El jardin de senderos que se bifurcan (CruzdelSur)

Autor: kelianight
Género: General
Fecha Creación: 09/04/2010
Fecha Actualización: 30/09/2010
Finalizado: SI
Votos: 2
Comentarios: 10
Visitas: 61014
Capítulos: 19

Bella se muda a Forks con la excusa de darle espacio a su madre… pero la verdad es que fue convertida en vampiro en Phoenix, y está escapando hacia un lugar sin sol. ¿Qué mejor que Forks, donde nunca brilla el sol y nadie sabe lo que ella es…? Excepto esa extraña familia de ojos castaños, claro.

Los personajes de este fic pertenecen a Stephenie Meyer y la historia es escrita sin fines de lucro por la autora CruzdelSur que me dio su permiso para publica su fic aqui.

Espero que os guste y que dejeis vuestros comentarios y votos  :)

 

 

 

 

 

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Capítulo 17: Sellado con un beso(parte 1)

Si por lo común Edward manejaba como un loco, su forma de conducir esa mañana dejó atrás todos los parámetros habituales de demencia al volante. Se saltó todas las normas de tránsito habidas y por haber, puso el pobre Volvo al límite de sus posibilidades mecánicas, y no quitó el pie del acelerador en ningún momento después del llamado telefónico.

Yo estaba tan aterrada que no pude ni quejarme.

Llegamos, como era previsible, en un tiempo récord a la casa de los Cullen. Muy brevemente, al pasar, vi el enorme árbol caído en la zona libre de vegetación en la que los Cullen solían jugar al béisbol. Edward no aminoró la velocidad ante el nimio hecho de que estábamos acercándonos a la casa, sino que frenó justo cuando temí que nos estrellaríamos; el automóvil se detuvo a un centímetro de la pared del garaje. Saltamos del auto de inmediato y casi volamos adentro de la casa. Nos movimos tan rápido que, pese a que seguía lloviendo a baldes, apenas nos mojamos durante el trayecto de varios metros entre el garaje y la casa.

Adentro, nos recibió un panorama poco alentador. Alice estaba sentada sobre el sofá con las piernas cruzadas y la mirada perdida, pero no como si viese el futuro, sino como si pensara en vaguedades. Jasper estaba sentado en el suelo con los ojos cerrados, su cabeza apoyada en el regazo de Alice, que pasaba sus dedos por el cabello de él en una caricia que tenía algo de mecánico.

Rosalie y Emmett estaban en la misma habitación, pero un poco más lejos, de cara a la pared cristalera, por donde se veía caer la lluvia. Estaban abrazados, frente a frente, sus narices casi tocándose. Hablaban en susurros entre ellos, en voz tan baja que no pude oírlos. La expresión de ambos era tan melancólica como tierna.

Esme y Carlisle estaban junto al piano, de pie y con las manos entrelazadas. Ambos sonreían levemente, mirándose a los ojos sin decir nada. Me llevó un momento comprender que debían estar contemplando el uno los recuerdos del otro, haciendo uso simultáneo del mismo don.

La mayoría de ellos no reaccionó mayormente cuando Edward y yo entramos. Esme se limitó a parpadear y Jasper entreabrió los ojos, pero volvió a cerrarlos al momento siguiente.

-Nada aún –dijo Alice en un atronador susurro.

Fue todo lo que se dijo en un largo rato. Edward y yo nos quedamos en un rincón, abrazados, sin decir nada.

Afuera, la lluvia seguía cayendo.

.

-No es hoy.

Las palabras de Alice me sobresaltaron. Echando una mirada al reloj de pared, comprobé con un poco de estupor que llevábamos diez horas casi sin movernos.

-No es hoy –repitió Alice, su voz aguda y musical sonando cavernosa y lejana-. Es un día de sol. Ellos no están acercándose. No hoy.

El alivio fue inmediato, pero efímero. Sobreviviríamos a ese día, pero, ¿cuánto faltaría para el siguiente día soleado? ¿Un día? ¿Dos, tres, cinco días? ¿Una, dos semanas? ¿Cuánto tiempo estaríamos ahí, con miedo, viviendo de tiempo prestado?

-No lo soporto –gruñó Rosalie; su bellísima cara contrastando con el gruñido animal que salió de su pecho-. ¡No lo soporto! No vamos a combatir porque perderíamos. Entonces, ¿qué? ¿Vamos a permitirles ejecutarnos?

-¿Se te ocurre algo mejor? –repuso Edward, irascible.

-¡No voy a permitirles matarme como una oveja que es llevada al matadero! ¡Si voy a morir, al menos pienso llevarme varios de ellos conmigo! –rugió Rosalie, echando humo. (Echando humo literalmente. Rosalie misma me había explicado que esto pasaba cuando se esforzaba enormemente por no incendiar nada ni nadie, entonces ella misma empezaba a humear).

-Me parece bien –dijo Emmett, apaciguador, tomando a Rosalie del brazo-. Estoy seguro de que puedo enredar a esos Jane y Alec en sus túnicas y dejártelos hechos un precioso paquete listo para incinerar. ¿Qué te parece?

Rosalie sonrió un poco salvajemente. Por primera vez, la vi como una vampiresa: furiosa, bella, peligrosa. El humo se disipó, Rose se había calmado.

-Si hubiese una forma de dejarles claro que no queremos, y que cuando decimos NO, es NO y punto… -musitó Esme-. Si hubiese una forma de hacerles entender… pero si no le creen a las visiones de Alice, ya no sé qué puede convencerlos.

-No les importa si lo que queremos es tomar su lugar o no, vienen a destruirnos –dijo Carlisle en voz baja-. Cuentan con que, si aceptamos, tendremos batallas suficientes como para ser diezmados, y si nos negamos, tienen una excusa para aniquilarnos ahí mismo. Es una situación sin salida.

-¿Viste eso en la mente de Sulpicia? –preguntó Jasper de pronto, abriendo los ojos.

-No, en la de Aro –respondió Carlisle.

-¿Y qué pensaba Sulpicia de todo esto? –insistió Jasper, sentándose muy erguido, toda su atención puesta en Carlisle-. Ella irradiaba mucha menos envidia y malevolencia que Aro, parecía más bien curiosa y sorprendida.

-Me centré más en oír la mente de Aro –reconoció Carlisle-. No se me da bien prestar atención a más de una mente a la vez, y me focalicé casi exclusivamente en la de Aro.

-Ella no parecía tener nuestra destrucción como meta inmediata –empezó Edward, lentamente-. En verdad, parecía bastante impresionada por la convivencia pacífica de tantos de los nuestros. El cómo acabar con nosotros era más bien un pensamiento periférico en su cabeza, me pareció percibir más extrañeza que celos o deseos de destrucción viniendo de Sulpicia.

-Eso no garantiza nada, pero quizás… -empezó Esme, para ser interrumpida por Edward casi de inmediato.

-Ella no intercederá ante Aro por nosotros –observó mi novio con aspereza.

-No abiertamente –reconoció Esme enseguida-. No puede oponerse a él en público, pero eso no significa que esté siempre de acuerdo con él o que no tenga sus propias opiniones.

-¿De qué nos sirve que Sulpicia quizás no esté de acuerdo con que seamos destruidos, si no va a oponerse a Aro? –preguntó Emmett, un tanto irónico.

-No va a oponerse públicamente a él –dijo Carlisle lentamente, como si hablara consigo mismo. A su lado, Esme sonreía levemente-. Pero por lo que vimos, ella tiene mucha más influencia en las decisiones de Aro de lo que aparentan normalmente.

-A lo largo de la historia, en muchas cortes monárquicas europeas la reina formaba casi un circuito paralelo del poder –musitó Jasper, los ojos muy abiertos y una pequeña sonrisa aflorando en su rostro.

-Si conseguimos poner a Sulpicia de nuestro lado, tendremos un aliado muy poderoso, y dentro de las filas enemigas, por así decirlo –completó Esme, sonriendo.

-Aro confía en ella, la respeta y la escucha –acotó Edward, que también empezaba a sonreír un poco-. La considera su igual, y estoy bastante seguro que ella sabe cómo manipularlo para que Aro haga lo que ella quiere, creyendo además que es idea suya. Sulpicia maneja los hilos desde las sombras. Oficialmente es la esposa buena y obediente, pero no creo que sea sólo una cara bonita para adornar el costado de Aro. Sin duda que es inteligente y astuta, lo suficiente como para influir a su marido.

-Todo eso está muy bien, pero, ¿por qué Sulpicia querría ayudarnos? –preguntó Rosalie, dudosa-. ¿No sería más lógico que esté de lado de su marido? ¿No fue ella la que nos quiso nombrar los Vulturi de América, para que hagamos lo que hagamos, acabemos muertos? ¿Acaso no fue su idea?

-Sí, fue su idea –reconoció Carlisle-. Pero sólo la parte de nombrarnos guardianes del orden.

-El resto fue un pensamiento de Aro exclusivamente –subrayó Edward, sonriendo con viveza-. Sulpicia no tiene por qué compartirlo. ¿Recuerdas cuando Carlisle les dijo que necesitábamos tiempo para pensarlo? Aro estaba satisfecho, porque se dio cuenta que estábamos tratando de ganar tiempo. Pero Sulpicia estaba sorprendida, porque ella en verdad esperaba que aceptáramos, y creía estar haciéndonos un favor al ofrecernos esa oportunidad.

-¿Eso quiere decir que estuvimos malinterpretándola todo este tiempo? –preguntó Emmett, un poco perdido-. ¿Pasamos quince días creyendo que Sulpicia nos había tendido una trampa, cuando en realidad creía estar concediéndonos un enorme privilegio, y en el fondo resulta que está predispuesta a nuestro favor?

