No quería arruinar el momento, todo tan hermoso, Edward recostado sobre la gramilla, acunando mi cabeza dulcemente, viendo como el sol se despedía, abandonando sus tonos rojizos. Hacía frío, lo notaba por cómo bailaban las hojas en las copas de los árboles, aun así, mi cuerpo no percibió ese clima.
Edward no dejaba de mirarme, sus ojos brillaban, la melancolía y pena lo inundaban al completo.
Intenté animarlo, además… Debía quitarme algunas dudas, varias.
-Edward-comencé mientras me acomodaba en su regazo- ¿No notas nada diferente? Quiero decir… ¿Me cuentas qué fue lo que sucedió? Es que…
Tartamudeaba de los nervios, creo mi salud mental estaba fallando.
El lanzó un respiro, como queriendo acomodar las ideas en su mente. Esperé.
-Lo siento otra vez, de verdad Bella, esto no hubiese pasado si…- puse dos de mis dedos en forma de pinza en sus labios evitando que siga disculpándose sobre algo que no necesitaba perdonar- Yo no quise…
-Lo sé, no es necesario que te disculpes por algo que no hiciste, amor.
Me dirigió una de sus miradas penetrantes. No quité mis ojos de los suyos.
-Eso no me hace sentir mejor, pero bueno, te contaré, para aclarar algo… ¿Tú qué recuerdas exactamente?
Me ruboricé, sentí calientes mis mejillas. Eso no lo había perdido, Edward colocó sus manos frías, pero cálidas a mi contacto, en ellas.
-Mmm… Pues… Recuerdo que llegamos al ático, a nuestro lugar feliz, y que todo estaba cubierto de pétalos de rosas… Y luego… Ya sabes… -mi cara ardía- y lo último fue que vi tu rostro besando la palma de mi mano, un gusto dulce me recorrió el cuerpo y después, fue como si flotara.
Se estremeció ante el recuerdo. Intenté lo más posible parecer tener amnesia en cuanto a su mordida.
-Te saltaste la parte en que te mordí, casi te mato Bella.-su voz sonó hosca.
-No fue tu intención, y… no dolió.
-Aún así, no me reconforta, eres pésima mintiendo cariño, tú gritaste. Tu chillido esta grabado en mi memoria, dudo que se vaya, soy un monstruo.-se recriminó.
-Yo no lo veo así- negué con la cabeza- y fui una tonta al gritar, es que… estaba dormida, y fue más bien un susto. Y no eres un monstruo. Los ángeles no son malos.
Me abrazó con ternura, besó mi frente. Estaba canalizando su ira, lo conocía tan bien que estaba acostumbrada.
-¿Qué tal te sientes? Bella, es que no entiendo algo.
-Humana… Creo.
Pasó sus brazos por mis hombros, me calmó.
-La verdad, no sé que soy, es que… No tengo sed de sangre, al menos no mordí a nadie- su miraba bajó a mi mano, lo cual me traumó ¿Yo hice eso?
-No tienes por qué hacerlo.
Desvendó mi herida, luego de quitarme las manoplas de lana que llevaba puestas, las finas gasas estaban de un rojo oscuro. Mis dientes crujieron.
-¿Qué te hiciste Bella?- sus ojos mostraban asombro al igual que yo, dolía- ¿No te revisaron antes de venir aquí?
Negué.
Me dolía mucho pero me las arreglé cuando vi mi piel al descubierto. La herida había duplicado su tamaño. Y unas nuevas punzadas rozaban la palma.
-¿Eso puede pasar?
-Estoy seguro de que no fui yo- sonreí pero él se mantenía serio- Me parece que en algún momento, necesitaste… Alimentarte…
-Pero Edward, yo estaba dormida…
-Eso no importa, y conociendo tus reacciones, prácticamente quisiste hacer algo sin necesitar de los demás. Y estando inconsciente, actuaste por instinto… No lo sé.
Sin darnos cuenta la noche cayó bajo nosotros.
-Será mejor que sigamos más tarde, amor.
Mamá me hizo comer pollo frito con una ensalada, comí rápidamente, estaba distraída. Por suerte, no hicieron preguntas en la mesa, papá se concentró en el partido que pasaban en la televisión. Phil llamó, y aproveché para irme a la cama.
Cuando me estaba colocando el pijama, unos shorts crema y una camiseta raída, me sobresalté, Edward estaba recostado en mi cama contemplándome.
