El jardin de senderos que se bifurcan (CruzdelSur)

Autor: kelianight
Género: General
Fecha Creación: 09/04/2010
Fecha Actualización: 30/09/2010
Finalizado: SI
Votos: 2
Comentarios: 10
Visitas: 61018
Capítulos: 19

Bella se muda a Forks con la excusa de darle espacio a su madre… pero la verdad es que fue convertida en vampiro en Phoenix, y está escapando hacia un lugar sin sol. ¿Qué mejor que Forks, donde nunca brilla el sol y nadie sabe lo que ella es…? Excepto esa extraña familia de ojos castaños, claro.

Los personajes de este fic pertenecen a Stephenie Meyer y la historia es escrita sin fines de lucro por la autora CruzdelSur que me dio su permiso para publica su fic aqui.

Espero que os guste y que dejeis vuestros comentarios y votos  :)

 

 

 

 

 

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Capítulo 12: De Amor y de Sombra

 

Los nómadas se marcharon poco después. A James era bastante claro que le parecía repulsiva la idea de tanto amor y tolerancia, y Victoria se veía obviamente incómoda, aunque no tan asqueada como James. Laurent irradiaba curiosidad, pero la presión grupal lo obligó a retirarse pronto, junto a ellos. Xiu, a todo esto, había vuelto al aire tranquilo que la había rodeado al inicio, aunque su feliz indiferencia había sido reemplazada por una expresión meditabunda. Debía estar conjeturando formas de perfeccionar su laberinto.

Alice les proporcionó ropas nuevas a todos, y Xiu, Laurent y Victoria se dieron sendas duchas, mientras James esperaba afuera de la casa. Alice ardía en ganas de ponerle las manos encima al enredado cabello de Victoria, eso era obvio, pero la cara de la joven pelirroja era tan poco amigable que Alice no se atrevió.

Por fin, los nómadas se alejaron en dirección al suroeste. Sólo cuando estuvieron a una prudente distancia, los Cullen-Hale cayeron otra vez sobre mí, radiantes de alegría y muy curiosos, pidiéndome más detalles de cómo había despertado, felicitándome por mi inteligencia, preguntándome qué tipo exacto de recuerdos eran los que me habían guiado, queriendo saber cómo envié los recuerdos al olvido… Esme y Carlisle se presentaron oficialmente, y me repitieron un centenar de veces lo felices que estaban de conocerme y lo ansiosos por que yo le diera más detalles.

Jasper fue el primero en darse cuenta de mi incomodidad.

-Tal vez Bella necesite un poco de calma –sugirió, y un sentimiento de paz me invadió-. Mejor démosle un rato para pensar y acostumbrarse a la idea de volver a estar despierta.

Los demás estuvieron de acuerdo (algunos más renuentes que otros), y pronto Edward y yo éramos los únicos que quedábamos en la casa, recostados en el sofá. Él había pasado un brazo alrededor de mis hombros, y yo me había acurrucado en ese abrazo, que me hacía sentir tan cálida y protegida. Afuera lloviznaba levemente, un concierto de gotas caía contra las ventanas. Un día típico de Forks.

Permanecimos un rato en silencio, todavía cómodamente abrazados, mientras mil preguntas bullían en mi cabeza. Xiu podía hacer a alguien perderse dentro de su cabeza, sumirlo en una especie de locura. Laurent traducía a la par todo lo que ella decía, o lo que los demás le decían a ella. ¿Esos eran dones también? Edward me había dicho una vez que podía oír mentes, pero no la mía…

Era una suerte que Edward no pudiese oír mis pensamientos, porque hubiese creído que estaba loca.

-Dime qué es lo que piensas –me susurró al cabo de un minuto-. Me parece muy raro no saberlo. ¿Así es como es para los demás?

-Sí, así es –medio sonreí, divertida ante su tono asombrado-. Estaba pensando… escuchas las mentes, yo tengo una especie de… escudo, que hace que no puedas oírme. De los nómadas, Xiu podía convertir la mente de alguien en un laberinto. ¿Y los demás? Tu familia… ¿también tienen… superpoderes parecidos?

-Esme… mi madre, o figura materna, si prefieres, tiene un don parecido al mío. Ella… de ella podría decirse que escarba en las mentes, sólo que es muy descortés formularlo de esa manera. Esme puede sacar a la luz los recuerdos. Depende cómo de accesibles estén, con cuánta claridad se haya grabado el recuerdo, si es un recuerdo de infancia o algo que sucedió la semana pasada… también la edad influye mucho. Es mucho más difícil encontrar un recuerdo específico en la mente de un vampiro de mil años que en la de un niño humano de cinco años.

-Wow… -me asombré. Estaba fascinada-. ¿Puede hacerlo a distancia?

-No, tienes que estar presente, lo más cerca posible, y preferentemente, mirándola a los ojos. Ya ves, es un don poderoso, pero limitado. Si te resistes, lo haces más difícil para ella, y si concentras toda tu mente en un recuerdo específico, puedes ocultar los demás. Como creo que ya te dije una vez, la mente es compleja y tiene muchos niveles –tras una pequeña pausa Edward, añadió-. Hay algo más interesante aún, y es que Esme puede implantar falsos recuerdos. En una ocasión, sólo para probar si podía hacerlo, ella consiguió crear en la mente de Carlisle el falso recuerdo de haber visto un perro verde. Él lo recuerda con toda claridad, y salvo por el hecho que el recuerdo es obviamente falso y él lo sabe, podría creerlo auténtico. Esme no usa esta habilidad, pero porque tiene principios muy firmes y sabe que jugar con la mente de otra persona es incorrecto. Podría hacer de la cabeza de alguien un infierno si quisiera, obligándolo a creer que lo ocurrieron todo tipo de cosas horribles. No lo hace por principios morales.

-Uh, tan maternal e inofensiva que parece… ¿Y los demás? –pregunté, ávida de más información.

-Rosalie y Emmett tienen dones más convencionales. Rosalie opina que parecen sacados de una mala película de ciencia ficción, pero Emmett está muy conforme con el suyo. Rosalie es biopirogenésica: puede crear fuego de la nada. Puede crearlo, pero el fuego necesita combustible para arder, de modo que otra vez estamos ante un don limitado. Ella crea lenguas de fuego, que se extinguen en cuestión de segundos si no encuentran algo a lo que incendiar. Emmett es telekinésico, mueve los objetos sin tocarlos. Ya en vida poseía una gran fuerza física, y al transformarse, sucedió algo muy raro, porque no sólo puede mover objetos con la fuerza de sus músculos, sino también con la mente.

