Un Verano En Paris.

Autor: Nataliarendon2121
Género: Romance
Fecha Creación: 21/01/2013
Fecha Actualización: 07/03/2014
Finalizado: SI
Votos: 13
Comentarios: 53
Visitas: 38719
Capítulos: 24

Tras la muerte de su madre, Isabella no encuentra otra solución que pedir ayuda al único familiar que tiene. Su tía, Rene -como le dicen de cariño- es un duquesa viuda. Su tía reside en París desde su juventud.

 

Entre el glamour y las fiesta de principios del siglo XX; Isabella, es cortejada por El ilustre Jasper Whitlock... pero no con buenas intenciones....

 

Isabella se ve envuelta en un drama de amor y espionaje, intrigas y malas decisiones.

 

Los personaje pertenecen a Stephenie Meyer.   = )

 


Estos son mis otros fics:

 


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Capítulo 18: Una hora después . . .

 

 

Una hora después Isabella iba rumbo a la embajada Británica eran solo las cinco y media y el Barón le aseguro que en ese momento Lord Cullen se encontraba jugando Polo al otro extremo de Paris.

A pesar de ello sentía los labios secos y le temblaba la vos cuando le abrieron la puerta y pregunto:

-Puedo ver a Lord Cullen, por favor?

-Su excelencia salio -le informo el lacayo.

-Debe haber un error! Hice una cita para verlo esta tarde. Traigo una pecera que me pidió que le entregara.

Sostenía en sus manos un pequeño tanque de cristal y el hombre vio los pececitos nadando en todas direcciones. en el agua.

-Espere un momento, por favor, señorita-. El lacayo abrió la puerta y apareció otro hombre, vestido como un mayordomo ingles. No era el temible Seth a quienes todos conocían en Paris, pues el Barón le aseguro a Isabella que hoy era su día de salida.

Era su asistente, un mayordomo también ingles, que acababa de llegar a la embajada.

Isabella levanto la vista hacia él.

-Lord Cullen me pidió que viniera esta tarde a la cinco y media a traerle esta pecera -dijo-, pero temo que olvido nuestra sita.

-Creo que su señoría esta jugando polo, señorita -le informo el mayordomo y el corazón de Isabella latió apresuradamente.

-En ese caso, tal ves pueda dejar la pecera en el salón. Creo que debo de llevarla yo misma, pues es muy fácil de que se revuelva el agua y eso puede perturbar a los peces.

-Muy bien señorita pase por aquí.

El nuevo mayordomo no dudo como lo hubiera hecho el mas viejo, sobre la inconveniencia de que una dama joven penetrara en las habitaciones privadas de su señoría.

El señalo el camino e Isabella lo seguía lentamente. El agua en la pecera estaba a punto de derramarse. Al mismo tiempo Isabella temía encontrarse con alguien mas.

"No se preocupe" -le había asegurado el Barón-. "Los embajadores y sus esposas están en una recepción en la embajada persa. Lo se por que también a mi me invitaron".

Llegaron al segundo piso y el mayordomo abrió la puerta Isabella entro al salón de Lord Cullen y camino para acomodar la pecera, que ya le pesaba mucho en una mesa al centro de la habitación.
La cambio una y otra ves de posición y luego dijo:

-Le dejare instrucciones a Lord Cullen de como alimentar a los peces. Cree que pueda escribirle una nota?

-Por supuesto, señorita -repuso el mayordomo.

Saco una hoja de escribir del estuche forrado con piel que estaba sobre el escritorio, lo puso sobre el papel secante y se acerco al tintero con base de cristal, donde había barias plumas revueltas.

-Puede escribir aquí señorita -le sugirió.

-Muchas gracias -dijo Isabella sonriendo-. Creo que solo me tomara uno o dos minutos. No me espere si esta ocupado.

-Sabe como bajar, señorita?

-Si, es fácil. Dejare la carta junto a la pecera para que su excelencia la vea en cuanto regrese.

-Esta bien, señorita.

El mayordomo que no parecía particularmente interesado en la pecera o en lo que diría Lord Cullen acerca de esta, solo parecía querer regresar al vestíbulo y salio dejando la puerta entre abierta.

Cuando sus pasos se apagaron Isabella se levanto de un salto de la mesa y cerro la puerta con mucho cuidado. Le latía con fuerza el corazón  cuando abrió los cajones del escritorio.

