Más de una hora después de dejar a Quileaute,Edward estaba sentado en su elegante biblioteca,rodeado de objetos que habían pertenecido a sus antepasados.Lo único que él había aportado a la estancia eran varias botellas de whisky que se había traído de Tejas y ahora bebía amorrado de una de ellas.
El pelo de Bella se había oscurecido con los años hasta adquirir el brillo intenso de la miel dorada.Le habría gustado quitarle las horquillas con las que se sujetaba y que se derramara entre sus manos.Le habría gustado que sus labios siguieran sobre los de ella.Habría querido abrazarla y no soltarla nunca.
Pero la muchacha tenía previsto volver a Tejas y por lo visto,le importaba bien poco que él ya no estuviera allí cuando lo hiciera.¿Cómo iba a competir con lo que Tejas tuviera que ofrecerle si tampoco él hubiese querido marcharse de allí?
Era absurdo pensar que Bella iba a esperarlo,pero aún lo desconcertaba darse cuenta de que,en parte,confiaba en que así fuera.Quizá sus expectativas respecto a ella habían sido poco realistas,algo raro en él,siempre tan cabal y sensato.
En las cartas que le había escrito,le había contado sus planes,sus sueños,de los que ella formaba parte.Al ver que no le contestaba,debió haberse subido a un barco para averiguar por qué lo ignoraba,pero su situación económica no le permitía ir a ninguna parte.Llevaba diez años trabajando mucho,ahorrando y planificando el día en que pudiera ir a buscarla.
Lo tenía todo previsto,de hecho ya había empezado a organizar su viaje a Inglaterra cuando el investigador dio con él.Y de pronto,todo lo que había estado haciendo parecía inútil.Nada importaba ya.No iba a conseguir nada con todo aquello.Iba a tener que dejar su negocio ganadero en manos de alguien capaz.En la casa que acababa de construir,no viviría nadie.
Su tierra,su hogar,sus sueños...todo pertenecía a otro hombre,al vaquero que había creído ser.Y ahora,ahí estaba él,tratando desesperadamente de averiguar quién era en realidad,en el lugar del mundo que le correspondía por nacimiento.
El conde de Forks.
Imaginaba que no tenía mucho aspecto de conde.Tampoco se comportaba como tal.Ninguna de las dos cosas lo preocupaba.Estaba acostumbrado a que se juzgara a los hombres por su carácter,por la fuerza de su apretón de manos,por la Habilidad de su palabra,no por su forma de hablar,ni por su ropa,ni por su habilidad para sostener una taza de té sin tirarla.
Aunque oliera a rayos,un hombre que cumplía su palabra valía su peso en oro.Formalidad.Sentido común.Honestidad.
Se llevó la botella a los labios,tomó un trago del líquido ámbar y lo saboreó mientras le abrasaba la garganta,calentándolo por dentro.Quería hacer las maletas y embarcarse en el primer vapor rumbo a casa.Entendía que Bella quisiera hacer lo mismo.
Casi era verano,pero tenía el hogar encendido.El frío y la humedad impregnaban la noche.Se preguntó si llegaría a entrar en calor en aquel lugar,si alguna vez llegaría a amarlo como amaba Tejas.
A veces pensaba que lo más cruel que su madre podía haberle hecho había sido dejarlo vislumbrar una vida que no le permitirían conservar.Había albergado sueños sin saber que tendría que traicionarlos por una obligación adquirida por el hecho de haber nacido.
No necesitaba nada de todo aquello que lo rodeaba,pero por lo visto aquello lo necesitaba a él.Pensaban que el bárbaro americano no entendía,pero lo entendía todo muy bien.Era británico de nacimiento,americano de educación.Algo entre aquellas paredes lo reclamaba.Algo más allá de ellas lo conmovía.
No sabía explicarlo.Formar parte de dos naciones,amar una y querer amar la otra.Desear encajar y saber que,en el fondo,no lo deseaba.Y que nunca lo haría.
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