Después de la conversación con Carlisle, logré sincerarme con la mayoría de los Cullen, al grado de que ya los consideraba como mis hermanos. No hubo momento más feliz en mi vida que el siguió al encuentro con el clan. Al fin tenía una familia. Me amaban, no había duda. Había aprendido a pasar tiempo con Jacob, nos habíamos convertido en mejores amigos, compañeros de chistes y demás. Aunque debía soportar el olor, ya me había adaptado. No se podía esperar menos con cuatro meses de convivencia.
Poco a poco me acostumbraba a las constantes muestras de cariño entre los Cullen. Estaba segura de que Carlisle les había comentado algo de la historia a los demás porque parecían contenerse cuando estaba cerca. Sobre todo Edward y Bella.
Un día me encontrada sentada en el jardín, cuando de repente vi a Edward en una de mis visiones, planeaba asustarme, y por supuesto yo lo impedí diciendo:
–Ya te vi Edward –en tono aburrido.
Salió de un arbusto con actitud nada sorprendida.
–Creo que jamás terminará, vamos hazme espacio.
Se sentó a mi lado y miró el jardín igual que yo. Yo lo miré. ¿Qué quiere ahora? ¿Por qué no estaba con Bella? Entrecerré los ojos y el se rió cuando leyó mis pensamientos.
Está bien ¿Qué quieres Edward? –pensé.
–Nada, nada. ¿No puedo estar con mi amiga Cynthia –me dio un codazo amistoso, que hubiera servido para romperme una costilla si fuera posible –sin que creas que quiero algo?
Alcé las cejas, desafiante.
–Ya escúpelo.
Él suspiró y dijo:
– ¿Cuidarías a Nessie por un par de días? Bella y yo queremos salir y Jacob tiene guardia esta noche en La Push.
Oh, claro ahí estaba el caso.
–Ok, la próxima vez que quieras pedirme algo, ahórrate todo ese circo… –sonreí –eres un tonto ¿sabías?
El sonrió de regreso y dijo:
–Retira lo dicho –con gesto juguetón.
– ¡NUNCA! –dije mientras me ponía de pie y corría a una velocidad vertiginosa hacia los bosques. Él me siguió, claro.
Al alcanzarme me tomo abrazándome por la espalda y me cargó hasta el acantilado. De nuevo.
Yo pataleaba en contra de sus enormes brazos y gritaba:
– ¡Basta! ¡Basta!
Para ese entonces estábamos en el acantilado y el me colgaba cabeza abajo en el mismo. Y yo veía la enorme altura que amenazaba.
– ¡Retira lo dicho…! –dijo riendo.
– ¡Ok, Ok! ¡No eres tonto! ¡TODO LO QUE QUIERAS! –reí también cuando me bajó.
En ese momento llegó Bella cuando me proponía a darle una fuerte reprimenda.
–Parecen niños –dijo riendo, acercándose a nosotros.
–Dile eso a tú Edward –dije dándole un puñetazo en el pecho al aludido y riendo.
Él parecía loco riendo y riendo, casi se ahogaba con sus carcajadas.
Le saqué la lengua como niña pequeña. De repente se me ocurrió algo. ¿Y si Bella me ayudaba a ganar la apuesta? Ella y su don podrían servir para bloquear la capacidad de Edward de leerme y ¡ganaría! Acaricié mi barbilla con malicia.
–Ni lo pienses –dijo Edward.
–Ya veremos… –sonreí de oreja a oreja.
–Jamás los comprendo –dijo Bella, ya en los brazos de Edward – ¿Aceptaste cuidar a Nessie? –me preguntó.
–Claro. Bueno, era eso o caer por el acantilado. Espero que Edward te trate mejor. ¿Acaso te amenazó con tirarte de un acantilado para que te casaras con él? –Bromeé.
–Pues casi –dijo ella sonriéndole a su marido, quien le plantó un suave beso en los labios.
Yo me giré y traté de no mostrar enfado, pero aún me dolían los recuerdos. Corrí en dirección opuesta apenas diciéndoles:
–Iré con Nessie.
* * *
Al llegar a la enorme casa, Nessie me esperaba sentada en el lugar donde yo antes me encontraba. Me asustaba la forma en la que crecía esa niña, cuando la conocí era más o menos una niña de 8 años, ahora parecía de 10. Después de que me aclararan que su crecimiento se detendría más o menos a los 18, me tranquilicé. Claro, jamás querríamos perderla.