"Busque en la parte del fondo" -había dicho el Barón-. "Los ingleses son tan descuidados que siempre meten cualquier cosa de importancia en la parte atrás del cajón"

Era cierto. El padre de Isabella acostumbraba a poner siempre las cartas importantes o las cuentas desagradables, en la parte atrás del cajón de su escritorio. recordaba que su madre tenia que descubrirlas y hacer que las pagara cuando el estaba de buen humor.

Había barias cartas y libros poco pesados, así como papeles en abundancia en la parte trasera de los cajones de Lord Cullen, pero no el libro que buscaba.

"Es probable que sea pequeño, con una rígida cubierta azul o gris" -recordaba las instrucciones del Barón-. "Tal ves no tenga nada escrito por fuera, es lo mas probable. Solo ábralo, mire por dentro y busque una carta o dos o tres cartas si es posible y lo que esta escrito frente a ellas. Eso es todo lo que necesito. Entonces podré tranquilizar a su tía".

parecía algo muy sencillo pero Isabella, preocupada por haber entrado indebidamente a la habitación de Lord Cullen, lo revolvía todo con manos temblorosas, ansiosas de encontrar lo que buscaba y poder marcharse.

Solo quedaba un cajón, el ultimo de lado izquierdo. Tubo que arrodillarse para abrirlo y comenzar a buscar en la parte de atrás.

Se encontraba aun en esta posición, la falda del vestido extendida al rededor, cuando escucho que se habría la puerta tras de ella.

Volvió la cabeza y se quedo paralizada, sin acertar a ponerse de pie. Luego, al ver quien entraba, la sangre escapo de sus mejillas y corazón casi dejo de latirle.

Lord Cullen estaba parado junto a la puerta. Llevaba puesto los pantalones blancos de jugar polo y llevaba un gorro puntiagudo en las manos. La miro y su expresión era la mas aterradora que ella hubiera visto jamás en un hombre.

-Buena tardes  -dijo-. Parece estar buscando algo, puedo ayudarla?

El Barón le había advertido a Isabella que si la descubría algún sirviente le dijera que estaba buscando un sobre.

Pero ahora se le olvido cuando le dijo. Solo puede quedarse como estaba, de rodillas en el piso, mirando a Lord Cullen como si fuera un encuentro de otro mundo.

-No hubiera sospechado que mis pertenencias aunque escasas pudieran interesarle -replico él-. Puedo preguntarle que busca?

-Pensé que estaba jugando polo -repuso Isabella estúpidamente.

-Eso es obvio. Y ahora, esta lista para darme una explicación o le pido a uno de los lacayos que llame a la policía?

-La policía? -Isabella se puso de pie con lentitud, su rostro estaba muy pálido  y temblaba de pies a cabeza.

-No puedo explicárselo -dijo-. Metería en problemas a . . . alguien en problemas.

-Estoy se guro que si. Pero temo que tiene que darme una explicación. De lo contrario, como dije antes, mandare a buscar a la policía y la acusare de robo.

-Pero no he robado nada!

-Como puedo saberlo? No puedo registrarla yo mismo y usted introducido en mis habitaciones valiéndose de engaños. Le informo al mayordomo que tenia una cita con migo.

-Si se que eso no era . . .cierto -tartamudeo Isabella sintiéndose miserable-, pero tenia que venir.

-Para que?

-No puedo decírselo. Como le dije anteriormente, metería a alguien en problemas.

-Temo que usted es la que se va a buscar un gran problema. Muy bien, si no me lo dice, enviare a un lacayo por el policía mas cercano. Siempre hay uno de la guardia fuera de la Embajada.

-No, no, por favor! Causaría  un gran escándalo y que diría Tía Rene?

-Creo que dirá muchas cosas, pero ni la mitad de las que yo diré. Que esta haciendo aquí en mis habitaciones? Quien la envío? Que es lo que busca? quien le paga?

Hacia las preguntas lleno de furia e Isabella retrocedió, alejándose de el, tratando de apoyarse en el escritorio.

-Nadie me paga -protesto-. Desde luego que no.

-Espera que le crea? A los espías siempre le paga, y muy bien tengo entendido.

Había tanto desprecio en su vos que Isabela sintió como si la azotara con un látigo.

-No soy una espía -dijo-. Le juro que no estoy espiando a nadie.

-Entonces, para que vino?

Isabella abrió los labios para hablar y de pronto sintió como si alguien le diera un golpe en la frente, poniéndole de frente la verdad. Abrió enorme los ojos y se puso la mano en el desbocado corazón.