-¿Y Alice? ¿Controla el viento, lee libros con sólo tocarlos, puede escalar paredes…?

-No, lo suyo es algo un poco más aburrido. Ella ve el futuro.

-¡¿Eso te parece aburrido? –chillé, atónita.

-Más aburrido que escalar paredes, sí –replicó Edward, burlón.

-¿Y cómo ve el futuro? –pregunté, fascinada.

-Simplemente, lo ve –respondió él, encogiéndose de hombros-. Nadie sabe muy bien cómo sucede. Son como visiones. De pronto llenan su cabeza, sin que ella lo pueda evitar. A veces Alice atisba voluntariamente el futuro de alguien, pero otras veces las visiones llegan imprevistamente. Eso sí, lo que ella ve son futuros posibles –me aclaró Edward, serio-. Puede ver los resultados de las decisiones que se toman, pero si esas decisiones cambian, cambia el futuro también. Un poco como el poder del creador de Xiu, que vivía todos los futuros posibles… Alice ve los futuros posibles, aunque sólo viva aquellos que se concreten en este presente.

-Edward, ¿todos los vampiros tienen… tenemos… superpoderes, o como sea que se llame esto? –le pregunté en un susurro.

-Hasta donde sabemos, sí –me respondió él en voz baja-. Parece que todos tenemos algún tipo de don, aunque aparentemente no se suele dar el caso de dos vampiros con el mismo poder. Carlisle tiene una teoría. Cree que todos traemos algunos de nuestros rasgos humanos más fuertes a la siguiente vida, donde se ven intensificados, como nuestras mentes o nuestros sentidos. Alice, entonces, tendría el don de la precognición ya antes; yo ya sería muy intuitivo para adivinar lo que pensaba la gente. La fuerza de Emmett era solamente física antes, pero ya estaba ahí; y el carácter de Rosalie siempre fue explosivo, aparentemente. Esme parece haber tenido siempre buena memoria…

-¿Y Jasper? –no pude evitar reírme un poco-. ¿Él sí escala paredes?

-No, él tampoco puede –Edward se rió también. ¡Qué sonido tan maravilloso era su risa! -. Jasper… controla, o al menos puede influir, los estados de ánimo. Fue bastante carismático en su primera vida, capaz de influir en todos cuantos tenía alrededor para que vieran las cosas a su manera. Ahora es capaz de manipular las emociones de cuantos le rodean. Puede apaciguar una habitación de gente airada, por ejemplo, o a la inversa, exaltar a una multitud aletargada. Es un don muy sutil. Él puede influir en los estados de ánimo, pero no en los sentimientos. Pero así como puede manipular a los otros, los estados de ánimo de quienes están a su alrededor también lo afectan a él.

-Hace un rato, cuando Xiu dijo que yo no saldría nunca de mi laberinto mental… -recordé-, te desesperaste y empezaste a llorar… ¿Jasper cayó al suelo, como herido, porque captaba tus emociones?

-Yo estaba mucho peor que desesperado –me musitó Edward-, estaba al borde de la locura. Sentí tanto dolor al creer que nunca te recuperarías, tanta culpa, tanto remordimiento… para Jasper debe haber sido lo que para un humano una patada en el estómago. Tengo que disculparme con él después.

-¿Por qué sentías culpa o remordimiento? –inquirí, sin comprender-. No era por tu causa que yo estaba… perdida.

-No estrictamente, pero en parte sí… -susurró Edward, con voz atormentada. Me giré para verlo, la expresión en su rostro era de intenso sufrimiento-. Bella, hay cosas de las que quería hablarte, me había propuesto decirte el jueves por la tarde, ni bien acabaran las clases… pero el jueves por la madrugada… te perdiste. Y sentí que fue mi culpa, porque si yo te lo hubiese dicho antes, si no hubiese tardado tanto, si hubiese sido más responsable…

-Edward, el "si hubiese" no existe –lo interrumpí-. Sólo vivimos una existencia posible. El tiempo quizás se bifurque en infinitos modos posibles, pero en ése tiempo que estamos viviendo, no hay marcha atrás y no tiene sentidos preguntarse por otros modos que jamás viviremos. ¿Qué tal si mejor me explicas esas cosas tan importantes que ibas a decirme hace más de una semana?

-Es sobre nuestra alimentación –susurró Edward-. ¿Nunca te preguntaste cómo era posible que un grupo grande de los nuestros, como es mi familia, pueda vivir en un pequeño pueblo como es Forks, y sin que la población se reduzca bruscamente?

-Me lo pregunté muy superficialmente –admití, un poco avergonzada-. Supuse que cazarían en las ciudades más grandes, lejos de aquí. Correr no es un problema para ninguno de los nuestros, ¿no? Y después se me ocurrió que, como tu padre es médico, quizás él robaba, o compraba –me corregí de inmediato, no quise dar la impresión que consideraba un ladrón a Carlisle-, en los bancos de sangre. Una vez leí que se puede comprar sangre si se es médico… ¿Él en serio es médico cirujano? –pregunté, sin poder ocultar mi curiosidad.

-Sí, Carlisle es médico –respondió Edward, que parecía divertido por mi curiosidad.

-¿Pero es cierto que es cirujano? -insistí-. ¡Cirujano, de entre todas las especializaciones! ¿Cómo lo hace? ¿En serio estudió esa carrera? ¿Ejerce, o sólo tiene el título…?

-Sí, Carlisle ejerce, estudió la carrera tal y como se debe, y le costó unos doscientos años, pero él consiguió insensibilizarse casi por completo al olor de la sangre humana.

-¿Cómo lo logró…? –me di cuenta que tenía la boca abierta de sorpresa y me apresuré a cerrarla. Estaba atónita con lo que oía.

-Con mucho esfuerzo, sacrificio, y un enorme deseo de proteger la vida –la voz de Edward irradiaba respeto y admiración, y no era para menos-. Toda su historia es asombrosa. Carlisle nació por 1640, estima él, en ese tiempo no se llevaba la cuenta para la gente común, pero él sabe que fue durante el gobierno de Cromwell. Fue el único hijo de un pastor anglicano…

Me contó la historia de Carlisle, de los primeros y difíciles tiempos que tuvo que atravesar tras el cambio. Me sentí identificada con su desesperación y soledad, aunque debo decir que la idea de cazar un venado y alimentarse de su sangre me pareció de lo más extraña. No era, en rigor, una mala idea, es sólo que jamás se me hubiese ocurrido. A mi favor sólo puedo decir que lo más cercano a animales salvajes que tenía en Phoenix eran los perros callejeros, y algunos pocos coyotes que sobrevivían por allí.

