Corazón de diamante(+18)

Autor: kelianight
Género: Sobrenatural
Fecha Creación: 18/08/2010
Fecha Actualización: 21/11/2010
Finalizado: SI
Votos: 9
Comentarios: 42
Visitas: 40135
Capítulos: 26

 

Bella se convierte en vampiro por amor y una profecía olvidada se vera cumplida… ¿Podrá Edward, convivir con la culpa que siente al ver que Bella perdió su alma por el? Solo el tiempo lo dirá o no…

Los personajes les pertenecen a Stephenie Meyer y el fic es de Crisabella Cullen, que me dio permiso para publicarlo aqui.

 Su beta es Darla gilmoe

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Capítulo 17:

Los personajes les pertenecen a la gran Stephenie Meyer

 

 

Silencio. Era lo único que me envolvía ahora. Una nube de vapor flotaba en el aire, el fuego que salió de mí en poderosas llamaradas había calentado el agua provocando eso. Me sentía tan cansada. Parpadeé varias veces y miré a mi alrededor, una tenue luz empezaba a ser notable. El amanecer estaba naciendo. Un nuevo día. Y una agonía más para Hadara.

Evan. La decisión que tomó los había llevado a la muerte, sin poder siquiera disfrutar de su amor. ¿Por qué no la transformó? Esa pregunta me la había hecho un millón de veces en toda la noche. No comprendía cómo fue capaz de alejarse de ella si la amaba tanto. ¿Cómo fue capaz? ¿Acaso temió matarla? No tiene sentido.

Él creó otros vampiros sin saber lo que hacía cuando unos humanos fueron a rezar al templo. Se alimentó de ellos. Sabía que podría convertirla y sin embargo prefirió abandonarla.

Apreté mis puños con la poca fuerza que me quedaba. Había caído de rodillas en el agua. Miré mi reflejo. El vestido de Alice había aguantado.

Antes de verlo olí su aroma.

—Edward.

— Bella, ¿estás bien?

Levanté el rostro. Venía caminando hacia mí.

— Cansada e indignada con Evan. No comprendo por qué lo hizo. Por qué la abandono — le confesé con un hilo de voz.

Se arrodilló frente a mí y llevó su mano derecha hacia mi rostro. Con delicadeza acarició mi mejilla.

— Debemos ir a Volterra lo antes posible y recuperar el corazón de Hadara. Es suyo.

— Iremos, pero antes hay que hablar con Carlisle y Eleazar. Ellos han vivido ahí y podrán explicarnos sus costumbres, sus defectos, quien está en la guardia. Esto va a ser duro, Bella. Jasper podrá idear un plan para acercárseles sin ser descubiertos o al menos nuestras intenciones…

— No van a venir conmigo — le interrumpí bruscamente.

Le sostuve la mirada.

— No voy a dejar que vayas sola, Bella. Iré estés de acuerdo o no — me contradijo.

— No quiero que le pase nada a nadie. No me lo perdonaría… y menos a ti — murmuré con todo el miedo que sentía por dentro.

Se acercó a mí y enmarcó mi rostro entre sus cálidas manos.

— Bella, escúchame. Idearemos un plan todos juntos. Con el don de Alice, y el mío nada podrá sorprendernos. Estaremos preparados para tenderles una emboscada, y encima en su terreno. Bastará que les haga ver quién eres y lo que quieres para que tiemblen de miedo ante ti. Entregaran el corazón de Hadara sin tardar. Ya verás.

— ¿Tú crees que va a ser así de simple?

Me aproximó más a él haciéndome llegar su aliento y embriagándome. Cerré los ojos y aspiré con agrado.

— Lo será. No te preocupes por eso y por favor te pido que te olvides de todo por unas horas.

Ante su ruego abrí los ojos de golpe. No entendía su petición. Sonrió, sus ojos estaban más amplios que de costumbre.

— ¿Por qué quieres que me olvide de todo por unas horas, Edward? No puedo hacer eso, es imposible…

De repente sus labios estaban contra los míos silenciándome.

Sorprendida pero contenta le respondí moviendo los míos al compas de los suyos. El beso que en un principio fue tímido, se hizo más profundo, más exigente. Y me aferré a su cabello, entrelacé mis dedos en su pelo sedoso.

No tardé nada en comenzar a sentir el deseo nacer en mí. Desde adentro me estremecí, y con un jadeo me separe de los labios de Edward. Estaba atemorizada de que el fuego se emocionara demasiado y que empezara a calentarme literalmente y Edward saliera herido.

Él me miró enarcando una ceja.

— Bella, no tengas miedo, no vas a herirme — me aseguró.

Suspiré y tras unos segundos añadí a regañadientes. — No creo que sea buena idea. Yo no controlo del todo mi don.

