¿Estás Libre Esta Noche? (+18)

Autor: AnneHilldweller
Género: + 18
Fecha Creación: 09/10/2009
Fecha Actualización: 13/12/2012
Finalizado: SI
Votos: 148
Comentarios: 225
Visitas: 505849
Capítulos: 25

Fan fic ganador como el mas POPULAR 

MES DE DICIEMBRE

Entrevista a Anne aqui

Segunda parte del Fic AQUI

 

 

Nota de Anne Hilldweller (la autora):

Agradezco enormemente a Meyer y a las administradoras de esta página por las facilidades para que este post aparezca con el crédito que me corresponde.

He decidido mantenerlo y no borrarlo porque seguramente los plagios seguirán apareciendo y en alguna parte de la red tiene que estar la prueba de que yo soy la autora de esta historia, así que si ven este fic publicado en cualquier otra parte bajo otro nick se trata de un plagio y les agradecería infinitamente que me lo reportaran, mi cuenta de twitter es:

@AnneHilldweller

Y a los plagiadores les digo que antes de querer publicar este fic en otro sitio sepan que ha sido leído más de 100 mil veces y tuvo más de 3 mil reviews en FF.net, así que es absurdo que nadie en la red se dé cuenta que está siendo publicado ilicitamente y tarde o temprano me enteraré que me lo están robando, evitense la pena de quedar en rídiculo y de que les bloqueen sus cuentas o les cierren sus blogs.

Como muchos sabrán este fic tiene una continuación que no será publicada, lo que sí añadiré será el epílogo.

PD. La portada es creación de Cunning Angel.

 

Tres simples reglas a seguir:

No. 1 No nombres.

No. 2 No preguntas personales.

No. 3 No lazos afectivos.

Son las indicaciones que el desconocido da a Bella en su primer encuentro, pero

¿para ambos será igual de simple seguirlas al pie de

la letra?

Primera parte Terminada

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Capítulo 19: Amor de piel

Disclaimer: Los personajes de la saga Crepúsculo son propiedad de Stephenie Meyer y su casa editorial.

Historia original, queda prohibida su adaptación, distribución y copia parcial o total.

 

 

Acaríciame

Con manos locas enloquéceme

Con uñas y sonrisas ámame

Acaríciame

Tan suave como el aire amor

Tan fuerte como el huracán que ciega mi mente

Acaríciame

Y empápame de tu ternura amor

Contágiame de esa locura que hay en tu vientre

Acaríciame

Que estoy al rojo vivo, tómame

Que soy todo latidos, toda piel

Y sé feliz teniéndome

 

Aún estaba perdida en la intensa sensación del clímax que acababa de alcanzar, gracias a sus profundos besos en mi parte más intima, cuando tocaron la puerta, miré asustada a Edward y me dio una gran sonrisa y un ligero beso en los labios.

 

– Yo abro, no te preocupes – dijo y se levantó del sillón.

 

Yo me quedé ahí, sumida para evitar que el repartidor me viera y cuando Edward cerró la puerta me enderecé, tomé mi blusa del suelo y me la puse, aún seguía dándome vergüenza que Edward me viera desnuda y más si él estaba completamente vestido, puso la pizza en la mesa del comedor mientras yo me levantaba y caminaba.

 

– ¿Adónde vas, corazón?

– A ponerme algo encima.

– ¿Para qué si te lo voy a quitar? – exclamó divertido y sensual.

– Bueno, no voy a comer desnuda mientras tú estás vestido.

– Eso se arregla muy fácil, ahorita me quito la ropa.

– No te atrevas, eso es algo que quiero hacer yo con mis propias manos.

– Uy, siendo así no moveré un dedo y te obedeceré.

 

Le sonreí y entré a mi habitación, me puse una polera larga y amplia, aproveché para ver lo que realmente me interesaba, el calendario, no quería llevarme una sorpresa, no estaba preparada para una responsabilidad tan grande y menos sin planearla, además, aún no sabía exactamente el rumbo que tomaría la relación con Edward, así que para que tomar riesgos innecesarios, sólo esperaba que estuviera preparado como siempre si resultaba que estaba en uno de esos días peligrosos para tener relaciones sin protección. Afortunadamente no lo estaba, y me hice una nota mental de llamar al día siguiente al ginecólogo para sacar una cita.

 

Salí y me senté al lado de Edward, que estaba en el sillón mirando el televisor, me dio un pedazo de pizza y él tomó otro. En eso pasaron un sensual comercial de Emmett y Rosalie, donde anunciaban una marca de preservativos que de inmediato reconocí.

 

– ¿Seguro que no eres el dueño de la empresa?

