Corrí y corrí lejos de aquel lugar que me hacía sufrir tanto, y cuando estuve a una distancia considerable, y a pesar de que sabía que avivaría más el dolor, no pude evitar la tentación de echar una miradita a la reacción que habían tenido los Cullen ante lo ocurrido conmigo. Eché una ojeada rápida, una visión de pasada.
Miré como Jacob sonreía al mirar la foto, pero después notó las letras detrás, la giró y comenzó a leer. Odié como su expresión acunaba más el dolor cada vez, hasta que arrugó la foto conteniendo la rabia. No se la mostró a Nessie, gracias al cielo, creo que no lo habría soportado, ver su expresión de dolor… habría sido demasiado.
Sin embargo vi cada una de las reacciones de los Cullen. Jacob llegó como alma que lleva el demonio a la casa, claro dejó a Nessie con Quil y unos amigos de la Reserva. Comenzó:
– ¡Miren! ¡Miren lo que su amiguita chupa-sangre hizo! ¡¡Nos dejó!! Y todo por…
Dejó la frase en el aire mientras Carlisle lo miraba atónito y Edward decía lleno de pánico:
– ¡¿Dónde está Renesmee?! –se puso de pie con Bella.
–Ella está bien –los calmó Jacob.
¿Cómo podrían creerme capaz de hacerle daño a ella?
– ¿Qué pasa Jacob? –Intervino Carlisle.
Jacob se limitó a entregar la foto y salir de ahí con furia.
Carlisle miró la foto y la giró y comenzó a leer, conforme avanzaba el tiempo el dolor lo embargaba al igual que a Jake, y así continuó con cada uno de los Cullen, Edward se limitó a pasarle la foto a Bella y –estuve segura –se concentró en tratar de leer mi mente en la distancia. Bella por su parte sólo arrugó la foto y salió corriendo escaleras arriba.
Después de una serie de rostros llenos de confusión le pasaron la foto a Alice.
Interrumpí la visión, no iba a verla sufrir a ella. Me consolé con el hecho de que regresaría. Esos Vulturi no podían ser tan malos, deberían de entender mi necesidad de estar con mi hermana, ellos rebozaban ya de poder ¿no? Para qué querrían a alguien como yo que sólo sabe entrometerse en lo que no le importa con un don poco útil.
Crucé los Estados Unidos en ese día fatídico. No me molesté en comprar un boleto para ir a Italia, de cualquier modo, no tenía papeles y no tenía tiempo para falsificar unos. Me limité a cruzar el océano a nado, era mucho más práctico. A pesar de eso tardé una semana en cruzarlo. Y otra más en llegar a Italia, a pesar de eso en el camino no faltaron un par de presas para cazar. Llegué a Italia, era la ciudad más hermosa que había visto alguna vez, aunque no tenía tempo para admirar. Volterra era la ciudad en donde se hallaban esos tipos, de capas negras por lo que me habían contado. Llegué a la pequeña ciudad con ayuda de mis visiones, claro, en cuanto la vi me di cuenta de que un humano pequeño y regordete estaba en la entrada, parecía que para entrar en aquella ciudad no hacía falta solamente algo de persuasión, pero decidí intentarlo. Me acerqué a la puerta, y lo miré, el me observó y se quedó atónito. Me evaluó de arriba abajo como un trofeo de primer lugar, y yo luche para no poner los ojos en blanco.
Era increíble como la belleza de un vampiro podía confundir a los humanos, de hecho esa había sido la causa de que yo fuera trasformada, la belleza de mi atacante.
–Buenos días –comencé con voz aterciopelada y seductora, aunque jamás había intentado usar mi belleza para confundir, lo hacía con mucha facilidad –me gustaría quedarme algunos días en Volterra –le sonreí.
–Dd-iss-cucul-pe señorita… –tartamudeó –necesitará haber hecho una reservación… lo lamento mucho…
Se veía de verdad afectado por no poder cumplir mis deseos, así que puse mi tierna carita de perrito con la que había conseguido que Edward me dejara usar su Aston Martin para salir de Forks.
