Disclaimer: Los personajes de la saga Crepúsculo son propiedad de Stephenie Meyer y su casa editorial.
Historia original, queda prohibida su adaptación, distribución y copia parcial o total.
Que ganas de no verte nunca más
Y ser valiente
Decirte que con él estoy mejor
Que me comprende
A él le sobra el tiempo como a mí
A él le arde la sangre como a mí
Con él me encuentro nueva
Tan dispuesta tan entera
Tan mujer de carne y hueso para amar
No pude moverme del pánico que me inundó, la escena del ping pong vino a mi mente y eso no sería nada a lo que sucedería si era Jacob el que estaba ahí. Edward alcanzó a subirse y abrocharse el pantalón y se volteó para encarar a quien fuera, yo sólo pude enterrar mi cabeza en su hombro mientras él trataba de cubrir mi cuerpo desnudo.
– Haré de cuenta que no vi nada – dijo Jennifer pasando al lado de la mesa, cubriendo sus ojos con una mano a la altura de las cejas.
– Jennifer – exclamó Edward, pero se cayó, supongo que buscando que decirle.
– Ahórrate las palabras, sabes que no es necesario.
– No quiero que pienses que soy de lo peor – dije muerta de la vergüenza por la incomodísima situación y además, aún no tenía clara la relación entre ellos.
– Tranquila Bella, jamás pensaría eso de ti, yo no soy nadie para juzgarlos, además, es muy evidente la atracción que hay entre ustedes, me di cuenta desde el primer día.
– ¿Y eso no te molesta? – pregunté asombrada.
– ¿Por qué habría de molestarme?, espera, no me digas que piensas que entre Edward y yo hay algo más, Ed, ¿no le has dicho que sólo somos amigos tú y yo? – exclamó de lo más divertida, riéndose.
– Sí, pero ya me doy cuenta que no me creyó.
– Es que por la forma en que se tratan cualquiera pensaría que son novios.
– Nos conocemos de toda la vida, Bella, el “baby” es como un hermano más para mí, bueno, me voy a dormir, lamento haberlos interrumpido, pero mejor que haya sido yo, y no te preocupes Bella, repito yo no vi nada, buenas noches – tomó el vaso de agua que se había servido y salió de la cocina sonriéndonos en complicidad.
– ¡Qué vergüenza!, no podré volver a mirarla a los ojos.
– Tranquila, Jen es muy alivianada, además no es la primera vez que me pilla en una situación comprometedora – lo fulminé con la mirada – no me veas así, no te conocía.
– Será mejor que me vista y suba a mi habitación, no quiero ni imaginar que habría pasado si no hubiera sido ella la que nos vio.
– Quizá hubiera sido lo mejor para que de una vez por todas Jacob te deje en paz.
– No Edward, así no, no quiero herirlo de esa manera, además como quedaría mi reputación, también nos conocemos de toda la vida y mi papá lo adora.
– Viéndolo así, tienes razón, pero no quiero que duermas con él, vamos a mi habitación, por favor.
– No Edward, te dije que no era bueno tentar a la suerte y ve, Jennifer nos pilló, así que mejor ya no nos la juguemos de nuevo.
– Está bien, pero, prométeme algo – me tomó de las manos – vas a terminar con él lo antes posible, cuando regrese de Europa ya no quiero que sea tu novio.
– Lo haré, te lo prometo, en cuanto regresemos buscaré la forma de terminar con la relación – me solté para acariciarle las mejillas y luego le di un pequeño beso.
Me levanté de la mesa y me vestí, él se colocó su polera y después me abrazó fuertemente.
– Te voy a extrañar mucho Bella – susurró en mi oído.
– Yo también a ti, voy a estar contando los días para volver a verte.
– Y yo las horas – dijo y me besó nuevamente y luego volvió a abrazarme.
Al día siguiente, nos despedimos en el aeropuerto, ellos iban para Nueva York y sentí un gran hueco en el pecho, sólo pudimos darnos la mano, que Edward me acarició suavemente y un beso en la mejilla, me sonrió cuando me soltó. Jennifer me abrazó con fuerza y calidez, me dio otra sonrisa de complicidad y luego se despidió de Jacob.