-Yo no sabia. No me percate. . . Dios mío! Que voy a hacer? Devi estar loca al haberlo escuchado.

-Escuchado a quien? Al Barón?

-Si pero no me di cuenta de lo que me estaba pidiendo. Pensé que era extraño, pero me aseguro que mi tía era infeliz y que estaba muy preocupada. Me dijo que si de verdad me importaba ella debía hacerlo . . -la voz de Isabella se quebró; estaba al borde de las lagrimas.

-Por que no se sienta y me lo cuenta todo? -replico Lord Cullen sin creer una sola palabra de lo que decía.

Casi en un sueño, Isabella atravesó la habitación hasta llegar al sofá cercano a la chimenea. Se sentó, quitándose el sombrero, y la luz del atardecer que entraba por la ventana, toco las hebras de su cabello haciendo resplandecer algunos mechones rojos. Junto las manos y levanto el pálido y asustado rostro hacia Lord Cullen.

-Le creí cuando me hablo sobre ese chico, un guardia de la marina, y ahora me pregunto si realmente existe. Tal ves lo invento. Como pude ser tan tonta?

Esta ves las lagrimas la hicieron interrumpirse. Apretó las manos luchando por controlarse.

-Comience desde el principio -repuso Lord Cullen.

Vacilante tartamudeo, Isabella le contó todo a Lord Cullen: lo que el Barón le había contado acerca del encarcelamiento del guardia, la negativa de ella a visitar las habitaciones de un hombre y como después le había dicho que olvidara el asunto, ya que era obvio que a ella no le importaba su tía.

-Le estoy muy, pero muy agradecida a mi tía Rene -continuo Isabella-. Y el Barón me hizo ver que era una ingrata y desconsiderada al no tratar de ayudarla.

-Es usted una pequeña tonta -dijo Lord Cullen sin rencor-, pero le creo.

-Ahora lo comprendo -prosiguió Isabella-. Desde luego que el chico no escribiría en esta forma aunque estuviera prisionero. Supongo que un guardia ni siquiera puede obtener el código Naval.

-Por supuesto que no -admitió Lord Cullen.

-No tuve tiempo de pensar -prosiguió Isabella-. El Barón me apuro para que subiera a buscar mi sombrero y al bajar me esperaba con la pecera y el carruaje listo.

-El Barón conoce su trabajo. Usa tácticas sorpresivas que logran causar impacto. "Actúe primero y piense después" -son las ordenes recibidas-. El alto mando Alemán siempre piensa por adelantado"

-Todo lo que dijo era verdad -murmuro ella-. Usted jugaba polo; había un nuevo mayordomo; el embajador no estaba.

-Son muy inteligentes -admiro Lord Cullen-. Pero no previeron que el juego terminaría antes de lo previsto, debido a un accidente.

-Como puedo pedirle perdón? -pregunto Isabella con un nudo en la garganta-. Estoy avergonzada, profundamente avergonzada por haber sido tan tonta. Si hubiera venido la policía, como explicarles que buscaba el Código Naval? Hubieran creído que era una espía.

-Así es -repuso él con expresión sombría-. Francia esta muy alerta en este momento en lo que respecta a espías extranjeros, tal ves por que están por todos lados.

-Quiere decir que los alemanes espían a los franceses?

-Por supuesto, y también a los ingleses. No piensan en otra cosa. Ningún peón es pequeño, y usted hubiera jugado su parte en esta intriga de haber resultado el plan. Creo que Herr. Barón realmente piensa que, con mi descuido y típicas ideas británicas, dejaría el código en mi escritorio. Que enorme triunfo para él si usted lo hubiera encontrado! En caso contrario, solo me hubiera sorprendido que usted hubiera venido a la embajada y ahí esta ese encantador regalo, por el que tendría que darle las gracias, y una nota que explicaba su presencia en lasa de estar.

-Es muy listo, terriblemente listo -replico Isabella-, pero si yo hubiera estado en mis cinco sentidos, no hubiera caído en la trampa con tanta facilidad.

-El Barón es un hombre muy astuto y experimentado -convino Lord Cullen--. No es la primera ves que ha dado un golpe similar.
Isabella pareció asombrada.

-Quiere decir que es espía? Entonces, Por que no lo arrestan?

