It was you, Isabella.

Autor: Love_Carlisle
Género: Drama
Fecha Creación: 16/12/2011
Fecha Actualización: 23/02/2012
Finalizado: NO
Votos: 10
Comentarios: 36
Visitas: 12283
Capítulos: 11

Querido diario,

Hoy me he sentido muy extraña. Cuando me levanté por la mañana, todo estaba bien e incluso estaba feliz… mi madre se ha casado y es feliz. Estoy contenta por ella, pero a la vez me embarga una sensación de amargura cada vez que Phill le dice que se tiene que marchar. Ella se ve forzada a quedarse conmigo y no sé qué hacer. Últimamente he estado pensando que sería buena idea ir con mi padre, hace mucho tiempo que no le veo. A fin de cuentas, siempre he estado con Reneé y sé que probablemente le moleste la decisión que estoy pensando en tomar. Pero le quiero demasiado como para obligarla a estar conmigo, cuando sé que desea estar con él… también sé que me ama, es mi madre… pero el amor de una hija no se puede comparar con el que da un hombre, supongo. Y estos mareos tan repentinos. He preferido no decirle nada acerca de ellos… seguro se pasa.” -Bella.

 

"— ¿Y qué fue lo que te sucedió el otro día?

No podía dejar nuestra conversación así, a medias, sin lograr saber completamente lo que pasaba con ella. Miró al frente, con aparente tristeza y volvió a escribir.

—Falta de vitaminas —respondió.

Rechacé conformarme con eso.

—No creo que por simple falta de vitaminas te hagan tantos exámenes —dejé caer, reprendiéndome luego por ser tan imprudente. Quizá sí era cierto que ella no sabía nada, y sus padres debían tener un motivo lo suficientemente fuerte como para negarle el saberlo.

Clavó sus ojos chocolate en mí, crispada." -Edward.

 

"— ¿Una guerra? —exclamó Alice, levantándose de golpe. Intentó ver más allá de las palabras, pero no lo logró. Su poder no tenía tal alcance. Deseó que sí.

—He dudado si debía o no ponerme en contacto con los Vulturi, pedir una audiencia, ya sabéis… —dudó en su decir lo siguiente, temía que la tomasen por cobarde, pero tenía sus razones para no querer proceder, y eran respetables. —Vosotros sabéis nuestra postura para con los Vulturi. En principio no tenemos buena relación, y si tentamos a la suerte, puede que se decidan a terminar con nosotros al igual que lo hicieron con nuestra madre.

—Pero vosotros sois inocentes, no pueden hacer nada —Rosalie parecía frustrada. Tanya le simpatizaba, odiaba que tuviera que ser juzgada por un pasado que ella no había condicionado.

—Seré yo quien hable con Aro —dijo Carlisle, según lo previsto. Él tenía una buena relación con ellos, de modo que el único que podría intervenir a favor de Tanya era él." -Edward.

 

It was you, Isabella. Una lucha entre el amor, los principios y la lealtad. Una historia triste y conmovedora, que relata la lucha de una familia, por preservar su integridad, y dos jóvenes, que luchan por su amor... y por la vida eterna.

 

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Capítulo 11: Capitulo X. There's nothing else.

 

Capitulo X. There’s nothing else.

 

—Entonces, te vas.

Nos encontrábamos en el comedor, donde ella me había pedido que le hiciera compañía. Alrededor nuestro, todos nos observaban deseosos por saber más. Todo el mundo comentaba ya que había estado en la comisaría declarando como principal sospechoso, pero lo que nadie decía era que ya se me consideraba inocente por el solo hecho de encontrarme en la comisaría cuando se barajó la idea que estuvieran siendo secuestros en cadena.

—No —le respondí, mirándola fijamente a los ojos.

Sus orificios nasales abrieron paso a una gran cantidad de aire que casi la ahogó. Por su expresión, supuse que se había mareado.

—Bien…

¿Enserio creía ella que eso estaba bien? Si de hacer el bien se tratase, lo más sensato sería alejarme de ella.

— ¿Crees que está bien quedarme? —indagué, rozando descaradamente los límites impuestos por mí mismo al acercarme a ella. Sentí su calidez, su aliento golpear mi cara, el latido de su corazón.