El viaje a Italia, y el que allí Carlisle conociera a otros como él, me fascinó. Sobre todo cuando Edward me llevó a ver los cuadros del estudio, donde Carlisle y los otros tres aparecían reflejados como ángeles maravillosos.

Después, su llegada al Nuevo Mundo. Edward no se detuvo en los detalles que llevaron a Carlisle a dejar a los otros, pero mencionó una divergencia importante de puntos de vista; aparentemente, los tales Aro, Cayo y Mario intentaron curar a Carlisle de su extraña idea de no alimentarse de seres humanos, y Carlisle intentó convencerlos a ellos no matar gente. Sin embargo, si bien ésa parecía una razón válida para tomar caminos diferentes, aunque se separaran en términos amistosos, Edward mencionó algo extraño, sobre que Carlisle no se sentía seguro tan cerca de Aro. Deduje que este Aro debía tener muy pocas pulgas si era capaz de herir a alguien sólo por no pensar como él, y lo dije.

-Aro no lo hubiese lastimado, más bien, hubiese hecho todo lo que estaba a su alcance para impedirle alejarse –musitó Edward, sonriendo torcido-. El don de Carlisle empezó a aflorar por esa época. Fue por eso que él prefirió poner tierra entre medio de Aro y él.

-¿Y cuál es el don de Carlisle? –pregunté, cayendo en la cuenta que todavía no lo sabía.

-Es el más extraño, y posiblemente el más poderoso de todos –dijo Edward oscuramente-. Aro y Carlisle se llevaron bien durante años por una razón, y es que ambos están siempre sedientos de conocimiento. A ambos les maravilla lo desconocido, la investigación… Carlisle parecía un niño con un juguete nuevo cuando Jacob llegó a casa por primera vez después de la transformación. Estaba, está todavía, completamente fascinado por él, por los cambios operados en el organismo de Jake, por el incremento de peso y altura, por la feroz eficiencia del sistema inmunológico, que lo hace curarse muy velozmente. Sé que daría casi cualquier cosa por una muestra de sangre de Jacob para analizar, pero nunca le pediría eso. El señor Black no lo permitiría, y Carlisle no quiere crear situaciones incómodas. Intenta dejar en paz a Jake y no respirarle en la nuca todo el tiempo que está aquí, pero no puede evitar observarlo, analizarlo.

-¿Un vampiro con interés científico? –pregunté, confundida.

-Algo así –respondió Edward-. Aro sin duda estaría igual de intrigado, pero no hubiese tenido el mínimo de consideración necesaria para dejar a Jacob seguir haciendo su vida y limitarse a observarlo desde una prudente distancia. Eso es lo que diferencia a Carlisle y Aro, en lo que a conocimiento se refiere: Aro no tendría problemas en secuestrar a Jacob y encerrarlo en una jaula para estudiarlo cómodamente, mientras que a Carlisle esto no se le ocurriría nunca jamás. Ésta es la primera de las muchas cuestiones que los diferencian, y que acabaron causando que Carlisle se alejara da su lado. Aro ve a los humanos como alimento, como seres inferiores apenas lo suficientemente buenos para convertirse en comida de vampiros. Carlisle estudió medicina justamente para intentar salvar vidas humanas, para ayudar a la gente, porque ama la vida y quiere ayudarle a todo aquel que pueda.

-Sólo tienen en común las ganas de conocer, no los métodos –observé, reflexiva.

-Así es. Parece ser que Aro lo apreciaba y mucho, pero Carlisle comprendió que eran puntos de vista irreconciliables los que sostenían y prefirió marcharse. Lo que Aro por lo visto nunca supo, no llegó a advertir, fue que el don de Carlisle había empezado a manifestarse en esa época. No todos los dones despiertan y maduran al mismo tiempo –me siguió explicando Edward-. Yo pude oír mentes desde que desperté a esta nueva existencia, y Jasper también pudo sentir las emociones siempre, aunque le tomó bastante tiempo tener el control necesario para poder influir en las ajenas. El primer recuerdo de Alice, aún antes de abrir los ojos a esta nueva existencia, es el rostro de Jasper en una visión; su poder también estuvo activo siempre. Rosalie, en cambio, dio la primera muestra de su poder un par de meses después de transformarse; Emmett tardó casi un año en manifestar su don, pero cuando lo hizo, fue con todas las de la ley, ya que derrumbó una pared sin mover un músculo. A Esme le tomó más de un año y medio manifestar su don, y al hecho que podía crear memorias falsas no lo descubrimos hasta veinte años más tarde…

-¿Y Carlisle? –insistí, viendo que Edward otra vez se iba del tema-. ¿Qué puede hacer él?

-Él… si pasa tiempo suficiente en compañía de otro vampiro, adquiere el mismo don que ese vampiro posee –ante mi expresión entre curiosa y asustada, Edward especificó:- No es que le quite su don a nadie, sino que es como si… lo copiara. En este momento, Carlisle puede sacar a la luz recuerdos, oír pensamientos, influir en los estados de ánimo, atisbar superficialmente el futuro, crear fuego y mover objetos con la fuerza de la mente.

-¿Puede hacer todo eso a la vez? –pregunté, asombrada.

-No, sólo una cosa por vez… y la mayor parte del tiempo, no pone en uso ninguno de esos dones. De todos modos, lo que él puede hacer es más limitado, en la mayoría de los casos, aunque va incrementándose con el paso de los años. Carlisle es capaz de oír los pensamientos ajenos, pero sólo cuando la otra persona esté pensando en eso con mucha intensidad o si él se concentra. Otro tanto para las emociones: las muy intensas son las más fáciles de captar, tiene que esforzarse en encontrar todos los matices. En compensación, las emociones negativas o excesivamente fuertes no lo afectan tanto como a Jasper.

-¿Y los otros dones? –inquirí, fascinada.