-Querida somos amigos de los alemanes. Son nuestros primos, nos entregamos a ellos -repuso Lord Cullen con sarcasmo-. Jamás debemos hacer algo tan torpe como hacer acusaciones, sin pruebas, contra alguien tan importante como el Barón Sioba Knesebech.

-Pero si existen pruebas! El me envío aquí.

-Y si lo niega? Es solo su palabra contra la de él y, a quien supone que le creerían?

-Pero yo explicaría que él insistió en que viniera, que él me dio la pecera.

-Y usted una chica joven y atractiva fue a las habitaciones de un hombre que apenas conoce y en cuya compañía la han visto algunas veces. Que cree usted que el mundo, el malicioso mundo de la alta sociedad pensaría de eso?

-Oh! -fue la exclamación involuntaria e Isabella se oprimió las mejillas no queriendo esconder el torrente de rubor que invadió todo su rostro.

-Exactamente! -dijo Lord Cullen-. Eso es lo que pensarían, Isabella, y que lastima que no sea cierto!

Ya no estaba molesto y su voz tenia un acento casi acariciador.

Isabella se puso presurosa de pie.

-Debo irme a casa -dijo.

Lord Cullen que estaba sentado junto a ella en el sofá, levanto una mano, aprisionó la de ella y la hizo echarse hacia atrás.

-Todavía no -dijo-. Por que desperdiciar esta deliciosa entrevista que el Barón arreglo con tanta habilidad?

Isabella al sentir la presión de la mano de él sobre la suya, se sentó en la oriya del sofá.

-Por favor, por favor, no bromee! -explico-. Estoy tan preocupada, tan llena de pena y de tristeza, perdóneme y dígame que debo decir al Barón.

-Dígale la verdad, pero . . . no, tengo una idea mejor.

Se puso de pie y escribió tres cartas en una hoja de papel y otras tres al lodo opuesto de cada una.

-Entréguele esto -le indico-. dígase que es lo que encontró en un pequeño libro.

Isabella pareció dudar.

-Que es? -pregunto.

-El código que buscaba.

-Pero no es el correcto. . .

-Desde luego que no.  Es el código antiguo que esta en desuso. El Barón estará encantado con usted, hasta que descubra que su información ya no sirve.

-Prefiero no hacerlo -misito Isabella-. No deseo darle nada; no quiero volver a hablarle. Desde la primera vez que lo vi, lo odie y ahora que se que es un espía, y que quiere dañar a mi país. . .

-Entonces ayude a su país, haciendo lo que le digo. Tal ves usted puede darnos alguna información. Seria un cambio tener a alguien en el campo enemigo.

Isabella tiro la hoja de papel al suelo.

-No lo haré, no lo haré! -grito con pasión-. Usted sabe mejor que yo no hubiera venido si hubiera tenido la inteligencia de entender lo que el Barón me sugirió. No haré de espía por nada y por nadie. Es bajo y degradante. Me hace pensar en un reptil y no quiero caer en eso. No quiero saber nada de traiciones.

 Lord Cullen se río, pero con discreción, de modo que ella no se ofendiera.

-Que hermosa es y como brillan sus ojos cuando se enoja! Jamás vi un rostro que refleja de tal modo las emociones. Usted es una persona extraña, Isabella.

-Solo me siento infeliz en este momento. Tengo que regresar y enfrentarme al Barón. Me gustaría decirle la verdad, que usted me descubrió y que trato de convertirme en espía de mi propio país.

-No, no le diga eso; seria contraproducente y lo pondría a él a la defensiva. No le diga nada y déle la hoja de papel como le sugerí.

-No! -respondió Isabella segura de si-. Podría tratar de agradecérmelo antes de percatarse de que la información es errónea y no podría resistirlo.

Temblaba y Lord Cullen la miro con ojos repentinamente perceptivos.

-Lo odia -dijo-. Ha tratado de aprovecharse de usted?

-Me beso -repuso Isabella. Las palabras salieron impulsivas de sus labios-. Y quise matarlo! Trate de esconderme de el. Permanecí en mi habitación toda la tarde de ayer, sin bajar a cenar. Pero hoy me encontró desprevenida en la biblioteca y jugo con mis sentimientos. Me doy cuenta ahora hasta que accedí a venir aquí. No puedo, no puedo seguir viendo a un hombre como él!

-Tendría que dejar la casa de su tía.

-Pero, como? -pregunto Isabella con vos lastimera.

-Es muy fácil -replico él.

