Un amante de ensueño

Autor: BaaarbyGuffanti
Género: + 18
Fecha Creación: 08/07/2013
Fecha Actualización: 13/07/2013
Finalizado: NO
Votos: 5
Comentarios: 6
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Capítulos: 16

Una antigua leyenda griega.

Poseedor de una fuerza suprema y de un valor sin parangón, fue bendecido por los dioses, amado por los mortales y deseado por todas las mujeres que posaban los ojos en él. No conocía la ley, y no acataba ninguna.

Su habilidad en la batalla, y su intelecto superior rivalizaban con los de Aquiles, Ulises y Heracles. De él se escribió que ni siquiera el poderoso Ares en persona podía derrotarle en la lucha cuerpo a cuerpo. 
Y, por si el don del poderoso dios de la guerra no hubiera sido suficiente, también se decía que la misma diosa Afrodita le besó la mejilla al nacer, y se aseguró de que su nombre fuese siempre guardado en la memoria de los hombres.

Bendecido por el divino toque de Afrodita, se convirtió en un hombre al que ninguna mujer podía negarle el uso de su cuerpo. Porque, llegados al sublime Arte del Amor... no tenía igual. Su resistencia iba más allá de la de cualquier mero mortal. Sus ardientes y salvajes deseos no podían ser domados. Ni negados.

De cabello cobrizo y piel clara, y con los ojos de un guerrero, de él se comentaba que su sola presencia era suficiente para satisfacer a las mujeres, y que con un solo roce de su mano les proporcionaba un indecible placer. Nadie podía resistirse a su encanto.

Y proclive como era a provocar celos de otros, consiguió que le maldijeran. Una maldición que jamás podría romperse. Como la del pobre Tántalo, su condena fue eterna: nunca encontraría la satisfacción por más que la buscase; anhelaría las caricias de aquélla que le invocara, pero tendría que proporcionarle un placer exquisito y supremo.

De luna a luna, yacería junto a una mujer y le haría el amor, hasta que fuese obligado a abandonar el mundo.

Pero se ha de ser precavida, porque una vez se conocen sus caricias, quedan impresas en la memoria. Ningún otro hombre será capaz de dejar a esa mujer plenamente satisfecha. Porque ningún varón mortal puede ser comparado a un hombre de tal apostura. De tal pasión. De una sensualidad tan atrevida.

Guárdate del Maldito. Edward Cullen de Macedonia.

Sostenlo sobre el pecho y pronuncia su nombre tres veces a medianoche, bajo la luz de la luna llena. Él vendrá a ti y hasta la siguiente luna, su cuerpo estará a tu disposición. Su único objetivo será complacerte, servirte. Saborearte. Entre sus brazos aprenderás el significado de la palabra « ραяαíѕσ »

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Capítulo 15:

