Disclaimer: Los personajes de la saga Crepúsculo son propiedad de Stephenie Meyer y su casa editorial.
Historia original, queda prohibida su adaptación, distribución y copia parcial o total.
Alto lo suficiente para ti que me hace preguntarme
¿Hacia dónde va esto?
Alto lo suficiente para ti para empujarme hacia abajo
Las cosas están creciendo
Fuera de esto que no podemos controlar
Pasé saliva, tratando de ordenar las ideas en mi cabeza y aclarar mi garganta, abrí la puerta de golpe, él se dio la vuelta y me miró asustado, guardó silencio unos segundos, me dio una sonrisa fingida y siguió hablando.
– Tengo que irme hermanita – volvió a guardar silencio, supuse que estaba escuchando al interlocutor – aquí está Bella, yo le doy tus saludos, sí, ella también te manda saludar, un beso y mañana hablamos – agregó y finalmente colgó – buenos días cariño – dijo dándome un beso pero yo moví la cabeza y me lo dio en la mejilla – era Leah, está de vacaciones en Nueva Jersey.
No le respondí nada, sólo asentí con la cabeza, ¿desde cuando Jacob le llamaba princesa a su hermana?, por qué me sentí mal al escucharlo?, si me engañaba yo le estaba haciendo lo mismo, creo que al final lo que duele es el orgullo o quizá yo sola era la que me seguía haciendo rollos extraños en la cabeza por el peso de la culpa, la pregunta era ¿qué sentía yo por Jacob?, tenía que encontrar la forma de averiguarlo.
Tomé su cara con mis manos y lo miré a los ojos, se veía nervioso, trataba de esquivar mi mirada y entonces lo besé dulcemente, él titubeo, pero al final puso sus manos en mi cintura y yo corrí las mías hacia su cuello, terminó por abrazarme completamente y el beso se intensifico un poco, yo bajé mis manos a su espalda y de pronto, se escuchó un fuerte carraspeo que nos hizo romper el beso, pero permanecimos abrazados.
– Lamento la interrupción – dijo Edward visiblemente molesto, con el seño fruncido, recargado en la puerta con los brazos cruzados y los puños cerrados.
– No te preocupes Edward, lo dejaremos para después, ¿verdad amor? – respondió Jacob sin soltarme y me dio un corto beso en los labios.
– Pueden aprovechar más tarde cuando Jen y yo vayamos al supermercado – exclamó en tono sarcástico y pude notar como apretaba más los puños.
– Voy a preparar café – dije separándome de Jacob y pude sentir la mirada asesina de Edward aún cuando estaba de espaldas.
– Jacob, ¿me puedes dar las llaves del Volvo?, por favor, ya que tú fuiste el que lo guardó en el garaje.
– Claro, voy por ellas, las dejé en la habitación.
En cuanto Jacob salió de la cocina, Edward me sujetó fuertemente por el brazo y me hizo girarme para mirarlo.
– ¿Qué parte no te quedo clara de que no permitieras que te tocara? – recriminó furioso.
– Es mi novio, no puedo rechazarlo todo el tiempo.
– Eres mía Isabella, sólo mía y si no quieres que le tumbe los dientes al imbécil ese, vas a buscarte un pretexto muy bueno para que ni siquiera te mire.
– Odio que me digan Isabella y suéltame que me estás lastimando, no eres nadie para exigirme nada, recuerda que lo nuestro es sólo sexo sin compromiso, fue fácil conseguirlo y con esa misma facilidad puede acabarse.
– Estás muy equivocada si piensas que te voy a dejar ir con facilidad, me perteneces, no lo olvides.
– No soy un objeto Edward, puedo tomar mis propias decisiones, no lo olvides tú.
Se escucharon los pasos fuertes de Jacob y entonces me solté. No supe de donde saqué fuerzas para decirle eso, lo que había entre Edward y yo no era sólo sexo, al menos no de mi parte, y debía reconocer que por un lado me sentía feliz por los celos de Edward, aunque no sabía si los provocaban un sentimiento afectivo o sólo era su orgullo de hombre herido.
Jacob y Jennifer entraron a la cocina, ella abrazó de nuevo muy efusiva a Edward y sentí un dolor en el pecho, después me saludó a mí muy entusiasta como siempre, yo le sonreí, pero la tensión se sentía en el aire.
Desayunamos ahí, casi en silencio, sólo Jennifer y Jacob hablaban de vez en cuando. En cuanto terminé, subí a mi habitación a cambiarme, me puse unos jeans y un suéter ligero. Jacob subió después y me abrazó por detrás, pero me separe argumentando que no estábamos solos y que no era nuestra casa. Él aceptó sin recriminaciones y empezó a cambiarse de ropa y yo bajé. Escuché las risas de Jennifer provenientes de la parte trasera de la casa, resoplé y caminé hacia allá, estaba jugando ping pong con Edward, quien se puso serio al verme.
