Corazón de diamante(+18)

Autor: kelianight
Género: Sobrenatural
Fecha Creación: 18/08/2010
Fecha Actualización: 21/11/2010
Finalizado: SI
Votos: 9
Comentarios: 42
Visitas: 40136
Capítulos: 26

 

Bella se convierte en vampiro por amor y una profecía olvidada se vera cumplida… ¿Podrá Edward, convivir con la culpa que siente al ver que Bella perdió su alma por el? Solo el tiempo lo dirá o no…

Los personajes les pertenecen a Stephenie Meyer y el fic es de Crisabella Cullen, que me dio permiso para publicarlo aqui.

 Su beta es Darla gilmoe

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Capítulo 14:

Los personajes les pertenecen a la gran Stephenie Meyer.

 

 

 

El día transcurrió mientras los Cullen seguían en sus quehaceres cotidianos, los cuales implicaban casi al cien por cien, aparentar vivir como humanos. Los Denali charlaban con Carlisle, Edward y Jasper en el comedor tranquilamente. Emmett jugaba en la Play a su nuevo juego de coches de carreras. Rosalie, ella se miraba en un espejo si su pelo seguía perfecto. Esme disponía flores en un jarrón con delicadeza y buen gusto, y yo intentaba fingir leer un libro, pero en verdad observaba a Eliam.

Lo que dijo Edward de él me tenía inquieta. Me quería para ser su pareja, para así poder manejar el mundo vampírico. Absurdo. Por mucho que él pensara que yo era no sé qué reina o la única verdadera inmortal, eso no me hacía de la realeza. Y además yo era la pareja de Edward. Y si pretendía separarme de él, le chamuscaría el trasero.

El chasqueo de lengua de Alice me hizo girar la cabeza en su dirección. Su mirada de pocos amigos era una clara advertencia que decía "deja de mirarlo o sospechará". Asentí algo avergonzada.

Edward apareció al lado de su hermana en un parpadeo.

— Ya se puede abrir — dijo Alice.

— ¡Jo! Ahora que estaba por batir mi propio récord— refunfuñó Emmett.

— Puedes seguir luego, Emmett — le indicó Esme.

Me acerqué a Edward y miré como Alice abría el manuscrito con suavidad y precaución extrema. El papel se veía amarillento y en algunos puntos mucho más oscuro. El paso de los años y el maltrato del tiempo no lo había mantenido muy bien.

Todos vinieron y se sentaron a la mesa. Esperaban a que Edward empezara a leer. Mi novio tomó asiento indicándome que me sentara en su regazo, lo que hice. Miré como él giraba la primera página con la misma precaución que su hermana.

— ¿Pone de qué siglo es? — le preguntó Carlisle a su hijo.

No escuché la respuesta ya que de repente sentí a Hadara. Estaba aquí y supe que quería entrar en mi cuerpo. Cerré los párpados cuando percibí su fuerza, o su espíritu, flotando en el aire, suave y tímido. Pude sentir una caricia en mi antebrazo que me puso los pelos de punta. Tenía la impresión de estar como en una nube. Extrañamente era como estar aquí y en otro lugar al mismo tiempo. Podía oler el viento que no soplaba aquí. El frescor de la noche, el susurro de las aves migratorias.

— Esta aquí. Hadara. Puedo sentir sus emociones.

La voz de Jasper resonó en mi mente, pero no lo ubicaba. Como si mis párpados pesaran demasiado después de haber dormido en días, no pude abrirlos. Me tensé y sentí los brazos de Edward ceñirse entorno a mí.

— Se bienvenida, Zafrina — dijo Carlisle de repente.

Edward contuvo un gruñido pero noté su pecho levantarse con rapidez, como si respirara más deprisa. ¿Qué quería Zafrina? Intenté de nuevo abrir los ojos pero no pude.

— He venido porque me obligó… ella. Debo mostrarles lo que quiere que vean, Hadara — Zafrina habló de una manera muy molesta. Se notaba que no quería estar aquí —. Bella, no te resistas. Deja que entra en ti — me indicó con calma.

— ¡No! — exclamé aterrada de repente.

El fuego se agitó en mi interior y mi estado de nerviosismo estaba haciendo peligrar mi dominio sobre él. No quería que Hadara se apodara de mí nuevamente y le volviera a hacer daño a Edward, ni a nadie. Empecé a respirar más deprisa y mis dedos se crisparon agarrando a su paso la camisa de Edward.