—Supongo —respondió deshinchándose como un globo.

—En realidad, lo mejor sería que me fuera —concluí.

—Para que nadie te descubra… —añadió.

— ¿Qué se supone que tienen que descubrir de mí?

—Quien eres…

Me reí. Enserio ella seguía empeñada en saber.

—Edward Cullen, por supuesto.

—Bien, en ese caso, tienes miedo de que descubran quiénes… no, qué son tu familia y tú.

La miré, no sabiendo si sentirme horrorizado o maravillado por el significado de lo que ella había dicho. Entonces, cabía la posibilidad de que ella supiera más de lo que decía.

—Tienes teorías entonces.

—No sólo teorías.

Asentí.

—El otro día… pensé que había soñado algo, pero anoche confirmé que no. Desde el día en que desapareció Ángela escuche murmullos de hombres bajo mi ventana, cuando me asomo, desaparecen en la oscuridad… pero anoche… les vi. Eran enormes, parecían caballos.

Hizo una pausa, intentando tomar aire después de lo que había dicho, y a pesar de que debía si yo estaba fingiendo ser bien humano, no pareció incomodarle el hecho de que yo pudiera mofarme de sus “fantasías” fundamentadas en hechos reales.

—He estado pensando en ello y me acordé de algo que me contó alguien hace algunas semanas, una leyenda, que afirma que en los alrededores de Forks hay hombres lobo… y no sólo eso…

El timbre sonó, interrumpiendo nuestra conversación.

Finalmente ella había llegado al meollo del asunto sin ninguna pista, o quizá yo le hubiera dado demasiadas… o tal vez ella fuera lo suficientemente lista como para haber atado los cabos sueltos.

—Eres mucho más lista de lo que pensaba, siento haberte subestimado. Ahora viene el momento en que nos delatarás…

Fui un estúpido al hablarle de esa forma, sobretodo porque yo ya sabía que ella no iba a hacerlo. Sin embargo, herí sus sentimientos y ni si quiera contemplé el daño que podían hacerle mis palabras. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

— ¿De verdad crees que voy a hacerlo? —preguntó, ofendida—. ¿Es que piensas que te culpo de lo que le sucedió a Ángela? En ningún momento se me ha pasado la idea de que tú fueras el culpable de lo que le sucedió, pero pensé en que si descubría lo que eras, si me esforzaba… tú podrías decirme más y así podría saber que ibas a encontrarla. Ella era mi mejor amiga… todavía lo es. Esté donde esté… porque yo sé que de alguna forma, ella ha logrado sobrevivir porque es lo suficientemente fuerte para hacerlo aunque no lo parezca… ella es la única que lo sabe… ella es la única que puede ayudarme… y pensé que tú también podrías ayudar, no te conozco y confío en ti… pero si tú no lo haces en mí, no le veo sentido a nada.

Se levantó, abriendo bruscamente la silla de tal modo que acabó cayendo al suelo de un fuerte golpe. Todos los alumnos que, en esos momentos, se dirigían a sus clases, se pararon en seco a contemplar la escena para luego marcharse, cuchicheando cosas que no me importaban.

Los días siguientes dejaron de tener sentido porque ella no me miraba, porque sus ojos chocolate no se fijaban en mí más. Había herido alguien importante, la única persona que logró suscitar interés en mí por los sentimientos, después de tantos años muerto. Volvía a ser lo mismo. Días nublados, días llenos de pensamientos ajenos, días llenos de crímenes inconexos que empezaban a tomar forma de secuestros en serie, búsquedas inútiles por alguna respuesta que parecía no tener intensiones de llegar.

