Los personajes les pertenecen a la gran Stephenie Meyer.
Seguimos viendo a través de las visiones de Zafrina la vida de Hadara. Como poco a poco este ángel se enamoro de Evan, un humano. Algo que me recordó mi propia historia con Edward, una humana con un vampiro. Y en este caso, un ángel y un humano.
Comprendimos que ella intentó luchar por lo que sentía y dejar a Evan vivir su vida, pero no pudo permanecer lejos de él. Y el cielo se metió por el medio, por supuesto. Le fue prohibido acercarse a él.
Estábamos de nuevos todos reunidos, los Cullen, los Denali, Eliam y yo misma. Quedaba por descubrir cómo se convirtió Hadara en humana y Evan en el primer vampiro. A la espera que ella volviera a mí, hablábamos del tema.
— ¡Oh, pero que tristeza me da!
Alice seguía lamentándose. Y Esme se puso a sollozar.
— Me pregunto por qué no se les dejó en paz. Se amaban, eso está claro — afirmé un poco melancólica.
— Quizá fue visto como algo antinatural.
Miré a Edward. Parecía muy tranquilo, demasiado.
— Ella luchó por él, sacrificó sus alas, su inmortalidad por amor. La comprendo perfectamente.
Por un momento me miró a los ojos, su vista de oro líquido se ensombreció. Fue tan solo un instante pero no se me escapó el halo de tristeza antes de que desviara su mirara para otro lado. Me pregunté por qué estaba así. Tal vez le recordaba lo mal que lo pasó cuando yo aun era humana… tarde o temprano habría ocurrido igualmente, estaba por lo visto predestina a eso. Ser la verdadera inmortal implicaba muchas cosas que no estaba segura de comprender del todo. ¿Acabaría gobernando el mundo vampírico? No quería eso. Los Vulturis hacían eso, era su trabajo, su cometido y sus leyes. Yo no aspiraba a ser más que ellos. No quería ser su reina. Debía encontrar la forma de recuperar el corazón de Hadara y devolverlo al templo donde estaba el sepulcro de ella. Esperaba que fuera pronto y así podría seguir en tener lo que más anhelaba, una existencia tranquila con Edward.
— De momento, no veo que vaya a venir. No sé, hay algo raro… No, lo perdí, no sé qué es…
Miré a Alice, estaba concentrada con sus dedos apretados en sus sienes.
— ¿Eso quiere decir que vamos a tener un día libre? — preguntó Emmett.
Alice asintió y nos regaló a todos una gran sonrisa.
— Bien, pues en ese caso, iré al hospital por si necesitan ayuda — expresó Carlisle.
Se levantó y Esme le acompañó. Alice rió de repente, atrayendo la atención de todos.
— Alice ¿Qué es tan gracioso? — pregunté.
— ¡Que ya está aquí lo que encargué por internet!
Compras virtuales. Por supuesto. Salió de la casa dando saltitos de alegría. Rodé los ojos.
— Nosotros nos vamos de caza, ¿Eliam, quieres acompañarnos? — le dijo Eleazar a él.
Su mueca de disgusto no pasó desapercibido. La dieta a la cual estábamos acostumbrados no le gustaba para nada, y sin embargo la seguía porque yo lo hacía. Sin responder se levantó y siguió al clan Denali, no sin antes echarme una mirada furtiva. Partieron en dos coches, supuse que se lo llevaban lejos para darme a mí un respiro. El vampiro me seguía como un perro faldero, era insoportable. Le dije que no tenía porque hacer eso, pero él insistía. Declaró que era mi súbdito, algo que hizo reír a Emmett a carcajadas y por supuesto lo aprovechó para burlarse de mí con cariño. Algo que también enfureció a su mujer, Rosalie.
Me levanté del regazo de mi novio, pero no me dejó atrayéndome a él de nuevo.
— Bella, vámonos — me susurró.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro.