– No, cuando hicieron el anuncio parte de su pago fue en especie y como Emmett no los necesita, porque está casado, me los regalo a mí.

– Ahora comprendo porque siempre estás preparado.

– Y vieras el dinero que me ahorré – respondió divertido.

 

Terminamos de comer y fui a lavar los platos mientras él veía el noticiero. Regresé y me senté en sus piernas de nuevo, él me abrazó de la cintura y yo recargué mi cabeza en su hombro, comencé a darle pequeños besos en el cuello y él suspiró, fui desabrochando su camisa y apagó el televisor, me cargó y me llevó a la recámara, cerró la puerta con su pie y me colocó en la cama, yo me hinqué y terminé de quitarle la camisa, le besé el torso en tanto le desabrochaba el cinturón y el pantalón, lo bajé al igual que su bóxer, entonces él me detuvo.

 

–Te dije que te haría feliz, esta noche es sólo para ti – exclamó quitándome la polera y luego él terminó de quitarse su ropa.

 

Miró mi cuerpo completamente desnudo, entrelazamos las manos y frotó mis labios con los suyos para después besarme dulce y apasionadamente mientras apretábamos las manos como si quisiéramos fundirlas en una sola. Después me hizo acostarme en la cama y tomó una de mis piernas, empezó a besarla desde el tobillo, en tanto una de sus manos bajaba por ella acariciándola suavemente, subió besando hasta mi pantorrilla, ahí se entretuvo un rato y después siguió hasta la parte trasera de mi rodilla, cada beso y cada caricia elevaban mi pulso y mi respiración, era tan cierto eso de que sabía exactamente donde tocarme y cómo hacerlo, lo miraba hacer su ritual y eso me excitaba más, Edward realmente estaba disfrutando del sabor de mi piel.

 

Llegó a mi muslo y se concentró en él; besándolo, lamiendo, succionando para luego detenerse en mi entrepierna, sentía su aliento sobre la piel y se me erizaba, a cada momento más anhelaba por sentirlo dentro de mí. Pasó por mi pelvis, se detuvo en mi ombligo, yo doblé la otra pierna y él la acarició con las yemas de sus dedos y después delicadamente con sus uñas, la sensación me hizo arquearme y volvió a pasar sus uñas a lo largo de toda mi pierna, para este punto mi respiración era totalmente errática y los jadeos escapaban cada vez con más frecuencia.

 

Llegó a mis senos y estuvo besándolos y acariciándolos en tanto mis manos se entretenían con sus cabellos finos y sedosos. Siguió subiendo dejando besos entre mis pechos y continuó con su camino de besos ahora en mi cuello, con sus dientes jugó con él y yo apretaba su espalda, continuó hasta el lóbulo de mi oreja y luego exhaló en ella, todo mi cuerpo se erizó ante su tibio aliento, besó mi frente, mis párpados, mis mejillas, mi nariz y finalmente mis labios que lo devoraron con impaciencia. Se separó escasos milímetros mirándome con pasión y deseo, pero había algo nuevo en su mirada, algo aún más excitante, un brillo que en nada se parecía al de nuestro primer encuentro.

 

– Edward, hazme el amor – musité con voz apenas audible.

 

Me respondió con una gran sonrisa en su rostro, tomó mis piernas y las subió para que quedaran sostenidas en sus hombros y entró en mí, esta vez dejé que el gemido se escuchara, él volvió a sonreír mientras entraba y salía en un delicioso ritmo que me hizo apretar la colcha. Nos mirábamos fijamente, ambos estábamos sumergidos en el inmenso placer que experimentábamos, el no poder besarnos intensificaba aún más la excitación y el goce del momento, además, que podíamos observar plenamente las expresiones retorcidas de cada uno, en tanto, nuestros gemidos se mezclaban en el aire envolviendo la habitación. Edward aumentó el ritmo de sus movimientos más y más, enloqueciéndome, haciendo que me perdiera completamente en el deleite que su cuerpo me proporcionaba y de pronto una nueva y cálida sensación recorrió mi interior cuando él llegó al orgasmo y sus fluidos me inundaron provocando que yo también llegara al éxtasis emitiendo un intenso grito que se unió al de él.

 

Volvimos a amarnos un par de veces más, casi sin descanso, nos cubrimos de besos y caricias, repetíamos nuestros nombres sin cesar, a la par de apasionadas palabras que antes no decíamos y que hacían que la experiencia fuera aún más satisfactoria.

 

– Hasta mañana Edward – dije con la voz adormilada y los ojos casi cerrados.

– Hasta mañana corazón – me dio un pequeño beso en la mano – te quiero.

