Los personajes les pertenecen a la gran Stephenie Meyer.
Edward pov:
Apenas nos posamos sobre la arena Bella se derrumbó. Antes de tocar el suelo ya la tenía agarrada entre mis brazos. Miré como ella luchaba para intentar replegar las alas, pero estaba sin fuerzas.
— Yo lo haré — le dije.
Con cuidado le di la vuelta y la apoyé en mí. Con movimientos delicados tomé las largas alas estiradas y buscando las articulaciones, las doblé. Sentir las suaves plumas bajo mis dedos me cautivó. Bella se relajó, oí como suspiraba. Saqué de la bolsa que me dio Alice una manta y la envolví en ella.
— Bella, ¿estás bien?
Echó la cabeza hacia atrás y levantó el rostro hacia mí. Sus ojos eran ahora tan azules y tan diferentes que me costaba reconocerla. Incluso su aroma que siempre tuvo un matiz a fresa ahora era distinto. Flores de azar. Olía a Hadara, exactamente igual que en la primera visión que tuvimos. Y eso no era normal. Pero en Bella lo anormal era en su caso lo justo, y yo me odié por eso. Y cada minuto que pasaba aun más.
— Necesito descansar un poco.
La tomé en brazos y busqué con la mirada un lugar para llevarla. Empecé a seguir el camino. Sabía dónde iba a llevarnos. Al templo. El paisaje nada tenía que ver con lo que me esperaba. No había arboles, flores, ni pájaros cantando, ni ninguna actividad en toda la isla. Se escuchaba a lo lejos el murmullo de río escondido entre los matorrales secos. La llovizna que antes era menos notable, ahora estaba tomando fuerza. Bella tembló entre mis brazos, estaba sumida en un silencio al igual que yo. Los dos sentíamos la isla y la muerte que ocupada el lugar, como asentado aquí.
Aceleré el paso colina arriba. El aire olía a sal proveniente del océano. Llegamos a la cima poco después de la puesta de sol. El cielo hacia el oeste era de un rojo intenso que se convertía en púrpura a medida que nos acercamos al templo.
Volar con Bella a través del cielo fue algo como de otro mundo. Mentiría si dijera que no lo disfruté. Fue más que eso. Conecté con ella. La sentí manipular el tiempo, las nubes, el aire para ser escondidos a los ojos de los humanos. Pero eso la dejó fatigada, débil.
No podía dejar de hacerme las mismas preguntas que a la vez eran mis peores miedos. Todo era sobre mi Bella. Sobre en lo que se estaba convirtiendo y su cambio tan repentino que ni siquiera ella misma se había dado cuenta. Eliam lo había ansiado desde el primer momento en que la vio, tenía que ser suya y su juego su volvió en contra de el mismo. Nunca olvidaré la cara que puso cuando Bella aceptó que fuera con ella. Los insultos mentales no fueron nada en comparación de los de Rosalie. Casi podrían competir los dos. Pero el comportamiento egoísta de mi hermana me tenía asqueado, y sabía que le esperaba una buena charla con Carlisle.
Bella, mi Bella. La había amado desde el primer instante en que la vi. Y deseé su sangre con intensidad, con egoísmo y como el monstruo que era. Nunca debí volver a verla después de aquella vez que escapé a Denali. Ella seguiría viva. Humana. Y con una existencia sin fuego, ángeles…
— Ya basta, Edward.
Bajé la vista y descubrí sus ojos fijos en mi rostro.
— Deja de auto inculparte, por favor.
Sonreí sin alegría.
— No puedo evitarlo, Bella.
Y ahí estaba el templo. Sus altas columnas agrietadas se elevaban hacia el techo triangular. Subí los pocos escalones con Bella todavía entre mis brazos. El suelo estaba recubierto de arena, suciedad y en algunos puntos estaba roto. Nada brillante y limpio como lo había visto. Y en donde tenía que estar el sepulcro de Hadara, solo había unas marcas en el suelo. Como si hubiera sido arrancado de ahí.
— ¿Dónde está? — preguntó Bella, inquieta.
Se removió. Sus alas se estremecieron y yo con ella.
— La buscaremos después, pero antes debes descansar.
Caminé hasta llegar al fondo en donde una estatua muy deteriorada por el paso del tiempo reposaba sin vida y sin belleza. Parecía haber un resto de lo que supuse fue un altar y deposité a Bella en él.
— Tuvo que ser muy bella antes.
Bella observaba a la estatua.
— Si. Iré por madera, sigues temblando.
