EL ARISTOCRATA

Autor: kristy_87
Género: Romance
Fecha Creación: 07/02/2011
Fecha Actualización: 31/05/2011
Finalizado: SI
Votos: 9
Comentarios: 41
Visitas: 54673
Capítulos: 23

 

En busca del amor Él tenía oscuras sospechas acerca de Bella y de sus padres. Era celoso, irritable y exigente; enigmático, encantador y todo un aristócrata. ¿Por qué, entonces, Isabella Swan, se había enamorado locamente de su primo conde Edward de Massen?

 

Este fic no es mío es de GUISSY HALE CULLEN.

 

 

TERMINADO

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Capítulo 13:

Hola aki os dejo un nuevo capitulo espero k les guste intentare subir mas capitlo esta semana, dejen sus comentarios y votos.

bss

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Bella insistió en tomar su lección de equitación después del almuerzo, desobedeciendo tanto la prescripción de un prolongado descanso como la perspectiva de que la viese un médico.

-No necesito un médico, abuela y tampoco necesito reposo. Estoy perfectamente bien. -Se encogió de hombros, restando importancia al incidente de la mañana-. Unas pocas magulladuras y arañazos. Ya te dije que soy indestructible.

-Eres obstinada -la corrigió la condesa, y Bella se limitó a sonreír y a encogerse nuevamente de hombros.

-Has sufrido una experiencia traumática -dijo Edward, observándola con ojos críticos-. Te convendría no realizar ejercicios violentos.

-¡Por Dios, tú también! -Apartó con impaciencia su taza de café-. No soy una dama victoriana que sufre accesos de hipocondría y necesita que la mimen. Si no quieres darme la lección de equitación, llamaré a Mike y aceptaré la invitación que tú rechazaste por mí. -La expresión de su rostro era decidida y mantenía el mentón alzado en actitud desafiante-. No voy a meterme en la cama a mediodía como si fuese una cría.

-Muy bien. -Los ojos de Edward se oscurecieron-. Tendrás tu lección de equitación, aunque tal vez no te resulte tan estimulante como la que Mike pretendía darte. Bella le miró durante un momento y la sorpresa dio paso al rubor que cubrió sus mejillas.

-Oh, realmente, qué cosas tan ridículas dices...

-Me reuniré contigo en las caballerizas dentro de media hora. Edward interrumpió su protesta, se levantó de la mesa y abandonó la habitación antes de que Bella pudiese replicarle como se hubiera merecido. Se volvió hacia su abuela con el rostro convertido en una máscara indignada.

-¿Por qué es tan insufriblemente rudo conmigo? La condesa encogió sus frágiles hombros en un gesto claramente expresivo y una mirada astuta brilló en sus ojos azules.

-Los hombres son criaturas muy complicadas, chérie.

-Un día -predijo Bella frunciendo el ceño-, un día él no se marchará hasta que yo haya dicho la última palabra. Bella se reunió con Edward a la hora prevista, decidida a dedicar cada gramo de energía al desarrollo de la técnica ecuestre adecuada.

Procedió a montar a la yegua con concentrada seguridad y luego siguió a su silencioso instructor cuando éste dirigió a su alazán en dirección opuesta a la que habían tomado en su última salida. Cuando Edward impulsó a su cabalgadura a un ligero galope, Bella hizo lo mismo y experimentó la misma intoxicante libertad que había sentido antes. No obstante, en los rasgos de Edward no apareció la súbita y brillante sonrisa y de sus labios no salió ninguna frase burlona, y Bella se dijo que en realidad estaba mejor sin esas demostraciones.

Edward le impartió algunas instrucciones ocasionales y ella le obedeció de inmediato porque necesitaba probarle, y probarse a sí misma, que era perfectamente capaz de hacerlo. De modo que Bella se concentró con seguir las instrucciones y observar ocasionalmente el aguileño perfil de Edward.

"Que el Señor me asista -suspiró Bella sin tiéndose frustrada-. Él va a obsesionarme por el resto de mi vida. Terminaré siendo una solterona excéntrica y comparando a todos los hombres que vea con aquel que no pude tener. Ojalá nunca le hubiese conocido."

-¿Perdón? La voz de Edward la sacó del silencio de sus meditaciones y Bella se sobresaltó, dándose cuenta de que tal vez había estado murmurando algo en voz alta.

-Nada -balbuceó-, no era nada. -Lanzó un profundo suspiro y frunció el ceño-. Podría jurar que huelo el mar.-Edward sofrenó su caballo y ella hizo lo propio con la yegua hasta que ambos animales caminaron a la par. De pronto, un ruido sordo alteró el silencio.

