ROBERT P.O.V

Era sábado y el reloj marcaba las 7 de la tarde. Mi avión había aterrizado hace apenas 1 hora en Los Ángeles, pues venía de mi viaje a Nueva York. Había tenido que ir a dos programas de televisión a que me realizasen unas entrevistas. Estaba deseoso de llegar a mi nueva casa, en la cual ya me esperaba Bella.

Oh, Bella, estaba deseando volver a verla y volver a tenerla en mis brazos. La había echado tanto de menos estos dos días… Había estado dándole vueltas a la cabeza y pensando en lo que sentía por ella. Lo tenía más que claro, lo que yo sentía por Isabella Newton era algo más que sexo, era amor. Sí, amor. Jamás me habría podido imaginar que yo pensase en esa palabra, pero sí, estaba enamorado de Bella y estaba dispuesto a declararla mis sentimiento esta misma noche.

Llegué a mi departamento y abrí la puerta sigilosamente. Entré y dejé las cosas en mi habitación, la cual me extrañó que estuviese tan solitaria. De pronto, unos finos brazos desnudos me abrazaron por detrás, supe que era ella, y me eché a reír.

-Hola – me susurró al oído

-Hola preciosa – me giré y la di un delicado beso en los labios. Me quedé boquiabierto al verla. Llevaba puesto un sexy y seductor picardías de encaje color negro. Era corto y algo transparente, excepto por la zona de los pechos y el culo. La cogí de la cadera y comencé a besarla frenéticamente.

-No sabes cuánto te he echado de menos – separó sus labios de los míos para poder pronunciar aquellas palabras.

-Y yo a ti – la besé el cuello y ella me quitó la camiseta acariciando mi ya desnudo torso.

La cogí por la cintura y la tumbé en la cama, quedando yo encima suya. La besé y lamí frenéticamente desde su boca hasta el crecimiento de sus senos. Nuestras respiraciones eran muy agitadas, e iban acompañadas de gemidos debido a las caricias que yo la estaba propiciando.

Intenté quitarla el picardías, pero ella me hizo girarme de tal manera que quedó encima de mí a horcajadas. Me besó el cuello y la boca mientras yo la apretaba las nalgas haciéndola gemir. Recorrió su lengua por mi torso hasta la altura de mi miembro, el cual estaba deseando de salir de esa jaula en la que se había convertido mi pantalón y mi bóxer. Bella no tardó en quitarme aquel horrible pantalón. Acarició mi pene por encima del bóxer haciendo aumentar mi respiración.

Me quitó el bóxer y se llevó mi miembro a su húmeda boca. No pude evitar soltar un grito. Siguió chupando y lamiendo mi pene mientras yo la incitaba a seguir.

-Bella… no pares por favor – yo tenía los ojos cerrados por el placer y ella aceleró sus movimientos. No pude evitar poner mis manos en su cabeza guiándola mientras ella comía mi duro miembro.

-¡Bella! – gemí – Sigue – mis gemidos aumentaron hasta eyacular por completo en su boca. Ésta se relamió los labios y me sonrió traviesamente mientras ascendía por mi pecho.

-¿Te ha gustado? – me preguntó seductoramente mientras besaba mi cuello.

-Ha sido perfecto – la acaricié la cara y con mi otra mano busqué en la mesilla un condón, el cual encontré rápidamente.

Ella me lo quitó de las manos y yo me reí traviesamente. Me lo puso delicadamente y se sentó encima de mí haciendo entrar a mi miembro  en su vagina. Yo me incorporé y quedé sentado apoyando mi espalda en el cabecero de la cama mientras Bella se movía desesperadamente  encima de mí.

Nuestros gemidos eran muy audibles, pero no me importaba, a ninguno de los dos nos importaba, pues estábamos solos y era imposible que alguien nos oyera. Además, me daba igual que alguien la oyera gemir tan fuerte, al fin y al cabo, era yo el responsable de esos gritos llenos de placer.