Asintió y corrí hacia afuera. Me tomó pocos minutos reunir troncos y partirlos en varios trozos pequeños. Los llevé adentro y los abulté en un hueco sin pavimento. Me acerqué a la mochila de Alice para buscar cerrillas cuando me percaté de que no había.
— No hay cerillas.
Bella rió de una risa cristalina, levanté la cabeza a verla. Tenía una mano extendida y una pequeña esfera de fuego se estaba formando. Miré embobado y un poco avergonzado el espectáculo del milagro de mi novia. Empujó la esfera con suavidad y esta fue a parar a la madera que prendió incluso estando empapada.
— ¿Antorcha ambulante, recuerdas? — se mofó ella.
— Si.
Esbocé una pequeña sonrisa triste. Me levanté y me aproximé a ella. Con la manta le friccione el cabello.
— Esto es muy molesto — dijo señalando el pelo que mantenía ocultos sus pechos.
— Creo que Alice puso algo aquí dentro para ti.
Saqué la prenda de la bolsa y se la di a ella, empezó a examinarla.
— Es…
Respondí ante su duda.
— Si, lo es. Alice buscó por mucho tiempo un material lo bastante resistente al fuego. Y encargo que te hicieran una prenda de vestir con ella.
Bella se quedó muda. Su mente estaba cerrada a mí en este momento, por lo que presentí que Hadara no estaba, pero conocía a mi novia. Ella pensaba que fue eso lo que contenía el paquete de Fedex que Alice recibió antes. Rebusqué en la bolsa y vi unas tijeras, una carta con instrucciones de mi hermana y algunas otras cosas. La carta la leería mas tarde.
Bella se levantó del altar y empezó a deshacer el pelo, desenredando y estirando con movimientos impacientes. Me aproximé a ella y la ayudé. La masa de cabello era tan larga que tocaba el suelo una vez desatado del todo.
— Córtalo, Edward — me pidió ella.
— ¿Estás segura?
— Si. Yo lo llevo y yo decido cómo lo quiero.
Tomé la tijera y empecé a cortarlo en donde originalmente Bella lo llevaba. Tras unos minutos una gran masa oscura yacía en el suelo. Bella fue para ponerse la prenda de Alice y yo me volteé para darle intimidad. Escuché el sonido de la metalizada prenda correr por su piel e imaginé que eran mis dedos los que acariciaban su piel. Me congelé en el acto reprendiéndome mentalmente por tener esos pensamientos. Me vino a la mente la visión de Alice en la cual nos veía en la cueva rodeados de agua y compartiendo nuestra primera noche juntos. Un estremecimiento muy potente me atravesó, haciendo que mis pantalones se abultaron de repente.
— Edward, puedes mirar — Bella susurró las palabras casi con timidez.
No me volví del todo y la observé de reojo. La visión que me ofreció me dejó sin aire. La mini prenda plateada dejaba ver sus piernas, era como un peto que se ataba atrás del cuello dejando así la espalda al descubierto. Estaba sencillamente espectacular. Más que eso. Sexy. Y me sentí muy acalorado y como decía ella, con las hormonas revolucionadas.
Empecé a caminar con rapidez hacia la entrada del templo.
— Iré a ver si hay alguna clase de animales para poder alimentarnos.
La escuché tomar aire y suspirar. Seguramente pensó que no quería mirarla y se desilusionó por ello. No era por eso. Dios sabía que quería mirarla pero indudablemente ella se abría dado cuenta de mi estado y… Dejé escapar un gruñido de frustración.
Empecé a correr a toda velocidad sin detenerme. Cuando llegué a la playa brinqué en el agua fría, esperanzado de que aliviara mi problemita.
Levanté la vista hacia el templo arriba de la colina. El crepúsculo daba al lugar un matiz casi mágico, como un cuento de hadas.
— Búscame.
Miré por todos los lados en busca de Bella. La había escuchado en mi mente, pero ¿Por qué buscarla si sabía dónde estaba?
— ¿Bella? — la llamé, pero no obtuve respuesta alguna.
Un remolino de aire se formó en la playa, la arena fue levantada del suelo en un baile de espirales. Venía en mi dirección. Me mantuve precavido. El agua me llegaba a la cintura, podía oler a los peces a varios kilómetros asustados de mi presencia. El remolino se aproximaba débil, como tanteándome. ¿Era otro poder de ella? ¿Otro más? Bella estaba lejos para poder alcanzarme, pensé.
Cuando éste se detuvo delante de mí, miré como se extendió hasta formar como una pared de arena. Era muy parecido a la pared de hielo que se formó en la piscina. Sin pensarlo levanté la mano y me topé con un muro.