— ¿Deberíamos alejarnos? — escuché débilmente la voz de Tanya.

— No. No va a ocurrir nada, lo he visto — afirmó Alice.

La presencia de Hadara se hizo más fuerte, llenando la instancia de un aroma a océano, flor de azar y jazmín.

— ¿Alguien se a echado perfume? — preguntó Emmett.

— Es la esencia de Hadara. Su olor es único.

Eliam parecía emocionado. Pude notar como cada célula de mi cuerpo se conectaba a ella, como anhelándola. Sentí la mano de Edward acariciar mi mejilla, su aliento me llegó y me indicó que sus labios estaban muy cerca de mi cuello. Luego se acercó a mi oído y susurró.

— Ella quiere enseñarnos lo que hay en el manuscrito, solo eso. Lo he visto en la mente de Alice. No hay peligro, amor.

Su tono me tranquilizó un poco. Pero antes de nada quise avisarle a Hadara.

— Como hagas daño a mi familia te arrepentirás.

La risotada de Emmett resonó seguida de un golpe seco. Supuse que fue Jasper quien lo golpeó para hacerlo callar.

Edward me acomodó contra su pecho. Me sentía bien. Protegida. Sea lo que sea que Hadara quería que viéramos, no tenía que olvidar en donde me encontraba y que el fuego tenía que mantenerse a raya. Respiré profundamente e intenté relajarme a la espera de que Hadara entrara en mi.

— Prepárense. Voy a enviarles la ilusión — murmuró Zafrina.

Sentí como se apoderaba de mí la fuerza de Hadara. Fueron tantos los sentimientos que sentí que me vi momentáneamente atontada. Jadeé en busca de aire que no necesitaba y al mismo tiempo sí. Como una ola se deslizó en mí hasta llegar a cada una de mis terminaciones nerviosas. Pero me dejó seguir al frente de mi cuerpo. Cosa que agradecí.

Tu dolor es el mío, hija. No quise hacerle daño —escuché su voz en mi mente.

— Lo sé — respondió Edward.

Podía leerme la mente cuando ella estaba conmigo libremente, como si el escudo no estuviera. Tenía total acceso a mi don y lo manejaba como si estuviera acostumbrada a él. Me pregunté qué más podía hacer.

Vean el comienzo de sus existencias. Sean espectadores de mi vida.

Edward retransmitió cada palabra de Hadara a los demás. Mi mente se conectó con Zafrina, la vi, sabía exactamente donde estaba. Su don era conectado a través de los pensamientos de Hadara como enviándole hilos invisibles. Como una orden inquebrantable, y ella asintió. La visión empezó, y los Cullen junto a los Denali iban a ser testigos esta vez. Me dejé llevar sin rechistar a donde fuera que nos llevara esto, pero a salvo en los brazos de Edward.

 

Hadara…

Seguí cuidando al humano hasta que se recuperó por completo, pero en invisible. Me estaba prohibido aparecer con mi actual apariencia ante los humanos. Les podría quemar la vista. Me limitaba a observarlo.

— Sé que estas aquí. No te soñé aquel día. La comida que me traes me lo demuestra — suplicaba el humano.

No era la primera vez que me hablaba, pero no podía aparecer ante él. Quería hablar con él, preguntarle por qué se lamentó de no haber conocido eso que llamaban amor. Con la voluntad del pensamiento me transporté hacia mi casa, en donde mis hermanos y hermanas gozaban de la existencia infinita entre risas y felicidad.

— Hadara, hermana. Bienvenida a casa.

La voz de Pedro me saludó con familiaridad. Estaba como siempre vigilando las puertas de acceso al paraíso y daba paso a aquellas almas que podían entrar. Le di una sonrisa y seguí mi camino sin molestarlo ya que siempre tenía mucho trabajo. La paz que reinaba aquí era contagiosa y la felicidad que notabas era cálida.

El cielo como lo llamaban los humanos era muy diferente a como pensaban que era en realidad, no teníamos necesidad de sol ni de luna que iluminen el lugar, porque la gloria de Dios, nuestro padre, la iluminaba por completo. Ángeles y Arcángeles se veían por donde miraras. Eran hermosos como ellos solos podían serlo.

Querubines corrían y jugaban alegremente, eran tan importantes como adorados. Sus funciones eran custodiar el árbol de la vida, y eran considerados generadores del conocimiento y la sabiduría, debiendo poner el límite entre lo sagrado y lo profano.