— ¡Nada de eso! — chillo Alice apareciendo ante nosotros.
Mi sonrisa decayó al instante. Edward le gruñó a su hermana y Jasper emergió a su lado tanteando el ambiente. Me pregunté qué pasaba aquí. Que había leído él en la mente de Alice para que eso le molestara tanto.
— Sabes que es por su bien, ¡vamos! — le suplicó ella.
— ¿Edward? — lo llamé.
Él suspiró, resignado.
— Está bien — ladeo la cabeza en mi dirección y me explicó todo —. Alice tiene algo para ti.
Miré a Alice que empezó a agitar con nerviosismo un paquete postal de Fedex ante nosotros.
— ¿Qué tiene ahí?
Ella agarró mi mano y tiró de mi hasta que me puse en pie, a regañadientes lo hice. Escuché el deslizar por el aire de la caja, cuando miré esta aterrizaba en el suelo y Alice me enseñó un… un…
— ¿Pero qué es eso? — pregunté mirando a la cosa que examinaba ella.
— Esto, querida Bella, va a ser como una segunda piel para ti. ¡Estoy deseando que lo pruebes!
— Creo que me he perdido algo — refunfuñé.
Edward pasó los brazos por mi cintura y apoyó la barbilla en mi hombro.
— Va a raptarte por horas y serás su maniquí para sus experimentos.
— ¿Experimento? Alice…
A medida que me estaba poniendo nerviosa, el fuego se agitó respondiendo de inmediato al peligro de pasar horas de conejito de indio. Me tensé y Alice apretó los labios. Levantó una ceja.
— ¡Oh vamos, Bella! ¡Por favor, por favor, por favor!
— No.
Edward se quedó ahí y yo me di media vuelta y salí de la casa. Me acerqué a la piscina y miré el suave movimiento del agua. De repente el murmullo de varias voces discutiendo atrajo mi atención hacia la casa. Vi salir a Rosalie y venir directamente en mi dirección. Se detuvo a un metro de mi, su cabello rubio moviéndose en compas a sus caderas de infarto. No me moví y la miré directamente a los ojos.
— ¿Cuál es tu problema? — me preguntó ella visiblemente enfurecida.
Parpadeé confundida.
— No tengo ningún problema — repliqué intentando mantener la calma.
En ese momento sentí a Edward atrás de mí. Le indiqué con la mano que no interfiriera. Emmett, Jasper y Esme aparecieron también.
— Rose, vámonos.
— ¡No!
Edward gruñó.
— Rosalie — le advirtió él.
Rosalie sin embargo ni lo miró e ignoró su amenaza.
— Repetiré mi pregunta, ¿Cuál es tu problema?
La miró desafiante.
— Y yo te vuelvo a decir que ninguno.
El ámbar de sus ojos cambió a negro como el carbón en segundos y la escuché chasquear los dientes. Podía ver la clara amenaza en su mirada. Apreté los puños sintiendo el calor aumentar en mi cuerpo.
— Yo te diré cuál es tu problema.
Una briza llegó suavemente y despeinó su pelo. Este se arremolinó a nuestro alrededor como un baile de emociones contenidas. Por fin iba a saber porque me odiaba tanto Rosalie.
— Estoy toda oídos — dije en un susurro casi provocativo.
Eso la enfureció aun más y siseo retrayendo los labios. Le sonreí.
— ¡Tu eres el problema aquí! — me gritó ella y continúo en el mismo tono — ¡Desde que llegaste a nuestras vidas no has hechos más que traernos problemas! ¡Te odio! No eres nada y no mereces ser lo que dicen que eres, no sabes ni apreciarlo. Echaste a la basura tu humanidad y con ella la posibilidad de tener una vida normal, yo mataría por haber podido tener la oportunidad de poder elegir. Tú no sabes lo que has hecho. Te condenaste a una existencia sin final, y sin alma. Toda mi familia esta a tu servicio dándote todo lo que pueden y más. ¿Y tú qué haces? ¡Los haces sufrir con tus caprichos de adolecentes! ¿Por qué no te largas y nos haces un favor a todos? Al menos así podríamos volver a tener algo de tranquilidad…
Edward rugió ferozmente y se adelantó, pero Emmett se interpuso en su camino. Esme gritó y quiso detener a Edward pero Jasper la retuvo. Edward chocó con la espalda de su hermano y se detuvo aguantando con gran esfuerzo las ganas de estrangular a su hermana Rosalie.