-Esto no deja de ser una trampa, aunque ella no lo haya previsto como tal, sino que Aro añadió esa parte –dijo Edward, serio-. Sulpicia nos quiso nombrar los guardianes del orden, creyó que éramos capaces de hacerlo y que aceptaríamos encantados. Eso solucionaría varios problemas: nuestros muchos poderes estarían ocupados imponiendo orden y no tendríamos tiempo de intentar destronar a los suyos, por empezar. Además, eso les quitaría a ellos el trabajo que da todo el continente americano, que es grande y problemático, y haría que su marido pasara más tiempo en casa y menos viajando por el mundo. Creo que muy a su manera, Sulpicia también estaba tratando de proteger a Aro.

Hubo varias muecas al respecto de la última afirmación. A mí, debo admitirlo, también me parecía rara la idea que Aro necesitase protección, pero en cierto grado pude entenderlo. Recordé a Edward arrodillado ante el sofá donde yo estaba, su cara una máscara de dolor mientras yo tomaba su mano y lo llamaba de regreso, que no se perdiera, que yo estaba bien. Recordé a Esme sacando del fondo del riachuelo a Carlisle, Esme abrazándolo y confortándolo…

Sulpicia amaba a Aro, y haría lo posible para protegerlo, como toda mujer enamorada hace lo que cree necesario para proteger al hombre que ama. Ni siquiera entre los despóticos y tiránicos Vulturi las cosas eran muy distintas, al parecer, y eso me dio una cierta tranquilidad.

-Sulpicia debe estar muy sola –conjeturé, casi pensando en voz alta, y todos se giraron a mirarme con sorpresa. Un poco avergonzada, intenté explicarme-. Quiero decir, ella es… como una especie de reina, me da la impresión. Ella es poderosa, respetada, temida, pero no puedo imaginarme que tenga a nadie a quien considere su igual, con quien pueda conversar amistosamente. Debe sentirse muy sola a veces, rodeada de tanta gente y con un marido tan ocupado.

-Ella debió empezar hace relativamente poco a acompañarlo, esta no es la forma en que Sulpicia se comportaba hace un par de siglos –asintió Carlisle, pensativo-. Habitualmente ella y Athenadora no salían de la Torre que los Vulturi habitan en Volterra.

-Hablando de Athenadora y Sulpicia, ¿debería aprovechar la invitación que Sulpicia me hizo, de visitarla en Volterra, para ir y tratar de ganarla para nuestra causa? –consultó Esme.

-Esme, cariño, te amo y admiro mucho, tienes un don especial y múltiples capacidades, la mayor de ellas es la de amar con pasión a tu familia y de hacer lo imposible para protegernos, pero manipulación y política no son campos en los que tengas muchísima experiencia, al contrario que Sulpicia, que tiene mil quinientos años de práctica en esto, y un poder capaz de llevar una mente a la locura –dijo Carlisle, sonriendo a Esme con amor, pero también preocupación-. Me preocupa enviarte sola allí, dejándote a merced de todos ellos, empezando por Sulpicia misma y siguiendo por Aro y la fanática y furibunda Guardia.

-¿No se suponía que le caíamos en gracia a Sulpicia? –pregunté, sin entender.

-Le caemos bien, pero si llega a saber o sospechar que estamos tratando que nos apoye a nosotros en lugar de a su marido, no sólo no le gustará nada, sino que podría reaccionar con bastante… brusquedad –respondió Edward.

-¿Entonces qué? ¿Vamos a claudicar, llegados a este punto? –preguntó Esme, sonando un poco enojada-. Puedo con esto. Y en todo caso, no tengo por qué ir sola –añadió Esme, mirando a su marido calculadoramente-. Aro estará loco de alegría de tenerte junto a él de nuevo por un tiempo, ahora que su "joven amigo" se volvió más interesante que nunca.

-¿Y por qué no usar la contraoferta? –propuso Jasper, una sonrisa especulativa en su rostro-. Invítala a venir, formalmente. Traigámoslos a nuestro territorio. Obliguémoslos a luchar en desventaja, por así decirlo.

-No creo que estemos en condiciones de obligarlos a nada –señaló Rosalie con aspereza.

-Pero vale la pena intentarlo –replicó Emmett-. Probemos primero de invitarla a venir por las buenas. Si no acepta, todavía Esme y Carlisle pueden ir de visita. Si se protegen mutuamente, no creo que estén en un peligro insalvable.

-Alice me dijo que vio un futuro posible, hace varios días, en el que Sulpicia venía hacia aquí con una maleta –recordé-. Quizás ella tenga ganas de venir, quizás no rechazaría una invitación amable y correctamente formulada.

-Yo vi otro futuro posible, según el cual venían Sulpicia y Athenadora –murmuró Carlisle-. Quizás invitarlas a ambas no sería mala idea.

-O invitar a Aro y Sulpicia –sugirió Edward-. Tendríamos que mencionar que pueden traer a alguien de la Guardia, si eso los hace sentirse más seguros... y entonces, cruzar los dedos que no sean Jane, Alec o Chelsea quienes los acompañen.

-No hagamos la invitación demasiado amplia, no vaya a ser que vengan todos –advirtió Rosalie, seria.

-Es cierto, tenemos que encontrar la forma de invitarlos cortésmente, pero dejando en claro que no esperamos a más de dos o tres de ellos aquí –asintió Jasper.

-Mejor dos o tres invitados por nosotros, que toda la patota dejándose caer aquí por su cuenta –opinó Emmett.

-¡SÍ! –chilló Alice de golpe, saltando hasta quedar de pie sobre el sofá.

Yo había estado tan absorta en la conversación que recién entonces me di cuenta que Alice no había aportado nada en todo el rato, desde que nos anunció que no era ése el día en el que llegaban los Vulturi.

-¡SÍ, SÍ, SÍ! ¡Por fin! ¡SÍÍÍÍ!

Alice empezó a saltar sobre el sofá, riendo a carcajadas, loca de alegría. Jasper se incorporó de inmediato, levantándose del suelo delante del sofá donde había estado sentado todo el tiempo, y mirando a Alice con sorpresa. Todos los demás la observábamos con desconcierto también, hasta que Carlisle y Edward empezaron a sonreír también con alivio.

-¡El futuro cambió, el futuro cambió! -canturreó Alice, serenándose por fin lo suficiente como para hablar-. Mientras hablaban, el futuro iba cambiando, y ahora la visita de todos los Vulturi desapareció por completo. ¡No los veo viniendo a todos! Vislumbro a Aro y Sulpicia, y hay otra sombra con ellos, pero no está definido…

-Eso es bueno, sin duda, pero todavía no garantiza que todo vaya a salir bien –aclaró Carlisle, cauto-. El que vengan con alguien más es una señal bastante ambigua; dejémonos sorprender. Por el momento, parece que estamos consiguiendo evitar un juicio sumario –siguió Carlisle-, pero todavía tenemos que convencer a Aro y Sulpicia de que ni queremos el tipo de gloria y poder que nos ofrecen, ni pretendemos arrebatarles el poder de gobierno sobre los vampiros.

-Una vez que estén aquí, eso será fácil –descartó Emmett, seguro de sí mismo.

-Al contrario, traerlos aquí es jugar con fuego –observó Jasper, frunciendo el ceño-. Significa exponernos a todos, mostrarnos tal como somos, darles acceso a vernos de nuestro mejor y nuestro peor lado. Nada como el día a día para conocer a alguien a fondo, y eso es lo que les estaríamos proporcionando.

-Es verdad, estaríamos corriendo un riesgo –asintió Esme-. No niego eso. Pero no creo que tengamos nada que ocultar en el sentido de cosas que nos podrían en riesgo de ser considerados una amenaza para los Vulturi, ¿no? ¿O alguno de nosotros está trazando planes para conquistar el mundo y yo sin saberlo? –añadió, intentando relajar el ambiente con una broma.

-Me parece que Jasper se refería a que les permitiríamos conocer también nuestras debilidades, tanto como nuestras fortalezas –señaló Edward, mientras Jasper asentía con la cabeza-. Si los Vulturi llegan a decidir que al fin y al cabo sí somos una amenaza y que lo mejor es destruirnos, sabrán exactamente cómo y dónde atacar.

-Pero también debería significar que no tenemos nada que ocultar, si les damos tanto acceso –hice ver-. ¿No deberían verlo como una señal de sinceridad, de franqueza?

-O de estupidez –señaló Rosalie, implacable-. Otra lectura posible es que somos lo suficientemente necios como para ponernos en peligro, y que por lo tanto es más fácil destruirnos de lo que creían.

-¿Puedes ver algo un poco más exacto? –le preguntó Carlisle a Alice.

-No, sólo los veo llegar –respondió ella-. Eso está bastante claro, pero no puedo ver más allá de eso. El resto es más lejano y está menos decidido. Ellos no tomaron una decisión todavía, da la impresión que vienen con una mentalidad bastante abierta, a ver y evaluar, pero sin una decisión tomada respecto a nosotros.

-Eso otra vez es bueno, pero peligroso en el sentido que no sabemos a qué atenernos –evaluó Carlisle-. Entonces, ¿invitamos a Aro, Sulpicia y un par de miembros de la guardia a visitarnos, para que nos conozcan mejor y nuestras intenciones pacifistas les queden en claro? ¿Estamos de acuerdo?

Todos asentimos: Esme con energía, Jasper con cautela, Emmett con tranquilidad, Alice con seguridad, Rosalie con cierta renuencia, Edward un poco distraído, y yo, insegura.