Cuando se percataron de mi presencia, vinieron corriendo a mí y me rodearon.

— ¡Hadara! ¡Hadara! Regresaste — gritaron ellos felices de verme.

Sus rostros infantiles y hermosos enmarcados por bucles dorados, eran perfectos.

— Si. Los extrañé mucho.

— Y nosotros a ti. ¿Qué nos has traído de la tierra? — exclamaron ellos buscando entre las plumas de mis alas.

Reí por las cosquillas que me provocaban sus pequeñas manos. Extendí las alas por encima de sus cabezas y con un movimiento suave de ellas cayeron los regalos que les tenía guardados. Tomaron los objetos y salieron corriendo.

— No deberías consentirlos tantos.

Me giré para ver a mi mentor. Hice una leve reverencia, la cual él recibió con una sonrisa de satisfacción. Emanaba de él una luz brillante. Su nombre significaba fuego de Dios, y era el Arcángel de la salvación.

— Uriel — lo saludé.

— Hadara. ¿Cómo fue la misión que te encomendé?

— La misión no está concluida. Los humanos son una creación divina. Sigo deleitándome con ellos, y no dejan de sorprenderme.

Él asintió a mis palabras.

—Si son muy sorprendentes.

— Salvé a un humano de morir ahogado.

Uriel no pareció sorprenderse. Milagros, como los humanos los llamaban. Uriel me indicó que caminara con él, y lo hice en silencio a la espera que me digiera qué debía hacer. Fuimos hasta el árbol de la vida, pero sin acercarnos demasiado a él. Miré como estaba lleno de la fruta prohibida que llevó a Eva a cometer el pecado, ocasionando así que fuera mortal y su compañero también. Me preguntaba qué sintió ella.

— Hadara, ¿Por qué lo salvaste? Sabes que es ley de vida. Todos acaban muriendo tarde o temprano, así es como debe ser.

Fijé mi mirada en sus ojos del color del sol, parecía curioso.

— Él no tenía miedo a morir. Y normalmente todos lo tienen.

Su curiosidad se acentuó.

— Extraño, pero no casual, otros antes no le han temido a la muerte.

— El humano tuvo como único remordimiento el no haber conocido el amor.

— ¿El amor?

— Si.

— Humanos, ellos no saben que hay miles de maneras de amar — afirmó Uriel.

— Él anhelaba el ser amado por una mujer — expliqué.

Uriel rió.

— Entonces has obrado bien salvándolo. Cada vez estas más cerca de merecer esas alas que llevas. Serás, y estoy seguro de eso, destinada a ser un Ángel protector y guía. Lo puedo percibir en ti. Ve y dirige su vida hasta que encuentre a su alma gemela. Que la sabiduría y el amor de nuestro padre te guíe. Y ten cuidado con las emociones humanas.

Y con esas palabras, mi mentor se alejó de mi lado. Si, tenía alas, pero no eran mías aun. Para obtenerlas tenía que obrar bien con los humanos. Ayudarlos. Tarea que no era fácil ya que ellos no nos percibían ni nos veían.

Antes de volver a la tierra, fui a consultar las leyes sobre lo de poder aparecer ante los humanos y como se podía hacer eso. No creí que fuera tan fácil. Había oído de algunos Ángeles que caminaban entre humanos e incluso se parecían a ellos.

Me dirigí de nuevo hacia las puertas del paraíso y extendí las alas blancas. Me deslicé por el aire con suavidad, con un simple aleteo. Me dejé guiar por mi deseo de volver al lado del humano, viaje a la velocidad de la luz y apareció ante mis ojos la isla en donde lo refugié.

Aterricé en la arena y busqué su aura. Lo encontré cerca del templo. En un parpadeo estuve a su lado, curiosa de saber qué miraba con tanta atención. En el interior del templo había una ofrenda de flores y comida a nuestro Dios, dejado ahí por creyentes. La estatua de la diosa del mar yacía inmaculada y hermosa. Los griegos tenían sus maneras de adorar la que en verdad era nuestra misma madre.

— Sé que estás aquí de nuevo — dijo el humano de repente.

Me aseguré de seguir incorpórea. No sabía cómo pudo notarme, era algo extraño. Llegó el momento de que me viera y poder así hablar con él. Me concentré en mí, en querer aparentar ser humana. Mis alas desaparecieron, mi cuerpo se solidificó hasta no dejar traspasar la luz del sol. Y simplemente aparecí atrás él con el cuerpo sólido y humano, pero solo en apariencia.