Y ella. Deslumbrándome con cada palabra que pronunciaba, haciendo que deseara tener algún tipo de contacto, pero volvía a ser el cobarde que prefería esconderse antes que volver a hacerle daño. Empecé se a consciente de que ella, en la distancia, volvía a desear que me acercase como aquella vez, pero no sonreía, no había un indicio que me empujase a llevar a cabo la acción más minuciosamente maquinada en mi fuero interno

Anteriormente había sido un ente sin vida, ahora además era débil. Ella me había hecho débil. Y esa debilidad me empujaba a sus brazos porque cada día la veía más pálida y decaída. Las ojeras que acompañaban sus ojos aumentaban mi preocupación y el día en que volvió a tropezar sin poder aguantarse, quise sostener su mano, estar a su lado para que no cayera. Pero era inevitable. ¿De qué forma podía yo ayudarle? Bien, me había prometido a mí mismo hacerla feliz, pero cómo alguien que no encontraba dicha más allá de su cercanía, podría lograr hacerla sonreír.

La veía sufrir tras esa sonrisa que fingía delante de todos. Vislumbraba su tristeza tras ese apoyo incondicional que siempre le brindaba a Jessica cuando rompía a llorar cada vez que se confirmaba que Ángela no iba a volver. Y me cansé, de verla en la distancia sin poder hacer nada por ella. Si cada día que pasaba me alejaba más de ella, a causa de su enfermedad, yo correría entonces a contracorriente por recuperar esos momentos que jamás podría disfrutar después del final…

Me acerqué a ella a la salida del instituto, frente al aparcamiento, en donde ella esperaba siempre a que su padre llegase a buscarla. Alice había decidido aquella mañana adelantarse a mí, avisando a Emmett que les transportase con su coche, pues yo me vería indispuesto.

Su corazón latía a un ritmo acompasado, haciendo que su fragancia resultase más tentadora en conjunto con la melodía que la acompañaba. Apreté mi mandíbula e intenté relajarme.

—Bella…

Ella se giró. Sus brazos envolvían su torso, en un gesto de sí misma por recomponerse ante algún tipo de situación que me era ajena. Estaba pálida, las ojeras reposaban bajo sus ojos, pero ni siquiera sus malas noches lograban opacar la belleza tan natural que la caracterizaba.

— ¿Vienes a asegurarte de que no he dicho nada? Creo que la horda de cazadores de vampiros se perdió de camino a tu casa, por eso todavía estáis aquí.

El manejo que tenía del sarcasmo y las expresiones que usó para hacerlo más notable me hicieron reír internamente, pero sobretodo sus gestos. Era demasiado adorable.

—No… perdona.

—Vale, te perdono por todas las pesadillas que he tenido estas noche. No he dejado de tratar de explicarme por qué no habías venido a darme caza después de lo que he descubierto.

— ¿Es eso lo que realmente te roba el sueño? Que no te haya dado caza.

— ¿Qué si no? Esto no es como descubrir que realmente no eres alérgico a la lactosa, si no que sencillamente, no te gusta la leche.

No supe si debía sentirme molesto por su manera de darle importancia a mi realidad, o reírme por su comentario. En todo caso, quería hablar con ella y aquel no era un buen sitio.

— ¿Puedo llevarte a casa?

—Mi padre va a venir a buscarme.

—Ha pasado un buen rato desde que terminaron las clases —insistí, con la esperanza de que aceptara mi ofrecimiento.

—Se ha retrasado. El chico que desapareció ayer era el hijo de un amigo suyo de la reserva. Con todo eso de las desapariciones no tiene tiempo de nada.

— ¿Es un chico de la reserva? —pregunté, ella asintió. Se hizo un incómodo silencio al abordar el tema tabú de aquellos días, más al notar su expresión al preguntarle. — ¿Te sientes emocionalmente atada a él?

Quería que me respondiera, pero más para contrastar mis sospechas de que era una persona que se preocupaba en demasía por los suyos. Eso me hizo sentirme desdichado. Quizá yo nunca pudiera llegar a ser alguien por quien ella se preocupase. Bien, después de todo no le quería causar sufrimiento, pero tenía un sentimiento egoísta que me hacía desear su cariño.

—Entonces Edward… —empezó a decir—… ¿vas a decirme qué sabes?