— Como no. Bien, Hadara. Sé que tú haces esto. ¿Qué quieres de mí?
La pared se estremeció.
— ¿Y? ¿Eso es todo? ¿Qué quieres que vea? Guíame.
El agua entorno a mi emitió pequeñas hondas, pero en vez de ir de mi hacia fuera, iban todas en la misma dirección. Apuntaban la parte opuesta a la colina en donde había un acantilado. Las rocas escarchadas se veían oscuras y resbaladizas. Las olas morían en ellas con mucha violencia. Avance en paralela a la playa. Rápidamente deje de sentir la suelo arenoso y empecé a nadar. Me sumergí guidado por el instinto, ahí había algo más. Creo que podía sentirlo en mi interior. La fuerza de Hadara me rodeó con ademán protector, sus brazos se desdibujaban en la profundidad. Era fascinante.
Me dejé guiar hasta alcanzar a entrar en un acceso submarino. Seguí adelante hasta emerger en una superficie. Era una cueva con estalactitas colgando en varios puntos, unas más pequeñas que otras, el goteo de ellas hacían un sonido extraño. Una luz débil se filtraba del techo lleno de raíces. Salí del agua apoyándome en la orilla. Las paredes de roca blancas estaban desiguales, abultadas en algunos puntos, adiviné que los huecos abiertos daban a otras galerías. Olfateé el aire, el lugar olía a humedad, a tierra y a sal.
La fuerza de Hadara volvió en torno a mí, como empujándome a seguir adelante. Caminé hasta el fondo de la cueva y ahí me detuve en seco. No daba crédito a lo que veían mis ojos.
El sepulcro estaba aquí. Me acerqué a él, vacilante. Todo mi cuerpo empezó a temblar. Estaba como hipnotizado por los diseños que adornaba la piedra blanquecina, pequeñas figuras, niños con alas que parecían estar llorando. En el centro un dibujo de el fuego que parecía salir del agua, y rodeado de un torbellino de aire con flores y arriba de todo eso había otro símbolo. No supe qué era.
— ¿Edward?
La voz de Bella me llamaba desde arriba.
— ¡Estoy aquí abajo, Bella!
Levanté la vista hacia las raíces. Estas crujieron cuando fueron alcanzadas por llamaradas y desintegradas. Una abertura se abrió y Bella bajó por ella con las alas extendidas y una gracia cautivadora. Se posó a mi lado y tomó mi mano entre la suya. Su piel era cálida y centellaba un poco.
— ¡Dios mío. Está aquí! — exclamó ella.
— Si.
— ¿Cómo la encontraste?
— Hadara me guió hasta aquí.
Ladeó la cabeza a verme.
— ¿Te guió? ¿Cómo?
— La sentí.
Su boca formo una "o" visiblemente sorprendida de que pudiera sentir a Hadara también. Le indiqué con la mirada el sepulcro de Hadara. Nos acercamos a él. Bella posó una mano sobre la superficie y a través de ella sentí una emoción de tristeza muy grande, solté la mano de Bella. El sentimiento que me embargó desapareció al instante. Parpadeé confundido.
Rodeé el sepulcro y me posicioné frente a Bella. Comprendió lo que pretendía y entre los dos levantamos la pesada piedra, esta cedió en un ruido sordo. Fuimos a depositarla en el suelo y cuando miramos hacia dentro Bella dejo escapar un grito.
— ¡Oh!
— Esto es increíble… — balbuceé.
Hadara yacía a dentro, si, pero completamente incorrupta. Y no estaba sola, Evan estaba tendido a su lado. Pero él lucía como una estatua de piedra. Estaba recostado como si se hubiera dejado caer ahí, su rostro reflejaba una agónica y dolorosa fracción. Tenía una mano sobre la de Hadara y apoyaba la cabeza en su pecho, al lado del agujero en donde los Vulturis le habían arrancado el corazón.
— ¿Está muerto?
— Si.
— ¿Cómo es eso posible, Edward?
Bella se puso a sollozar. Fui hasta ella y la atraje a mi pecho.
— No lo sé. Supongo que se dejó morir. Dejó de alimentarse probablemente, y con el paso del tiempo y una voluntad de hierro, su cuerpo se convirtió en estatua.
— Hadara y Evan, murieron los dos. Es demasiado injusto.
Llegó el momento de revelarle lo que sabía. Lo que había visto en la mente de Eliam y lo que leí en el libro a escondidas de él y con la ayuda de mi hermana.
— Bella, quieres quitarte el anillo, por favor.