Llevó mi mano a sus labios y depositó en mis dedos un beso suave.

— Lo controlas perfectamente, y sé que ahora mismo no corro ningún peligro — aseguró él.

Volvió a besar mi mano, pasando lentamente por cada dedo. Respiré entrecortadamente. Esto se sentía realmente bien.

— El… fuego…. Edward — murmuré.

Alzó sus ojos hasta los míos. Lo que vi me dejó completamente asombrada, maravillada, enamorada más que nunca. No podría describir el amor que reflejaba su mirada, y por primera vez, nada de miedo y tristeza, sino todo lo contrario.

— Tu don esta temporalmente fuera de servicio, Bella, por el hecho de haber estado casi toda la noche utilizándolo y por primera vez sin reparos.

Una leve esperanza nació en mi, muy pequeña.

— ¿El fuego está apagado?

Sonrió con picardía.

— Compruébalo.

Cerré los ojos y regulé mi respiración. Me concentré en el fuego, lo visualicé en mi mente. Lo llamé. Y no sentí nada en absoluto. Ni una chispa de calor, ni el acostumbrado cosquilleo en los pies. Nada. Lo volví a intentar varias veces, abrí los ojos, Edward seguía observándome con una sonrisa.

— ¿Y bien? — preguntó él.

— No lo noto, es como si estuviera ausente. Es muy extraño.

Me tenía desconcertada. Edward volvió a besar mi mano, poco a fue subiendo por mi brazo, trazando un camino de besos y roces pecaminoso. Llegó hasta mi oreja, yo me mantuve totalmente quieta. Mordisqueó mi lóbulo y solté un gemido ahogado.

— Edward… tienes que decirme si sientes que empiece a calentarme.

Por única respuesta obtuve un "Umm" muy provocativo. Con sutileza desató el nudo y la tela metalizada, se deslizó por mi piel en un ruido cristalino. Posé mis manos sobre el pecho de Edward y con un poco de timidez desabotoné su camisa.

Fue besando mi mandíbula, mi mentón, mi cuello con una suavidad y una lentitud que me entró ganas de llorar. Cuando me hice con el último botón, le quité la camisa que cayó al suelo y se mojó. El susurro del agua corriendo proporcionaba una melodía reconfortante a mis oídos. Estábamos rodeados de ella.

Me volvió a besar en los labios, con pequeños besos cortos, besando la comisura, bordeándolos y amándolos. Pasé mis manos por su pecho, acariciando su cuerpo con temor sin saber si lo hacía bien o no.

Y como una revelación, me di cuenta de que era la primera vez de ambos. Eso me abrumó y me tensé. Edward lo notó y se separó de mí.

— Todo está bien, Bella. Paremos — susurró resignado.

— ¡No! — solté con súplica.

Esta vez tomé su rostro entre mis manos y lo llevé a estar frente a mí. Preparando rápidamente mis palabras, hablé con toda la seguridad que me fue posible encontrar.

— Edward. No tengo miedo. Te amo. Quiero que este momento sea inolvidable, pero no sé cómo lograr eso.

Pareció comprenderme.

— También deseo lo mismo, amor. ¿Qué tal si nos dejamos llevar por nuestras locas hormonas y discutimos después el resultado? — aventuró aguantando una sonrisa picara.

Reí.

— ¡Uh, si, viva las hormonas locas!

Rió conmigo mientras miraba fijamente a sus ojos dorados.

Fue casi un milagro que no me echara a su cuello en ese preciso momento, pero de alguna manera tuve la necesidad en mi cabeza de ser cuidadosa, mi don podía jugarme una mala pasada e intenté ser cuidadosa. Estiré la punta de mis dedos y enrosqué mis brazos a su alrededor, Gentilmente.

Él no vaciló en sus movimientos; sus brazos rodearon mi cintura y me estrechó contra su cuerpo. Sus labios aplastaron los míos, se sintieron suaves. Mis labios se amoldaron a los suyos perfectamente, sin restricciones, sin preámbulos y sin miedo.

Como antes, fue con el toque de su piel, de sus labios, de sus manos. Como si penetraban directamente a través de mi lisa y dura piel hasta mis huesos. Directamente al centro de mi cuerpo. No podía imaginar amarlo más de lo que lo hacía ahora.

Toda sensación se multiplicaba por cien, incrementaba el deseo, la pasión y el anhelo que teníamos de amarnos al fin.

Respondí a su intensidad sin poder contenerme, estaba tan ansiosa o más que él. Edward acarició mi rostro y mi cabello bajando por mis hombros y dándome a conocer unas sensaciones exquisitas. Hice lo mismo con él, sin vergüenza, porque éramos uno. Nos pertenecíamos.