—Si no respondes tú también a mis preguntas, no veo qué motivos tengo…

—Los hay, demasiados, y uno de ellos es que algo dentro de mí me dice que se trata de más como vosotros —llevó su mano a mi hombro, intentando que la mirase, su contacto fue electrizante, rompió las barreras—. Si me siento atada emocionalmente, a toda la gente de La Push, sobretodo porque allí hay gente que cuidará de mi padre cuando yo… —hizo una pausa que me confirmó que ella, efectivamente ya sabía lo de su enfermedad. — ¿Por qué no confías en mí? ¿Es que no te he demostrado que estoy dispuesta a guardar tu secreto? Hay tantas preguntas que quisiera que tú respondieras también…

—A veces es mejor no saber… por el bien propio. Tú ni siquiera debías enterarte o siquiera sospechar qué soy, y sin embargo…

—No soy estúpida ¿sabes? Y no sé si era tu intención, pero me diste demasiadas pistas que no pude ignorar. Y créeme que sé que esto de hablar contigo es como un placer enfermizo por lo potencialmente peligroso que eres.

— ¿Placer enfermizo?

—A pesar de tus desplantes, me pareces alguien agradable, de las pocas personas con las que puedo hablar —confesó.

Algo dentro de mí se revolvió. Quizá felicidad o tal vez inquietud.

—Y al decir potencial, deduzco que has supuesto que no te haré daño.

—Estoy segura —afirmó. —Sé mucho más de ti de lo que te imaginas.

La miré, la insistencia en sus ojos me alertó de que no se iba a rendir fácilmente, mi condición no era algo que pareciera importarle pese a la imprudencia de la misma. Además, yo no estaba por la labor de resistirme. No más. No después de todo lo que había sucedido, no después de todos los sentimientos que se agolpaban en la salida de ése túmulo en el que solían estar escondidos.

— ¿Qué estás dispuesta a hacer para llegar más allá de la verdad que todos conocen?

—Cualquier cosa.

—¿Puedo verte, este fin de semana…?

Su labio inferior tembló, y logré distinguir esa milésima de segundo en que dejó de respirar durante un buen rato. Se sonrojó.

— ¿Vas a decírmelo todo? —preguntó con un hilo de voz.

—Todo —aseguré.

—Confías en mí…

—No tengo motivos para no hacerlo.

El claxon de un coche hizo que nuestras miradas desconectasen.

—Mi padre, tengo que irme.

—Entonces ¿aceptas?

— ¿Tienes dónde apuntar mi número? Así podemos estar en contacto y…

—Sé dónde vives, recuerda que una vez fui a visitarte… Pasaré a buscarte el sábado después de comer.

— ¿Qué hora es esa? —abrió los ojos como platos, lo cual hizo que tanto su expresión como su pregunta me extrañaran. ¿Es que ella no sabía ya a qué hora comían los humanos? Vi que logró vislumbrar mi pregunta. —Quiero decir, no sé a qué hora “comes” tú.

Me reí, no pude evitarlo.

— ¿Qué tiene de gracioso? —reclamó.

—Por supuesto, nada —respondí, sin conseguir dejar de reír.

—Vale, pues venga, dímelo —pidió.

—A la hora humana está bien, Bella.

Asintió, marchándose rápidamente hacia donde estaba parado el coche de su padre. Desde lejos, el jefe Swan me hizo de la mano, mientras yo también me encaminaba hacia mi coche.

El aparcamiento estaba casi vacío, la mayor parte de los estudiantes se habían marchado ya, pues había refrescado. El cielo anunciaba lluvia, aunque por la temperatura, deducía que se iba a convertir en una gran nevada. Lo sentía en el ambiente.

Me adentré al coche enseguida encendí el motor, dispuesto a ir hacia casa, cuando entonces una joven se plantó delante del coche.

Era una joven de la edad de Bella, con los cabellos medio ocultos bajo la capucha de su parca. Todo aquello no hubiera sido algo fuera de lo normal en el caso de que ella se hubiera apartado, pero no lo hizo, lo cual me extrañó. Entonces, en un abrir y cerrar de ojos se encontraba al lado de la puerta del copiloto, la abrió y se sentó.

—Llévame a tu casa —dijo.

Se quitó la capucha, dejando al aire un brillante cabello dorado. Volvió su vista a mí, sus ojos de un azul rosáceo me indicaron que no se trataba de un humano, a pesar de que el latido de su corazón y la sangre que palpitaba, recorriendo su membrana, indicaban que de algún modo sí lo era.

