Deudas de Sangre

Autor: kekita
Género: Romance
Fecha Creación: 07/02/2012
Fecha Actualización: 19/05/2012
Finalizado: SI
Votos: 11
Comentarios: 31
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Capítulos: 14

Llevaba huyendo desde los ocho años de un vampiro obsesionado con ella. Bella no tenía la culpa de ser tan endemonidamente apetecible para él, o al menos eso pensaba, pero para su desgracia era de ser así.

Sus padres fueron asesinados por él,  y lo extraño es que a ella ni la tocó a pesar de lo enloquecedor que le resultaba su aroma.

La historia se remonta ocho años atrás, cuando el maléfico ser entró en su antiguo hogar para saciar su sed con sangre inocente. Atravesó la puerta como un animal y aniquiló a todo el que se le puso por delante. Sus padres, Charlie y Renée, lucharon con todas sus fuerzas para intentar salvar la vida de su hija pero no sobrevivieron. Una vez que el vampiro se los quitó de en medio, fue a por Bella. La pequeña le miraba horripilada y llorando mientras se aferraba con todas sus fuerzas a su osito de peluche desde un rincón de la habitación, pero aún así, no detuvo su demente plan. Caminó lentamente en su dirección sin dejar de perder el contacto visual con sus ojos chocolate, y una vez que llegó, se agachó quedando a unos míseros centímetros de ella. En su oscura mirada inyectada en sangre dedujo una pizca de arrepentimiento, hasta incluso parecía haberse relajado por el efecto que le había producido la suplicante mirada de la pequeña. Prueba de ello fue el acercamiento que tuvo hacia ella. Extendió su brazo de acero y, con los nudillos de su pálida mano, quiso acariciarla el rostro.  Pero en cuanto Bella descubrió sus intenciones, su mirada se tornó a una de repulsión y desdén y apartó la cara para impedírselo. Este, enfadado por su movimiento, la agarró bruscamente por el mentón y la giró para que sus ojos se encontrasen. Pero el sonido de la puerta interrumpió sus planes. El vampiro se tensó al instante y tapó inmediatamente la boca de Bella para que no emitiera ningún sonido que le delatase. “¿Hola? Charlie soy yo, ábreme, por favor” dijo Billy, el mejor amigo de Charlie. Bella intentó deshacerse de su contacto, mordiéndole la mano, pero él era más fuerte de lo que pensaba. La irá volvió a inundar de nuevo sus ojos y fue colérico tras Bella. Esta bajó a abrir la puerta a toda velocidad, pero en cuestión de segundos él se puso frente a ella y la  estampó contra las escaleras, dejando una profunda  brecha en la zona de la nuca. “¡Charlie! ¿Estás bien? ¡Abre la puerta!” gritaba exasperado Billy. El vampiro lanzó una mirada de advertencia a Bella para que esta mantuviera la boquita cerrada. Peligrosamente se fue acercando a ella con intenciones de volver a atacarla, pero esta vez tenía pensado acabar con ella como debía haberlo hecho desde el principio. “¡Se acabó! ¡Voy a entrar!” decidió Billy. Resignado, al vampiro no le quedó más remedio que huir. Aunque sabía perfectamente que acababa de desatar una peligrosa guerra al haber dejado a la pequeña con vida.

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Capítulo 11: PÉRDIDA

 

Desperté del sueño gracias a unos extraños y sonoros sonidos. Me incorporé, notando mi soledad en la habitación, y agudicé el oído: eran voces discutiendo, unas voces muy familiares y cercanas, entre las que no pude confundir la de Jacob y Alice.

-No puedes retenerla aquí para siempre, Edward.-dijo Alice.

-¿Ah, no? Ponme a prueba.-la retó su interlocutor.

-¡Estás loco! ¡Loco, maldito chupasangre! Y no dejaré que pagues tu demencia con ella.-habló Jacob.

-No me la quitarás… Tú no.-dijo furioso Edward.

No aguanté más, me vestí rápidamente y bajé al salón.

-Bella, vuelve a la cama.-me ordenó Edward en cuanto escuchó mis pasos.

Pero el tiempo se detuvo en cuanto le vi. No podía creerme que estuviera a tan solo unos metros de mí una de las personas que más quería en este mundo, y corrí, desobedeciendo cualquier orden o advertencia; necesitaba sentirme protegida de nuevo con su cálido cuerpo.