No me gustaba la idea de tener a Aro, aterrador y peligroso, rondando por ahí y metiéndose en las cabezas de todo el mundo, ni a Sulpicia, sus modales de señora y su don tan peligroso, pudiendo poner a cualquiera al borde de la locura. Pero si la opción era la muerte, mía y de la gran mayoría de mis seres más queridos, no era como si tuviese que pensarlo mucho.

.

Casi de inmediato, la familia se puso manos a la obra a redactar la carta mediante la cual se invitaba a Aro y Sulpicia a venir. Carlisle fue nombrado escribiente, y armado con papel y lápiz, comenzó la tarea. Hubo muchas discusiones sobre cómo formular en los términos más corteses, pero también más claros, la invitación.

-"Queridos" es un encabezado de delata demasiada confianza, es mejor comenzar con "estimados" –opinaba Edward.

-"Estimados" es muy frío, "queridos" da una impresión más cálida –replicaba Esme.

-No estamos tratando de ser cálidos, sólo queremos salvar el pellejo –gruñía Rosalie.

-No vamos a salvar gran cosa sin un poco de amabilidad –opinaba Emmett, encogiéndose de hombros-. "Queridos" me parece bien… dependiendo de quiénes firmen la carta. ¿Va de parte de Carlisle solamente, o de Carlisle y Esme, o de todos nosotros? Hay que considerar eso.

Eso sólo dio pie a una nueva discusión. No era una pelea, pero sí una discusión acalorada, donde cada uno defendía su opinión con fervor.

Decidí que no había gran cosa que yo pudiese aportar, ya que mi experiencia en redactar cartas diplomáticas que evitaran masacres era nula, y me fui a sentar en el sofá, junto a Jasper, que estaba desparramado en uno de los sillones individuales con la expresión satisfecha y tranquila de alguien que acaba de llegar a la playa y está disfrutando de un bien merecido descanso.

-¿No vas a participar en la Batalla de la Carta Perfecta? –me preguntó con un poco de sorna, señalando con la cabeza a la mesa de café, donde Carlisle estaba tachando por quinta vez el encabezado.

-No, creo que mejor me alío a los Disfrutadores de la Paz –le respondí.

Él rió en voz baja, antes de suspirar con deleite.

-El entusiasmo es una de las emociones más sabrosas –musitó Jasper al cabo de un rato-. Aún cuando esté matizado de impaciencia, es uno de mis favoritos. Hacía tiempo que no sentía entusiasmo por aquí.

-¿Cómo es eso de sentir las emociones? –le pregunté, intrigada.

Sabía que Jasper podía sentir y manipular emociones, pero no sentimientos; sabía que así como sentía los estados de ánimo de quienes estaban a su alrededor, las emociones de quienes lo rodeaban también lo afectaban a él; sabía que las emociones fuertes lo afectaban más que las otras, y que las negativas lo hacían sufrir. Sabía todo eso, pero todavía no podía imaginarme de un modo más o menos preciso cómo era esto de sentir las emociones de los demás.

-Es difícil de describir –respondió Jasper, pensativo-. Sólo… puedo sentirlo. No se me ocurre una forma más clara de decirlo. Parece que siempre fui intuitivo para saber qué estaban sintiendo quienes me rodeaban, y hacer que los demás viesen las cosas de mi modo… mi padre decía que era carismático. Tras el Cambio, no necesité adivinar más, podía sentirlo, casi saborearlo. Desde que fui convertido en vampiro, no puedo saborear comida, pero para mí es como si las emociones… no como si tuviesen un sabor bien definido, dulce, amargo, ácido, pero algo así. Es difícil de describir –repitió, rascándose un poco la nuca, pensativo-. Pero hay algo de eso, como si fuese, no sé, un olor, un sabor, una esencia. Estar todo el tiempo oliendo algo podrido es horrible, y pasar el tiempo entre odio y envidia es casi igual de malo. Es lo bueno de esta familia, hay más amor y cariño que otra cosa, pese a las ocasionales peleas.

Asentí lentamente, reflexionando sobre lo que él acababa de decirme, y cayendo a la par en la cuenta de lo poco que conocía a Jasper. Ésta era la primera charla más o menos larga que estábamos manteniendo desde los días en que él me leía en voz alta, si es que a esas lecturas se las podía considerar una conversación entre nosotros dos.

-Tengo entendido que no siempre formaste parte de esta familia –le dije lentamente, pensando bien lo que iba a decir-. Edward mencionó que antes estabas con un grupo que no podía considerarse una familia en términos de amor y cariño mutuo. ¿Fueron esos sentimientos negativos los que te llevaron a alejarte de ellos?

-¿Qué y cuánto te contó Edward de mi historia? –preguntó Jasper a su vez. No sonaba enojado, sino precavido, como si temiera asustarme.

-Poco. Le disgusta hablar de las historias de otras personas –intenté explicar-. Le parece estar traicionando su confianza, ya que él se entera de más cosas de las que pretende cuando escucha las mentes de los demás.

-Tendré que darle más crédito –susurró Jasper, sonriendo un poco culpable-. Se supone que se aprovecha de lo que oye para usarlo y contarlo cuando, como y donde él quiere… ¡Es un embustero! Nos hace creer que es aprovechador, cuando en realidad es de lo más decente. Pero, ¿más o menos, qué te dijo?

-Me dijo que fue una vampiresa ambiciosa la que te convirtió, sabiendo o al menos sospechando de tu poder. Que pasaste los primeros años en compañía de un grupo poco dado a los buenos sentimientos, que no adoptaste la dieta de animales de inmediato sino mucho más tarde, y que por eso te cuesta resistirte ahora –enumeré, mirando de reojo el perfil de Jasper. A la luz de la lámpara eléctrica de pie tras él, las cicatrices de su garganta y rostro destacaban especialmente-. Y, eh… que habías vivido en un lugar de guerra entre vampiros, que por eso tenías… tantas cicatrices. Eso sólo me lo dijo Edward cuando le pregunté –aclaré-. Es que me intimidaba preguntártelo.

-¿Me tienes miedo? –preguntó Jasper en voz baja.

-La mayor parte del tiempo, no –contesté honestamente-. Pero a veces… sí. Del mismo modo que Emmett no suele inspirarme miedo, pero cuando habla de matar y destrozar, sí me asusta. Tampoco le temo a Rosalie usualmente, pero cuando se enfurece y las cosas empiezan a arder, sí me da miedo. Sé que ninguno de los tres me lastimaría –me apresuré a aclarar-, pero cuando se ponen en plan vampiros no puedo evitar asustarme.

-Bella, no voy a ofenderme porque me digas que te asusta lo que soy –murmuró Jasper en voz muy, muy baja-. Sé que no parezco ni por lejos tan… humano, tan inofensivo, como Alice, por ejemplo. O Esme, o Carlisle. Sé que no parezco tan pacífico como ellos, y tampoco lo soy. Fui transformado en una zona de guerra y criado entre batallas, no era el momento ni el lugar de ser bueno y amable. Era pelear o morir. Esto –añadió, señalando la multitud de cicatrices que cruzaban su garganta, mentón, antebrazos-, es sólo un recordatorio de lo que el mundo entero podría ser si nadie se ocupara de poner orden.

Lo miré sin comprender del todo a qué se refería. Él pareció comprender, o quizás captó la confusión emanando de mí, porque su cara adquirió una expresión más decidida y volvió a hablar.

-Mejor te cuento desde el principio cómo fue todo. Supongo que sabes que yo no tuve la misma... crianza que mis hermanos de adopción. Mis comienzos fueron completamente distintos -su voz se tornó dura. Me quedé muy quieta, apabullada-. Antes de que te cuente mi historia -continuó Jasper-, debes entender que hay lugares en nuestro mundo, Bella, donde el ciclo vital de los que nunca envejecen se cuenta por semanas, y no por siglos.

Edward levantó la cabeza de la discusión que se estaba desarrollando en torno a la mesa en ese momento y miro fijamente en dirección a donde estábamos Jasper y yo. Yo me había sentado muy derecha en el sofá, todo mi cuerpo girado hacia Jasper, absorbiendo cada palabra que él dijera, mientras que Jasper se había repantigado un poco en el sillón, relajado, pero no tanto como lo había estado al momento de acercarme yo. Edward nos miró con toda atención durante tres largos segundos, antes de volver su atención a Alice, que había estado tirándole de la manga y al no obtener respuesta empezó a jalarle el cabello de la nuca.

-Parece que tengo la bendición de tu novio para contarte esto –sonrió Jasper con algo de sarcasmo, antes de suspirar y añadir con voz más suave-. Tiene buenas intenciones, pero no creo que te haga un favor sobreprotegiéndote. Tienes derecho a saberlo, eres parte de la familia.

De alguna manera, el que fuese Jasper quien dijese eso, el mismo que había pasado un mes observándome en la escuela como si en cualquier momento yo fuese a comenzar a romper cuellos a diestra y siniestra, fue enormemente importante y emotivo para mí. Sabía que era una tontería, que él había estado preocupado por el hecho que yo fuese una neófita potencialmente descontrolada que en cualquier momento podría ser incapaz de resistirse y atacar a un humano, que no me odiaba a mí y que no era nada personal, pero aún así me conmovió saber que él me consideraba parte de la familia. Jasper debió notar el cambio en mis emociones, porque me miró con sorpresa.

-Gracias –le dije en voz baja.

-¿Por qué? –preguntó él, confundido.