Me dormí durante el vuelo ya que en la noche no había podido hacerlo, habían sido demasiadas las emociones de todo el fin de semana, sobre todo el descubrir que para Edward yo no era una más en su cama, que al parecer sentía lo mismo que yo, no sé si con la misma intensidad, pero estaba segura que no era sólo sexo para él tampoco, que ambos habíamos roto por completo la tercera regla y eso llenaba de gozo mi corazón, aunque no sabía cómo sobreviviría este tiempo sin verlo.
Jacob me llevó a mi departamento y luego se fue en el mismo taxi, claro tenía que ir a ver a Leah, la verdad me tenía muy sin cuidado adónde iba en realidad, estaba decidida a terminar con él, sólo tenía que buscar la oportunidad para tratar de lastimarlo lo menos posible y lo primero, que tuviera tiempo para verme.
A la mañana siguiente llegué a la oficina y Audrey de inmediato entró tras de mí.
– Hola amiga, luces radiante esta mañana, ya veo que el viaje a Las Vegas estuvo fenomenal.
– Sí, estuvo bien – dije extrañada, no recordaba haberle dicho que iba a Las Vegas.
– Me da mucho gusto, eso era justamente lo que les faltaba.
– Sí, justamente, ¿qué novedades hubo?
– Como siempre de responsable, yo no tendría ganas de trabajar después de unas maravillosas vacaciones como las que pasaste.
– La vida es un equilibrio – respondí sonriendo al acordarme de Edward.
Era miércoles por la tarde y no había tenido noticias de Edward, lo cual me tenía muy nerviosa, ¿y si no estaba en un viaje de negocios?, ¿y si todo lo que me había dicho era mentira con tal de seguir acostándose conmigo?, ¿y si yo sólo era una diversión para él?, ¿la secta esa sólo existiría en Estados Unidos o también en Europa? Mi corazón se oprimió ante tal idea, no podía imaginármelo en los brazos de otra. Fui devuelta a la realidad cuando tocaron la puerta, levanté la vista y era un chico con un paquete, lo hice pasar, me lo entregó y firmé un par de hojas de recibido.
Curiosa, lo abrí, no traía remitente, me encontré con un estuche cuadrado y lo abrí, era un hermoso collar de plata con un colgante en forma de corazón y un par de aretes que hacían juego, también de corazón. Tomé la nota del interior y ansiosa la leí.
“¡¡¡Feliz cumpleaños hermosa Bella!!!
Sé que el regalo llega retrasado, pero ignoraba que el día que nos conocimos era esa fecha tan especial y ahora que lo sé no quise que pasara desapercibida. Espero que te guste, es una representación material de una parte de mi cuerpo que te añora, no pude encontrar algo que no fuera burdo de otra parte que te extraña más.
Sigo contando las horas que faltan para volver a vernos, creo que son como mil, te mando igual número de besos, repártelos en tu cuerpo como quieras.
Tuyo, Edward Cullen”
Una enorme sonrisa se dibujó en mi rostro, jamás me imaginé semejante sorpresa y sus palabras me arrancaron una risita, eran la mezcla exacta de él, tiernas, pero con un toque de sensualidad, eso era lo que más me gustaba de él, esa combinación de ternura y sexualidad, simplemente lo hacía irresistible y me hacía enloquecer.
Al día siguiente al abrir mi correo electrónico del trabajo, sorpresivamente, me encontré con un mail suyo y mi corazón latió a toda prisa, el asunto decía Hola hermosa Bella y lo abrí inmediatamente.
“Seguro pensaste que ya me había olvidado de ti y que todo lo que te dije eran mentiras, pero déjame aclararte que te equivocaste, en primera, quería que tu regalo fuera una sorpresa, ¿te gusto?, y en segunda, tuve que escribirle varios mails a Alice antes de que me diera tu correo porque no podía creer que no lo tuviera.
Pero, ahora ya no te podrás librar de mí porque diario te estaré enviando al menos uno y ojala que podamos chatear, ¿tienes webcam en casa?
Te extraño y te mando muchos besos.
