Corazón de diamante(+18)

Autor: kelianight
Género: Sobrenatural
Fecha Creación: 18/08/2010
Fecha Actualización: 21/11/2010
Finalizado: SI
Votos: 9
Comentarios: 42
Visitas: 40137
Capítulos: 26

 

Bella se convierte en vampiro por amor y una profecía olvidada se vera cumplida… ¿Podrá Edward, convivir con la culpa que siente al ver que Bella perdió su alma por el? Solo el tiempo lo dirá o no…

Los personajes les pertenecen a Stephenie Meyer y el fic es de Crisabella Cullen, que me dio permiso para publicarlo aqui.

 Su beta es Darla gilmoe

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Capítulo 18:

Los personajes les pertenecen a la gran Stephenie Meyer

 

 

No podía dejar de mirar a Edward. Había sufrido un cambio tan drástico que no parecía él. Desprendía como un halo de felicidad abrumador. Al fin se había reconciliado con la vida, no sentía ya culpa alguna y tenía una sonrisa continua en su hermoso rostro.

Habíamos vuelto de la isla de de Hadara a nado, y llegamos un poco antes del amanecer a Miami. Me sorprendió descubrir que la isla estaba ubicada precisamente en el mismo centro del triangulo de las Bermudas. Un punto lleno de misterios y leyendas. Pero pensándolo mejor… ¿Qué mejor lugar que ese para ocultar la isla?

Tuvimos que tomar una habitación de hotel a la espera del crepúsculo y poder así tomar el avión rumbo a Egipto. Ahí es donde nos esperarían la familia. Teníamos que buscar a otro vampiro que tenía un don extraordinario. Manipular un elemento, claramente hablando. Alice lo había visto en una visión, y también que Eliam lo buscaba. Su afán por encontrar el corazón de Hadara no tenía limites, pero yo sabía que no lo conseguiría. Ese cometido era cosa mía y había nacido para eso.

— Y estaremos todos ahí para ayudarte a conseguirlo — proclamó Edward de repente.

Moví mi cabeza hacia arriba para verlo a los ojos. Le sonreí. Mi escudo mental lo envolvía, estábamos conectados por el pensamientos casi constantemente desde nuestra unión en cuerpo y… alma.

Te amo — pensé bien fuerte.

Edward sonrió satisfecho.

— Como yo a ti, mi amor, mi vampiro medio ángel.

Me gustaba ese apodo tan cariñoso. Era en verdad lo que éramos todos. Una extraña combinación de la sangre de demonio y ángel, y la unión de esta con la sangre humana, dando como resultado a vampiros de extrema belleza. El teléfono de Edward sonó. Se puso a hablar a velocidad vampírica, comprendí que hablaba con Alice. Lo observé tan tranquila, seguí con mi dedo la curva de barbilla descendiendo por la línea de su cuello y dibujé pequeños círculos hasta que llegué a su torso y él atrapó mi mano. Tenía esa sonrisita pícara en el rostro que decía "no siguas o… "

— Es la hora, está anocheciendo — murmuró Edward cerrando la tapa de su teléfono.

Me levanté de la cama a regañadientes, habíamos pasado todo el día entrelazados. Me pregunté cuándo volveríamos a tener intimidad para poder estar juntos como lo hicimos.

— Ya encontraremos la manera de encontrar un momento — respondió Edward a mis pensamientos.

Lo miré y no pude evitar admirar su perfecto cuerpo desnudo brillando en la difusa luz de la habitación. ¿Cómo podía luchar contra lo que sentía? Ansiaba otra vez sentirlo dentro de mi…

Edward sonrió, pero no se rió.

— Es todo una cuestión de prioridad, amor. Eres tan buena en todo esto, no creo que te tome demasiado tiempo poner todo en orden en tu mente. A veces se me olvida que eres aun neófita.

— ¿Pero tendremos ratos para nosotros, verdad?

Él sonrió ampliamente.