-Por… aceptarme. Como parte de la familia –sonreí con un poco de timidez; no estaba habituada a abrirle mi corazón a casi nadie-. Nunca formé parte de una familia grande. No tuve hermanos, mis primos vivían lejos, mis abuelos paternos fallecieron cuando yo era pequeña, mi abuelo materno murió antes que yo naciera y mi abuela materna murió hace casi seis años. Siempre fuimos mi madre y yo por un lado, o mi padre y yo por otro. Creí… que convertirme en esto me volvería solitaria por completo, no que encontraría una familia ampliada. Gracias.

-Gracias a ti –sonrió Jasper a su vez-. Edward está completamente cambiado desde que entraste a su vida. Oh, él dice que los vampiros no podemos cambiar, que estamos como congelados, pero te digo que en las décadas que hace que lo conozco jamás lo había sentido tan feliz. También está nervioso, inquieto, celoso, avergonzado, obsesivo, y un largo etcétera, pero desde que se enamoró está estúpidamente feliz, todo el tiempo. Cuando estás con él, porque estás con él; cuando no estás, porque piensa en ti.

-¿En serio? –no pude evitar preguntar, jugueteando con mi pelo. Me hacía sentir boba, pero también halagada, saber que había sido capaz de operar semejante cambio en Edward.

-Sí, claro que sí –dijo Jasper en una pequeña carcajada-. Puedo sentirlo, no lo olvides.

-Bueno, ¿y qué ibas a contarme? –traté de volver al tema. La sonrisa de Jasper se desvaneció, y me sentí un poco culpable-. Es que, quiero saber. Me intriga… qué fue lo que te pasó, pero me encontraba la forma de preguntártelo, y Edward no me quiso dar detalles… -mi voz se apago, sin saber muy bien qué más decir.

-Está bien. La curiosidad no es pecado, y creo que hace un par de meses no te lo hubiese contado tampoco. Sabíamos que no llevabas mucho tiempo de esta vida; tus ojos eran completamente rojos, señal de que eras una neófita de unos meses como máximo, y además tu padre te notaba cambiada desde que te habías mudado, pero no mucho antes. Yo no confiaba en ti para nada en ese momento –confesó Jasper, pensativo, mirando hacia el resto de la familia. Yo también los observé, sólo para encontrarme con una escena sumamente extraña.

Emmett, con expresión feroz, fingía estrangular a Alice, mientras ella reía a mandíbula batiente. Edward tenía los brazos cruzados y había puesto los ojos en blanco; Esme intentaba retar a Emmett y Alice sin que ninguno de los dos le hiciera mucho caso. Rosalie y Carlisle, discutiendo en voz baja, se inclinaban sobre un papel arrugado, repleto de tachones y con sólo media docena de palabras garabateadas. Alrededor de la mesa ratona, la discusión por la carta seguía.

-Para comprender lo que intento explicarte, tendrás que cambiar tu concepción del mundo e imaginarlo desde la óptica de los poderosos, de los voraces... o de aquellos cuya sed jamás se sacia –empezó Jasper, hablando lenta y claramente, por sobre el batifondo del resto de la familia.

Me contó su historia, comenzando por las guerras en el sur, me explicó la lógica de quienes defendían territorios, narró la idea de utilizar neófitos como fuerza de combate. Narró cómo María lo había convertido en su mano derecha, su persona de confianza. Me contó de los primeros y duros años, rodeado de guerra y muerte. De cómo consiguió escapar a ese infierno justo cuando ya estaba por acabar con su creadora y aliada; de las posibilidades de una nueva vida.

Comprendí mejor su aversión hacia mí cuando me contó cómo el uso indiscriminado de neófitos había causado estragos, ocasionando que los humanos estuviesen a punto de descubrirnos y dando lugar a que los Vulturi interviniesen ejecutando sumariamente a todo aquelarre que tuviese neófitos. También las razones que Victoria había tenido para morderme quedaron en claro, y la negativa rotunda, casi temerosa, de Jasper a volver a luchar, y por lo tanto, a aliarse con los Vulturi. El "tuve guerra suficiente para toda una existencia" con que Jasper había respondido a Aro adquiría una nueva dimensión ahora, a la luz de lo que acababa de contarme.

-Victoria y James formaban parte en Phoenix de un aquelarre que iba a enfrentarse a otro, y salieron a crear neófitos para la épica batalla que tenían por delante… Victoria me mordió como mordió a muchos otros –razoné, perdida en mis pensamientos-. Sólo que yo no fui descubierta por los Vulturi cuando llegaron a poner orden y eliminar a los clanes que estaban haciendo tanto escándalo, sino que pude contenerme y razonar lo suficiente como para encontrar la forma de escapar hacia Forks… los demás neófitos, que también completaron su transformación después de que los Vulturi ejecutaran a los dos clanes enfrentados, fueron destruidos. No deja de ser irónico que los dos clanes que crearon los neófitos acabaran ardiendo juntos, ¿no?

-Es una burla del destino, en verdad –asintió Jasper, sonriendo torcido-. Sospechábamos algo similar, pero creímos que uno de los clanes había aplastado al otro; no teníamos idea que los Vulturi hubiesen intervenido. La historia no cuadraba del todo, la sorprendente calma posterior era contradictoria con la idea de un clan lo suficientemente fuerte como para aplastar a una treintena de vampiros… supuse que habrían surgido traiciones internas, que en medio de la batalla o hacia el final, algunos de los miembros del clan vencedor habrían atacado a los otros. Las luchas internas son comunes en los clanes guerreros, cada cual vive para sí mismo.

-¿Cómo es que sabían eso? –pregunté, extrañada.

-Hicimos un poco de investigación al poco tiempo de conocerte –admitió Jasper-. Estábamos muy intrigados por saber cómo es que habías sido transformada, y no podías recordar nada... Descubrimos que había tenido una escalada de violencia en Phoenix poco antes de que te mudaras, e hilando fino encontramos una noticia que hablaba de un incendio, donde era obvio en las fotografías que lo que había ardido ahí eran vampiros, y una cantidad considerable de ellos. Los humanos no lo sabían, desde luego, pero no es difícil descubrirlo si sabes qué buscar. Cotejando las fechas, nos encontramos con que la noche en que se había desatado el incendio era la misma en la que, por lo que le habías dicho a Edward, habías sido mordida –explicó-. ¿Sabes qué es lo más loco? Que esto lo dedujimos y adivinamos a partes iguales la tarde antes de que… -Jasper dudó un momento-. Antes de que Edward te encontrara en el territorio de los quiluetes.

Comprendí a qué se refería, y agradecí el rodeo que dio para hablar del tema.

-Victoria y James tuvieron lo que se merecían –gruñó Jasper al cabo de unos minutos, durante los cuales sólo se escuchó la discusión de Edward y Emmett sobre si la invitación debía ser "cordial" o "sincera" -. Esos dos no escarmentaron. No les bastó con hacer un desastre en Phoenix, para colmo estaban por repetir la experiencia en Portland. No suelo alegrarme de que mueran vampiros, pero ésos dos lo tenían bien merecido.

-Lo que no entiendo del todo es por qué lo hacían –musité-. ¿Había alguien más en Portland, alguien a quien quisieran combatir?

-No puedo estar seguro de sus razones, pero no creo que haya sido ésa la causa –opinó Jasper, reflexivo-. Tal vez estaban intentando reunir un ejército aquí para marchar al sur, en un intento de reconquistar, no Phoenix, pero quizás el norte de México… es una posibilidad.

-Pero, ¿no sería más fácil crear el ejército de neófitos directamente allí?

-Siempre que no haya otros vampiros ya establecidos, que en cuanto noten que estás intentando crear un ejército te caigan encima antes que tengas tiempo de completar un número decente de neófitos con los que siquiera defenderte –repuso Jasper-. Justamente el sur de Texas y el norte de México es una zona muy codiciada, como prueba mi misma existencia. Lo que me intriga es saber qué fue de Laurent y Xiaomei, o Xiu, como la llamaba él.

-Es raro… Aro no los mencionó –recordé de pronto-. No parece que ellos tuviesen nada que ver con lo de Phoenix, ¿no?

-No estoy seguro, pero pareciera que no –confirmó Jasper-. Me da la impresión que Laurent y Xiu son nómadas por vocación, por así decirlo, mientras que James y Victoria lo fueron por necesidad, mientras dejaban pasar un tiempo para que las cosas se calmaran en Phoenix y alrededores antes de volver a las andadas.

-¿Crees que volvamos a verlos, a Xiu y Laurent? –le pregunté en voz baja.

-Probablemente –sonrió Jasper, tranquilo-. A lo largo de una eternidad, volver a cruzarse con otro inmortal es algo en cierto punto inevitable.

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Tomó dos horas, muchas discusiones, una pelea a gritos, cinco lápices triturados y una decena de hojas de papel, hasta que la carta estuvo lista. Nadie estaba completamente conforme con el resultado final, lo cual según Carlisle era señal de que todos habían participado y que el resultado era el mejor posible. La visión de Alice, sobre Sulpicia y Aro llegando junto a Félix, se volvió más nítida cuando la carta se dio por aprobada, aunque todavía no estaba completamente definida: la decisión final aún corría por cuenta de Aro y Sulpicia.

Carlisle estaba pasando en limpio la carta cuando sonó el teléfono.

-¡Cielos, Bella, es Charlie! –exclamó Alice, preocupada-. ¡Saliste de tu casa hace doce horas y nunca llamaste para avisarle dónde estabas!

Descolgué el teléfono con rapidez, intentando pensar una disculpa aceptable.

-¿Hola?