Minutos después llegó Jacob y entonces Jennifer propuso que jugáramos los cuatro. El juego empezó tranquilo, pero de repente, Edward empezó a golpear la pelota demasiado fuerte mandándosela a Jacob que le respondía de la misma manera, Jennifer y yo nos quitamos al ver lo agresivo que se estaba poniendo el asunto. Edward miraba con rabia a Jacob y se notaba que tenía todas las intenciones de golpearlo con la pelota y si no hubiera sido porque Jacob era muy hábil para regresársela, lo habría conseguido.
Jennifer me sugirió que entráramos a la casa y no muy convencía lo hice ya que ella prácticamente me arrastró al interior, pero yo estaba sumamente nerviosa por lo que pudiera pasar entre ellos si se quedaban solos. Ella encendió el televisor y empezó a cambiar de canal en canal hasta que encontró algo que le llamó la atención, era un partido de hockey sobre hielo y gritó emocionada porque su equipo favorito estaba jugando. Más tarde entraron Edward y Jacob y éste también se entusiasmó porque era gran aficionado de ese deporte, así que se sentó al lado de Jennifer en el sillón.
– ¿A poco te gusta el hockey? – preguntó sorprendido.
– Uy sí, desde niña, mi papá lo jugaba, aunque nunca estuvo en un equipo profesional.
– ¿Y a qué equipo le vas?
– A Chicago Blackhawks.
– ¿Bromeas?, yo también.
– Chócalas amigo – exclamó entusiasmada y le extendió la mano que Jacob se la chocó – ojala que ganen, acaba de empezar el partido.
– Jennifer, ya habíamos quedado en ir al supermercado – dijo Edward serio.
– Pero baby, sabes que cuando los Balckhawks juegan el mundo desaparece para mí, vamos cuando termine, ¿sí?
– Y tú sabes que a mí eso me aburre.
– A Bella también – intervino Jacob.
– Entonces ustedes, par de aburridos, vayan a hacer las compras mientras mi amigo Jacob y yo vemos el partido.
– Sí, es buena idea y de paso traen unas cervezas – agregó Jacob.
Edward me miró y entró a la cocina por las llaves del coche, que había dejado ahí cuando se las entrego Jacob. Yo no estaba muy segura de ir, lo que menos quería era que empezara con reproches otra vez, pero al ver que Jennifer y Jacob estaban ensimismados viendo el televisor y yo no encontrar otra cosa que hacer, decidí acompañar a Edward, al fin que iríamos a un lugar lleno de gente.
Caminé hacia el auto y Edward me abrió la puerta para que subiera, él se dio la vuelta y entró también, sin decir nada, lo pusó en marcha y la radio empezó a sonar.
Conseguir mucho de mí
Conseguir mucho de ti
Caminando por las calles y apenas y te conozco
Parece como si estuviéramos predestinados
Tomarnos de las manos cuando salimos en las noches
Tengo novia dices, esto no está bien
Y yo también tengo a alguien esperándome
¿Qué es esto?, es sólo el principio
¿Por qué no puedo respirar cada que pienso en ti?
¿Por qué no puedo hablar cada que digo algo sobre ti?
Es inevitable,
Es el hecho de que caeremos ahí,
Así que dime
¿Por qué no puedo respirar cada que pienso en ti?
– Perdóname, no debí tratarse así en la mañana – empezó a decir mientras la canción seguía sonando – pero, me enferma la idea de pensar que él te toque, sé que es tu novio y que yo sólo soy un extraño en tu vida, que ni siquiera nos conocemos bien – guardó silencio mientras le tocaba un semáforo en rojo – sólo no puedo procesar esa idea, lamento mucho haber perdido los estribos Bella, por favor, perdóname.
– No me gusta que me trates como un objeto, sé que nuestra… lo que sea que tengamos, empezó de forma extraña, pero eso no te da derecho a que me trates así.
– Lo sé, estoy muy arrepentido.
– Y después, ¿qué fue todo ese despliegue de hombría en el ping pong?
– Una forma muy infantil de… demostrar quién es el mejor.
– Eso no se demuestra así Edward, no necesito un súper macho a mi lado.
– ¿Me perdonas? – preguntó con cara de arrepentimiento.
– Lo voy a pensar y ahora sí es en serio.
– ¿Qué tengo que hacer para que me perdones?
– Comportarte como el adulto que eres y pensar con la cabeza y no con el hígado.
– Lo intentaré.
– Cuando lo hagas, entonces hablamos – dije firme y miré por fuera de la ventanilla.
Llegamos al supermercado y él se bajo a abrirme la puerta, me tendió su mano para que me apoyara, no pude negarme a su gesto y cuando salí del auto quedamos cerca mirándonos, pero yo desvié la vista y comencé a caminar sin esperar a que cerrara la puerta del coche. Después él me alcanzó y entramos al lugar. Tomó una canastilla y me guió por uno de los pasillos.
– ¿Qué venimos a comprar? – pregunté caminando a su lado.
– Todo lo necesario para la cena, ya mañana nos vamos, así que hoy haremos un festín.
– ¿Y cuál será el menú?
– Pasta y ensalada, sin faltar un buen vino.
– Pero, falta el postre.
– Cierto, ese te toca a ti.
– ¿Te gusta el flan napolitano?
– ¿Sabes prepararlo?