-¿Ha sido un trueno? -preguntó Bella alzando la vista al cielo azul, pero el ruido no cesó-. ¡Es el mar! -exclamó, olvidando toda animosidad-. ¿Estamos cerca? ¿Podré verlo? -Él se limitó a detener su caballo y desmontar-.

¡Edward, por el amor de Dios! -Bella le observó con reciente exasperación mientras él ataba las tiendas a un árbol-. ¡Edward! -repitió Bella, saltando de la montura con más velocidad que gracia.Él la cogió de un brazo cuando cayó torpemente a tierra y aseguró a la yegua junto al alazán antes de echar a andar por un sendero-. Puedes elegir el idioma que más desees -le invitó ella generosamente-, pero ¡háblame antes de que me vuelva loca! Edward se detuvo, dio media vuelta y, atrayéndola hacia él, le cubrió la boca con un beso breve y perturbador.

-Hablas demasiado -dijo, simplemente, y continuó su camino.

-Realmente, creo... Bella intentó replicarle pero desistió de ello cuando Edward se volvió para mirarla. Satisfecho, aparentemente, con su silencio, él la guió a través de la campiña mientras el rumor del mar se hacía más insistente.

Cuando Edward se detuvo, Bella contuvo la respiración ante el panorama que se extendía frente ella. El mar ocupaba toda la distancia que podía abarcar su mirada y los rayos del sol danzaban sobre la superficie verde del agua. Las olas llegaban a acariciar las rocas y su espuma parecía un lazo de encaje en un vestido de terciopelo. Con aire provocativo, el agua se retiraba de la arena sólo para regresar un momento después como si fuese un amante caprichoso.

-Es maravilloso -suspiró Bella, recreándose en el aire salino y en la brisa que jugueteaba con su pelo castaño-. Supongo que tú ya debes estar acostumbrado a tanta belleza, pero dudo de que yo pueda hacerlo.

-Siempre disfruto contemplando el mar -contestó él mientras sus ojos parecían perderse en el horizonte lejano, donde el cielo azul besaba el verde intenso del agua-. Tiene un carácter voluble y, tal vez por eso los pescadores dicen que es una mujer. Hoy se le ve tranquilo y apacible, pero cuando está irritado constituye un espectáculo irrepetible. Edward deslizó una mano por el brazo de Bella en un gesto simple e íntimo que ella no esperaba de él y su corazón pareció darle un vuelco dentro del pecho.

-Cuando yo era un niño, pensaba en escaparme al mar y vivir mi vida en el agua y navegar con sus cambios de humor. Su pulgar acarició la palma de la mano de Bella y ella se vio obligada a tragar antes de poder hablar.

-¿Por qué no lo hiciste? Edward se encogió de hombros y ella se preguntó si recordaría que estaba allí.

-Descubrí que la tierra también tenía su propia magia..., pastos de brillantes colores, un suelo rico, viñedos de color púrpura y ganado que pastorea apaciblemente bajo el sol. Lanzarse al galope y recorrer estas tierras es tan excitante como navegar sobre las olas del mar. La tierra es mi trabajo, mi placer y mi destino.

Él la miró hasta el fondo de sus ojos cafes, abiertos y asombrados en el rostro nacarado, y algo ocurrió entre ellos, algo que brillaba tenuemente y se expandía, hasta que Bella se sintió sobrecogida por su poder. Luego, se en contró aplastada contra él y el viento silbaba en torno a ellos como si fuese cintas que pretendieran enlazarlos íntimamente mientras la boca de Edward exigía una rendición absoluta.

Bella se aferró a él cuando el rugido del mar se intensificó hasta volverse ensordecedor y, de pronto, se encontró apretándose contra su pecho musculoso y exigiéndole más y más. Si el humor del mar era tranquilo y apacible, el de Edward no se le parecía en absoluto. Indefensa ante su propia necesidad, Bella se recreó en la salvaje posesión de sus labios ardientes y en la urgente insistencia de las manos que la reclamaban como si ella les perteneciera por derecho.

Temblando, aunque no de temor sino por el anhelo de entregarse, se ciñó aún más contra él deseando febrilmente que él tomara lo que ella le estaba ofreciendo. La boca de Edward se apartó ligeramente por un instante y Bella meneó la cabeza rechazando la momentánea libertad atrayendo su cabeza nuevamente hacia ella y con labios que imploraban la fusión con los de él. Los dedos de Bella se clavaron en la tersa piel de los hombros de Edward cuando él volvió a abrazarla con pasión mientras su boca la buscaba presa de una nueva voracidad, como si necesitara mor derla para no morir de hambre. Una de sus manos se deslizó por debajo de la seda de su blusa para reclamar un pecho que se estremeció ante la febril caricia, los dedos calientes vagaban como ascuas encendidas sobre la piel suave y, aunque su boca había sido conquistada, la lengua de Edward exigía ahora la íntima y profunda humedad, haciendo que Bella musitara una y otra vez su nombre hasta que todo pareció esfumarse.

