Corazón de diamante(+18)

Autor: kelianight
Género: Sobrenatural
Fecha Creación: 18/08/2010
Fecha Actualización: 21/11/2010
Finalizado: SI
Votos: 9
Comentarios: 42
Visitas: 40136
Capítulos: 26

 

Bella se convierte en vampiro por amor y una profecía olvidada se vera cumplida… ¿Podrá Edward, convivir con la culpa que siente al ver que Bella perdió su alma por el? Solo el tiempo lo dirá o no…

Los personajes les pertenecen a Stephenie Meyer y el fic es de Crisabella Cullen, que me dio permiso para publicarlo aqui.

 Su beta es Darla gilmoe

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 19:

Los personajes les pertenecen a la gran Stephenie Meyer.

 

 

Un silencio helado se instaló entre nosotros cuatro. Intenté asimilar lo que Rosalie había dicho. El coraje se apoderó de mí ser. El fuego estalló en mi interior haciéndome estremecer de cólera y rabia hacia Eliam.

—Bella, cálmate— me aconsejó Rosalie —¿No querrás provocar un fuego y quemar toda Miami, verdad?

—Quiero a Eliam, encontrarlo y… ¡quemarlo vivo!— siseé.

—Entonces vamos a por él. Ahora —soltó Byron.

El anillo, tienes que entregar a aquel que tenga el alma pura — susurró Hadara en mi mente.

Al fin podía volver a sentirla, llevaba días sin venir a mí y comprendí que era por culpa de Eliam. Sin esperar saqué el anillo de Hadara de mi bolsillo. Se lo entregué a Edward.

— ¿Qué quieres que haga con esto, Bella? — cuestionó.

Me giré hacia él.

—Que te lo pongas, que te salgan así las alas y me lleves volando hacia Egipto.

Edward me miró como si me faltara un tornillo e intentó devolvérmelo, pero no lo tomé.

— No está destinado a mí, sino a ti Bella. Debes llevarlo.

Negué con la cabeza.

—Hadara me ha dicho que se lo entregará a aquel que tenga el alma pura. Y para mi ese eres tú, Edward. Te es destinado a ti.

Byron y Rosalie se aproximaron a nosotros.

—Debes hacer lo que demanda tu reina

Fulminé con la mirada a Byron al oír esa palabra. Enmudeció y desvió la mirada.

—Bella, por favor, dejarme a solas un momento con mi hermano —me pidió Rosalie.

Su petición me sorprendió y tras ver en sus ojos lo que pretendía, asentí y me alejé jalando de paso a Byron que por lo visto tenía intenciones de quedarse como espectador.

—¿Te creías que te iba a permitir espiarles?

— Lejos de mi ese propósito — refunfuñó él.

Llegamos a los límites de la plantación y con una pirueta se subió al muro para asentarse ahí.

— Creo que la charla entre hermanos vaya a durar horas.

—Tienen mucho por aclarar. No nos esperábamos lo de Rosalie. No entiendo por qué no nos contó nada antes, hubiera sido más fácil sabiendo lo que me esperaba – me quejé.

—¿Tú crees que es así? Ponte en su lugar, mi señora, lo que ha tenido que padecer aguardando un secreto así por petición de Hadara. Esconderlo de su familia, de su hermano que es un lector de mentes.

Reflexioné sobre sus palabras un momento antes de darme cuenta que tenía razón.

— El escudo nos permite proteger los recuerdos. Yo lo tengo al igual que tú. Rosalie también lo tiene. Solo Edward está desprotegido y habrá que ver con el que posee la tierra.

—¿No lo conoces? — cuestioné.

—No. Tienes que saber algo acerca de mí, de mi existencia. Llevo esperando miles de años a que nacieras, antes de eso no percibía a ninguno de nosotros hasta toparme con Rosalie por casualidad. Al estar tan cerca pudimos sentir algo, como una conexión muy tenue, comprendí quien era ella y que el momento de tu llegada era inminente… la verdadera inmortal iba a llegar muy pronto.

Tenía la impresión de llevar sobre mis hombros un destino que no me correspondía.

—Es tan… ¡tan demasiado de todo! — exclamé.

Miré hacia al cielo con miedo. ¿Podría llevar esto? ¿Yo? ¿Isabella Swan?

—Sé qué te parece muy fuerte, que debes tener la impresión de llevar un fardo muy pesado en tus hombros, pero recuerda que estamos aquí para ayudarte a soportarlo.

—Byron, tiene razón — intervino Edward de repente.

