BELLA P.O.V
Iba en el coche camino a casa de Robert. ¿Cómo había podido ser tan tonta y dejar inundarme por el miedo de perderle? ¿Cómo le iba a perder si nunca le había tenido? ¿Por qué le había mentido? Aquellas preguntas eran imposibles de responder, porque ni yo misma sabía por qué había hecho eso… bueno sí, tal vez por miedo….
Llegué a aquella hermosa casa y aparqué el coche en la entrada de la puerta principal. No sé si me vio o no, pero supongo que me daba igual, lo único que deseaba era entrar allí y decirle todo lo que sentía por él, y lo tonta que había sido por rechazarle de esa manera. Ni siquiera llamé al timbre, entré corriendo y subí a la habitación. Ahí estaba él, triste y amargado sentado en la cama aún en bóxers.
-Robert – entré corriendo
-Bella, ¿qué haces aquí? – se levantó de la cama al verme
-He venido a decirte algo – intenté recuperar la respiración mientras él se acercaba lentamente a mí
-Ya me lo has dicho todo – estaba muy disgustado y apunto de llorar
-¿Conoces la historia de Ángela Weber? – le pregunté indecisa
-No, ni siquiera sé quién es
-Vale, pues era una chica que estaba increíblemente enamorada de un chico llamado Eric – hice una pausa para recuperar un poco más la respiración – Él también lo estaba, e iba siempre detrás de ella. Ambos se quería, ero ella… ella era demasiado orgullosa como para reconocerlo… Hace un par de años, Eric murió en un trágico accidente de tráfico… Ángela cayó en una fuerte depresión, incluso estuvo a punto de morir – su cara se volvió seria – Y, ¿sabes lo que repite una y otra vez? – hice una pausa – “Todo lo que hagas en la vida, será insignificante, pero es muy importante que lo hagas porque, cualquier día, esa vida, puede llegar a su fin” – pude notar como mis ojos se llenaban de lágrimas, junto con los de Robert.
-Pobrecilla – Rob agachó la cabeza al ver que se le caía una lágrima
-Sí, y yo no quiero que me pase lo mismo – me acerqué a él
-¿Qué quieres decir? – me miró dulcemente
-Quiero decirte que te quiero – hice una pausa – Que estoy incondicional e irrevocablemente enamorada de ti – se salió una lágrima – Siento habértelo negado… tenía miedo… tenía miedo de enamorarme y perderte, como perdí a mis padres – fue él el que se acercó más a mí
-Bella… no lo sientas… no importa lo que haya pasado antes… lo único que importa es que ambos nos queremos – puso una de sus manos en mi mejilla y se agachó para besarme dulce y tiernamente. Aquel beso, fue un beso de amor.
-Te quiero – musité en sus labios
-Y yo a ti – volvió a besarme
Nos besamos con deseo y con amor. Él me tendió delicadamente en la cama sin dejar de besarme. Nuestras respiraciones se volvieron más frenéticas. Él me lamía el cuello y yo le acariciaba la espalda. Siguió besándome. Me quitó lentamente la camiseta y me besó los pechos, aún con el sujetador puesto. Su lengua, fue descendiendo por mi vientre hasta alcanzar el botón del short, el cual también me quitó delicadamente, acariciando mis muslos.
Mis gemidos aumentaron y mis manos se enredaron en su pelo. Consiguió quitarme las bragas y el sujetador, y nos besamos frenéticamente, con deseo, con pasión, como nunca antes nos habíamos besado. Rob se quitó los bóxers y noté como rozaba su sexo en el mío, haciendo aumentar las ganas.
-Rob, hazme el amor – le susurré al oído mientras acariciaba su cara con mis dedos
- Isabella, te quiero – nos sumimos en un beso, se puso un condón y me penetró haciendo que de nuestras bocas, salieran gemidos muy audibles.
Sus movimientos eran precisos y suaves, haciendo que un perfecto roce se produjera entre nuestros sexos. Me besó. Le miré a los ojos, ambos estábamos sumidos en el placer. Él aceleró sus movimientos, haciendo que, a la vez, aumentaran los gemidos y las súplicas.
-Más, más – tenía mis ojos cerrados, pidiéndole que acelerase
-¿Quieres más? – aceleró aún más sus movimientos haciendo que ambos alcanzáramos el orgasmo.
Cayó encima de mí acariciando cada una de las partes de mi cuerpo con sus suaves manos.
-Te amo – me lamió succionó mi pezón izquierdo haciendo que volviera a gemir
-Y yo a ti – acaricié su espalda hasta donde pude, pues me estaba dando un fuerte placer
Nos quedamos algo dormidos y abrazados. Mi cuerpo estaba inundado por una fuerte alegría de tenerle conmigo, y de ser algo más que su chica que ocupa su cama, sino ser su novia. Me arropó tiernamente y puso su brazo rodeando mi cadera y acercándome más a él. Me besó el hombro y acarició mis muslos y mis pechos.
-Cariño, debo irme – le dije acariciando su pelo
-No, quédate conmigo, es pronto – me aprisionó aún más y me dio un delicado beso en los labios
-Llevo desde ayer sin ver a Alice, probablemente me lleve una buena bronca – se rió y sonreí.
Me levanté de la cama y comencé a vestirme. Pude notar cómo me miraba fijamente mientras me ponía la ropa. Su mirada era como espadas que se me clavaban. Me despedí de él y salí de allí, inundada de alegría por lo que acababa de ocurrir en aquella casa.
-Te quiero, vuelve pronto – me gritó desde la ventana de su habitación. Yo le saludé desde mi coche y me fui camino a mi casa.
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