Un Verano En Paris.

Autor: Nataliarendon2121
Género: Romance
Fecha Creación: 21/01/2013
Fecha Actualización: 07/03/2014
Finalizado: SI
Votos: 13
Comentarios: 53
Visitas: 38718
Capítulos: 24

Tras la muerte de su madre, Isabella no encuentra otra solución que pedir ayuda al único familiar que tiene. Su tía, Rene -como le dicen de cariño- es un duquesa viuda. Su tía reside en París desde su juventud.

 

Entre el glamour y las fiesta de principios del siglo XX; Isabella, es cortejada por El ilustre Jasper Whitlock... pero no con buenas intenciones....

 

Isabella se ve envuelta en un drama de amor y espionaje, intrigas y malas decisiones.

 

Los personaje pertenecen a Stephenie Meyer.   = )

 


Estos son mis otros fics:

 


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Capítulo 19: Isabella bajo . . .

2013-03-14

Isabella bajo casi corriendo los escalones de la casa para encontrarse con Lord Cullen, quien la esperaba en su automóvil gris. Era un glorioso día y el sol brillaba con tal fuerza que le encandelillaba los ojos. La felicidad que la embargaba confería a todo un halo dorado. Esa mañana se sentía tan feliz que tubo ganas de llorar ante la belleza del mundo que la rodeaba.

Se vistió con sumo cuidado, poniéndose el vestido nuevo que acababa de llegar de Brandon's, con el que se veía radiante. Era blanco, adornado con turquesa, sencillo y juvenil. Parecía una flor recién abierta cuando elevo el rostro para mirar a lord Cullen.

-Eres puntual -comento el sonriendo-. La única mujer que e conocido que no me hace esperar.

-Estaba lista desde hace media hora -repuso ella. Su carácter era demasiado sencillo y estaba demasiado enamorada para fingir o coquetear con él.

Subió al automóvil y le toco el brazo con la mano.

-Pensé que el tiempo se había detenido hasta que pude verte de nuevo -murmuro.

El se inclino para mirarla, con una expresión de ternura poco usual en él.

-Yo también deseaba verte -dijo con sencillez y entonces puso el motor en marcha y partieron.

-A donde vamos? -pregunto ella.

-A un pequeño restaurante junto al Sena. Podrás observar las embarcaciones que suben y bajan por el río y la comida es excelente. Dentro de un mes ya se habrá echado a perder, pero por ahora una exigente minoría como yo lo conoce.

Isabella río.

-Hablas con mucha vanidad -le dijo-, pero entiendo lo que quieres decir. Una ves que todos lo frecuenten, se acabara la diversión.

-Y ya no será el sitio para nosotros -añadió él.

Isabella controlo el impulso de oprimir el rostro contra el hombro de él. En su burbuja feliz, no entendió la implicación de lo que Lord Cullen le acababa de expresar.

-Repite eso -le suplico-. En este momento la palabra mas maravillosa del mundo es esa: "nosotros". Solo tu y yo.

-Solo tu y yo -repitió él-. Eres una criatura, Isabella! Debo aun enseñarte tantas cosas!

Conducía con pericia entre el trafico y, al llegar al restaurante, Isabella noto con agrado que había pocos automóviles y carruajes.

El lugar era pequeño y estaba amueblado con sencillez, pero Lord Cullen parecía ser un cliente distinguido, ya que los condujeron a la mejor y mas discreta mesa en un apartado.

Isabella se quito los guantes y un camarero le entrego el menú.

-No te apresures -le advirtió él-. Debemos discutir los platillos.

No olvides nunca que la comida es un rito para los franceses que lo toman muy, muy en serio.

Ella deseaba decirle que no tenia hambre porque había disfrutado del néctar de los dioses, pero como no deseaba estropearle el apetito, le contesto:

-Elige tu; me gustaría comer lo que a ti te agrade.

El asintió; esperaba que ella dijera eso. Le llevo un largo rato discutir acerca de los platillos con el camarero y aun mas la lista de vinos. Cuando termino, se reclinó en su asiento y alargo la mano hacia Isabella. Ella le rosa la mano con los dedos y el contacto de aquella piel le produjo el leve estremecimiento que ya le resultaba familiar.

-Tengo magnificas noticias para ti -dijo él.

-De que se trata?

-Un amigo mío tiene un piso en la orilla izquierda del río y mañana lo dejara. Lo enviaron a Suecia y desea que alguien tome el resto del arrendamiento. Esta bellamente amueblado y tiene una vista esplendida que domina el Sena y Notre Dame. Te gustaría?

-Desde luego.

-Mas adelante tendré una casa -prosiguió él-, pero aun no esta disponible. El piso será suficiente de momento y, como te dije, estará libre a partir de mañana.

-Que maravilla! -repuso Isabella-. Pero con seguridad no lo queremos con tanta premura. Verdad?