— ¡Rosalie cállate, ya basta!
Emmett intentó agarrarla por la cintura pero ella se lo quitó de encima en una sacudida.
— Oh no, ni hablar, y tu menos que nadie puedes decirme lo que pueda o no decir. ¡Tú la alabas todo el tiempo! ¡Es Bella lanza bolas de fuego, Bella tiene un súper escudo, Bella esto, Bella lo otro y estoy harta! — le escupió ella, llevando sus manos al cielo con zarandeo — ¡No es más que una niña mal criada y caprichosa! Y tú la adoras por encima de mí… — afirmó ella con recelo.
Emmett dejó caer la cabeza, abatido, y yo empecé a respirar cada vez más deprisa. Un problema en sus vidas. No había dicho otra cosa que la verdad, aunque me dolía. La pareja siguió discutiendo, ajenos a mi estado de ánimo. Sentí mis ojos arder, y quise ser por una vez un vampiro normal y no llorar, pero no fue así y empecé a notar las lágrimas caer por mis mejillas.
El remolino de aire se concentró y se redujo en mí entorno. Apretándome como manos invisibles. Hadara me estaba abrazando. Consolando. Mi mirada captó el movimiento del agua y vi como se dibujaba un rostro en la superficie. Una mujer. Ella, deduje. Me incliné a ver mejor el rostro que se me mostraba. Fui como atraída. Y deseé desaparecer en el agua. No ser más una intrusa en la vida de los Cullen. Un velo translucido se deslizó sobre el agua, como una nube de vapor, fue cobrando vida y densidad. Casi parecía encontrarme en un baño turco. Fue elevándose poco a poco.
— Ven a mí — susurró el agua y moviendo los labios.
Extendí mi mano hasta casi alcanzar a tocar el agua, en ese momento una lágrima roja cayó de mi rostro y al tocar el agua, esta se volvió totalmente roja resplandeciente.
Di una mirada a Edward que seguía discutiendo con Rosalie y Emmett. No parecían percatarse de lo que ocurría. Jasper miraba sin ver nada, como si algo invisible me mantenía oculta. La niebla me ocultaba de ellos. O quizá era cosa de Zafrina, quien sabe. Vi a Alice salir de la casa y buscarme con la mirada asustada. Edward se envaró. Algo atrapó mi mano y tiró de mí con tal fuerza que caí al agua. Como si mi cuerpo pesara quinientos kilos me hundí hasta el fondo. Sentí la necesitada urgente de respirar aun sabiendo que no era vital. Me debatí contra manos invisibles que me apretaban cada vez mas fuerte e impedían cualquier movimiento de huida.
— No luches — oí la voz de Hadara en mi mente.
— ¿Qué quieres de mi? — le respondí con el pensamiento.
— Que confíes.
Esto es parte de mi vida también, no temas.
Conforme las barreras de mis defensas hacia ella fueron cayendo, sentí el agua burbujear. Subía la temperatura a una velocidad alarmante, demasiado rápido.
— Edward, sé que puedes oírme, estoy bien, que nadie entre en el agua y menos tu — le supliqué en mi mente con todas mis fuerzas.