— ¿Piensas que soportaría dejar que te vistas ahora si no fuera ese el caso?

Le devolví la sonrisa y me vestí. Prioridades. Tenía que encontrar el equilibrio y no dejarme llevar por el deseo tan desenfrenado que sentía. Al igual que lo hice para controlar el fuego tenía que conseguirlo con esto también.

Por una vez me alegré de ver la ropa que Alice puso en la bolsa. Un pantalón tejano de corte recto, una camiseta de algodón marón oscuras y unas deportivas.

Cuando estuve ya vestida y calzada, me miré en el espejo del cuarto de baño.

— ¿Cómo es que Alice puso esta ropa? ¿Nada de seda o vestido provocador? — le pregunté a Edward.

Asomó la cabeza por la puerta.

— Vio que ibas a molestarte tanto si lo hacía, que ibas a quemar la ropa. Creo que optó por lo seguro.

Asentí.

— Muy inteligente por su parte.

— Si. ¿Estás lista?

— Si. Vamos.

Tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos. Salimos del hotel bajo la mirada risueña de la recepcionista hacia Edward. Un gruñido ahogado nació en mi pecho a su intención y la fulminé con la mirada. Ella desvió la mirada rápidamente cuando se percató de lo que había hecho.

— Umm… ¿celosa? — musitó Edward con su aterciopelada voz.

— Mucho.

Él rió por lo bajo y me atrajo más a él, pasó su brazo por mis hombros y depositó un beso leve en mi coronilla.

— ¿Qué quería Alice? — le pregunté, acordándome que había hablado antes con ella.

— Dijo que Rosalie se había ido, Emmett se fue con ella.

— ¿Es por mi? Dios, cuanto lo siento Edward, he separado a tu familia — me lamenté tristemente.

Para mi estuvo claro que ella jamás me aceptó como una más.

— No es por eso que ella actuaba así, amor. Ella siempre fue muy vanidosa. Le molesta mas no ser ya el centro de atención de todos, eso es todo. Cuando se le pase volverá, ya verás.

No repliqué nada. Esperaba que fuera a ser así.

Cuando llegamos al aeropuerto y comprendí las largas horas que nos esperaba de viaje para llegar al Cairo, me negué rotundamente a subir.

— No. Edward no subiré a un avión por no sé cuántas horas, encerrada con humanos que huelen demasiado bien. Es muy arriesgado.

Me llevó hasta apartarme de la gente y en voz muy bajita que solo podíamos oír él y yo me dijo.

— ¿Y qué propones?

Lo miré frunciendo el ceño. ¿Acaso no se acordaba de existía otra manera mucho más rápida?

— ¿Cuál? — preguntó él leyendo mis pensamientos.

Le señalé el cielo con un dedo a través de la pared de cristal. Su cara se iluminó para luego mirar a su alrededor.

— Hay mucha gente aquí.

— Si — coincidí.

Salimos del aeropuerto y Edward me indico un sitio perfecto para poder transformarme con el anillo que recupere, el de Hadara.

Tras un buen rato llegamos a una plantación de cítricos, muy extensos.

— Preferí traerte aquí a los pantanos — indico él.

— Que lástima. Me hubiera gustado probar la sangre de cocodrilo.

— No es nada buena, créeme — aseguró él con una sonrisa torcida.

De repente Edward se detuvo y yo lo miré confundida. Incluso olfateé el aire en busca de algún aroma, algo que hubiera inquietado a Edward. No encontré nada.

Finalmente con el pensamiento le pregunté.

¿Qué pasa?

Soltó mi mano y se alejó varios pasos de mí sin perder de vista algún punto entre los árboles.

— Vienen vampiros, les leo el pensamiento, se están acercando. Ve en dirección al mar y espérame ahí.

Habló muy deprisa. Me puse en alerta viendo como él se tensaba.

— No voy a dejarte — contradije.

Él resopló silenciosamente. Se giró hacia mí, su rostro reflejaba ansiedad, miedo.