-Si fuera posible, hoy mismo -repuso él con firmeza-. No deseo que permanezcas un minuto mas viviendo en una casa donde el Barón es asiduo visitante. Cuando recuerdo lo que te pidió, siento que podría matarlo con mis propias manos.

Se le ensombreció el rostro e Isabella se apresuro a decir:

-Si, tienes razón, por supuesto que la tienes. Es un hombre horrible y no quiero volver a verlo, pero no deseo contrariar a tía Rene.

-El comportamiento de tu tía es algo que prefiero no discutir -repuso Lord Cullen con frialdad.

Isabella suspiro levemente.

-Ha sido muy bondadosa conmigo.

-Eso es cuestión de opinión pero, hablemos de otra cosa. Iremos al departamento después de comer?

-Oh! Podríamos? -pregunto ella ansiosa.

-Pensé que te agradaría verlo.

-Me encantaría. Se que me gustara, si a ti te gusta y después de todo, lo importante es que te sientas cómodo.

-Por el contrario, eres tu en quien hay que pensar, mi encanto. No me será posible estar con tigo todo el tiempo, lo sabes.

Isabella lo miro sorprendida y después añadió:

-Desde luego, tendrías que ir a trabajar. Lo comprendo. Pero podré prepararte el desayuno antes de que te bayas. Ojala te parezca buena cocinera.

Lord Cullen la miro torciendo levemente el entrecejo.

-No podré estar con tigo todas las noches -dijo-. Solo de ves en cuando en días de trabajo y algunos fines de semana. Entonces quizás podríamos salir al campo. Hay infinidad de posadas encantadoras, a unos treinta o cuarenta kilómetros de Paris.

Se detuvo al notar que Isabella lo miraba con extrañeza.

-Pero seguramente . . . -empezaba a decir, cuando se produjo una interrupción.

Mientras hablaban, el restaurante comenzó a llenarse, y ahora la puerta se abrió para dar paso a una pareja mas. La mujer, después de mirar a su alrededor, se dirigió decidida a la mesa donde ellos se encontraban.

Isabella pensó que era una de las mujeres mas atractivas que había visto jamás y la vio detenerse frente a Lord Cullen y mirarlo con fijeza.

Iba vestida de verde, con un amplio sombrero de pluma de avestruz y la sombrilla era también verde, de chiffon y encajes.

Toda ella era impresionante, pero lo que mas atrajo la atención de Isabella fue su rostro. No imagino que alguien pudiera tener un cutis tan blanco, ni que unos ojos, de largas pestañas maquilladas, pudieran verse tan llamativos y tan bellos.

-Edward, tengo que hablar contigo -la vos de la recién llegada era muy suave. Hablaba en francés y una de sus manos, cubierta por un guante verde pálido de gamuza, se extendió hacia él suplicante.
Lord Cullen se levanto con rigidez.

-Lo lamento, pero no tenemos nada que discutir.

-Si tenemos, bien sabes que si. quiero explicarte lo que paso. Lo comprenderás todo si solo te dignas a escucharme! No has contestado mis  cartas; eso es cruel e indigno de ti, Edward.

Isabella jamás había oído implorar a alguien de ese modo. Se pregunto como Lord Cullen podía resistir los ruegos de aquella mujer.

-Lo lamento, Tanya, no tengo nada que decir -repuso él.

Isabella se puso tensa. De modo que esta era Tanya, la "chere amie" de quien había oído hablar, esta exquisita, bellísima mujer.

Lord Cullen se sentó de nuevo.

-Adiós, Tanya -dijo cortante-. Es inútil prolongar la discusión.

Tanya permaneció de pie e Isabella la vio apretar los puños.

-Es eso todo lo que tienes que decirme!

Su vos cambio; no era suplicante, si no fiera y despechada. Algo en su forma de hablar recordaba a una víbora.

-No te saldrás con la tuya -gruño-, no me puedes tratar como si fuera una inmundicia que hubiera recogido en la calle. Esta mañana vino a verme tu abogado y me dijo que desocupara la casa. Me iré cuando este lista, no antes. Podrías demandarme, pero no creo que lo hagas. Se atrevería, su dignísima señoría? En tu embajada odian los escándalos, pero si no tienes cuidado causare uno.

Lord Cullen elevo indiferente los ojos hacia ella. Era evidente que el veneno que destilaban las palabras de Tanya no lo había afectado.

-O te marchas del restaurante o lo haré yo -le dijo-. Quieres que llame al propietario?

Por un segundo, Isabella pensó que Tanya iba a golpearlo. Era el enfrentamiento de dos fuertes voluntades.

-Te deje en posesión del collar de esmeraldas -continuo él-, pero aun no lo he pagado. Si armas algún lío, Tanya, ya sea un escándalo o negarte a salir de la casa, no me haré responsable del pago. Esta claro?