— No tuviste miedo a morir ¿Por qué?

Mi voz salió suave y la escuchaba diferente. Él se giró de golpe a verme, vi su rostro adquirir un color rojo brillante y llevó una mano a sus ojos para ocultarlos de mi. Percibí sus emociones cambiar de repente.

— ¿Por qué luces tan rojo y brillante? — le pregunté.

— ¡Porque… porque… estás… desnuda! — me respondió él con la respiración agitada.

Miré mi cuerpo. Si lo estaba. Con la mente ordené a mi pelo que se enroscara alrededor de mi cuerpo y así esconder lo obvio. Tras seccionarme de que así era, reí de mi falta de costumbre.

— Tienes la risa más hermosa que he oído nunca — me aseguró el humano.

Lo miré y vi que seguía con los ojos tapados por su mano.

— Ya no estoy desnuda.

Bajó su mano lentamente y sus ojos me miraron por primera vez. Aquel hombre tenía una tez muy bronceada, casi de color cobre. Su cabello, ondulado y bastante largo, era oscuro con reflejos rojizos. Los ojos eran lo más destacable de su persona, de un verde tan claro que en contraste con su piel parecían diamantes. Iba vestido con una túnica, pero se podía apreciar su cuerpo muy bien y era musculoso y atlético. Era el hombre más atractivo y sensual que había visto en mi existencia, y la impresión fue tan grande que por un momento me quedé sin habla.

La última frase que me dijo Uriel me vino a la mente. Y cobraba algo de sentido.

Continuó mirándome en silencio y experimenté una incómoda sensación. Su mirada era de intensa brillantez, pero al mismo tiempo era la más íntima que había tenido que soportar desde que fui creada.

— ¿Eres real? — preguntó el humano.

Tomé aire para poder hablar de nuevo.

— Si, lo soy.

— ¿Eres una diosa?

— No.

— ¿Qué eres? Debo estar soñando… ¡no puedes ser real!

Recordé lo que hacían algunos humanos para salir de los sueños despiertos e hice lo mismo. Le pellizqué el brazo.

— ¡Ay! ¿Por qué has hecho eso?

— Para demostrarte que no soy un sueño.

Sonreí divertida ante su expresión. Parecía incrédulo. Pero decidí preguntarle sobre lo del amor y su temor a no haberlo encontrado y gozado.

— En el océano, cuando estuviste a punto de morir, tu no tenías miedo a la muerte, si no a no…

—… a no haber podido gozar del amor — dijo él.

Lo vi encogerse un poco y ladeó la cabeza hacia la estatua.

— ¿Por qué? ¿Qué es el amor ese que anhelas? ¿Cuál es su función? ¿Qué se siente? — le exigí saber con un poco de recelo.

— No se puede explicar con palabras. Simplemente se vive. Y yo aun no he tenido la ocasión de vivirlo.

Me desconcertó su respuesta, me quedé un poco decepcionada. Había visto pocas veces el amor obrar en la gente, podía transformarles por completo. Pero no entendía por qué, que les impulsaban a hacerles cometer hasta incluso locuras.

— Gracias por salvarme… ¿Cómo te llamas?

— Hadara.

Sonrió y vi que sus ojos volvían a brillar con intensidad.

— Yo soy Evan, hijo de Matías, el pescador. Gracias por salvar mi vida, Hadara.

Diciendo eso tomó mi mano con delicadeza entre la suya, rugosa y caliente, y la llevó a sus labios. Depositó en mi dorso un beso que hizo que algo se agitara en mi interior.

— De nada, Evan, hijo de Matías, el pescador — le contesté retirando mi mano.

La confusión que sentía era tal que decidí alejarme de… Evan. Con la mente creé una bruma para ocultarme de sus ojos y me volví omnipresente. Mis alas volvieron a aparecer y con ellas, miles de preguntas sobre lo que sentía por dentro.

 

— ¡Oh, Dios mío! Hadara es un Ángel — afirmó Alice de repente.

Pestañeé varias veces para salir del letargo mental de la ilusión de Zafrina. Seguía acunada en los brazos de Edward. Hadara abandonó mi cuerpo y me estremecí de sentir su cansancio.

— ¿Estás bien?

Eché un poco la cabeza hacia atrás para ver a Edward a los ojos.

— Si, solo un poco rara.

— Todos estamos en ese estado — indicó Carlisle.