— Son de la guardia de los Vulturis — aclaró.

No me inmuté.

— Bien. Creo que así tendré oportunidad de darles un mensaje para sus amos.

— Las órdenes que tienen son claras, Bella. Van a pretender llevarte con ellos a Volterra. Jane está con ellos, ella es muy poderosa, su don es hacerte creer que sufres un dolor atroz.

Me aproximé a él sin vacilación. Pasé mi mano por su mejilla y acuné su rostro.

— No me da miedo ella. No voy a dejarles separarme de ti, eso nunca pasará.

Mi escudo cedió y volvió a mí como si sintiera el peligro. Esperamos a que se acercaran ellos mirándonos a los ojos, luego nos giramos hacia el aroma dulzón que la brisa nos llevó. A lo lejos escuche como se acercaba una tormenta, el aire de sobrecargo.

Cuatro figuras aparecieron, tres de ellas masculinas, y la cuarta muy pequeña. Parecía una niña. Ella caminaba con un andar gracioso, su rostro era angelical. Se detuvieron frente a nosotros, a poco más de seis metros.

— Buenas noches — los saludó Edward educadamente.

Ella le sonrió.

— Buenas noches. No creo conocerte. ¿Quién eres?

Mientras Edward se presentaba formalmente, yo observaba a los tres enormes vampiros atrás de ella. Traían capas largas de un gris oscuro. Eran tan hermosos como todos los vampiros, pero sus pupilas escarlatas me dieron un escalofrió de horror. Se alimentaban de humanos.

— Están muy lejos de Volterra — dijo Edward.

Mi atención volvió a la conversación. Me fijé en que Jane ahora me miraba, y ancló sus ojos en los míos.

— Se llama Bella, es mi compañera — respondió Edward a su pregunta mental.

Jane volvió a mirarlo.

— Veo que eres todo un lector de mentes, Edward Cullen. A mi amo le encantaría conocerte — afirmó ella con una media sonrisita de suficiencia.

— Tenemos previsto ir de visita muy pronto — le replicó Edward con una voz impasible.

El fuego en mi interior se agito débilmente. Algo cambio en el ambiente, fue muy leve, pero ahí estaba. Como una advertencia muda. Ella sabía quien era yo. Su mirada volvió a mí estudiando mis ojos. Claro, ningún vampiro tenía los ojos de un color así. Negros con miles de filamentos dorados.

Edward se tensó ante algo que pensó ella, Jane hizo un gesto de la barbilla en mi dirección. Y en un parpadeo los tres vampiros gigantes nos rodearon.

— Mi amo te ha estado buscando. Estas invitada a venir con nosotros.

Di una mirada a la guardia con tranquilidad.

— Invitada, ya veo… Iré, pero no ahora. Nos están esperando.

Ella me sonrió de una sonrisa mezquina y concentró sus ojos escarlatas en mí. Edward apretó mi mano, ladeé la cabeza un poco a verlo. Pareció complacido, pero no supe de qué.

Escuché un murmullo sorprendido de la guardia.

— Suficiente — les ordenó ella con irritación.

Su rostro ya no parecía tan angelical ahora. Fruncía el ceño y apretaba los labios, vi como se concentraba aun más en mí, con esfuerzo visible en su rostro. Unos picotazos en mi escudo me dio a entender que ella intentaba llegar a mi mente, a hacerme daño. Le di una sonrisa igual de mezquina que la suya y con un aire despreocupado pasé mi mano por mi cabello. Ella exorbito los ojos.

— ¿Ya has terminado? — le pregunté a Jane tranquilamente.

Dio un paso hacia atrás y la guardia con ella, dejándonos así un poco más de espacio. Cuando advertí que ella empezó ahora a concentrarse en Edward, sin esfuerzo y con rapidez estiré mi escudo hasta él. Fue muy fácil, como algo natural.

Jane al ver que no conseguía nada dejó escapar un gruñido y su rostro adquirió unos rasgos de niña enfadada. Como si tuviera una rabieta. Solo le falta patalear en el suelo, pensé.