Me saludó con la mano y corrió a abrazarme.
–Hola querida –dije levantándola y dándole vueltas – ¿te gustaría pasar conmigo un par de días? Tus padres van a salir. ¡Haremos una pijamada!
Ella rió contenta. Nos dirigimos a la pequeña cabañita, que tiempo después, me enteré que era de Edward y Bella.
Pasamos la tarde jugando, haciendo palomitas para ella y viendo películas que a Nessie le fascinaban, además casi leemos un libro completo de poesía. Amaba a esa niña. Había algo en ella que me era muy, muy familiar, su risa, la forma de su rostro, su cabello con rizos, pero no sabía que era.
Esa noche, me la pasé mirando el rostro de Nessie mientras dormía, expectante de saber que se me hacía tan familiar en esa niña.
Al día siguiente cuando despertó decidimos ir a caminar al bosque, pasamos todo el día jugando con las flores que recién brotaban en la primavera, a la hora de comer, ambas fuimos a cazar. Ella se contentó con un par de ciervos y yo, con un alce y un ciervo más pequeño. De regreso en la casa, Jacob nos estaba esperando en la pequeña cabaña, y se encargó de entretener a Nessie el resto de la tarde.
Cuando me contó lo de la imprimación, no supe si gritarle con furia o felicitarlo. Elegí la primera opción. Aunque era un buen muchacho, no imaginaba a Nessie como alguien mayor, lista para iniciar una relación, no quería que creciera.
Esa noche, Jacob se fue a hacer guardia de nuevo, y yo me quedé con Nessie.
Estaba acostándola cuando de repente me preguntó con voz inocente:
–Tía… ¿Mis papás tienen problemas?
–No cariño… –dije frunciendo el ceño, incrédula ante tal situación, jamás había visto a Edward y Bella discutir. Jamás.
– ¿Por qué se fueron?
–Bueno… los adultos necesitan tiempo para estar solos de vez en cuando –no quería tener esta conversación con Nessie, no ahora, no yo.
– ¿Podrías averiguarlo? ¿Podrías verlos? Así me sentiría más tranquila.
Yo le sonreí, incapaz de negarle nada. Evoqué la visión, no era nada complicado, ya que Edward aparecía en ellas siempre.
Él y Bella estaban en un cuarto muy elegante, parecía incluso un hotel. Aunque dudaba que lo fuera. Lo que pasó a continuación me perturbó. Comenzaron a besarse de manera nada dulce, sólo vorazmente, hasta quedar acostados en la cama. Interrumpí la visión de golpe. No quería ver eso. Demonios que no quería.
Nessie me miró a la espera de una explicación.
– ¿Están bien? –dijo impaciente.
–Ah… si cariño están bien.
– ¿Qué están haciendo?
Demonios ¿Qué le digo?
–Están… jugando damas… ah… si.
Ella frunció el ceño, incrédula.
–Mamá odia las damas.
–Ya debes dormirte cariño, es tarde.
La arropé sin esperar respuesta y ella se durmió luego de que comenzara a leerle su libro.
Vaya que Edward y Bella me debían una. Debería hablarles de eso. Me abstuve de pensar en ello por el resto de la noche, seguí mirando a Nessie.
Cerca de media noche, me di cuenta de donde venía la familiaridad de aquel rostro angelical.
Ella se parecía tanto a Evelyn, mi hermana. Sus mismas facciones inocentes, el rostro en forma de corazón.
Recuerdos inimaginables me asaltaron: la primera vez que cargué a la pequeña niña, mi hermanita nueva, había dicho mi madre, y que al instante la amé más que a mí misma; cuando dio sus primeros pasitos, apoyada de mi pierna; su primer cumpleaños y rostro encantado al recibir su obsequio (aunque no era más que una medalla con forma de corazón) o quizá cuando la dejé… abandonada en busca del vampiro que me convirtió.
Hice una mueca de dolor al recordarlo.
Tuve una idea. ¿Y si Evelyn estuviera viva? ¿Qué si viviera y fuera un vampiro? ¿Se necesitaría demasiada suerte? ¿Qué haría? Quizá si la buscara… De repente una luz, como un bombillo se iluminó dentro de mí. ¿Por qué no buscarla e intentarlo?
Me quedé mirando a Nessie un rato más. Dormía tan tranquilamente que me dio miedo despertarla con mi mirada, aunque eso no ocurrió.
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