Lo miré. Parecía emocionado.

— ¿Es verdad lo que hemos visto? — preguntó Esme.

— Si. Zafrina nos ha enseñado parte de la historia de Hadara. El comienzo, al menos.

— ¿Dónde está Zafrina ahora? — pregunté ya que no sentía la conexión mental con ella.

— En la orilla del bosque — dijo Alice.

— No lo sé. No sé hasta qué punto puede ser cierto.

Miré a Edward, curiosa. Luego miré a ver a quien leía la mente y respondía, y vi que era Esme.

— Pero puede ser — expresó Esme en voz alta.

Edward no contestó nada y Emmett chasqueó la lengua, molesto de no saber lo que se decían y suspiro ruidosamente.

— En todo caso, a mi me ha molado mucho, es casi mejor que jugar a la Play. Casi parecía un juego virtual, solo faltaba poder moverse — recalcó Emmett.

Edward bufó de la idiotez de su hermano, y yo contuve una sonrisa.

— Bueno, pues ha sido muy interesante, pero aun falta saber qué nos creó y cómo ocurrió eso — intervino Eleazar.

Nadie dijo nada. Todos estábamos ansiosos de descubrir el origen de los vampiros. Y supuse que Eleazar y Carlisle aun más por ser los más mayores de aquí, a excepción de Eliam, claro.

— Edward — lo llamó Carlisle, los dos giramos a ver a su padre, él continuó en voz alta para que todos le oyeran — ¿Cuándo Hadara está con Bella, puedes leerle la mente, verdad?

— Si.

Presintiendo su gran curiosidad, escuché muy atenta.

— La respuesta es no, no he visto en su mente más de lo que nos ha enseñado. Mantiene sus recuerdos muy protegidos, es como intentar pasar a través de una pared de plomo. Imposible de derribar. Lo siento.

— Bien, pues supongo que habrá que esperar a que quiera enseñarnos más.

Me levanté del regazo de Edward al comprender que la extraña reunión se terminaba ahí, de momento. Los Denali se quedaron en la casa, Carlisle los invitó a usar a sus necesidades cualquier lugar de la misma. Carmen y Eleazar se quedaron para hablar con Eliam. Alice se fue al ordenador a surfear un rato, adiviné que en realidad iba de compras… Emmett volvió a su Play y Rosalie a su espejo y su pelo.

Y yo moría de ganas de estar a solas un rato con Edward. Llevaba días sin tener un rato de intimida con él. Deseaba abrazar y besar a mi novio. Lo echaba de menos, nuestra rutina.

Jasper percibió mi estado de ánimo y lo vi ladear la cabeza hacia Edward. ¿Habría sentido muy tristeza? Claro que sí. Edward asintió y abrió el ventanal que daba acceso a la parte de atrás de la casa. Me aproximé a él y salimos en dirección al bosque sin darnos prisa. Cuando llegamos al prado se paró y con urgencia me atrajo a él, y buscó mis labios. Me puse de puntillas y pasé mis brazos por sus hombros y mis manos se perdieron en su cabello sedoso y alborotado. Sobraban las palabras al sentir como él también anheló tener un momento de intimidad conmigo. Fueron días muy movidos y llenos de extrañezas en nuestras vidas.

Me dejé llevar por sus labios que se movían al compás de los míos. Respiré su aroma que me embriagaba y me volvía loca. Pero siempre puse atención a mi fuego interior e intenté mantenerlo a raya, cosa que logré con éxito. Pasamos mucho rato así, sin hablar. Solo gozando de la compañía del otro. Acabamos recostados entre las flores silvestres muy pegados el uno al otro, pero con la mirada fija en el cielo que se iba oscureciendo cada vez más.

Supuse que Edward al igual que yo pensaba en Hadara. En lo que nos mostró. ¿Sería verdad? ¿Era un Ángel? ¿Qué ocurrió? ¿Cómo? ¿El cielo era tal y como nos lo enseñó ella? Demasiadas preguntas sin responder aun, pero de una cosa estaba segura, la verdad sabríamos en cuanto Hadara recuperara energía. Y yo ansiaba el momento de que volviera a mí.

 

 

 

Os quiero desear una Felicies Fiestas a todas vosotras :)

Hasta el año que viene no podre a subir capis porque me voy de vacaciones a visitar a mi familia :D

un besos enorme para todas vosotras

nos leemos

Capítulo 13: Capítulo 15:

 
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