Isabella miraba embelesada el paisaje a su alrededor, mientras las ráfagas de viento hacían bailar los caprichosos rizos que se soltaban de su peinado. Mientras Jasper conducía su magnifico tándem a lo largo de las polvorientas y casi desiertas calles que se entrecruzaban en el bosque.
-Disfruta del paseo, señorita Vulturi? -Le pregunto Jasper jubiloso.
-Si, los caballos son muy divertidos -repuso Isabella.
-Debió permitir que Jasper llevara su Peugeot -comento Lord Cullen secamente-, así, no le molestaría tanto el polvo y no se le arruinaría su peinado.
-Los caballos son mas divertidos -repitió Isabella. Jasper río.
-Además se siente muy bien, el viento rozando la cara... es como si fuéramos mas rápido -continuo Isabella después de un momento.
-Es lo que yo siempre digo, no hay nada como una buena carrera por el bosque -dijo Jasper ofreciendo una sonrisa a la joven- Incluso me imagino volando un aeroplano.
-Un aeroplano! -Exclamo ella.
-Estuve conversando anoche con un sujeto llamado Gustav Hamel -siguió diciendo Jasper-. Esta decidido a derrotar a Blériot y a llegar a Inglaterra en la mitad del tiempo. Sabes, Edward, es una idea Interesante. Quizás todos volemos en pocos años.
-Que maravilla! -dijo Isabella-. Recuerdo como nos emocionamos mamá y yo al leer que monsieur Blériot había cruzado el canal.
Los franceses siempre parecen estar a la cabeza de los demás países.
-No siempre! -repuso Jasper-. Aun hay vida en el antiguo león. Estas de acuerdo, Edward?
-Eso espero -repuso Lord Cullen con firmeza-, pero tenemos que aceptar que los franceses nos han tomado la delantera en lo que respecta a los progresos aeronáuticos.
-Me encantaría conocer a monsieur Blériot -dijo Isabella-. Alguno de ustedes lo conoce?
-Yo puedo presentarle a Gustav Hamel, quien a su vez la presentara a Blériot -dijo Jasper-, y también hay un Ingles que ha logrado bastante en la aviación; Claude Graham-White. Lo conoces, Edward?
-Si, en efecto -repuso Lord Cullen-. Pero creo que el día que las damas lleguen a surcar el cielo esta muy lejano.
-No sea tan pesimista -repuso Isabella-. Si habla de esa forma me uniré al Movimiento Sufragista y abogaré por los derechos de la mujer.
-Esa es la tontería mas grande que he escuchado -dijo Jasper. Las mujeres se están volviendo un maldito fastidio, disculpe la expresión, Isabella. Lanzan gritos a las puertas del parlamento y se atan a las verjas. Hacen que uno se avergüence del bello sexo!
-En lo personal, yo no deseo el voto -agrego Isabella-, pero creo que a las mujeres se les trata mal. Siempre deben obedecer ordenes, primero de sus padres y después de sus maridos. Una mujer nunca tiene la oportunidad de pensar por si misma o hacer lo que desea.
-Yo le permitiría hacer lo que quisiera -musito Jasper.
-Usted es muy amable -repuso Isabella con gentileza-, pero hoy no hubiera podido salir si mi tía se hubiera negado.
-Que la hizo cambiar de opinión? -pregunto Jasper, guiando el tándem con gran habilidad a través de los automóviles estacionados.
-No me lo imagino -se apresuro a decir ella, sin deseos de ahondar en el tema-. Tal ves se debe a que las mujeres somos volubles.
-Eso debemos decirlo nosotros -río Jasper-. Siempre me han parecido así. Que piensas tu, Edward?
A Lord Cullen no parecía interesarle la conversación y en vez de responder pregunto:
-Que piensa de los caballos de Jasper, señorita Vulturi? Esta de acuerdo a que se acoplan perfectamente?
-Por supuesto que si. Y creo que es maravilloso que el señor Whitlock los conserve en lugar de andar en uno de esos ruidosos y malolientes automóviles. Sin embargo, todo el mundo en París los tiene.
-Excepto los tontos -agrego Lord Cullen bromeando-. Pero aun la gente elegante sigue aferrado sigue aferrada a la riendas. Vera varios tándems rivalizando con el de Jasper y excelentes tiros de caballos.