Ni me di cuenta cuando de repente sentí el agua tocar mi espalda, atraje a Edward hasta mi. Todo resto de ropa desapareció en dos segundos, ya no había nada que nos impidiera amarnos.

El agua no llegaba a cubrir nuestros cuerpos, seguía corriendo, murmurando esa melodía. Miré a mi novio a los ojos, perdiéndome en ellos, y sintiéndolo por todas partes.

Ya no tenía miedo. El amor tomó el relevo, el deseo ferviente, y como si fuera lo más natural del mundo entró en mí, sin prisas y con una infinita delicadeza. Subyugándome de belleza, como si fuéramos dos piezas de pulse y encajábamos a la perfección. Fue en total armonía, nuestros vaivenes de placer compartidos. Todo él me llamaba desde dentro, su fuerza, su belleza, su amor.

Perdí el hilo de vigilar mi don, me dejé llevar hasta casi perder la cabeza. Me aferré a él, como si quisiera hundirme en su cuerpo, con urgencia lo besé.

Y entonces conectamos.

Su fuerza entró en mí, y la mía en él, como un intercambio. Poderoso lo sentí, temblorosa lo ame, y emocionada cuando sentí nuevamente ese otro poder escondido. ¿Qué era eso? Ahí tan escondido, tan pequeño, pero brioso. La fuerza que sentía era igual de poderosa que la de mi don. Increíble.

Algo cambió con sutileza a nuestro alrededor. Una brisa nos envolvió, olía a flores, el agua se estremeció, la tierra tembló ligeramente, y el fuego de mi interior empezó a despertarse.

Pero de algo estaba segura, no le iba a permitir dominarme. Se quedaría ahí, en los pies, sumergidos bajo el agua. Y así fue como los dos nos fundimos en un solo ser, la magia que nos envolvía se liberó en una explosión sublime. Entre gemidos, jadeos desenfrenados de parte de los dos, ocurrió. El don oculto de Edward fue revelado. Como una revelación suprema y maravillosa, la vi. La toqué, la respiré, se fundió en mí, me atravesó por completo hasta hacerme vibrar, gritar de placer y llorar de felicidad.

Edward lo sintió también, fuerte y poderoso, emanó de él bajó su mirada atónita, con una luz blanca radiante. Toda su piel empezó a centellar enviando hondas extraordinarias y hermosas. Su alma gritaba de amor. Y fue la revelación más increíble, si, los vampiros teníamos almas, al parecer.

Edward se impresionó, intentó rechazar lo que su propia mente le revelaba, pero lo detuve. Lo abracé con más fuerza y llevé mis labios a su oreja.

— No tengas miedo, Edward. No luches contra ti mismo, déjalo fluir libremente, déjalo envolverte. Siéntelo, mi amor — le susurré con seguridad.

— Esto no puede ser cierto… — balbuceó él, incrédulo.

Pequeñas ondas empezaron a nacer de él, se expendían tímidamente e iban a morir contra las paredes. El fuego como atraído, o llamado, empezó a agitarse, queriendo salir a la superficie de mi piel.

¡No! No, no, no… ¡ahora no!

supliqué en mi mente. Edward levantó el rostro un poco, lo justo para verme a los ojos. Con asombro vi que el color dorado estaba brillando con intensidad, con luz propia y reflejos blancos. Como si mirara a dos estrellas. Empecé a temblar cuando noté que el fuego subía por mis piernas, intente apártame pero Edward no me dejó.

— Bella, Bella… tranquila. No vas a quemarme, lo sé.

Negué con la cabeza.

— ¡Te haré daño sin quererlo! Edward… — le supliqué para que me dejara ir. Ahora él negó con la cabeza y me sonrió.

— Bella, ahora soy yo el que te pide que lo dejes fluir. No lo detengas, confía en mí. No va a pasarme nada. Lo prometo.

La determinación en su mirada era tal que no sabía cómo, pero sabía que tenía razón. Sin embargo tuve la necesidad de añadir algo.

— Si por lo que sea, esto sale mal, te juro que iré al cielo a buscarte para pedirte cuentas — le prometí.

Sonrió con mi sonrisa favorita y presionó sus labios contra los míos. Y el deseo insaciable apareció, ávido y hambriento. Nos amamos nuevamente. Dejé el fuego libre, y este salió de mi no como la noche anterior, no cubriendo mi piel, sino enlazándose con el poder de Edward. Como la unión más perfecta, nuestras dos almas, nuestros dos dones tan asombrosos juntos y todo dejó de importar.

Hadara. Evan. Nuestras familias, los Vulturis. Extraordinariamente el fuego no quemó a Edward, su don y el mío formó uno solo, y el resto acudieron a nosotros. El agua. El aire. La tierra. Mi fuego y el espíritu, que era el don de Edward.

Los 5 elementos al completo y en perfecta armonía.