–Oh… ya veo –contuve la tentación de inventar algo –creo que podríamos arreglarnos ¿no te parece Henry? –leí su nombre en una pequeña placa metálica color dorada en su saco.
Palpé mi bolsillo y saqué un fajo de billetes enorme, que había tomado de mi escritorio una semana antes, pues Carlisle había insistido en que debía comprar alguna ropa, aunque Alice siempre se encargaba de eso y ya no lo necesité.
–Toma y no te preocupes… tengo amigos que me darán asilo por un par de días… –le dirigí una sonrisa radiante mientras le extendía el dinero.
Se quedó embobado con el fajo de billetes y luego me miró, se puso rojo como un tomate y me dijo despidiéndose:
–Espero verla pronto señorita…
–Cynthia… igual yo Henry –dije riendo ante tal posibilidad, entrando a la majestuosa Volterra.
No había dado cinco pasos dentro de la ciudad cuando sentí la presencia de otros vampiros. Me acorralaron contra una de las paredes de la ciudad, sin embargo no me tocaron más que para empujarme contra la misma.
– ¿Qué buscas? –empezó uno alto, fornido y atemorizante.
–Yo… necesito hablar con… – ¿qué debería decir? –Aro…
Sonrieron burlonamente, como preguntándose si podía ser tan estúpida para pedir una entrevista así sin más.
–Acompáñanos.
No dijeron más y comenzaron a caminar a una velocidad muy poco humana entre los callejones de Volterra, no es que hubiera muchos humanos cerca, de hecho la ciudad estaba desierta por alguna razón, pero el comportamiento de ellos me parecía totalmente inaceptable por el hecho de haber vivido con los Cullen por más de siete meses.
Por fin llegamos al esperado castillo y yo no me inmuté ante su extensa superioridad. Entramos a la torre del reloj… Whoa… gran lugar para esconderse.
No muy lejos de la entrada se hallaba una mujer… humana, lo que me permitió sorprenderme cuando saludó al par de capas con aspecto confiado y muy poco asustado:
–Félix, Demetri –asintió para ambos.
Ellos le devolvieron el asentimiento, el llamado Félix le dijo en tono mandón:
–Gianna dile a Alec que vienen a buscar a los señores –me evaluó una última vez y salió del salón entrando más profundamente a aquel castillo.
–Por supuesto –dijo la chica mientras me miraba con sus intensos ojos verdes.
¿Qué demonios hacía ahí? ¿Estaba loca? ¿Era la cena? ¿Lo sería? Sólo conseguía sentirme confundida mientras la veía como una idiota alejarse del lugar.
Nos dejaron solos al vampiro más alto y a mí.
– ¿Qué es lo que quieres? –Dijo –nosotros podemos avisarle a los señores.
–Lo lamento, necesito hablar con ellos directamente –dije fríamente.
Sonrió burlonamente como dudando si tenía la cordura suficiente y giró su rostro impasible hacia el pasillo donde había desaparecido su compañero, yéndose por el mismo.
Dos minutos más tarde ante mí llegó una aparición, una sombra. Tenía largas vestiduras del negro más tenebroso que haya visto, sin embargo le daba un aspecto fino. Sus ropajes oscuros resaltaban con intensidad su palidez, pero también dejaban ver sus ojos carmesíes brillantes, así como sus labios que en la distancia se veían carnosos. Me costó creer que fuera aquel quien me causaba dolor, quien me alejaba de mi familia.
Me miró con expresión fría y estando a dos metros de mí habló como quien no tiene ánimos de entablar conversación:
– ¿Qué es lo que quieres? Mi amo no puede verte, está ocupado.
–Necesito hablar con él, lo esperaré el tiempo necesario –dije con voz monocorde, ocultando mi fascinación por esos ojos que –aunque suene descabellado –destilaban bondad.