Levantó los ojos llenos de lágrimas rojas.
— ¿Para qué lo quieres?
— Tu solo quítatelo.
Asintió y se quitó el anillo. Me lo dio. Me giré y con delicadeza deslicé el anillo por el dedo de Hadara, algo me removió por dentro. Una energía nació del centro de mi pecho, exactamente de mi corazón y se desplazó hacia Hadara. Conecté con ella y grité al sentir la vibrante y dolorosa existencia que tuvo. En segundos lo vi todo. Cómo se había convertido en lo que era y lo ocurrió después.
Bella estaba aferrada a mí y me miraba asustada.
Inmediatamente el cielo que distinguíamos desde aquí se llenó de relámpagos. Truenos desgarraron el silencio y la tierra bajo nuestros pies tembló. Di varios pasos hacia atrás, cogí la mano de Bella y la llevé hasta otra cueva.
— ¿¡Edward, por qué gritaste! ¿Por qué hiciste eso? — preguntó ella estirando mi mano y deteniéndome.
Todo aquí era más oscuro.
— Bella, enciéndete. Ahora te lo explicare todo.
— ¿¡Cómo? — exclamó ella.
No pude evitar esbozar una sonrisa.
— Dije que te enciendas, ilumina tu cuerpo, mírate.
En la penumbra vi como fruncía las cejas, pero me obedeció. Su cuerpo empezó a emanar una luz rojiza suave que fue tomando poco a poco intensidad. Y yo me maravillé de verla tan hermosa y mi Bella de nuevo. Nada de alas, con estatura normal y los ojos negros con infinidades de hilos dorados. Ni siquiera se había dado cuenta hasta que le indiqué que mirara a su espalda. Quedó boquiabierta.
— Desaparecieron. ¿Pero cómo? Edward… ¿Cómo sabías que quitándome el anillo pasaría esto?
— Lo vi en la mente de Eliam, Bella. También vi cuando dejó caer el anillo en la piscina. Su mente gritaba del entusiasmo y nerviosismo, y su barrera mental cayó inevitablemente. Él quiere que tú te convirtieras en su adorada reina. En el libro se habla de él, dice que le fue regalado a Hadara el día que obtuvo su alas, y le fue dado por Uriel.
— ¿Es un anillo mágico?
— Místico. Alice vio que yo te pedía que te lo quitara y lo que pasaría después de eso. Él te manipuló, Bella, para que te convirtieras en ella. Hadara.
— Es un alivio saber que no fue para siempre. Pensé que iba a ser una cosa de otro mundo medio vampiro, y medio ángel.
Ella suspiró bajando la cabeza. Todo volvió a estar en calma, el silencio volvió de nuevo.
— Cuéntame Edward. Quiero saber qué pasó, qué viste cuanto tocaste a Hadara.
Tomé aliento y entrelacé las manos de Bella. Entre lo del manuscrito y lo que vi en la mente de Hadara podía reconstruir la historia al fin. Empecé a hablar sin prisa.
— El día que Hadara obtuvo sus alas, fue porque ella empujó a Evan a los brazos de una mujer que venía a rendir culto a su dios en el templo. No fue por elección propia, pero fue por el bien de él. Tras los festejos ella se escapó del ambiente demasiado feliz de sus hermanos. Se refugió en la tierra pero lejos de Evan. Estaba destrozada por dentro, lloraba un amor imposible. Y fue escuchada por otro tipo de ángel, menos honorables y con fines egoístas.
Levantó el rostro y fijó sus hermosos ojos en los míos.
— ¿Como que otro tipo de ángel?
— Dice en el manuscrito que se llamaba Lilith. Era un ángel caído, Bella.
Bella apretó los puños con fuerza.
— Le dijo a Hadara que conocía una manera de que pudiera estar con su amado y que los arcángeles no podrían hacer nada para sepáralos.
— Hubiera hecho cualquier cosa por poder estar con él — afirmó Bella.
— Le propuso un trato. Su lealtad a cambio de poder estar con Evan.
— Y Hadara aceptó.
— Si. En el manuscrito dice que Lilith le pidió que le trajera el santo grial. No pensó en lo que eso podría perjudicarla y lo hizo. Explican que Lilith se cortó en el brazo y dejó caer en él su sangre, la cual le hizo beber a Hadara.
— ¡Qué horror! ¿Sangre de demonio? — chilló Bella, jadeando.
Aferre más fuerte sus manos. Bella se puso a temblar. Y yo reviví la escena en la mente. La sangre no era roja como cabía esperar, sino plateada. Como la ponzoña. Podía ver como Hadara se tomó hasta la última gota sin pestañear, ni respirar. Lo que pasó después lo había visto hacia pocos meses en Bella, la última integrante y última transformada. Continúe con un hilo de voz.