Todos reunidos, formaron una espiral de colores, rojos, verdes, azules, amarillos, y blancos centellantes que empezó a girar en nuestro entorno. Edward y yo, amándonos, cuerpo a cuerpo, labios contra labios, entre gemidos y suspiros. Hasta que sentí que él se iba y me fui con él. La espiral empezó a emitir pequeños destellos de luz de todos los colores. Como un fuego artificial explotó, percibiendo la sintonía de nuestras emociones. Y la tierra tembló, las flores crecieron sin haber lugar para ellas, pero lo hicieron, el agua brilló y pequeñas gotas de agua fueron elevándose hacia el techo, el aire nos llenó de dulces olores aromáticos.

Todo se estremeció a la vez que el poderoso éxtasis nos llevó hasta casi perder la conciencia los dos. Y como llegaron, se eclipsaron sigilosamente, mientras Edward y yo nos mirábamos con fijeza, intentando asimilar lo que acaba de ocurrir.

Las gotas de agua cayeron, el arcoíris se esfumó, las flores se encogieron hasta desaparecer del todo. El fuego volvió a mis pies y se sumió hasta quedarse quieto. Y lo último, el don de Edward. La luz centellante fue disminuyendo y recogiéndose, hasta alojarse en un brillante punto en concreto. En su corazón. Parpadeó varias veces y como el mío se sumió a la tranquilidad de su interior.

— Esto ha sido… — no pude encontrar la palabra exacta.

— ¡Increíble! ¡Fabuloso! ¡Maravilloso! ¡Asombroso! ¡Mágico y definitivamente inesperado! — exclamó él.

— Si.

Lo era. Algo por fin encajaba en toda esta locura que llevaba en mi existencia.

— Tu también los sentiste — afirmé, refiriéndome a los elementos.

Asintió levemente.

— El agua, la tierra, tu fuego…

— El viento y tu espíritu — terminé.

Seguíamos mirándonos a los ojos embelesados por lo ocurrido, sorprendidos ante la inesperada revelación.

— Todos juntos como uno solo — indicó él y continúo con un hilo de voz —. Todo dejó de tener sentido, fue como si nos conectáramos con todo a la vez, fue tan extraño y aterrador pero no tenía miedo, fue más que eso.

— También sentí eso — concordé alegremente.

— Creo que hay mas ahí fuera — indicó él.

— ¿Más?

— Más como tú y… yo. Hadara no estaba aquí, Bella, y los poderes no vinieron solos, creo que alguien los mando aquí, es como si hubieran respondido a una llamada silenciosa.

Me quedé pensando unos segundos en su teoría.

— Puedes ser, y creo que Eliam no nos contó toda la verdad — sospeché.

— No lo hizo. Pero si leí en su mente la verdad, no lo recuerdo. Va con ventaja y no sé qué pretende con lo de Hadara y contigo, no quiero que te separe de mi, Bella.

— No lo hará. Como te dije antes, iría hasta el mismísimo cielo a buscarte.

Edward esbozo una sonrisa.

— ¿Es una promesa?

— Aja.

Me besó con delicadeza y maestría, haciendo que nuevamente ardiera en deseo. Entre beso y ronroneos pregunté.

— ¿Cuándo tenemos que volver en tierra firme?

— Mañana.

— Tendré que ir de compras con Alice, se lo debo — recordé.

Edward siguió besando cada centímetro de piel marmórea pero ahora caliente. Fue cada vez más difícil intentar tener las ideas claras hasta que solo eran palabras sueltas en mi mente. Me aferré a él y entrelacé mis piernas a las de él, acaricié su espalda, cada músculo tensado con deleite.

El fuego hormigueó tímidamente en respuesta. Ni intenté retenerlo, al contrario.

— ¡Oh! ¿Pero como es que te quemé aquella vez que ayudé al humano en el bosque y ahora no?

Edward chasqueó la lengua.

— ¿Bella?

— ¿Si?

— Solo nos queda 22 horas antes de volver con la familia y no tener nada de intimida. ¿Qué prefieres? Pasar esas horas hablando o…

— ¡Lo segundo!— lo corté rápidamente.

Me sentí enrojecer y a Edward no se le escapó.

— Adoro ver cómo te ruborizas, mi vampira medio ángel — murmuró él.

— Y tú lo disfrutas.

— ¡Absolutamente!

Y después de reír un rato, retomamos las caricias. 22 horas non stop. Me alegré al pensar que no tendríamos que parar por estar cansados como los humanos supuse lo hacían. No había necesidad de eso, ni de ir al baño, ni de comer o dormir. Nada de nada. Así que desconecté mi mente y me dejé llevar por mis alocadas hormonas con sumo placer.

Capítulo 16: Capítulo 18:

 
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