El reloj de pared del recibidor de la escalera, dio la una. —¡Dios mío!— dijo asombrada por la hora. —Tengo que levantarme a las seis de la mañana. —¿Te vas a la cama?, ¿a dormir?— Si el humor de Edward no hubiese sido tan huraño, el espanto que mostró su rostro habría hecho reír a Bella de buena gana. —Tengo que irme— Él frunció el ceño... ¿Dolorido? —¿Te ocurre algo?— preguntó ella. Edward negó con la cabeza. —Bueno, entonces voy a enseñarte el sitio donde vas a dormir y...— —No tengo sueño— A Bella le sobresaltaron sus palabras. —¿Qué?— Edward la miró, incapaz de encontrar las palabras exactas para describirle lo que sentía. Llevaba atrapado tanto tiempo en el libro, que lo único que quería hacer era correr o saltar. Hacer algo para celebrar su repentina libertad de movimientos. No quería irse a la cama. La idea de permanecer tumbado en la oscuridad un solo minuto más... Se esforzó por volver a respirar. —He estado descansando desde 1899— le explicó. —No estoy muy seguro de los años que han transcurrido, pero por lo que veo, han debido ser unos cuantos— —Estamos en el año 2013— le informó _________. —Has estado «∂υямιєη∂σ» durante 113 años— No, se corrigió ella misma. No había estado durmiendo. Él le había dicho que podía escuchar cualquier conversación que tuviera lugar cerca del libro; lo que significaba que había permanecido despierto durante su encierro. Aislado. Solo. Ella era la primera persona con la que había hablado, o estado cerca, después de cien años. Se le hizo un nudo en el estómago al pensar en lo que debía haber soportado. Aunque la prisión de su timidez nunca había sido tangible para ella, sabía lo que era escuchar a la gente y no ser parte de ellos. Permanecer como una simple espectadora. —Me gustaría poder quedarme despierta— dijo, reprimiendo un bostezo. —De verdad; pero si no duermo lo suficiente, mi cerebro se convierte en gelatina y se queda sin batería— —Te entiendo. Al menos entiendo lo esencial, aunque no sé que son la gelatina ni la batería— Bella todavía percibía su desilusión. —Puedes ver la televisión— —¿Televisión?— Cogió el cuenco vacío y lo limpió antes de regresar con Edward a la sala de estar. Encendió el televisor y lo enseñó a cambiar los canales con el mando a distancia. —Increíble— susurró él mientras hacía zapping por primera vez. —Sí, es algo muy útil— Eso lo mantendría ocupado. Después de todo, los hombres sólo necesitaban tres cosas para ser felices: comida, sexo y un mando a distancia. Dos de tres deberían mantenerlo satisfecho un rato. —Bueno— dijo mientras se dirigía a las escaleras. —Buenas noches— Al pasar a su lado, Edward le tocó el brazo. Y, aunque su roce fue muy ligero, Bella sintió una descarga eléctrica.
Con el rostro inexpresivo, sus ojos dejaban ver todas las emociones que lo invadían. Bella percibió su sufrimiento y su necesidad; pero sobre todo, captó su soledad. No quería quedarse solo. Humedeciéndose los labios -se le habían secado de forma repentina-, dijo algo increíble. —Tengo otro televisor en mi habitación. ¿Por qué no ves allí lo que quieras, mientras yo duermo?— Edward le dedicó una sonrisa tímida. Fue tras ella mientras subían las escaleras, totalmente sorprendido por el hecho de que Bella lo hubiera comprendido sin palabras. Había tenido en cuenta su necesidad de compañía, sin preocuparse de sus propios temores. Eso le hizo sentir algo extraño hacia ella. Una rara sensación en el estómago. ¿Ternura? No estaba seguro.
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