Un Hombre Cinco Estrellas

Autor: angiie0103
Género: Romance
Fecha Creación: 29/01/2012
Fecha Actualización: 11/02/2012
Finalizado: SI
Votos: 6
Comentarios: 13
Visitas: 32271
Capítulos: 15

Edward Cullen un policia de New York, queda deslumbrado por la niña rica Bella Swan, hija de un hombre relacionado con la mafia. Ella se ve involucrada en su caso y el se ve involucrado con ella. una excitante historia, no se la pierdan.


 

Yo no soy la autora solo me dedico a la adaptación de las novelas que me gustan, si les cambio algunas cosas, pero ni la historia ni los personajes me Pertenecen, algunos de los personajes de esta historia son propiedad de Stephenie Meyer. Que disfruten…

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Capítulo 11: Aceptando la invitación

Edward se puso tenso. Desde el día de su cita, Bella Swan le importaba. Y, por más que intentara alejarse de ella, huir, continuaba importándole.

Más adelante se enfrentaría a las relaciones de su padre con la mafia. Pero primero tenía que arreglar las cosas con Bella. Sin ella, su suerte se agotaba, sentía su cama dolorosamente vacía y no podía re sistirse a la atracción constante de su aparato de vídeo.

-¿Qué me dices? ¿Puedo invitarte a cenar? ¿A tomar un café?

Ella lo observó como si fuera un maniquí al que no sabía cómo vestir.

Pero, esta vez, Edward estaba preparado para hacer bien las cosas, para ser un tipo romántico y mantenerse alejado de su cama hasta que ella estuviera realmente preparada para entregársele.

-¿Cuándo fue la última vez que estuviste al otro lado del río East, Bella? Conozco un restaurante en Brooklyn, cerca de mi casa, donde sirven un marisco buenísimo.

Edward vio que ella movía los ojos de un lado a otro, no sabiendo dónde mirar. Pero luego, como por arte de magia, Bella asintió.

-De acuerdo.

-¿De acuerdo? -como si tuvieran voluntad propia, las manos de Edward agarraron las de Bella con más fuerza de la que pretendía, atrayéndola hacia él. Al darse cuenta de dónde estaban la soltó. No quería que se arrepintiera de haber aceptado su invitación.

A pesar de la brusquedad de su gesto, una sonrisa afloró a los labios perfectamente pintados de Bella.

-Te daré otra oportunidad, Edward, pero con una condición.

Edward respetaba a las mujeres que sabían negociar. No tenía ningún problema con eso.

-Lo que tú digas.

-Esta vez, nos lo tomaremos con calma.

-Por supuesto -dijo inmediatamente.

Ella frunció sus labios rosas y le dio un golpecito en la barbilla con el dedo.

-El otro día dijiste que el problema era que habíamos ido demasiado deprisa, ¿no?

Atrapado por sus propias palabras. Quizá estuviera recuperando la suerte poco a poco.

Edward se metió las manos en los bolsillos.

-Sí, en parte, sí.

Bella cruzó los brazos.

-¿Y cuál es la otra parte?

Edward se esforzó por encontrar las palabras adecuadas. No quería ahuyentarla después de las semanas que llevaba intentando recuperarla.

-Yo pensaba que solo habías salido conmigo porque buscabas emociones fuertes, A algunas mujeres las vuelven locas los polis, ¿sabes?

Ella arqueó las cejas, sorprendida, y lo miró fijamente un momento con los ojos abiertos como platos.

-¿Eso pensabas? -dijo, ofendida y enfadada.

-Algunas mujeres son así, Bella -dijo él, poniéndose a la defensiva-. Una vez salí con una mujer que lo único que quería era darse un paseo por los bajos fondos. Cuando estábamos desayunando y me dijiste que te gustaba que fuera policía..., me puse nervioso.

Ella lo observó atentamente, sopesando sus palabras. Edward cambió de postura, esperando el veredicto. De repente, ella sonrió. Una sonrisa feliz, resplandeciente, que a Edward le produjo una tremenda sensación de orgullo porque él había ayudado a hacerla aflorar.

-No quería herir tus sentimientos -dijo ella.

Él se acercó un poco más. No olvidaba dónde estaban, pero deseaba refrescarle la memoria acerca del voltaje de la corriente de afinidad que los unía, que no requería racionalidad, ni acuerdo alguno.