—No hagas preguntas, sólo conduce —me advirtió, ante de que pudiera formular mi pregunta.

Me sentí sorprendido, pues dentro de su mente los pensamientos recorrían un camino delineado con previsión, demasiado superficial como para profundizar en ellos. Me mostró una imagen. Ángela, quien ya no se parecía en nada a quien había sido antes. Ahora se había convertido en uno de nosotros. Embragué y puse en marcha el coche. La chica estaba dispuesta a contárnoslo todo, pero no admitiría mis preguntar, ni se molestaría en contestarlas si no era en presencia de toda mi familia.

Pisé el acelerador a fondo y pesa a su humana condición, no pareció inmutarse por la velocidad  a la que íbamos. Indagué en su memoria, en busca de algo más, pero tenía un minucioso control de su subconsciente.

—No intentes leerme la mente, y te aviso que ninguno de vuestros trucos baratos va a servir conmigo —por el rabillo del ojo, pude ver cómo me observaba detenidamente, luego volvió su vista al frente sin mostrar ningún tipo de emoción o sentimiento.

—Para aquí —anunció.

Hice lo propio y ella salió del coche. Estábamos a un kilómetro de mi casa, aproximadamente, pero ella había decidido que nos detuviéramos. Se adentró entre la maleza un poco y luego escuché un ruido que me perforó la cabeza, luego volvió a entrar en el coche.

—Siento lo del ruido —se disculpó—. Cuando estás cerca te jode los tímpanos, pero luego se pasa, aunque con el tiempo te acabas acostumbrando si lo oyes mucho —me mostró un pequeño silbato que traía en el bolsillo de su chaqueta.

— ¿Estamos esperando a alguien? —Me llevé las manos a la sien, inevitablemente.

Un pequeño pinchazo se abría paso en mi cabeza.

—No, puedes seguir.

Volví  a poner en marcha el coche, conduciendo rápidamente. El dolor estaba agravándose. Me preguntaba qué tipo de mecanismo podría tener el silbato para que el sonido me hubiera afectado de tal modo.

Cuando nos fuimos acercando al porche, dos figuras masculinas tomaron forma.

—Pensamos que no ibas a llegar nunca… —dijo uno de los dos hombres.

Tenía el cabello castaño claro y era de estatura media, no parecía tener muchos más años que la muchacha, sus ojos eran iguales que los de ella y se mostraba bastante cómplice. El otro se mantuvo alejado, erguido sobre su corpulencia.

— ¿Nos invitas a entrar? —preguntó ella.

—Por supuesto —contesté al notar que aquello era más bien una orden.

De todas formas, no tenía más opción que colaborar, pues de otro modo no sabría cuál era su objetivo al querer ir a mi casa.

Alice apareció frente a nosotros abriendo la puerta.

—Has decidido dejarme verte —la miró fijamente, cientos de imágenes inconexas y sin sentido se reproducían ante los ojos de mi hermana.

—No tenía motivos para esconderme —la muchacha le devolvió una sonrisa con malicia, entreví que poseía el mismo donde Alice—, ahora.

El resto de mi familia, salvo Carlisle, apareció en el recibidor, en guardia.

— ¿Por qué estáis a la defensiva? —inquirió la chica, cruzándose de brazos e intercambiando miradas llenas de sorna con sus compañeros. Realmente no tenía intención de luchar. —Hemos venido a hacer un trato, no a librar una guerra.

— ¿Entonces por qué estáis matando a tanta gente? —inquirió Esme, quien se había visto muy afectada por todo lo sucedido.

—Nosotros no hemos matado a nadie.

—Si no me equivoco —intervino Jasper—, para librar una revolución en contra de los Vulturi necesitáis un ejercito grande y fuerte, caso tanto como el de ellos, de otro modo no tenéis oportunidad de luchar.

El hombre menos corpulento se decidió a hablar tras una señal de la chica.

—La verdad es que no te equivocas, salvo por un pequeño detalle. Nosotros no estamos tomando parte en lo que sucede aquí, a pesar de que no nos es ajeno. Pero esa es la verdad, servida para vuestro disfrute.