Echó la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados y yo aproveché para besarla el cuello. Sus movimientos aceleraron de tal manera que ambos alcanzamos el orgasmo. Nos besamos frenéticamente, con lujuria, con deseo…

Seguimos follando toda la noche, sin detenernos, solo nos paramos para que Bella pudiera llamar a su hermana y decirla que no iba a ir a dormir. Después de tantas horas, ambos caímos rendidos en la cama y nos dormimos abrazados hasta la mañana siguiente.

Me desperté a eso de las 11 de la mañana, Bella seguía dormida abrazada a mí. Era tan dulce cuando dormía… Acaricié su mejilla y ella se despertó. La dí un dulce beso en sus labios.

-Buenos días cielo – me dijo aún con los ojos cerrados y una sonrisa en la cara.

-Buenos días – apoyé la cabeza en mi brazo alzándome para poder observarla mejor. Puse un mechón de su pelo detrás de su oreja para poder ver mejor su dulce cara.

- No me mires – se rió sin aún abrir los ojos – Estoy recién levantada – abrió los ojos y se acercó aún más a mí quedando nuestros labios a escasos centímentros.

-¿Por qué? – puse cara extrañado pero riéndome – Estás preciosa hasta con legañas en los ojos – era verdad, era una bellísima chica.

-Gracias – se levantó de la cama y comenzó a vestirse mientras yo la mirada desde la cama con mis brazos cruzados hacia atrás, apoyando mi cabeza sobre ellos.

Me levanté de la cama y me puse los bóxers. Vi que ella iba a irse, pero la cogí delicadamente del brazo y la atraje hacia mí.

-Bella , tengo que hablar contigo -  la cogí la mano

-Dime – me miró con sus hipnotizantes ojos marrones.

-Verás Bella, aunque te parezca una locura y tú no sientas lo mismo, tengo que decírtelo

-¿El qué tienes que decirme? – se quedó extrañada y se arrimó más a mí

-Lo que quiero decirte es que… para mí, esto no ha sido una simple noche de sexo – tragué saliva y ella desvió la mirada – Sé que es una locura, pero siento algo más por ti que una simple atracción física – volvió a mirarme a los ojos, esta vez con una dulce mirada, pero a la vez asustada – Estoy enamorado de ti – me arrimé aún más a ella y la acaricié la mejilla derecha

-Rob… - parecía asustada – Yo… no puedo – desvió la mirada para abajo, soltándome de la mano

-¿No puedes el qué?

-No puedo, no puedo permitir que esto pase. Lo nuestros es solo sexo, nada más – su tono de voz era casi un susurro, pero no me miraba a la cara

-No, Bella, lo mío por ti es amor – la cogí de las dos manos.

-Robert, lo nuestro es imposible – se separó de mí

- ¿Por qué, por qué es imposible? – quería que me mirase fijamente a los ojos, notaba algo en ella extraño, como si me estuviera mintiendo

-Porque tienes 8 años más que yo, porque eres famoso y yo no, porque eres Robert Pattinson y yo soy una simple chica… - puse mi mano en sus barbilla y la levanté la cara, tenía los ojos algo llorosos.

-No, tú no eres una simple chica Bella, eres especial para mí. Jamás había sentido esto por nadie, te lo juro – mi tono era suplicante – Mírame a los ojos y dime que no me quieres

-No te quiero – desvió la mirada

-Dímelo a los ojos Bella. Si me lo dices a los ojos, te juro que te dejaré en paz y olvidaré todo esto – la alcé la cara con mi mano

-No… no te quiero – esta vez sí me lo dijo a los ojos, pero sus ojos eran llorosos y tenía una triste mirada

-No te creo – la dije

- Robert, no siento nada por ti, ¿vale? – se puso seria y se marchó de la casa dando un fuerte portazo.

Me dejó un enorme nudo en la garganta. Estaba claro que ella no sentía nada más por mí, solo una enorme atracción física. Una lágrima me recorrió el rostro. Tenía el corazón partido en dos. Amaba a Bella y no me podía imaginar un mundo en el que ella no estuviese a mi lado. Me senté en la cama y me tapé la cara con las manos. Había sido un estúpido al pensar que ella podría sentir algo más hacia mí. No la presionaría más, la dejaría vivir su vida  y yo la mía.

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