Los poderosos brazos de Edward volvieron a ceñirla contra él, las manos abandonaron su exploración y el aliento desapareció y fue olvidado ante esa fuerza nueva y abrumadora. Los senos suaves estaban aplastados contra la dura roca de su torso, los muslos se acoplaban geométricamente, los corazones latían al uníso no y Bella supo que había dado el paso hacia el precipicio y que jamás regresaría a la seguridad de la tierra. Edward la soltó tan abruptamente que se habría caído si él no la hubiera cogido por un brazo.

-Ahora debemos regresar -dijo como si nada hubiese ocurrido-. Se hace tarde. Bella alzó las manos para apartar los rebeldes rizos que caían sobre su rostro y miró a Edward con ojos implorantes y confusos.

-Edward. Pronunció su nombre con un susurro, incapaz de articular ningún otro sonido, y él la miró con expresión sombría y, como siempre, insondable.

-Se hace tarde. Bella -repitió y la ira que se advertía en su voz no hizo sino aumentar su perplejidad. Bella sintió un súbito golpe de frío y se rodeó el cuerpo con los brazos para controlar el temblor de su cuerpo.

-Edward, ¿por qué estás enfadado conmigo? No he hecho nada malo.

-¿No? Sus ojos se entrecerraron, oscureciéndose con su habitual cambio de humor y, a través del dolor que le producía su rechazo, Bella sostuvo su mirada.

-No. ¿Qué podría hacerte yo? Eres tan insoportablemente superior, sentado en tu trono de oro. Una medio aristócrata como yo difícilmente pueda ascender a tu nivel para causarte daño.

-Tu lengua te causará muchos problemas, Isabella, a menos que aprendas a controlarla. Ahora la voz de Edward era precisa y demasiado controlada, pero Bella descubrió un atisbo de prudencia enterrada bajo una creciente montaña de furia.

-Bien, hasta que decida hacerlo es probable que la emplee para decirte exactamente lo que pienso acerca de tu actitud arrogante, autocrática, dominante y exasperante hacia la vida en general y hacia mí en particular.

-A una mujer con tu genio -comenzó a decir él con un tono de voz que ella juzgó demasiado suave y demasiado meloso-, mi querida prima, debe recordársele permanentemente que hay un solo amo. -La cogió del brazo con vehemencia y echó a andar alejándose del mar-. He dicho que regresamos al castillo.

-Tú regresarás al castillo, monsieur -replicó ella, manteniéndose firme y mirándole con furia-. O a cualquier otro lugar que desees. Su retirada, furiosamente digna, sólo alcanzó a los tres pasos antes de que unos dedos de acero la cogieran de los hombros y la obligaran a volverse para encontrarse con una explosión de ira que hizo que su propio estado de ánimo pareciera tranquilo.

-Me obligas a pensar nuevamente en la sabiduría que implica golpear a una mujer. Su boca volvió a besarla con mayor violencia que si hubiese empleado los puños y Bella sintió pánico al encontrar en sus labios solamente ira y ningún vestigio de deseo. Los dedos de Edward se clavaron en sus hombros pero ella decidió no luchar contra él, permaneciendo pasiva entre sus brazos mientras todo su coraje se disolvía en pura indefensión. Cuando, finalmente, él la soltó, Bella le miró, aborreciendo el velo de lágrimas que comenzaba a cubrir sus ojos.

-Tú tienes todas las ventajas, Edward, y siempre me derrotarás físicamente. Su voz era tranquila y cuidadosamente modulada y advirtió que él fruncía el ceño con un gesto de asombro ante su reacción.

Edward extendió una mano para enjugar una lágrima rebelde que había rodado por la tersa mejilla de Bella y ella se apartó rápidamente, pasando una mano por su rostro y parpadeando para reprimir el llanto.

-Por hoy ya he tenido mi cuota de humillación y no pienso echarme a llorar para que te sientas satisfecho de tu obra. -Su voz se volvió más firme cuando pudo controlar sus emociones y sus hombros se pusieron rígidos mientras Edward observaba en silencio la transformación que se operaba en ella-. Como has dicho, se está haciendo tarde. -Dando media vuelta, echó a andar en dirección a los caballos.

Capítulo 12: Capítulo 14:

 
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