Edward ahogó una risita. Me había leído el pensamiento. Tiempo de darle a esta niñita un mensaje para sus amos.

Fuego, ven a mi mano, forma una pequeña esfera— pedí en mi mente.

Y el fuego acudió sin demorar, formando una perfecta bola llameante. Sentí el poder de Edward envolverme con calidez, sentí como los dos formamos uno, y la bola de fuego brillo como nunca lo había visto hacer antes. Pequeñas ondas se formaban de una luz blanca brillante. Era como si las hondas protegían el fuego y al mismo tiempo lo hacía más fuerte.

Una ráfaga de viento repentino despeinó a la vampiresa rubia, esta miraba por todos lados, inquieta. El aire se concentró en nuestro entorno, girando a velocidad lenta, casi parecía estar bailando. Alguien lo habías mandado a mí. Estuve casi segura.

— Aire, ven a mí, únete a nosotros por favor —pedí en un susurro.

Supe el momento exacto en que el dueño de tal poder ordenó al aire que acudiera a mi llamada, y donde estaba ubicado. Noté como Edward se inquietó al no leerle el pensamiento, pero era por el escudo que lo mantenía protegido de Jane.

El aire vino y giró en torno a la llameante bola que flotaba en mi mano, dándole así un toque de color aparte del blanco y el rojo. Ahora también destellaba pequeñas púas marones. La bola dobló de volumen en un instante. Note como la tormenta astaba llegando muy deprisa, a una velocidad nada normal. El cielo se llenó de nubes furiosas y eléctricas.

— Tres de cinco — susurró Edward en mi oído.

— ¡Solo faltan dos más! — exclamó una voz masculina.

Se materializó a un lado de nosotros un vampiro sonriente de rasgos poco común. Tenía los ojos estirados y perfilados de negro. Su cabello era azabache, largo, y era joven, no tendría más de 20 años, calculé.

Ante mi sorpresa se inclinó hacia mí en una pequeña reverencia. Luego se acercó un poco a nosotros y elevó una mano hacia el cielo, la otra la extendió hacia la bola de fuego que se estremeció al notar el elemento de este.

Todos la notamos. Una fina llovizna empezó a caer suavemente. Las gotas de agua fueron como atraídas hacia el que las recibió con una sonrisa radiante hasta que estas formaron una burbuja un poco más grande que mi esfera. La empujó hacia mi mano, y esta se unió con un baile similar al del aire. Destellos de luz azuladas aparecieron inmediatamente.

— Vamos, majestad, solo falta uno y podrá dar el mensaje — me dijo el que manejaba el agua.

— La tierra.

— Llámela, ella acudirá.

Asentí y me concentre en la tierra. Imagine su olor, los pinos en verano y su perfume, la hierba fresca y aromatizantes efluvios. Forks, era todo verde allí y como si eso bastó, acudió a mí el poder de la tierra. Bajo nuestros pies, esta tembló levemente. Y se unió finalmente a la magnífica bola. Los 5 elementos reunidos.

Ocurrió algo increíble, la bola se solidificó hasta posarse en mi mano. La sentí bajo mi tacto, dura, fría y caliente al mismo tiempo. Desprendía un perfume a océano y a tierra fresca. Maravilloso.

Jane chasqueó la lengua, y la guardia se posicionó delante de ella. Parecían impresionados, e inseguros respecto a qué hacer.

— Acércate — le dije a Jane.

Edward se movió un poco y dejó que me adelantara un paso. Noté como el vampiro que poseía el don del agua, me flanqueo por el lado opuesto al de Edward.

— No voy a hacerte ningún daño — prometí mirando a Jane.

— ¡Agárrenla! — ordenó ella.

Estos se movieron como un borrón. Edward rugió ferozmente y atrapó a uno de ellos al vuelo. El que manejaba el agua propulso un chorro de agua en dirección al otro guardia que intento cogerme, y esto lo impulso hacia atrás llevándole a varios metros.