-Estoy muy contenta de ir en carruaje -dijo Isabella sonriendo.
-De verdad? -pregunto ansiosamente Jasper-. Es muy estimulante que me diga eso. No recibo muchos cumplidos en estos días y valoro mucho los que me dicen.
-No lo aliente -dijo Lord Cullen con fingida serenidad-. Si lo hace, querrá conducir un carruaje de seis plazas, y solo Dios sabe como nos comprimiremos para cruzar el Arco del Triunfo.
Isabela río; se divertía mucho mas de lo que había imaginado. Era agradable pasear en aquel elegante y a la ves absurdo vehículo que se elevaba por encima de las cabezas de los transeúntes, y sentada, se dijo para si: entre dos de los hombres mas apuestos del mundo.
Se había puesto el mas cómodo y a la ves hermoso de sus vestidos para la ocasión y sabia que aquel crepe rosado ribeteado con cintas azul celeste en el cuello, en las muñecas y a ambos lados del cinturón, le centava a la perfección. El sombrero casi infantil, adornado con una guirnalda de rosas, enmarcaba bellamente su rostro, en el que se destacaban sus brillantes ojos.
Lo que no le agradaba mucho, era la gente que se volvía a mirarla.
-Estoy tan feliz! -exclamo dejando a un lado las miradas indiscretas. Lord Cullen, que advirtió su entusiasmo, la miro sonriendo.
-Estoy empezando a pensar que usted puede ser feliz con poca cosa -dijo.
-También por poca cosa se puede ser desdichada -repuso ella-. De algún modo, uno se las arregla para superar los grandes desastres y catástrofes en la vida, pero aveces las pequeñeces nos derrumban.
Su vos se quebró al decir esto y el se sintió culpable. Estaba molesto por que Jasper lo conmino a representar un papel de tonto, pero ahora su mal humor desapareció y decidió ser amable.
-Debes venir con migo -había insistido Jasper-. Sabes que la duquesa no perderá a Isabella de vista a menos que se convenza que tu nos acompañas. Después pensaremos en otra cosa, pero por esta ves se buen primo, Edward, y permíteme escribir para avisarle a la buena mujer que mañana por la mañana ambos recogeremos a la pequeña Isabella.
-Por que debo ser el alcahuete de este juvenil romance? -había preguntado lord Cullen con amargura.
-Tan solo por que no abra tal romance ni nada que se le parezca si no me ayudas -repuso Jasper quejumbroso.
Era imposible enojarse ante una franqueza tan evidente y al final, Lord Cullen había reído, consintiendo en completar lo que el llamaba: "el tercero entrometido".
Pero cuando llego el momento de salir, le molesto no poder jugar al polo. Sin embargo, al ver a Isabella bajar corriendo la escalera de la Casa Forks, adorable como un capullo a punto de florecer, no pudo resistirse a su encanto y a la felicidad que la embargaba por que la llevaban a pasear.
-Tuvimos una fiesta horrible anoche -comento-. No me explico por que no vinieron.
-A una fiesta horrible? -pregunto Jasper-. Con seguridad no desea que lo hubiéramos hecho.
-No hubiera sido tan desagradable si ambos hubieran estado allí.
Ya había olvidado las duras palabra que Lord Cullen profirió la noche del sábado y que la enviaron a la cama llorando. Solo podía recordar que aquellos dos ingleses eran sus amigos y que eran las únicas personas con quienes podía hablar con confianza. Su tía mantenía amistades que iban y venían de comida en comida, pero todos se comportaban muy extraño y la hacían sentir extraña.
-Por que fue tan horrible? -pregunto Lord Cullen con vos grave.
Ella volvió su pequeño rostro alargado hacia el.
-Me gustaría poder responder a esa pregunta -respondió-, porque yo misma me pregunto que estuvo mal y no puedo encontrar la respuesta. Los invitados se portaron de un modo muy extraño y tía Rene me envío a la cama temprano, en realidad en cuanto termino la cena.
-No me diga que no le gustaron esos franceses de ojos oscuros -bromeo Jasper-. A todas las mujeres les fascinan los latinos por sus empalagosos y extravagantes cumplidos.
-No se les puede creer -dijo ella despreciativa-. Ni siquiera se sabe si son sinceros.
-Y yo? Le parezco sincero cuando le digo uno? -pregunto Jasper.