-Respecto a levitar cosas o incendiarlas, Carlisle no utiliza estos dones prácticamente nunca, en parte porque no los controla nada bien y le preocupa hace desastres. Y no es como si ayudara a pasar desapercibido entre humanos, si va por el hospital quemando historiales médicos y levitando bisturís. El don de Alice es el más inconstante, y a ése no lo controla en absoluto. Carlisle tiene visiones del futuro, pero muy de vez en cuando, casi nunca. Y cuando sucede, hasta ahora nunca se refirió a exactamente el mismo hecho que Alice haya visto. Sí pasó que los dos vieron momentos distintos de un futuro próximo, pero nunca tuvieron exactamente la misma visión.

-Qué raro… como si el don funcionara de manera distinta de una persona a otra –pensé yo en voz alta.

-Ésa es exactamente la impresión que tenemos –corroboró Edward-. Él puede acceder a los recuerdos, como Esme, pero sin la misma facilidad, e implantar recuerdos falsos no se le da tan bien. Con todo, es el don que mejor domina. Tenemos varias suposiciones al respecto, desde que se debe a que dado que es su esposa y el amor de su existencia, él la ama y la comprende mejor que a nadie, y que eso repercute en la adquisición del don, a que es necesario el contacto físico para acelerar el proceso, y hum, bueno… -Edward dudó un momento, incómodo-. Carlisle tiene más contacto físico con Esme que con ninguno de los demás.

Me llevó un momento comprender a qué se refería Edward, y entonces sólo pude soltar una risita incómoda.

-Oír mentes es lo siguiente que mejor domina, de modo que el tiempo compartido en compañía del "dueño original", por así decirlo, del don, debe tener algo que ver –reflexionó Edward-. Y ésa es la razón por la que Carlisle decidió alejarse de Aro mientras aún podía. No sé cómo, pero logró que Aro siguiese creyendo que su don, el de Carlisle, no se había manifestado aún, y siguió viaje. Aro lo hubiese querido conservar a su lado, posiblemente como un miembro privilegiado de su guardia, pero Carlisle no aspiraba a ese tipo de respeto y temor por parte de los demás vampiros, y prefirió irse.

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El resto era historia más reciente, en comparación. Carlisle había encontrado a Edward en un hospital de Chicago, muriéndose de gripe española. Sus padres habían fallecido ya, y Carlisle confió en que en medio del caos ocasionado por la epidemia, nadie echaría en falta un cuerpo puntual. La madre biológica de Edward parecía haberle insistido al joven médico que salvara a su hijo a cualquier costo, y él lo tomó del modo más literal.

La familia había seguido ampliándose. Pocos años después se les sumó Esme, que había caído de un acantilado y fue llevada directo a la morgue, aunque su corazón seguía latiendo. Carlisle la encontró allí y la transformó también, para casarse con ella poco después. Edward dejó entrever que se habían conocido antes, aunque sin que mediaran sentimientos especialmente románticos en esa ocasión.

-Carlisle estaba encandilado por ella, pero se repitió que bastaba con ser un vampiro, no hacía falta convertirse también en un asaltacunas –comentó Edward, sonriendo torcido-. Esme era una joven humana de sólo dieciséis años cuando se conocieron, y Carlisle ya tenía casi trescientos en esa época. Esme estaba físicamente atraída por él, pero no enamorada en un sentido emocional… después de todo, no se conocían casi, y ella era sólo una impresionable jovencita humana. Fue amor a primera vista cuando Esme despertó a esta nueva existencia.

Rosalie fue la siguiente en unirse a la familia. Había sido asaltada, herida y dejada por muerta. Sólo el haber sido encontrada por Carlisle la salvó de una muerte segura, así me lo explicó Edward. Parecía que Carlisle había albergado esperanzas que Rosalie se convirtiese, para Edward, en lo que Esme para él. Si bien sus intenciones fueron buenas y no forzó a los jóvenes a algo que no querían, sus planes no resultaron ni por asomo. Rosalie había encontrado a Emmett apenas dos años más tarde, y él se convirtió en su media naranja perfecta.

Emmett había llevado una vida no muy ejemplar como humano. Era, ante todo, un aventurero. Traficante de bebidas alcohólicas durante la Ley Seca, cazador furtivo, explorador y ocasional buscador de oro, Emmett cometió el error de atacar un oso sin cerciorarse primero de si su escopeta estaba cargada. El oso prácticamente lo hizo pedazos, y sólo la oportuna intervención de Rosalie, que también estaba cazando, pero para alimentarse, salvó a Emmett de la muerte. Rosalie no se sentía segura de ser capaz de morderlo para inocularle su veneno, pero sin beber su sangre y matarlo en el proceso, de modo que lo cargó durante casi ciento cincuenta kilómetros de regreso a su casa, donde le pidió a Carlisle que convirtiese a Emmett para ella.

-Creo que ese gesto fue el que logró que los dos hicieran definitivamente las paces –reflexionó Edward mientras me lo contaba-. Rose odia ser una vampiresa, y Carlisle tenía la culpa de esto en lo que ella se había convertido, al haber elegido por ella. Pero cuando él convirtió a Emmett para ella, cuando Carlisle lo hizo porque Rose se lo pidió, ellos dos comenzaron a llevarse mejor que nunca antes.

Algún tiempo después, Jasper y Alice se habían unido a la familia. Jasper venía de otro grupo, que no podría considerarse una familia en términos de amor y respeto mutuo; Alice no recordaba nada de su pasado. No dejaba de ser irónico que alguien que pudiese atisbar el futuro, no fuese en cambio capaz de rememorar su propio pasado.

-Nos costó un poco integrarlos, y tampoco fue tan fácil para ellos acostumbrarse a nosotros –me explicó Edward-. Alice es muy extrovertida, y eso ayudó a hacerlo más fácil. Además, a penas tenía poco tiempo de transformada, eso también ayudó. Pero supongo que habrás observado a Jasper de cerca, todas esas cicatrices no dejaban de ser intimidantes, y él había vivido demasiado tiempo rodeado de guerra como para bajar la guardia demasiado pronto, que también es comprensible. Él ya tenía casi cien años cumplidos cuando llegó, y toda una historia a sus espaldas.

Jasper no había seguido la dieta "vegetariana" desde un inicio, y había tenido (en menor medida, seguía teniendo) grandes problemas para acostumbrarse. No le era fácil resistirse, pero luchaba día a día para sobreponerse.