-Te ves muy bonita- comentó llevándome entre las sábanas. Mis manos volaron a mi vientre, estaba plano como de costumbre pero mi mente sentía como si llevase a un mini Edward dentro, y era cierto.
-Continúa por fa-rogué acurrucándome en su pecho, prendí la televisión para disimular las voces.
Dejó un beso fugaz en mis labios que me erizó la piel.
-Ya, bebiste tu propia sangre, dejemos eso como una teoría por confirmar. Lo otro… Pues tu aspecto sigue siendo natural, claro mucho más hermosa que antes, eso sí.
-Mmm, ¿Cuenta que me sienta más poderosa?
Al fin carcajeó.
-Ya sabes que los recién nacidos son más fuertes, es típico de neófitos. Pero tu autocontrol, o tu autoabastecimiento son una novedad, jamás oí eso.
-Todavía no me vi al espejo. Me da miedo- confesé hundiendo mi rostro en su pecho- Algo no está funcionando en mi ser.
-Carlisle debe intervenir cariño, si no fuese de vital importancia sabes que no te obligaría.
-Creo que sé el por qué… Pero aún no me has dicho por qué te fuiste de Florencia, no me avisaste nada. Todo indicaba que tú…
-Shhh lo sé, lo sé-su voz sonaba estrangulada-Después de que… te mordí, te vestí y fuimos al aeropuerto, había comprado los pasajes ida y vuelta, solo que no tenían fecha de uso, tú estabas sumida en un sueño que asustaba, apenas te oía respirar, pero lo que me mantenía firme era que tu corazón aun respondía-le costaba mucho relatármelo- Luego llamó Alice preguntando qué pasaba, le expliqué y justo iba a decirme algo importante, cosa que la tormenta impidió que llegue a hacerlo. Te sostuve cerca de mí y después no sé que me pasó porque me encontré tumbado en el frío helado, en la gramilla.
Nos abrazamos fuertemente, el sólo hecho de que existió la posibilidad de un “adiós” era horrible.
-Ah, también, después llamé a tu celular, pero no contestabas amor.
-Es que… cuando desperté sonó una música y era un correo de voz, Alice, y quedé sin batería y de la bronca… Lancé el celular y se rompió.
-Ja Ja, o sea que eres fuerte, ya tienes ese don vampírico-bromeó.
-¿Me esperas un segundo?
Salí apresurada, bajé las escaleras, excusé a mamá con una mentira, me creyó al menos.
-Ya estoy.
-¿Qué es eso?
-Chocolate, ¿Quieres?-pregunté tímidamente, se me hacía agua la boca.
-Paso amor, estás hambrienta. Eso demuestra que no sos vampiro… Aun.
-Sigue contando, escucho mientras como esta delicia.
Me limpió las comisuras llenas de chocolate, y dejé un beso dulce en su mano. Sonreímos.
-Sí, conocí a un idiota, un tal Newton que creo que me intoxicó con algún remedio, y por eso cuando desperté estaba en una camilla, dentro de una bolsa.
Tragué con ruido. Lo decía así como si nada.
-También lo conocí, me dijo que tú estabas en la morgue de Forks. Una larga historia, y ya somos dos los sedados por ese médico. Agrego a la lista que a mi me hizo estudios mientras yo estaba en el quinto sueño.
-¿Q-qué?-se enojó-Maldito desgraciado.
-Bueno, pero hay que darle crédito. Me dio un halo de esperanza.
-¿Un qué? Bella, me asustas.
Guardamos silencio por un segundo, giré a verlo pero me encontraba sola en la cama.
-¿Bella no necesitas nada cariño? Enseguida voy a acostarme, ¿Quieres alguna manta?
-Estoy bien mamá-dije asustada mirando a mamá en el marco de la puerta- Voy a dormir, buenas noches.
-Nos salvamos- Edward reía por lo bajo subiendo a la cama, blandita y completa con el. ¿Qué es eso del halo del estúpido de Newton?
-¿Estas celoso? Lo emparejé con la secretaria que está loca por él, descuida, además soy tuya- levanté mi mano mostrando orgullosa mi anillo de bodas.
-Sigo esperando amor mío.
-Uno de esos estudios, según dijo Jessica, la secretaria…
-¿Sí?
-Pues… Estoy embarazada. Esa es mi hipótesis de estar en proceso de transformación.
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