-¡Jacob!-grité mientras me aferraba con fuerza a su cuello. No quería volver a separarme de él nunca más.

-¡Bella! Bella, estás aquí, estás aquí…-repetía una y otra vez contra mi oído en el mismo estado de alegría que yo.

Nos abrazamos y tocamos mutuamente para cerciorarnos de que el otro estaba realmente en frente y que no se trataba de un sueño. No sé cuánto tiempo transcurrió hasta que nos separamos un poco, solo sabía que no me importaba nada más que abrazar a mi mejor amigo.

-¿Cuando madurarás? ¿Cuándo?-me regañó dulcemente mientras me secaba las lágrimas del rostro.

-¡Cállate!-le dije volviendo a rodearlo con mis brazos.

-¿Cómo te encuentras? ¿Te ha hecho daño?

-Nunca sufriría daño alguno,-respondió por mí su enemigo.-No por mí, ni por nadie más. No mientras yo esté aquí.-dijo acercándose elegantemente hacia nosotros con su vista fija en mí.-Ninguna palabra mía te hará daño, Bella, lo prometo. Jacob, ten la cortesía de no manosearla delante de mí… ni a mis espaldas.

 Este lo miró con repulsión y me escondió aún más en su pecho para protegerme.

-Vete al infierno maldito demonio chupasangre.-escupió.

Edward se abalanzó colérico hacia su contrincante, separándome de mi cálido escudo protector, y chocando contra él haciendo un ruido estruendoso.

Por un momento pensé que Jake se iba a convertir, pero logró controlarse y continuó pelándose con Edward por toda la casa. Rugidos, destrozos y golpes, más propios de animales que de personas, inundaron la estancia sin que Alice o yo pudiéramos hacer nada para evitarlo. Corrí, aterrada hasta sus brazos. No sabía de lo que eran capaz Edward y Jacob, pues al primero a penas le conocía y el segundo había sufrido tal cambio en su personalidad, que ni le reconocía.

-¡Alice tienes que hacer algo!-dije asustada, pero ni me respondió, se quedó estática mirando a la nada.

-¡Alice, Alice!-la meneé, pero nada. Estaba tan concentrada en a saber qué, que ni se inmutó. –Bella tienes que salir de aquí, ¡vamos!

-¡Qué! ¿Y dejarlos?

-¿Podrías dejar de ser tan autoritaria por una vez? ¡Vamos, antes de que ocurra algo que no debas ver!

-¿Qué, qué has visto? ¡Dímelo!

-¡Sube a por tus cosas, rápido!

 Resignada realicé su petición. Hice la maleta confusa y enfadada. “Estaba a punto de pasar algo, seguramente malo, y Alice no tenía la menor intención de decírmelo. ¡Maldita sea, ya no soy una niña! Y para colmo, dos personas (bueno, en realidad uno vampiro y el otro licántropo) se estaban peleando por mi culpa. Me juré a mí misma que no volvería a dejar que nadie más luchara por mí, pero está claro que las cosas nunca pasan como a una le gustaría.”

Dejé mis reflexiones a un lado y bajé a toda velocidad las escaleras, casi todas hundidas, hasta llegar a la puerta en donde se encontraba mi salvadora.

-¡Bella, espera!-oí la voz jadeante de Edward desde el salón. Caminó hacia mí en son de paz, con una mano en la espalda.-Solo quiero despedirme de ella un momento.-alegó mirando a Alice, quien no tuvo otra opción que aceptar.

-Vale, pero sé breve, el próximo avión sale dentro de 20 minutos.

Me tomó de la mano y me llevó a la playa. Parecía nervioso, pero a la vez preocupado. Me miró paternal durante unos largos segundos, hasta que al fin le salieron las palabras.

-Llevo toda la semana pensando en este momento, y ahora que ha llegado no sé qué decir.

-¿Dónde está Jacob?-interrogué directa.

-¿Eso es lo único que te interesa?

-Has dicho que no sabes qué decir, así que para estar callado prefiero que me contestes.

-No lo sé… ¿dudas de mí?-interrogó en cuanto vertí una mirada de recelo sobre sus acaramelados ojos.