– Yo también te quiero.

 

Nos quedamos dormidos con las manos y las piernas entrelazadas. La alarma incesante del despertador sonó y a mí me parecieron que habían pasado apenas cinco minutos desde que me dormí. Me estiré para apagarlo y sentí su brazo aferrado a mi cintura y su cuerpo pegado al mío, era inevitable que una sonrisa se dibujara en mi rostro. Tomé su mano para retirarla y levantarme, pero me apretó más contra él.

 

– Edward, tengo que ir a trabajar – repliqué.

– No vayas.

– Amor, yo qué más quisiera que quedarme aquí contigo, pero en verdad no puedo, estoy llevando casi la mitad de las cuentas de la agencia y hay mucho que hacer – dije colocándome encima de él.

– Repórtate enferma, por favor – suplicó acariciando mis brazos.

– En serio que no puedo, además, recuerda que Scott nos vio ayer juntos, seguro no lo creería – respondí enmarañando aún más su cabello.

– Bella, no debe preocuparte el quedarte sin trabajo, yo tengo muchos contactos, podría recomendarte en la mejor agencia de Nueva York.

– Te lo agradezco Edward, pero prefiero ganarme las cosas por mí misma, no quiero que digan que si tengo trabajo es por ti y no por mi talento.

 

Me sonrió, deslizando su dedo pulgar por mis labios y luego me besó en tanto su mano bajaba aún más allá de la cintura haciendo que mi pulso se elevara mientras sentía como su cuerpo reaccionaba debajo del mío.

 

– Edward, por favor, tengo que meterme a bañar – objeté en un susurro.

– Sólo otro beso, ¿sí? – respondió dando la vuelta para quedar sobre mí.

– No quiero llegar tarde – dije mientras sentía como frotaba su sexo con el mío y besaba mi cuello, alterándome más.

– Te prometo que será rápido – musitó en mi oído y luego lo lamió.

– Aún nos queda la noche de hoy – exclamé acariciando su espalda.

– Faltan muchas horas – dijo entrando en mí nuevamente.

– Dijiste que… ah… sólo un beso… – señalé con la voz entre cortada moviéndome a su ritmo constante.

– No puedo evitarlo… tengo hambre de ti… – agregó moviéndose más rápido y besándome frenéticamente en tanto mis uñas recorrían su espalda.

– En serio… ¿no te tomas nada? – pregunté sintiendo aún más la intensidad de sus movimientos dentro de mí.

– No corazón… tú eres mi única droga.

 

Embistió en mí unas veces más hasta que exploté e instantes después él lo hizo también y luego volvió a besarme en los labios.

 

– Buenos días, corazón – exclamó mirándome y sonriendo.

– Buenos días, cariño, ¿ya puedo ir a bañarme?

– ¿Es necesario?

– Sí, ya te dije que debo ir a trabajar.

– Está bien – se acostó a un lado y me levanté de la cama – ¿quieres que te lave la espalda? – añadió en tono sensual.

– Hoy no, tengo que ducharme rápido y sé que contigo sería imposible – respondí entrando al baño y cerrando la puerta sintiéndome feliz como nunca antes.

 

Había sido el mejor despertar de toda mi vida, me volvía loca que me dijera corazón y más cuando pronunciaba esas dos extraordinarias palabras que me hacían flotar, pero no sólo que las dijera sino que me lo demostrara, Edward me quería tanto como yo a él, ayer me lo había dejado muy claro con todas sus actitudes.

 

Salí del baño envuelta en una toalla y lo vi acostado en la cama boca arriba, con sus manos detrás de su cabeza, me sonrió al verme, yo le devolví la sonrisa y abrí el closet para sacar la ropa que me pondría, sentí que me abrazó y me dio un beso en el hombro y luego recargó su cabeza.

 

– Qué bonito cantas – exclamó haciendo que me sonrojara.

– Oh dios, que vergüenza que me hayas escuchado.

– Bella, ¿cuántas veces he recorrido tu cuerpo desnudo sin ningún pudor y te avergüenzas porque te escuché cantar? – dijo en tono divertido y más me sonrojé.

– Es que no lo hago bien y no me gusta que me escuchen.

– Claro que lo haces bien, te hace falta un poco más de confianza en ti misma.

– Creo que necesitas que te revisen los oídos o bañarte mejor.

– Me encanta tu sentido del humor.

– Ya déjame vestir que no te encantara verme de malas.

– No importa, ya sé lo gratificantes que resultan las reconciliaciones.

– Edward, apenas tengo el tiempo justo para llegar a la hora exacta.

