EL ARISTOCRATA

Autor: kristy_87
Género: Romance
Fecha Creación: 07/02/2011
Fecha Actualización: 31/05/2011
Finalizado: SI
Votos: 9
Comentarios: 41
Visitas: 54672
Capítulos: 23

 

En busca del amor Él tenía oscuras sospechas acerca de Bella y de sus padres. Era celoso, irritable y exigente; enigmático, encantador y todo un aristócrata. ¿Por qué, entonces, Isabella Swan, se había enamorado locamente de su primo conde Edward de Massen?

 

Este fic no es mío es de GUISSY HALE CULLEN.

 

 

TERMINADO

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Capítulo 20:

 

Eso suena muy tentador -convino Jacob antes de que Bella pudiera contestar. Enviando a su abuela una mirada cargada de significado, Bella accedió a que Jacob la acompañara al jardín. Por segunda vez Bella dirigió sus pasos hacia el jardín bañado por la luz de la luna y acompañada por un hombre alto y atractivo y, por segunda vez, deseó fervientemente que fuera Edward quien estuviera a su lado. Caminaron en silencio, disfrutando del aire fresco de la noche y del placer de las manos entrelazadas.

-¿Estás enamorada de él, verdad? La pregunta de Jacob quebró el silencio como una piedra lanzada contra un cristal. Bella se detuvo y le miró con ojos asombrados.

-Bella. -Jacob suspiró y acarició la mejilla de la mujer con un dedo-. Puedo leer en ti como en un libro. Estás haciendo todo lo posible para ocultarlo, pero estás loca por él.

-Jake, yo... -balbuceó, sintiéndose culpable y muy miserable-. Nunca fue mi intención enamorarme de él. En realidad, ni siquiera me cae bien.

-¡Caray! -Jacob lanzó una risa breve y falsa-. Ya me gustaría a mí no caerte bien de ese modo. Pero -añadió, alzándole la barbilla- eso nunca ha ocurrido.

-Oh, Jake...

-Siempre has sido sincera conmigo, querida -dijo él-. No tienes por qué sentirte culpable de nada. Yo pensé que con un acoso permanente y discreto podía acabar con tu resistencia.-Jacob deslizó su brazo por encima de los hombros de Bella mientras continuaban el paseo por el jardín en la penumbra-. Has de saber, Bella, que resultas muy engañosa. Pareces una flor delicada y frágil, tan frágil que un hombre teme tocarte por miedo a que puedas romperte, pero en realidad eres increíblemente fuerte. Nunca te tambaleas, querida. He esperado un largo año para conquistarte, pero tú nunca das un paso en falso.


-Mi comportamiento y el malhumor que me caracteriza te hubieran exasperado, Jacob. -Lanzando un suspiro, Bella se reclinó contra su hombro-. Yo nunca podría ser lo que tú necesitas y si tratase de cambiar no resultaría. Terminaríamos odiándonos el uno al otro.

-Lo sé. Siempre lo he sabido, pero no quería admitirlo. Cuando te marchaste a Bretaña, yo sabía que todo había terminado entre nosotros. Por eso he venido a verte; tenía que verte una vez más. Las palabras de Jacob parecían tan definitivas que Bella alzó rápidamente la vista y lo miré con sorpresa.

-Pero volveremos a vernos, Jacob; aún somos amigos. Yo regresaré pronto a Washington. Jacob volvió a detenerse y la miró mientras el silencio crecía entre ambos.

-¿Lo harás, Bella? Una vez que pronunció estas palabras, Jacob le hizo dar media vuelta y los dos emprendieron el regreso al iluminado castillo.

A la mañana siguiente, los rayos de sol calen taban los hombros desnudos de Bella mientras ella se despedía de Jacob. Él ya había sa ludado a la condesa y a Edward, y Bella le había acompañado desde la fresca atmósfera del vestíbulo principal hasta el calor que despren dían las baldosas del patio.

El pequeño Renault color rojo le esperaba con el equipaje ya a buen recaudo en el maletero. Jacob le echó un vistazo antes de volverse hacia ella y cogerle las manos.

-Que seas feliz, Bella -dijo, apretándole por un momento las manos y luego soltándolas-. Piensa en mí alguna vez.

-Por supuesto que pensaré en ti, Jake. Te escribiré y te haré saber la fecha de mi regreso. Jacob le sonrió y sus ojos se demoraron en el limpio rostro de Bella, como si quisiera fijar en su memoria cada detalle.

-Pensaré en ti exactamente como estás hoy, con un vestido amarillo, el sol en el pelo y un castillo a tu espalda... la belleza eterna de Isabella Swan, la muchacha de los ojos dorados.

