—Ay,Edward,¡es horrible!¡Nos vamos!
El se la quedó mirando fijamente.Era presa de un ataque de pánico desde que la había visto salir por la ventana de su dormitorio,deslizarse por el viejo y nudoso roble y luego cogerlo de la mano tan fuerte que casi le hacía daño y arrastrarlo hasta el bosquecillo.
—¿Que os vais?
Ella asintió con la cabeza,el reflejo de la luna en sus ojos llorosos.
—Ese tipo inglés le ha pedido a mamá que se case con él y ella ha dicho que sí.Nos trasladamos a Inglaterra.
Esas palabras lo aturdieron,lo sacudieron de pies a cabeza.Bella era lo mejor de vivir allí.
Abalanzándose sobre él,la chica se abrazó con fuerza a su cuello.
—Ay,Edward,nunca volveré a verte.
El la abrazó también,estrechándola contra su cuerpo y notó las lágrimas que le corrían por las mejillas,cálidas al principio,frías a medida que resbalaban.No podía marcharse.Era demasiado pronto.Aún no tenía nada que ofrecerle.
Ella se apartó y lo miró como si creyera que él poseía alguna clase de poder para arreglarlo todo.
—¿Qué vamos a hacer?
Edward tragó saliva y odió tener que decirle esas palabras.
—Bella,no tengo nada que ofrecerte.
—Pensaba que me querías.—Edward miró hacia la casa de ella.—Sé que nunca me lo has dicho,pero creía que...
—Y así es—dijo él,interrumpiéndola.Aquello era lo más cerca que iba a estar de revelarle sus sentimientos.
—Entonces,¿qué vamos a hacer?—volvió a preguntar Bella.
Edward no tenía la menor idea.Pensó en las ropas caras que llevaba aquel tipo,en su forma de hablar,que,aunque cursi,desprendía seguridad,algo que incitaba a escucharlo y obedecerlo.Daba órdenes sin gritar ni obligar a golpes.Si ese hombre fuera quien lo hubiese sacado del tren de los huérfanos,se habría dejado el alma trabajando para él.Tal vez por eso ahora se esforzaba tanto,porque no quería decepcionarlo,ni que creyera que había juzgado mal sus aptitudes.
El inglés cuidaría bien de Bella hasta que él pudiera ir a buscarla.
—Creo que deberías ir con ellos—le dijo,como si tuviera elección,aunque sospechaba que,en realidad,no la tenía.Si su madre quería que fuese,iría.
La chica se lo quedó mirando y él la vio esforzarse por asimilar lo que le pedía.
—Iré a buscarte,Bella,en cuanto pueda.Te prometo que no tardaré.Invertiré todo mi dinero en nuestra futura casa.
En las noches siguientes,Edward creyó que el terror que lo atenazaba cada vez que pensaba en que ella iba a marcharse terminaría por matarlo,junto al arroyo,le pedía que le contara cómo quería que fuera su casa,con todo lujo de detalles.La última noche que pasaron juntos,durmieron abrazados,vestidos,bañados por la luz de la luna.
Al amanecer,cuando Edward la acompañó a su casa,ella le susurró:
—Te voy a echar muchísimo de menos.¿Me escribirás?
—Todos los días—prometió él.
—Y cuando vengas a buscarme,estaremos juntos para siempre.
—Para siempre.
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