Tuyo, Edward”
Sonreí ante sus afirmaciones, ¿acaso podía leer mi mente?, ¿cómo sabía que exactamente eso era lo que estaba pensando?, sonreí y le respondí.
“¿Cómo puedes creer que pensara esas cosas de ti?, con todo el tiempo que tenemos de conocernos, déjame aclararte que he tenido demasiado trabajo como para pensar en cierta personita que, al parecer, se cree el centro del universo.
Mentira, te extraño muchísimo y todo el día pienso en ti, tu regalo me encantó, esa parte de mi cuerpo también te añora, pero como no tengo la dirección de donde te encuentras tendrás que conformarte con un dibujo.
¿Por qué la pregunta de la webcam?
Yo también te extraño mucho y te mando el doble de besos.
Tuya, Bella”
Era viernes por la tarde, después de salir de la oficina me dirigí al centro comercial, dada la insistencia de Edward de querer verme porque no se conformaba con las fotografías que le había mandado, iba comprarme una webcam y aprovecharía para ver los vestidos a ver si encontraba uno adecuado para la boda de Alice. Salí de la tienda de electrónicos y fui recorriendo las de ropa, pero no encontraba algo propio para la playa. Decidí subir al siguiente piso y tomé las escaleras eléctricas, al llegar arriba me detuve en una tienda de zapatos, también debía comprarme unos.
De pronto, escuché una voz infantil que gritó mi nombre, volteé y era Lauren que corría a mi encuentro sosteniendo en una de sus manitas un oso que me resultó muy familiar, levanté la cara y me los topé, a escasos tres metros de mí, tomados de la mano, Audrey y Jacob juntos, él con cara de sorpresa y ella con mirada retadora.
– Tía Bella, tía Bella – exclamó la pequeña abrazándome de las piernas.
– Hola pequeña, ¿cómo estás? – dije agachándome para mirarla.
– Mien, mida mi nuevo papi me lo dio – dijo mostrándome el oso de Las Vegas.
– Que bonito – exclamé acariciándole la cabeza a la niña.
– Hola Bella, que sorpresa encontrarte, no me dijiste que venías – dijo Audrey en tono sarcástico – ahora que recuerdo, sí lo mencionaste, creo que lo olvide, tú sabes, mucho trabajo, pero qué bueno que nos encontramos, ya estaba harta de mentirte.
– Bella, déjame explicarte – intervino Jacob soltándola de la mano y yo me enderecé.
– No, tú no le vas a explicar nada, lo voy a hacer yo, ya es hora de que sepa la verdad, mi amor, diez meses ignorándola es demasiado tiempo, ¿no crees?, y como tú no te decidías a terminar con ella “acordé” este encuentro “casual”.
– ¿Cómo pudiste? – exclamó él mirándola molesto, yo simplemente no podía hablar.
– No me dejaste otra alternativa, mi amor, me dijiste que en las vacaciones terminarías con ella y no lo hiciste, ya me cansé de compartirte, de ser la otra, de vernos a escondidas los fines de semana, sí Bella, esos supuestos viajes de trabajo eran a mi casa, ahí dormía los viernes y los sábados – agregó volteando a verme.
– Cállate ya Audrey.
– No Jacob, no me voy a callar, que se entere de todo de una vez por todas, así es Bella, esa supuesta adicción al trabajo se llama Audrey, o sea, yo, ¿recuerdas aquella vez que te platique que estaba deprimida y me encontré a un viejo amigo en este mismo centro comercial, por cierto?, pues era Jacob, desde que me lo presentaste me gustó y en esa ocasión tuve oportunidad de conocerlo más y me enamoré de él y fui correspondida, sólo había un pequeño inconveniente, su novia, al principio no me importo compartirlo porque ese “amor” que te profesa es más de amigos que de pareja, pero con el tiempo, mi deseo por estar con él se fue incrementando a tal grado de ponerle una prueba de fuego, ¿y qué crees?, la pasó, prefiero estar conmigo que contigo en tu cumpleaños, eso es amor Bella y no lo que te dice que siente por ti.
– Me dijiste que estabas enferma Audrey, que no podías cuidar de Lauren, por eso fui contigo – exclamó sorprendido, al parecer, no conocía ese lado oscuro de ella.