-Hola, aquí habla Charlie Swan, ¿es la casa de los Cullen, verdad? –preguntó Charlie, y antes de obtener una respuesta, siguió hablando velozmente-. Dígame, ¿está Bella ahí?

-Hola, papá. Soy Bella, estoy aquí, y ya voy a casa –atajé, intentando detener la que se me venía encima.

-¿Se puede saber qué pasó? –Charlie empezaba a sonar más enojado que preocupado-. ¡Saliste esta mañana para llevar a tu madre al aeropuerto, y desde entonces no se ha vuelto a verte el pelo por aquí!

-Lo siento mucho, hubo una especie de emergencia en casa de Edward y vinimos directamente después de dejar a mamá –expliqué.

-¿Qué tipo de emergencia? –Charlie estaba atento otra vez-. ¿Están todos bien?

-Sí, no te preocupes… -vi a Alice en ese momento, que abría enormes los ojos, y antes de poder pensarlo mucho, me oí a mí misma diciendo-. Es que aparecieron unas personas que dicen ser los padres biológicos de Alice, ya sabes, la hermana de Edward, y quieren quitarle la tenencia al doctor y la señora Cullen.

Yo misma estuve atónita al oírme mentir con tanta fluidez. Todos los Cullen me miraron con enorme sorpresa, lo que ilógicamente me impulsó a seguir hablando.

-Parece que estas personas viven en Italia ahora. El doctor y su esposa quieren invitarlos a pasar un tiempo con ellos, para convencerlos de que Alice está bien, y para que ella pueda conocerlos estando en un ambiente familiar, en el que se encuentre contenida.

La unicidad de la expresión de asombro en los rostros frente a mí se fragmentó en distintas variantes: mientras que Emmett parecía apunto de estallar en carcajadas, Jasper tenía el ceño fruncido. Contra mi propio sentido común, seguí hablando.

-Están tratando de llegar a un acuerdo fuera de los tribunales, pero cuando llegó la citación del juez hoy, nos tomó a todos por sorpresa. Alice estaba muy asustada.

Definitivamente, parecía que además de mi escudo mental yo tenía un poder adicional, de inventar historias increíbles. Sólo me quedaba rogar que Charlie se tragara eso y que Alice no me asesinara en cuanto yo colgara el teléfono.

-Esta gente, los señores Aro y Sulpicia Vulturi, vendrán a Forks en breve –añadí, hablando con una naturalidad asombrosa hasta para mí, considerando el cuento que estaba soltando-. Pero Alice nos necesitaba hoy, y en medio de tantas cosas, me olvidé de llamarte. Lo lamento.

-Está bien, está bien… si las cosas son así… pero, ¿cómo es que sus padres aparecen ahora? –preguntó Charlie, confundido.

-Es una buena pregunta, y no es seguro todavía que sean sus padres biológicos –subrayé-. Todo eso está por verse. Pero hoy las cosas se salieron un poco de control.

-Claro, claro… entiendo… rayos, ¿no podían dejar las cosas así, esos…? ¡Como sea que se llamen! Alice está muy bien con los Cullen, la criaron y educaron muy bien, ¿ahora les preocupa a ésos lo que fue de su hija? ¡Alice está por cumplir la mayoría de edad, de todos modos! –papá empezaba a enojarse a medida que hablaba.

-Es todo muy confuso, habrá que ver lo que dice el juez, en última instancia -improvisé.

-Dile al doctor, si necesitan testigos de que Alice era bien tratada, yo me ofrezco –me instruyó Charlie.

-Le diré –respondí, intentando ocultar mi sorpresa-. Gracias, papá.

-Y, bueno, si te parece mejor quedarte a dormir con Alice esta noche… tienes permiso. Pero sólo si ellos te invitan, no te autoinvites –me advirtió-. Quizás necesiten un tiempo en familia…

-Veremos. Gracias, papá, muchas gracias. Lamento no haberte avisado, fue un día muy raro y confuso hoy –en verdad lo había sido, pero no por las razones que Charlie creía.

-Me imagino… Ya, me quedo más tranquilo de saber que estás bien –Charlie respiró, sonando más tranquilo-. Es que, con la tormenta de hoy, me preocupaba que hubiesen tenido un accidente. Pero bueno, te espero, a menos que te inviten y te parezca mejor hacerle compañía a Alice. En ese caso, buenas noches y dulces sueños.

-Gracias. Te aviso si hay novedades –le prometí.

-Adiós.

-Adiós –contesté y colgué lentamente, para levantar después la vista y enfrentarme a las miradas de siete vampiros... ¿sonrientes?

-Es un poco retorcido, pero aceptable –asintió Jasper-. Roguemos que los Vulturi acepten seguir con la farsa –añadió, más serio.

-Ay, Bella, ¿yo, una Vulturi? ¿Te parece que "Alice" pega con "Vulturi"? –protestó Alice, frunciendo la nariz.

-Es una buena excusa –se encogió de hombros Rosalie-. Mejor que decir que son los tíos abuelos que están de visita, seguro.

Emmett estalló en carcajadas, riendo como loco. Edward sólo sonreía, mientras Esme parecía afligida.

-No está lejos de lo que Aro y Sulpicia realmente quieren –musitó la matriarca con preocupación-. Quitarnos a nuestra niña.

-Sólo que no son los padres, en ningún sentido, y no nos podrán quitar a Alice en ningún tribunal… ella cumplirá la mayoría de edad antes y elegirá libremente con quien quedarse –completó Carlisle, sonriendo tranquilizador.

-¿No están enojados por esta… locura, que acaba de inventar mi lado más irracional? –pregunté, dudosa.

-Más que enojados, estamos sorprendidos, o al menos yo estoy sorprendida –respondió Esme-. Es una buena excusa, sólo que a mí nunca se me hubiese ocurrido así de rápido.

-Necesitábamos una justificación de un u otro modo –se encogió de hombros Carlisle, sin dejar de escribir-. Es una buena versión. A los habitantes de Forks les encantará un poco de escándalo rodeando a la familia.

-¡Y sí estás invitada a quedarte a dormir! -chilló Alice, contenta-. ¡Necesito a mi amiga para recuperarme del shock de saber que mis malvados pretendidamente padres biológicos quieren quitarle mi custodia a mis abnegados padres adoptivos!

-Estás metida en un lío –me sonrió Rosalie-. Alice estará insoportable con esto.

-¡Soy una pobre expósita a quien sus supuestos padres olvidaron durante casi dieciocho años! -protestó Alice, haciendo pucheros-. ¡Tengo derecho a ser insoportable!

-¿Cómo algo tan pequeño puede ser tan molesto? –suspiró Edward con fingido pesar.

-¡Jazz, defiéndeme! –se quejó Alice-. ¡No quiero añadir un trauma por burlas crueles al que ya tengo por mi pretendida orfandad!

Jasper suspiró teatralmente antes de fijar la mirada en Edward, cuya sonrisa se desvaneció al instante.

-No debiste pensar eso –advirtió Edward, ante lo cual Jasper sonrió más.

Al segundo siguiente, Edward saltaba sobre Jasper y ambos rodaron por el suelo del salón, enzarzados en una pelea medio en broma medio en serio.

-¡Quietos ahí! –los reprendió Emmett, los brazos en jarras. Jasper y Edward de pronto levitaban en el aire, medio metro sobre el nivel del suelo y unos tres metros alejado el uno del otro-. ¿No les da vergüenza pelear frente a las damas? Ah, cierto, eso nunca fue algo que los preocupara –reflexionó Emmett, respondiendo él solo a su pregunta. Tras rascarse pensativamente la barbilla un momento, se encogió de hombros-. Sigan entonces –indicó, y Jasper y Edward cayeron al suelo. Al instante siguiente, los dos se le echaron encima a Emmett.

-¡Chicos, cuidado con la alfombra! –los reprendió Esme-. ¡No molesten a su padre, que está ocupado!

-Ya acabé. Muchachos, mátense tranquilos, pero por favor vayan afuera, su madre acaba de limpiar –les dijo Carlisle con sorna, sonriendo mientras metía la carta en el sobre.

-Bienvenida de regreso a la realidad Cullen del día a día –suspiró Rosalie, mirándome con una sonrisa.

Yo sólo pude reír también, feliz de que todo estuviese, si no bien y resuelto, al menos sin una masacre a la vuelta de la esquina.

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Hubo que explicarle tres veces a Jake qué era lo que nos había cambiado a todos las caras y el ánimo, antes que él comprendiera más o menos qué era lo que pasaba.

-No entiendo más nada –se quejaba Jake, mientras atacaba su segunda porción de torta de chocolate-. ¿No se suponía que esta Sulpicia era malísimamente mala? ¿Cómo que de golpe ella es el hada madrina?

Era el día siguiente a la noche en que se escribió la carta que invitaba a Aro y Sulpicia a pasar una temporada en Forks. Esme había despachado la carta a primera hora de la mañana, enviándola por correo como un mensaje importante, pero no urgente. No habíamos querido dar la impresión de estar desesperados.

-Convendría que dejaras de ver esto en términos de blanco y negro –señaló Edward, frunciendo la nariz ante el olor de la leche chocolatada que Esme acababa de servirle a nuestros amigos semi humanos-. Sulpicia no es intrínsecamente buena, del mismo modo que Aro no es absolutamente malo. Es sólo que Aro es más cruel y despiadado que su esposa, más sediento de poder y también más temeroso de que alguien quiera arrebatarle la posición de mando en la que está instalado. Pero Sulpicia también es astuta, y Aro tiene una faceta buena… muy en el fondo de sí mismo. Muy, muy en el fondo.

-No me cuadra cómo puede ser bueno –gruñó Jake.