La boca de Jacob descendió hacia su rostro y Bella sintió una súbita oleada de emoción y la extraña premonición de que nunca más volvería a verle. Se abrazó a Jacob, ciñéndose a su cuello y al pasado. Los labios de él besaron su pelo antes de separarse de ella.

-Adiós, querida. Jacob sonrió y le dio unas palmaditas en la mejilla.

-Adiós, Jake. Cuídate. Te quiero. Ella le devolvió la sonrisa, reprimiendo decididamente las lágrimas que le quemaban los ojos.

Bella le observó mientras se alejaba en dirección al coche, subía a él y, con un saludo con la mano, se perdía en el sinuoso camino. El coche se convirtió en un punto rojo en la distancia y luego, paulatinamente, fue perdiéndose de vista. Bella permaneció inmóvil, sintiendo que las lágrimas bañaban sus mejillas una vez liberadas de la prisión de sus ojos. Un brazo la enlazó por la cintura y, al volverse, encontró a su abuela con una expresión tierna y comprensiva en su rostro anguloso.

-¿Estás triste porque se ha marchado, ma petite? El brazo de la condesa era confortable y Bella reclinó la cabeza sobre el frágil hombro de su abuela.

-Oui, abuela, muy triste.

-Pero no estás enamorada de él. Era una afirmación más que una pregunta ella lanzó un hondo suspiro.

-Era una persona muy especial para mí. -Se enjugó una lágrima que permanecía en su meji lla y sollozó como una chiquilla-. Le echaré mucho de menos. Ahora me iré a mi habitación y me echaré a llorar como es debido.

-Oui, creo que es una sabia decisión. -La condesa le palmeó el hombro-. Un buen llanto es lo mejor para aclarar la mente y limpiar el corazón. -Bella la abrazó estrechamente-. Vamos, pequeña, vete a tu habitación y derrama todas tus lágrimas.

Bella subió velozmente los escalones de piedra y entró en el fresco vestíbulo del castillo. Corrió hacia la escalera principal y chocó contra un objeto duro. Unas manos la aferraron de los hombros.

-Debes mirar por dónde vas, ma chérie -la voz burlona de Edward resonó en sus oídos-. Chocarás contra las paredes y podrías arruinar tu hermosa nariz.

Trató de escapar pero una mano poderosa le impidió todo movimiento mientras la otra le echaba la cabeza hacia atrás presionando en su mentón. Al descubrir los ojos enrojecidos de Bella, la expresión burlona de Edward se convirtió en sorpresa, luego en preocupación y, por último, en una desacostumbrada impotencia.

-¿Bella? Su nombre era en realidad una pregunta y había empleado el tono de voz más cariñoso que ella le había oído nunca. La ternura que se advertía en sus ojos verdes terminó por destruir la delicada compostura que Bella se esforzaba por mantener.

-Oh, por favor -exclamó con un sollozo de sesperado-. ¡Déjame! Se debatió para liberarse de sus brazos mientras luchaba desesperadamente para no derrumbarse del todo y anhelando, no obstante, que él la estrechara contra su pecho.

-¿Puedo hacer algo por ti? Edward la retuvo colocando una mano sobre su brazo.

"¡Sí, sos idiota!, -gritó su cerebro-. Ámame!"

-No -dijo en voz alta, corriendo hacia arriba de las escaleras-. ¡No, no, no puedes hacer nada! Subió los peldaños como si fuese una liebre dorada perseguida por los cazadores.

Cuando llegó a su habitación, abrió la puerta con violencia, la cerró y se arrojó sobre la enorme cama, sepultando el rostro entre las dos manos. Las lágrimas habían obrado su milagro.

Bella, finalmente, se sintió capaz de enjugarse el rostro y enfrentarse al mundo y a cualquier sor presa que el futuro le deparase. Echó un vistazo al sobre de papel manila que había arrojado con negligencia sobre el escritorio. -Bien, creo que ya es hora de que vea lo que el viejo Barkley me ha enviado con Jacob.

Bella se levantó de la cama y se dirigió al escritorio para abrir el sobre. Volvió a echarse en la cama, rompió el precinto lacrado y dejó caer el contenido del sobre. Había sólo una hoja con el impresionante membrete de la firma de abogados, que la hizo pensar nuevamente en Jacob, y otro sobre sellado.

Cogió la hoja pulcramente mecanografiada, preguntándose qué nuevo formulismo había en contrado el albacea para que ella rellenase. Cuando comenzó a leer el contenido de la carta y el inesperado mensaje que incluía, se sentó de golpe en la cama.

 

 


Capítulo 19: Capítulo 21: Las Cartas

 
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