Me volteé y aguanté el aliento al verlo aparecer entre los árboles. Unas majestuosas alas negras lo enmarcaban y con todo su esplendor de ángel me sonrió. Hermoso no bastaba para referir a lo que tenía ante mí. Sublimemente atractivo…. Bello como… como… como el solo podía ser.

Se acercó a mí caminando sin vacilación con una brisa acariciando las delicadas plumas. ¿Es lo mismo que sintió él al verme cuando me transforme en ángel también? Porque no encontraba las palabras adecuadas para describir la emoción que me embargaba por completo.

— Creo que la has vuelto a deslumbrar — musitó Rosalie en voz baja.

Edward me enlazó atrayéndome a él. Sus ojos de oro líquido me tenían hipnotizada. Con lentitud aproximó sus labios a los míos para depositar un beso. Cerré los ojos. Miles de corrientes eléctricas recorrieron mi cuerpo y creí desfallecer de placer entre sus brazos.

—Te quiero, Bella — murmuró entre beso y beso.

—Umm… — contesté antes de devorar sus labios.

Podría haber pasado horas o días que me dio igual. El aire se puso a transitar por nuestros cuerpos, no era molesto hasta que comprendí que estábamos volando. Abrí los ojos para apreciar un sol naciente en el horizonte por encima del océano.

—¡Oh! — solté de repente.

Edward rió. Seguía entre sus brazos pegada a su cuerpo. Las alas batían el aire con regularidad. Edward dominaba el vuelo como si lo hubiera hecho toda su existencia. No parecía ni cansado. Estaba risueño. Y lo disfrutaba plenamente.

—Ahí va… la deslumbraste otra vez — dijo Rosalie estallando a carcajada junto a Byron.

Los busqué con la mirada y los vi volar no muy lejos de nosotros. Rose estaba montada a su espalda cuando de repente un pensamiento extraño me llegó.

—¿Rosalie, dónde está Emmett?

—En Egipto.

Parpadeé confundida.

— Pero Alice dijo que se habían ido los dos.

— Al principio sí, pero cuando vi a Byron allí supe que se acercaba el momento de revelar quién era. Me sabe mal haber engañado a Emmett así pero tuve que hacerlo o no me habría dejado ir.

—Se pusieron a jugar al escondite en las pirámides. Muy maduro, Rose — le reprochó Edward al leer su mente.

Ella se encogió de hombros.

—Imagino la cara que puso al seguir tu rastro y descubrir que este se dirige hacia el cielo de repente — replicó Edward —. Pobre Emmett. Se habrá vuelto loco buscándote.

—Espero que me perdone por desaparecer así…

—No veo porque no, Rosalie —continué yo ahora —. Te ama con locura.

Edward soltó una carcajada de repente. Lo miré esperando que se explicara.

— Rosalie. ¿Recuerdas todo el rollo que montaste por lo celos que sentías porque Emmett no paraba de alabar a Bella hace unos meses?

—Si — admitió su hermana.

—Pues piensa en cómo te vera a ti ahora.

Una sonrisa pícara apareció en el rostro de Rosalie, y lo entendí. Emmett vería a su mujer como una súper heroína.

—Incluso podría enseñarle como de bueno es mi don y lo que puedo hacer con el…

Edward se estremeció.

—Por favor, guarda esos pensamientos para más tarde — le rogó.

—Y tu, deja de meterte. Es mi cabeza, así podré seguir fantasmeando tranquilamente — replicó su hermana con una sonrisa radiante.

Si Rosalie era igual de explicita que Emmett, entonces Edward estaba viendo cosas que seguramente no eran aptas para todos los públicos.

Y así volamos todo el día y parte de la noche. Sobrevolamos hasta atravesar el amplio océano y cuando vimos tierra firme nos elevemos por encima de las nubes para pasar inadvertidos. No pasó mucho cuando sinuosamente el aire se sobrecargó a nuestro alrededor.

Me concentré en mirar al horizonte para ver que había ocasionado esto. Sentí algo raro, extraño, que hizo que mis tripas se apretaran con angustia. El sonido de un teléfono móvil se escuchó de repente. Rosalie lo saco de su pantalón y descolgó.

—Están en problemas — afirmó Edward leyendo la conversación en la mente de su hermana.

—¿Quién?— exclamé — ¿Qué es lo que pasa?

— Llegaremos lo antes posible, Alice.

Rosalie guardó su teléfono.

— Eliam se ha aliado con Victoria y han creado un ejército de neófitos.

— ¿¡Victoria!

Edward bajó la vista y me miró directamente a los ojos.

— Si, Bella. Victoria. Alice dice que va a por ellos, quieren hacerles daño por venganza.