-No dije que sea bueno, sólo que no es del todo malo –insistió Edward.

-¿Cómo es que esa Sulpicia va a convencer a su marido de no portarse como un tirano? –preguntó Seth, que ya había acabado la segunda porción de torta y estaba atacando la bandeja de brownies.

-No es una garantía, pero nos pareció buena idea acudir a ella después de que nos dimos cuenta que estaba bien predispuesta hacia nosotros –explicó Edward-. Alice vio que en lugar de venir toda la Guardia, venía tres de ellos si escribíamos la carta, y eso nos pareció una posibilidad lo suficientemente buena como para intentarlo.

-Entonces, ¿van a venir a Forks? ¿Es seguro? –insistió Jake.

-No es seguro, pero es probable. Aún no tenemos una respuesta –dijo Edward.

-No me gustan esos Vulturi –arrugó la nariz Seth-. Esos ojos rojos… son espantosos.

-No son santo de mi devoción tampoco, pero por eso mismo es mejor tener sólo a tres antes que a cuarenta de ellos aquí –respondí-. Sabiendo que pelear no es una opción, sólo nos queda intentar ser diplomáticos.

-¿Están seguros que no queremos luchar? La jauría estaría encantada de cazar a unos cuantos vampiros carnívoros –ofreció Jake, entusiasmado.

-No, Jake, pelear, nunca –dije en un susurro.

-Alice tuvo una visión cuando tomamos la decisión de luchar –explicó Edward en voz baja, entrelazando su mano derecha con mi izquierda-. Por lo que vio, acabábamos todos muertos. Toda la familia, la jauría, todos muertos… la casa ardía, era un infierno.

Un estremecimiento lo recorrió; ver eso en la mente de Alice lo había conmocionado más de lo que había admitido antes.

-Vaya –dijo Jacob en voz baja.

-Creí que Alice no podía vernos –se sorprendió Seth-. ¿Cómo fue capaz de ver ese desenlace si estábamos ahí?

-Parece que no puede ver a los lobos vivos, pero en su visión, toda la jauría estaba muerta –explicó Edward en voz baja-. Era horrible.

-Al menos, podemos evitar eso… hum, sería mejor que no nos dejáramos ver mucho por aquí cuando esos Vulturi están aquí, ¿no? ¿O al contrario, deberíamos venir a dejar en claro que ellos no son bienvenidos? –ofreció Jake.

-Yo diría que es mejor que no vengan más de dos o tres de los lobos por vez –sugirió Edward-. No queremos dar la impresión de estar amenazando a los Vulturi, pero tampoco vamos a dejar de lado a nuestros amigos sólo porque Aro esté de visita.

Jacob asintió, conforme.

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Tomó toda una larga semana obtener una respuesta de los Vulturi. Cuando la carta con sello de Italia llegó ya sabíamos, gracias a Alice, cuál era la respuesta. Aro y Sulpicia vendrían, y lo harían junto a Félix, un miembro de la guardia que parecía gozar d ela confianza de Aro. Esto fue interpretado como una señal bastante ambigua por los Cullen.

-Félix es, hasta donde sabemos, el único vampiro que nunca dio muestras de un don excepcional adicional –me explicó Edward-. Quizás para compensar eso, se volvió un luchador eficaz y casi implacable, pero no podría hacer mucho contra determinados poderes extra, como el de Rosalie o el de Emmett.

Durante esa semana de espera, Carlisle y Esme habían tenido que salir a desmentir públicamente, o poco menos, que una pareja de italianos multimillonarios que eran los padres biológicos de Alice venían a buscarla para llevársela a vivir con ellos al Palazzo con vistas al Coliseo que poseían en Roma.

Todo había empezado cuando Charlie había ido a la panadería de Mabel Stanley, la madre de Jessica, a comprar rosquillas. La señora Stanley le preguntó por su cara de preocupación, y Charlie, sin malas intenciones, le contó lo que yo le había dicho la noche anterior al teléfono, sobre los hipotéticos padres de Alice que venían de Italia. Considerando que la señora Stanley era la cotilla más grande de todo Forks, no debería sorprender que ni bien Charlie salió ella tomó el teléfono, llamó a su comadre Susan Mallory y le contó todo. Si la señora Stanley era la cotilla más grande, la señora Mallory era la segunda más grande, y entre las dos formaban un equipo formidable a la hora de esparcir rumores. Resumiendo, al día siguiente prácticamente todo Foks sabía.

Cuando Carlisle se presentó en el hospital a cumplir con el turno de la tarde-noche que le correspondía esa semana, recibió muestras de solidaridad de todos los demás médicos, enfermeras, recepcionistas, camilleros, empleados de limpieza y hasta enfermos, que por supuesto también querían saber, todos ellos, cuánto había de cierto en la parte de los multimillonarios y de la mansión en Italia. Carlisle era alguien paciente y amable, pero cuando volvió a su casa estaba lo suficientemente irritado como para decir que iba a poner una solicitada en el periódico de Forks explicando su versión de los hechos, a ver si así lo dejaban trabajar tranquilo.

Cuando llegó el día en que Aro, Sulpicia y Félix se presentaron en la casa de los Cullen, hasta los gorriones sabían quiénes eran y la supuesta versión de por qué estaban aquí. El que llegaran en un lujoso automóvil importado y pasaran muy lentamente por todo el pueblo antes de dirigirse a la casa de los Cullen sólo hizo más interesante lo poco que se sabía sobre ellos.

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-Ésta será la habitación de usted y su marido, si les parece bien, y ésta la de Félix –explicó Esme, mostrándole a Sulpicia las dos grandes habitaciones que habíamos acondicionado con todo cuidado para nuestras ilustres visitas.

La habitación que había sido mía durante los diez días que pasé en forma permanente en la casa había sido destinada a Sulpicia y Aro, mientras que Edward le había cedido la suya a Félix, no porque a Edward le gustara la idea, sino porque era la única que no tenía además un gigantesco vestidor femenino. Edward se había instalado provisoriamente en el sótano, que yo hasta ese momento había ignorado que la casa tuviese. El contenido del sótano había sido mudado al garage; el estudio de Esme seguía estando en el desván. A Esme le hubiese gustado aprovechar la oportunidad de agregar un par de habitaciones a la casa, que por lo visto estaba quedando pequeña, pero no había tiempo y hubo que arreglárselas así.

Una vez que los saludos de rigor estuvieron pronunciados, acompañé a Esme y Sulpicia escaleras arriba, llevando la maleta de la invitada, rumbo a la habitación asignada para ella y su marido. Aunque no necesitaran dormir, el tener un lugar privado era algo que Esme consideraba imprescindible.

-Es muy elegante, y decorada con muy buen gusto –elogió Sulpicia, mirando en torno de la pieza con atención-. ¿Quién se encargó de prepararla?

-Yo –reconoció Esme, sonriendo un poco nerviosa-. Me alegra que le guste, Sulpicia.

-Es muy confortable, y la idea de incluir una pequeña biblioteca me gusta –sonrió Sulpicia, inclinándose a leer los títulos de las obras-. ¡Ah, qué detalle! Un ejemplar de la Divina Comedia. En verdad, el Dante fue un escritor estupendo.

-Personalmente, prefiero a Petrarca –opinó Esme-. Su Cancionero me parece una obra cumbre. Aunque el idealizar a Lissi de semejante manera después de muerta me parece un poco exagerado, no deja de ser poesía maravillosa la que este hombre escribió.

-Es verdad, a mí también me gusta más la primera mitad del Cancionero –asintió Sulpicia-. La segunda parte es… excesiva, a mi modo de ver.

La charla insustancial sobre literatura siguió unos minutos; yo me retiré rumbo al salón, donde Aro y Félix conversaban con el resto de la familia de un modo muy cortés, a la vez que un poco distante.

No pude evitar que me viniera a la cabeza la imagen de dos grupos de soldados caminando por un campo minado: cada uno de ellos camina con muchísimo cuidado, incapaz de adivinar cuándo un paso en falso hará volar en pedazos una parte de su cuerpo.

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La tensión y la formalidad siguieron durante el día siguiente. Éramos muy correctos, casi un poco acartonados. Jake, Quil y Embry llegaron de visita, arrasaron con el pan de pasas que Esme había horneado por la mañana, fueron muy amables y educados, y pusieron pies en polvorosa lo antes que pudieron sin ser descorteses. No es que los culpe, Aro mirándote como si fueses un suculento postre, con esa mirada tan hambrienta, es capaz de poner nervioso a cualquiera.

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Día tres. La tensión dentro de la casa podía cortarse con un cuchillo. Todos estábamos expectantes, esperando que sucediera algo. Qué, nadie sabía, pero era evidente que las cosas estaban en el estado de calma que antecede a la tormenta.

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Día cuatro. Hay que abrirse paso a machetazos para entrar a la casa, poco menos. El ambiente es suficientemente denso como para casi parecer una barrera física, creo que podría abrir la boca y morder un bocado. Jasper lleva catorce horas desaparecido, aunque nadie haya dicho una palabra al respecto.

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Día cinco. Emmett rompió una puerta hoy por accidente. Edward le tocó el hombro, y Emmett se sobresaltó tanto que dio un manotazo contra la puerta de la habitación que comparte con Rosalie, rompiéndola limpiamente por la mitad y arrancándola además de las bisagras.