-Totalmente.

-Eres tan repelente que no puedo evitar sentirme atraído por ti.-sonrió de lado.

No sabía si eso era más bien un insulto o un cumplido, pero aún así le dejé continuar.

-Bella, si te he hecho pasar una semana aquí conmigo es porque quería que te enamorases de mí tanto como yo lo estoy por ti.-dijo apasionado.-Dime si he conseguido mi objetivo.

¿Qué le iba a decir si ni siquiera yo aclaraba mis sentimientos por él? Es cierto que esta semana había sido algo extraña, en el fondo había descubierto que no era odio lo que sentía realmente hacia mí, sino… ¿amor? Pero eso no significa que me haya olvidado de un plumazo de todo el daño que me había causado.

-¡Oh, deja de atormentarme! Te quedas callada y mirándome de esa manera tan tuya; inquisitiva, pero a la vez sosegada y tranquila con un toque de curiosidad. ¡Maldita sea, Bella yo te amo, ámame también! ¿Tú me amas?

-Yo… No lo sé.-contesté con voz quedada.

-¿Y ahora?-inquirió uniendo sus labios con los míos.-¿Ahora ya lo sabes?

Continuó besándome con más urgencia y desesperación, mientras seguía con sus preguntas sin respuesta por mi parte. Giré la cabeza como acto reflejo de sus demandantes besos y abrí los ojos, encontrándome con los enfurecidos de un lobo de pelaje castaño.

-¡Jake!-empujé a Edward-Sabías que estaba mirando.-le recriminé.

-Que sufra… yo he sentido lo mismo durante ochos años.

Y  entonces ocurrió todo tan deprisa que no pude evitarlo. El lobo de Jacob se abalanzó sobre Edward con las fauces abiertas, dejando al descubierto unos dientes perfectamente tallados para destrozar cualquier cosa, pero a mi enamorado admirador le dio el tiempo suficiente como para sacar de su bolsillo trasero una pistola metálica y apretar el gatillo con toda la furia de su ser. Un par de balas de plata atravesaron el corazón de mi mejor amigo, mientras yo, inmóvil y horrorizada, observa cómo se desvanecía la luz de sus ojos y su cuerpo recuperaba su forma humana.

-¡Nooooooooo!-chillé al ver su cuerpo desplomarse con crueldad sobre la arena. Me tiré hacia él, como una posesa.-¡Jake, por favor mírame!-intenté reanimarlo, colocando su cabeza bajo mi brazo.-¡Jake!

-Bella…-dijo agonizando.

-¡Estoy aquí!

-Había pensado en hacer esto mucho más sencillo, pero ya no me queda tiempo. Eres lo único por lo que me detendría en hacer algo, y debes saber que estoy enamorado de ti desde que tengo uso de razón.

-Te estás enfriando.

-Solo dime que tú sientes lo mismo por mí.

-Yo… te quiero.-dije en un jadeo y sin pensar.

-Y prométeme también que harás justicia. No te pido que vengues mi muerte ni nada semejante solo que no te rindas, que seas lógica y hagas lo que tengas que hacer.

-Jake…

-Ya te he dado la charla así que, ya me puedo morir tranquilo.-sentenció sonriendo. Cayó entre mis brazos, con los ojos cerrados, su respiración se detuvo y la temperatura de su cuerpo se tornó fría como el hielo.

-No me dejes…-sollocé contra su cadáver, aferrándome a él con fuerza.-Eres mi ángel de la guarda, no puedes abandonarme.

-Bella,-habló Alice a mis espaldas.-tenemos que irnos.

Me despojó suavemente del inerte cuerpo de mi amigo.

-¡No! ¡No!-protesté llorando. Puse toda mi resistencia, pero con una facilidad increíble, Alice consiguió ponerme en pie. Me consoló con un tierno abrazo. Cerré los ojos con fuerza, quería desaparecer, no pensar en nada de lo que me había ocurrido y lo que más deseaba era dejar de ser yo misma. Pero tuve que volver a abrí los ojos para enfrentarme a la cruda realidad.

Edward se encontraba detrás de Alice, o sea, enfrente de mí. Le miré con odio y repulsión, escudriñando su esbelta figura.