Mi piel empezó a hormiguear de una manera rara. Empezó desde la punta de los pies y fue subiendo hasta llegar a mis rodillas, aun estando bajo el agua podía ver mi piel centellar contrastando con el color del agua. Mi pantalón se desmaterializó y mi camiseta llevó el mismo camino. El fuego fue subiendo hasta llegar a encender cada pelo de mi cabello, desde la raíz hasta las puntas. El aire que mantenía en mis pulmones hasta ese momento, se escapó cuando sentí un dolor agudo salir de mi espalda de dentro hacia fuera. El chirrido llegaba a mis oídos, atravesando cada célula de mi cuerpo de mármol, desgarrando la piel tan dura (lo estaba consiguiendo) y me pregunté cómo era eso posible. Algo estaba cambiándome desde dentro. Noté como mi cuerpo se alargaba milímetro a milímetro, como una lenta tortura infernal y deseé más que todo que Edward no oyera nada de esto. Sentí como nacía algo entre mis omoplatos y conforme iba saliendo y ensanchándose, dolía más.
Lo que fuera que estaba saliendo por mi espalda estaba dejándome un sabor amargo en mi garganta. Seguía con los ojos abiertos y miré hacia arriba, en la superficie lo veía a él. Se agitaba como si quisiera entrar a por mí. Alguien le retenía a la fuerza, probablemente Emmett. Pero algo cambio ahí también. La fuerza que se arremolinaba en torno a mi me soltó y me vi libré por unos segundos. Luchar contra mi propio peso no fue lo más difícil, alcanzar la superficie si lo fue. Cada movimiento era doloroso, pero no me rendí. Una masa muy oscura me obstaculizó el camino. Cuando intenté apartarla me di cuenta de lo que era, cabello, en gran cantidad y muy largo. El mío. ¿Pero cómo había podido crecer tan rápido? Me pregunté.
Seguí dando palmadas con desesperación, mi cuerpo iba moviéndose como al ralentí bajo el peso de mi propio cuerpo. Cuando estaba por alcanzar la superficie, algo me detuvo. Una pared. Fría. Tan fría como el hielo. Miré atónica como todo lo alto de la piscina se había congelado de golpe, dejándome así atrapada bajo ella.
Mi mano toco el muro de hielo y escuché golpes, ahí estaba Edward. Intentaba romper el hielo. Podía verlo perfectamente. La desesperación en su rostro me dolió. Otra vez lo estaba haciendo sufrir.
El agua debajo de mi burbujeó con más fuerza, y la temperatura se duplicó, podía sentirlo. Pero eso no pareció afectarle a la pared de hielo para mi gran desconsuelo. Seguí con mi mano el cristalino helero y no encontré nada, ninguna fisura, ninguna brecha. Vi como Edward se arrodillaba justo arriba de mi, colocó sus manos en donde estaba las mías. Casi podía sentir su piel. Me miró directamente a los ojos.
— ¿Bella, puedes oírme?
— Si — respondí en mi mente.
Él exhaló el aire de sus pulmones con alivio.
— Juro que encontrare la manera de sacarte de ahí. No tengas miedo.
— No lo tengo.
Observé como Emmett y Jasper se aproximaron a él y traían masas enormes. Comprendí que iban a intentar romper el hielo. Se pusieron a dar golpes en un lado de Edward que seguía mirándome.
— Lo siento,
no he traído más que problemas a tu vida, Edward.
Él negó con la cabeza.
— No digas eso. Has traído algo mucho más importante. Amor.
Presioné con más fuerza las palmas contra la pared de hielo. Estaba segura de que estaba llorando en ese momento aunque las lágrimas se mezclaban con el agua. Apreté los labios con fuerza cuando volví a sentir un nuevo empuje en mi espalda, el dolor fue tan insoportable que no pude evitar gritar y el agua entro en mi boca a borbotones. Edward gritó conmigo al escucharme en su mente mi grito de dolor.
— ¡Bella! — me llamó él con desesperación y se volvió hacia sus hermanos y les gritó — ¡Emmett, Jasper pegar más fuerte se lo suplico!
