptar ese dinero sabiendo que había sido el momento más feliz de su vida. Con remordimiento rondándole por el cuerpo, echó un último vistazo a la cama donde Edward reposaba dormido. Suspiró en alto.

-gracias.

Después salió de la habitación y se fue por la puerta de servicios. Pidió un taxi y le dio su dirección. Las lágrimas salieron por fin a flote.

Capítulo 2: La patetica historia de mi vida Capítulo 4: Obsecion, decepcion y desicion

 
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