Pestañeé y empecé a respirar más deprisa. Sentí un gran miedo hacia mi familia vampira. Esme, Carlisle, Jasper y Emmett. Todos ellos solos, frente a una horda de vampiros sádicos con un único propósito, destruirlos por hacerme daño a mí.

— Podría enviarles el fuego para protegerlos — dije con esperanza. Solo era cuestión de concentrarme y guiar la bola.

— No — soltó Rosalie, la miré con desespero —. Estamos aún demasiados lejos y podrías herir o matar a alguien de nuestra familia sin querer.

— Bella, tranquila. Jasper tiene experiencia en ese tipo de lucha, sabrán cómo defenderse, y no están solos. El que maneja la tierra está con ellos.

Apoyé el rostro en el pecho de Edward muerta de miedo.

—Bella, ve a mi espalda y agárrate fuerte.

Levanté el rostro a ver a Edward, supe que íbamos a acelerar el vuelo y Edward necesitaba sus brazos libres. Con cuidado rodeé su cuerpo sin soltarlo, me posicioné entre sus alas y pasé mis brazos por su cuello. Me aferré a él cuándo sentí como aceleraba, las alas se estremecieron, empezaron a subir y bajar con más rapidez extendiéndose totalmente.

Ahí vi a Rose con los brazos extendidos verticalmente y las piernas enroscada en cintura de Byron. Se veía muy concentrada y espectacular.

—Aire, acude a mi llamaba, ayúdanos a llegar más velozmente — rogó Rosalie.

Y como ocurrió antes, vi aparecer como un brazo pero esta vez nacía del cuerpo de Rosalie y fue apartándose de ella y ensanchándose. El aire silbó fuertemente y lo sentí partir hacia atrás para volver en el segundo en una poderosa ráfaga de viento que nos empujó hacia adelante en una carrera vertiginosa.

Edward se elevó más alto, y dio un giro hacia la derecha. Rosalie y Byron hicieron lo mismo, pero yéndose a la izquierda. Íbamos volando todo el rato por encima de la nubes, si hubiera sido en otro momento seguramente me habría extasiado con lo que veía.

—¡Bella, prepárate a actuar cuando te lo indique!— gritó Edward para que lo escuchara.

—¿Dime qué quieres que haga?

—Llama al fuego.

—Fuego, ven a mí — pedí para mí misma.

Antes de terminar la frase este ya estaba deslizándose por mi cuerpo con ese familiar cosquilleo.

—Vamos a bajar. Agárrate fuerte, amor – me indicó Edward.

Con un impulso de su cuerpo se inclinó casi completamente hacia abajo y empezamos a descender atravesando las nubes oscuras y cargadas de agua. Byron había llamado a su don. El agua acudía a su ruego, pero no pude ni apreciarlo. Ahogué un grito al ver como estábamos cayendo en picado. Me produjo la misma sensación que cuando bajas de una montaña rusa de lo más alto pero multiplicado por mil.

Las nubes se esfumaron dejando paso al espacio entre ellas y la tierra firme. Y lo que descubrí me sobrecogió.

—Dios mío — gemí.

Ahí había una grieta en el suelo tan ancha como una autopista de cuatro vías. Por un lado estaban Alice, Jasper, Emmett, Esmé y Carlisle, flanqueaban a un chico que estaba sentado en el suelo con las palmas hundidas en la arena.

Por el otro lado estaba Eliam. Y no venía solo. Victoria se encontraba a su lado y una horda de vampiros los acompañaba, pero algunos se peleaban entre sí, otros intentaban saltar el enorme precipicio. Vi con horror como uno lo conseguía y Emmett se echaba en su dirección.

—No… ¡No!

—¡Bella! Concéntrate… No les pasará nada — me alegó Edward.

Di un respingo cuando Emmett con todo lo grande que era esquivó en un segundo al vampiro y lo atrapó por detrás, arrancándole un brazo seguido de otro. La cabeza fue separada, y desde esa altura se escuchó perfectamente un chirrido que me recordó el día de mi encuentro con James.

—Solo el fuego permitirá que sean destruidos completamente. Vamos, hazlo.

Edward fue aminorando la velocidad hasta tal punto que pude enderezarme sobre su espalda. Junté mis palmas, dejé que saliera de ellas el fuego y las alejé un poco para que la esfera se ensanchara a su gusto. Al mismo tiempo nos envolvió una neblina para disimularnos al bajar más.

—¡Alice! De que me sirve destrozarlos si no hay fuego — oí quejarse a Emmett.