La tensión es peor que nunca. De Jasper, ni rastros. Carlisle está serio y tenso. Esme casi no sale de su estado de sonrisa histérica. Alice muestra todo el tiempo una jovialidad más artificial que una rosa celeste. Emmett perdió el buen humor habitual, sólo está quieto y tranquilo. Rosalie humea ocasionalmente, aunque su rostro está siempre escrupulosamente tranquilo. Edward tiene una cara de muerto resucitado permanente. Yo misma debería tener arrugas de preocupación en el rostro, a esta altura.

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Día seis. Jasper, desaparecido en acción.

Charlie cree que los hipotéticos padres de Alice nos tienen amenazados y que no nos atrevemos a admitirlo. A Edward y a mí nos costó lo imposible convencerlo que no hace falta que vaya a interrogarlos.

Después, camino a casa de Edward, él y yo peleamos. Comenzó como una discusión tonta, derivó en una pelea a gritos y acabó como pelea en serio, con uñas y dientes, revolcándonos por el suelo, rugiendo y enseñando los dientes. Los dos estamos al borde del ataque de nervios desde hace días, y hoy explotamos.

Contra todo pronóstico, esta pelea tanto verbal como física nos ayudó a ver las cosas en perspectiva, a calmarnos y a aclarar una serie de cosas hablando. Fue positiva en ese punto, aunque me sigue remordiendo la conciencia por la forma en que estuve a punto de atravesarle a Edward la garganta con los dientes, más allá de que él diga que lo tendría bien merecido, por haberme llamado estúpida.

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Día siete. Hace una semana que Aro, Sulpicia y Félix están aquí, y mis pobres nervios están a la miseria, al igual que los del resto de la familia. Sulpicia es muy amable, pero no hay forma de tener un momento de paz, tengo la impresión que siempre está respirándome en la nuca. Aro habla hasta por los codos, parece siempre perfectamente feliz, con esa sonrisa que me pone los pelos de punta. Félix no habla mucho, sólo mira y sonríe a veces. Odio su estúpida sonrisa.

Jake volvió a venir hoy, aunque se negó a entrar. Ni siquiera la promesa de un lemon pie consiguió convencerlo de entrar a la cocina. Intentando librar un poco de tensión, Edward buscó un bate y una pelota, y nos fuimos al improvisado campo de juego a descargar energías. Edward lanzaba, yo bateaba y Jacob, en su forma lupina, iba a buscar la pelota.

Tras el primer tiro, llegó Emmett con cara de perro a recordarnos que a menos que quisiéramos explicar cómo era posible que hubiese truenos sin tormenta, tendríamos que dejar de jugar.

Edward acababa de abrir la boca, me temo que para decir algo en verdad desagradable, cuando un trueno resonó por toda la ladera de la colina. Las expresiones enojadas y estresadas de los dos desaparecieron como si alguien acabara de cambiar de canal. Edward y Emmett se sonrieron ampliamente antes de mirar hacia la casa, de donde venía corriendo Alice, sonriente.

-¡Vamos, vamos! ¡Elijan a sus jugadores, capitanes! –le ordenó a sus hermanos-. ¡Esme puede arbitrar, hacemos números pares si Félix y Bella juegan también! Jake, lo siento, pero quizás en otra ocasión…

Jake asintió con la cabeza, mirando con atención como el resto de la familia llegaba al improvisado campo de juego. Aro y Sulpicia aparecieron al final, contemplando la ansiosa emoción de la familia con curiosidad. Jasper llegó en ese momento, saltó el arroyo como si fuese un charco, y se ubicó junto a Carlisle con naturalidad. Nadie pareció sorprendido.

Los equipos quedaron delimitados con rapidez: Edward, Alice, Félix y yo contra Emmett, Rosalie, Jasper y Carlisle. Al trueno siguiente, Alice dio lugar al primer lanzamiento.

Me centré por completo en el juego. Siendo humana, yo era menos apta para el deporte que una pantufla, y desde que fui transformada no había intentado jugar a nada más que los deportes de la escuela, donde debía tener muchísimo cuidado de no matar a nadie por accidente. Poder dar rienda suelta a toda mi fuerza bruta para lanzar una pelota, golpearla o correr a tratar de alcanzarla era maravilloso.

Capté por el rabillo del ojo que Jacob estaba echado en el borde del campo, tenso, vibrando de energía, ardiendo en ganas de jugar también, y me sentí un poco culpable. Me prometí que encontraría la forma de hacerlo participar también la siguiente vez. Aro y Sulpicia estaban un poco más lejos, mirando con atención el juego, aunque me dio la impresión que no entendían del todo cómo eran las reglas.

Acabó ganando el equipo de Emmett, algo no tan raro considerando que de mi equipo, Alice estaba privada de su don por la cercanía de Jacob, que era la primera vez que yo jugaba al bésibol desde que fui transformada, y que Félix había necesitado un curso relámpago de cómo se jugaba. Teniendo en cuenta todo eso, el que la diferencia había sido mínima era lo realmente sorprendente.

-¡Ya van a ver! ¡Queremos la revancha! –protestó Félix.

-¡Encantados! En la siguiente tormenta, vamos a patearles el trasero –respondió Emmett muy seguro de sí mismo, haciendo girar el bate a toda velocidad entre dos dedos.

-Cree eso, si te hace feliz –le gruñí en broma-. Ya verás.

-Uh, qué miedo… Bella-bells me amenaza –se burló Emmett de buen humor.

-Eso debería preocuparte –le advertí.

-Chiquilina, eres tan tierna cuando te enojas –dijo Emmett con su mejor tono paternal y su sonrisa más enorme y burlona.

Edward estaba por intervenir, pero Alice lo detuvo poniéndole una mano en el pecho. El que Edward sonriera del mismo modo algo maníaco que Alice debería haber sido una advertencia para Emmett, pero estaba demasiado ocupado riéndose para notarlo.

-Emmett, te echo un pulso –le dije, siguiendo un impulso repentino, surgido al recordar a Edward diciéndome que no lo abrazara tan fuerte porque lo lastimaba.

-¿Un pulso? ¿Contigo? –Emmett dudaba, lo que me sorprendió. ¿Desde cuándo Emmett no saltaba a aprovechar la oportunidad de medir su fuerza física con los demás?-. Bella, puedo ser un poco bruto a veces, pero de ahí a aprovecharme de una chica… -me dijo, dudando.

-Oh, comprendo. No te preocupes, no está mal tener miedo –le dije en mi tono más comprensivo, sabiendo que ése era el método más seguro para que Emmett mordiera el anzuelo.

-¿Miedo? ¿Yo? –la expresión del vampiro corpulento era determinación pura-. ¡Vamos!

Nos ubicamos sobre una roca redondeada y plana, y escuché cómo a nuestro alrededor se cruzaban apuestas. Sólo Rosalie apostó cinco dólares a Emmett, aclarando que alguien tenía que apoyarlo. Todo el resto de las apuestas iban a mi favor, hasta Félix apostó cincuenta dólares por mí. Edward apostó nada menos que su automóvil favorito, el Aston Martin Vanquish, a que yo ganaba.

Por cariño a Emmett, voy a limitarme a decir que le hice morder el polvo de la derrota veinticinco veces en media hora, y no voy a entrar en detalles sobre las burlas de Edward, los comentarios maliciosos de Jasper, las risas lobunas de Jacob, Rosalie apostando a mi favor, Alice riendo como una posesa, Carlisle intentando convencer a Emmett que recogiera los restos de su amor propio mientras le quedara alguno y lo dejara estar… callaré, por cariño a Emmett, todos esos jugosos detalles.

-¡Esto no va a quedar así! ¡Ya verás, sólo espera! ¡La venganza será terrible! –amenazó Emmett blandiendo un puño, de algún modo ridículo en su enorme tamaño contrastando con lo infantil del berrinche.

-Claro, claro. Cuando quieras, ya sabes –le dije, sonriendo comprensiva. Era maravilloso sentirse tan fuerte, tan poderosa e insuperable.

-Es porque estoy en ayunas, ¡me muero de sed! –protestó Emmett-. ¡Necesito un oso pardo ahora, y cuanto más irritado, mejor!

-Emmett, no estamos en temporada de osos –le señalé.

-Si lees con atención, las leyes regulan sólo la caza con armas –sonrió él, feroz-. ¿Quién más está harto de ciervos y venados, y tiene ganas de algo más consistente? -preguntó en voz alta, mirando alrededor.

Jasper, Rosalie y Edward se apuntaron de inmediato a una expedición de caza. Carlisle, Esme y Alice habían salido la noche anterior a alimentarse, de modo que no tenían sed. Yo no podía alejarme toda la noche, tenía que regresar a casa a 'dormir', de modo que preferí quedarme. Ya iría el próximo día soleado.

-¿Puedo acompañarlos? –preguntó Félix, tomándonos a todos por sorpresa.

-Claro –dijo Jasper al cabo de un segundo, dándole un codazo a Emmett, que cerró rápidamente la boca.

-No es muy distinto a cazar humanos, en verdad –respondió Edward con una mueca a algún pensamiento de Félix-. Los osos sólo son más feroces, y más grandes.

-Son tan malos que es mucho más divertido –sonrió Emmett-. ¡El último en llegar es un huevo podrido! –gritó bastante infantilmente, al tiempo que salía corriendo. Edward y Jasper lo siguieron apenas medio segundo después, y Rosalie los siguió poniendo los ojos en blanco. Félix siguió velozmente a Rosalie, y en pocos segundos los cinco se habían perdido de vista.

-Yo tengo que regresar a casa, Charlie va a preocuparse si sigue sin verme la cara –me disculpé-. Hasta mañana.

Jake dio un pequeño ladrido en mi dirección.

-Jacob se ofrece a llevarte en la moto, si puedes esperar a que vuelva a vestirse –tradujo Carlisle, que había recogido el bate y la pelota.