No pude menos que admirar a Jasper. Había elegido el camino más difícil, pero el correcto. ¿Podría hacerlo yo también? Edward había mencionado que la sangre humana era lo único que calmaba la sed por completo. La sangre de animales, que consumía toda la familia Cullen, satisfacía la sed bastante bien, pero no tenía punto de comparación con la sensación de placer y falta completa de sequedad en la garganta que regalaba la sangre humana. Edward lo sabía de primera mano; durante su época de "rebeldía adolescente" había cazado humanos, pero sólo a los malvados, aprovechándose de su don. Pero llegó el momento en que el cargo de conciencia por las vidas que había tomado fue demasiado grande, y se decidió a volver con Carlisle y Esme, que lo recibieron con los brazos abiertos, como a un hijo pródigo.

Eso reafirmó una vez más mi íntima aseveración de que Edward me comprendería mejor que nadie. Él había pasado por algo parecido, él tampoco había querido seguir matando gente, y había logrado sobrevivir sin lastimar a nadie. Edward era mi modelo a seguir.

Pese a algunos problemas ocasionales en la convivencia, las cosas parecían haber ido muy bien para la familia Cullen. El que todos tuviesen además dones extra, simplificaba tanto la convivencia unas veces, como la complicaba en otras situaciones. Pero en general, todos ellos se consideraban una familia democrática, donde las decisiones más importantes se discutían y se sometían a votación.

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Edward y yo hablamos muchísimo esa tarde. O mejor dicho, yo pregunté y él respondía. Al vernos más tranquilos, poco a poco el resto de la familia se acercó y aportó una u otra cosa a la conversación. Eran muy amables y no se esforzaron por involucrarse en la conversación, sino que se quedaban siempre un rato antes de irse a seguir con otra cosa.

Edward, con algún aporte ocasional de alguien más, me habló de las reglas, los Vulturi, cuántos eran y cómo se organizaban. Me contó de sus presas favoritas, de la primera vez que había cazado un puma y sus ropas acabaron tan destrozadas que tuvo que esperar a que fuese noche cerrada para regresar a su casa.

También me contó lo que había pasado durante los diez días que yo había estado mentalmente ausente. Me había perdido el baile de primavera, que tantos dolores de cabeza me había causado. También había faltado al examen de biología sobre anatomía celular, aunque podría recuperarlo el miércoles próximo. Ya en el terreno del cotilleo liso y llano, Alice me informó que Ángela había empezado a salir con Ben Chenney; Jessica Stanley y Mike Newton había llegado ya a la fase del primer beso; Lee estaba saliendo con Samantha; Lauren había aceptado ir al baile con Conner, pero se creía demasiado buena para él.

Por otra parte, Jacob Black se había convertido en licántropo. A esta altura lo dominaba bastante bien, por lo que me dijo Edward, y podía entrar y salir de fase sin problemas. Había tenido una seria discusión con otro muchacho llamado Sam, que ya era licántropo al momento de transformarse Jake por primera vez. Aparentemente el otro se había erigido como Alfa, y Jacob lo aceptó hasta el tal Sam le prohibió acercarse a la casa de los Cullen. Entonces lucharon, algo muy poco amistoso y excesivamente cruel aún para términos lupinos, opinó Edward con una mueca. Jacob había vencido, y se había declarado el nuevo Alfa de una manada de tres, próximamente cuatro. Sam había quedado relegado a ser el Beta, Paul era el Gamma de la manada, y los tres sabían que faltaba nada de tiempo para que Jared se transformara también.

Jake había seguido viniendo a verme, después de transformarse. La familia de Edward había estado muy preocupada al respecto, pero sin razones, según resultó. Parece que, incluso sólo semi consciente, advertí que Jacob no era un peligro y hasta me relajé contra su pelaje espeso y caliente. Los demás habían estado felices y aliviados, aunque después de cada visita de Jake, Alice me había bañado prolijamente y cambiaba de ropa. Todos coincidían en que el olor de Jake era asqueroso, y la única razón por la que yo todavía no lo había notado era porque no había respirado cerca de él.

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Si fuese humano, Edward tendría que haber estado completamente afónico cuando acabó de contarme todo eso. Estaba atardeciendo cuando por fin hizo una pausa. Habíamos recorrido toda la casa y parte del jardín, y en ese momento estábamos los dos solos, delante de la casa, sentados en un banco de jardín ubicado entre los rosales. Ya no llovía, aunque todo estaba empapado y cada ocasional brisa hacía caer gotas de los árboles. El césped estaba tan empapado de agua que al pisarlo se oía un extraño sonido, como de una esponja.

-Tu familia es asombrosa –susurré, admirada-. Tienes mucha suerte de tenerlos.

-Sin ninguna duda –sonrió Edward cálidamente.

-Hay algunas cosas… que me gustaría saber –empecé, dudando un poco-. ¿Por qué Jasper me miraba con tanto odio al principio, si después acabó leyéndome libros, con la esperanza que eso me ayudara a recuperarme? ¿Por qué Rosalie me miraba tan mal…?

-Jasper no es malvado ni cruel, sólo frío y estratégico –intentó explicarme Edward, mirando a lo lejos-. No tenía nada en contra de ti, sólo le preocupó mucho, siempre, el que fueses una neófita mezclándote entre humanos. Tenía pánico que alguna vez no pudieses contenerte y acabaras asesinando a alguien. En parte, porque eso te podría en evidencia, y de un modo bastante obvio en el punto de la mira de los Vulturi, que si llegaban a venir podrían acusarnos a nosotros de no haberte refrenado. Y también, porque él conoce los límites de su autocontrol, y sabe que si hirieras a alguien delante o cerca de él, si tuviese a un humano sangrante cerca, le sería muy, muy difícil contenerse, y eso podría echar por tierra todo lo que Carlisle construyó durante tantos años. Ya ves, él no quería destruirte porque sí, pero estaba dispuesto a hacerlo si te convertías en una amenaza para nuestro secreto. Hubiese hecho lo mismo con cualquier otro neófito, no era nada personal.

Lo medité un momento, intentando no ofenderme. La verdad es que sonaba como una medida de seguridad, un poco extrema, pero quizás no del todo equivocada.

-Rosalie… -prosiguió Edward, eligiendo con cuidado las palabras-. Estaba celosa. Ya te mencioné que Carlisle la había salvado, en alguna medida, "para mí", y si bien ella jamás me quiso de esa manera, ni yo a ella, no puede evitar sentirse frustrada respecto a ti. Eso, y el que medio mundo te comparó con ella en la escuela, y en la enorme mayoría de los casos salías ganando. Ella será más hermosa, pero tu simpatía ganó más adeptos que su belleza entre los humanos. Eso es algo que la irrita muchísimo.