-Creo que los piropos por, lo general, resultan desconcertantes. Y no todos los franceses son jóvenes y apuestos. Anoche vino a cenar un hombre espantoso; no pude tolerarlo.
-Quien era? -pregunto Jasper.
-Creo que se llama Vladimir. Un hombre feo casi calvo, de piel grasienta y pasado de peso. Y pueden creer que el Barón nos dijo a tía Rene a mi que fuéramos muy amables con el?
-Vladimir, dijo? -pregunto Lord Cullen con vos incisiva.
Como si adivinara que había sido indiscreta Isabella no contesto.
-Si -respondió indecisa-. Creo que era Vladimir Fisher, pero no debí hablar así de el. Debe ser una buena persona.
-No tiene que fingir con nosotros -dijo Jasper, chasqueando expertamente el látigo, somos compatriotas y amigos, al menos eso espero y seria triste que no fuéramos francos unos con otros. Cuéntenos todo acerca de monsieur Fisher. Lo que diga quedara entre nosotros; ni Edward ni yo somos chismosos.
A Isabela no le paso desapercibida la mirada de camaderia que le dio Jasper a Edward, aunque fue muy discreta. Casi n o movió la cabeza al mirarle sobre el hombro.
-Estoy segura que no, pero me parece impropio y descortés hablar mal de uno de los invitados de tía Rene, sobretodo de un hombre tan importante.
-Por que es tan importante? -pregunto Lord Cullen.
-En realidad no lo se -repuso ella evasiva.
No iba a contarles como el Barón había llegado al recibidor antes de la cena diciendo:
"-Invite a Vladimir Fisher, esta noche. Muéstrese efusiva con él, Rene, el la adora.
-No ese terrible hombre de nuevo! -había exclamado la duquesa-. Es usted muy cruel con migo, Barón! Sabe como se emborracha y cuanto me desagrada, al extremo de que después de su ultima visita, decidí advertir al mayordomo que en el futuro no estaría en casa para monsieur Fisher.
-No hará nada por el estilo! -había sido una orden drástica.
-Vladimir Fisher es una persona importante -continuo diciendo él Barón-, muy importante para mi; y esta avergonzado, porque su comportamiento en la cena pasada la enfado. Me explico que como había tenido exceso de trabajo comió muy poco y debido a ello, su vino, su excelente y costoso vino, mi querida Duquesa, lo hizo desvariar -Dijo esto con una encantadora sonrisa mirándole a los ojos.
-No me interesan sus disculpas -había contestado su ti-. Es un hombrecillo pendenciero. Siempre tengo la impresión que dice una cosa cuando intenta decir otra . Además tiene manos blandas y sudorosas.
-Insisto en que sea amable con él -dijo el Barón lacónico. Isabella sentada en un extremo de la habitación, encontró impertinentes aquellas palabras.
-Y si me niego? -había escuchado preguntar a su tía.
La duquesa había elevado el mentón y miraba desafiante al Barón.
Aquella noche lucia muy bella; apenas se advertían las arrugas y la flacidez del rostro bajo la tenue luz del recibidor. Brillaban grandes diamante en un collar que rodeaba su cuello y el vestido que llevaba había sido confeccionado con esmero para favorecerla al máximo, disimulando la gordura adquirida con los años.
Isabella había descubierto que se necesitaba una gran cantidad de corsés para fajarla antes de que Jessica y las otras doncellas la metieran literalmente en los vestidos.
El Barón no había respondido a la pregunta de la duquesa.
Entonces, ella golpeo el suelo impaciente con uno de sus menudos pies calzados de satén, y el diamante de la hebilla centelleo.
-Y bien? Supongamos que me rehúso.
El Barón dio un paso hacia ella.
-Entonces mi querida Rene -dijo con lentitud, olvidándose del tratamiento formal-, entonces tendré que llevarlo a otro sitio.
Su tono era amenazante, e Isabella vio encogerse consternada a su tía, como si la hubiera golpeado.
-No Sioba, no! No me harías eso! Por supuesto, solamente bromeaba. Seré amable con monsieur Fisher. . . seré encantadora con él . . . te lo prometo.
-Así me parece mejor! -la vos del Barón resonó triunfal y antes que pudiera añadirse nada, el ronco sonsonete del mayordomo anuncio:
-Monsieur Vladimir Fisher.