– Está bien – me dio un beso en la cabeza – ¿almorzamos juntos? – añadió soltándome.

– Tengo que ver primero mi agenda, a ver si no tengo otro compromiso – dije divertida mientras me quitaba la toalla para ponerme la ropa interior.

– Está bien licenciada, esperaré su llamada – respondió en tanto abrochaba mi sostén.

– ¿Te quedarás aquí todo el día?

– Si no te molesta sí.

– Por supuesto que no me molesta.

 

Terminé de vestirme, me peiné rápidamente, me puse los zapatos y tomé mi bolso. Edward se puso la misma ropa del día anterior y me acompañó a tomar un taxi, me dio varios besos en la boca como despedida y casi tuve que empujarlo para poder subir al auto, “te quiero”, gesticulé dentro del taxi y le mandé un beso con la mano que él cachó en el aire y se llevó su mano a su boca “yo también te quiero” alcancé a leer en sus labios antes de perderlo de vista.

 

Llegué justo a las nueve a la agencia, afortunadamente, Scott no llegaba todavía, así que de inmediato me puse a trabajar y a responder los correos que tenía. Aproximadamente una hora después llegó mi jefe, entró a mi oficina y cerró la puerta, yo comencé a temblar y sentí un trasudor frío recorrer mi cuerpo, se sentó frente a mí con sus manos entrelazadas sobre el escritorio.

 

– Buenos días, Bella – dijo serio.

– Buenos días, Scott, ¿cómo estás? – respondí mirándolo un tanto asustada.

– Bien, gracias, a ti no te lo preguntó porque se te ve – exclamó y yo agaché la mirada – Bella, es necesario que hablemos de lo que vi ayer en esta oficina.

– Lo sé, te pido mil disculpas y acataré la decisión que tomes al respecto sin chistar.

– Tranquila Bella, no voy a despedirte por algo así, sin embargo, sí quiero que te quedé claro que no deja de ser una falta del respeto y si vuelve a repetirse tendré que aplicar el reglamento y levantarte una acta administrativa, en esta ocasión, por ser la primera vez y porque eres una valiosa y dedicada empleada, sólo será de forma verbal.

– Gracias Scott, te juro que no volverá a pasar.

– Por otro lado, sabes bien que no me gusta meterme donde no me llaman, pero como ya te lo he dicho en otras ocasiones, te estimo y me preocupo por ti, por eso me siento en la obligación de decirte lo que pienso.

– Adelante Scott, te escucho.

– Entiendo que estés en toda la libertad de rehacer tu vida, de hecho me da gusto ver que no has caído en depresión por lo de tu ex, pero, quizá deberías estar un tiempo sola, analizar todos los errores de esa relación para evitar repetirlos y… no me lo tomes a mal, no pretendo intrigar, pero Edward Cullen no es un buen partido.

– ¿Por qué lo dices?, ¿lo conoces? – pregunté casi con el corazón en la boca, conocía bien a Scott y sabía que cuando decía algo tenía una buena razón para hacerlo.

– Una sobrina de mi esposa salió con él cuando iban en la universidad, es el típico chico mimado que no toma a las mujeres en serio y menos cuando no son de su nivel social, Bella, no sé si ha cambiado o sigue igual, lo único que no quiero es que vuelvan a lastimarte, no me gustaría verte sufrir, sólo te pido que andes con pies de plomo, sin duda es un chico guapo y adulador, pero comprueba que en verdad quiere algo serio contigo, es lo único que te pido, si me permites el consejo, claro está.

– Te lo agradezco Scott, la verdad, a veces, te veo como un padre y créeme que apreció mucho tus palabras y tus consejos.

– Yo también te veo como una hija, ahora a trabajar, señorita.

 

Scott salió de mi oficina y me quedé pensando en lo que me dijo, que francamente no era nada nuevo para mí, si supiera en qué condiciones lo conocí, lo cual me hizo darme cuenta que teníamos que inventar algo, eso de que fuimos juntos a la universidad, al menos, mis conocidos no lo creerían.

 

Edward me llamó para ponernos de acuerdo para la hora del almuerzo y le pedí que se adelantara al restaurante porque luego se llenaba y yo no contaba con mucho tiempo. A la una salí y al llegar no pudo ser mayor mi sorpresa cuando vi a una guapa chica vestida de forma provocativa que estaba a punto de besar a Edward que le sonreía como si nada y entonces las palabras de Scott vinieron a mi mente.

 

Fragmento de la canción: Acaríciame.

Intérprete: María Conchita Alonso

 

 

Capítulo 18: Argumentos Capítulo 20: Juegos de amor

 
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