– Por supuesto, soy una gran cocinera.
– Eso quiero verlo, habrá flan entonces.
Le sonreí y caminamos al pasillo a buscar los ingredientes para el flan, incluido el molde porque me dijo que no tenía. Después fuimos al área de frutas y verduras, escogimos una lechuga verde y una morada, pequeños tomates, uvas y finalmente fuimos por la pasta, el queso y el vino.
– Qué bonita pareja, seguro acaban de casarse, me recuerda a nosotros hace cuarenta años.
Escuché que una señora le decía al que debía ser su esposo, él asintió y le dio un dulce beso en los labios, mi corazón se oprimió y por primera vez en mi vida me visualicé anciana y sólo había un hombre con el que quería llegar a esa edad.
– Ya está todo, podemos irnos– dijo Edward sacándome del trance – ¿estás bien?
– Sí – apenas pude decir, sin quitar la vista de la pareja que seguía mirándonos.
– ¿Los conoces? – me preguntó mirándolos también y les sonrió.
– No.
Edward me sonrió, pero de forma muy diferente a como lo hacía normalmente, aunque en ese minuto no supe si era realidad o mi mente me estaba haciendo una jugada, para mi sorpresa me tomó de la mano y me hizo caminar.
Pagó todas las cosas y se negó rotundamente a que yo contribuyera con algo. Caminamos al estacionamiento y metió las bolsas a la cajuela. Volvió a abrirme la puerta y luego subió él. Empezó a manejar por una calle inclinada, era un rumbo diferente al que tomamos cuando llegamos, al subir estaba un poco desierto, sólo había casas de un lado y del otro había un pequeño bosque. El coche se jaloneó un poco y se apagó.
– ¿Qué pasa? – pregunté extrañada.
– No lo sé – trató de encenderlo tres veces y no funcionó.
– Creo que se descompuso, que lata, me choca rentar autos, no sabe uno quien los usa ni si les dan mantenimiento.
– ¿Y qué haremos?
– Esperar un poco, quizá sólo necesita enfriarse.
Me acomodé en el asiento y eché mi cabeza atrás en el respaldo. Él hizo lo mismo, pero me di cuenta que jugaba con sus manos. De pronto, se volteó y me miró sin decir nada, yo me acomodé de lado para verlo también, acarició mi rostro y puso un mechón atrás de mi oreja, yo sostuve su mano, entonces, se acercó y me besó despacio, sin intentar algo más, yo le respondí de la misma manera, pero bajé su mano con la mía y la puse sobre uno de mis senos, él comenzó a acariciarlo lentamente, mi mano buscó los botones de su camisa y empecé a desabrocharla y a acariciar la piel que iba quedando al descubierto. Él se separó y echo su asiento hasta atrás, con sus ojos verdes me invitó a que me sentara sobre él y eso hice.
Volvimos a besarnos mientras él metía sus manos debajo de mi suéter y acariciaba mi piel. Besé su cuello y su torso, desabroché el cinturón y el pantalón, me separé y me quité el suéter, él se acercó y besó la parte superior de mis senos que salía del sostén en tanto yo acariciaba su masculinidad, él me desabrochó el pantalón y me acarició por encima de las pantaletas, jadeé al sentir sus caricias.
– Bella, no debiste ponerte pantalón – se quejó con la voz entrecortada.
– No tenía planeado hacer esto y menos aquí.
Me sonrió y entonces, yo me senté en el asiento del copiloto y me saqué el pantalón y la ropa interior mientras él bajaba el suyo hasta las rodillas después de sacar un condón del bolsillo.
– ¿Acaso eres dueño de esa empresa? – pregunté al tiempo que se lo colocaba.
– No, pero me gusta estar prevenido, uno nunca sabe en qué momento se darán las cosas – respondió mientras me atraía a su cuerpo.
Me senté sobre él con las piernas a los lados y entró en mí, empecé a moverme lentamente, con mis manos sobre el respaldo del asiento, él movía las suyas de mis muslos a mis nalgas. Nuestros rostros estaban pegados por la nariz, nos mirábamos, jadeábamos en sincronía, a la par que nuestros cuerpos se fundían en uno. Aceleré los movimientos, él me sostenía por las caderas, nos besamos apasionadamente en tanto los movimientos se volvían más frenéticos, buscando un solo objetivo. Rompí el beso y puse mi boca en su cuello moviéndome aún más rápido y segundos después sentí como mi cuerpo se estremecía al llegar al éxtasis total al mismo tiempo que él.
Me quedé así unos minutos, mientras nuestras respiraciones recobraban su curso normal, lo besé nuevamente y luego de un lapso me separé, al pasarme al otro asiento no sé cómo, creo que con el codo hice sonar la bocina del auto. El soltó una risa divertida y yo también. Me puse la ropa mientras él se acomodaba la suya. Encendió el auto que respondió a la primera y lo miré sorprendida, arqueando una ceja.
– Está bien, me pillaste y me confieso culpable, jamás falló el auto – aceptó con una sonrisa en los labios.
Fragmento de la canción: Why can’t I?
Intérprete: Liz Phair.
Traducción: Anne Hilldweller.
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