Los ruidos de los golpetazos se hicieron muy lejanos de repente. Una luz blanca empezó a parpadear en el fondo. Bajé la barbilla para ver que era, pero no había más que eso. Luz. Brillantes entre las burbujas de agua hirviendo. Y ahí es cuando las vi. Las alas. Tan largas que casi tocaban el suelo y muy anchas. Ladeé la cabeza hacia mi hombro y vi que nacían de mi espalada. Eso era lo que me estaba pasando. Estaba transformándome en… Hadara. ¿Un ángel? ¿Yo? ¡No!
— ¡No! No… no… ¡no puede ser esto real! — grité en mi mente.
La había visto a través de las visiones de Zafrina. Ella era mucho más alta que yo, su cabello era muy largo negro y sus ojos eran azules y, oh Dios mío… acaba de sentir crecer mis ¡pechos! Intente luchar con el agua, con lo que me sujetaba y cerré mis manos en puños cuando me sentí otra vez atraída hacia el fondo. No pude hacer nada más que dejarme llevar hacia la luz brillante. Esta me envolvió y su puso a parpadear más rápido que antes. Vislumbré algo entre la brillantez del agua y de la luz. Exactamente el origen de esta. Ahí había un objeto pequeño y redondo. Extendí mi mano hacia él y cuando hice contacto todo se detuvo, el tiempo, el aire que no podía ver pero si sentía, los cantos de los pájaros y los gritos desesperados de Edward allá arriba. Todo parecía estar como suspendido en el aire y ahí dejó de dolerme el cuerpo. Había terminado, estaba completa la transformación. No sabía cómo, pero lo supe.
Sabía con certeza que ahora si podría salir a la superficie. Tomé el objeto y con solo el pensamiento y el desearlo aparecí fuera de la piscina. El agua corrió por mi cuerpo y las alas se extendieron completamente, mostrando así el espectacular y majestuoso ser en el cual me había convertido.
Examiné mi nuevo cuerpo con sorpresa y algo de envidia. Era tan alta como Edward y mucho más definida, tenía el cuerpo de una mujer adulta y de unas curvas vertiginosas. Y eso incluía los pechos que habían crecido dos tallas más al menos. Fabuloso. El pelo negro los cubría enroscándose alrededor de mi torso y luego más abajo también, creando así una especie de mini short hecho de mi propio cabello. Curioso. Pero era lo que había. Tapaba mi desnudez al menos. Perfecto.
Tras inspeccionarme varios minutos, miré como todo seguía aun en suspensión. Pero antes de descongelar el tiempo abrí mi mano y llevé el objeto hasta la altura de mis ojos. Era un simple anillo, muy fino y de color cobre. Lo examiné y vi que había gravado algo pero no se parecía a nada que había visto nunca. En un impulso lo deslicé en mi dedo índice derecho, encajó a la perfección. Como si estaba hecho a medida solamente para mí.
Ahí algo me dijo que perteneció a Hadara. Y seguramente Eliam lo había dejado caer en la piscina y había manipulado a todos para que esto pasara. De seguro se había ganado mi antipatía. Vampiro manipulador o no, no le daba derecho a jugar conmigo.
Terminé con las especulaciones y me giré hacia Edward, él estaba en la misma posición que antes. Arrodillado sobre la placa de hielo de la piscina con las palmas extendidas sobre la cristalina pared.
— Tiempo has de volver a la normalidad — dije sintiendo las palabras correctas florecer en mi.
Como si de un reloj de cuco se tratara y la aguja se hubiera puesto a funcionar de nuevo, todo se reanimó. Los gritos de Edward, el aire soplando, los pájaros cantando y la vida misma.
— ¡Vamos pegar mas fuerte! Hay que sacarla de ahí, ya no la veo…— gritó Edward a sus hermanos.
— ¡Edward, estoy aquí! — exclamé con un murmullo de una voz muy melodiosa.
Todos se giraron hacia mí. Las exclamaciones de estupor se escucharon de todos ellos.