-¡Pero yo no pretendo competir con ella! –exclamé, sorprendida-. Lo único que quiero es que me dejen en paz esos humanos molestos que se me acercan demasiado. Siempre tengo que estar pendiente de no matarlos por accidente…

-Eso mejorará con el tiempo –me prometió Edward-. El autocontrol se fortalece con los años.

Nos quedamos en silencio otro rato. Mis pensamientos brincaban de un tema y un recuerdo a otro; todavía intentaba absorber todo lo vivido durante esas pocas horas, que se me hacía eternas. Empezó a lloviznar levemente otra vez, pero apenas me enteré.

-¿Bella? –Edward me tomó suavemente del codo, su voz irradiando angustia y nerviosismo-. Bella, ¿te sientes bien? ¿Puedes oírme…?

-Claro que sí, Edward. Ya estoy bien –le respondí con una gran sonrisa.

Su expresión preocupada cambió a una de júbilo. Hizo un pequeño movimiento hacia mí, como si estuviese por echárseme encima, pero cambió de idea a último instante y sólo colocó sus manos en mis hombros, sin dejar de sonreír. Entonces fui yo quien se le echó encima; lo abracé con todas mis fuerzas, feliz de tenerlo a mi lado.

-Ouch, Bella, yo también te quiero, pero, ¿podrías dejarme algún hueso sano?

Lo solté de inmediato, sin estar segura de qué me había impresionado más: si su "yo también te quiero" o su petición de dejarle algún hueso sano. Algo se me debió notar en el rostro, porque Edward se apresuró a añadir:

-Es tu fuerza de neófita. En este momento, tu fuerza física supera a la de cualquiera de los que estamos aquí. Sé que no es tu intención lastimarme, pero en verdad se estaba volviendo un poco incómodo ser estrujado entre tus brazos… Esto dura bastante exactamente un año, después sigues siendo más fuerte que cualquier humano, pero no tanto como para lastimar a otro vampiro con un abrazo.

-Recién decías "yo también te quiero" –le dije en voz baja y clara.

Edward se removió en el lugar, incómodo.

-Hum, bueno, sí, no tenía intenciones de decírtelo de un modo tan poco… quiero decir a mi favor, que quiero creer que puedo ser sutil. Es sólo que, estaba pensándolo, y lo dije… pero porque lo pensaba; yo quería hacerlo mejor, algo un poco, no sé, más romántico… ¡no quiero decir cursi! Pero sí un poco más amable y… -apartó la mirada un momento, para enseguida volver a observarme, con vergüenza en los ojos-. Estoy comportándome como un estúpido, ¿verdad? Creo que hablé de más.

-No –no pude evitar reírme un poco-. Estás siendo tierno.

-¡Yo no soy tierno! –protestó Edward, ofendido.

-Claro que eres tierno –le rebatí, sin poder dejar de sonreír-. Y yo sí te quiero. Mucho.

Ahora era yo quien había hablado demasiado. Aparté la vista, segura de que estaría furiosamente sonrojada si todavía fuese humana. Edward me contemplaba con atención.

-Yo… te adoro –dijo Edward al cabo de unos segundos, en voz baja y grave, cada letra cargada de emoción-. Cuando estuve a punto de enloquecer de dolor, cuando Emmett tuvo que sacar a Jasper… fue porque temí que nunca te recuperarías.

-¿Sabes cuál fue el recuerdo principal de mi 'hilo de Ariadna'? –le pregunté en voz baja, mirándolo profundamente a los ojos, y respondí antes que él pudiese articular nada-. Fue tu rostro. El recuerdo de la primera vez que me miraste.

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Ahí estábamos. Sentados uno frente al otro, en ese duro banco de jardín, en medio de una lluvia que se hacía cada vez más fuerte. Mis ojos rojos clavados en sus ojos castaños. Nuestras manos entrelazadas, no apretadas con fuerza, sólo manteniéndose unidas. Confesándonos mutuamente sentimientos que nunca antes habíamos sentido, al menos en mi caso, y por lo que había podido deducir, tampoco en el suyo.

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-¿Podrías seguir siendo mi hilo de Ariadna? –le pregunté en un susurro, y recién entonces caí en la cuenta de lo ridícula que estaba sonando-. Olvídalo. Eso sí que es cursi. Pero en cristiano, ¿podrías ayudarme? Yo… no quiero matar más gente. Sólo lo hice cuando tuve sed, pero nunca quise matar a nadie, es horrible… pero yo no sabía, y creí que era la única forma, nunca se me hubiese ocurrido cazar animales, pero quiero aprender, aunque tengo miedo, y…

-Bella, nadie te está juzgando –me susurró Edward, en voz tan baja que casi no alcancé a oírlo por entre el estrépito de la lluvia-. Y me encantará ayudarte –añadió, con fervor en los ojos-. Eso tan importante que te iba a decir era, precisamente, que quería invitarte a conocer a mi familia, y a hablarte de nuestra dieta a base de animales. No tenemos intenciones de obligarte a compartir nuestra dieta "vegetariana", pero estamos dispuestos a ayudarte al cambio si quieres. A mí… me encantaría poder ayudarte.

-Gracias –susurré.

-Gracias a ti –musitó él-. Gracias por confiar en mí.

La lluvia se había convertido en un chaparrón intenso, el agua caía a baldes del cielo. Pero, perdidos como estábamos en nuestra nube de feliz alegría, nada nos importaba.

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Volvimos a entrar a la casa poco después, calados hasta los huesos. Nadie de la familia hizo comentarios, salvo Esme, que no pudo dejar de recordarnos que nos cambiáramos de ropa. Edward, que aún rodeaba mi cintura con un brazo, le dirigió un "sí, mamá", que sonó extrañamente humano.

Él se fue a cambiar a su habitación, y yo me enfrenté por primera vez a un ropero de la mitad del tamaño de la habitación, repleto a reventar de ropa. Yo sólo buscaba algo simple, pero encontré más vestidos de noche, trajes de sastre, escotadas blusas, suéters de cachemir, minifaldas y trajes de cóctel que en una tienda de ropa de moda. Por no hablar de los zapatos de taco aguja y trajes de baño. Honestamente, ¿quién quiere una bikini (más una tan micro minúscula como la que estaba encabezando la pila) en un lugar como Forks? Pero ahí estaba, una montaña de ropa que yo en mi vida usaría.

Unos golpecitos en la puerta me sobresaltaron. Alice entró un momento después, casi bailando, y con una sonrisa feliz.