Isabella comprendió de inmediato por que su tía le tenia aversión.
No parecía Frances: hinchado, grasiento, se asemejaba mas a uno de los sapos lacayos de la historia de "Alicia en el País de las Maravillas"
-Deslizándose por el pulido piso, monsieur Fisher tomo la enguantada mano de tía Rene y la cubrió de besos.
-Discúlpeme -dijo en Frances-. Me disculpo y me postro a sus pies, madame. Fui un tonto, un ingrato. Mi buen amigo, el Herr. Barón, dice que usted me ha perdonado.
-No volvamos a hablar de eso -repuso tía Rene.
-Es usted encantadora un verdadero ángel -dijo Vladimir Fisher arrobado, con vos efusiva.
"Es un hombre ridículo", pensó Isabella y después de ver la expresión de sus ojos, la recorrió un escalofrío. "Es malvado", concluyo para si y respiro aliviada cuando, en la mesa se centava muy lejos de ella, al lado derecho su tía.
El bebió mucho durante la cena, aunque sin llegar a emborracharse. Isabella tubo la sensación de que ensombrecía la reunión con su presencia. No era lo que decía, sino la manera como miraba. "Es malvado" se repitió mil beses durante la velada. . ."
-Conozco a monsieur Fisher -decía Lord Cullen con vos suave-, y le aconsejo que no se cruce en su camino. Como usted misma dice, tiene un temperamento desagradable.
-Entonces no estaba equivocada -musito Isabella-. Percibí algo siniestro en su presencia.
-Manténgase alejada de él -insistió Lord Cullen.
-No puedo comprender por que le agrada tanto al Barón -agrego hablando mas para si misma que para sus compañeros-, pero el casi siempre prefiere a la gente rara.
-Parecen amigos? Quiero decir, el Barón y monsieur Vladimir Fisher.
-Oh si, bastante! El Barón estuvo muy atento con él. Toda la noche preocupándose de si se divertía, de como se portaba con el mi tía y justamente cuando me iba a dormir, vi como dejaba de bailar con ella para cedérsela a monsieur Fisher. Se que a ella no debe haberle agradado eso.
Isabella cayo, temiendo ser indiscreta de nuevo. Se preguntaba por que Lord Cullen se veía tan interesado en ese horrible sapo Frances.
-Pero yo no debería hablar así -se apresuro a decir-. Olvídenlo, por favor olvídenlo.
-No tiene ninguna importancia -repuso Lord Cullen en tono conciliador, pero ella presintió que el si la tenia. Había una nueva expresión de alerta que no tenia al principio del paseo e Isabella creyó adivinar una mirada de advertencia en sus ojos mientras miraba a Jasper por encima de su cabeza. Aunque podría estar equivocada.
Rodearon el bosque y al final se detuvieron en un restaurante en el centro, donde coloreadas sombrillas se alzaban sobre pequeñas mesas en el jardín. Había barias personas sentadas, saboreando sus aperitivos.
-Que lindo es esto! -exclamo ella. Lord Whitlock la ayudo a bajar del carruaje y en aquel momento mientras cruzaban la puerta blanca de la entrada, vio al un anciano vendedor de flores.
-Bonjour, monsieur -exclamo el viejo cuando pasaron a un lado, dirigiendo su mirada a Lord Cullen quien pareció reconocerlo. Isabella se detuvo.
-Que bien huelen los Lirios del Valle! -exclamo.
Los labios de Lord Cullen se curvaron en una sonrisa sarcástica. El pequeño gorrión británico podría parecer inocente, pero conocía muy bien las triquiñuelas del oficio, aunque dudo que fuera tan lista como las otras para regresar mas tarde por su comisión.
-Le comprare algunas -dijo Jasper con vehemencia.
-No, no! Permítame tener ese privilegio -exigió Lord Cullen en tono irónico.
Isabella los miro a los dos con ojos muy abiertos.
-Por favor, no deseo que compren nada. No pude evitar el comentar acerca de la fragancia de los lirios. Verán, es que en casa teníamos un cantero lleno de ellas y eran las flores favoritas de mamá.
Jasper no parecía escucharla. Saco una moneda de oro del bolsillo, pero se dio cuenta de que era todo el cambio que tenia.