Un corriente de aire potente me envolvió y me atrajo hacia atrás alejándome así de la pelea… ¡pero yo quería pelear! Miré a Edward y como el mantenía el paso cerrado al vampiro con un baile endiablado y rugidos feroces. El que manejaba el agua parecía divertirse lo suyo con un lazo de agua y azotando a cualquiera que quisiera acercarse a mí.

El brazo de aire que seguía impidiendo que me aproximara me molestó y una furia se apoderó de mí, llenándome de fuego desde la puntas de los dedos hasta mi cabello, un brillo rojizo empozó a emanar de mi cuerpo.

Como una ordenanza silenciosa los poderes se fusionaron de nuevo y se formó otra esfera, pero está mucho más oscura y amenazadora. Adquiero un tono violeta oscuro y hondas negras se desprendían de ella. Edward volvió a tomar posición a mi lado inmediatamente sintiendo lo que iba a ocurrir al igual que el dominaba el agua, el del viento quedó a mis espaldas impidiéndome así verle el rostro.

La esfera se estremeció y fue empujada no por mí, sino por los demás a mi gran sorpresa, y salió disparada hacia los tres vampiros de la guardia real. Y tan solo con un toque de ella, estos se desintegraron y instantáneamente cayeron al suelo unas polvorientas cenizas.

Un grito me hizo girar la cabeza, Jane temblaba de furia mirándome con unos ojos entrecerrados.

— Acércate — le ordené a ella.

Lo hizo visiblemente molesta.

— Lleva esto a tus amos. Diles que pronto acudirá a ellos la verdadera inmortal, y reclamará lo que ellos robaron.

Le tendí la esfera con miles de facetas diamantinas, esta brillaba de varios colores. Parecía encerrar a dentro un arcoíris en miniatura.

— ¿Qué que robaron? — inquirió ella.

— Esa información no está a tu alcance. Haz lo que tu reina ordenó. Ahora — le espetó el vampiro que poseía el don del agua.

Jane se quitó la capa y atrapó en ella la esfera. La cubrió y sin demorar se marchó en dirección a la ciudad.

La seguí con la mirada y ahí me di cuenta de la niebla espesa que se veía por todo el lugar. Nos habían protegido de ser vistos por los ojos humanos. Muy sabio.

— Bella — me llamó Edward.

Lo miré y él me indicó con un gesto de la barbilla al vampiro de pelo azabache. Quité el escudo de Edward, para que así el pusiera volver a leer la mente. Me agradeció con una pequeña sonrisa. Luego me giré hacia el otro vampiro que seguía sonriente. Me miraba fijamente.

— Es placer volver a verle, majestad — dijo él.

— No soy Hadara, y menos una reina — le contradije un poco molesta.

Él se limitó a encogerse de hombros.

— Está convencido que eres ella — dijo Edward.

— El parecido físico es casi exactamente igual.

Negué con la cabeza.

— ¿Acaso vez que tengo los ojos azules, o el pelo muy largo y negro? Sin hablar de la estatura — le indiqué.

— Esos detalles no importan, majestad.

El vampiro dejó escapar un suspiro y se frotó la cabeza haciendo que su pelo se agitara en todos los sentidos. Echo una mirada hacia su derecha.

— ¿Vienes a unirte a nosotros? — preguntó él.

Miré hacia la misma dirección que él. El vampiro poseedor del don del aire estaba muy cerca, podía sentirle. Avanzó en nuestra dirección, visualicé primero su delgada silueta entre la bruma. Conforme fue llegando y pude verlo mejor, pegué un grito de sorpresa al reconocerla. Edward jadeó de la sorpresa también al ver de quien se trataba.

La rubia melena de la vampiresa se meneaba en ritmo perfecto al de sus caderas. Se detuvo frente a nosotros con una sonrisa radiante y se echó a reír.