Vestía con unos zapatos, más propios de un anciano de 90 años que de un joven de 17, enlazados elegantemente. Sus pantalones largos y oscuros, estaban manchados de arena y sangre, probablemente la de Jacob. La camisa celeste que llevaba estaba completamente arrugada y desbocada, con un par de botones desabrochados y rasgada a la altura de su pecho. Una de sus manos sostenía con seguridad la pistola metálica y la otra, le colgaba y se balanceaba. Su semblante se mostraba serio, mirándome con cuidado. Tenía los labios ligeramente entreabiertos del sofoco, y su rebelde tupé más despeinado de lo normal, mostrándome la criatura más malvada de la tierra.

No fui dueña de mis actos. Me deshice del abrazo de Alice con violencia y fui como una demente a por Edward. Quería matarlo, acuchillarlo, hacerle sufrir la más horrenda de las torturas. Pero en cuanto vio mis intenciones, ni se inmutó.

Llegué a su lado, le grité, golpeé en la cara y en el torso, y blasfemé cosas incoherentes hasta que me desahogué. Con la respiración algo agitada, apoyé mi cabeza contra su pecho y me deshice en un mar de lágrimas. Él me acogió entre sus brazos y me acarició el pelo. Cuando me tranquilicé, levanté mis ojos hasta los suyos.

-Tú le has asesinado.-le reproché.

-¿Por qué no hacerlo?

-Era mi mejor amigo.-¿Acaso no le parecía una buena razón?-Pues a mí no me…-no me atreví a terminar, yo no era nadie para impedirle que me matase allí mismo de una vez por todas.-Esas personas Edward… -cambié de tema para referirme a mis seres queridos.-Esa pobre gente era…

-Ssshh-me silenció.-Tienes gotas de agua resbalando por tu cara, como lágrimas.-murmuró limpiándome con su dedo pulgar.

-No me toques.-dije en tono autoritario, despojándome de su toque.-Te odio.

-Si es así, me gustaría que me devolvieses todas las cartas que te escribí, antes de que las quemes.

-¿Me escribiste?

-¡Sí!-contestó furioso.-Te escribí 365 cartas, todos los días hace un año. Sabía que era demasiado arriesgado que me contestaras, así que solo me conformé con que las recibieras.  

No tenía el menor conocimiento de aquellas cartas, ni siquiera había llegado a tener en mis manos ninguna.

-¡Vámonos, Bella o perderemos el avión!-repitió Alice por última vez.

Intenté desprenderme del agarre de Edward, pero a él le costó dejarme marchar, pues aprisionó mi mano entre la suya y tuve que dar varios tirones hasta que la liberé.

Cogí en brazos el cadáver de Jacob hasta llevarlo a la lancha, en donde se encontraba Alice.

-Quiero enterrarle,-expliqué.-de una manera profunda y poco usual.

-Está bien.

Nos alejamos de la isla, observando por última vez al sujeto con el que había pasado una semana sabática, y antes de llegar al puerto, a una distancia prudencial, tiré el cadáver de Jacob por la borda. Sé que no era una manera muy elegante de enterrar a un ser querido, pero no soportaría ver los rostros de los Quileutes al ver a su más querido miembro quieto, pálido y con los ojos cerrados. Ni yo misma sé si sería capaz de volver a verle en el mismo estado una vez más. Por no mencionar los numerosos problemas que tendríamos al hacerle la autopsia y los papeles médicos.

-Perdóname, Jake.-le dije mientras le veía hundirse hacia el fondo.-Todo esto es por mi culpa.

-No, Bella. Tú no tienes la culpa de que Edward se haya obsesionado contigo y sea un celoso posesivo.-me consoló mi amiga vampiro.

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Por favor que no me maten las fans del team Jacob!! xD Ha sido realmente intenso y triste este capi, verdad? o al menos eso me ha parecido mientras lo escribía. Pero esq justo ahora viene lo mejor... ¿se vengará x fin Bella? ¿como reaccionaran los lobos al enterarse de todo? y esas cartas... ¿donde estaran? jajaja x ahora tendreis k esperar mis lectoras, un besito muy fuerte.

                         nos vemos en el proximo capi ;)

 

Capítulo 10: CAMBIO DE PLANES Capítulo 12: DOLOROSA REALIDAD

 
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