— ¿Bella? ¿Pero que te ha pasado?— preguntó Alice viniendo a mí.
— Hadara me ha cambiado, creo.
— ¡Esto es increíble! Estas tan… ¡sublime! Y con alas y todos. Hermosa.
Asentí sonriéndole con tristeza. Nadie más que ella se había acercado a mí. Podía notar las miradas de todos ellos, y la gran confusión de lo que acababa de ocurrirme.
— Alice, siento haber herido tus sentimientos antes. No era mi intención.
Ella se encogió de hombros con indiferencia.
— No es nada, pero me debes una verdadera salida de compras — respondió con una gran sonrisa.
Miro mis alas de punta a punta y levanto una ceja.
— Pero antes, habrá que esconder esas cosas.
— Por supuesto.
Ella se echó para atrás para examinarme mejor y ahí vi a Edward. Me evaluó con la mirada de arriba abajo con suma lentitud. Esperé pacientemente a que su mirada regresara a mis ojos, y luego curve mis labios un poco hacia arriba. Él respondió de la misma manera pero lo noté vacilante. Y mi garganta se apretó. Con un suave y calculado movimiento, las alas se replegaron en mi espalda como un abanico.
— ¡Hadara, mi reina, al fin te vuelvo a ver!
Eliam surgió entre los arboles a toda velocidad. No vi que le acompañaba nadie de los Denali. Se plantó ante mí y luego hizo una reverencia en toda regla. Enarqué una ceja muy molesta con él.
— No soy ella — expliqué con un tono seco — sigo siendo Bella y tu deberías haberme dicho que debía ponerme el anillo para transformarme en ella en vez de manipularme a tu antojo, ¡vampiro idiota!
Lo escuche jadear con su nariz al ras del suelo.
— Mil perdón mi señora… yo aun no acostumbro a esto y ansiaba demasiado volver a verla.
— ¿Y ahora, que más me espera, eh? ¡Habla antes de que me enfade! — le exigí saber.
— No te gustara verla enfadada créeme — aseguró Emmett.
Rosalie le siseó.
— Debe ir a la isla — indicó Eliam con la voz temblando.
No me hizo falta saber de qué isla hablaba. Era la isla de Hadara y Evan. La fuerza en mi se agitó y miré hacia al cielo. Si. Seguramente sería el camino más corto. ¿Pero sería capaz de hacerlo? Me estremecí en respuesta.
— Lo que Eliam no cuenta es que tienes que ir volando ya que es la única manera de llegar hasta ella.
Miré a Edward que pareció haber recobrado el habla de repente.
— Si, lo sé. Puedo sentir que algo dentro de mí me quiere empujar a hacerlo.
— ¿Entonces te vas? — lloriqueó Esme.
La miré y me acerqué a ella despacito. Tomé sus manos entre las mías y las apreté.
— Esme. Gracias por acogerme con tanto cariño en tu familia. Siempre te considerare como mi segunda madre, mi madre vampiro.
Ella se abrazó a mí y le devolví el abrazo apretando los dientes para no llorar también. Era un hecho de que me iba, no quedaba otra. No podía permanecer con mi estado actual en su mundo ni el de los humanos. Luego de separarme de Esme y pedirle que agradeciera también a Carlisle me acerque a Emmett.
— Eres el mejor hermano que nunca tuve — le dije con ternura, le empezó a temblar la barbilla como si fuera también a llorar, continúe — Gracias. Te echaré de menos hermano…
Antes de poder terminar ya me tenía atrapada entre sus brazos y aunque que casi media tan alta como él, eso no le impidió que me levantara en el aire. Con las alas incluidas. No pareció molestarle.
Al cabo de unos segundos me volvió a dejar en el suelo y escuche bufar a Rosalie. Me aproximé a ella. Anclé mi mirada en la suya.
— Ganaste. Ya no voy a ser un problema, volverás a tener la existencia tranquila sin que yo interfiera en ella para nada.