«νυєℓνє ¢ση тυ єѕ¢υ∂σ, σ ѕσвяє єℓ». Ésas fueron las palabras de su madrastra el día que lo agarró del pelo y lo echó de su casa para que comenzara el entrenamiento militar, a la tierna edad de siete años.
Su padre había sido aún peor. Un legendario comandante espartano que no toleraba muestras de debilidad. Ni de emoción. El tipo se había encargado, látigo en mano, de que la infancia de Edward llegase a su fin, enseñándolo a ocultar el dolor. Nadie podía ser testigo de su sufrimiento. Hasta el día de hoy, aún podía sentir el látigo sobre la piel desnuda de su espalda, y escuchar el sonido que hacía el cuero al cortar el aire entre golpe y golpe. Podía ver la burlona mueca de desprecio en el rostro de su padre.
—Lo siento— murmuró Bella sobre su hombro, devolviéndolo al presente.
Ella alzó la cabeza para poder mirarlo. Tenía los ojos grises brillantes por las lágrimas y parecían resquebrajar la capa que recubría su corazón, congelado desde hacía siglos por necesidad y por obligación.
Incómodo, Edward se alejó de ella.
—¿Te sientes mejor?—
Bella se limpió las lágrimas y se aclaró la garganta. No sabía por qué había ido Edward tras ella, pero había pasado mucho tiempo desde la última vez que alguien la consoló mientras lloraba.
—Sí— murmuró. —Gracias— Él no respondió.
En lugar de ser el hombre tierno que la abrazaba instantes antes, había vuelto a ser el Señor Estatua; todo su cuerpo estaba rígido y no daba muestras de emoción. Dejando escapar un suspiro iracundo, y pasó a su lado.
—No me habría puesto así si no estuviese tan cansada y quizás todavía un poco achispada. Necesito dormir—
Sabía que él iría tras ella, así que volvió resignadamente a su habitación y se metió en la cama de madera de pino, acurrucándose bajo el grueso edredón. Sintió cómo el colchón se hundía bajo el peso de Edward un instante después.
Su corazón se aceleró ante la repentina calidez del cuerpo del hombre junto al suyo. Y la cosa empeoró cuando él se acurrucó a su espalda y le pasó una larga y musculosa pierna sobre la cintura.
—¡Edward!— gritó con una nota de advertencia al sentir su erección contra la cadera. —Creo que sería mejor que te quedaras en tu lado de la cama, mientras yo me quedo en el mío—
No pareció prestar atención a sus palabras, puesto que inclinó la cabeza y dejó un pequeño rastro de besos sobre su pelo.
—Pensaba que me habías llamado para aliviar el dolor de tus partes bajas— le susurró en el oído.
Con el cuerpo al rojo vivo debido a su proximidad, y al aroma a sándalo que le embotaba la cabeza, Bella se sonrojó al escucharle repetir las palabras que le dijera a Ross.
—Mis partes bajas se encuentran en perfecto estado, y muy felices tal y como están—
—Te prometo que yo conseguiré que estén mucho, mucho más felices—
¡Oh!, no le cabía la menor duda.
—Si no te comportas, te echaré de la habitación— Entonces lo miró y vio la incredulidad reflejada en los ojos verdes.
—No entiendo por qué vas a echarme— le dijo.
—Porque no voy a utilizarte como si fueses un muñeco sin nombre, que no tiene más razón de ser que servirme. ¿De acuerdo? No quiero tener ese tipo de intimidad con un hombre al que no conozco—
Con una mirada preocupada, Edward se apartó finalmente de ella y se tumbó en la cama.
Bella respiró profundamente para intentar que su acelerado corazón se relajara, y poder apagar el fuego que le hacía hervir la sangre. Resultaba muy duro decirle que no a este hombre. *¿Crees realmente que vas a ser capaz de dormir con este tipo a tu lado? ¿Es que tienes una piedra por cerebro?*
Cerró los ojos y recitó su aburrida letanía. Tenía que dormir. No había sitio para los «у ѕι...» ni para los «ρєяσ...». Ni tampoco para Edward.
Él colocó las almohadas de modo que le sirvieran de respaldo, y miró a Bella. Ésta iba a ser, en su excepcionalmente larga vida, la primera vez que pasara una noche junto a una mujer sin hacerle el amor. Era inconcebible. Ninguna lo había rechazado antes.
Ella se dio la vuelta en aquel momento y le dio un mando a distancia, como el que le había enseñado en la sala. Apretó un botón y encendió la televisión, después bajó el volumen de la gente que hablaba.
—Esto es para la luz— dijo apretando otro botón.
De inmediato, las luces se apagaron, dejando que fuera el televisor el que iluminara débilmente las sombras de la habitación.
—No me molestan los ruidos, así es que no creo que me despiertes— le dio el mando a distancia. —Buenas noches, Edward de Macedomia—
—Buenas noches, Isabella— susurró él, observando cómo su sedoso cabello se extendía sobre la almohada, mientras se acurrucaba para dormir.

Capítulo 14: Capítulo 16:

 


 


 
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