-Así que, ahora que hemos aclarado eso, ¿y si nos largamos de aquí? Tengo que ir a dejar el coche en comisaría, pero luego podemos ir donde quera mos. ¿Tú has venido en coche?

-No, en metro. Hoy no es fin de semana, ¿recuerdas? -ella se subió un poco la correa del bolso sobre el hombro-. ¿Y si nos vemos más tarde? Así tú podrás terminar lo que tengas que hacer y yo pasaré una hora o dos en el estudio.

-Estaría loco si te perdiera de vista después del tiempo que llevo esperando que me digas que sí. Estaremos allí dentro de diez minutos, como máximo.

Ella asintió, y Edward la condujo hacia la salida, atravesando un grupo de periodistas que se arremolinaban junto a la puerta de otra sala, aguardando un veredicto. A su paso, muchas cabezas se giraban para mirarla. Edward sintió de pronto que recuperaba su encanto de poli bueno, la ligereza de ánimo que le había faltado durante las semanas anteriores, y le lanzó a Bella una sonrisa radiante.

Cuando por fin atravesaron las puertas, y echaron a andar escaleras abajo, Bella dejó escapar un profundo suspiro.

-¿Es que siempre te sales con la tuya, Edward Cullen?

-En esta relación, creo que ni la mitad de veces que tú.

Sus sensuales labios rosas se curvaron en una sonrisa traviesa.

Mientras esperaban para cruzar la calle, y los taxis y autobuses pasaban a toda velocidad a su lado, Edward solo tenía ojos para Bella. La atrajo hacia sí y la llevó hacia su coche. De nuevo, notó que las cabezas se giraban a su paso y que tanto hombres como mujeres se fijaban en ella. No era que fuese una reina de la belleza, pero había algo en su porte, en su forma de llevar la ropa, que le confería un aire de estrella de cine. Parecía famosa, como alguien a quien uno conocía por las revistas pero cuyo nombre no recordaba.

Justo cuando, al ver su coche policial sin distintivos, empezaba a preguntarse por qué Jasper no estaba allí, esperándolo, su teléfono móvil comenzó a sonar. Edward contestó, mientras abría la puerta del coche para que Bella subiera.

-Cullen.

-Hola, colega -dijo la voz de Jasper a través de la línea-. Me he liado con otro caso, porque el juez O'Hare no viene hoy.

El juez tenía fama de ser amigo de los polis, y para conseguir las órdenes de arresto que necesitaban tendrían que esperar a que volviera. Otro juez de servicio seguramente pondría más pegas a sus peticiones, a pesar de la impecable solidez del procedimiento.

-¿Vendrá mañana?

-Supongo que sí. Tengo que quedarme aquí una hora o dos más.

-Entonces, yo me voy. Dejaré el coche en comisaría. Nos veremos por la mañana -Edward cerró el teléfono móvil y lo guardó en el bolsillo, feliz como nunca por posponer una detención.

Normalmente estaba deseando hacer su trabajo, garantizar la seguridad en las calles. Pero, solo por esta vez, dejaría que los delincuentes comieran, bebieran y se divirtieran a gusto una noche más, si con ello podía disfrutar una horas más de Bella.

Ella se abrochó el cinturón de seguridad mientras Edward se deslizaba en el asiento, a su lado. Apenas podía creer que le hubiera dado una oportunidad después del modo en que la había tratado. Pero intentaba convencerse de que, esta vez, sabía lo que hacía.

Además, disfrutaba mucho más viendo a Edward entrar y salir con sus anchas espaldas de un coche policial, que encerrada en casa. Había olvidado lo emocionante que era estar con él. Edward irradiaba energía y vitalidad. Para una mujer que normal mente se escondía de la vida que bullía más allá de su estudio, Edward era un hombre peligroso y, al mismo tiempo, excitante.