-Yo las comprare -dijo Lord Cullen de buen humor, aun no muy convencido de la explicación de la joven. Y añadió en voz baja sin que Isabella lo oyera-: ve a buscar una buena mesa, Jasper, creo que a beses nos dora demasiado la píldora.
-Yo creo todo lo que me dice -exclamo Jasper.
-Estoy seguro de eso -exclamo Edward divertido-. No pelees con migo, querido amigo. Hago un gran esfuerzo para estar con tigo esta tarde.
-En ningún momento dejo de agradecértelo -dijo Jasper apresurándose tras Isabella.
Escogió una mesa bajo las sombras de un naranjo, al lado de una pequeña fuente decorativa.
-Que le gustaría beber? -le pregunto a Isabella.
-Champaña? Santo Dios, no! No podría beber champaña a esta hora del día -dijo riendo-. Podrías conseguirme una tasa de té?
-Es difícil pero tratare -dijo Jasper.
Lord Cullen continuaba comprando los Lirios del Valle. Jasper se inclino hacia Isabella y le dijo:
-Mientra mas la miro, mas adorable me parece. Dios santo, estoy contento de que haya podido venir esta tarde! Tenemos que hacer planes usted y yo.
-Planes acerca de que?
-Sobre como vamos a vernos -repuso él-. No podré pedirle a Edward que nos acompañe cada ves. El tiene sus propios intereses.
-Que clase de intereses?
-En realidad, ahora esta un poco mas libre -le confío Jasper-. Tuvo una pelea con su "chere amie".
-Que significa eso?
-Pensé que usted hablaba Frances -dijo el extrañado-. Ya sabes, su amiguita. Es también muy bonita.
-Quiere decir que esta comprometido?
-Oh, claro que no! Usted no es tan ingenua! Desde luego que no tiene tal intenciones de casarse con Tanya. Es una chica de la Vida Alegre; Paris esta lleno de ellas. Una noche pídale a su tía que la lleve al Maxim's; allí las vera en abundancia.
A Isabella se le encendió el rostro. Así que Lord Cullen tenia una "chere amie". No se lo hubiera imaginado. Siempre la había visto solo, pero naturalmente, no era probable que Tanya frecuentara una de las fiestas de su tía. Sin saber por que se sintió como si le hubieran ocultado el sol.
Se reprendió por ser tan tonta. Era obvio que hombre como Lord Cullen, y de seguro también el señor Whitlock tuviera amantes francesas que los entretuvieran y quienes llevaban a cenar. Que ingenua debió parecer al señor Whitlock al hablar de matrimonio.
Desde luego, sabia que habían mujeres que no eran recibidas entre gente respetable, mujeres alegres, astutas y a quienes los hombre encontraban muy atractivas. Sin embargo, Lord Cullen le había parecido tan correcto y formal que no esperaba que fuera lo que su padre llamaba "un hombre con doble vida". Sintió repentina curiosidad por saber como era Tanya. Que admiraba Lord Cullen en una mujer, que atractivo buscaba?
Tendría el señor Whitlock, también una? Comprendió que seria muy impropio preguntar al respecto o mencionarlo siquiera. Como hubiera dicho enérgicamente su madre: "La damas no deben hablar de esas cosas ni de esa clase de gente".
Jasper ya se había olvidado del asunto, interesado en el suyo propio.
-Cuando podré verla? -insistió-. Podríamos escapar esta noche? La esperaría a una distancia prudente y podríamos ir a divertirnos en algún sitio. Le encantaría el Moulin Rouger! A veces es un poco ruidoso, pero yo la cuidaría.
-Jamás haría una cosa así! Sabes bien que tía Rene accedió al fin a dejarme salir con usted, siempre que Lord Cullen nos acompañara.
-No he sugerido que hablara con su tía -dijo Jasper exasperado-. Por que debía saberlo ella? Ella la envía temprano a la cama; escápese y me busca. Seria muy fácil. Cuando este en su apogeo una de sus ruidosas fiestas, nadie la escucharía, Aunque pusiera una bomba!
-No podía, de verdad, no podía -protesto Isabella. No entendía por que el señor Whitlock continuaba presionándola para que hiciera cosas incorrectas y desobedeciera a una persona mayor como su tía Rene, que había sido tan buena con ella.
Antes de que pudiera agregar nada mas, Lord Cullen se acerco a la mesa con un enorme ramo de lirios del valle, todos los que el anciano tenia a la venta.
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