Lancé la bola cuando advertí el brazo de aire atrapar a Emmett y tirarlo hacia atrás. Rosalie le había apartado. La bola impactó contra el cuerpo destrozado y se extendió por cada trozo, quemándolo. Un espeso humo violeta empezó a desprenderse de ahí.

Fue el momento que eligió Edward para aterrizar en un lado. Bajé de su espalda y él replegó las alas.

—Ve con ellos.

—¿Dónde vas tú? —pregunté.

Bajó el rostro hacia mí.

—Voy por Victoria.

Algo dentro de mí se agitó nerviosamente en contra de su decisión, pero la determinación que observé en su mirada me dijo que no había nada que pudiera detenerlo. Ni siquiera yo.

—Te estaré esperando — murmuré, intentando mascar el miedo de mi voz, pero Edward lo sintió en mi alma.

Posó una mano sobre mi pecho en donde se ubicaba mi muerto corazón.

—Volveré pronto, lo prometo.

Sentí como todo su amor me llenó, me acarició, me consoló por dentro, pero también sentí su ansia de venganza hacia Victoria. Me estremecí.

—Bella. Tú eres mi vida. Te amo. No habrá nada ni nadie que me impida volver a tu lado. Nada.

Di un suspiro pequeño y añadí:

—Vuelve pronto…. Te amo yo también.

Me sonrió y luego depositó un beso en mis labios para luego salir volando. Miré como desaparecía entre la densa niebla. Lo bueno es que tenía el factor sorpresa con él. Con el alma encogida salí de atrás de la columna de humo y avancé hacia el resto de los Cullen.

—¡Bella! — chilló Esme al verme.

Vino corriendo a abrazarme.

—Esme…

No pude decir nada más las palabras se atropellaron en garganta. La tierra bajo mis pies tembló levemente y me aparte de Esme para ver al chico de la tierra.

—Tú debes ser Bella — me saludó él.

Asentí.

—Soy Benjamín. Ahora ven y siéntate a mi lado, tenemos que conectarnos.

Hice lo que me dijo antes de llegar a él, Alice se arrojó a mi cuello en un efusivo abrazo.

—Pensé que no llegarían nunca. Pensé que iba a ser el fin de nuestra familia. El futuro que veo es tan impreciso… — se lamentó Alice.

Le devolví el abrazo bajo la mirada agradecida de Jasper.

—Todo va a ir bien ahora que estamos todos reunidos.

Vi como Byron se posaba silenciosamente atrás de nosotros y me guiñó un ojo. Y no muy lejos estaban Rosalie y Emmett que estaban fundidos en un beso apasionado.

—Bella, Benjamín te espera — me recordó Carlisle.

Lo miré y asentí. No había que perder tiempo con contemplaciones y abrazos por mucho que los echara de menos. Me senté al lado del vampiro. Él sacó una mano de la arena y sin esperar tomo la mía. De repente sentí que tomaban mi otra mano. Byron. Supe que era él sin ni siquiera mirarlo, luego Rosalie tomó la mano libre de Benjamín.

—Falta Edward — dijo Rosalie.

—Él ya está conectado a nosotros, no le hace falta tocarnos.

—¿Edward? ¿Dónde está mi hijo? — preguntó Esme.

—No muy lejos, Esme, no te preocupes.

Pero al decir eso no tenía muy claro si lo decía por ella o por mí, ya que seguía sintiéndome mal y no sabía por qué. Dejé de lado ese sentimiento y me concentré.

El poder fluyó de nosotros cuatro uniéndose con el de Edward que nos lo enviaba en hondas potentes. Fue tan increíble lo que sentíamos todos que soltamos gritos de júbilo, de éxtasis al reunirnos al fin. Y todo encajó por sí solo. El agua. El fuego. El aire. La tierra y el espíritu.

El cielo se iluminó, la lluvia nos acompañó.El aire bailó y el fuego se enroscó al espíritu de Edward y él todo se transformó en una inmensa lanza que cayó sobre el suelo del precipicio. La tierra se abrió, un vapor rojizo se escapó de ahí. Una lava empezó a surgir llenando a velocidad alarmante el extraño foso. La neblina se disipó por voluntad de Byron y ahí pude ver al ejército de neófitos con Eliam a su frente. No vi a Victoria.

—Aire, empuja a los neófitos. ¡Ahora! – ordenó Rosalie.

El aire silbó y viajó a cada uno de ellos. Como si de marionetas se trataran fueron echados al foso llameante sin contemplaciones. Oí a Emmett gritar eufórico en nombre de Rosalie. También las exclamaciones de sorpresa de Carlisle y Esme. Alice, ella la percibía dando saltitos de alegría.