-Vi que no sabías con qué ropas quedarte, y vine a darte una mano –me ofreció, sonriendo-. Los pantalones están aquí, y las blusas, ahí –me explicó, señalando un estante y una serie de perchas.

-Alice, lo que hay ahí son pantalones de vestir y blusas bordadas –murmuré-. Yo estoy buscando algo más… normal.

-¡Eso es normal! –respondió Alice, con los ojos muy abiertos y expresión inocente-. ¡Es perfectamente normal!

-Quiero algo que llame menos la atención –insistí-. ¿Dónde está mi ropa? Sólo quiero unos jeans y una camiseta, ropa interior, medias secas y zapatillas.

-Oh, están en tu casa –me informó Alice alegremente.

La puerta se abrió otra vez, y Rosalie entró, una expresión de simpatía en su rostro.

-Alice otra vez está tratando de vestirte como a una muñeca, ¿no? –me preguntó con una sonrisa divertida-. Todavía no se acostumbró que ahora estás despierta y puedes oponerte.

-¡Bella no va a oponerse! –protestó Alice, dirigiéndome una radiante sonrisa-. Ella confía en mi sentido de la moda…

-En tu sentido de la moda, sí; pero de la oportunidad, no –respondí con sinceridad, y dirigiéndome a Rosalie, repetí lo que ya le había dicho a Alice:- Sólo quiero unos jeans y una camiseta, ropa interior, medias secas y zapatillas.

Rosalie conocía el enorme ropero-habitación mejor que yo, y me consiguió las ropas que yo quería en un santiamén, mientras Alice nos miraba con tristeza.

-¡Todo un guardarropas a tu disposición, y te quedas con un aburrido pantalón azul, una camiseta verde común, zapatillas de lo más normales…! –Alice sacudía la cabeza, incrédula, mientras yo acababa de vestirme-. Lo había visto, pero no pude creerlo.

-Prefiero no llamar la atención –le respondí, acabando de atarme los cordones de las zapatillas-. Tengo más que suficiente con mis insoportables compañeros de curso.

-Mike Newton sospechaba que te habías fugado con Edward –me informó Rosalie.

-Mike Newton es un idiota –gruñí-. Eso fue el principio del fin para mis padres, que se fugaron juntos cuando apenas salían de la adolescencia, creyendo que esa acción tan increíblemente romántica les aseguraría una vida de felicidad conyugal que duró veinte meses y una hija. No me fugaría con nadie ni aunque… bah, iba a decir que ni aunque mi vida dependiera de ello, pero considerando que no estoy viva en el sentido estricto de la palabra, supongo que está bien decir que no me fugaría con nadie por nada.

Rosalie y Alice intercambiaron una mirada divertida.

-Quizás cambies de opinión algún día –sugirió Rosalie con intención.

-Podría pasar –asintió Alice, con una sonrisa que no supe muy bien cómo interpretar.

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El resto del sábado y la madrugada del domingo pasaron con tranquilidad. Edward tocó el piano durante horas para mí, tanto que de ser humano le hubiesen tenido que salir ampollas en todos los dedos. Intenté que no se molestara, pero él estaba tan feliz viéndome sonreír que no le importó.

Al amanecer del domingo reuní valor suficiente como para pedirle que me llevara con él a cazar, por primera vez para mí, un animal. Edward estuvo un poco impresionado por mi decisión, pero no tuvo problemas en acompañarme y salimos poco después.

Corrimos un rato largo por el bosque, en mi caso disfrutando la sensación de libertad. La última vez que había corrido era porque huía; ahora, en cambio, me parecía estar dando un paseo. Todo gracias a quien me acompañaba.

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La caza en sí fue un desastre. Yo sabía que ese ciervo no era un oponente real para mí, que podía hacerle frente, que yo soy prácticamente indestructible y que ese animal no me podría lastimar. Si sabía todo eso, ¿por qué me hice a un lado, cubriéndome la cabeza con los brazos? No sé. Parece que quedaban más instintos humanos en mí de lo que parecía.

Edward fue un caballero una vez más. Otros se hubiese muerto de risa, pero él sólo sonrió y sacudió la cabeza, antes de ayudarme a incorporarme. Acechamos una nueva manada, y me demostró cómo cazar primero un animal rengo, que por la forma en que la arrastraba debía tener una pata rota. Claro que podíamos alcanzar otros, sanos y fuertes, pero era importante quitar del camino primero a los heridos y enfermos, me hizo ver él. Edward lo acorraló, lo atrapó entre sus brazos, le rompió el cuello con un chasquido y mordió la yugular para sorber la sangre con precisión y fluidez. En cinco minutos, Edward estaba alimentado, tan impecablemente limpio como al salir de la casa, con sólo un brillo más claro en los ojos.

Después, fue mi turno de elegir una presa. Tuve la mala idea de elegir un animal que a mí me pareció bastante insignificante, pero que Edward se opuso rotundamente a cazar.

-Es una hembra, y tiene una cría pequeña escondida entre los arbustos –me explicó en un susurro. Era verdad, observando con atención descubrí yo también al pequeño escondido entre los matorrales-. Si la sacrificamos, el cervatillo morirá de hambre. Además, es una hembra joven y por lo que puedo ver, saludable. Es mejor quedarnos con un animal más viejo o enfermo.

Oteé el rebaño otra vez, buscando algún animal que pareciera herido, enfermo o viejo. Yo no era ninguna experta en zoología, pero todos esos ciervos me parecían bastante sanos. Hasta que divisé uno que tenía una nube de moscas alrededor, muchas más que las que rodeaban a los otros animales.

-Ése –dije con seguridad, señalándolo.

-Buena elección –me felicitó Edward-. Tiene una herida en el flanco que no está curándose. Tendrás que prestar atención, porque si bien la lesión está a punto de infectarse, aún es capaz de correr rápido…

Tras unas indicaciones más, me lancé al ataque. Lo logré, aunque mi ropa quedó sucia, manchada de sangre, hierba, rocío, pelos del ciervo y algo de tierra, cuando mi presa y yo rodamos, luchando. El sabor no era lo que esperaba. De hecho, era bastante horrible. Ni punto de comparación con la suave y dulce sangre humana que estaba acostumbrada a sentir sobre mi lengua, y estaba a punto de apartar con asco mi cara del animal moribundo, cuando llegó a mi mente el recuerdo de la chica rubia, sus grandes ojos celestes mirándome con sorpresa. Sin dudarlo, hundí mi cara en el pelaje y sorbí hasta la última gota de aquella sangre tan poco apetitosa.