— Las alas le desaparecieron y se convirtió en la primera vampira, y no fue Evan como pensábamos. Poco después, apareció en la isla en donde un desconsolado Evan la llamaba a gritos, con la mirada fija en el cielo.
Podía ver a Hadara, desnuda, hambrienta y desorientada en la playa. Y la belleza sobre humana que emanaba de ella. Cerré los ojos con fuerza.
— Fue engañada.
— Si… ¡neófita con un humano cerca!
Bella empezó a sollozar de nuevo. No hacía falta contar lo que pasó después ya que ella lo intuía.
— Fue castiga, ¿verdad? Por robar el santo grial y prometer su lealtad al la tipa esa. Un demonio antes que su padre y todo por ¡amor!
La última palabra casi la grito. Podía sentir como subía la temperatura de su cuerpo.
— Bella, mantén la calma…
Miré a mi alrededor y lo que vi me dejó estupefacto. Era aquí. La visión de Alice, la sorpresa de Bella era en esta cueva… jadeé de la sorpresa. Una pequeña catarata se formaba entre las rocas serpenteantes hasta tocar el suelo y formar una cama de agua. Y estaba a dos pasos de nosotros.
Escuché a Bella rugir ferozmente y la mire completamente desencajado.
— ¡Fue castiga a vivir como una humana! ¿Por lo que hizo? ¿Verdad? — inquirió ella con la cabeza agachada y mirando el suelo.
Tuve que soltarla, empezó a emitir destellos de luz brillante. Estaba enfadada, triste por adivinar el resto de la historia.
— ¡Los odio a todos ellos! — gritó Bella encolerizada — ¿Qué le hicieron, Edward?
Levantó lentamente la cabeza hacia mí. Sus ojos llameaban de furia.
— Fue condenada a vivir como humana.
Le hable calmadamente. Ella se iluminó completamente de arriba abajo.
— ¿Y Evan qué hizo?
Entrecerré los ojos.
— Se fue por protegerla.
Lo mismo que tuve que hacer yo. Pensé con dolor.
Bella no se calmó y su estado fue a más, me alejé con rapidez. Los destellos de luz y de fuego se hicieron tan potentes que temí por ella. No podía evitarlo. La escuché gritarle al mundo su rabia y su tristeza que era la mía, la de Evan y la de Hadara. El fuego surgió de ella en hondas peligrosas. Ella estaba enfadada y lo comprendía pero también a Evan. Encontró la fuerza de abandonar a su amada. ¿Pero a qué precio?
Me inquieté de ver a Bella así y no sabía qué hacer. Esto iba mas allá de lo que la había visto hacer antes.
Alice. La carta. En cuanto se me vino a la mente eche a correr.
Volví al templo en busca de la bolsa. Alice seguramente había visto esto, no me cabía duda. Ella sabría que debía hacer para que Bella no fuera a mas y quemara la isla entera. Tomé la carta y la leí.
"¡Hasta que por fin me lees! Estoy deseando y como todos aquí que nos cuentes los detalles sobre la vida de Hadara. Mañana he visto que Eliam se irá en busca de no sé qué vampiro con los poderes parecidos a los de Bella. Habrá que vigilar eso por si acaso. Sé que ya has visto la cueva. Yupiiiiii! Al fin van a intimar. ¡Qué feliz estoy!
Sonreí y guardé la carta. Alice era sin dudar un fenómeno de la naturaleza. Quise prepararme mentalmente para lo que iba a ocurrir, había visto en la mente de muchos el amor en toda su gloria. Pero no era lo mismo experimentarlo y estaba… nervioso. Muy nervioso.
Estuve incapaz de estar tranquilo, corrí por la playa, el templo y el camino para quitarme el estrés. No era literal pero si un sentimiento humano. La noche fue pasando lentamente y dio paso al amanecer. Y fue cuando Bella se calmó. La pude sentir a través del aire, el agua, la tierra y en mi muerto corazón.
Caminé de vuelta a la cueva como un adolecente nervioso ante su primera vez.
Un consejo: deja que Bella extraiga todo eso que tiene dentro, luego cuando se le pase, estará cansada y su don quedara como agotado temporalmente. Y no, no va a quemar la isla, está rodeada de agua por todos los sitios, no te preocupes. Confía en mí, todo saldrá bien.
En tres días nos veremos. Te quiere, Alice, tu hermana favorita".
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