Edward arrancó el motor y en el tablero del coche se encendieron un montón de lucecitas y de extraños dibujos. Bella observaba fascinada su evolución, y los pitidos que acompañaban todo el proceso en la pantalla del ordenador. Se removió, inquieta, en su asiento. Estaban separados por medio metro, pero para ella ese medio metro era como medio centímetro, porque su cuerpo se estremecía de emoción cuando pensaba en lo que podía ocurrir entre ellos. Sus muslos se rozaban, desnudos, por encima del remate de las medias con liguero que llevaba puestas. ¿Qué pensaría él si viera aquel provocativo liguero de satén negro? Ciertamente durante el último mes había tenido muchas fantasías eróticas acerca de Edward Cullen. Pero no se había puesto aquel liguero por él. Esa mañana, al ponerse las medias, solo había querido sentirse un poco más segura para afrontar el juicio de Garrett. Había algo en la lencería fina que siempre la hacía sentirse más segura de sí misma. Salvo aquella vez en que no llevaba ropa encima. Sonrió al recordar la primera vez que vio a Edward. Estaban aparcando en la comisaría cuando le preguntó algo que la intrigaba desde aquel día.

-¿Te importa que te pregunte si las estrellitas que siempre llevas en la ropa significan algo?

Edward la miró un momento antes de acariciar su alfiler de corbata.

-Son estrellas de la suerte. Como las de los sheriffs del antiguo Oeste. Los polis siempre han llevado estrellas.

Bella asintió.

-Van muy bien contigo. Edward se encogió de hombros.

-Nunca me he parado a pensar mucho en ello.

-Aun así, tienes un estilo muy personal.

Él señaló hacia la comisaría.

-No se lo digas a los chicos. Nunca me lo perdonarían.

-Tu secreto está a salvo conmigo.

La miró fijamente a los ojos y le acarició suavemente la mejilla.

-Recogeré las llaves de mi coche y nos iremos de aquí, ¿de acuerdo?

Sin esperar su respuesta, Edward salió y rodeó el coche para abrirle la puerta.

Bella aprovechó para respirar hondo y para estirarse la falda. No huiría de aquella relación. En el pasado lo había hecho con demasiada frecuencia para evitar la intimidad, para eludir los compromisos y los conflictos, encerrándose en su casa. Pero esta vez no lo haría.

Pensaba explorar las posibilidades de su relación con Edward, tomar las riendas de su vida íntima con la misma determinación con que llevaba las de su profesión.

Repitiéndose aquellas palabras, Bella siguió a Edward al interior de la comisaría. Notó la manera posesiva en que la mantenía sujeta a su lado mientras atravesaban aquella maraña de mesas y de gente. Todo el mundo los saludaba. Bella no sabía si se debía a que Edward era muy popular entre sus compañeros, o a que aquella comisaría de Nueva York era un lugar muy acogedor, pero fue presentada a media docena de personas antes de que Edward la invitara a sentarse en la silla de su escritorio.

Cuando él desapareció en las profundidades de la comisaría, Bella comenzó a dudar. ¿Había cometido un error al aceptar su invitación a cenar? ¿Debía decirle claramente que quería cenárselo a él y que prefería pasar del marisco?

En un vano intento por dejar de pensar en el cos quilleo que sentía en el estómago, se puso a observar la mesa de Edward. Bajo el protector de plástico transparente que cubría la mesa, había un colorido despliegue de cromos de los Mets, y a un lado del ordenador una postal de Cincinnati. El protector de pantalla era una imagen de Jonh Wayne vestido de soldado y fumándose un puro.

Apenas había acabado de echarle un vistazo a la mesa cuando un agente alto, de uniforme, se sentó en una silla, a su lado. Era, en realidad, una mujer policía.

-Hola, señorita Swan. Soy Tanya Denaly -la mujer le tendió la mano y sonrió-. Nos vimos un momento después del arresto de Garrett Gallagher.

-Llámeme Bella -respondió ella automáticamente, y le estrechó la mano, recordando que aquella era la mujer que, ataviada con su uniforme, le había parecido tan fuerte y segura de sí misma mientras ella se estremecía, atemorizada, aferrándose a su gabardina.

-Veo que ya conoce a Jonh -señaló la foto de "Jonh" Wayne del protector de pantalla.

-Estábamos empezando a conocernos.

-Este no es tan encantador como nuestro Edward, pero es mucho mejor que el resto de los protectores de pantalla -señaló a las mesas que había a su alrededor.

Solo entonces reparó Bella en la proliferación de mujeres y pistolas que había en el resto de las pantallas.

-Estoy de acuerdo.

-Solo quería que supiera que me encantó su colección del pasado otoño. ¿Va a sacar otra este año?

Bella se tranquilizó un poco.

-¿Conoce mis diseños?