Como si se hubiera desprendido de un trance, pareció ser consiente de mi presencia ahí. Comenzó a evaluarme de arriba abajo como los otros dos vampiros, pero de manera más intensa, creí yo, probablemente sólo eran mis nervios. Por alguna razón se detuvo en mis ojos, y dijo en tono algo más interesado:
– ¿Conoces a la familia Cullen?
¿¡¡Qué!!? ¡¡Cómo supo eso!! –pensé frustrada, sabiendo que todo el número de teatro con los Cullen había sido basura. Maldición.
–No… –mentí sin mucha convicción.
–Acompáñame –dijo caminando dentro de las murallas de la torre.
Me llevó a lo largo de un gran pasillo de mármol, pasamos enfrente del escritorio de la chica humana, que ya estaba de vuelta en él y me miraba impaciente. A pesar de sentirme tan confundida por un momento quise tomarla, tomarla ahí en ese momento. La garganta me ardió con furia, a pesar de que hacía siete meses no bebía sangre humana… pero tampoco había tenido contacto con ningún humano así que… no había mucho a lo cual huir.
Toqué mi garganta y fruncí el ceño, tratando de concentrarme en la sombra frente a mí.
Me condujo a través del pasillo y dimos vuelta en la primera intersección que vimos, tomé nota de eso por si tuviera que huir y no terminar perdida en aquel laberinto. Luego de dar vuelta por sexta vez me di por vencida y lo dejé pastorearme como ganado. Derecha, izquierda, izquierda, derecha y derecha de nuevo… no tenía ganas de memorizar eso, ni siquiera de poner atención. Lo único que quería era ver a Eve, y ya. Su recuerdo me puso nerviosa y ansiosa, él lo notó. En cuanto cruzamos un poco más del laberinto entramos a una alcantarilla que para nada era atractiva para ser el escondite de unos vampiros, aunque era poco atractiva también para intentar siquiera entrar.
Él simplemente se introdujo en ella y yo lo imité con un salto algo más grande de lo que creí. Entonces se extendieron ante nosotros más y más pasillos, y unas escaleras hasta que nos topamos con una puerta de madera muy, muy ancha, la sombra la abrió sin esfuerzo y entonces los vi y fui conciente de lo que pasaría.
Tres tronos enfrente de mí se alzaron con sus majestuosas presencias en cada uno. Aro, Cayo y Marco. No sabía muy bien quien era quien pero tenía la idea clara en la mente. Ellos eran la mayor autoridad de vampiros. Los más poderosos. Los más despiadados.
–Mi señor… su visita está aquí… –dijo la sombra mientras miraba al vampiro del centro con ojos de súplica –lamento haberlo desobedecido señor… creí que le interesaría la visita.
Con miradas distantes, el vampiro en el centro de la formación le dijo a la sombra con tono irritado:
–Alec, retírate.
La sombra –Alec –salió de la habitación con el mismo garbo y elegancia con la que entró, como un fantasma desapareció en el corredor detrás de aquella habitación.
De nuevo el vampiro me miró, me sorprendió descubrir que era muy distinto.
Su piel era como de finas capas de seda a punto de desprenderse del rostro, asimismo sus ojos poseían una capa delante del color carmesí, que no parecía tan brillante como, por ejemplo, los ojos de la sombra.
Por un minuto, una chispa de fascinación recorrió su rostro pálido.
– ¡Que grata sorpresa! Un integrante de la querida familia de nuestro amigo Carlisle –se acercó sin vacilar hacia mí y tomó mi mano con ambas de las suyas.
No reaccioné debidamente pues su inesperado toque me desconcertó. Me limité a verlo cerrar los ojos.
Quizá fuera una soberana estupidez, pero pude sentir cierto escrutinio de su parte en mi mente.
Al abrir él los ojos yo retiré mi mano al instante y le gruñí, me arrepentí al instante ya que un par de vampiros de los que parecían ser guardias se tensaron y planearon acercarse a mí.
–No… esperen, Cynthia no debe tener malas primeras impresiones de nuestra parte –los guardias retrocedieron – ¿O sí?