Se inclino hacia adelante y antes que ella se diera cuenta, la acerco hacia si, rodeándola con sus brazos. Cuando el acerco sus labios a los suyos, Isabella tembló de emoción al escucharlo decir:

-Déjame llevarte lejos, Isabella. Te mantendré a salvo de todos los perversos barones que hay en este mundo. Velare por ti y creo que podremos ser felices.

Isabella escucho aquellas palabras como en un sueño; los labios de ambos se juntaron y el mundo entero pareció estar en paz. Los duros, posesivos labios masculinos apresaron su boca y a ella la invadió una repentina llamarada que la abrasaba entera y supo que, sin quererlo, se ofrendaba a una entrega total. Fue algo maravilloso; no pensó en nada, solo en que al fin estaba segura.

Los fuertes brazos que la sostenían ahuyentaron todo su miedo y aquel beso despertó en ella un éxtasis que jamás soñó que pudiera existir.

-Te amo.

Se escucho murmurar las palabras contra los labios de el y entonces el la volvió a besar con furia, con pasión, con un fervor que la hacia sentir que el cielo entero se iluminaba con estrellas.

Solo cuando advirtió que la mano de el acariciaba la suave curva de su pecho, recobro la compostura.

Con dificúltala, se libero de sus brazos.

-Debo irme -musito-. No puedo quedarme aquí. No estaría bien. Debes comprenderlo.

Se veía tan adorable, encendido los ojos, los labios entreabiertos después que el la beso. Lord Cullen se sentó a mirarla como si nunca la hubiera visto antes.

-Debo marcharme -repitió ella-. Por favor, mi tía estará preguntándose donde estoy.

Lord Cullen miro el reloj. Dentro de poco, también el tendría obligaciones que cumplir.

-Cuando volveré a verte? -pregunto-. Cielos! Esta noche no puede ser. Tengo tres compromisos diferentes a los que debo asistir  con el embajador. Solo estaré libre hasta la madrugada.

-Entonces, mañana? -replico Isabella tomándole las manos-. Soy tan feliz, tan feliz -murmuro.

-Yo tambien. Se lo diras a tu tia?

-No, no, por supuesto que no. Ella se lo diría al Barón y me impediría . . .Oh!  Guardémoslo en secreto entre tu y yo, hasta tener tiempo para hacer planes.

-Esta bien -sonrío Lord Cullen-, haremos planes mañana. Pasare a buscarte a las doce y media; creo que podré salir para comer. Iremos a un lugar tranquilo para poder hablar.

-Eso será maravilloso, maravilloso! -exclamo Isabella.

Se inclino y recogió el sombrero de donde lo había depositado, en el suelo. Luego se quedo aun un momento mirando a Lord Cullen.

Su cabeza apenas llagaba al hombro de él.

Lo miraba con una expresión que el jamás había visto en ninguna mujer y después, con la inocencia del primer amor le dijo suavemente:

-Es verdad que los dos nos amamos?

-Desde luego, eres muy dulce, Isabella, y yo soy un hombre afortunado.

-Llámame Bella. Solo en privado, claro esta. A mi nunca me gusto mi nombre, y mis padres siempre me llamaban así -sus ojos estaban brillantes de emoción y melancolía.

-Bella! -dijo el como acariciando el nombre.

Luego cuando ella suspiro de felicidad, Lord Cullen expreso en un tono lleno de sentido practico:

-Tendremos que sacarte de aquí. Donde esta tu carruaje?

-Afuera. Importa mucho?

La boca de Lord Cullen se tenso por un momento y ella lo quiso aun mas, por preocuparse por su reputación.

-Tendremos que afrontarlo. Ponte el sombrero y los guantes y dirígete a mi de la manera mas fría y distante posible. Si no hubieras traído el carruaje, habrías salido por la puerta lateral.

Isabella hizo lo que le dijo, arreglándose el sombrero en el espejo colgado sobre la repisa de la chimenea y luego camino hacia la puerta donde él la esperaba.

La miro de nuevo y la volvió a besar en los labios. Ella se pego a el, con fuerza colgándose del cuello. El quería quedarse en aquella habitación. Ella también pero por motivos diferentes, ya que en esa habitación había descubierto una nueva felicidad, pero el abrió la puerta y no pudo hacer otra cosa que caminar hacia la puerta principal.

 

 

 

Capítulo 17: Aquella tarde . . . Capítulo 19: Isabella bajo . . .

 
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