No respondió y se limitó a darme la espalda. Jasper fue otra cosa. Las palabras sobraban con él. Me limité a enviarle a él toda la gratitud que mi corazón sentía, era también como un hermano, más que eso. Y captó mis emociones al instante. Me envió de vuelta otras emociones, respeto, amistad, y admiración.
Tras eso me volví hacia Edward. Estaba vez con la garganta tan apretada que dudada el cómo despedirme de él.
— Voy contigo — afirmó él con seguridad.
Alcé la mirada hacia él. Ahora lucia completamente distinto.
— No sé a dónde me dirijo y lo que me voy a encontrar.
Un ápice de esperanza nació en mí viéndole tan seguro de sí mismo. Empezó a dar un paso en mi dirección, luego otro y escuché el crujir del hielo bajo su peso. Cedió antes de poder advertirle y se rompió engullendo a Edward en las aguas rojizas.
El miedo que sentí no era normal, en cualquier momento iba a salir de ahí riéndose, pero no lo hizo. Por mi mente paso una escena similar. La de Evan cayendo al océano enfurecido y ante el horror de eso, mis alas se abrieron en todo su esplendor y longitud. Y me precipite en el agua, me sumergí completamente hasta alcanzarlo. El agua ya no estaba caliente. Menos mal. Tomé su mano en la mía y se agarró con fuerza. Luego tiré hasta llevar su cuerpo hasta el mío y pasé mis brazos por su cintura, él lo hizo pasando los suyos por la mía y sin más agité las alas con la firme determinación de salir de allí volando. Y lo hice. Salí de ahí con Edward pegado a mí. No fue tan difícil como pensé, emergimos de allí y agité de nuevo las alas para impulsarme más alto y lejos del agua carmesí. Esto se sentía genial y sonreí. Las diminutas gotas de aguas salpicaron a todo el mundo.
— ¡Eh, Bella, atrapa esto! — me gritó Alice desde abajo.
Bajé la barbilla justo a tiempo de ver cómo me lanzaba una bolsa. Fue Edward quien la atrapó. Se la puso en bandolera asegurando así de que no se moviera. Luego me miró y dijo.
— Podemos irnos cuando quieras.
Quise gritar de la alergia pero me contuve.
— ¿Estás seguro de querer hacerlo?
Él me ofreció una sonrisa torcida y yo me maravillé de verla. Tenía muchos días sin verla.
— Absolutamente seguro.
Miré por última vez a los demás y luego a Alice y dije.
— Gracias.
Ella me sonrió.
— No sufras, nos volveremos a ver muy pronto. Y no se me olvida nuestra salida prevista.
Reí y luego miré de nuevo a Edward. El aire se arremolinaba en su pelo, alborotando así su sedoso cabello. Con un impulso suave nos elevamos en dirección al cielo encapotado de nubes oscuras. Pronto perdimos de vista el suelo firme, miré a Edward. Eso no pareció asustarlo nada. Lo tenía bien sujeto a mí, me aseguré de eso.
— No vas a dejarme caer — afirmó él.
Me perdí en sus orbes doradas.
— No lo permitiría, te tengo — le dije reajustando mis brazos entorno a él.
— Te amo, y donde vas tú, voy yo también.
Me sentí ruborizar violentamente y el sonrió.
— Entonces vamos.
Las alas respondieron al momento a mis deseos y empezaron a agitarse en el aire, azotando el viento con fuerza de arriba abajo y luego incliné mi cuerpo hacia adelante solo un poco y empezamos a avanzar. A lo primero no iba muy rápido, pero la mirada traviesa de Edward era todo un reto y sin más aceleré a su demanda muda. Pareció disfrutar más que yo de este extraño vuelo sobre las nubes que parecían algodón. Y me dejé guiar por el instinto y la fuerza que me impulsaba a ir más lejos en una dirección en concreto. Hacia la isla de Hadara y Evan.
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