Tanya sonrió.

-No es que pueda comprarlos, pero sí, los conozco. Como voy todo el día de uniforme, me he vuelto adicta a los programas de moda de la televisión por cable.

Bella sintió una punzada de orgullo. Miró a la mujer policía más detenidamente y se dio cuenta de que, encima del uniforme, llevaba una original chaqueta de diseño. Al parecer, estaba a punto de irse a su casa.

-Me preguntaba si alguien había visto los programas en los que aparecieron mis diseños. Tuve que pagar para que los sacaran, pero esperaba que valiera la pena.

Tanya tomó la pelotita antiestrés de Edward y se la pasó entre las manos.

-Pues a mí me encantaron. Los diseños de su padre están bien, pero los suyos son mucho más juveniles. ¿Cuánto tiempo tardará en sacar algo que yo pueda permitirme comprar?

A Bella le dieron ganas de abrazarla. ¡A aquella mujer le gustaba su ropa! No pensaba que sus diseños hubieran causado ningún impacto fuera del distrito de la moda, pero, evidentemente se había equivocado. Aquella mujer, que no tenía ninguna razón para halagarla, no solo conocía sus diseños, sino que además deseaba ver más.

-Si su presupuesto se parece al mío, seguramente tendrá que esperar unos cuantos años más. Tengo que hacerme un nombre entre las grandes revistas de moda y los compradores de alta costura para conseguir la liquidez que me permita sacar una línea más asequible.

Unas manos de hombre se posaron sobre sus hombros mientras hablaba. Tanya se puso en pie.

-Bueno, pues esperaré. Buena suerte, Bella -miró un momento a Edward y lo saludó haciendo un gesto con la mano, como si empuñara una pistola-nos veremos, forastero -dijo mientras se alejaba.

Edward apretó los hombros de Bella.

-¿Estás lista?

Ella asintió, levantando la mirada hacia él.

-¿Te gusta John Wayne?

-Mi abuelo decía que, cuando era niño, solo me dormía viendo una película de «Jonh» Wayne -le guiñó un ojo-. Creo que, en realidad, era solo una excusa para sentarse a ver viejos westerns después de pasarse todo el día cuidando a sus tres nietos. ¿Lista para que nos vayamos?

-Sí -mintió Bella, que estaba más nerviosa de lo que quería reconocer. La idea de volver a estar a solas con Edward la asustaba y, al mismo tiempo, la emocionaba

-Tanya me estaba preguntando por mi próxima colección -le dijo, balbuceando un poco-. Debe de saber mucho sobre moda si conoce mis diseños. Apostaría a que la chaqueta es de diseño.

Edward tecleó en el ordenador, incitando a John Wayne a dar una última chupada a su cigarro antes de que la pantalla se fundiera en negro.

-Tanya se patea todos los días el distrito de la moda. Sabe todo lo que pasa allí -sacó un llavero del cajón de la mesa, sin darse cuenta de que acababa de tirar por los suelos las esperanzas de Bella de estar progresando en su carrera-. Se encarga de vigilar a algunos de los diseñadores... -Edward la miró a los ojos y no acabó la frase. No hacía falta que lo hiciera.

-¿Como a mi padre, por ejemplo? Edward se encogió de hombros.

-Los diseñadores son personajes famosos y a veces, eso causa ciertos problemas. Los reporteros rondan por las tiendas, y a veces también los traficantes de drogas... Muchas cosas.

Bella asintió. Su buen humor se desvaneció, pero al mismo tiempo se reafirmó en la necesidad de imponer a su padre un urgente cambio de relaciones. Ella no podía vivir continuamente bajo sospecha y no quería que la acusaran de complicidad.

Edward podía ser un tipo duro e impetuoso, pero al menos llevaba una vida honorable. Bella deseaba para ella esa clase de respetabilidad, y sabía cómo conseguirla.

Al día siguiente tendría una conversación muy seria con su padre. Y, tarde o temprano, a Charlie Swan se le acabarían las canciones y tendría que escucharla.

No pensaba seguir viviendo a la sombra de otros.


Bueno, parece que Bella acepto... en el prox. cap. damos paso a una excitante cita... jejejejeje. un besote nos leemos mañana guapas. muakis

 

 

Capítulo 10: Una Cita más . Capítulo 12: Desnúdate para mi.

 
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