Sus palabras más que burla, llevaban en sí un deje de sinceridad desmesurada.

—Vosotros tenéis a Ángela, eso no lo podéis negar —ataqué.

—Y al otro chico también, pero no tenemos intenciones de dañarle —apuntilló la chica.—Vamos a ahorraros el buscar respuestas, porque tampoco queremos que creáis que somos despiadados. Mi nombre es Elizabeth, estos son Claude —señaló al más corpulento, luego al otro— y  Thomas, mi hermano. Hemos decidido acercarnos a vosotros porque venimos tiempo siguiéndoos el rastro, por casualidad. Por el contrario de lo que podáis pensar, la chica, Ángela… no fuimos nosotros los que la matamos.

—Entonces ¿quién fue? —preguntó Alice.

—Hace un tiempo nos encontramos con tres nómadas. En principio mi hermano y yo no nos fiábamos de ellos, pero luego nos convencieron diciéndonos que se unían a nuestra causa, que ellos también querían librar a nuestro mundo del mandato de los Vulturi. Aceptamos y estuvieron con nosotros durante el trayecto. Lograron tenernos engañados hasta que un día en el que alguien que no tenía que morir, murió.

— ¿A qué te refieres con alguien que no tenía que morir? —preguntó Esme.

—Ya os he dicho que nuestra intención no es la de hacer el mal a quien no nos lo ha hecho —respondió, hubo algo que me sorprendió en sus palabras… quizá porque me esperaba a una persona totalmente distinta en cuanto supe que habían rebeldes que mataban humanos, detrás de toda aquellas características especiales que la habían diferente y parecida a nosotros, existía bondad en su tono de voz. —El motivo por el cual permanecemos tanto en un mismo sitio no es sólo que busquemos a personas con capacidades destacables, si no que además escogemos a aquellos quienes no tienen otra oportunidad.

— ¿Gente enferma? —añadió mi madre.

—Sé que de todas formas es una manera de matarles, pero una vez encontramos a un chico, por ejemplo, que tenía osteogenia imperfecta *(o huesos de cristal, podéis buscar información en google)*, su familia había muerto en un accidente de tráfico y no tenía más que ayudas del gobierno para sobrevivir. Demasiadas desgracias juntas no le pueden ocurrir a la gente normal, pero a él sí, y cuando supimos de su caso decidimos ir a verle —hizo una pausa, supe que lo que quería era recomponerse, pues había un vínculo emocional muy fuerte entre ella y el chico del que hablaba—. Siempre ofrecemos la opción de escoger. Si queremos que alguien luche por nuestra causa, deseamos que lo hagan por voluntad propia no por miedo o amenazas.

— ¿Y qué tienen que ver los nómadas en eso? —quise saber.

La chica inspiró una bocanada de aire. Los recuerdos le hacían demasiado daño, a pesar de que ella no quisiera mostrar sus emociones o debilidades. Su hermano dio un caso adelante y le acarició el hombro en un gesto que buscaba reconfortarla.

—Lo que ellos querían era cazar a nuestra costa, nos enteramos y decidimos acabar con ellos pero desde entonces nos rehúyen —empezó él— y el caso es que siempre logran escapar gracias a que uno de los nuestros decidió que no quería luchar después de todo lo que había conseguido, y se fue con ellos. Gracias a eso siempre logran saber cuáles son nuestros siguientes movimientos y se mezcla en nuestros planes, dejándonos así como culpables. La chica, Ángela, no tenía que morir. Fue sólo un agujero en el plan, una equivocación. Ella estaba en el aparcamiento del instituto cuando nosotros llegamos pero la perdimos de vista. Uno de ellos, James, se la llevó consigo y la dejó mal herida en medio de la nada. Mi hermana la recogió, no tuvo más remedio que convertirla porque de lo contrario ella habría muerto desangrada.

— ¿Y vosotros? —Pregunté—, ¿qué hay de vosotros?, porque no sois humanos.

—Has acertado Edward, ése es el motivo por el cual luchamos.

— ¿Pero por qué luchar? ¿Qué motivo es lo suficientemente fuerte como para arriesgar la vida? —indagó Esme.