Tanya comprendió que estaba vencida. Había perdido a Lord Cullen y tal ves pasaría mucho tiempo antes que pudiera encontrar a alguien dispuesto a derrochar una suma de dinero tan grande en ella.

Lanzándole a él una ultima mirada llena de odio, se dispuso a alejarse de la mesa y entonces reparo en Isabella por primera ves.

-Quizás tu eres la causa de que este tan ansioso de librarse de mi -le dijo con el mismo tono malévolo que había empleado con Lord Cullen-. Puedes tener la seguridad que en pocas semanas se abra cansado de ti. No eres su tipo, Lo se muy bien! Y puedes decirle lo mismo a la mujerzuela de tu tía!

-Tanya! -la interrumpió Lord Cullen con voz de trueno, pero ella ya se alejaba, encaminándose a la puerta donde la esperaba el hombre con quien llego.

-Vámonos, no nos quedaremos aquí -dijo Tanya en vos alta-. El lugar esta lleno de ratas escapadas del mercado de les Halles. No quisiera comer entre ellas.

Varias personas levantaron la vista molestas al escuchar el lenguaje soez propio de la gente baja de Montmartre, pero Tanya ya había salido dejando tras si un ambiente tenso, saturado de perfume caro.

Lord Cullen lanzo un suspiro de alivio.

-Te ofrezco mis disculpas -dijo a Isabella-; no esperaba encontrarme a esa mujer aquí. Hubiera dado cualquier cosa por ahorrarte esta escena.

El rostro de Isabella estaba muy pálido.

-Lo lamento -insistió él de nuevo notando el rostro alterado de ella-. Tomemos una copa y te sentirás mejor. Fui un tonto al involucrarme con una mujer como esa. La gente demuestra su verdadero carácter cuando las cosas salen mal.

Levanto la mano y le hizo una seña al camarero.

-Abra la botella de champaña!

El camarero encargado de los vinos obedeció de inmediato, llenando las copas de champaña. Lord Cullen bebió con rapidez la mitad de su copa, como si necesitara darse ánimos, pero Isabella ni siquiera toco la suya.

Sentía una opresión en el pecho que la tenia paralizada de pies a cabeza.

Cuando el camarero se alejo, ella dijo en voz baja, como si le costara gran esfuerzo hablar:

-Dijiste que el departamento estaría disponible a partir de mañana, no?

-Si, por supuesto -respondió él enseguida, contento de poder cambiar de tema con algo no concerniente a Tanya.

-Si me fuera allí mañana -prosiguió ella con lentitud-, cuando crees que podríamos casarnos?

Un silencio ominoso se alzo entre ellos. Lord Cullen permaneció inmóvil, apoyando los dedos en la base de la copa, los ojos fijos en las burbujas, como si jamás las hubiera visto antes. Después, con un gran esfuerzo, dijo con cierta turbación:

-Escucha, Isabella, tenemos que hablar al respecto.

Ella hizo un ligero movimiento y su copa que estaba llena se derramo sobre la mesa, salpicándole un poco el vestido.

-Oh, que torpe fui! -se disculpo.

-No te preocupes. El camarero lo limpiara.

-Me he mojado el vestido -agrego ella-. Será mejor que vaya al guardarropa.

-Desde luego, la empleada te ayudara a limpiarlo -asintió él-. Se puso de pie, mientras Isabella atravesaba la habitación.

El guardarropa se encontraba a la derecha de la cocina. Isabella lo encontró sin dificultad y la mujer se aproximo a ayudarle.

-Por favor, madame, no me siento bien -dijo Isabella en francés.

Tenia la cara pálida y la mujer la ayudo a sentarse en una silla.

-Permítame traerle un coñac, mademoiselle -sugirió.

Isabella asintió sin poder hablar. Se sentía enferma y desfallecida.

El coñac que le trajo la mujer devolvió el color a sus mejillas, haciéndola sentirse un poco mejor.

-Debo regresar a casa -le dijo a la empleada-, pero no deseo que monsieur lo sepa. Me entiende? no le diga nada; deje que lo descubra cuando ya me haya ido.

La empleada estaba demasiado habituada a las extravagancias de los clientes para discutir o siquiera aparentar sorpresa.

-Puede salir por este lado, mademoiselle. Nadie la vera, y encontrara un coche de alquiler si baja un poco a la izquierda.

-Gracias -dijo Isabella-, es usted muy amable.

Le dio un billete de cinco francos, ya que no llevaba mas cambio en la bolsa y la empleada se mostró muy agradecida.

-No diré nada, mademoiselle, puede estar tranquila. Solo responderé cuando venga a preguntarme por que ha tardado tanto.

-Gracias -repitió Isabella, y saliendo se encontró en un pequeño patio lleno de cajas vacías de vino, latas de basuras y gatos hambrientos.

Camino aprisa y decidida hacia la calle, al otro lado. . .

 

Capítulo 18: Una hora después . . . Capítulo 20: Le tomo poco tiempo . . .

 
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