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-No fue exactamente una delicia, pero supongo que es cuestión de acostumbrarme –respondí un rato más tarde, tras un nuevo y necesario cambio de ropa, en contestación a las preguntas de Jasper y Esme, que parecían ser los únicos que estaban en casa, además de Edward y yo-. Estos ciervos tienen un sabor… raro. Como a hierba. No son lo que se dice apetitosos, pero… -me encogí de hombros-. Es mejor eso que cargar con más muertes en mi conciencia.

-Lo estás haciendo maravillosamente, querida –me felicitó Esme-. Es verdad, los ciervos no son lo más sabroso; los herbívoros en general tienen un sabor poco atractivo. Los carnívoros son mucho mejores. Los pumas son deliciosos, aunque no abundan por aquí. Los osos también tienen buen sabor, aunque mi favorito sigue siendo el tiburón blanco.

-¿Cazaste un tiburón blanco? –le pregunté, estupefacta-. Pero, ¿un tiburón blanco no es el clásico tiburón malvado de todas las películas, de Tiburón I, II, III…? ¿Ése tipo de tiburón?

-Sí, Bella, ése tipo de tiburón –me sonrió ella, divertida-. Fue durante un viaje al caribe, para celebrar los cincuenta años de casados entre Carlisle y yo –me explicó, una sonrisa de felicidad en su rostro en forma de corazón-. El tiburón tiene un sabor de lo más raro, porque es un carnívoro feroz, pero a la vez es un pez, y tiene por lo tanto un sabor como aguado. Los delfines, en cambio, al ser mamíferos saben mucho mejor… más parecido a los humanos. Los lobos marinos también son sabrosos, siempre que logres abrirte paso con los dientes a través de la gruesa capa de grasa que tienen bajo la piel y que los protege del frío del mar.

-Las focas tampoco están mal… son mejores que las nutrias, al menos –opinó Jasper-. Las aves y los peces generalmente no saben a nada, y salvo excepciones son tan pequeños que no valen la pena. Por menos de un avestruz o un tiburón ni vale la pena empezar una caza.

La charla sobre los distintos animales y sus sabores siguió durante un rato. El favorito de Edward resultó ser el puma, y de Rosalie, que se nos unió poco después, el león africano. A Emmett le encantaba el oso pardo, y si estaba irritado, mejor. A Alice le gustaba más que nada el jabalí. Jasper prefería los tigres y las panteras, aunque sólo los había cazado una vez. Después, por una cuestión de conservación de las especies, lo había dejado.

No pude evitar volver a sorprenderme. Edward me había impedido cazar a un ciervo hembra porque eso haría que el cervatillo muriese de hambre, y él mismo había quitado de en medio un animal herido. Jasper no había seguido cazando panteras, pese a que eran su elección de alimento favorita, porque no quería colaborar en la extinción de la especie. Los Cullen eran increíbles, prestando atención incluso a cuestiones que cualquier otro pasaría por alto.

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Sobre la media mañana, saciada mi sed y cambiada de ropa, llegó el momento de llamar a Charlie. Por un par de comentarios aislados, supe que él regresaría de su expedición de pesca dentro de poco, por lo que Alice había podido ver. Además que habían querido darme tiempo para que yo asimilara todo lo ocurrido y de paso me alimentara al menos una vez, por si acaso, Charlie de todos modos había estado virtualmente ilocalizable durante este tiempo.

-Buenos días, Charlie –lo saludó Carlisle con alegría, cuando después de media docena de timbrazos mi padre por fin atendió el teléfono-. Aquí hay alguien que quiere hablarle.

-¿Quién…? –preguntó mi padre, confundido, mientras Carlisle me entregaba el teléfono.

-Hola, papá –dije con voz clara, sonriendo.

-¿Bella…? –en su voz había tanta esperanza que me partió el corazón imaginarme lo que debieron haber sido estos diez días para él.

-Sí, soy yo. Te quiero, papá –le dije, completamente honesta y emocionada, intentando no echarme a llorar al teléfono-. ¿Podrías venir? Te extraño…

-¡Ya mismo voy para allá! ¡Bella, oh, por fin, por fin…! –el júbilo en su voz era evidente.

Después hablé con Reneé, que empezó a chillar de alegría tan fuerte que casi me dejó sorda en un oído. Por mucho que quisiera, mi madre no podría ir a verme en ese momento, aunque me repitió hasta el cansancio que dejara ese horrible pueblo condenado a la lluvia y volviese con ella a la cálida y soleada Arizona.

Sobra decir que yo no tenía intenciones de hacer nada de eso. Además de las obvias razones relacionadas al sol, mi piel y un cierto brillo cegador, estaba la cuestión que yo no pensaba alejarme del lado de Edward por nada en el mundo. Ahora que por fin había encontrado a alguien que me ayudara a reconciliarme con mi destino de vampiresa, alguien que me entendía y me apoyaba, que no me juzgaba pese a saber de los crímenes que yo había cometido, no pensaba irme al otro extremo del país. Yo amaba demasiado a Edward como para pensar en alejarme de su lado, aunque sea por un breve período.

Mientras hablaba con mi madre, Edward llamó a Jacob. Me sorprendió la familiaridad con la que se trataban, como si fuesen viejos amigos. Edward le dio la noticia de mi recuperación a Jake, que reaccionó con una explosión de alegría tan sincera que no pude evitar alegrarme más al notar cuántos buenos amigos tenía.

Yo me había recuperado de mi estado alterado de conciencia, y todo mi mundo se estaba volviendo mejor que nunca. Yo era feliz, más de lo que había sido nunca, y mucho más de lo que me había sentido desde que fui transformada en vampiresa.

Sólo una visión de Alice pudo echar una ligera sombra sobre la alegría que nos inundaba a todos. Ella había visto algo extraño en el futuro posible, tan poco definido que nadie supo muy bien cómo interpretarlo: Aro, el principal de los Vulturi, viniendo a visitarnos junto a parte de su guardia.

gracias a todas x los comentario que habeis dejado aqui os dejo un nuevo capii que espero q os guste

 solo ay una cosa que quiero dejar klara.Este fic no es mio, es de Cruzdelsur una maravillosa escritora :) que me dejo publicarlo aqui:D.

nos leemos.

Capítulo 11: El jardin de los senderos que se bifurcan Capítulo 13: Todos los dias un poco

 
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