El jardín del castillo era un mundo perfecto para celebrar una nueva boda, lleno de vida, de perfumes y de colores brillantes. La terraza estaba cubierta de mesas con manteles blancos sobre las que se amontonaban las fuentes con comida y numerosas botellas de vino de la región.
El castillo había cedido para la ocasión su mejor vajilla y la plata y el cristal tallado refulgían con el orgullo de su antigüedad bajo la luz del sol. Y el pueblo, observó Bella, lo aceptaba como su derecho. Ellos pertenecían al castillo y éste les pertenecía a ellos. La música se elevaba por encima del murmullo de las voces y las risas; las dulces y alegres cuerdas de los violines armonizaban con el sonido de las gaitas.
Bella observó desde la terraza el primer baile de los novios ya como marido y mujer, una danza típica de Bretaña, llena de encantadores y atrevidos movimientos, y Alice coqueteaba con su esposo con inclinaciones de cabeza y ojos burlones mientras los invitados lo celebraban jubilosamente. El baile continuó, cada vez más animado, y Bella se vio empujada hacia la multitud por un Mike encantadoramente resuelto.
-Pero yo no sé cómo bailar esta danza -protestó ella, incapaz de impedir la risa que le provocaba la insistencia de Mike.
-Yo te enseñaré -contestó él simplemente, cogiéndole ambas manos-. Edward no es el único instructor de este lugar.
-Mike inclinó la cabeza al advertir la expresión de Bella-. ¡Ajá! Ya me lo figuraba.-La expresion de ella se hizo más elocuente ante la ambigüedad de sus palabras pero él se limitó a sonreír, alzó una mano hasta posarla sobre sus labios y añadió-. Ahora daremos un paso hacia la derecha.
Atrapada en su primera lección de baile y luego en el placer de la música y los diferentes movimientos que aquella sugería, Bella sin tió que las tensiones acumuladas en los días precedentes comenzaban a desvanecerse. Mike era atento y encantador, bailaba con ella y luego desaparecía para regresar con sendas copas de champán. En una ocasión Bella descubrió a Edward bailando con una graciosa y menuda Angela y una nube de desasosiego amenazó su radiante sol. Se volvió rápidamente porque no deseaba verse sumida nuevamente en un pozo de depresión.
-Lo ves, chérie, ya bailas con absoluta naturalidad -dijo Mike cuando la música cesó.
-Seguramente son mis genes bretones los que han acudido a rescatarme
-¿De modo -la reprendió él con aire divertido- que no otorgas ningún mérito a tu instructor?
-Por supuesto que sí -Bella sonrió e hizo una pequeña reverencia-. Mi instructor es encantador y muy hábil.
-Es verdad -convino él y sus ojos azules desmintieron la solemnidad de su tono-. Y mi alumna es hermosa y encantadora.
-Es verdad -convino ella a su vez y, echándose a reír, enlazó su brazo con el de Mike.
-Ah, Edward -la risa de Bella se congeló cuando vio que Mike miraba por encima de su cabeza-, he usurpado tu papel como instructor.
-Parece que ambos estáis disfrutando con el cambio. Al oír la helada cortesía de su voz, Bella se volvió hacia él cautelosamente.
Edward tenía un increíble parecido con el conde aventurera y contrabandista cuyo retrato colgaba en una de las paredes del castillo. Llevaba la camisa blanca descuidadamente abierta para revelar la fuerte y morena columna de su cuello, y el chaleco sin mangas constituía un asombroso con traste. Los pantalones negros estaban embutidos en un par de botas de cuero y Bella llegó a la conclusión de que su aspecto era más peli groso que elegante.
-Una alumna deliciosa, mon ami, y estoy seguro de que estarás de acuerdo conmigo.
-La mano de Mike descansaba naturalmente sobre los hombros de Bella mientras sonreía al rostro impasible de Edward-. Tal vez te apetezca comprobar las bondades de mis lecciones.
-Desde luego. Edward aceptó la sugerencia con una leve Inclinación de cabeza. Luego, con un ademán elegante y anticuado alzó una mano con la palma hacia arriba invitando a que Bella apoyara la suya.
Ella dudó por un instante, temiendo y anhe lando el contacto con su piel. Entonces, advir tiendo una mirada desafiante en sus ojos verdes, apoyó la palma de su mano con graciosa elegancia. Edward se movió al compás de la música siguiendo con facilidad los pasos de la antigua fianza. Con las parejas girando, inclinándose y uniéndose brevemente, el baile comenzó como una confrontación, una contienda formalizada entre el hombre y la mujer.
Sus miradas se encontraron: la de Edward era confiada y descarada, la de Bella desafiante, y ambos se movieron describiendo círculos alternativos y rozando las palmas de sus manos. Cuando el brazo de Edward le enlazó la cintura, Bella echó la cabeza hacia atrás para no desviar la mirada, ignorando el súbito estremecimiento provocado por el roce de sus muslos.
Los pasos se hicieron más rápidos con la música, la melodía se tornó más exigente, la antigua coreografía de la danza se volvió más seductora y el contacto de los cuerpos se prolongaba con el juego galante. Bella mantuvo el men tón alzado con expresión insolente y sus ojos brillaban desafiantes, pero sintió que una ola de calor subía por su cuerpo cuando Edward acentuó la presión de su brazo en su cintura, ciñéndola a él en cada nuevo giro.
Aquello, que había comenzado como un duelo, era ahora una forma de total seducción y ella sintió que su fuerza silenciosa se apoderaba de su voluntad con misma seguridad que lo hubieran hecho sus labios. Sosteniéndose apenas en un precario control de sus emociones, retrocedió un paso buscando la seguridad que podía proporcionarla la distancia.
El brazo de Edward volvió a ceñirla contra su cuerpo y, con absoluta impotencia, sus ojos buscaron la boca que rondaba peligrosamente sobre sus labios ansiosos. Su boca se abrió, como protesta y también como invitación, y la de Edward descendió hasta que ella pudo saborear su aliento en su lengua. Cuando la música cesó, el silencio fue como un trueno y Bella observó asombrada a Edward cuando él apartaba la promesa de su boca con una sonrisa victoriosa.
-Hay que felicitar a tu profesor, Bella -dijo. Sus manos abandonaron su cintura y, con un leve reverencia, se marchó dejándola sola.
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LO SIENTO YA SE ES MUY CORTO PERO SUBIRE PRONTO.
BSS
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