Rió y comenzó a dar vueltas a mí alrededor, acechándome, comenzó:
–Cuan extraordinario es el mundo que creemos conocer de antemano… –me miró expectante –cada vez que creo ya haberlo visto todo, algo nuevo y excitante aparece… y es extraño que cada vez, un Cullen tiene que ver –soltó unas risitas – hay tantas facetas en el mundo de nuestra especie, querida Cynthia… tu don es una maravilla total… dime ¿En qué podemos ayudarte? Dudo que con un poder tan poderoso en tus manos quieras un favor de nuestra parte.
Sus intentos de aparentar tristeza me hicieron enojar bastante, pero aún así me sentí en desventaja. ¿Cómo sabía eso? ¿Mi don? ¿Qué formaba parte de la familia Cullen? ¿Acaso mi plan de despistar a los Cullen no había servido de nada? Demonios.
Sólo conseguí decir, o mejor dicho tartamudear:
– ¿C-co-co-m-o l-lo… supo…?
– ¡Oh! Querida lo lamento mucho… ¿qué debes creer de nosotros? –Al menos aparentó avergonzarse –es sólo que con las ventajas que poseo a veces olvido que las presentaciones o aclaraciones no están nunca de más… Verás ellos son mis hermanos, Cayo –señaló al vampiro de la izquierda, con cabellos rubios –y Marco –señaló al otro vampiro que estaba canoso.
Ninguno de los dos mostró respuesta o se inmutó, más bien parecían… aburridos.
–Yo soy Aro querida, y mi don no es más que un simple truco viejo –trató de ser modesto –nada comparado con tus poderes, yo soy capaz de percibir cualquier pensamiento que tu hayas tenido, o cualquiera de tus visiones –sonrió –pero me limita, como te habrás dado cuenta, la necesidad de tener contacto con la persona a quien leeré el pensamiento, al contrario de tu hermano… Edward.
Maldición. ¿Era así de poderoso? ¿Con cuantos lectores de mentes necesitaba toparme? Con Edward era más que suficiente, aunque al mencionarlo, me puso nerviosa.
–La familia de Carlisle no tiene nada que ver con lo que te voy a pedir Aro… –hablé alzando la voz dos octavas más alto –No tienes porqué preocuparte por ellos… no tienen idea de lo que vengo a tratar contigo…, estoy segura de que ya tienes idea de a qué vengo… –lo fulminé con la mirada.
Él sonrió con malicia pero no habló más que para decir:
–Comprendes rápido –esperó a que yo le dijera algo.
–Bueno… quisiera ver a mi hermana Aro, a Evelyn, recientemente me dí cuenta de que ella está aquí y hace tanto que no la veo –mi tonos e volvió más calmado –quiero estar con ella…, por favor Aro.
– ¡Vaya! –Gritó Aro complacido –parece que somos testigos de una reunión familiar –aplaudió –Nuestra querida Evelyn efectivamente se encuentra aquí, y no ignoro que tu capacidad de haberla encontrado es fascinante –me miró con admiración –sólo que ahora está algo ocupada… quizá la puedas ver más tarde cuando… termine.
Su sonrisa maliciosa fue suficiente incentivo para que no confiara en sus palabras y buscara a Evelyn por mí cuenta. Ella no estaba lejos, estaba en el mismo castillo en algunas de otras habitaciones que no vimos al cruzar por el laberinto de pasillos.
La habitación era oscura y lúgubre, demasiado incluso para los vampiros.
Ella estaba arrodillada frente a la rubia de las otras visiones, sólo que ella miraba al tipo que estaba con Evelyn. Él gritaba de nuevo. Y Evelyn suplicaba:
–¡¡Jane por favor ya déjalo!! ¡Te lo suplico!
La aludida sonrió y le quitó la mirada al hombre al lado de Eve y le sonrió, mi hermana comenzó a gritar.
– ¡Aro por favor! ¡¡Ya déjenla!! –grité luego de más o menos un minuto, olvidándome de que él no tenía idea de lo que hacía, se interrumpió en medio de una oración y susurró, después de un segundo en el que comprendió:
–Magnífico…
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