– Jacob, ya basta de mentir, sí te dije eso para que fueras, pero al llegar al departamento te diste cuenta que estaba bien y no te marchaste, por el contrario, te quedaste toda la noche en mi cama, no tengo que darte los detalles, ¿verdad Bella?, supongo que conoces sus dotes en ese arte, así que comprenderás porque ya no quise compartirlo más contigo, hasta por teléfono lo hace sensacional, sí Bella, durante sus vacaciones era conmigo con quien hablaba y me extrañaba tanto, que todas las noches me llamaba sólo para que tuviéramos sexo telefónico mientras tú dormías.
– ¡Que te calles ya!, no tienes que ser tan mordaz, Lauren está presente – gritó Jacob jaloneándola de un brazo.
– Es que ya me canse Jacob, ya no quiero ser tu amante, quiero ser tu novia, quiero que Lauren al fin tenga un padre y tú lo habías prometido, maldita sea, ¿por qué no terminaste con ella en el viaje?, tú me orillaste a hacer esto, ¿acaso crees que es muy fácil para mí decirle esas cosas cuando hemos sido amigas desde que nos conocimos?, a pesar de todo, te estimo Bella, yo no quería que esto pasara, se dio solo un día y no sabes cómo te envidiaba cuando te veía de su brazo en los eventos, como me dolía ver que te mandara flores con tal de seguir pareciendo el novio perfecto que nunca ha sido, no soy la única con la que te ha engañado Bella.
– Ya basta Audrey, nos vamos ahora mismo.
– No, la que se va soy yo – no sé cómo pude hablar y me di la vuelta.
– Bella, por favor, déjame hablar a mí, sé que soy un canalla pero…
– Ahora no Jacob, ahora no es un buen momento – lo interrumpí.
– Déjala ir ya, no creo que te ame Jacob, su reacción no es la de una mujer enamorada, si hubiera sido al revés yo estaría ahogada en llanto.
– La verdad no creo que tú tampoco me ames, ¿cómo has podido hacer esto?
Me di la vuelta para bajar por las escaleras y dejé de escuchar su conversación, no podía dar crédito, me dolía, sí, porque a pesar de todo, le tenía cariño y me dolía ver en que había terminado nuestra relación, además, me dio coraje que yo sintiera remordimientos y culpa por haber estado con Edward cuando Jacob tenía meses revolcándose con una de mis mejores amigas y los dos mintiéndome descaradamente, ¿cómo es que no me di cuenta antes?, ahora comprendía tantas cosas.
Salí del centro comercial y caminé rumbo a mi casa, necesitaba un poco de aire libre. Al llegar, me tiré en el sillón a pensar, ¿en qué momento Jacob y yo dejamos de amarnos?, ¿qué nos orillo a buscar otras personas?, ¿por qué tenía que acabar así lo nuestro?
La puerta empezó a sonar insistentemente y escuché la voz de Jacob rogando por entrar, me levanté a abrirle, era mejor acabar con esto de una buena vez.
– Bella, por favor, escúchame – dijo suplicante al entrar.
– ¿Y qué vas a decirme?, ¿qué lo lamentas?, ¿qué fue una tontería?, ¿un momento de calentura?, ¿que pensabas terminar conmigo y no supiste cómo para no herirme?
– Merezco tu odio, sí, lo lamento enormemente y sí fue una estupidez, Audrey supo bien como envolverme, jamás me imaginé que resultara tan ruin.
– ¿Vas a echarle toda la culpa a ella?, no esperaba eso de ti, creí conocerte mejor.
– No, ella no tiene la culpa de todo, no me puso una pistola para obligarme, poco a poco se fueron dando las cosas y yo jamás puse un alto, dejé que esa relación fuera creciendo y nunca vislumbre el daño que iba a ocasionar.
– No te preocupes por mí, no te odio, no podría hacerlo cuando yo – tomé un fuerte respiro – he hecho lo mismo que tú.
– ¿Qué? – exclamó de lo más sorprendido y su cara de remordimiento cambio por una de enojo.
Fragmento de la canción: Que ganas de no verte nunca más.
Intérprete: Lupita D’alessio.
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