-Encantada. Te espero –le dije a Jake, que salió corriendo hacia atrás de la casa.

-Ésta sí que fue una tarde muy divertida, aunque creo que me perdí la mayor parte –admitió Sulpicia-. ¿Cómo saben cuál de los dos equipos ganó?

Esme se lanzó a una explicación de las reglas del béisbol, ilustrando las limitaciones y normas con las jugadas que habían tenido lugar esa tarde. Sulpicia escuchaba con toda ocasión, y hacía preguntas de vez en cuando.

-¡Maravilloso, increíble! ¡Ah, Carlisle, amigo, creo que por fin estoy conociendo la esencia de lo que es tu familia! –suspiró Aro, mirando pensativo hacia el lugar por el que habían desaparecido Emmett, Edward, Jasper, Rosalie y Félix-. Lo de hoy fue deporte… competencia, pero no lucha. Competencia sin encono. Se jugaba por el placer de jugar, con la meta de ganar, por supuesto, pero sin odio, sin deseos de herir al otro.

-En eso consiste el deporte –respondió Carlisle, un poco cauteloso, pasándole el bate y la pelota a Alice, que rápidamente se dirigió a la casa, a dejar las cosas allí-. Ésa es la función ritual, y la razón de que el deporte reemplazara a la guerra. Hay muchas menos bajas en unas carreras de a pie que en una batalla.

-¡Había olvidado lo divertido que es conversar contigo! -Aro soltó una pequeña carcajada, enormemente divertido en apariencia-. Sí, es cierto lo que dices. Pensaba… es extraño, porque nadie usó sus poderes especiales para obtener ventajas para su equipo, ¿verdad?

-Edward no puede evitar oír, pero en un juego que es antes físico que mental, esto no hace una gran diferencia. Los demás, no, no usamos los dones adicionales. Es un acuerdo al que llegamos hace tiempo: quien usa su poder para aventajar al otro equipo, es expulsado del juego –explicó Carlisle.

-¿Todos respetan esa regla? –preguntó Aro, fascinado.

-El que no, es expulsado –repitió Carlisle.

Los opacos ojos de Aro brillaron nuevamente con hambre, mientras miraba hacia la dirección en la que habían ido Félix y los demás.

-Algo así no podríamos lograrlo nunca en Volterra –suspiró con pesar, no supe si fingido o no-. Todos son tan competitivos que no dudarían en destrozar el otro con tal de arrebatarle la pelota.

Carlisle prefirió no acotar nada, aunque su ceño se frunció ligeramente.

-¿Me permitirías acompañarte al Hospital mañana? –preguntó Aro de pronto. Sonaba un poco anhelante.

-¿Al Hospital? –repitió Carlisle, atónito, como si no estuviese muy seguro de haber entendido correctamente-. Tenemos un anonimato que proteger aquí…

-No para alimentarme, ¡claro que no! –exclamó Aro enseguida; la idea parecía causarle risa-. Me intriga tanto cómo interactúas con los humanos… quisiera verte en acción.

-Aro, con todo respeto, pero en un hospital hay humanos heridos, sangrantes, podría haber ingresos por emergencias, personas accidentadas… ¿estás seguro de que podrías resistirte? –le preguntó Carlisle, muy serio.

-Si me alimento esta noche, sí –contestó Aro, muy seguro.

Jacob, que regresaba montado en la moto, ya vestido con sus pantalones cortados y el casco en la cabeza, escuchó la última frase y no pudo evitar un gruñido, aunque apretó sus puños a tiempo para calmarse y evitar entrar en fase.

-No te preocupes, Jacob, tienen una heladera industrial repleta de sangre donada –aseguró Carlisle-. Ellos no cazarán por aquí.

Aro pareció tan divertido como cauteloso cuando me observó subir tras Jake a la moto y sujetarme a su ardiente cintura. Aunque siempre actuara con algo de superioridad frente a Jake, estuve bastante segura que en realidad Aro le tenía miedo al gigantesco lobo en que se convertía mi amigo.

-Hasta mañana, Carlisle, Aro –los saludé con una inclinación de cabeza.

-Hasta mañana –se despidió Carlisle con una sonrisa.

-Hasta mañana, Bella –saludó Aro, con una sonrisa que no tenía nada de la calidez de la de Carlisle.

Jacob apretó los dientes, pateó el pedal con fuerza y salimos disparados de allí.

.

Edward regresó de madrugada de su expedición de caza, con los ojos de un cálido color dorado, sin las habituales leves ojeras color malva y hasta un cierto rubor en las mejillas. Debía estar muy bien alimentado para presentar un aspecto tan… saludable.

-Encontré un puma gordo y sabroso –me respondió cuando le pregunté cómo les había ido-. Estuvo realmente bien. Emmett tuvo su oso pardo, aunque no estaba tan irritado como a él le gusta, y no le permitimos maltratar al animal para enfurecerlo. Tendrá que esperar a la primavera. Rosalie y Jasper compartieron un oso viejo, y después Rose se zampó también un lince y Jasper un lobo rabioso. En serio, echaba espuma por la boca y estaba completamente salvaje. Félix intentó cazar un zorro, le tomó tres intentos conseguirlo, y cuando lo tuvo casi lo escupió. Se pasó todo el viaje de regreso preguntándonos cómo podíamos beber algo así de asqueroso durante años.

-¿Y qué le respondieron? –pregunté, intrigada.

-Jasper le contó su historia, con todos los detalles truculentos y horribles –me contestó Edward-. Hasta se quitó la camisa y el suéter, le mostró las cicatrices que tiene en el torso, y después de mandar a Emmett con Rosalie lejos, le enseñó también una muy impresionante en la cadera y otra en el muslo, donde una vampiresa le arrancó un buen trozo de carne en una ocasión. El músculo y la piel se regeneraron, pero tienen una textura diferente, son cicatrices. Es realmente impactante verlo, debió dolerle muchísimo en su momento. Eso dio bastante qué pensar a Félix, y ya que estaba, le conté de los diez años que pasé viviendo por mi cuenta, cazando humanos, y el tipo de dilema al que me enfrenté. Si bien todo eso no hizo que el zorro le pareciera más apetitoso a Félix, sí lo está haciendo ver las cosas desde una óptica completamente distinta a la habitual para él.

-Aro quiere acompañar a Carlisle al Hospital mañana, es decir, hoy –informé en voz baja, acurrucándome más contra Edward. Estábamos, como era habitual a esas horas de la madrugada, tumbados en mi cama, muy juntos y hablando en voz bajita.

-Sí, Carlisle estaba pensando en eso cuando llegamos –asintió Edward-. No le gusta demasiado la idea, pero confía que todo saldrá bien. Alice no puede ver que ataque a nadie, pero todos sabemos lo fácil que es caer en la tentación.

-Cruzo los dedos –susurré, mostrándole los dedos de las dos manos, cruzados.

-Y yo, toco madera –sonrió Edward, tocándose la cabeza-. Pero no creo que Aro cave su propia tumba, poniéndose en evidencia así.

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En efecto, Aro no se puso en evidencia dejando seco a ningún paciente de Carlisle, aunque el respeto que el vampiro más antiguo tenía por el patriarca de los Cullen aumentó exponencialmente tras observar cómo arreglaba una fractura expuesta, con huesos quebrados y piel rota, una herida cubierta de sangre, sin que el color de los ojos de Carlisle fluctuara al negro en ningún momento, según vio Edward en la mente del antiguo.

Sulpicia y Esme, a todo esto, parecían estar volviéndose amigas más cercanas. Pasaban mucho tiempo conversando, arreglando el jardín, y Sulpicia hasta había intentado ser amable con Seth, Paul y Jared cuando ellos llegaron de visita, aunque todavía les tenía demasiado miedo y recelo como para tratarlos con la misma maternal naturalidad con que Esme se movía entre los enormes muchachos, hasta dos cabezas más altos que ella.

Félix se había vuelto bastante cercano con los hermanos Cullen más mayores, sobre todo con Emmett, Rosalie y Jasper. Emmett en especial estaba exultante de haber vencido a Félix, aunque sólo fue una vez, en un combate de lucha libre.

Tras el juego de béisbol, las cosas eran más sencillas. Todos habíamos bajado un poco la guardia, empezando por Aro, que ya no andaba toqueteando a todo el mundo para averiguarlo todo, sino que sólo lo hacía en circunstancias especiales o cuando tenía permiso. Sulpicia también estaba más relajada, y Félix había cambiado la sonrisita de superioridad por una expresión más irónica, que parecía ser la natural en él.

Emmett volvió a las andadas con sus bromas, libros que volaban en formación por la casa y tenedores que bailaban el can-can incluidos. Rosalie humeó menos, señal de que estaba más tranquila, y tampoco volvió a incendiar otra cosa de los avioncitos de papel que Emmett enviaba en dirección a su cabello.

Jasper no se volvió a ir de casa; Alice compartió sus visiones. Edward regresó a su mala costumbre de opinar sobre lo que los demás estaban pensando para sí; Esme usó su poder para averiguar quién había sido el que dejó esas manchas de barro en la moqueta blanca, y Carlisle renovó la provisión de sangre donada en la heladera de nuestros huéspedes.

 

que os parecio este capitulo chicas? os ha gustado?

a mi personalmente es uno de los capitulos que mas me gustan :)

la segunda parte creo que la subire este fin de semana lo mas probable el Domingo

nos leemos en el proximo capii.besos para todas

Capítulo 16: Los arboles mueren de pie Capítulo 18: Sellado con un beso II

 
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