— ¿Rosalie? — balbuceé.

Me miraba con el mismo aire de ser ella más que nadie. Pero no había tanta rabia como la última vez que nos vimos.

— Si, Bella, soy Rosalie. Edward — lo saludó ella.

— ¿Cómo lo hiciste para esconderme lo que eras? — le urgió él, mirando a su hermana.

— Es un don que tenemos muy pocos — respondió ella.

— Los que son poseedores de un elemento — dije yo.

— Exactamente. Pudiste siempre leer en mi mente, Edward, pero yo te deje leer lo que deseé. La información de quién era en realidad tenía que ser mantenida bajo secreto hasta hoy.

— Esto es increíble — se molestó él —, que no llegara nunca si quiera a descubrir la verdad. ¿Cuándo fue que Hadara contacto contigo?

—Cuando Emmett y yo nos alejamos por casi diez años… siento no haber dicho nada antes, Edward, ni tú ni Bella estaban preparados para la unión de los poderes. Todo tenía que llegar en su momento.

No podía dejar de mirar a Rosalie. ¿Ella? ¿El viento? ¿Rosalie? ¿Y quién era el de tierra? ¿Qué sorpresa más nos esperaba? ¿Emmett con tutu bailando con la tierra?

— Bella. Sé que mi comportamiento contigo no fue el correcto. Admito que soy engreída, vanidosa y te pido disculpas por eso. A veces me podía el hecho de ver cómo te comportabas, no sabía cómo empujarte a ver las cosas de otra manera. ¿Podrás perdonarme?

Y con un paso se adelantó y se inclinó en una reverencia graciosa y perfecta. Edward y yo intercambiamos una mirada y luego posé mi mano en el hombro de Rosalie. Ella levantó el rostro hacia mí.

— No hay nada que perdonar — afirmé.

Rosalie pareció sorprendida, y su rostro se iluminó en agradecimiento.

— Gracias — murmuró ella y cuando iba a volver a inclinar la cabeza la detuve.

— Creo que tostaré el trasero del próximo que haga una reverencia, así que nada de eso por favor.

La carcajada del otro vampiro se escuchó de repente.

— Ese es nuestra obligación, veo que habrá que refrescarle la memoria bastante sobre las reglas de su reinado, majestad — aclaró él.

Rosalie lo enfrento.

— Este de aquí que ni siquiera se presento es Byron, el agua es su dominio. Ángel caído y convertido a vampiro.

— ¿Un Ángel caído? — inquirí yo mirándole.

— Si. Al igual que lo fue Hadara. De hecho me castigaron por ayudarle a ella, a vivir como un humano más exactamente.

— ¿Quién te convirtió? — le pregunté.

— Evan, por accidente. Él era en aquel entonces lo que ustedes llaman hoy en día neófito.

— Eres muy viejo — solté sin pensar..

Edward y Rosalie estallaron en carcajadas. Byron hizo una mueca divertida.

— Perdón, no era mi intención decir eso.

— Eres tan antiguo como Eliam.

Byron se sobresaltó al oír ese nombre.

— ¿¡Eliam! — explotó él de repente.

— Si. El estuvo con nosotros un tiempo, lo encontramos encerado tras una puerta en llamas en el vaticano.

Byron maldijo varias veces. Edward se envaró a mi lado y soltó un gemido desgarrador. En un parpadeo sostuve su rostro entre mis manos y lo obligué a mirarme.

— ¿Qué es, Edward?

La barbilla de Edward empezó a temblar como si fuera a llorar, me partió en dos verlo así. ¿Qué leyó en la mente de Byron para ponerle así de mal? Fue incapaz de hablar. Rosalie me contó finalmente una verdad tan horrorosa como macabra. Algo que nunca imaginé. Algo que Eliam manejó a su antojo durante semanas. Sus propios recuerdos.

— Eliam también participo en arrancarle el corazón a Hadara, junto a Aro Vulturis.

Capítulo 17: Capítulo 19:

 
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