—¡Sí! Si… miren como caen, si… y todo por mi chica — afirmó Emmett con satisfacción.

Rosalie no pudo evitar reírse. Y yo seguía con la mirada fija hacia el otro lado. Buscando a Edward. Lo percibía, pero no sabía dónde estaba. Los gritos de los neófitos desgarraban el aire. El ruido que hacían cuando tocaban la lava era espeluznante. Y ahí vislumbré a Eliam. No parecía tener miedo, estaba como esperando. Nuestras miradas se encontraron. El odio se apoderó de mí.

Hija, permíteme entrar en ti— pidió la voz de Hadara en mi mente.

—Adelante, puedes entrar.

Todos sentimos como el espíritu de Hadara entraba en mi cuerpo y tomaba posesión de mí. Compartí con ella sus emociones y supe lo que ella quería. Eliam.

Con un parpadeo me vi frente a él. El poder de Hadara era inmenso y había crecido mucho. Él se sobresaltó al verme aparecer así y parpadeó. Luego se estiró por su rostro una sonrisa miserable. Por lo visto Hadara no había cambiado mi cuerpo ni el color de mis ojos. Y no dejó que él la percibiera en absoluto.

—Veo que se han encontrado, pero eso no cambiará nada. Cuando lo toque cambiaré sus recuerdos y el poseedor del don de la tierra hará lo yo quiera —espetó él.

Caminé en su dirección. Él no se movió. No había peligro, mi cuerpo no centellaba en rojo. El fuego estaba quieto. Demasiado quieto.

—¿Te crees que voy a dejar que le toques… Eliam?—cuestionó Hadara con mi voz.

—Bala te volverá a dormir si es necesario. Ya la utilice antes.

¿Bala? ¿Dormir? ¿Pero qué estaba diciendo?

—Me decepcionas. Te creía más inteligente. Usar un vampiro que puede inducir el sueño a otros de su especie no es muy original —murmuró Hadara.

Ahora entendía como era posible que un vampiro durmiera como me ocurrió a mí. Fui manipulada. A través de mis ojos compartidos con Hadara vi a Edward y suspiré interiormente. No lucía como Ángel, seguramente se quitaría el anillo para enfrentar a Victoria como iguales. Llevaba entre sus brazos trozos de cuerpo y una larga cabellera naranja rojiza se escapaba de ahí. Victoria. Luego los echó al precipicio.

—Morirás por lo que les hicisteis…

Aguanté el aliento al sentir el dolor de Hadara. ¿Qué hizo Eliam? ¿Qué me había perdido? Volví a centrarme en el que ahora lucia como una estatua y con los ojos espantados.

—Hadara… mi reina…

Cuando iba a inclinarse para una reverencia lo detuvimos con gesto de asqueadas las dos. Era repugnantemente falso.

—Eliam. Ven a mí — ordenó Hadara.

Vaciló, pero se aproximó.

—Perdóname, mi reina.

—Llego la hora que pagues por lo que hiciste, antaño y en el presente.

No comprendía de lo que hablaban.

— Perdóname, pero debo irme — se disculpó Eliam de repente —. Tu corazón me espera.

Dio tres pasos hacia atrás. Ya no tenía cara de mártir sino de calculador maquiavélico.

— Prometí devolverte lo que te quité junto a los hermanos y pienso hacerlo.

— No prometas nada que no puedas cumplir, Eliam, hijo de pescador. Tú y yo sabemos para qué fin quieres mi corazón. Sabes lo que contiene pero jamás sabrás como manejarlo. Eso solo lo puede hacer un alma pura.

Al mismo tiempo que Hadara hablaba se acercaba a él y cuando estaba por alcanzarle simplemente desapareció.

¿Dónde ha ido?— le pregunté a Hadara.

—Lo siento, Bella…. Zafrina lo ayudo, la manipula también. Lo siento tanto — se disculpó Hadara otra vez y de inmediato abandonó mi cuerpo.

Antes de poder preguntarle por qué se disculpaba, su esencia se desvaneció, dejándome muy confundida. Era muy rara.

Sin esperar me dirigí en dirección a Edward. Él seguía ahí mirando con fijeza el inmenso precipicio.

—Edward — lo llamé.

Se giró lentamente hacia mí. Tenía el rostro inclinado hacia abajo y los hombros caídos. Me lancé a él, apenas abrió los brazos para recibirme. Los aparte yo y me apretuje contra su pecho demasiada feliz de verlo bien y entero.

Capítulo 18: Capítulo 20:

 
14958198 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 11041 usuarios