Todo estaba muy tranquilo a orillas del Támesis,en las afueras de Londres.Aunque estaba tumbada sobre el guardapolvo de Edward,inhalando su aroma mientras miraba al cielo,notaba la tierra fría bajo la espalda.
—Nunca está tan despejado como el de Tejas.Aquí nunca he visto una estrella fugaz.
—Si la vieras,¿qué deseo pedirías?—le preguntó él,acariciándole distraído el brazo con un dedo.
La joven se volvió para mirarlo.Estaba apoyado en un codo,contemplándola.Cuando se la llevó de la casa,Bella pensó que haría algo más que cogerle las manos en el coche,pero no había sido así.Tal vez por eso,primero se le había encogido el corazón para luego hincharsele de alegría,porque Edward no estaba con ella para desabrocharle el corpiño sino por algo más.Un retazo de lo que habían dejado en Tejas,de la adolescencia que habían perdido.
—No lo sé.Ni siquiera sé si pediría un deseo.
—¿Has dejado de creer que los deseos se hacen realidad?—se burló él levemente.
Ella soltó una risita.
—No,aún creo que es así,pero por desgracia cuando los míos se han hecho realidad,no ha sido siempre como yo esperaba o tenía pensado.
—¿Qué deseo pediste que no se haya cumplido como querías?
—Una de las noches que bajamos al arroyo,me sorprendí envidiando la vida que tú habías llevado,todos los lugares en los que habías estado y las experiencias que habías vivido.Me sentía sosa y aburrida.Al ver la estrella fugaz,le pedí que me concediera el deseo de viajar.Lo que no pensé es que me mandaría tan lejos,ni por tanto tiempo.
—Siempre me ha gustado eso de ti,que creyeras que los deseos se cumplen.
—A mí me preocupaba que pensaras que era boba.
—No,Bella.No porque yo fuera incapaz de creerlo menospreciaba que tú lo hicieras.Me duele saber que ya no crees.Deberías volver a tener esa ilusión.Te sorprendería comprobar lo que ocurre con tus deseos.
—Sí tuviera que pedir uno,creo que sería recuperar tus cartas.¿Qué me decías en ellas?
—A ver si me acuerdo...—Levantó la cabeza hacia el cielo,como si pudiera leer sus palabras escritas en las estrellas.
—Querida Bella:hoy me he topado con tres terneros extraviados.No estaban marcados,así que los he marcado y los he incorporado a la manada.Tuyo afectísimo,Edward.
—Qué romántico—rió ella.
Él volvió a mirarla y la joven pudo ver cómo sonreía.
—Las había mejores.Querida Bella:hoy he tenido que sacar a un novillo terco de una ciénaga.Casi me parto el espinazo.Te he echado mucho de menos.Si hubieras estado aquí,habrías podido empujar mientras yo tiraba.Tuyo afectísimo,Edward.
Riéndose aún más,le dio un leve golpe en el hombro.
—Eso no es lo que me escribiste.El soltó una risita sofocada.
—Más o menos.No se me da muy bien escribir cartas.
--La mayor parte no eran muy largas.Sólo una o dos frases,lo justo para cumplir mí promesa de escribirte todos los días.
Ella alargó la mano y le acarició la mejilla,pasándole el pulgar por aquel bigote que empezaba a adorar.Le quedaba muy bien.
—Y pensar el tiempo que he estado sin saberlo.—¿Cómo podía su madre haber destruido las cartas?—Si escribías con la frecuencia que dices,debiste de enviarme más de mil cartas.
—¿Dudas de mi palabra?
—No,pero dudo que escribieras sólo sobre ganado.
Edward volvió la cabeza y ella se preguntó qué estaría pasando por su cabeza.
—Cuando,después de unos meses,vi que no me contestabas,pensé que a lo mejor te aburrían tanto mis cartas como a mí,así que intenté escribir de otra cosa que no fuera el ganado.Te hablaba de lo mal que me sentía.
Bella sintió una punzada de angustia por la soledad que ambos habían sufrido durante tantos años.
Edward le cogió la mano y empezó a trazarle círculos con el pulgar en la palma.
—¿Te acuerdas de lo que tú me contabas en las cartas que nunca recibí?
—No con exactitud,pero sí lo suficiente como para que te hagas una idea.Querido Edward:todas las chicas a las que me presentan son lady esto o lady lo otro.Yo no sé comportarme como una dama.Tuya afectísima,Bella.
—Tú ya eres una dama,Bella.Siempre lo has sido.
—Una dama no se habría ofrecido a que un muchacho le desabrochara el corpiño,para que diez años después él aún pudiera exigírselo.
—No puedes reprochármelo.Cielos,querida,imagina que te diera un regalo muy bien envuelto y sólo te dejara deshacerle el lazo.No me digas que diez años después no seguirías queriendo ver lo que había dentro.
Vaya,había conseguido hacerla reír otra vez.Le acarició el espeso cabello.
—Ay,Edward,a ti todo te parece muy sencillo,pero las cosas tienen sus complicaciones.
—Pues los botones de tu vestido no parecen tener ninguna.No creo que desabrocharlos fuera tan difícil.
—No,pero podría llegar a serlo.¿Y si miraras pero no pudieras resistir la tentación de tocar?
Él bajó un poco la cabeza y respondió con voz ronca:
—Creo que temes darte cuenta de que,en realidad,no quieres que me resista.
Sabía que era eso lo que temía,que a él le bastara con desabrocharle los botones pero a ella no.Si el hecho de que le acariciara el brazo o la mano la emocionaba tanto,¿qué demonios sucedería si le acariciaba algo más?
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