— ¿Quieres a tus hijos? —preguntó Elizabeth.

—Por supuesto —contestó.

—De la misma manera que ellos te deben querer a ti, como mi madre nos quería a nosotros cuando nos tuvo —prosiguió—, y estoy segura de que tu marido y tú os amáis tanto como mis padres lo hicieron alguna vez. Antes de que ellos les mataran. Y de la misma forma que todos los niños de la masacre eran amados por sus padres antes de que decidieran terminar con ellos.

— ¿Quiénes? —demandé yo. — ¿Con quienes terminaron?

— ¿Alguien os contó alguna vez que los vampiros pueden tener hijos con humanas? ¿Y que los Vulturi mataron a cientos de niños vampiro al descubrir que no podían controlarlos? ¿Tal vez sepáis que por culpa de su inconsciencia, hay cientos de vampiros que sufren torturas y niños medio humanos que son asesinados sin piedad en una gran quema? Eso es lo que os oculta vuestro régimen, eso contra eso que nosotros luchamos. Porque antes de que mi madre fuera asesinada a manos de Aro Vulturi, mi padre no ha vuelto a ser el mismo a pesar de que intenta sobrevivir por nosotros.

No podía tomar consciencia de sus palabras. Me fue imposible asimilar tantos conceptos que significaban tantas cosas, que cambiaban todo. La percepción de un mundo que parecía tedioso, un universo paralelo al humano en el que no parecía ocurrir más que situaciones repetitivas y sin novedad.

Pero debajo de todo ese manto de inocente ignorancia, se escondía una verdad que en el fondo todos sabíamos. La maldad de los Vulturi alcanzaba límites insospechados. Bien era conocido por nosotros que ellos mataban a todo aquel que expusiera a nuestro mundo, lo que no sabíamos era hasta qué punto su control pasaba de protegernos a acabar con vidas inocentes.

Una lágrima se escapó entre los ojos ahora oscuros de Elizabeth, y de repente presencie cómo se había ganado a toda mi familia con unas pocas palabras, con un testimonio de lo vivido por cientos de víctimas de la furia de nuestra realeza. Supe en ese momento que la guerra había empezado, que lo que había ocurrido allí con la muerte de Ángela y el resto de manifestaciones sobrenaturales no era más que el inicio de una lucha que iba a terminar con muchas vidas, pero que ofrecía la libertad.

Y lo único que pude sacar en claro de todo aquello, era que yo debía luchar también, por ella, por salvar su mundo de la horda de asesinos que se cerniría sobre ellos. Tenía que mantener a Bella a salvo, porque era ella el motivo más vulnerable y fuerte por el que debía luchar. 

 

 

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Hey chicos, quería agradecerles por el apoyo y todo eso :D y bueno, dado a que hay sólo dos personas (que yo tenga el conocimiento) que me leen, he tomado la decisión de empezar a pasar el fic por e-mail. Esto no es un toque de atención ni nada de eso, es algo que he decidido en base a que no me apetece seguir publicando una historia en un sitio en el que el número de visitas aumenta, pero parece que mi historia no merece lo suficiente la pena como para que alguien me vote o me comente. No quiero ser desagradable, ni nada por el estilo, pero así como a mucha gente le molesta que dejen de escribir, a mí me molesta tener muchas visitas y ver cómo aumenta cada vez que subo capitulo y que sin embargo nadie se digne a comentar ni a dejar un voto, que creo que no es mucho pedir.

Jim, Mimi y todas esas personas que me han votado o se han decidido a comentarme, espero que me dejan sus correos por privado para así el siguiente capitulo enviarlos los correos :D En cuanto al resto, lo siento pero aquí llegó esto. Dejaré quince días abierto el fic por si alguien más le apetece leerlo, o quizá lo deje aquí porque no me apetezca borrarlo, pero no lo continuaré en esta página.

Gracias por todo.

A los que ya le dije, envienme un privado a contacten conmigo:

anabel1139@hotmail.com

Allí me dicen quiénes son y les pasaré los capitulos.

Espero sepan entender y respetar mis decisiones.

 

Capítulo 10: Capitulo IX: Problemas.

 
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